Huenchumilla, la historia del hombre de oro
29.12.2015
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29.12.2015
Huenchumilla nunca se ha calificado como un ex diputado mapuche. Lo suyo, subraya, siempre fue la política sin apellido. Sin origen étnico. Sin manta y mucho menos trarilonko.
–Yo nunca me definí como un líder del mundo mapuche y tampoco hice campaña levantando las banderas del mapuchismo. Lo hice en mi calidad de político democratacristiano. Hasta es probable que si hubiera hecho el 89’ campaña como mapuche no hubiera sido finalmente electo; mi distrito era Temuco y hablamos de un distrito urbano, donde la votación era mayoritariamente no indígena –explica.
–Me desenvolví como un político que por circunstancias me llamaba Huenchumilla –reconoce–. Me podría haber llamado Rebolledo y la verdad no hubiera sido determinante en mi llegada o no al Congreso –agrega.
Ello, sin embargo, obedecía a un contexto. Y ese contexto era su propia historia de vida, más cercana al mundo winka que al mapuche. Y también la época que le tocó vivir.
–En mi vida adulta siempre fui más Jaramillo que Huenchumilla –reconoce el ex intendente–. Mi lado mapuche ha sido un proceso de las últimas décadas, un encuentro con mi identidad que yo diría comenzó precisamente tras ser electo diputado por Temuco. Fue en ese minuto que me reencontré con mi lado Huenchumilla.
Hacia el año 1990, el joven diputado no tenía desarrollada una consciencia étnica mapuche. Y si bien reconocía su origen y transmitía ese orgullo a cada uno de sus hijos, era, como dicen en el campo, un awinkado más. Sin embargo, intuía que algo estaba sucediendo con él.
El contexto de aquellos primeros años en el Congreso fue determinante en ese cambio, reconoce.
Huenchumilla fue electo diputado cuando en Temuco la “lucha indígena” hacia su estreno en las primeras planas de los diarios. Y no precisamente en la sección de cultura; más bien en la policial. En la crónica roja, donde sigue presente hasta nuestros días.
Se vivían los primeros años de la Transición y el descontento mapuche ante el incumplimiento del “Acuerdo de Nueva Imperial” –firmado en 1989 entre la dirigencia indígena y el entonces candidato de la Concertación, Patricio Aylwin– se acrecentaba.
Una ola de protestas y movilizaciones indígenas recorría además por esos años todo el continente. España y las repúblicas americanas se aprestaban a “celebrar” los 500 años del Descubrimiento de América. Fue la gota que rebasó el vaso al sur del Biobío.
Surgiría entonces el Consejo de Todas las Tierras, la bandera mapuche y el liderazgo, todavía incombustible, de Aucán Huilcamán. También los primeros conflictos de tierras y el desfile de lonkos mapuche por los tribunales.
Pocos lo recuerdan hoy, pero el año 1992 el gobierno de Patricio Aylwin aplicó la Ley de Seguridad Interior del Estado por las “tomas de fundos” y el izamiento de la bandera mapuche en Temuco.
Fernando Chuecas, por entonces intendente de La Araucanía, llamaba “delincuentes comunes” a quienes protestaban y “trapo” al emblema nacional mapuche creado por el Consejo de Todas las Tierras.
Hoy ese trapo es infaltable en marchas estudiantiles, conciertos de rock, ferias artesanales y barras de fútbol en todo el país. Hasta en el aeropuerto de Santiago la venden. Y como pan caliente, me consta.
También es izada de manera oficial, con autorización de la Contraloría, por los municipios de Angol, Cunco, Curarrehue, Galvarino, Lonquimay, Lautaro, Padre Las Casas, Pucón, Puerto Saavedra, Renaico y Villarrica. En Biobío lo hacen Talcahuano, Lebu y Arauco.
En la Región Metropolitana se han sumado a su reconocimiento Maipú, Santiago, Recoleta, Providencia, San Ramón y San Miguel. Lo mismo han hecho los sureños municipios de Llanquihue, Puerto Montt, Castro y Coyhaique. Incluso Arica, en el extremo norte de Chile.
En todas estas comunas la bandera mapuche flamea libre, digna y orgullosa. En todas menos en Temuco, la capital de Wallmapu. El conflicto y sus paradojas.
