“Pescado rabioso: leyes de pesca y luchas de poder en la derecha chilena”
08.05.2018
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08.05.2018
En su nuevo libro, «Pescado rabioso: leyes de pesca y luchas de poder en la derecha chilena», el escritor y periodista Carlos Tromben describe las expectativas y guerras internas que desató la tramitación de la cuestionada ley. A continuación, CIPER presenta a sus lectores el segundo capítulo, que cuenta la caída de la candidatura presidencial de Pablo Longueira en 2013 y las históricas contradicciones de la derecha nacional.
Y miró Jehová con agrado a Abel y su ofrenda;
pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya.
Y se ensañó con Caín en gran manera,
y decayó su semblante.
Génesis, 4, 4-5
El martes 16 de julio de 2013 Joaquín Lavín tenía una misión imposible. Lograr que Pablo Longueira no bajara su candidatura a la presidencia de Chile, la que se había ganado en las urnas en una disputada elección primaria derrotando a Andrés Allamand.
Solo Lavín, la familia de Longueira y un pequeño grupo de colaboradores sabía lo que estaba ocurriendo. El candidato de la derecha para enfrentar a Michelle Bachelet en los comicios de diciembre estaba devastado emocionalmente; algo había ocurrido el fin de semana que lo había convencido de no presentarse; con ello sumía a la derecha en otra de sus crisis cíclicas.
Ese día Longueira tenía un encuentro agendado con diputados de la bancada de Renovación Nacional. Lavín, generalísimo de la campaña de Longueira, estaba entre la espada y la pared y, para ganar tiempo, llamó al diputado Pedro Brown para suspender la reunión. Prometió llamar al cabo de dos horas para proponer una nueva fecha, pero no lo hizo.
Durante aquella mañana caótica los teléfonos móviles no dejaron de sonar. Longueira, según trascendió, estaba agotado y no contestaba las llamadas. Algunos declararon a la prensa que se le había visto más delgado. Lavín, entretanto, salió al paso de los rumores afirmando que la reunión «se había suspendido por la posibilidad de reunirse con el Presidente Sebastián Piñera para discutir el proyecto de reforma del sistema electoral«.
La conversación entre Lavín y Piñera, si es que tuvo lugar, es uno de los secretos mejor guardados de la política chilena.
Al día siguiente, miércoles 17 de julio, los medios de comunicación fueron convocados a una conferencia de prensa. Con expresión compungida, Juan Pablo Longueira leyó un comunicado en que anunciaba la bajada definitiva de su padre de la carrera presidencial debido a un cuadro depresivo.
«Nos vemos enfrentados a este doloroso e ineludible momento«, señaló. «Por su responsabilidad con Chile, con su Alianza política y su partido, nuestro padre ha presentado hoy su renuncia a su candidatura presidencial».
Los rumores y la extrañeza se multiplicaban junto con los mensajes de solidaridad de aliados y rivales. Algunos sostenían que la depresión de Longueira era producto del agotamiento; la campaña por las primarias había sido singularmente intensa. Otros lo atribuían al cáncer que padecía su hijo menor, lo que fue rápidamente descartado por su familia y sus amigos cercanos. No faltaron las teorías conspirativas alimentadas por años de desencuentros y sórdidas luchas de poder al interior de la derecha.
Al día siguiente del descalabro, un animado Piñera concurrió al programa matinal de la cadena Chilevisión, de la que había sido dueño hasta hacía poco. Su rostro sonriente no parecía el de un gobernante próximo a enfrentar su sucesión con una candidatura improvisada.
«Evelyn sería una gran candidata», dijo aludiendo a su fogosa ministra del trabajo y antigua adversaria, Evelyn Matthei. «Para ser candidato lo más importante es tener un compromiso, fuerza, ganas, y yo creo que ella los tiene. Lo peor son esos candidatos a los que hay que ir a convencerlos para que asuman una responsabilidad«.
Pocos recordaron, en el calor de los hechos, el historial de desencuentros, peleas y descalificaciones entre el Presidente en ejercicio y su exministro de Economía. Databan de la década de los noventa y durante los primeros meses del gobierno de Piñera parecieron revivir, hasta que se extinguieron por «arte de magia» con el ingreso de Longueira al gabinete en septiembre de 2011.
Durante toda su gestión a cargo del Ministerio de Economía Longueira se aplicó con su reconocida pasión a sacar adelante una nueva Ley de Pesca. Invitó a las agrupaciones de pescadores artesanales y a los gremios industriales a una mesa de negociación, se desplegó en varios frentes: en las comisiones de la Cámara y del Senado. En sucesivas y maratónicas sesiones, la Ley de Pesca fue aprobada con el voto crucial de la bancada democratacristiana, en noviembre de 2012.
Con este aparente triunfo, Longueira comenzó a planificar su salida del gabinete y el inicio de su campaña presidencial. Tenía adversarios de peso en su propio partido, que se inclinaban por el exministro de Minería Laurence Golborne. Pero el 29 de abril de 2013 Golborne bajó su candidatura después que The Clinic, en base a una fuente anónima, reveló la existencia de cuentas en paraísos fiscales no declaradas en el momento de asumir su cartera ministerial.
Diez días más tarde, después de la bajada de Golborne, se conoció la declaración del periodista Georgio Carrillo sobre los aportes ilegales de Corpesca a parlamentarios encargados de liderar la tramitación de la ley Longueira.
