Réplica de ATI a “Puerto de Antofagasta: un dispositivo urbano que intoxica” abre debate
25.06.2018
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25.06.2018
Señora directora:
La columna de opinión de Francisco Vergara y Alberto Mejía, que publicó CIPER este lunes 18 de junio, contiene una serie de errores e incurre en una serie de omisiones que dan lugar a un análisis sesgado de la situación medioambiental de Antofagasta, responsabilizando erróneamente de ella al Puerto. Este diagnóstico es equivocado y hace juicios sin respaldo técnico, estigmatizando injustificadamente a la actividad portuaria tan necesaria para el desarrollo de Antofagasta.
No hay evidencia que permita relacionar la presencia de material particulado sedimentado en la ciudad ni con la operación del Puerto ni con efectos para la salud de las personas. Más aún, nuestros trabajadores –que son quienes están en contacto directo con los concentrados minerales- presentan niveles de metales bajo la norma.
La ciudad ha crecido de la mano de la minería y el Puerto ha apoyado ese desarrollo. En 2003, la Empresa Portuaria de Antofagasta (EPA), una empresa del Estado de Chile, concesionó uno de sus frentes de atraque a Antofagasta Terminal Internacional (ATI). Esta concesión lo describe como un puerto minero y público, es decir establece la obligación de recibir, acopiar y despachar todo tipo de cargas. Además, le impone el deber de prestar servicio a Bolivia, de acuerdo al Tratado de Paz y Amistad de 1904. Anualmente se transfieren a través de ATI cerca de 320.000 toneladas provenientes de este país.
ATI recibió la administración del terminal con un importante pasivo ambiental, pues los minerales se acopiaron por décadas al aire libre, sin ninguna protección. Para corregir ese escenario y contribuir al respeto del entorno, conforme a avances normativos y tecnológicos, ATI ha adoptado una serie de medidas en conjunto con la EPA, entre ellas: se construyeron bodegas con presión negativa y sistemas de control de emisiones para manejo de concentrados minerales, evitando emisiones al exterior; desde 2010 se recibe el concentrado de plomo en maxisacos dentro de contenedores sellados; se puso en marcha la bodega de Recepción Acopio y Embarque de Concentrado (RAEC) con tecnología de última generación, instalaciones que cuentan con la respectiva resolución de calificación ambiental. Además, incorporamos contenedores de volteo a nuestra operación.
Junto con ello, ATI suscribió junto a la Asociación de Industriales de Antofagasta (AIA), Sierra Gorda, SCM, Codelco, Altonorte, FCAB, Seremías de Transporte, Salud y Medioambiente y nuestro mandante, la EPA, un Acuerdo de Producción Limpia (APL) que involucra a toda la cadena logístico-minera en busca de mejores estándares de operación.
No solo cumplimos con las exigencias del Estado en materia medioambiental. ATI ha ido más allá, modernizando los procesos de transferencia de concentrados minerales, en un proceso de mejora continua. Hoy, el Puerto opera con estándares internacionales de primer nivel. Para diciembre, el 100% de la carga que sale o ingresa desde nuestro terminal lo hará de forma sellada, ya sea en contenedores o convoyes herméticos. Esto es lo mismo que ha propuesto la investigadora Joseline Tapia citada en la columna, no reparando en que lo que pide ya se está concretando.
El texto hace mención al riesgo por exposición a plomo y arsénico descrito por el ISP en 2016 en nuestra bodega Terminal de Embarque de Graneles Minerales (TEGM). Omite que la autoridad sanitaria autorizó su uso dada la capacitación constante a nuestros trabajadores, proveyéndoles de las medidas de protección necesarias (trajes y mascarillas especiales), como es habitual en faenas industriales. Omite también que esta bodega dejará operar para el acopio de concentrados minerales antes de fin de año, en línea con los acuerdos adoptados en el APL.
El ISP también constató que, en los restantes sectores del terminal, la presencia de metales pesados no representaba riesgo. Esa realidad tampoco es consignada por la columna.
