TESTIMONIOS INÉDITOS DENUNCIAN A TRES RELIGIOSOS QUE ABUSARON DE INTERNOS CON SEVERA DISCAPACIDAD
La dinastía de los sacerdotes acusados de abusos sexuales en el Hogar San Ricardo
04.09.2019
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TESTIMONIOS INÉDITOS DENUNCIAN A TRES RELIGIOSOS QUE ABUSARON DE INTERNOS CON SEVERA DISCAPACIDAD
04.09.2019
El mes pasado un sacerdote chileno fue denunciado en Buenos Aires por abusar de un escolar. Ya era investigado en Chile por abusos sexuales cometidos en el Hogar San Ricardo, de la Obra Don Guanella. Nelson Jerez fue director de ese hogar durante 20 años. Él y su sucesor, Jorge Domínguez, fueron denunciados por abusar de menores y adultos con necesidades especiales internados en San Ricardo. A ellos se suma el religioso Rolando Contreras. Esta investigación periodística reúne testimonios inéditos de ex empleados y benefactores de ese hogar que acreditan las agresiones sexuales cometidas por los tres.
La mañana del pasado 14 de agosto, Rubén Kapobel interpuso una denuncia en el Juzgado N°63 de la Fiscalía N°1 de Buenos Aires. Lo hizo contra el sacerdote chileno Nelson Mauricio Jerez Silva. Esto, porque su hijo Tiago, de 18 años, acusó al religioso de haberlo abusado sexualmente durante una actividad extracurricular de su colegio, el San José de Liniers.
Según la versión de Tiago, los hechos ocurrieron en la noche del 13 de julio, cuando el grupo de misioneros de la escuela, perteneciente a la institución católica Obra Don Guanella, se reunió para hacer 500 empanadas con el fin de reunir fondos para las misiones de invierno que se realizarían en Tandil. Cerca de la medianoche, Jerez bajó en estado de ebriedad a la cocina donde se encontraban los estudiantes y le toqueteó el trasero al joven en dos ocasiones.
La denuncia generó revuelo en la comunidad estudiantil. Alumnos y apoderados realizaron protestas y los medios proporcionaron una alta cobertura. Finalmente, las autoridades laicas del colegio San José informaron que separarían a Jerez de la institución por tres meses, hasta que el tema fuese aclarado.
A la fecha, Nelson Jerez Silva llevaba casi seis años sirviendo a la Obra Don Guanella en Argentina. Antes de eso, se desempeñó por 20 años como director del Hogar San Ricardo de Batuco, en Chile, institución donde residen niños y adultos con necesidades especiales o capacidades diferentes (del tipo discapacidad motora, discapacidad intelectual, daño neurológico, movilidad reducida y problemas para comunicarse). Dejó ese cargo en 2013.
El Hogar San Ricardo pertenece a la Obra Don Guanella, la cual está bajo el alero de la Congregación de Los Siervos de la Caridad, y se encuentra ubicado a la altura del kilómetro 25 de la Panamericana Norte, que lo divide en dos. Mientras en un lado viven adultos, al otro se encuentran jóvenes y niños. Son 140 menores y adultos de entre 6 y 60 años los que residen en los cuatro sectores de San Ricardo y que se distribuyen según sus capacidades físicas e intelectuales.
Con 28 años, Nelson Jerez llegó a dirigir el hogar en 1994. Antes de él, el religioso Rolando Contreras y el sacerdote Hernán Latín ya residían allí, trabajando en distintas funciones administrativas y religiosas, además del cuidado de los niños.
Ex empleadas y benefactoras del hogar entrevistadas para este reportaje recuerdan comportamientos extraños de los religiosos, los que dieron pie a acusaciones de acoso y abusos sexuales contra tres de ellos: Nelson Jerez, Rolando Contreras y Jorge Domínguez.