Impulsado por la bajada de Golborne y ajeno a la creciente polémica que envolvía a la ley que llevaba su firma, Longueira se lanzó con todo para ser el próximo abanderado de la derecha. Acuñó el concepto de «centro social» y el slogan «por un Chile más justo» y salió a pelear voto por voto. El domingo 30 de junio se impuso por una diferencia de 22.172 sufragios de un total de más de 800.000 sobre Andrés Allamand. Exultante y rodeado de sus más fieles colaboradores, declaró: «Si en dos meses ganamos la primaria, en cinco ganamos la presidencial».
Dos semanas después se despidió de la campaña. Estaba en el suelo. Pronto estaría en el infierno.
***
Durante décadas la derecha chilena albergó en su interior un curioso y hasta cierto punto enigmático germen autodestructivo. Durante la república parlamentaria (1891-1924) los gabinetes no duraban ni dos meses; durante el período presidencialista posterior (1932-1973), sus gobiernos no tuvieron continuidad y terminaban en agrios desencuentros. Liberales y conservadores se sacaban los ojos por cuestiones doctrinarias, de ego y apellidos. Las pocas treguas se establecían para enfrentar a la izquierda cuando crecía y amenazaba al «orden de las familias»: el Frente Popular en 1938, el FRAP en 1958 y 1964, o la UP en 1970.
Ni siquiera durante la dictadura cívico-militar las rivalidades al interior de la derecha dejaron de aflorar, en particular después de la crisis de 1982-83.
La democracia restablecida en marzo de 1990 tampoco fue diferente. A la primera legislatura llegó dividida en tres partidos, Renovación Nacional (RN), que agrupaba a personalidades de la derecha tradicional y rostros jóvenes (liberales); la Unión Demócrata Independiente (UDI), fundada por Jaime Guzmán y que aglutinaba a pinochetistas duros y gremialistas; y la Unión de Centro-Centro (UCC), proyecto personal del empresario Francisco Javier Errázuriz. Estos últimos gravitaron poco y con el paso del tiempo terminaron incorporándose a la UDI o a RN.
Durante aquellos años comenzaron a perfilarse dos figuras jóvenes y antitéticas ubicadas en los extremos de la jerarquía simbólica de la derecha: el empresario y senador RN Sebastián Piñera Echenique y el diputado UDI Pablo Longueira Montes. El primero partió con brío intentando levantar un sector liberal y modernizador: ya en 1991 comenzó a transparentar sus ambiciones presidenciales, chocando con el sector conservador de su partido y su líder histórico, Sergio Onofre Jarpa. El segundo, en cambio, se mantuvo como un disciplinado soldado de Jaime Guzmán y el gremialismo pinochetista.
La discusión de la Ley de Pesca en los años 1990 y 1991 fue uno de los primeros proyectos de ley en los que Piñera asumió un liderazgo negociador, enmarcado en la llamada «democracia de los acuerdos». Estaba en las altas ligas. Longueira, en cambio, permanecía en las trincheras. Era un fogoso diputado por Buin, Calera de Tango, Paine y San Bernardo, en el Sur Poniente de Santiago.
¿Se habrá solazado con el desplome de las aspiraciones presidenciales de Piñera en 1992? ¿Qué habrán pensado el uno del otro cuando se vieron por primera vez como iguales? Esto debió ocurrir más o menos en 1999, siendo Longueira el generalísimo de Lavín en su exitosa campaña presidencial, cuando la derecha estuvo a 187.589 votos sobre un total de 7,1 millones de volver al poder.
En ese 1999 Piñera era un exsenador que había mezclado la política y los negocios y que apenas marcaba 5% en las intenciones de voto cuando comenzó dicha campaña. Un millonario polémico de familia democratacristiana, que había votado por el «No» en el plebiscito de 1988.
En los años sucesivos decantó una rivalidad que fue creciendo con los años, hasta llegar a su paroxismo en marzo de 2004, cuando ambos, Piñera y Longueira, eran presidentes de sus respectivos partidos. No volverían a hablarse en años, hasta que uno fue Presidente y el otro su ministro de Economía.
Pero todo aquello, la derecha en La Moneda, las protestas estudiantiles, la ley de pesca, Georgio Carrillo y la traumática primaria de 2013, eran parte del futuro cuando Piñera y Longueira, dos apellidos del norte de España, se vieron por primera vez en el Congreso. Uno como senador estrella, el otro como diputado del montón. O tal vez fue antes, durante la campaña presidencial de Hernán Büchi en 1989. Entonces Piñera y Longueira ocupaban peldaños diferentes en el ecosistema. Piñera estaba en el elenco estelar; Longueira era tan solo un joven soldado de Jaime Guzmán, un gremialista con camisa celeste y mocasines, en la trastienda del escenario al que Piñera subió como candidato al Senado, como hermano de un cantante conocido y sobrino de un obispo respetado.
Años más tarde, serían rivales encarnizados por controlar el proyecto político de la derecha. Piñera terminaría imponiéndose como el primer Presidente de derecha en medio siglo. Longueira, por accidente o por diseño, asumió como su ministro de economía. Legislar sobre los peces fue la principal obra conjunta de ambos, un legado que terminaría penando más a Longueira que a Piñera.
Antes de entrar en la rivalidad entre ambos, sus puntos calientes, sus pausas y armisticios pactados y su espectacular desenlace entre la tramitación de la Ley de Pesca y las primarias de 2013, debemos retroceder en el tiempo, a la época en que pescar era gratis. Al tiempo en que un número creciente de familias chilenas comenzó a acceder a las proteínas del mar a través del jurel tipo salmón. Al tiempo remoto en que comprar pescado era fácil y barato.