–Eran otros tiempos, no existía entonces la comprensión del tema mapuche que tenemos hoy en día –señala Huenchumilla respecto del gobierno de Aylwin y la persecución que afectó entonces a Huilcamán y su grupo.
El propio Huenchumilla no comprendía a cabalidad el discurso indigenista de aquellos años. Al propio Aucán Huilcamán lo veía como un simple agitador, recuerda.
Sin embargo, presentía que se estaba perdiendo de algo importante. Su intuición le decía que algo de razón debían tener esos peñi, esas lamngen, en su airado reclamo contra el gobierno, su gobierno.
Aplicado, se puso entonces a estudiar. Y a leer todo lo que pudo encontrar del tema. No era mucho lo que en ese entonces se podía encontrar en librerías.
Uno de los primeros libros que devoró fue Historia del Pueblo Mapuche, del historiador y actual rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, José Bengoa. Juntos integrarían más tarde la Comisión Especial de Pueblos Indígenas, CEPI, instancia que fue la antesala de la actual Conadi y que tuvo a su cargo la elaboración del anteproyecto de la actual Ley Indígena 19.253. promulgada el año 1993.
Aquellas lecturas iniciales le permitieron comprender a la dirigencia mapuche, reconoce. Y reencontrarse además con su propia historia familiar, con su lado Huenchumilla.
–Lo mío yo lo catalogo como un proceso, como una búsqueda, como un camino que debí transitar y que aún transito para encontrar mi identidad. Yo partí en los 90’ por así decirlo desde cero. Y lentamente fui profundizando en la historia de mi familia, de mi padre, de mis ancestros. Fue un proceso de crecimiento personal, de encontrar mis raíces, de saber quién soy realmente –comenta Huenchumilla.
–Lo que tenía en esos años eran solo intuiciones –agrega.
Como cuando se negó, en octubre de 1990, a asistir a la cena que los parlamentarios sostuvieron con el Rey Juan Carlos de España, ello en el marco de las celebraciones oficiales del “Encuentro de dos Mundos”.
–No quise asistir, fui creo el único parlamentario que se restó de esa cena. Yo dije, no voy. Y me quedé en el Congreso. Aquella fue una intuición mía, de que no debía asistir y avalar los festejos que muchos en el sur estaban criticando. Más de algún medio de comunicación lo tomó como un acto de protesta del diputado Huenchumilla, pero la verdad respondió a una cosa más emocional, instintiva, no tanto a un acto de protesta política –cuenta hoy.
Yolanda, que en esos años se transformaría en la jefa de su oficina parlamentaria, recuerda las ansias de aprender de Huenchumilla.
–Él era muy estudioso, se lo pasaba leyendo libros de historia mapuche y de antropólogos, todo el tiempo. Me decía, “tenemos que saber de este tema, tenemos que estar preparados, conocer de lo que hablan los peñi”. Esa fue una costumbre que nunca se le quitó. Hasta el día de hoy destina cierta hora del día para leer y estudiar, tanto del tema mapuche como de otros temas que le interesan. Debe ser hoy una de las personas que más sabe de la historia de la región y de lo que aquí sucedió –señala.
Pero no solo aprendía de los libros.
Su hermana mayor recuerda que siendo Huenchumilla parlamentario, en cada salida a comunidades, se pasaba horas conversando con los dirigentes y la gente de más edad. Preguntaba de todo. Y anotaba.
–Se sentaba en la ruca con los mapuche, tomaba mate y los escuchaba por horas. A veces toda una mañana o una tarde. Quienes lo acompañábamos en algunas salidas a terreno por el distrito pensábamos siempre lo mismo; “A qué hora se aburre para que nos vayamos” –cuenta Yolanda entre risas.
–Para mí fue impactante la forma en que Pancho se interesó en el tema cuando fue electo diputado –dice. De una u otra forma nos contagió a todos en la familia.
Huenchumilla rápidamente buscó poner en práctica lo aprendido sobre el tema indígena. Y es que su búsqueda, señala, nunca fue un mero ejercicio intelectual o académico.
Eran insumos, municiones, para su trabajo político.
