Debate Constitucional
¿De qué democracia hablamos? Respuesta a la carta de los 145 intelectuales
28.11.2019
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Debate Constitucional
28.11.2019
Un grupo considerable de intelectuales han respondido críticamente una carta que firmamos un grupo de profesores sobre el Acuerdo de Paz. En este escrito, quisiera reaccionar a sus argumentos. El motivo que inspira la respuesta es la importancia del debate público y pensar a contrapelo en tiempos de crisis; en este sentido, la carta es bienvenida. Sin embargo, las ideas importan y prestarles atención no implica, necesariamente, desatender la lucha del pueblo o transformarnos en “vigilantes de un proceso”. Al contrario, las ideas son armas conceptuales para someter a crítica a la realidad; es en este otro sentido, que la carta debe ser rechazada, pues confunde, desorienta y articula una idea ambigua de democracia arropada de frases de impacto.
Antes, valga una aclaración: no es justo ni menos pertinente responder en nombre de todos los firmantes, pero entiendo que el trazo que dibujaré de respuesta puede ser compartido por profesores que nos sentimos comprometidos con una compresión robusta de la democracia.
La carta esta inundada de frases provocativas y de impacto, tales como: “Apoyar este documento desde una supuesta neutralidad de expertos, hace que esta declaración sea engañosa”, “Que el Acuerdo por la Paz se ha firmado por sobre la violación de los Derechos Humanos”, “El pueblo soberano ha sido invisibilizado por la clase política, posteriormente apoyada por grupos de élite de abogados, periodistas y empresarios”. Muchas frases rimbombantes, pero carentes de razones justificativas para tales dichos; un cúmulo de ideas críticas sin filtrar. Por ello, me interesa concentrarme en las tesis principales y no en la pirotecnia argumentativa.
Una primera línea de ataque de la carta es la neutralidad de expertos, es decir, una imputación sobre la mirada en que posamos los hechos, “sólo expone argumentos técnicos sin considerar las causas y el contexto en que este fue llevado a cabo”, “Esta declaración levanta elementos jurídicos y no considera argumentos éticos y políticos”. En relación a estas aseveraciones, es posible sostener que las razones que motivaron la carta de los profesores de derecho es la inversa a la denunciada: lejos de neutralizar bajo la mirada de expertos, es la búsqueda de una construcción inclusiva e igualitaria del derecho. En otras palabras, debido a que el derecho está, en su mayoría, pensado, creado y aplicado por una elite, invisibilizando voces y excluyendo a grupos de su participación, es que insistimos en la construcción de un derecho que hable por todos; una casa común.
“Muchos de los firmantes han criticado una y otra vez la torpeza del gobierno, han criticado una y otra vez las violaciones de los derechos humanos y no han vacilado en exponer los problemas que pueden tener el documento. Por ello, si los aspectos positivos del acuerdo son contrariados y aplacados, este documento debe ser rechazado y criticado sin resquemores”.
Un segundo argumento alude a la potencia transformadora del derecho, acusando de “reducir el movimiento a lo legal”. De acuerdo a lo anterior, y contra la lectura de los 145 académicos, argumentar a favor de los mecanismos legales no significa asumir, necesariamente, la deficitaria idea de “cambiar la letra, cambiar el mundo”. Más bien lo contrario: lo que se intenta decir es que las opciones legales e institucionales deben ser merecedores de nuestra atención, dado que estos “asuntos legales” pueden contribuir o repeler los cambios sociales.
Una tercera crítica apunta a las consecuencias de apoyar el Acuerdo de Paz, articulando un modelo binario: firmar el acuerdo significa estar con la elite y rechazarlo implica respetar al pueblo. En primer lugar, no es honesto asumir que el acuerdo sea perfecto e idílico, de ahí que fue calificado en nuestra carta como “una oportunidad frágil”; de tal modo, podemos mirar el Acuerdo de Paz como ideal regulativo que tiene y merece ser democratizado. En segundo orden, dar argumentos para el acuerdo no implica inhibir la actitud crítica contra el poder y, menos, respecto al acuerdo. Muchos de los firmantes han criticado una y otra vez la torpeza del gobierno, han criticado una y otra vez las violaciones de los derechos humanos y no han vacilado en exponer los problemas que puede tener el documento. Por ello, si los aspectos positivos del acuerdo son contrariados y aplacados, este documento debe ser rechazado y criticado sin resquemores.
Finalmente, me interesa explorar qué idea de democracia proponen -o más bien deslizan- los 145 académicos. Los intelectuales dicen “la democracia es el pueblo y no sus instituciones”, luego afirman, “para que la nueva Constitución de Chile sea el resultado de una verdadera democracia, la soberanía popular debe ser respetada”. A partir de lo anterior asaltan varias dudas, ¿cómo lo hacemos?, ¿quiénes constituyen el pueblo?, ¿el problema son las instituciones o la forma de construcción de las instituciones? Asimismo, también habrá que preguntarles, ¿cómo nos aseguran que la soberanía popular no sea capturada?, ¿cómo podemos identificar las demandas sociales y resolver nuestros desacuerdos?
En ese sentido, tal propuesta nos deja en un juego de suma cero, pues se rechaza el acuerdo, pero no se construye una alternativa responsable y articulada, al contrario, se propone una idea ambigua y difusa de democracia al compás de afirmaciones de alto calibre. Entonces, en contra de lo afirmado, podemos reivindicar una idea democracia compuesta por el diálogo e inclusión, que permita darnos orientaciones para escribir una constitución por todos en pie de igualdad. Este ideal de democracia nos permitirá robustecer los elementos positivos del acuerdo y criticar o desechar sus dimensiones negativas contramayoritarias.
En definitiva, debemos esforzarnos para que la carta fundamental sea resultado de un genuino y robusto proceso participativo, en donde las voces de los grupos históricamente excluidos sean escuchadas y sus necesidades sean atendidas; una constitución en donde podemos determinar nuestras reglas más básicas y esenciales. De tal modo, la carta de los 145 intelectuales oscurece más que ilumina la forma de cómo materializar este objetivo.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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