EL RECHAZO A PRELADO JUAN BARROS DIVIDE AL CLERO Y A LOS LAICOS
Obispo non grato: El quiebre de los católicos de Osorno se hace insostenible
27.11.2015
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EL RECHAZO A PRELADO JUAN BARROS DIVIDE AL CLERO Y A LOS LAICOS
27.11.2015
“Una (salida a la crisis) es que la Santa Sede mande un visitador canónico, que vea la realidad. Y la otra es que el obispo (Juan Barros) renuncie”. Las sugerencias no provienen de uno de los laicos que se oponen a que un prelado formado por Fernando Karadima –condenado por el Vaticano por abusos sexuales– encabece la Iglesia Católica en Osorno, sino del propio vicario pastoral de la diócesis, el sacerdote Américo Vidal.
Fue frente a una crisis que no tiene salida a la vista, que uno de los vicarios de la iglesia osornina, y como tal una suerte de «ministro» del gobierno eclesiástico de Barros, decidió romper su prolongado silencio. La tensión es palpable hasta en la forma en que se imparten los sacramentos: Juan Barros Madrid se convirtió en el único obispo que no ha podido confirmar a todos los católicos de Osorno. No es que no quiera hacerlo; es que muchos jóvenes que se prepararon para la unción no han aceptado recibirla de las manos del obispo que se formó a la sombra Karadima.
La grieta que divide a la Iglesia Católica de Osorno desde que el Papa Francisco nombró en enero de 2015 a Barros como «pastor» de esta diócesis, está lejos de cerrarse. Su vinculación con Karadima puso en pie de guerra a una parte de los sacerdotes, diáconos y laicos de las comunidades cristianas de varias parroquias. En dos de ellas –Sagrado Corazón y Santa Rosa de Lima– algunos fieles han llegado incluso a declararlo persona non grata, pues no desean que ponga un pie en esos templos, lo que constituye un rechazo inédito en la zona. El quiebre es tan fuerte que se habla incluso de un pequeño grupo –no serían más de cinco personas– que se ha cambiado a cultos protestantes, pues no aceptan que la Iglesia Católica respalde al obispo Barros.
Después de la tormentosa ceremonia en que Juan Barros Madrid asumió en la catedral el 21 de marzo –con gritos, carteles, empujones y globos negros– los detractores dieron vida a la agrupación Laicos y Laicas de Osorno (LLO). El grupo, que ha ido creciendo en adeptos, ha sido protagonista de la incansable petición de renuncia al obispo, con velatones todos los viernes en la Plaza de Armas de la ciudad, marchas, cartas públicas y dos reuniones privadas con el propio Barros.
La rebelión de los laicos osorninos amenaza con traspasar las fronteras de la diócesis, un efecto no planificado de la oposición a Barros. Los disidentes a su nombramiento dieron un paso inédito en agosto al convocar al Primer Encuentro Nacional de Laicos y Laicas (ver declaración). Llegaron 300 personas de 16 ciudades desde San Felipe a Castro. La meta es crear una organización nacional que pueda tener voz dentro de la iglesia para fortalecer la evangelización y apoyar cambios que den participación a los laicos de las comunidades, por ejemplo, en el nombramiento de algunas autoridades, como los obispos. Una aspiración ambiciosa para una institución altamente jerarquizada en que las decisiones y nombramientos importantes se hacen en Roma.
Fue justamente en el Vaticano donde se grabó un video que a comienzos de octubre fue difundido por internet y volvió a encender los ánimos en Osorno. En las imágenes, se ve al Papa Francisco diciendo a unos fieles chilenos (entre los que estaba el entonces portavoz del Episcopado, Jaime Coiro, y su familia) que «la única acusación contra ese obispo fue desacreditada por la corte judicial» y pidiendo que «no se dejen llevar de las narices por todos los zurdos que armaron la cosa… Sí, Osorno sufre, pero por tonta».