***
El 20 de marzo de 1990, el Diario Austral daba cuenta de uno de los primeros proyectos de ley presentados por el diputado Francisco Huenchumilla. Junto a Sergio Diez (RN), su par regional en el Senado, proponía ampliar el subsidio habitacional en las familias rurales mapuche.
Hasta ese entonces, solo tenían acceso por ley al subsidio quienes figuraban como parte de un título de merced, excluyendo a una gran cantidad de familias campesinas.
Sería aprobado a los pocos meses.
A fines del mismo mes de marzo, Huenchumilla hizo pública una propuesta donde se planteaba el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, la creación de una Corporación de desarrollo y el establecimiento de un “Parlamento Indígena”.
Su propuesta sería ampliamente valorada por los dirigentes indígenas que el 30 de marzo de 1990 se dieron cita en el Primer Congreso Nacional de Pueblos Indígenas, que tuvo lugar en la Casa de Ejercicios del Obispado de Temuco.
Una de las primeras acciones del recién asumido Presidente Patricio Aylwin en materia indígena fue la creación de la Comisión Especial de Pueblos Indígenas (CEPI), que tenía entre sus mandatos asesorar al mandatario, formular un diagnóstico de la realidad indígena y elaborar el anteproyecto de Ley Indígena..
La CEPI estaba estructurada por un directorio y un consejo paritario de personeros de gobierno y dirigentes indígenas elegidos por sus organizaciones. El 20 de mayo de 1990, Huenchumilla fue designado representante del Presidente de la República Patricio Aylwin en dicho consejo. Su director nacional sería el historiador José Bengoa.
El año 1992 y fruto del trabajo de la CEPI, el gobierno presentó al Poder Legislativo un proyecto de Ley Indígena, un proyecto de Reforma Constitucional que tenía por objeto reconocer a Chile como país “pluriétnico y pluricultural”; y un tercer proyecto de ratificación del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales.
Solo el proyecto de Ley Indígena llegaría a ser aprobado por el Congreso Nacional. La ratificación del Convenio 169 tuvo que esperar otras dos décadas, siendo aprobado por el parlamento recién el año 2008.
El proyecto de Reforma Constitucional, que buscaba reconocer la existencia de pueblos indígenas en la Carta Magna, nunca lograría prosperar. Sigue pendiente, aunque cueste creerlo, hasta nuestros días.
–Yo me sumé entusiasta a trabajar esos temas. Y lo hice porque si bien no tenía una militancia en el movimiento indígena, ya era consciente de mi origen, de mi apellido Huenchumilla y sentí que era mi deber estar ahí. Recuerda tú que en esos años Temuco no era un distrito con mucha población mapuche. Era básicamente un distrito urbano, de blancos, pero de todas maneras me sumé al trabajo de la comisión –recuerda.
Huenchumilla no solo participó de la CEPI. Cuando el proyecto de Ley Indígena comenzó su tortuoso trámite legislativo, se constituyó en la Cámara de Diputados la denominada Comisión Especial para Legislación Indígena.
Según informó El Mercurio en su edición del 11 de enero de 1992, estaba integrada por “diputados conocedores de los problemas indígenas, los que se ocuparán del estudio de la reforma constitucional y del proyecto de ley a favor de los pueblos indígenas del país”.
La Comisión quedó presidida por Francisco Huenchumilla.
–Fueron un par de años de trabajo en la CEPI y luego presidiendo la comisión parlamentaria. Escuchamos a todo el mundo, abrimos la puerta a los dirigentes mapuche, rapa nui, aymara, organizamos algunos foros, intenté fuera un proceso lo más participativo posible. Hicimos lo que pudimos y sacamos la ley que era posible sacar en esos años. El gobierno, claro, tuvo que hacer sus transacciones con la derecha. Pero salió lo mejor que pudo salir –cuenta.
La ley Indígena 19.253 fue promulgada el 10 de octubre de 1993, obviando los aspectos de real importancia para los pueblos indígenas, tales como el reconocimiento y la participación política.
Se trataba para muchos de una “ley cultural”, inofensiva.
La Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi), en tanto, fue creada en los días posteriores. Resultó un servicio público con escaso presupuesto y nula capacidad de interlocución entre las demandas mapuche y el estado.
En los años siguientes, ya con el conflicto Ralco desatado y los primeros camiones forestales ardiendo en una cuesta de Lumaco, su rol se volvería irrelevante.