Además, la nota recoge opiniones equivocadas de terceros que acusaban erradamente a ATI de no cumplir la Resolución de Calificación Ambiental y afectar la salud de los portuarios. La realidad es que 1.575 análisis realizados desde 2015 a la fecha a nuestros trabajadores en contacto directo con el concentrado constatan niveles de plomo y arsénico bajo la norma en todos ellos, en línea con los parámetros definidos por la Organización Mundial de la Salud.
No desconocemos que las instalaciones portuarias han sido permanentemente fiscalizadas y fueron sancionadas en dos casos por desviaciones en la Resolución de Calificación Ambientales, específicamente en 2015. Estas fueron corregidas, subsanadas y remediadas en planes de cumplimiento y procesos que ya están cerrados ante la autoridad. Eso es pasado.
La nueva bodega RAEC, en tanto, ha sido fiscalizada en seis ocasiones por la Superintendencia de Medioambiente. En todas estas fiscalizaciones se ha ratificado el estricto cumplimiento de la Resolución de Calificación Ambiental que autorizó su construcción y operación.
Vergara y Mejía descartan la existencia de pasivos ambientales y atribuyen a la operación actual del Puerto la presencia de polvo en la ciudad. Para ello se basan en un estudio liderado por Joseline Tapia que se realizó fuera del Puerto, con muestras de material particulado sedimentable (MPS) tomadas en 2014 y 2016 en diferentes puntos de la ciudad, sin línea base ni trazabilidad y omitiendo toda perspectiva histórica respecto de los pasivos ambientales en Antofagasta.
Es decir, en su columna, los autores apelan a un estudio que tiene errores de metodología y descartan la información objetiva respecto de la situación del Puerto.
Igualmente, citan un estudio en niños del 2015 sin mencionar que el Ministerio de Salud descartó contaminación por el bajo rango tóxico que presentaron. Tampoco hablan del estudio realizado en 2016 a 246 niños y que -según informó la autoridad de salud- concluyó que el 99,2% de ellos presentó niveles bajo norma de plomo en sangre.
La presencia de metales en niños ha disminuido. Mientras en 1998 era de 6,89 microgramos por decilitros, al final de 2014 y principios de 2015, la medición llegó a una media de 1,48 microgramos por decilitros. Es más, los niños de Antofagasta mostraron niveles de metales similares o más bajos que los de lugares libres de actividad industrial, como El Quisco y Algarrobo.
En el Puerto de Antofagasta hemos mejorado los estándares hasta llegar a los niveles más altos que se aplican en el mundo. Hemos cumplido con cada una de nuestras obligaciones con nuestros mandantes, la EPA y -a través de ella- con el Estado de Chile, contribuyendo al desarrollo de la ciudad y la región.
En los últimos cuatro años ATI ha aportado a esta empresa pública más de US$28,5 millones por el canon anual de nuestra concesión. Ello, aunque nuestras pérdidas en este mismo período suman US$12,5 millones. Bastante lejos “del Puerto más rentable de la nación”, como describe el artículo. Pese a este difícil contexto, seguimos dando trabajo a 471 personas a quienes reconocemos su diario compromiso.
Abordar la situación ambiental de Antofagasta y sus pasivos históricos precisa de un análisis serio y objetivo que permita conocer tanto sus efectos, como tomar medidas eficientes para su control. El gobierno regional ha iniciado nuevos estudios, que esperamos otorguen el respaldo técnico y científico necesario para la toma de decisiones. Confiamos en que estos nuevos análisis permitirán contar con las respuestas que la comunidad antofagastina tanto necesita y las autoridades puedan adoptar, con el apoyo de toda la cadena minero-logística y la ciudadanía, las políticas necesarias para hacer frente al tema.
Le saluda atentamente,
Enrique Arteaga C.
Gerente general
Antofagasta Terminal Internacional
Los investigadores que realizamos el estudio publicado en la revista PeerJ (Geologic and anthropogenic sources of contamination in settled dust of a historic mining port city in northern Chile: health risk implications) hemos decidido responder a la réplica que hace “Antofagasta Terminal Internacional” (ATI) –y que firma su gerente general, Enrique Arteaga–, a la columna publicada en CIPER el 18 de junio titulada Puerto de Antofagasta: Un dispositivo urbano que intoxica, la que cita nuestro estudio.