Las palabras del Papa causaron desazón e indignación en la organización de laicos, que consideró que el pontífice estaba mal informado, porque ellos son gente de larga trayectoria en las comunidades de la iglesia.
En sus parroquias, los sacerdotes viven su propio calvario, como reconocieron quienes critican a Barros y también quienes lo defienden o al menos le obedecen sin hacerse demasiadas preguntas. Esas dificultades fueron las que llevaron al vicario Vidal a romper su silencio en una conversación con CIPER, sumándose a las salidas propuestas por el sacerdote Pedro Kliegel -Hijo Ilustre de Osorno por su enorme contribución social- y los laicos organizados.
Éstos han continuado en su empeño por convencer al Vaticano de que la iglesia de Osorno necesita otro obispo, para lo cual están enviando mensajes por distintas vías a Roma y han organizado nuevas actividades: una “Marcha de la Luz” para el 4 de diciembre, por la unidad de los católicos, y la visita, este fin de semana, del periodista Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima (ver carta que envió al Vaticano).
Incluso, le dirigieron una carta al obispo pidiéndole que recibiera a Cruz, pero hasta este viernes 27 no hubo respuesta. El periodista ha dicho públicamente que Barros encubrió a Karadima, pues estaba presente cuando el párroco de El Bosque «nos toqueteaba y él mismo se toqueteaba con Karadima». El obispo, en cambio, niega todo, pero los laicos insisten en creer a las víctimas.
CIPER solicitó una entrevista a Barros, pero respondió a través de su secretaria que se encontraba en actividades fuera del obispado.
Viene llegando de un curso en Colombia que lo tuvo dos meses fuera del país, pero el vicario pastoral de Osorno, párroco de Santa Rosa de Lima, y capellán de Gendarmería, Américo Vidal, decidió romper el silencio frente a la división de los católicos de su ciudad.
La diósesis está organizada en 22 parroquias y el clero está formado por unas 60 personas, incluyendo al obispo, tres vicarios, cuatro decanos y los párrocos y sus diáconos. En las ceremonias más importantes, como la de la Virgen de la Candelaria el 8 de diciembre, peregrinan cerca de 10 mil personas. Comparativamente, el movimiento disidente ha reunido entre 500 y 1.000 en algunas de sus marchas, según LLO. Pero muchos de ellos son agentes pastorales, los verdaderos «activistas» que apoyan y movilizan al pueblo católico y que acuden en representación de sus comunidades.
«Es muy doloroso, lamentable y triste. Me imaginé que el nombramiento (de Barros) iba a ser rechazado por algún sector. A mí siempre me complicó por el asunto de Karadima, que le ha hecho un gran daño a la iglesia chilena y ahora a Osorno», dice el vicario Vidal.
No sabe si seguirá siendo vicario, pues el cargo es de confianza del obispo, con quien no ha conversado desde su regreso. Además, su salud está delicada y los médicos le han recomendado disminuir actividades.
Tensión es la palabra que usa para describir el estado del clero local, formado por los sacerdotes diocesanos, las congregaciones y los diáconos, pues todos están divididos. «Esto va a ser espiralmente prolongado, porque ¿quién va a sanar las heridas después?», se pregunta, mientras reconoce que «las religiosas sí lo aceptan a Barros como obispo».
Vidal fue uno de los 30 sacerdotes y diáconos que enviaron una carta al Vaticano en febrero haciendo ver que no era «prudente» la designación de Juan Barros.
-Pero para otros usted es un desobediente…
-Soy el primero que obedezco al Papa, pero el asunto es que la situación de Karadima nos victimiza a todos. Y tampoco se trata de formar una iglesia paralela, todo lo contrario, porque somos de iglesia y la queremos servidora de la vida. La obediencia nunca puede ser ciega, tiene que ser una obediencia dialogada. Y esta disconformidad es porque hemos tenido obispos que nos han formado maduramente.
-¿Están manejados políticamente los laicos que no quieren a Barros?
-No, son gente nuestra, de la iglesia.