Una de ellas es Amelia Rivera (58 años), quien llegó a trabajar al hogar como nochera en 2007. Recuerda que de inmediato le llamó la atención la relación que tenía Jerez con las funcionarias más antiguas, con quienes bromeaba sobre los residentes: “Les decía ‘estos niños están buenos para hacerles la zamba canuta’”, asegura.
La mayoría de los internos tiene serias dificultades y limitaciones para comunicarse, por lo que sus guardadoras deben estar atentas a sus gestos para saber qué les sucede. Por eso, no hay relatos de abusos en primera persona, sino de testigos. Y Amelia Rivera es una de ellos.
Una noche, cuando comenzaba su turno y visitaba cada habitación para asegurarse que los niños y adultos estuviesen dormidos, la nochera pasó por la pieza de V.A. El joven, quien ya falleció, entonces no tenía más de 18 años, aunque mentalmente su edad era la de un niño, recuerda Amelia Rivera.
– V.A. era de mis regalones, así que siempre le pasaba mi celular para que jugara, mientras yo iba a hacer cosas por el resto del sector Sagrados Corazones. A él le gustaba grabarse y escucharse, así que una noche cuando pasé a buscar mi teléfono escuché la grabación. Ahí se podía oír a Nelson (Jérez) que le decía “ya, bájatelo”, y V.A le contestaba: “pero papi, me duele mucho” –cuenta con la voz quebrada Amelia.
De acuerdo al relato que hacen ex funcionarias, Jerez tenía sus “favoritos”, quienes lo apodaban “el papi”. No obstante, según Amelia Rivera, estos mismos niños –muchos de los cuales tienen serias dificultades para comunicarse- demostraban que le tenían miedo: “Bajaban la cabeza cuando Nelson pasaba. Muchos le decían ‘papi, no’”.
Además, los “favoritos” de Jerez eran más autovalentes que la mayoría de los internos y con menos problemas físicos. V.A., por ejemplo, era alto, rubio y de ojos claros, según recuerda otra funcionaria, quien lo describió como “buen mozo”.
Desde ese momento, Amelia Rivera comenzó a mantenerse atenta durante sus turnos. Poco tiempo después, mientras se encontraba mudando a un niño en una habitación contigua, escuchó cómo se cerraba una puerta en otra de las habitaciones. Era el dormitorio de V.A, a quien encontró llorando. Le preguntó qué pasaba. Y recuerda que el “niño” sólo le dijo “el papi vino”.
Algo parecido pasó con otro interno: G.V., quien no podía hablar, ni moverse mucho, sólo se comunicaba a través de gesticulaciones. También era uno de los “regalones” de Amelia Rivera:
– Me mencionaba, como podía, “al papi”. Yo le preguntaba qué había hecho la noche anterior y G.V. me hacía gestos con su ropa, como que se la sacaba, después me hacía gestos de sexo oral y con sus dedos hacía como que metía uno dentro de un hoyo.
Tras esto, la nochera le preguntó a una de sus compañeras por qué G.V. hacía este tipo de gestos. La respuesta fue que muchas veces los niños antiguos abusaban de los menores.
– Eso yo no me lo creí, porque yo misma veía como las cuidadoras de día dejaban a los niños acostados, contenidos y amarrados. ¿Cómo se iban a desamarrar?
En este tipo de hogares es habitual que los internos pasen la noche bajo “contención”, con el fin de evitar accidentes y agresiones entre ellos. Esto significa que las guardadoras verifican que se duerman sujetos a sus camas a través de correas que se ponen, al menos, en sus muñecas y cintura.
Amelia Rivera relata que más de una vez vio a Nelson Jerez entrar y salir, durante la madrugada, de las casas donde duermen los internos. En una ocasión, el sacerdote entró a la casa en que ella estaba de turno a las 03:30 y se retiró de inmediato al encontrarla despierta. “Y usted por qué viene”, recuerda que le preguntó. Él se asustó y se puso nervioso: “A ver, no más”, fue su escueta respuesta y salió sin más explicaciones.