En esa carta se vulnera la calidad de nuestro estudio, debido a que la mayoría de las críticas allí expuestas evidencian una falta absoluta de comprensión de lectura y carecen en gran medida de base científica.
A continuación, explicamos punto por punto al representante de ATI por qué erra en sus críticas a nuestro estudio:
1-. El representante de ATI dice en su carta:
“Este diagnóstico es equivocado y hace juicios sin respaldo técnico”.
En relación con los comentarios técnicos de la columna basados en nuestro estudio, hay que considerar que este fue publicado en una prestigiosa revista científica internacional (PeerJ). Adicionalmente, durante el proceso de aceptación de esta publicación, nuestro trabajo fue revisado en detalle por cuatro expertos internacionales en el tema de estudio (incluyendo el editor Todd Anderson). Nuestro trabajo genera conclusiones en base a una metodología de análisis estándar, sólida y validada científicamente.
2-. El representante de ATI dice en su carta:
“No hay evidencia que permita relacionar la presencia de material particulado sedimentado en la ciudad ni con la operación del Puerto ni con efectos para la salud de las personas”.
Los resultados de nuestro estudio demuestran y ponen en evidencia el claro aumento de las concentraciones de contaminantes cerca del Puerto. En él se descarta que la fuente de esos contaminantes sea de origen natural (por ejemplo, de las rocas que se erosionan y contribuyen a la geoquímica del polvo). Por otra parte, el polvo presenta biodisponibilidad para arsénico, plomo y cobre, lo que es potencialmente riesgoso para quienes lo consumen (generalmente niños de menos de seis años, ya que son quienes tienen más probabilidad de ingerir polvo).
3-. El representante de ATI dice en su carta:
“No se toma en consideración la existencia de pasivos ambientales”.
El estudio realizado hace una comparación de la geoquímica del polvo con la geoquímica de las rocas de la ciudad de Antofagasta. NO es un estudio de pasivos ambientales.
4-. El representante de ATI dice en su carta:
“Sin línea de base y trazabilidad”.
Nuestro estudio ES una línea de base. Considerando que el clima de la ciudad de Antofagasta es desértico y que el desarrollo de suelo es escaso (sin actividades antropogénicas), la geoquímica del material superficial de la ciudad debiera reflejar esencialmente la geoquímica de las rocas de Antofagasta. Por otra parte, no entendemos a qué se refiere con trazabilidad.
5-. El representante de ATI dice en su carta:
“Omitiendo toda perspectiva histórica respecto de los pasivos ambientales”.
Insistimos, el nuestro NO es un estudio de pasivos ambientales. Se recomienda comprender bien la publicación antes de hacer tales críticas.
6-. El representante de ATI dice en su carta:
“Es decir, en su columna, los autores apelan a un estudio que tiene errores de metodología”.
Una publicación científica de la categoría de PeerJ pasa por diversos filtros de revisión de pares y editores para ser aceptada y publicada. Estas revisiones son hechas por expertos mundiales en temas de polvo y contaminación ambiental. Se plantea una hipótesis y se genera una conclusión. Lo que se realiza, se detalla y debe ser demostrable. Por lo tanto, de haber errores en la metodología de trabajo, los revisores del manuscrito –expertos internacionales en la materia–, lo hubiesen advertido desde un principio y el estudio no habría sido aceptado.
Nosotros utilizamos la metodología numérica que se usa habitualmente en estudios de contaminación ambiental (índice de geoacumulación) y determinación de posibles fuentes de elementos químicos (factor de enriquecimiento). Para eso confiamos en los datos existentes obtenidos por el Instituto de Salud Pública y el Colegio Médico. Si ATI piensa que los errores metodológicos provienen de estas instituciones, la empresa está poniendo en duda a las autoridades en materia de salud en el país.
7-. El representante de ATI dice en su carta:
“Descartan la información objetiva respecto de la situación del Puerto”.
