Por qué grita Rapa Nui
28.04.2015
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28.04.2015
La historia del pueblo rapanui es una de supervivencia, tozudez, arraigo a la tierra y a su cultura, que se vive y reconstruye activamente en la comunidad, a pesar de los obstáculos que han enfrentado, de las consecuencias dramáticas de las incursiones esclavistas, de la colonización, y de las voces que vaticinaban (y vaticinan aún) el inminente final de este pueblo.
Uno de sus aspectos más visibles es el orgullo de sentirse parte de una identidad étnica singular, que si bien ha presentado muchas variaciones a lo largo de su historia, presenta una capacidad adaptativa, de apropiación y resignificación cultural asombrosa.
A lo largo de esa compleja historia, los rapanui se han resistido activamente a la colonización, mediante revoluciones y protestas, logrando avanzar en la consolidación de sus derechos como pueblo frente al Estado chileno.
Hoy somos testigos de una nueva lucha: la lucha por controlar el sostenido incremento de la inmigración de personas que llegan a vivir y establecerse, junto a la demanda de que el Parque Nacional Rapa Nui, administrado actualmente por CONAF, sea manejado por el propio pueblo rapanui, dejando los recursos que genera en la isla (ver el interesante proyecto Ma’u henua, propuesta de nueva administración Parque Nacional Rapa Nui encargado por la Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua, CODEIPA).
Un proyecto de ley de control de la migración que regule el ingreso, permanencia y salida de chilenos continentales y extranjeros a Rapa Nui ha sido una demanda ininterrumpida de los rapanui en la última década. Por aquí va el meollo de lo que apenas hemos visto en la prensa chilena: diversas manifestaciones, incluyendo la toma del aeropuerto Mataveri en 2009, expresan las demandas del pueblo rapanui en este sentido. Un avance significativo fue la aprobación, en el año 2012, de la reforma constitucional que, en el artículo 126 bis, estableció que Isla de Pascua es un territorio especial, lo que permitiría establecer restricciones a la libertad de circulación y tránsito mediante una ley (de quórum calificado) de control de la migración, y adicionalmente, un Estatuto Especial que entregaría mayor autonomía al pueblo rapanui para la administración de la isla y sus recursos.
Animados por la promesa gubernamental, muchos isleños trabajaron activamente en la elaboración de propuestas de control de la migración desde el primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet. Lamentablemente, hace menos de un mes, se quebró la mesa de trabajo entre representantes del pueblo rapanui y el gobierno, por la falta de avances sustanciales en la materia y, fundamentalmente, por un sorpresivo cambio de discurso y actitud por parte del gobierno, que desconocía los avances realizados y la importancia y gravedad del problema.
Ello ha llevado a que miembros del Parlamento Rapa Nui, una organización de la sociedad civil rapanui y muchos otros sectores que se han ido sumando en apoyo de la causa, tomaran control del parque nacional, demandando la presentación del proyecto de ley. Se trata de un ejercicio de autodeterminación que intenta generar presión sobre el Ejecutivo y al mismo tiempo pone énfasis en la capacidad de los rapanui de hacerse cargo de “sus propios asuntos” y de administrar su patrimonio ancestral.
El 15 de abril se llegó a un acuerdo para que la administración del Parque Nacional Rapa Nui sea traspasada a un ente autónomo rapanui (ver texto del acuerdo). Sin duda se tata de un avance significativo y crucial en esta compleja relación.
Respecto del control de la migración, el gobierno se comprometió a entregar una propuesta de ley a la Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua en la próxima reunión del 4 de mayo.
Según resultados del poco confiable y controversial censo de 2012, por primera vez en su historia los rapanui habrían dejado de ser mayoría en su isla. La cifra total sería de 5.806 habitantes, de los cuales aproximadamente 3.000 serían continentales y 2.800 rapanui, lo que representaría un incremento del 54% en la población en los últimos diez años. Sin embargo, cifras no oficiales provenientes de la municipalidad señalan que actualmente habría cerca de 8.000 personas viviendo en Isla de Pascua.
La economía también crece a un ritmo acelerado desde mediados de los años 90 (desde el rodaje de la película norteamericana Rapa Nui, producida por Kevin Costner), lo que ha transformado las estructuras sociales de la comunidad. Sin embargo, no todos aprovechan este auge por igual: ciertamente hay un grupo, mayoritariamente dueños de los servicios turísticos y de consumo, que se han beneficiado en desmedro de otros rapanui, que no son dueños de tierras ni de capital.
La única industria relevante en la isla es el turismo, la que también crece a un ritmo vertiginoso y sin control alguno, poniendo en riesgo el patrimonio arqueológico y la capacidad de carga de Rapa Nui. Así, por ejemplo, en 1989 fueron 5.000 turistas los que viajaron a la isla, lo que genera un significativo contraste con las 90.000 personas que visitaron la isla como turistas en el 2013.