Una de las situaciones que más impresionó a Amelia Rivera fue cuando visitó a uno de los niños que dormía contenido y a quien siempre iba a ver. Pero esta vez, el menor se encontraba a los pies de la cama y con los pantalones abajo. Lo comenzó a vestir y notó que su pañal estaba con semen.
– Pensé que se había masturbado, pero también tenía semen en su ano. ¿Cómo lo iba a desamarrar otro niño que también estaba amarrado? ¿Un niño amarrado había desamarrado y desvestido a otro? –cuenta.
Algo parecido recuerda Beatriz Gómez, quien trabajó en la enfermería del hogar entre 1998 y 2000. Asegura que V.A. le decía “no quiero salir con el Nelson porque me hace cosas”. Y a pesar de que nunca le explicó específicamente qué pasaba con el sacerdote, debido a su dificultad para expresarse, le hacía gestos con su mano y boca en referencia a sexo oral.
Además, cuenta que Jerez acostumbraba a sacar a pasear a sus “regalones”, que usualmente eran los “cabros más lindos y autovalentes”, según relata la asistente de enfermería.
Asimismo, una ex funcionaria que trabajó como cuidadora en el hogar entre 1991 y 2006 –y que pidió la reserva de su identidad–, recuerda que Nelson Jerez tenía comportamientos sexualizados con los internos que a ella la causaban espanto.
– El cura llamaba a los niños de la casa Marcelina, en el sector Sagrados Corazones, los sentaba en sus piernas y se “sobajeaba” con ellos. Se movía y los meneaba de un lado a otro. Esto me espantaba a mí y mi compañera de turno. Nos dimos cuenta de que había algo extraño, que no era broma y que sí era de manera sexual. Las demás tías simplemente decían “es que el cura anda demasiado caliente” –cuenta.
Dos cuidadoras del hogar recuerdan que el religioso Rolando Contreras, conocido como “hermano Rolando”, también sacaba a pasear a internos y estos después daban señales de haber sido abusados. Una de ellas asegura que en 2014 G.V. le hizo gestos de connotación sexual muy explícitos que indicaban que Rolando Contreras había abusado de él.
Otra cuidadora relató que los internos más grandes y autovalentes que residían en el sector La Granja, daban a entender muy claramente que Rolando les hacía “cosas”. Tras uno de los paseos, uno de los niños, incapaz de hablar, se comunicó con ella gesticulando con sus manos: “Hacía gestos de sexo oral y de penetración y se pasaba las manos por todo el cuerpo”.
Asimismo, confiesa que las tías les preguntaban a los niños quién les había hecho algo, a lo que la mayoría respondía “el barbón”, haciendo referencia a la frondosa barba que usaba Rolando Contreras a comienzos de los años 2000.
Quien sí logró ver a Rolando Contreras abusando de un menor es Sergio Pineda, profesor de teatro de los internos de Batuco durante 1996.
– No me acuerdo muy bien si fue en un baño o en una sala, pero recuerdo que vi al hermano Rolando toqueteando a uno de los niños. Su actitud no era para nada normal, menos viniendo de alguien que tiene que estar a cargo de los chicos.
De igual manera la prima de Pineda y ex profesora de la escuela del hogar, Jacqueline Silva, comenta que le sorprendía la actitud tan “sexualizada” de los niños de San Ricardo, por lo que decidió comentarle la situación a Nelson Jerez, quien ya era director del recinto. Sin embargo, la respuesta que obtuvo del religioso, según ella recuerda, fue que aquellos comportamientos correspondían a “los gustitos de la vida”.
El Hogar San Ricardo, desde hace años, recibe una gran cantidad de donaciones por parte de benefactores voluntarios, colegios y empresas. Una ex benefactora del hogar, quien prefirió mantener su nombre en reserva, ayudó económicamente al recinto por más de dos décadas y hoy relata su experiencia con Nelson Jerez, de quien fue muy cercana.
