EN BRASIL, EL GIGANTE DE LA INFRAESTRUCTURA ESTÁ EN EL CENTRO DE INVESTIGACIONES POR CORRUPCIÓN:
Cómo Odebrecht se transformó en un pilar del régimen autoritario angoleño
09.03.2016
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EN BRASIL, EL GIGANTE DE LA INFRAESTRUCTURA ESTÁ EN EL CENTRO DE INVESTIGACIONES POR CORRUPCIÓN:
09.03.2016
Traducción Gerardo Cárdenas/IDL-Reporteros
Desde su amplia oficina en el octavo piso de la sede de Odebrecht en Angola, Antonio Carlos Dahia Blando observa una mañana de septiembre de 2015, las avenidas circulares del barrio de Talatona, en la zona sur de Luanda, llenas de camionetas Toyota 4×4 plateadas que rodean los edificios de lujo, junto a los cuales un ejército de volquetes anuncia los proyectos venideros. “Luanda Sur es nuestra creación”, dice. Más temprano, al llegar al lugar, el ejecutivo derrocharía galanería con sus funcionarias -hace chistes, besa las manos de la secretaria, está dispuesto a tomar de los brazos a la periodista-, mientras avisa: “Tengo que salir a las 11:30, reunión con el ministro de Administración Territorial. Un hombre muy bueno, muy capaz”.
Dahia, superintendente de la gigante brasileña en Angola, es un moreno de gafas y sonrisa suave que encarna el “espíritu de servicio”, primer mandamiento de una empresa que tiene en el país africano su segunda mayor operación fuera de Brasil. La consigna ahí es servir bien a su principal cliente: el gobierno del presidente José Eduardo dos Santos, desde hace 36 años en el poder. Angola es el segundo exportador de petróleo en África, y es considerado uno de los países más corruptos del mundo. Casi el 36% de su población vive en pobreza, y tiene la peor tasa de mortalidad infantil; mientras que la hija mayor de Presidente, Isabel dos Santos, es considerada la mujer más rica del continente.
Desde 1984, año en que se firmó el contrato para construir la hidroeléctrica de Capanda,Odebrecht ha ganado una envidiable lealtad por parte del Estado angoleño. Construyó muchas de las principales obras estratégicas después de la independencia, y es hoy la empresa más importante en Angola, con 12 mil empleados y 5 mil subcontratistas, según su informe anual. En 2014, uno de cada diez dólares gastados por el gobierno en infraestructura terminaron en las cuentas de Odebrecht. “El año pasado, el gobierno de Angola invirtió 15 mil millones de dólares en infraestructura. Tuvimos un papel importante: mil quinientos millones de dólares es un número significativo, y se basa fundamentalmente en proyectos de gran envergadura como Cambambe, Laúca y la refinería de Lobito “, explica Dahia.
Cambambe es la segunda hidroeléctrica más grande del país, y está en proceso de renovación y expansión. La refinería de Lobito trae la promesa de que Angola finalmente producirá productos derivados del petróleo, en lugar de sólo exportar el crudo. Laúca es la cereza del pastel: es la obra más importante de construcción en el país y promete duplicar la capacidad del suministro de energía. Hoy, apenas el 30% de la población tiene luz, el resto está obligado a usar generadores. “Hemos crecido alrededor del 30, 35 por ciento gracias a las inversiones en el sector energía”, dice Dahia, “en estos 30 años fue en los pequeños proyectos donde colocamos la bandera Odebrecht”.
Esa “bandera” está en todas partes. Los barrenderos de las calles del barrio de Maianga, en el centro de Luanda, visten uniformes de color naranja con el logo de Odebrecht. En las vallas publicitarias que están por toda la ciudad, Odebrecht pone a la venta condominios de lujo. En la bahía de Luanda, delante de los antiguos asentamientos humanos, está de nuevo la placa de Odebrecht, a cargo de la construcción de la nueva Avenida Marginal. De hecho, gran parte de la capital fue construida por Odebrecht: construyeron las principales vías de Luanda -la Vía Expresa, la carretera de Samba, la autopista periférica- e hicieron el sistema de saneamiento y de distribución de agua. La cadena de supermercados Nosso Super, que se extiende por todo el país, es una concesión de la empresa. También Odebrecht es uno de los propietarios de la mayor operación de la industria del diamante de Angola, la cuarta mina más grande de kimberlita en el mundo. Odebrecht es, además, el único productor de azúcar en el país con la marca “Kapanda”, envasada en bolsas blancas y rojas, y fabricada en la planta de Biocom, una sociedad en la que también participa la estatal Sonangol y un general influyente.