Hoy en día, ad portas de la creación del Ministerio de Asuntos Indígenas, todos concuerdan debiera ser cerrada. Por fuera.
A la par de su trabajo legislativo, Huenchumilla colaboraba activamente con las organizaciones mapuche y liderazgos vinculados a la Concertación. Es así que mucho de su acercamiento al tema mapuche tuvo como responsable a los dirigentes de la organización Nehuen Mapu.
José Cayupi, director de la organización, había saludado públicamente su triunfo en las parlamentarias, calificándolo como un “hermano de raza”.
“El triunfo de nuestro hermano de raza –decía Cayupi– tiene mayor significación por cuanto obtuvo la primera mayoría en el distrito 50, ganándole a una persona que fue alcalde de Temuco y que tuvo todo el poder de la región. Le pedimos se encargue que el compromiso que ha sostenido la Concertación con el pueblo mapuche se cumpla”.
Uno de los cercanos a Huenchumilla era el dirigente mapuche Víctor Hugo Painemal, también miembro de la CEPI, uno de los coordinadores del Acuerdo de Nueva Imperial y fundador de la Asociación Nacional Mapuche Wenewenche.
Painemal también era una de los líderes de Nehuen Mapu.
–Trataba siempre de contribuir y de ayudarle en lo que me pidiera Víctor Hugo. Me tocó redactarle los estatutos a varias organizaciones en aquel tiempo, lo hacía como abogado, era mi forma de ayudar y una demostración de afecto hacia ellos, también de mi cercanía con la causa –cuenta Huenchumilla.
Víctor Hugo Painemal llegaría a ser el primer subdirector Sur de la Conadi. Sería destituido del cargo por el gobierno de Frei el 22 de abril de 1997, tras oponerse al proyecto hidroeléctrico Ralco, de la empresa Endesa-España en la zona pehuenche del Alto Biobío.
Junto a Painemal el gobierno también destituyó y por las mismas razones al primer director nacional del organismo: Mauricio Huenchulaf Cayuqueo (PPD). Sería el primero de reiterados impasse entre sectores mapuche de la Concertación y las autoridades por megaproyectos sin consulta ni participación en Wallmapu.
En reemplazo de Huenchulaf el gobierno nombraría a la cabeza de Conadi al militante PPD, Domingo Namuncura, actual embajador de Chile en Guatemala. Namuncura también sería despedido de Conadi un año más tarde, tras negarse a autorizar las permutas de tierras de las familias pehuenche a Endesa.
Por cierto, para Aucán Huilcamán, entonces el representante de los sectores más duros del pueblo mapuche, tanto Huenchumilla, Painemal, Huenchulaf y Namuncura eran unos “yanakonas” o traidores a su pueblo.
O cuando menos, representantes del “paternalismo estatal” que negaba a los mapuche el ejercicio pleno de sus derechos como nación. La libredeterminación y el autogobierno, dos de ellos.
Esto lo sabía Huenchumilla. De allí que la primera vez que se toparon en un acto público, reconoce, lo observaba con cautela.
Y a prudente distancia.
–Con Aucán nos encontramos la primera vez en un acto en Lonquimay, a mediados de los 90’. No recuerdo el motivo exacto pero fue probablemente en el marco del conflicto por las tierras de Quinquén, que fue un tema bien delicado que le tocó enfrentar al gobierno. Nos mirábamos de reojo con Aucán, pero dimos los discursos y no pasó nada.
–¿Cómo nada? – pregunto.
–Nada malo ni nada bueno –responde Huenchumilla–. Él me miraba como un tipo que no tenía idea del tema mapuche, como un vendido a la institucionalidad del estado. Y para mí, él era un agitador social, un caudillo, un rupturista. Fue un empate técnico.
Huenchumilla no sospechaba que años más tarde forjaría una estrecha amistad con el líder del Consejo de Todas las Tierras.
Y es que Huenchumilla, si bien un hombre de la Concertación, poco a poco comenzó a ser un crítico de lo obrado en el gobierno en materia indígena. Y todavía más de las declaraciones de algunos personeros de su sector, contrarios furibundos al avance mapuche.