La mujer presenció la llegada de Jerez como director y, tras integrarse al coro de la iglesia, junto a su marido de ese entonces, comenzó a involucrarse mucho más con el hogar. A través de largas conversaciones, invitaciones a cenar y celebraciones de cumpleaños, comenzó a generar un vínculo con el sacerdote. Se hicieron tan amigos, cuenta, que el religioso empezó a ser invitado a sus vacaciones familiares.
– El padre Nelson pasó a ser parte de nuestra vida –recuerda desde su oficina en Santiago.
La casa de veraneo de la familia se encontraba en Puerto Varas y el sacerdote fue invitado durante cuatro años seguidos. Esta invitación incluía desde el pasaje en avión hasta su alimentación. Durante los años que el sacerdote viajó a Puerto Varas, siempre compartió pieza con el hijo de la ex benefactora y los amigos de este, quienes tenían entre 18 y 24 años.
Fue en las últimas vacaciones que pasaron con Jerez, cuando ella comenzó a notar actitudes inapropiadas por parte del religioso.
– Pasó todos los días curado de la mañana a la noche, hablando tonteras delante de todos los presentes, incluidos jóvenes y niños, asegura.
Una mañana la ex benefactora ingresó a la habitación compartida y su sorpresa fue grande al encontrar la cama del cura con heces.
– No sé a qué hora ni en qué estado habrá llegado la noche anterior para haber dejado la pieza así –se cuestiona horrorizada.
Pero fue una situación en específico lo que hizo que la mujer quisiera alejar completamente a Nelson Jerez de su familia.
Durante un almuerzo, el cura comenzó a acariciar indebidamente a uno de los amigos de su hijo. Empezó a hacerle cariño en el pelo, la cabeza y el cuello. En ese momento, el joven lo alejó bruscamente y le gritó, espantado: “¡Suéltame, qué asco!”.
– Ahí me di cuenta que no quería estar más cerca él. Hablé con mi hijo y me confesó que el cura siempre lo llamaba a las 2 de la madrugada para saber dónde estaba carreteando con sus amigos e iba para allá, con ellos –recuerda.
Entonces, decició relatarle esta situación a otra benefactora, Marcia Page, quien además trabajó como terapeuta ocupacional en San Ricardo entre 1998 y 2001, para luego regresar entre 2006 y 2009. Durante el último periodo, Page asegura haber visto las mismas irregularidades que relatan las cuidadoras.
– Algunos niños se arrancaban durante la noche y cuando volvían tenían heridas en partes íntimas. La explicación de las enfermeras era que los niños abusaban entre ellos, pero ni eso se denunció. Yo lo creí, pero ahora lo dudo porque los niños eran amarrados durante las noches, ¿cómo se iban a escapar? –se cuestiona.
Es por esto que, junto a la información que algunas funcionarias le seguían comentando a la terapeuta ocupacional, en 2012 Marcia Page y la ex benefactora decidieron tomar toda la información que tenían hasta el momento y la llevaron a TVN, específicamente al programa Informe Especial.
La investigación estuvo a cargo del periodista Miguel Soffia, quien en ese entonces trabajaba en el canal público. Para esto, además de entrevistar a las ex benefactoras, habló con una cuidadora que pidió reserva de su nombre y que aún trabaja en el hogar.
Poco después del inicio de la investigación periodística, Page recibió una llamada de Nelson Jerez quien le pidió una reunión con suma urgencia. Ella accedió. La cita fue en el hogar.
– Ahí me confesaron que sabían que había ido a la TV, que había ido “a decir mentiras”. Todos defendieron a Nelson, asegurando que se trataban de mentiras. Yo le pregunté al cura Nelson si acaso era falso lo que yo decía, pero él se quedó callado –recuerda sobre la cita en la cual también se encontraban Rolando Contreras, Hernán Latín y la relacionadora pública de ese entonces, Eliana Burgos.