¿Cuál información objetiva respecto de la situación del Puerto?, si ni siquiera se puede entrar libremente para tomar muestras.
A grandes rasgos le comentamos que el objetivo general de nuestra publicación en PeerJ NO es criticar directamente a la empresa ATI, sino que identificar si el polvo que se acumula en las paredes y ventanales de la costanera de Antofagasta se relaciona o no a procesos naturales de meteorización de rocas.
Las conclusiones de este trabajo son contundentes: indican que las rocas del basamento de Antofagasta NO explican las concentraciones de arsénico, cadmio, cobre, molibdeno, plomo y zinc en el polvo, y que la contaminación es mayor cerca del Puerto. Ante ello, proponemos a los concentrados de cobre y de plomo como potenciales fuentes de estos metales.
Si ATI realmente desea entender la influencia de los pasivos ambientales en la geoquímica del polvo, tiene que invertir en realizar estudios en base al método científico. No basta con mediciones aisladas ni comparaciones antojadizas. Una forma de estudiar los pasivos ambientales del Puerto sería a través de geoquímica de calicatas datadas y una de las formas más efectivas de determinar las fuentes de elementos contaminantes es a través de análisis de isótopos.
En nuestro trabajo se insiste que son los acopios de la ATI los que podrían causar estas anomalías geoquímicas. En estricto rigor NO es el Puerto, son los acopios.
Está en la ATI la decisión de seguir o no almacenando concentrados en el centro de la ciudad, muy cerca de jardines infantiles y colegios, al costado del mall, de la Clínica Antofagasta, del parque de juegos infantiles de la Avenida Brasil y de complejos de departamentos, entre otros.
Para finalizar, agradecemos la información que proporciona ATI respecto de las mejoras recientes dentro de las operaciones del Puerto y la salud de sus trabajadores. Sin embargo, nuestro estudio se realizó fuera del Puerto, donde vive la población de Antofagasta.
Los estudios científicos se pueden invalidar en base a la misma ciencia y no con críticas ligeras que demuestran una débil comprensión de lectura sobre el contenido y objetivo de la publicación. Es importante notar que las críticas hechas por el representante de ATI a nuestra publicación son muy generales y pueden ser descartadas fácilmente.
Si ATI desea que se entienda el contexto histórico del Puerto y sus pasivos ambientales, debe realizar estudios serios. Nos referimos a investigaciones basadas en el método científico donde se genere una pregunta de investigación que se resuelva a través de hipótesis de trabajo y no a través de críticas sin fundamento. Los estudios científicos y la información que estos generan son claves para la toma de decisiones. En este caso, decisiones tan importantes como qué ciudad queremos para vivir.
Quienes firmamos esta réplica, la queremos sin contaminación.
Joseline Tapia, PhD, geóloga, Universidad Austral de Chile; Cristina Dorador, PhD en Ciencias Naturales, Universidad de Kiel, Alemania, profesora asociada, Universidad de Antofagasta; Chris Harrod, PhD, Instituto de Ciencias Naturales Alexander Von Humboldt, Universidad de Antofagasta; Rodrigo Orrego, PhD, Instituto de Ciencias Naturales Alexander von Humboldt, Universidad de Antofagasta; Andrei Tchernitchin, presidente Departamento de Medio Ambiente, Colegio Médico de Chile y Aliro Bolados, presidente Regional Antofagasta Colegio Médico de Chile.
Agradecemos a CIPER por ofrecer la oportunidad de generar una discusión de cara a la opinión pública sobre el problemático rol urbano del Puerto de Antofagasta. También agradecemos a Enrique Arteaga, gerente general de “Antofagasta Terminal Internacional” (ATI), por escribir a este medio defendiendo su actividad económica y su funcionamiento.
Primero, respecto del tema que nos ocupa, es necesario aclarar que no tenemos ningún tipo de interés creado. Hemos dejado que hable en nuestra columna la evidencia científica disponible en publicaciones de prestigio nacional e internacional. Ciertamente, no tenemos incentivos monetarios o de otro tipo asociados a la columna que escribimos. Para transparentar, solo nos mueve la vocación científica de buscar la verdad y avanzar para que Antofagasta deje de ser una ciudad letal, como lo indican las cifras.
