CIPER/The Conversation
Conocer los primeros pasos políticos de Hitler nos ayuda a lidiar con los ultras de hoy
02.09.2019
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02.09.2019
«Cuando un grupo fascista obtiene poder, es muy difícil apartarlo», escribe el economista Klaus Meyer en esta columna para The Conversation. A 80 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Mayer desentierra una historia familiar para ilustrar cómo los grupos extremos -activos y violentos- pueden controlar a mayorías temerosas. Su mensaje para los políticos que suelen representar al centro es claro: «compartir el poder con extremistas de vuestro propio partido, o de otros, es peligroso».
Klaus Meyer, Western University, para The Conversation.
Ahora que se conmemora el 80 aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, es importante comprender cómo pudieron ocurrir tanto este suceso como el Holocausto para evitar que esas atrocidades vuelvan a suceder.
Como experto en negocios internacionales, sé con cuánta rapidez se mueven las ideas e ideologías a nivel mundial. Los estudiantes de negocios internacionales están cada vez más preocupados por la posibilidad de que el nacionalismo económico desemboque en la desglobalización, deshaciendo décadas de crecimiento económico.
Con esto, surgen nuevos debates sobre las posibles consecuencias del nacionalismo económico y los análisis de los procesos políticos que provocan estos cambios de democracias liberales a gobiernos más autoritarios. Para comprender mejor por qué los países se alejan de la democracia liberal, es recomendable echar un vistazo a la historia.
Así, es importante ver cómo Adolf Hitler llegó al poder. Comprender el trienio de 1930 a 1933 nos ayuda a entender mejor la época de 1939 a 1945. En una era de resurgimiento de los extremismos políticos en todo el mundo, este periodo histórico es una auténtica lección para el presente.
El ascenso de Hitler supuso que los políticos conservadores compartieran poder con un partido extremista y que este les ganara la partida. Presenta a una universidad valiente que se resiste a la intervención ministerial, aunque, cuando el nuevo régimen afianzó su poder, comenzó a obedecer.
La llegada de los nazis al poder comienza en Braunschweig, una pequeña ciudad de Alemania.
El principal objetivo de Hitler era llegar al poder político en Alemania. Sin embargo, se enfrentaba a un problema: no tenía la nacionalidad alemana; de hecho, solo era un apátrida que vivía en Alemania.
Hitler nació en Austria, se marchó a Munich en 1913 y renunció a su nacionalidad austriaca en 1925, para evitar que lo deportaran a su país natal. El camino normal para obtener la nacionalidad alemana era complejo e incierto –además, Hitler tenía antecedentes penales tras involucrarse en lo que se conoce como el Putsch de la cervecería de Munich de 1923–.
Todo el asunto se volvió urgente cuando Hitler quiso presentarse a las elecciones alemanas en 1932. Para entonces, su partido, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (PNOA, el partido nazi), solo tenía poder en un pequeño estado al norte de Alemania: el estado libre de Braunschweig (Brunswick, en español). Por ello, Hitler pidió a los miembros de su partido en Braunschweig que le consiguieran la nacionalidad.
Las políticas en el estado de Braunschweig estaban más polarizadas que las nacionales. La región incluía una clase trabajadora urbana, pequeños negocios tradicionales y grandes distritos rurales. A nivel nacional, la política alemana de los años 20 se caracterizó por una sucesión de gobiernos multipartidistas formados por los socialdemócratas (SPD) y los partidos de centro y centro derecha.
En Braunschweig, el SPD gobernó con mayoría desde 1927 hasta 1930, con Heinrich Jasper como primer ministro. Los partidos de centro y centro derecha formaron una alianza con los representantes de los pequeños negocios de la región. En 1930 veían al SPD como su mayor oponente en las elecciones y les molestó, entre otras cosas, el nombramiento de miembros del SPD como cargos de la administración, escuelas y universidades.
Cuando el SPD perdió la mayoría en las elecciones, mientras los nazis llegaron a ser la tercera fuerza política, los partidos de la alianza formaron una coalición con el partido de Hitler. Este gobierno de coalición dio al partido nazi la posición de orador en el Parlamento y el ministerio del Interior.
Los nazis utilizaron estas posiciones para, de forma efectiva, promover sus intereses y, a pesar de varias crisis, la coalición se mantuvo hasta 1933. Dietrich Klagges, ministro del Interior desde 1931, utilizó su posición para hostigar a la oposición, sabotear los procesos democráticos, intervenir en asuntos internos de la universidad, y para dar a Hitler la nacionalidad alemana.