Algo parecido ocurrió con la ex benefactora, quien recibió una visita de Jerez en su oficina de trabajo.
– Le confesé que sí, que había ido a Informe Especial. Me empezó a decir que él no estaba bien. Admitió que yo tenía razón y me contó que estaba viendo una psicóloga. Me dijo que estaba mal, que había tocado fondo –relata.
Una semana después, Soffia contactó a Page y le dijo que la investigación ya no podía continuar. De acuerdo al periodista, se debió a que las autoridades del hogar se habían enterado, por lo que el conseguir pruebas audiovisuales se hacía mucho más difícil. Contactado para este reportaje, Miguel Soffia entregó la misma explicación.
Aunque los hechos no se hicieron públicos, al año siguiente Jerez Silva tuvo que dejar su cargo. Fue trasladado al Instituto San José en Liniers, Buenos Aires, donde siguió trabajando con menores.
En su reemplazo, asumió como director del hogar el sacerdote argentino Jorge Domínguez.
La llegada de Jorge Domínguez a finales de 2013 de inmediato trajo algunos cambios. La primera condición fue que, para dirigir el Hogar San Ricardo, necesitaba dormir separado de los otros religiosos y empleados, por lo que se auto asignó una cabaña ubicada en el sector Manterolla, donde residen jóvenes de entre 17 y 30 años.
El religioso ya era conocido en Argentina por realizar “misas de sanación”, de las que surgió un grupo de seguidores llamado Comunidad Orante Betania. En el blog de esta comunidad Domínguez se presenta como “director espiritual”. En el mismo blog existen cuatro testimonios que declaran haberse sanado de enfermedades como leucemia y cáncer de próstata, gracias al sacerdote.
De acuerdo a los funcionarios, por los pasillos era normal escuchar gritos del religioso a trabajadores. Un ex administrador de San Ricardo, que laboraba codo a codo con Domínguez, cuenta cómo el religioso se burlaba constantemente del personal, los trataba de “poca cosa” y se refería a ellos como “chilenitos de mierda”.
La asistente de enfermería Jacqueline Ormazábal decidió retirarse del hogar en septiembre de 2014 debido a los malos tratos que recibía de Domínguez. Para la funcionaria, que trabajó más de 14 años ahí, el cura acosaba laboralmente a sus trabajadores: “Te vigilaba cuando llegabas, cuando almorzabas, cuando te ibas”.
Pero no fue hasta un año después de su llegada, que Domínguez sería acusado de abuso sexual y extorsión por parte de un ex trabajador del hogar.
A mediados de 2014, Luis Hurtado, en ese entonces de 24 años, entró como chofer al Hogar San Ricardo. Su madre, cocinera del lugar, le consiguió el empleo.
Hurtado no guarda buenos recuerdos de su paso por el hogar: transcurridos cinco meses de su entrada, acusó que Jorge Domínguez había abusado sexualmente de él. Lo hizo ante la relacionadora pública del hogar, Eliana Burgos, quien interpuso una denuncia ante el Tribunal Eclesiástico, pero no hubo denuncia ante la justicia penal.
Cuando obtuvo el puesto de chofer, de inmediato Hurtado se llevó muy bien con Domínguez: “Él era súper buena onda conmigo, me puso un apodo: el Luigi”. También recuerda que él era el único laico que comía en la mesa junto a los religiosos, ya que Domínguez se lo pedía.
Según hace memoria, tras un mes trabajando, el sacerdote argentino lo llamó un sábado a las 19:30, fuera de su horario de trabajo. Le pidió que lo acompañara al supermercado y que después fueran juntos al pub Oveja Negra, frente a la plaza de Colina.
Transcurrieron dos horas en el bar donde Domínguez le invitó trago tras trago al chofer. “Él no tomó nada”, asegura Luis. “Pero yo me empecé a sentir mareado y le dije que nos fuéramos. Le pasé las llaves y me dijo que no, que yo tenía que manejar igual. Así que me fui manejando de vuelta al hogar, advirtiéndole que si pasaba algo no era mi culpa”.