Lamentablemente, señor Enrique Arteaga, el Puerto en la actualidad no está siendo parte de la solución, al menos no desde la perspectiva sanitaria, algo que usted reconoce entrelíneas. Los datos científicos no ayudan a decir lo contrario. A diferencia de su respuesta, nuestras fuentes de información no son El Mercurio de Antofagasta, La Estrella de Antofagasta o la AIA, sino revistas científicas prestigiosas, como PeerJ, la Revista Médica de Chile o el Journal of Epidemiology. En todas esas revistas, los artículos antes de ser publicados son revisados por, al menos, dos científicos en modalidad de doble ciego, para así asegurar que lo que se publica no responda a intereses personales ni sesgos, sino al rigor propio del método científico y de fuentes fidedignas.
Dicho esto, pasamos a responder punto por punto su réplica:
1-. El representante de ATI dice en su carta:
“No hay evidencia que permita relacionar la presencia de material particulado sedimentado en la ciudad, ni con la operación del Puerto ni con efectos para la salud de las personas. Más aún, nuestros trabajadores –que son quienes están en contacto directo con los concentrados minerales- presentan niveles de metales bajo la norma”.
Precisamente, sí hay evidencia, la que ha sido publicada por un grupo de científicos de prestigio compuesto por Joseline Tapia (doctora en Hidrología por la Universidad de Toulouse III), Jorge Valdés (doctor en Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción), Rodrigo Orrego (postdoctorado de la Universidad de Ontario), Andrei Tchernitchin (médico y postdoctorado de la Universidad de Pennsylvania), Cristina Dorador (doctora en Recursos Naturales de la Universidad de Kiel), Aliro Bolados (médico y presidente del Colegio Médico de Antofagasta) y Chris Harrod (doctor en Ecología y Conservación de la Universidad de Ulster). Todos ellos han dicho:
“El polvo en la ciudad de Antofagasta está contaminado con Arsénico, Cadmio, Cobre, Molibdeno, Plomo y Zinc, contaminación que factiblemente (o plausiblemente) se origina desde el Puerto de Antofagasta (una fuente antropogénica)” (“Antofagasta city dust is contaminated with As, Cd, Cu, Mo, Pb, and Zn, and this contamination likely originates from the Antofagasta Port (an anthropogenic source)”).
Esto, además, no ha sido publicado en un medio de noticias, sino en PeerJ, revista perteneciente al 25% de las revistas más influyentes a nivel mundial para ciencias biológicas, bioquímica y medicina según el ranking Scopus. Para ponerlo simple, PeerJ juega en la Champions League o en el Roland Garros de las revistas científicas mundiales. Permítanos, entonces, dudar de entrada de su frase “No hay evidencia”.
En general, es mas plausible en estos casos que los científicos involucrados (la no despreciable suma de siete especialistas) estén buscando verdades por sobre otro tipo de beneficios. Precisamente, porque el beneficio de los científicos se basa en el goce de iluminar áreas donde el conocimiento permanece oscuro para ayudar al progreso sostenible de la humanidad. Decir que no hay evidencia es un acto más voluntarioso que verdadero. Dada su posición, se entiende.
2-. El representante de ATI dice en su carta:
“ATI recibió la administración del terminal con un importante pasivo ambiental, pues los minerales se acopiaron por décadas al aire libre, sin ninguna protección. Para corregir ese escenario y contribuir al respeto del entorno, conforme a avances normativos y tecnológicos, ATI ha adoptado una serie de medidas en conjunto con la EPA, entre ellas: se construyeron bodegas con presión negativa y sistemas de control de emisiones para manejo de concentrados minerales, evitando emisiones al exterior; desde 2010 se recibe el concentrado de plomo en maxisacos dentro de contenedores sellados; se puso en marcha la bodega de Recepción Acopio y Embarque de Concentrado (RAEC) con tecnología de última generación, instalaciones que cuentan con la respectiva resolución de calificación ambiental. Además, incorporamos contenedores de volteo a nuestra operación”.