-¿Usted ha conversado francamente esto con el obispo?
-Sí, le dije que estoy en la vereda del frente de él, no en contra de él.
¿Cómo han sido las reuniones del clero con Barros?
-Yo estuve en tres antes de partir (a Colombia). Un hermano diácono le preguntó por qué no se querellaba contra Hamilton, Cruz o Murillo, si todo lo que se dice es injusto y ahí dejaría tranquila a mucha gente. Pero se quedó en silencio. Siempre quisimos que se reuniera con los sacerdotes y diáconos disidentes y nunca lo aceptó. Prefirió invitar a todos los sacerdotes y obligó a los diáconos a salir de la sala, como si no sirvieran para nada. Por eso nos retiramos de esa reunión y se le volvió a pedir un encuentro con los disidentes y no quiso. Entonces, ¿qué diálogo hay?
-¿Y qué acogida ha tenido el obispo con otras autoridades locales?
-No va a los actos públicos, manda un representante o está ausente.
En la pastoral juvenil, seis de los ocho coordinadores laicos renunciaron, pero el vicario Vidal está más preocupado porque «no se ve una iglesia que se proyecte. Todavía no se han sacado las orientaciones pastorales diocesanas», que son las que deben marcar el trabajo con niños y jóvenes.
Son estos últimos los que se han rebelado a recibir el sacramento de la confirmación de manos de Barros. Según el catecismo católico, es el obispo quien debe impartirlo, aunque puede delegarlo.
Vidal cuenta que eso ocurrió en su parroquia. «Entonces reuní a los jóvenes con los papás y les di tres alternativas: que los confirme el obispo, que los confirme otro delegado o si les daba lo mismo. De 30 jóvenes, 29 pidieron que los confirme otra persona y uno dijo que le daba lo mismo. Eso es sintomático y no solamente pasó en esta parroquia. Triste».
A su vez, los laicos de LLO aseguran que en las parroquias del Sagrado Corazón, Lourdes, El Carmen, Leopoldo Mandic y en los colegios San Mateo (jesuita) y Santa Marta, los estudiantes rechazaron a Barros para las confirmaciones. Incluso, ocurrió en Purranque, una localidad más pequeña, donde recibieron el sacramento 80 muchachos.
El párroco de San Pablo, Williams San Martín, quien reconoce defender a Barros, dice que el obispo ha podido impartir algunas confirmaciones y otras no. «Me dijo que se habían acercado unos jóvenes a conversar con él y que le habían dicho que no querían manifestaciones contrarias en su ceremonia, así que él prefirió delegarlo en otra persona», relata San Martín.
La actividad pastoral de Barros también se ve afectada porque hay dos comunidades parroquiales de laicos que no aceptan su visita. Por eso ha preferido recorrer especialmente capillas en localidades pequeñas y rurales, acompañado de algún sacerdote.
«Los agentes pastorales abajo firmantes no quieren que el obispo Juan Barros Madrid visite nuestra comunidad», dice una declaración, con 26 firmas, que fue emitida en mayo en la parroquia del Sagrado Corazón, cuyo párroco se ha mantenido al margen del lío, pero no le ha cerrado la puerta a los disidentes.
En Santa Rosa de Lima ocurre algo similar. «Si a mí no me quieren en la parroquia, yo renuncio. Y eso no es que esté en contra del Papa», comenta el vicario Américo Vidal, haciendo alusión a las propias palabras de Barros, quien ha dicho que está ahí porque el pontífice se lo ordenó. Por eso, cree que si el obispo no renuncia, el Vaticano debe enviar un visitador canónico que vea con sus propios ojos la división que se vive en la diócesis.
Barros también tiene apoyos. Según los laicos disidentes, lo respaldan decididamente el arzobispo de Puerto Montt, Cristián Caro, y el obispo de Ancud, Juan Agurto. Ambos han ido hasta Osorno a reunirse con el clero y exhortarlos a que obedezcan a Barros. También identifican en ese círculo al obispo de Linares, Tomás Koljatic (formado por Karadima), y al de La Serena, René Rebolledo, que antes lo fue de Osorno.