Durante el camino de vuelta, Domínguez se comenzó a poner nervioso mientras le hablaba a Luis Hurtado. “Me dijo que desde que me conoció empezó a sentir algo especial. Se me declaró. Yo me reí del shock y le dije “pero, ¿cómo?”. Pero él me puso la mano en la pierna y se me tiró para darme un beso”, finaliza Hurtado.
De acuerdo con la versión del chofer, el director del hogar decía estar enamorado de él y le pedía constantemente favores sexuales a través de mensajes de Whatsapp o cuando se encontraban a solas en la cabaña u oficina de Domínguez.
– Siempre que podía me toqueteaba el paquete, una vez estábamos en su cabaña y salió en toalla y la dejó caer, se sentaba arriba mío y yo lo apartaba -recuerda Hurtado.
El ex chofer también asegura que el sacerdote le pasaba dinero a través de cheques que pertenecían a la Obra Don Guanella, aunque no tiene documentos que respalden esa afirmación. De acuerdo a Luis Hurtado, Domínguez, además de darle regalos, le compró un auto.
– Yo te lo pago -le dijo. Y Luis aceptó.
Tras esto, el joven cotizó un vehículo rojo que vendía su vecino de toda la vida y lo pagó con un cheque por $600.000. Hurtado dice que el cheque tenía la firma de Jorge Domínguez, pero estaba a nombre de la Obra Don Guanella. “Todos los cheques que recibí de él eran de la obra”, admite Luis Hurtado.
Cuando se le pregunta al chofer por qué seguía trabajando para el sacerdote, asistiendo a su cabaña o saliendo con él, no tiene tapujos en admitir que lo hacía por la droga: “Era por plata. Así financiaba mi adicción, la que empeoró mientras estuve ahí”.
En total, Hurtado calcula que el dinero que recibió de Domínguez, más los regalos –que incluyeron un caballo para fiestas patrias–, sumó más de un millón de pesos.
El padre de Luis Hurtado, quien lleva el mismo nombre, cuenta que tuvo que internar a su hijo –una vez que este renunció al hogar– en un centro de rehabilitación debido a su adicción a la cocaína.
Al igual que su antecesor, Nelson Jerez, Domínguez también manifestaba preferencias con algunos de los menores, según relatan las guardadoras del hogar. Uno de ellos era C.M. Luis Hurtado se estremece al recordar uno de los momentos que más lo marcó:
– Un día yo iba enojado a hablar con el cura. Le toqué la puerta de su cabaña y no me contestó. Entonces, yo abrí nomás. Me encontré al C.M. con los pantalones abajo y al cura desnudo arriba de él. El cura me gritó: “¡Haz como que no has visto nada!”. Yo quedé en shock, cerré la puerta y me di cuenta que tenía que contar lo que había vivido con el cura. Una cosa es que me lo haga a mí, que soy grande, ¿pero a un niño?
Luis Hurtado nunca reveló el abuso que sufrió C.M. Esta es la primera vez que lo hace público.
A fines de 2014 y tras dejar San Ricardo, Hurtado decidió comentarle a la relacionadora pública Eliana Burgos los abusos que él había recibido por parte de Domínguez. Ella confirmó que en marzo de 2015, debido a la gravedad del relato del chofer, presentó el caso al Tribunal Eclesiástico. Se reunió con el sacerdote Jaime Ortiz de Lazcano, vicario judicial de la entidad, quien derivó la investigación al sacerdote Francisco Rencoret para que iniciara la recopilación de testimonios, entre los cuales figura la versión del ex chofer. Rencoret, quien guardaba los antecedentes, falleció de un cáncer de pulmón en agosto de 2016.