Es interesante este párrafo dado que en él ATI reconoce la existencia de contaminación en el lugar donde funciona el Puerto y también reconoce su condición de foco contaminante (de lo contrario, no se explica el reconocer que “ATI ha adoptado una serie de medidas”). Tendemos a creer, entonces, que estamos de acuerdo: El Puerto de Antofagasta que usted gerencia SÍ es un foco contaminante y de ahí la necesidad de tomar diversas medidas para cambiar esta situación, dado su emplazamiento en el centro histórico de la ciudad de Antofagasta.
Nuestra columna indica que luego de tantas décadas de esfuerzos, es bueno pensar en el traslado de las funciones de carga de mineral para liberar al centro de la principal ciudad regional de esta contaminación y, de paso, abrir una posibilidad de rediseñar este lugar. Por ejemplo, existe un déficit aproximado de 27.000 viviendas en la ciudad que bien podrían ubicarse tanto en algunos paños del Puerto como en algunas franjas de la línea del tren.
Dado que los principales problemas actuales de la ciudad están en la ausencia de vivienda, desempleo y sanidad, vemos que la transformación del Puerto podría abrir paso a nuevas iniciativas que aumenten la oferta de vivienda. Y esto, aprovechando que justo este año se está redefiniendo el Plan Regulador Comunal y pronto se realizará un nuevo Plan de Desarrollo Comunal. De este modo, se podría generar empleo (mediante la reactivación de la construcción en un proceso de urbanizar algunos paños del Puerto que ya no tendrían que ser usados para el acopio), eliminando así un foco contaminante desde el centro de la ciudad.
En esto último imagino que no estaremos de acuerdo, pero sí entendemos que usted reconoce que el Puerto es un foco contaminante. Entonces, para que no nos deje de mentirosos, le aclaro que lo que nosotros decimos en nuestra columna, es que los esfuerzos por parte del Puerto por mejorar las condiciones sanitarias, han sido inocuos. No hemos dicho que ATI no ha hecho esfuerzos. Quizás debimos usar la palabra “insuficientes”.
3-. El representante de ATI dice en su carta:
“No solo cumplimos con las exigencias del Estado en materia medioambiental. ATI ha ido más allá, modernizando los procesos de transferencia de concentrados minerales, en un proceso de mejora continua. Hoy, el Puerto opera con estándares internacionales de primer nivel. Para diciembre, el 100% de la carga que sale o ingresa desde nuestro terminal lo hará de forma sellada, ya sea en contenedores o convoyes herméticos. Esto es lo mismo que ha propuesto la investigadora Joseline Tapia citada en la columna, no reparando en que lo que pide ya se está concretando”.
Este párrafo, no solo confirma que el Puerto contamina, sino también da cuenta de la laxitud de las exigencias del Estado en materia medioambiental; tanto así que la administración del Puerto ve como insuficientes las regulaciones y se da el trabajo de invertir aún más en ello. Valoramos los esfuerzos e insistimos en decir que parecieran ser insuficientes (o inocuos). En esto, es importante puntualizar que no buscábamos demonizar la actividad portuaria en sí, sino presentar el caso a una audiencia más amplia a través de CIPER, y argumentar con bases científicas en defensa de la salud de la población, principalmente de sus niños. Ambos objetivos no necesariamente van en direcciones opuestas.
En segundo lugar, no nos parece bien criticar una propuesta de la doctora Tapia, sobre todo cuando la medida reparatoria no se ha concretado, sino que “se está concretando”. Entiendo que en su respuesta usted exige hablar de hechos, por lo que lo invitamos también a no usar hipótesis en base a acciones futuras cuya eficiencia aún no ha sido medida. Lo que se está implementando -según sugerencia de la doctora Tapia- se deberá evaluar una vez que se haya finiquitado, y luego determinar si fue efectivo o no. De momento, los ciudadanos, más aún los académicos, tenemos todo el derecho a exigir cambios rotundos en actividades económicas que según la evidencia empírica producen daños en la población.