Dahia se despide leyendo con candor un tramo de TEO, Tecnología Empresarial Odebrecht, un libro escrito por el patriarca Norberto Odebrecht el siglo pasado. Es la biblia del núcleo duro del conglomerado empresarial. En tres volúmenes, TEO trata sobre “la tarea empresarial de identificar, conquistar, satisfacer al cliente y crear lazos duraderos”. Enseña que “el acto más noble del ser humano es servir a sus semejantes”.
Cada año Emilio Odebrecht se reúne con el presidente angoleño en el Palacio, en Luanda, por cerca de dos horas para hablar de negocios. Sus declaraciones a la salida de los encuentros serán luego titulares en los medios. “Una vez al año nos encontramos con el Presidente de la República para ver el estado de las metas trazadas el año anterior y planificar los próximos 12 meses”, dijo al portal Angop en septiembre del 2014.
Odebrecht integra también la Asamblea General y el Consejo Fiscal de la Fundación Eduardo dos Santos, FESA, la ONG más importante de Angola, fundada por el mandatario con la misión de fortalecer el desarrollo social, cultural y científico. Además de Odebrecht, el consejo fiscal de la fundación está conformado por tres empresas estatales de Angola y la petrolera Texaco, entre otros. “No vemos ningún conflicto de intereses, en vista que FESA es una institución sin fines de lucro enfocada en el desarrollo del pueblo de Angola, en diversos aspectos, que no están subordinados al gobierno”, refiere la compañía.
A mediados de 2013, esta asociación de larga data rindió un inesperado homenaje, cuando el Presidente, en su primera entrevista en 22 años, citó a una -sólo una- compañía: Odebrecht.“De Angola salieron muchos esclavos que fueron enviados a Brasil. Por lo tanto, hay una participación de Angola en la formación de la nación brasileña. Hay afinidades de varios tipos, hay relaciones personales entre los dos países. Por eso las relaciones son de amistad fuerte, de cierta complicidad. Y son relaciones económicas que se extienden en varias áreas. Están aquí las empresas sólidas, como el caso de Odebrecht, desde los tiempos más difíciles de la guerra y que ha hecho una enorme contribución al proceso de construcción de Angola. Participó en el esfuerzo de reconstrucción nacional y ahora ha tratado de reinvertir parte de lo que gana aquí en negocios que son útiles, por supuesto, para Angola”. El diario estatalJornal de Angola, único diario en el país, en su versión impresa suprimió la parte de “relaciones personales” y “cierta complicidad”.
“El día fue de fiesta en Capanda. En esa época del año, una especie de niebla cubre las aguas revueltas del río Kwanza al amanecer y crea una atmósfera de ensueño. Los que se habían empeñado tenazmente en realizar este proyecto lo notaban, y no despegaban la vista del sitio. Angola estaba finalmente en paz y había una perspectiva de desarrollo con disponibilidad de energía”. Así describió el vistoso libro -publicado por Odebrecht con motivo de la celebración de sus 25 años en el país- el llenado del embalse de la hidroeléctrica de Capanda en 2002. Las ceremonias no terminaron ahí. En 2005, durante los eventos de celebración de los 30 años de la independencia, José Eduardo dos Santos y varios de sus ministros inauguraron la primera fase de la represa de la hidroeléctrica. Cinco años más tarde, en 2010, el Presidente volvió a inaugurar el arranque de la primera turbina.
La promesa no se concretó: más de dos tercios de la población angoleña sigue sin luz. Pero la historia de Capanda, la primera gran obra de la contratista en el país, hasta hoy se cuenta con tonos épicos en la literatura institucional de Odebrecht.
Para ganar el contrato, la empresa contó con el apoyo de la dictadura brasileña durante los gobiernos de los generales Ernesto Geisel y João Batista Figueiredo. “Es una empresa brasileña que creció en la dictadura. El gran salto de Odebrecht fue a inicios de la década de 1970, durante el gobierno de Geisel”, explica el historiador Pedro Campos, autor del libro Extrañas catedrales – Las empresas brasileñas y la dictadura cívico-militar. Eso demuestra que la construcción de las plantas de energía nuclear de Angra le valió a Odebrecht la confianza de los generales.“Son obras de seguridad nacional que los militares no dejarían a cualquiera. [Odebrecht] Era la empresa en la que los militares confiaban para hacerlo”.
En 1975, el gobierno de Geisel fue el primero en reconocer la independencia de Angola. Al mismo tiempo, Odebrecht iniciaba su internacionalización, a partir de un contrato con el Perú. Pero Capanda fue un salto: para que sea viable, Odebrecht convenció al gobierno dictatorial de financiar la operación.
