ENTREVISTA DE MÓNICA GONZÁLEZ PUBLICADA POR REVISTA ANÁLISIS EN 1987
Patricio Aylwin y las heridas de 1973
19.04.2016
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ENTREVISTA DE MÓNICA GONZÁLEZ PUBLICADA POR REVISTA ANÁLISIS EN 1987
19.04.2016
En 1973 sus manos grandes y su rictus irónico se hicieron muy familiares para la gran mayoría de chilenos. Ya sea desde el Congreso, desde su sitial de senador por Talca, Linares y Maule; o desde algún acto del partido democratacristiano, del cual era presidente, Patricio Aylwin aparecía todos los días en las radios, los diarios o en las pantallas de televisión. Concitó odios y admiración. Fue uno de los protagonistas más importantes del drama que vivió nuestro país en 1973.
Seis veces presidente de su partido, le tocó redactar y negociar el Estatuto de Garantías que la Democracia Cristiana pactara con la Unidad Popular en 1970, luego participaría en un diálogo que fracasó y más tarde asumió la responsabilidad de “explicar”, como él mismo lo dice, el golpe de Estado ante sus aliados en el mundo y en Chile.
El año 1976 abandonó la presidencia de la DC, “cansado y agotado” de estrellarse contra un muro. “Pude haber tenido un estándar de vida bastante distinto del que tengo si me hubiera dedicado a ganar plata. Pude haber sido un brillante profesor de Derecho, pero dejé mi cátedra y cerré mi estudio cuando fui elegido senador. He luchado con los medios que sé luchar. Si me piden que coloque bombas o que tome una metralleta, eso no lo sé hacer”.
Sus últimas palabras son casi un murmullo.
No resulta fácil hablar con el Patricio Aylwin de 1973, tampoco con el de 1974 y 1975. Las heridas están abiertas, las dudas y las interrogantes que seguramente muy pocas veces compartirá, subyacen en la conversación. Difícil es para toda una generación de nuestros dirigentes reconocer errores. Hay veces que en esta profesión uno se siente violando intimidad y dolor. Esta es una de ellas.
–Usted formó parte de la comisión que redactó y negoció el Estatuto de Garantías que pactó su partido con la Unidad Popular en 1970. ¿Realmente creyó que Salvador Allende tenía posibilidades de gobernar de forma normal?
-Pensaba que había que distinguir las posiciones ultras de sectores del Partido Socialista, las tendencias a mi juicio totalitarias del PC y separarlas de la tradición democrática del Presidente Allende y de la formación democrática de otros sectores que, aunque minoritarios, lo acompañaban, como era el radicalismo y una parte del Partido Socialista. Siendo un gobierno minoritario, tendría que optar por someterse a las reglas del juego democrático.
–¿Tuvo temor de que la UP quisiera romper con el sistema democrático?
-Creía en la buena fe de Salvador Allende y sigo creyendo. Tenía y tengo mucha desconfianza del PC, porque no obstante las buenas intenciones de sus planteamientos, el PC chileno tiene una trayectoria prosovietica que lo marca y lo hace desconfiable.
–¿No le parece extraño que fueran precisamente los comunistas los que propiciaron un “compromiso histórico con la DC”?
-Nunca confié en ese “acuerdo histórico”. Recordemos que Luis Corvalán declaró que “con Tomic ni a misa”. Yo sabía que el PC aceptaría ese acuerdo en cuanto lo beneficiara, pero no para acompañarnos en un proceso de profundización del proceso democrático del país. Teníamos razón en nuestras desconfianzas y en creer en la viabilidad de un gobierno socialista, siempre y cuando a Salvador Allende lo hubieran dejado hacer.
–¿Quiénes? ¿Estados Unidos?
-Fundamentalmente si lo hubiera dejado su partido. Antes de hablar de Estados Unidos hay que decir que la responsabilidad fundamental estuvo en Chile. Al día siguiente de asumir Salvador Allende, Luis Corvalán y Carlos Altamirano aseveraron que se había conquistado el gobierno pero no el poder, y que el objetivo era conquistar el poder total. El poder total a mi juicio es incompatible con la democracia.
–¿Cuál cree usted que fue el grado de importancia que tuvo la intervención norteamericana en Chile?
-La elección de Allende hizo perder los estribos a Nixon, y el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad y la CIA hicieron todo lo posible para impedir el ascenso de Allende a la presidencia. Ese es un hecho histórico y conocido. Pero creo que de parte del gobierno chileno hubo algunos errores que le dieron ocasión a Estados Unidos para poner en práctica sus malos deseos.
