BEATRICE ÁVALOS DAVIDSON
La devastadora noticia que opacó la celebración de la Premio Nacional de Educación 2013
03.10.2013
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BEATRICE ÁVALOS DAVIDSON
03.10.2013
Dos noticias han conmocionado a la destacada académica Beatrice Ávalos Davidson en los dos últimos meses. Sólo tres semanas antes de que le entregaran el Premio Nacional de Educación 2013, se enteró que su nombre había sido postulado para esa distinción. Su sorpresa fue mayúscula ya que ella ya había firmado para que este año el premio recayera en José Joaquín Brunner. Tampoco imaginaba hasta hace poco más de un mes que el ritual realizado en 1992 para dar sepultura a los restos de su hermano Alejandro, detenido y desparecido en noviembre de 1975, había sido un error y que las osamentas encontradas entonces en un ex cuartel del Ejército, no correspondían a las de su hermano, profesor de Inglés de la Universidad Católica, quien estuvo detenido en Villa Grimaldi. Ahora, a 40 años del Golpe de Estado, ella debe asumir que Alejandro Dávalos Davidson sigue siendo un desaparecido.
Esta es la primera vez que Beatrice Ávalos cuenta públicamente ese fatídico episodio que la hizo dar un giro radical a su vida y que la llevó a alejarse de Chile por dos décadas, realizando una exitosa carrera académica por Gales, Canadá y Nueva Guinea. De ese último país, aún conserva en su departamento artesanía, pinturas y regalos que sus alumnos le obsequiaron. Pero fundamentalmente mantiene el orgullo de haber trabajado para mejorar la Educación en un país en desarrollo, proceso que continuó luego en Chile y que sigue realizando en el Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile.
–Usted inició su carrera docente en 1962 como profesora part-time de Historia y Geografía en el Colegio Mariano, trabajó como profesora en las universidades Católica de Chile y de Valparaíso hasta 1974. Luego estuvo 20 años fuera del país. ¿Las razones de su partida fueron académicas-profesionales o también personales?
Yo me fui de Chile en la década del inicio de la dictadura y no fui despedida ni maltratada personalmente. Trabajaba en un centro que habíamos creado, el PIIE (Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación), y en ese tiempo, tuve la oportunidad de ir a Inglaterra por dos años por una invitación de un decano de Educación y allá decidí que no tenía muchas ganas de estar haciendo clases en una universidad en la que no sabía si tenía espías entre los alumnos o no podía enseñar cómo pensaba. Pero lo más importante fue que, a fines de 1975, en el momento en que yo debí haber vuelto a Chile, desapareció mi hermano Alejandro, con quien yo vivía en un departamento en Almirante Barroso con Agustinas. Mi madre, que era inglesa, entre todos los dramas y esfuerzos para recibir apoyo y encontrar a mi hermano, estableció contacto con la embajada británica y fue ésta la que me aconsejó no volver. Y en la Universidad Católica me advirtieron que, si no volvía, me despedían. No volví.
-¿Usted estaba fuera del país cuando desapareció su hermano, Alejandro Ávalos Davidson?
Accidentalmente yo estaba acá cuando él desapareció. Me habían invitado a un congreso en Lima y pasé antes por Chile para visitar a mi madre y a mi hermano. Luego, cuando regresé a hacer la conexión, mi hermano desapareció a la semana siguiente. Me quedé en Chile para ayudar a mi madre y hermana en las primeras búsquedas, lo que fue atroz.
-¿Hubo alguna señal o algún rastro que les indicara qué había pasado con él?
La historia es increíble. Creímos haber encontrado sus restos a comienzos de los ‘90. En 1992 el Servicio Médico Legal los identificó como pertenecientes a Alejandro Ávalos. Yo volví a Chile, todavía estaba fuera, e hicimos un funeral… Pero el año pasado, las dos familias de las personas que habían sido encontradas junto a mi hermano en un predio que había pertenecido al Ejército, pidieron una prueba de ADN. Yo también la pedí a través del ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Alejandro Solís. Pues bien, hace poco más de un mes me comunicaron que esos no son los restos de mi hermano. Mi hermano sigue siendo un detenido desaparecido.
-¿Qué información ha podido recabar de las últimas horas de vida de su hermano Alejandro Ávalos Davidson?
En el proceso se llegó a constatar que al menos hay 20 personas que lo vieron vivo en Villa Grimaldi y que fue detenido por la DINA.
-¿Qué hacía su hermano cuando desapareció?