4-. El representante de ATI dice en su carta:
“El texto hace mención al riesgo por exposición a plomo y arsénico descrito por el ISP en 2016 en nuestra bodega Terminal de Embarque de Graneles Minerales (TEGM)2. Omite que la autoridad sanitaria autorizó su uso dada la capacitación constante a nuestros trabajadores, proveyéndoles de las medidas de protección necesarias (trajes y mascarillas especiales), como es habitual en faenas industriales”.
No es efectivo que omitimos la autorización sanitaria por parte de la autoridad. Lo que hicimos, fue citar al profesor Ricardo Díaz Cortés, quien criticó la autorización diciendo: “Le explicamos (al ministro) con un ingeniero por qué este galpón que está construyendo ATI no da seguridad. No tiene los filtros necesarios para evitar contaminación. Le explicamos cómo ATI no ha cumplido la Resolución de Calificación Ambiental, le explicamos cómo esto está afectando la salud de los portuarios”. No hay omisión, dado que además, la cita tenía un link al artículo completo en otro medio.
5-. El representante de ATI dice en su carta:
“Además, la nota recoge opiniones equivocadas de terceros que acusaban erradamente a ATI de no cumplir la Resolución de Calificación Ambiental y afectar la salud de los portuarios. La realidad es que 1.575 análisis realizados desde 2015 a la fecha a nuestros trabajadores en contacto directo con el concentrado, constatan niveles de plomo y arsénico bajo la norma en todos ellos, en línea con los parámetros definidos por la Organización Mundial de la Salud”.
Nuestra columna recoge opiniones de especialistas y activistas que acusaban (y acusan) que el Puerto ATI contamina la ciudad y afecta la salud de la población. También damos cuenta de estudios que, históricamente, han evidenciado cómo el Puerto ha tenido diversos episodios de mediciones en que los resultados exponen una alta concentración de metales pesados. Que las opiniones sean equivocadas o no, es difícil de determinar sin datos. Por ello, lo invitamos a compartir dichos análisis, dado que no hemos tenido acceso a ellos. Solicitamos entrevista en el Puerto, pero esta fue ignorada por correo y rechazada por teléfono. Luego de ofrecernos una visita guiada a sus instalaciones (sin posibilidad de entrevista), esta tampoco se concretó.
6-. El representante de ATI dice en su carta:
“Vergara y Mejía descartan la existencia de pasivos ambientales y atribuyen a la operación actual del Puerto la presencia de polvo en la ciudad. Para ello, se basan en un estudio liderado por Joseline Tapia que se realizó fuera del Puerto, con muestras de material particulado sedimentable (MPS) tomadas en 2014 y 2016 en diferentes puntos de la ciudad, sin línea base ni trazabilidad y omitiendo toda perspectiva histórica respecto de los pasivos ambientales en Antofagasta. Es decir, en su columna, los autores apelan a un estudio que tiene errores de metodología y descartan la información objetiva respecto de la situación del Puerto”.
Lo que el representante de ATI omite es que nuestra observación principal no es sobre la contaminación que permanece dentro del Puerto, sino que nuestra preocupación, como indica el titulo de la columna, es principalmente sobre la contaminación en la ciudad que emana del Puerto. Precisamente, eso es lo que el estudio liderado por la doctora Joseline Tapia evidencia con muestras en terreno.
Me parece bien que plantee sus cuestionamientos metodológicos al estudio de la doctora Tapia, y ella con sus colegas podrán responderle mejor. Sin embargo, es osado llegar a decir que nosotros hemos “descartado la información objetiva respecto de la situación del Puerto”. Principalmente, porque quien lo dice en un tono moralista y acusatorio es nada más ni nada menos que el gerente general del Puerto. El que, a diferencia del equipo de la doctora Tapia, sí tiene intereses directos involucrados que podrían estar sesgando su respuesta. ¿Se iría el ejecutivo principal de ATI a vivir frente al Puerto (digamos en Uribe con Balmaceda) e inscribiría a sus hijos en el Liceo Técnico? Hoy, mucha gente vive ahí y muchos niños van a dicho colegio.