–En sus memorias, el embajador norteamericano en Chile en ese período, Nathaniel Davis, dice: “Se autorizó el gasto de US$250 mil para Frei y su equipo de confianza”.
-Le puedo decir lo siguiente: cuando en 1974 se dieron a conocer los informes de la Comisión Church sobre la inversión encubierta en Chile, los presidentes de la DC de esa época nos reunimos y emitimos una declaración conjunta. Benjamín Prado, Narciso Irureta, Renán Fuentealba y yo dijimos que ninguno de nosotros supimos jamás de entregas de dinero norteamericanas y menos de la CIA al PDC. Frei tampoco recibió jamás esos dineros. El mismo embajador Davis dice que la mayor parte de esas ayudas no tenían fines de desestabilización, sino que servían para mantener en funcionamiento a los partidos de oposición en un régimen que pretendía acaparar el poder total. También dice que la mayor parte de los dirigentes no supieron de la llegada de esos dineros.
–¿Afirmaría usted que el paro de los camioneros no fue sustentado con esos dineros?
-Esa es otra cosa. El PDC no impulsó ese paro. Si llegó esa plata, a alguna parte fue. No puedo poner en duda que la plata llegó, porque el mismo señor Davis lo dice. Habla de un total de seis millones 900 mil dólares, de los cuales un millón 900 mil los recibió El Mercurio, según los datos que da el señor Davis. Del resto, en definitiva quedaban como 580 mil dólares que habría recibido el PDC. Esas son las únicas platas de las cuales yo puedo opinar y puedo decir que por mi mano no pasaron y no supe de ningún democratacristiano que las recibiera. Creo que esos dineros pueden haber llegado en forma indirecta. Nosotros teníamos dos radios y recibían publicidad. Es probable que empresas, organismos o agencias que existían hayan recibido aportes –por ese conducto– en nombre de instituciones, amigos o partidos amigos. En esos casos uno no se puede poner a preguntar cuál es el origen del dinero.
–Usted asumió la presidencia del PDC en abril de 1973, cuando la suerte de este país ya está echada…
-Si así lo hubiera creído, no asumo la responsabilidad. No me hago cargo de un muerto. Yo pensaba salvar la democracia de mi país y el sistema institucional con todos sus defectos. Mi lema fue no dejarle pasar una al gobierno. ¿Por qué? Sostenía que la directiva que me había precedido, encabezada por mi amigo Renán Fuentealba, era muy dura en el lenguaje con el gobierno de la UP, pero en el hecho, esa firmeza en la palabra se diluía al dejarnos envolver en negociaciones que no terminaban nunca. Los sectores más ultras se aprovechaban para seguir avanzando en la tesis: “Avanzar sin transar”. Altamirano en su libro sostiene que siempre se opuso a toda negociación con el PDC.
–Pero Carlos Altamirano no era la Unidad Popular.
-Allende en definitiva no tuvo ñeque para imponerse sobre el señor Altamirano. El error histórico que cometió fue ayudar a desbancar a Aniceto Rodríguez y elegir a Carlos Altamirano como secretario general de su partido. Creo que las conversaciones que tuvimos fracasaron a fines de julio de 1973 porque el PS dijo: ¡No!
–¿Qué le dirá a Carlos Altamirano el día que se reencuentren?
-Somos civilizados. Además, él está de vuelta, ha evolucionado y se ha dado cuenta de los errores que cometió. No entiendo de otra manera su actual posición de respaldo a la línea del PS de Núñez y a su no identificación con el PS de Almeyda.
–¿Cuál es la diferencia?
-El PS de Núñez está en una línea razonable para volver a reconstruir la democracia en Chile. El PS de Almeyda, al querer reconstruir el eje socialista comunista, está siendo un estorbo para recuperar la democracia.