En su carta pastoral del 16 de octubre, Caro dio su última manifestación de apoyo al obispo de Osorno: «Se debe recordar la enseñanza de la Iglesia en cuanto a los sacerdotes y diáconos que tienen especial obligación de mostrar respeto y obediencia al Sumo Pontífice y a su Ordinario propio, es decir, a su Obispo» (ver carta). Solamente un obispo emérito (retirado), Juan Luis Ysern, ha pedido públicamente la renuncia de Barros. El arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Ezzati, ha defendido la inocencia de Barros y se ha cuadrado con el Vaticano, aunque en marzo pasado esbozó que “un obispo, eventualmente, puede renunciar».
El profesor Mario Vargas, líder y vocero de LLO, ha tenido dos encuentros con el obispo Barros, uno de ellos a petición expresa de Caro, y de la cual reveló a CIPER detalles no conocidos hasta ahora.
«Pudieron haber sido tres reuniones, pero la primera fracasó. El padre Kliegel era el garante de ese encuentro en el obispado. Cuando llegamos estaba lleno de carabineros afuera y otros de civil adentro. Incluso, había perros policiales. Nos negamos a entrar y se lo comunicamos al obispo. Fue una situación triste, incluso para Barros, que decía que él no había llamado a la policía, pero ¿qué hacían los carabineros adentro? No era creíble», recuerda Vargas.
Después de eso, en junio, el líder de LLO recibió un llamado telefónico. Al otro lado de la línea estaba el obispo Cristián Caro. «Me pidió una reunión privada y que estuviera presente Barros. Le dije que por supuesto, que no nos negábamos a dialogar. Fuimos cinco personas de Laicos y Laicas. La cita fue en Betania, un centro religioso más apartado. Todo comenzó con una oración y luego al sentarnos el obispo Caro nos regañó por un poster que había visto en internet que decía ‘primera misa contra Barros’. Nos dijo que habíamos sido violentos, que en nuestra organización había personas no católicas y nos pidió que cooperáramos con Barros y que conversáramos con las comunidades para que el trabajo pastoral se hiciera en comunión con el obispo designado por el Papa».
Cuando los laicos tomaron la palabra, se presentaron como agentes pastorales con muchos años de trabajo en las comunidades. “Le reclamamos a Caro que hubiera dicho públicamente que éramos comunistas, encapuchados. Le dijimos que no teníamos nada contra Barros como persona, pero que rechazábamos su formación eclesial, porque se había formado en una secta, la de Karadima, que nunca existió como verdadera iglesia. Él se molestó y golpeó la mesa. ‘¡Cómo se te ocurre decir eso!’, dijo intentando acallarnos, pero le respondimos que eso es lo que no deja que Barros sea pastor, porque está mal formado y debería formarse nuevamente».
Otro momento de tensión fue cuando directamente le preguntaron a Barros si había sido abusado por Karadima. «Respondió ‘gracias a Dios no fui abusado por Karadima’, lo recuerdo textualmente», dijo Vargas a CIPER.
La reunión fue muy franca. «Le recalcamos el quiebre de la iglesia de Osorno por su presencia y que había muchos jóvenes que no querían confirmarse con él. Le dijimos que dos parroquias le cerraban las puertas. Él se veía nervioso y no hablaba. Entonces, le pedí que por la dignidad suya y de Osorno diera un paso al costado. Que si hacía ese gesto, le prometíamos que íbamos a estar a su lado para acompañarlo. Barros se mantuvo en silencio y la reunión terminó sin ningún acuerdo», cuenta el vocero de LLO.