Era militante comunista y había terminado de estudiar Pedagogía en Inglés en la Universidad Católica en Santiago. Había egresado y estaba trabajando en Inacap. Con el Golpe de Estado, perdió inmediatamente ese trabajo. Luego comenzó a buscar otros trabajos y se capacitó para ser controlador aéreo en LAN, pero al final no lo dejaron por ser comunista. Lo mismo le pasó en el Instituto Chileno Norteamericano, donde terminó la capacitación hasta que lo llamó el director y le dijo que tenía información de que había ido a Alemania Oriental y que lo lamentaba mucho, pero no lo iba a emplear. Ante esa situación y como en el PIIE necesitábamos ayudantes, él fue a trabajar allá en un proyecto grande junto a Ernesto Schiefelbein. Desde ahí desaparece.
-¿Cuáles son los antecedentes que recogieron para concluir que había sido detenido por la DINA?
Todo está en el juicio respectivo. Hay registro de que la DINA fue a la Universidad Católica y pidió hablar con el entonces rector delegado Jorge Sweet, a quien le pidieron antecedentes del profesor Ávalos. El rector a su vez llamó a su asistente, que era Carlos Bombal, y lo instruyó para que les entregaran toda la información solicitada. En el juicio, Bombal declaró que él quiso llamar a Alejandro al PIIE, pero los agentes de la DINA le dijeron que no podía hacerlo, porque tenían órdenes de detenerlo sin testigos. Carlos Bombal no declaró espontáneamente, fue mi madre la que se enteró de su participación y de cómo ocurrieron los hechos cuando se lo comunicó el secretario general de la Universidad Católica de esa época, Francisco Bulnes Ripamonti (padre del ex ministro de Justicia y Educación del gobierno de Sebastián Piñera, Felipe Bulnes). Es por eso que sabemos con plena seguridad que él fue detenido por la DINA, que desapareció en noviembre de 1975, que estuvo en Villa Grimaldi y que se le vio hasta febrero del año siguiente en ese recinto. Esas son las razones por las que luego no volví a Chile. Además, las personas que trabajaban en el PIIE fueron todas despedidas.
-¿Su hermano se alcanzó a titular de profesor de Inglés?
No, no se alcanzó a titular, aunque había escrito su tesis y solo le faltó defenderla. Hace pocos días hubo una titulación póstuma en la Universidad Católica y me entregaron su título a mí y a otros treinta y tantos familiares de aquellos alumnos que fueron detenidos desaparecidos o ejecutados. Esto se hizo el 5 de septiembre en el Campus San Joaquín, en un hermoso acto organizado por el colectivo Memoria de la Universidad Católica y que cuenta con el respaldo de la FEUC. También estuvo presente el rector Ignacio Sánchez, quien ha asumido esta noble tarea.
-¿Por qué en las publicaciones suyas en el extranjero su nombre es Beatrice Ávalos-Bevan?
Yo me casé en Gran Bretaña, en Gales, y en general las mujeres inglesas adoptan el apellido del marido. Entonces, cuando el oficial del Registro Civil me preguntó si iba a adoptar el apellido de mi marido, yo le pregunté si me podría poner un guión y añadir a mi apellido el de mi marido, porque todos me conocen como Beatrice Ávalos y no quería desaparecer del mundo. Él me respondió: “póngase lo que quiera”. De ahí que el apellido Ávalos-Bevan lo mantengo en los mails, pero en Chile no lo uso. En mi pasaporte inglés sí aparece Bevan.
-¿Su marido también se dedicó a la investigación en Educación?
Sí, él era profesor universitario y llegó a ser rector de la Universidad de Cardiff en Gales. Estuvimos casados hasta que él murió a fines de los ‘80.
-¿Por qué abandona Reino Unido y se traslada a Nueva Guinea a trabajar, donde lo hace entre 1988 y 1994?
Lo que ocurre es que mi marido jubiló en ese tiempo. Él era mayor que yo y hacia finales de los ‘80 comienza el gobierno de Margaret Thatcher en Inglaterra, quien empieza a hacerle la vida imposible a las universidades. En la que yo estaba trabajando, por ejemplo, ordena el traslado de la Facultad de Educación. Mucha gente se fue y como mi marido había trabajado en África, tenía experiencia en países en desarrollo y como yo también lo había hecho en una organización que se dedica a esos temas en Canadá, decidimos irnos y hacer otra cosa…
-Es decir, salieron arrancando de la era Thatcher.