–Usted fue un protagonista importante del diálogo entre su partido y la Unidad Popular que fracasó en 1973…
-No es para contarlo en una entrevista. Estoy escribiendo un libro sobre el particular. Cuando se hizo el llamado al diálogo, yo pronuncié un discurso en el Senado como presidente de mi partido refiriéndome a la materia. Dije que Chile estaba al borde de un quiebre de su sistema democrático y que lo más grave era que los chilenos habían perdido la confianza en la democracia. Dije que la DC, el patrimonio que podía exhibir era su lealtad histórica al orden democrático constitucional y que nos jugaríamos aunque fuera contra todos por salvar el sistema. Que yo estaba dispuesto a conversar y aceptaba cualquier llamado al diálogo. Pocos días después se produjo el llamado del Presidente Allende en un discurso que pronunció en la UNCTAD a mediodía. En la tarde llegó a verme al Senado Gabriel Valdés, que en ese entonces era funcionario internacional, y me dijo: “Vengo de almorzar con el Presidente Allende y me ha dicho que dar este paso ha sido terriblemente duro para él, porque le significaba el rompimiento con su partido. El PS no acepta el diálogo al cual él ha llamado. Te lo advierto para que tú no pongas dificultades”. De inmediato tomé el teléfono y llamé a La Moneda. Hablé con Frida Modak y le dije: “Dígale al presidente que he sido informado de su llamado al diálogo, que cuente conmigo y que me diga cuándo nos podemos reunir. Yo estoy listo a partir del viernes (era un miércoles), pues necesito pedir autorización a mi partido”. El edecán del presidente me comunicó que el día lunes se iniciarían las conversaciones. Cuando ese lunes llegamos con Osvaldo Olguín a La Moneda nos recibió el presidente Allende, acompañado de Carlos Briones y Clodomiro Almeyda. Cuando reanudamos las conversaciones a las 10 de la noche, Allende estaba acompañado por Humberto Mardones. Almeyda ya no estaba. Para mí era un signo de que el obstáculo que el PS le puso al presidente Allende por la idea de negociar se tradujo en la decisión, la tarde del lunes, de dar un no categórico al diálogo.
–¿No había contactos entre la DC y las Fuerzas Armadas en esos momentos?
-Yo personalmente y el partido oficialmente nunca tuvimos contacto con las Fuerzas Armadas.
–¿Juan de Dios Carmona lo hizo entonces a título personal?
-El los tuvo, pero yo sólo tuve contactos oficiales. La directiva de mi partido, por ahí por el 12 de agosto, se reunió con el general Prats, el almirante Montero y el general Ruiz Danyau, en la casa del general Prats, para analizar la situación que vivía el país. Cuando el Presidente Allende formó su último gabinete, yo fui personalmente a hablar con el almirante Montero para ofrecerle la colaboración del PDC y el almirante Montero invitó a Sergio Molina para conversar sobre aspectos del manejo de la situación económica. Cuando el diálogo fracasó y nos reunimos por última vez con el Presidente Allende.
–¿Fue en esa oportunidad cuando Allende le habría dicho: “Tóquenme, pues esta es carne de estatua”?
-No, no fue en esa oportunidad. Se lo voy a explicar. El diálogo fracasó el 1 de agosto. El cardenal Silva Henríquez me llamó el 15 de agosto, para decirme que quería invitarnos a Allende y a mí a comer a su casa. Esa reunión se concretó el 17 de agosto. Allí le pedí a Allende resolver el problema de las áreas de la economía. Allende me planteó que si yo decía que era capaz de ponerme de acuerdo con Carlos Briones en una fórmula para resolver el asunto, él le diría a Briones que se entendiera conmigo. Le pedí además que resolviera el problema de los mineros despedidos y el asunto de la papelera.
–¿Qué acordaron en esa reunión?
-Llegamos a acuerdo en una serie de cosas. Nombrar una comisión con un señor Pey, designado por Allende y Sergio Molina, para que ellos acordaran, previo estudio de la situación de la papelera, el reajuste de sus precios. Sobre los mineros, Carlos Briones resolvería el problema de la reincorporación y además se reuniría conmigo para tratar el problema de las áreas de la economía. Al día siguiente nos juntamos con Carlos Briones en mi despacho del Senado. Tuvimos varias reuniones y redactamos los textos atingentes. En definitiva, él no logró obtener respaldo de los partidos de la UP. Como nos podían sorprender en esas conversaciones y eso crearía dificultades, decidimos nombrar representantes. Él designó a Iván Auger y yo a José Florencio Guzmán. Ellos siguieron reuniéndose. El sábado 8 de septiembre, en un matrimonio, Guzmán se me acercó y me dijo que la noche anterior había tenido una larga conversación con Auger, que éste venía de conversar con Allende y lo había encontrado muy abatido y preocupado. Y en esa conversación le habría dicho: “Iván, esta es carne de estatua”, golpeándose la pierna. Así fue como escuché esa frase.
–¿Pensó que esa frase se haría realidad en el corto tiempo?
-Allende me merece mucho respeto, pero no cabe duda que él tenía cierta dosis de autosuficiencia, admiración por él mismo, cierta vanidad personal. La frase me pareció muy propia de él.
–¿Cuáles fueron a su juicio los principales obstáculos que usted encontró para que el diálogo fructificara?