En septiembre de 1994, Huenchumilla ya era el Pepe Grillo del gobierno en materia indígena. Se cumplía entonces un año de vigencia de la Ley Indígena y en las páginas de El Mercurio Huenchumilla ponía algunos puntos sobre las íes.
“La Ley Indígena como está, no sirve. Es una ley a la que le falta kullin (dinero)… La gente todavía sigue esperando y con esperanzas, pero se ha dado un plazo para que la ley comience a dar frutos, el que no puede ser superior a un año. Si la normativa no funciona en un ciento por ciento y no se cumplen sus objetivos, debo advertir al gobierno que habrá efervescencia y manifestaciones de los indígenas”.
Su reclamo sería escuchado. Huenchumilla, hábil, había golpeado la mesa justo antes del debate de la nueva ley de presupuestos.
Su timing había demostrado ser perfecto.
El año 1994 ganaría otra batalla, al lograr que la comisión mixta de presupuesto acordara solicitar, por unanimidad, al presidente Eduardo Frei estudiar la constitucionalidad del llamado “derecho de ausente”.
Mediante esta figura, creada en 1978 por la dictadura militar, el estado había privado de ejercer su derecho de propiedad a la tierra a más de 15 mil mapuche que no las ocupaban físicamente (herederos y migrantes urbanos), a cambio de un pago de acuerdo al “avalúo fiscal” de la misma.
Esto, a juicio de Huenchumilla, contradecía abiertamente la Constitución de 1980, que señalaba que nadie podía ser privado del derecho a su propiedad sin que se le pagase al contado y de acuerdo al “valor comercial” de la propiedad.
Su oportuna intervención implicó actos reparatorios e indemnizaciones a cientos de familias mapuche de la zona sur del país.
Estas acciones de Huenchumilla eran evaluadas de manera positiva por el resto del movimiento mapuche. Y lo fueron acercando de a poco a los sectores menos institucionales.
El Consejo de Todas las Tierras, uno de ellos.
–Con los peñi del Consejo nos fuimos entendiendo con el paso de los años. Ya cuando Aucán marcha a caballo a Santiago con toda su gente, en el gobierno de Frei, opté por apoyarlo pues me parecía justo su reclamo. Nos reunimos y conversamos en Santiago. El gobierno se negó a recibirlo. Recuerdo que llamé al ministerio del Interior para que cambiaran de opinión, hablé con Carlos Figueroa, pero no hubo caso –cuenta Huenchumilla.
Aucán, recuerda Huenchumilla, era un dirigente que tenía una gran popularidad en la élite santiaguina. Había algo de curiosidad y fascinación con su figura, comenta.
–Una vez me invitaron a un almuerzo muy exclusivo del Banco Central, en Santiago, y allí me topé con Aucán. El propio presidente del Banco Central me lo presentó, aunque obviamente los dos ya nos ubicábamos. Me sorprendió mucho encontrarlo allí –relata Huenchumilla.
Con el tiempo la relación se hizo cercana. Huenchumilla, reconoce, sentía admiración por Aucán y su rebeldía. Lo encontraba inteligente, un líder carismático y con mucha capacidad política y de análisis. Y hasta cierto punto, envidiaba su marcada identidad cultural mapuche.
Aucán, originario de una reducción de Lumaco e hijo del destacado lonko José Luis Huilcamán, uno de los líderes de Ad-Mapu en los 80’, era todo lo que Huenchumilla no había podido ser.
No solo había sido formado en la cultura tradicional mapuche. Era además un eximio orador en mapuzugun y manejaba los protocolos mapuche de manera magistral. Tanto que gran parte de su figuración pública –advirtió Huenchumilla a poco andar– se sostenía sobre redes y alianzas que iba tejiendo entre las comunidades como un hábil operador.
Como un hábil operador político. Pero mapuche. Cien por ciento mapuche. Hasta la médula. A ratos, insoportablemente mapuche.
Esta cercanía con Aucán se volvió pronto una amistad. Y se hizo extensiva a otros miembros del por entonces colectivo Consejo de Todas las Tierras; José Nain, Manuel Santander y Pablo Huenteleo, entre otros.
Y también complicidad.
Como cuando Huenchumilla los salvó de ser detenidos por carabineros en Ralco, en el apogeo de la resistencia mapuche-pehuenche contra el proyecto hidroeléctrico de Endesa-España.