7-. El representante de ATI dice en su carta:
“Igualmente, citan un estudio en niños de 2015 sin mencionar que el Ministerio de Salud descartó contaminación por el bajo rango tóxico que presentaron. Tampoco hablan del estudio realizado en 2016 a 246 niños y que -según informó la autoridad de salud- concluyó que el 99,2% de ellos presentó niveles bajo norma de plomo en la sangre. La presencia de metales en niños ha disminuido. Mientras en 1998 era de 6,89 microgramos por decilitros, al final de 2014 y principios de 2015, la medición llegó a una media de 1,48 microgramos por decilitros. Es más, los niños de Antofagasta mostraron niveles de metales similares o más bajos que los de lugares libres de actividad industrial, como El Quisco y Algarrobo”.
El lenguaje utilizado en esta parte de la réplica de ATI, tiende a leerse como que naturaliza la existencia de plomo y metales pesados en la sangre de los niños. Como si por el hecho de que esto ocurre en otras regiones lo hace menos grave. La literatura que hemos podido revisar no indica que los metales pesados sean saludables. Por el contrario, siempre van asociados a la palabra riesgo o toxicidad. En lo concreto, son riesgosos para la salud y la OMS ha establecido un tope máximo de concentración de metales pesados permitido, para guiar a las autoridades en la formulación de normativas para políticas publicas y así reducir el riesgo que produce su exposición prolongada. Por lo pronto, en un estudio guía de la Organización Mundial de la Salud, se explica que si bien la contaminación por metales pesados se tiende a medir por concentración en la sangre, el tiempo de exposición a los metales pesados también es relevante para determinar su incidencia en la salud de los niños. Más aún preocupa que el Ministerio de Salud haya descartado contaminación por el bajo rango tóxico que presentaron los niños en 2015, cuando en prensa a nivel nacional se dijo exactamente lo contrario. No se condice el reclamo de ATI con sus propias palabras, ni con los nuevos relatos que comienzan a surgir sobre la relación entre el Puerto y la ciudad.
8-. El representante de ATI dice en su carta:
“Abordar la situación ambiental de Antofagasta y sus pasivos históricos precisa de un análisis serio y objetivo que permita conocer tanto sus efectos, como tomar medidas eficientes para su control. El gobierno regional ha iniciado nuevos estudios, que esperamos otorguen el respaldo técnico y científico necesario para la toma de decisiones. Confiamos en que estos nuevos análisis permitirán contar con las respuestas que la comunidad antofagastina tanto necesita y las autoridades puedan adoptar, con el apoyo de toda la cadena minero-logística y la ciudadanía, las políticas necesarias para hacer frente al tema”.
En esto estamos de acuerdo: se necesita de un análisis serio y objetivo. Y por prudencia, dicho estudio no debiera venir de la entidad a cargo de que el Puerto mantenga su rentabilidad y normal funcionamiento. Esperamos que la autoridad haga lo que recomienda la OMS: convocar a un grupo de especialistas internacionales de diversas instituciones, con reconocido prestigio en evaluaciones sanitarias, para aumentar la evidencia existente. Y de ese modo, generar una discusión seria, transparente, democrática y científica, en busca de determinar cuáles son los focos contaminantes del polvo que cubre las paredes de los edificios cerca del Puerto que miran hacia esta infraestructura, para velar adecuadamente por la salud de la población.
La OCDE en su reporte sobre Antofagasta de 2013 ya hizo esta misma recomendación y observó la preocupante relación medioambiental del Puerto con la ciudad y sus habitantes. No es una recomendación nueva.
Ahora bien, tendrán que escribir nuevas cartas de respuesta a otros ciudadanos que están poniendo datos duros sobre la mesa y exigen mejoras. Seamos todos parte de la solución y no del problema. Esto podría ser el inicio de un cambio positivo para la ciudad, que invierta las tendencias de estancamiento en el crecimiento demográfico, mejore el entorno urbano y aporte a reducir fenómenos como la conmutación, la exclusión y la grave contaminación por metales pesados presente en la ciudad.