“La solución al problema del financiamiento del proyecto fue alcanzada cuando Marc Altit, que se desempeñaba como director de desarrollo de negocios en el área internacional de Odebrecht, desarrolló un contrato innovador, con muchas variables y un mecanismo de garantía: el petróleo producido en Angola. La idea fue presentada al gobierno brasileño, que vio con buenos ojos la perspectiva de tener una fuente confiable de petróleo en una época en la que los precios internacionales eran elevados y había una gran disputa por el petróleo”, relata Luiz Almeida, entonces vicepresidente de Desarrollo Internacional de Odebrecht, en una publicación institucional.
El actual miembro el Consejo de Administración continúa: “En abril de 1983, el ministro Delfim -el miembro más importante de la comitiva del Presidente de Brasil, João Batista Figueiredo, en una visita oficial a México- tuvo la amabilidad de recibirme en el hotel en el que estaba hospedado, en Cancún, e indicó que cuando regresara a Brasil, formalizaría la autorización de la operación de crédito para Capanda, y que sería compensado con un trueque de petróleo angoleño para Petrobras”. De acuerdo con la tesis doctoral de Joveta José, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), la línea de crédito de Brasil para la construcción de Capanda absorbió recursos superiores a mil 500 millones de dólares. Otros acuerdos similares se había hecho en la dictadura en Irak. El país enviaba petróleo y recibía a cambio obras de infraestructura.
De otro lado, Odebrecht convenció al gobierno de Angola de que sería más rentable construir una nueva hidroeléctrica que ampliar la de Cambambe, que ya estaba en funcionamiento.“Trabajamos para demostrarle al gobierno de Angola que la prioridad debía ser la inversión en Capanda. Cuando la decisión fue tomada, fui invitado a la oficina del ministro de Planificación, Lopo do Nascimento, que personalmente me dio la noticia de que Capanda había sido calificada como prioritaria, ya que estaba convencido de nuestros argumentos”, explica Luiz Almeida. Otro argumento irrefutable fue la oferta del gobierno ruso para financiar los servicios y equipos enviados por la empresa estatal Technoexport, que ya era un socio de Odebrecht en Perú. Pero faltaba algo esencial: el cliente. Luiz cuenta que habían convencido al ministro de Energía y Petróleo de establecer una autoridad estatal que sea responsable de la obra. Y facilitó un acuerdo con la estatal Furnas para auxiliar la implementación técnica de una nueva entidad, el Gamek – Gabinete de Aproveitamento do Médio Kwanza.
Angola estaba, en aquella época, en medio de una guerra civil en la que diferentes guerrillas disputaban el control del territorio. UNITA, con el apoyo del gobierno del apartheid de Sudáfrica y de Estados Unidos, controlaba parte del país, mientras que el gobierno marxista del MPLA, con el apoyo de Cuba, tenía el control de la capital, Luanda. Una empresa en el interior del país solo sería viable con el amplio apoyo del vencedor de la guerra. “Autorizado por Emilio Odebrecht, llamé al coronel António dos Santos França N’Dalu, entonces jefe de la FAPLA [Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola], amigo con el que compartía conversaciones e historias”, continúa Luiz Almeida. N’Dalu se convertiría luego en el “general de generales”, siendo dos veces viceministro de Defensa.
“Después de un breve silencio, el coronel N’Dalu afirmó que implementaría las medidas necesarias para asegurar la construcción de la planta. Y así, finalmente, llegamos a Capanda”, describe Luiz Almeida. N’Dalu estableció un gabinete militar dirigido por el capitán Jorge Silva “Sapo”, miembro del Estado Mayor del Frente Centro de FAPLA. Con la nueva posición estratégica, “Sapo” fue ascendido a mayor.
Capanda era un objetivo estratégico en la guerra y la obra fue paralizada dos veces. En noviembre de 1992 fue ocupada por las tropas de UNITA. Ocho empleados fueron secuestrados y las negociaciones para su liberación fueron encabezadas por el propio Emilio Odebrecht, con el apoyo de la Cruz Roja y dos aviones Hércules C-130 de las Fuerzas Armadas brasileñas.
En 1997, los equipos de Odebrecht volvieron a la zona. Dos años después, en 1999, la obra fue de nuevo interrumpida a causa de los bombardeos. Reanudada en 2000, se culminó con el llenado del embalse dos años más tarde, al final de la guerra civil. Mientras tanto, Jorge Silva “Sapo”, se había convertido en más que un aliado de Odebrecht: en 1992, el angoleño se unió al personal de Odebrecht y fue enviado a Cuba para trabajar en una posición de confianza con el Superintendente de la empresa en el país.