El tema de la migración de chilenos continentales y extranjeros a Rapa Nui es crucial y actualmente causa mucha polémica en la vida cotidiana de la isla. Desavenencias entre rapanui y continentales surgen frente a iniciativas económicas, que vinculan a personas rapanui con inversionistas chilenos o extranjeros. Rapa Nui es un lugar exento de impuestos, una suerte de “paraíso fiscal” para todos esos inversionistas, que son percibidos por la comunidad como personas que llegan a lucrar y a enriquecerse con su patrimonio cultural, sin entregar nada a cambio. Junto con ello, son muchos los continentales que llegan a vivir a la isla atraídos por una mejor calidad de vida, seguridad y tranquilidad, y son rechazados por la población rapanui por carecer de vínculos con miembros del pueblo y por no realizar aportes significativos a la isla.
Existen también conflictos asociados a las “malas costumbres” que estarían importando los continentales que llegan a la isla. Se habla frecuentemente en la comunidad del incremento de la delincuencia y del ingreso de nuevas drogas, y se responsabiliza de ello a los continentales. Igualmente, la llegada de trabajadores continentales como mano de obra en el rubro de la construcción genera reacciones encontradas. En proyectos recientes de grandes obras de construcción, como los hoteles Explora y Hanga Roa y el nuevo hospital, se les ha exigido a las empresas que aseguren que los trabajadores contratados abandonen la isla una vez terminado el trabajo. Sin embargo, este compromiso no ha resultado fácil de cumplir, debido a que las oportunidades del mercado laboral de la isla aparecen muy atractivas para los trabajadores continentales y no tienen impedimentos para ser contratados, principalmente por los rapanui, en sus negocios.
Cada vez es más frecuente que la población rapanui, la única que tiene acceso a la tierra conforme a la Ley Indígena 19.253 (a pesar de que en 1933 el Estado inscribió toda la tierra de la isla a su nombre y hoy es dueño del 70% de la superficie), tenga como medio de subsistencia el turismo. La cada vez mayor actividad comercial y turística requiere capital humano para trabajar en actividades que los rapanui no pueden o no quieren realizar. Es ahí donde se aprecia un discurso contradictorio por parte de muchos rapanui: por una parte rechazan la migración y piden rigurosos controles, y por otra parte, contratan en sus cabañas, hoteles y restaurantes a personas continentales que se emplean a menor costo que los rapanui.
Actualmente, existen voces divergentes al interior del pueblo rapanui respecto a la solución de estos problemas, como sucede en cualquier sociedad. Sin embargo, la opinión generalizada y muy mayoritaria apuesta por la necesidad de regular la migración y la urgencia de que el pueblo rapanui comience a resolver sus asuntos de manera más autónoma del Estado chileno.
También es necesario que las medidas que se tomen tengan consideración a la historia y realidad de Rapa Nui. El pueblo rapanui se ha reconstruido a sí mismo, manteniendo su particular historia y tradición, logrando incorporar elementos foráneos, adaptándolos a su visión y cultura, existiendo hace muchas décadas muchas parejas mixtas o mestizas, de rapanui con chilenos continentales o extranjeros. La Encuesta de Empleo realizada por la Municipalidad de Isla de Pascua en 2010, reveló que el 36,8% de las 1.363 familias encuestadas estaba compuesto por personas rapanui y un 31,3% por personas no rapanui. El porcentaje más alto (38,2%) eran las “familias mixtas” (“Los rapanui y sus relaciones interculturales”, Cristian Moreno Pakarati y Camila Zurob en “Pueblos Originarios y sociedad nacional en Chile”). Cualquier ley de control de migración tiene que ser capaz de aceptar esta realidad.
Muy ligada a la solicitud de regular la cantidad de personas en la isla está la preocupación por la preservación del territorio, la arqueología y los recursos naturales, en un ecosistema frágil y muy vulnerable al deterioro medioambiental. El rápido aumento de la población y del turismo ha llevado a que exista una gran cantidad de vehículos, escombros y basura, entre otros. Las aguas servidas o residuos líquidos, por ejemplo, amenazan con contaminar las napas subterráneas de las cuales se obtiene el agua potable, y en periodos de temporada alta turística, la capacidad eléctrica y de servicios básicos se torna inestable y poco segura.
El Estado debe, de una vez por todas, aprovechar esta oportunidad histórica e iniciar las acciones para avanzar, no solo en la ley de control de la migración, sino también en una relación más igualitaria, de respeto, diálogo y reconocimiento, aceptando las capacidades del pueblo Rapa Nui de gobernarse, y generando espacios concretos de autonomía en la decisión de sus propios asuntos.
Una ley de control de la migración que regule el ingreso, permanencia y salida de chilenos continentales y extranjeros a Rapa Nuitraerá sin duda cambios importantes en las relaciones laborales y sociales en la isla por cuanto permitirá regular el ejercicio de actividades productivas de residentes temporales y turistas, controlar la frágil capacidad de carga de la isla, proteger un patrimonio arqueológico mundial, y dar a los rapanui un nuevo control sobre sus propios asuntos.
Hoy es el turno del Estado de Chile de honrar los compromisos adquiridos en 1888, cuando mediante un “Acuerdo de Voluntades” se anexó la isla. El acuerdo establecía la cesión de soberanía de la isla en favor del Estado chileno, comprometiéndose éste a entregar educación y desarrollo a los isleños, que mantenían su derecho de propiedad sobre el territorio y el respeto a la investidura de sus jefes. Nada más y nada menos, lo mismo que hoy exige el pueblo rapanui a Chile.