El siguiente encuentro con Barros fue en octubre. Esa vez Mario Vargas lo buscó. «Supe que estaba en la iglesia San Francisco. Fui allá y no querían dejarme pasar a la sacristía, pero toqué la puerta y le pedí unos minutos. Me hizo pasar de inmediato. Le insistí sobre la delicada situación de la diócesis, que esto no era contra su persona, sino por la marca de Karadima que no lo iba a abandonar. Y volví a pedirle la renuncia. ‘Mario, ni se te ocurra’, me dijo, y me retiré. Esto fue después de que se conocieron las palabras del Papa, que lo había respaldado. Pienso que él se sentía más fuerte», reflexiona Vargas
Desde entonces no han vuelto a verse.
Bernardo Werth nació en Alemania y hoy es párroco de la Catedral de San Mateo de Osorno. Gran amigo del disidente Pedro Kliegel, hoy los separa Barros. El padre Bernardo, como le dicen sus feligreses, estuvo al frente de la Vicaría de la Solidaridad de Osorno en la dictadura y ahora va a cumplir 75 años, pero el obispo Barros le pidió que siguiera en la parroquia y Werth está contento.
«A mí me han dolido dos hechos desde que estoy en Osorno: el atentado al obispo Miguel Caviedes, en el régimen militar, un disparo que afortunadamente no fue certero, y que nunca supimos quién lo hizo. El otro, fue la eucaristía del 21 de marzo de este año, cuando asumió el obispo Juan Barros. Ese día me pregunté ¿en qué cresta me metí? y no entendí nada».
Werth apoya a Barros con el argumento de la obediencia, pero al igual que los curas de un lado y otro, está complicado por la división. «Cuando monseñor (Francisco) Valdés me ordenó sacerdote, yo juré obediencia y respeto a él y a sus sucesores. No creo que el Papa Francisco se haya equivocado al nombrarlo. Hay que tener paciencia, las cosas caen por su propio peso. El mejor juez es el tiempo».
Sobre el pasado de Barros con Karadima, prefiere responder con una pregunta: «Si yo tengo un amigo que asalta un banco, ¿quiere decir que yo también soy asaltante de bancos?». Y en cuanto a los laicos disidentes reconoce que son «una minoría no despreciable», que ha afectado la marcha de la diócesis. «Es complicado el gobierno, porque donde aparece el obispo, aparecen ellos, y no han dejado desarrollar tranquilamente la labor pastoral. Hay un poco menos de asistencia en misas y algunas personas me han expresado su preocupación por lo que ocurre, pero el día en que se leyó la carta del obispo (22 de octubre) la gente aplaudió», relata Werth.
Otro de los apoyos de Barros es Williams San Martín, párroco de San Pablo. Llegó de Concepción a trabajar en Osorno con las comunidades huilliches, hace 18 años. Conoce bien la zona rural, así que ha sido una compañía constante para Barros, quien ha optado por visitar pequeñas localidades fuera de la ciudad de Osorno.
«Mi interpretación es que el problema con monseñor Barros pasa por un tema cultural. Aquí cuesta aceptar al que viene de fuera. Para ser aceptado tiene que pasar un tiempo y junto con lo anterior él viene con la situación de Karadima. No tiene la culpa, pero su origen es de El Bosque y eso le ha jugado en contra», dice San Martín.
El párroco también sacó una carta, crítica a los laicos. «La oposición en Osorno ha sido de un grupo de 600 personas. Se ha exagerado su peso. Yo envié una carta a mi comunidad en octubre porque vinieron a pedirme permiso para poner globos negros en mi parroquia y les dije que no. Fueron respetuosos, pero se pusieron al frente y sacaron fotos con la parroquia de fondo y eso me molestó».
El domingo anterior, el obispo Barros ofició misa en la parroquia de San Martín y en la semana lo acompañó a visitar comunidades en la costa. «Para mí, el Papa lo nombró y eso es lo importante. Por eso, en las reuniones del clero siempre lo he defendido», explica el párroco.
La división ya ha quebrado a algunas familias. Ariela Hernández es de los laicos críticos y al mismo tiempo la encargada del 1% de contribución a la iglesia en la parroquia Santa Rosa de Lima. En la reunión de esta semana de los coordinadores de LLO, contó que está algo triste porque una sobrina que es monja carmelita le había mandado un recado: «No nos quiere ver nunca más porque habíamos atacado al obispo».