–No recuerdo el año, pudo ser el 98´o comienzos del 99´, cuando estaba quedando la grande en el Alto Biobío. El caso es que un día me llaman los chicos del Consejo que algunos de sus dirigentes estaban atrapados en Ralco. Aucán, Santander y varios otros, de la cúpula. Y querían que yo los fuera a sacar del territorio –recuerda Huenchumilla.
Por entonces diputado y jefe de la bancada DC, no lo pensó mucho. Tomó su camioneta y partió desde Temuco rumbo a la cordillera.
Al llegar a las comunidades pehuenche se encontró con caminos cortados, barricadas y un gran contingente policial controlando todos los caminos de acceso y salida a la zona.
–En el pueblo de Ralco estaba todo cortado por carabineros y arriba, al menos desde el ingreso a Quepuca Ralco, todo bloqueado por los peñi. Pude cruzar ambos controles, sin problema. Era diputado de gobierno y le informé a carabineros que iba a mediar en el problema. Me dejaron pasar pero me advirtieron que tuviera cuidado, que la cosa estaba complicada y que ellos no podían garantizar mi seguridad. ¡Ni sospechaban que los mismos peñi me habían mandado a buscar! –cuenta.
Huenchumilla logró llegar donde los manifestantes. Tras las barricadas y los weichafe con sus caras cubiertas que custodiaban el camino, lo esperaba Aucán y su grupo.
Lo saludaron de abrazo y terminaron almorzando todos en casa del lonko de Quepuca Ralco y emblemático líder de la resistencia, Antolín Curriao.
–En la casa del lonko nos pusimos a almorzar, conversamos, nos reímos, en verdad lo pasamos muy bien. Esperamos que cayera la tarde y luego decidimos bajar a Ralco. Mi camioneta tenía un toldo atrás y allí se fondearon los peñi, Aucán uno de ellos. Iban como sardinas los cabros pero contentos, bromeando –relata.
Uno a uno sortearon los controles policiales. Hasta que llegaron al control principal, establecido en el poblado de Ralco. Allí los detuvo la barrera instalada fuera del cuartel y en la única vía de salida hacia Santa Bárbara.
–Buenas tardes, su identificación y papeles del vehículo –dice el carabinero de guardia a Huenchumilla.
Mostró entonces su credencial de diputado de la República.
–¡Buenas tardes señor diputado! –saludó marcial el funcionario.
–¡Buenas tardes! –respondió Huenchumilla.
–Diputado, necesito revisar su camioneta –le dijo entonces el carabinero.
–No, no puede hacerlo –fue la respuesta de Huenchumilla.
El carabinero, observando que la situación escapaba a su rango, prefirió dar aviso al oficial de guardia. Éste salió de inmediato.
–¡Buenas tardes diputado! –saludó el oficial–. Me permite revisar su camioneta, es un procedimiento de rutina –agregó.
–No, no puede hacerlo –respondió Huenchumilla.
–… entonces adelante, puede pasar –le dijo el oficial, resignado.
Ya a resguardo, camino a Los Ángeles, Huenchumilla detuvo la camioneta a un costado de la carretera. Todos los pasajeros se bajaron a estirar las piernas, tomar un cafecito, fumar y bromear con lo acontecido. Tras varios minutos de descanso, continuaron viaje.
Ya en Temuco, Huenchumilla, el nuevo “chofer operativo” del Consejo de Todas las Tierras, los distribuyó uno por uno en diferentes puntos de la ciudad. La misión de rescate había resultado un éxito.
–Ellos siempre se acordaron de ese episodio. Y se reían mucho. La verdad es que nos hicimos muy amigos. Yo siempre los vi como unos cabros idealistas que perseguían un sueño, una utopía mapuche y que si bien recurrían muchas veces a la protesta, siempre consideré se trataba de un derecho legítimo, democrático. Nosotros mismos habíamos protestado contra Pinochet, así que lo que ellos hacían en Ralco no me parecía ningún escándalo. ¡Mucho menos un delito! –comenta.
El año 2002, tras dejar el Congreso y cerrar su oficina parlamentaria en Temuco, Huenchumilla donó todo su mobiliario a la organización de Huilcamán. También su camioneta, la misma que los había rescatado de carabineros en la cordillera pehuenche.