-El país vivía una sicosis. En el seno de la UP se especulaba todo los días con el Golpe, en la oposición con el autogolpe, y frente a eso la posición de las Fuerzas Armadas era un misterio. Personalmente creí, hasta el 11 de septiembre, que el general Pinochet era un hombre de absoluta confianza de Salvador Allende.
–Pero había otros generales, como Bonilla y Sergio Arellano Stark, que no ocultaban sus simpatías con el PDC y tampoco su tendencia golpista.
-Exactamente, sabíamos eso, pero a mi Bonilla nunca me dijo que estuviera dispuesto a dar un Golpe de Estado. Yo no se lo oí. No me cabía duda de que al interior del Ejército y en la derecha había sectores golpistas. La derecha quería el Golpe.
–¿Cómo se explica entonces que usted aceptara una alianza política con la derecha?
-Yo fui forzado por la UP. Fue una situación que se nos impuso. Solos nos habrían hecho pebre y le habríamos dado el gusto a la UP de que obtuvieran el poder total.
– Hoy día algunos sectores de su partido podrían utilizar el mismo argumento para fundamentar una determinada política de alianza. ¿Por qué no aceptar unirse con sectores de pensamiento diferente si así se evita que lo hagan pebre?
-Yo lucho por el restablecimiento de la democracia, creo que la unidad con quienes patrocinan procedimientos de rebelión popular impracticables y que le dan argumentos al señor Pinochet para quedarse indefinidamente, no ayudan.
–Sin embargo, usted hizo alianza en el año 1973 con sectores derechistas que provocaron atentados terroristas que volaban oleoductos, hacían barricadas y…
-Yo no hice ninguna alianza en 1973. La CODE (Confederación Democrática, opositora a la UP) nació en julio de 1972. Fue un acuerdo suscrito por Renán Fuentealba y en ese momento ni se habían volado oleoductos ni ninguna de esas cosas. Tampoco entró jamás al CODE Patria y Libertad.
–También existía el Comando Rolando Matus, que dependía del Partido Nacional.
-Yo no sé de quién haya sido ese comando, pero esos hechos son posteriores. Yo fui a negociar con el Presidente Allende en medio de las críticas del Partido Nacional, que no quería que la DC se entendiera con Allende.
–¿Participó usted en alguna reunión preparatoria del Golpe?
-Absoluta y categóricamente: ¡No!
–¿No se arrepiente hoy día de haber asumido el 11 de septiembre una posición de apoyo al Golpe?
-Le soy muy franco. Hoy no diría algunas de las cosas que dije entonces. El 12 de septiembre, la directiva de mi partido sacó una declaración en la que dijimos que lamentábamos lo ocurrido, pero lo explicábamos como fruto de la situación a la que había llegado el país. Dijimos también que confiábamos que las Fuerzas Armadas, por su tradición institucional -cosa en la que realmente creíamos entonces- actuarían por el sólo lapso que las circunstancias lo requieran. Esperábamos también que no hubiera persecuciones injustas.
–El día 13 de septiembre de 1973, trece destacadas personalidades de su partido firmaron otra declaración condenando el Golpe.
-Hubo dos opiniones en ese momento. Yo sigo manteniendo la que tuve entonces. La responsabilidad fundamental de lo que ocurrió la tiene la UP. Nosotros hicimos un documento que circuló entre las bases, donde condenamos los atropellos a los derechos humanos. Se lo hicimos llegar al ministro del Interior, el general Bonilla. En enero de 1974 le mandamos una carta al general Pinochet, que por supuesto no tuvo respuesta.
–En una declaración formulada a la revista Cosas usted dijo que hasta el año 1976 habían autorizado a militantes democratacristianos para ocupar cargos en el régimen.
-Es efectivo.
–A principios de 1976, la iglesia Católica había denunciado ante los tribunales de justicia 445 casos de detenidos-desaparecidos. Son los peores años de la represión. ¿No se arrepiente de haber autorizado a militantes de su partido a participar de la acción criminal de este régimen?
– … La verdad es que su pregunta me impacta. Realmente la información que uno tenía en esa época sobre estos hechos era bastante rudimentaria. Personalmente no tenía información sobre todos los casos que después conocimos. No entendimos esa presencia en labores subalternas como un aval a la política de represión.
–¿Tenía realmente esperanzas de que el poder en manos de la Fuerzas Armadas fuera un hecho transitorio?
-Nunca he perdido las esperanzas. Hice una apuesta que este gobierno no duraba menos de dos años, pero tampoco más de seis. Ese juicio mío era compartido por el cardenal Silva Henríquez, con el cual había conversado. Nos equivocamos los dos.