La Universidad Técnica de Braunschweig se vio en medio de los conflictos políticos de la época, mientras luchaba por reafirmar su autonomía con respecto al gobierno. El conflicto comenzó en 1931 cuando unos estudiantes nazis acusaron a otro estudiante búlgaro de insultar a una alumna alemana, y pidieron su expulsión.
Cuando la universidad no cumplió con estas exigencias racistas, los propios dirigentes de la universidad se convirtieron en foco de los ataques nazis.
El conflicto se hizo mayor en 1932 cuando Klagges, ministro del Interior, lo organizó todo para nombrar a Hitler profesor de la universidad. El centro educativo se opuso firmemente a esta idea, no solo porque Klagges estaba interfiriendo en la autonomía de la universidad, sino también porque Hitler carecía de cualificación académica necesaria.
El rector de la universidad, Otto Schmitz, pasó por encima de Klagge y se puso en contacto directo con el primer ministro, Wener Küchenthal. Küchenthal rechazó firmar el documento de nombramiento.
Pero Klagges encontró otro camino: dar a Hitler un cargo gubernamental con la representación de Braunschweig en Berlín, lo que automáticamente le daría la ciudadanía alemana. Los compañeros de la coalición accedieron creyendo que Hitler ejercería ese cargo (pero nunca lo hizo).
En la universidad, la relación con el ministro continuó deteriorándose. En mayo, Schmitz fue suspendido e investigado por un supuesto escándalo. Pero el nuevo rector, Gustav Gassner, también se enfrentó al grupo de estudiantes nazis: se opuso a que usaran el Día de los caídos para homenajear a uno de sus líderes, asesinado en una pelea callejera, y a que llevaran pancartas con la esvástica a los actos universitarios. Klagges le desautorizó.
Tras la llegada del partido nazi al poder nacional en 1933, Braunschweig, antes que ningún otro sitio, sufrió despidos, arrestos de opositores políticos, violencia en las calles y quema de libros. Entre otros muchos socialdemócratas y comunistas, fueron arrestados el antiguo primer ministro Jasper y el alcalde de la ciudad Ernst Böhme, que fue torturado hasta que firmó su dimisión. Gassner primero se ocultó y después huyó de la ciudad, dimitió mientras estaba en Bonn y lo arrestaron a su regreso a Braunschweig.
El 1 de mayo de 1933, Klagges anunció en las escaleras de la universidad que el miembro del partido nazi Paul Horrmann era el nuevo rector. Para entonces, la democracia y la autonomía de la universidad habían muerto.
Los políticos de los partidos no nazis de la coalición de Braunschweig podrían haber detenido los excesos de Klagge. ¿Por qué no hicieron nada? Esta cuestión la han comentado ampliamente los historiadores locales y los propios protagonistas después de 1945. Destacan, al menos, tres factores:
En sus propios discursos después de 1945, los políticos centristas y de centroderecha argumentaron que intentaron contener a los nazis integrándolos en el gobierno, con lo que esperaban que los votantes retiraran su apoyo. Fue un error de cálculo muy costoso.
Mi interés en esta historia es muy personal. No solo porque me crié en Braunschweig, sino porque mi abuelo fue catedrático en la Universidad Técnica de Braunschweig y trabajó de cerca con Gustav Gassner, el rector que se enfrentó a los nazis y fue encarcelado y exiliado en Turquía.
Subrayando la importancia de aprender de la historia, y de la memoria familiar en especial, creo que esta historia posee lecciones importantes sobre el surgimiento del nazismo en Alemania, y, por tanto, sobre cómo se pueden evitar excesos similares en el futuro.
Una vez que un grupo fascista obtiene poder político, es muy difícil apartarlo.
A los votantes les digo: informaos y comprometeos. Y apartaos de los grupos políticos que no están comprometidos con los procesos democráticos o tienen programas centrados en la raza.
A los políticos les digo: compartir el poder con extremistas de vuestro propio partido, o de otros, es peligroso. Puede que los políticos de centroizquierda y centroderecha se vean como oponentes históricos, pero deberían unirse para combatir los extremos de cada lado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea aquí el original. CIPER lo difunde en el marco del acuerdo que ambos medios tienen para divulgar investigación académica en formato accesible para todo público.