Eliana Burgos no supo más de la investigación hasta que en julio de este año consultó al Tribunal Eclesiástico qué había pasado con su denuncia. Dice que la derivaron a la Oficina Pastoral de Denuncias (Opade), donde le informaron que la resolución de la congregación Siervos de la Caridad fue trasladar al sacerdote Jorge Domínguez a Argentina sin cargos directivos. No obstante, la prensa argentina ha informado que en la actualidad ejerce como director de un hogar de ancianos de la Obra Don Guanella en Tapiales, Buenos Aires.
Para efectos de este reportaje, el 10 de julio se realizó una reunión con el sacerdote Jorge Poblete Escobedo, quien ejerce como director del Hogar San Ricardo desde junio de 2017.
Durante la cita, en la cual también participó la encargada de comunicaciones Marcela Arce, se les entregó a ambos todos los antecedentes recabados sobre los denuncias contra los religiosos del hogar. En esa cita, los dos dijeron que toda esta información eran desconocida para ellos hasta ese momento.
Poblete catalogó los hechos de “gravísimos” y se comprometió a realizar las denuncias correspondientes ante la justicia penal y la justicia canónica, como lo indican los protocolos vigentes de la Iglesia Católica.
Así, el 2 de agosto pasado el Hogar San Ricardo hizo público un comunicado donde informó haber recibido antecedentes entregados por un equipo periodístico y haberlos llevado a Fiscalía Centro Norte para que se iniciara una investigación judicial. En el comunicado se identifica a Nelson Jerez, Rolando Contreras y Jorge Domínguez, como los religiosos denunciados.
Desde el hogar San Ricardo admitieron que a la fecha no han intentado comunicarse con Nelson Jerez Silva, quien hoy se encuentra en Argentina. Al contactarlo por vía telefónica, el sacerdote chileno dijo no querer prestar declaraciones y que solo lo hará frente a la justicia. Misma respuesta dio el hermano Rolando Contreras, quien fue removido desde San Ricardo y enviado a la casa de acogida que tiene la Obra Don Guanella en Renca.
En el caso del sacerdote Jorge Alberto Domínguez no se obtuvo respuesta a los mensajes enviados al correo institucional del Hogar San Luis Guanella para adultos mayores en Buenos Aires, donde está destinado actualmente, ni a su número telefónico. Sin embargo, fuentes pertenecientes a la Comunidad Orante Betania, grupo que sigue las misas de sanación que realiza Domínguez, aseguran que el religioso está en un retiro espiritual y se encuentra incomunicado.
Sobre el estado actual de la investigación en contra de los religiosos del hogar, la Fiscalía Centro Norte asegura que no puede entregar detalles debido a que los antecedentes son de carácter reservado, por tratarse de una causa sin formalizados.
La congregación Siervos de la Caridad ya puso en marcha una investigación canónica previa para consignar la veracidad de las acusaciones contra los religiosos. Esa indagatoria la lleva el abogado laico Iván Millán Gutiérrez, quien trabaja en el bufete Balmaceda, Cox y Piña Abogados (BCP). Al mismo estudio jurídico pertenece el abogado Matías Balmaceda Mahns, quien representa al hogar en la investigación penal abierta por la Fiscalía.
Mientras Millán debe determinar si existe evidencia suficiente para iniciar un caso contra los sacerdotes, su colega del mismo estudio jurídico defiende los intereses del hogar perteneciente a la congregación que está siendo investigada. De acuerdo a Balmaceda Mahns, el hecho de que ambos trabajen en la misma firma tiene el objetivo de unificar y comparar la información recabada durante la investigación. Millán, en tanto, aseguró que no hay coordinación entre ambos, aunque trabajen en el mismo estudio, pues cada uno opera de forma autónoma.
Joaquín Abud, Rocío Ñancupil y Catalina Volenski son periodistas de la Universidad Diego Portales y esta investigación formó parte de su proyecto de título, trabajo que realizaron bajo la guía del periodista Rodrigo Fluxá.