–Si usted fuera miembro de la directiva de la DC hoy día, ¿propiciaría la inscripción de su partido?
-Esa es una de las grandes decisiones que tenemos que tomar. Personalmente, admitiendo que el asunto es muy dudoso, voy a defender al interior de mi partido que nos inscribamos.
–En agosto de 1984, en una entrevista que le hizo Raquel Correa, usted afirmó: “Soy un decidido partidario de que el PDC no entre en el juego de la Ley de Partidos Políticos. Si la mayoría de partidos no la acoge, la ley será formal, sin vigencia, lo que demostrará la orfandad del régimen”.
-Estamos en abril de 1987 y el cuadro ha cambiado bastante. En esa época creía que estábamos al borde de un quiebre del régimen. Creía que 1985 iba a ser el año decisivo. Había un proceso nacional de repudio al régimen. En estos años he cambiado de parecer. No es cierto que se pueda provocar el aislamiento del régimen. Se inscribe Renovación Nacional, el Partido Nacional, la Social Democracia anuncia que se inscribirá. Ya hay un espectro, una parte del cuadro. Si estamos luchando por elecciones libres, hay que tener el instrumento para ir a ellas y uno de esos instrumentos es el partido político que presente la alternativa. Quedarnos afuera es atarse las manos y actuar exclusivamente en el campo de la protesta. La experiencia de los dos últimos años ha demostrado que con todo el valor moral que tiene, la protesta no es un instrumento eficaz para terminar con el actual régimen. Usted me dirá que voy retrocediendo de barricada en barricada y es probable, pero no se puede negar que contra todo lo que esperábamos el régimen ha salido bastante más firme de lo que creíamos.
–¿Por el apoyo que concita o por la debilidad de una oposición que no sabe ponerse de acuerdo?
-Probablemente por lo último. Este régimen ha logrado mantenerse porque tiene el apoyo monolítico de las Fuerzas Armadas, el apoyo del poder económico…
–¿Y el Poder Judicial?
-Sí, también ha sido un apoyo.
–Su padre fue presidente de la Corte Suprema. ¿Qué siente cuando ve actuar al Poder Judicial como en el caso Letelier, por ejemplo?
-Siento mucha pena, indignación también. No soy de los que he callado esta opinión. El régimen se mantiene también porque la oposición no ha sido capaz de configurar una alternativa clara para el país.
–¿Cómo explica usted que ayer, en la época de la Unidad Popular, propiciara la movilización como un instrumento de lucha y hoy día la desestime?
-Porque el gobierno de la UP era democrático y esta es una dictadura.
–¿Piensa usted que la gente sabe pelear en democracia, pero no sabe hacerlo en dictadura?
-Los chilenos no sabíamos lo que era pelear en dictadura. No está claro que hayamos aprendido. Hay motivos para estar desilusionados de este país en general. Nosotros creíamos que los chilenos eran valientes; la verdad es que los hechos han demostrado que algunos chilenos eran valientes, pero que la enorme mayoría es bastante cobarde.
–¿Qué sucedió con el grupo que usted, Clodomiro Almeyda y otros, conformaban en la universidad?
-En ese grupo estaba Carlos Altamirano, Clodomiro Almeyda, Felipe Herrera, Carlos Andrade. En febrero de 1945 tuvimos una reunión de 10 días en el fundo de Clodomiro Almeyda. Todos los días nos reuníamos a conversar. Nos habíamos propuesto cambiar este país. La discusión era si entrábamos a la Falange o al Partido Socialista. Al final resolví y les dije: “Yo, porque soy cristiano, debo entrar a la Falange; ustedes que tienen una formación más bien marxista deben entrar al Partido Socialista”.
–Ustedes compartían ideales y todos han jugado papeles protagónicos en la historia de este país, ¿no se siente fracasado?
-Lo he sostenido y además está impreso. Una vez en un discurso dije: “Cuando tenía 20 años y mi generación tenía 20 años, en este país había mucha injusticia, mucha desigualdad, pero había libertad”. Nosotros estábamos orgullosos de la democracia chilena. Los hombres de aquella época nos propusimos, unos en el marco de las ideas socialcristianas, otros en el marco de las ideas socialistas, otros radicales, superar esa injusticia, transformar este país, construir un nuevo Chile justo, humano, solidario, sobre la base de conservar la libertad. Al cabo de 50 años, hoy día hay más injusticia y no tenemos libertad. Somos una generación fracasada.