La reunión de los líderes de LLO es en la parroquia Sagrado Corazón. Hay 34 asistentes, la mayoría mujeres de las comunidades. En el encuentro hay laicos de Ovejería, Reina de los Mártires, Jesús Obrero, Santa Rosa, Sagrado Corazón, San Mateo, Lourdes y San José de Franke. Parten con una oración y un canto religioso que Mario Vargas acompaña con su guitarra. Es tarde y varios vienen de sus trabajos, pero se ven entusiastas preparando la “Marcha de la Luz” del 4 de diciembre, que han organizado para pedir por la unidad de los católicos de Osorno.
Cada uno va dando su opinión y un joven llamado Aníbal dice: «Tal vez Barros es un hombre con buenas intenciones, pero no es íntegro. Le creemos a las víctimas de Karadima y como agentes pastorales tenemos una responsabilidad con nuestras comunidades, no solamente con un obispo o un sacerdote».
Felipe Navarrete es profesor y miembro de la comunidad del Sagrado Corazón. Informa a los presentes que los diáconos de la diócesis están muy divididos y que los más críticos han preferido pedir permiso para dejar sus responsabilidades. «Los sacerdotes que apoyan a Barros son cinco, a los otros no les gusta, pero han optado por dedicarse a sus tareas sin criticarlo públicamente», asegura Navarrete.
Le toca el turno a Lorena Carrillo. Ella es catequista de Jesús Obrero y recuerda que para el día de los animadores de la catequesis había cerca de 100 personas en el acto. «Cuando llegó el obispo se fueron 80», asegura. Y como el rechazo ha seguido, informa que los catequistas de su parroquia redactaron una carta que enviarán al obispo expresándole que su nombramiento trajo desunión y que no desean que vaya a Jesús Obrero.
El primer obispo de Osorno fue Francisco Valdés Subercaseaux, hermano del fallecido ex canciller y ex senador DC, Gabriel Valdés. Tras ordenarse sacerdote en Venecia, Italia, se convirtió en misionero capuchino entre las comunidades mapuches y vivió con la máxima humildad, incluso siendo obispo. La Iglesia Católica lo declaró “Siervo de Dios”, primer paso en el proceso de la canonización.
Fue Valdés –el mismo que diseñó la hermosa catedral osornina– quien en los años 60 entusiasmó a un grupo de jóvenes sacerdotes alemanes para formar la nueva diócesis, entre ellos Pedro Kliegel y Bernardo Werth. Algunos crearon parroquias en la periferia de la ciudad y organizaron a los pobladores de campamentos para desarrollar proyectos de autoconstrucción. Al calor de esa dinámica se formaron comunidades católicas donde los curas transmitieron las orientaciones que emanaban del entonces reciente Concilio Vaticano II.
La organización de laicos LLO se siente heredera de esa tradición, dice el profesor Mario Vargas, quien además es militante del Partido Socialista. «Esto no tiene nada de extraño, porque somos católicos insertos en el mundo. Nuestra visión evangélica se fundamenta en el Concilio Vaticano II que nos llamó a hacer cambios y los cambios se hacen con la política, pero sin perder la visión cristiana. Yo nunca lo he ocultado. Aquí hay gente de todas las tendencias, de izquierda a derecha, y somos amigos. Ese es un legado que nos dejaron el padre Kliegel y el obispo Alejandro Goic. El Papa Francisco ha validado el Concilio Vaticano II e intenta reformar la curia y lo apoyamos, aunque nos trató mal», sostiene Vargas.
Según el profesor, ellos fueron formados para asumir su religiosidad con responsabilidad y respeto por las autoridades de la iglesia, pero al mismo tiempo para levantar la voz cuando disienten de ellas. Es lo que ha estado haciendo con fuerza el movimiento que lidera.