Bueno, mi marido estaba jubilado, no tenía más que hacer y yo no estaba comprometida con el nuevo proyecto de la universidad. Fue entonces cuando apareció la posibilidad de una cátedra de Educación en la Universidad de Nueva Guinea. Competí contra una académica australiana y me dieron a mí la cátedra. Es por eso que nos mudamos allá. Él murió al poco tiempo de embolia en Inglaterra. Yo me quedé en Nueva Guinea hasta 1994. Llegó la democracia a Chile, yo había venido antes a mi país y Cristián Cox me preguntó si quería volver y hacerme cargo como coordinadora del Programa Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación (MECE). Acepté y me quedé en el Ministerio de Educación hasta 2008. Pero luego la Universidad de Chile me pidió que postulara a un proyecto grande en el Centro de Investigación Avanzada en Educación, CIAE.
-Más allá de sus méritos académicos, ¿por qué cree que se ganó el Premio Nacional de Educación? ¿Pude haber influido su labor en formación docente?
Creo que la razón principal por la que los rectores me apoyaron en la entrega de este premio es que a mí me identifican mucho con la formación docente. En la época del Presidente Frei Ruiz-Tagle se destinó una gran cantidad de dinero a mejorar la formación inicial docente, que de verdad a mediados de los ‘90 era malísima. Los profesores habían sido tirados a la basura en la época militar y la formación sufrió un zigzagueo y un maltrato tremendo, bajándola a nivel de instituto y luego subiéndola al de universidad. Los profesores que hacían clases en la dictadura tenían poco contacto con la investigación internacional, con la academia. Había que hacer algo y a mí me encargaron con esos dineros armar un proyecto que se llamó Programa de Fortalecimiento de la Formación Inicial Docente, que cubrió casi el 80% de estudiantes de Pedagogía que estaban en 17 universidades. Esto partió en 1997 y concluyó en 2002, en el gobierno de Ricardo Lagos. A mi juicio, este proyecto debió haber continuado, pero no se hizo una segunda fase, lo que fue un error. No sé si la decisión vino de la entonces ministra Mariana Aylwin o fue una decisión del Ministerio de Hacienda.
-¿Ese programa logró algunos de los cambios deseados?
Sí, el programa logró mover la valla, entraron mejores postulantes a Pedagogía. La carrera estaba a la baja e incluso aumentaron los alumnos. Podría decir que ese éxito provocó que las universidades privadas empezaran a abrir programas de Pedagogía y volvió a producirse un problema de calidad por una apertura desregulada.
-Usted fue una de las fundadoras de Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), pero también le correspondió ser parte de la Reforma Universitaria en la década de los 60 en la Universidad Católica. ¿Cómo recuerda esa época?
Todos los años nos reunimos y este año lo hicimos en mi casa para conmemorar el 11 de septiembre y para recordar a Fernando Castillo Velasco, quien acaba de fallecer y fue un rector maravilloso de la Universidad Católica en el período de la reforma. Fue el mejor momento de nuestras vidas, íbamos a transformar la universidad en una institución moderna, participativa, abierta a la sociedad y con conciencia crítica de la nación. Ese era el gran lema.
-Por esos tiempos se definía la educación como una “herramienta fundamental para transformar la sociedad, contribuir al desarrollo de los seres humanos y ayudar a la liberación del hombre”. Transcurridos 40 años de aquello, ¿cuál es la resta y la suma que hace de ese objetivo trazado?
La educación efectivamente tiene un rol de cambio, pero a su vez sufre el embate de la sociedad y el potencial de la educación muchas veces es coartado por fuerzas sociales y políticas que la obstruyen. Ese es el tremendo problema que enfrentamos no solo en Chile: la instrumentalización de la educación para producir el tipo de persona necesaria para el desarrollo económico y para la competitividad. Esa contradicción es la que enfrentan actualmente las políticas en Educación. Por un lado deben entender el rol de cambio de la Educación; pero por otro, estar empujados por esta noción de Educación al servicio del desarrollo económico y del mercado. Y es en esa lógica en la que se inserta nuestro sistema educacional competitivo, con el financiamiento de los vouchers. De hecho, los alumnos de la educación pública municipalizada se mueven a la particular subvencionada. Y ésta adquiere un financiamiento compartido que los ayuda a ser mejores.
-El problema es que esos establecimientos educacionales subvencionados no pueden lucrar y muchos de ellos lo hacen…
No todos lucran, pero el copago les permite tener mejores condiciones que la escuela municipal.
-Y así el Estado se va desligando de la educación pública. En 1981, la educación municipal alcanzaba el 79% de la matrícula total; en 1990 el 56%; y en 2012, el 38%.
Esa es la lógica del famoso economista Milton Friedman: competitividad da lo mismo por donde, pero mejora los procesos y en el caso de la Educación solo lo hace excluyendo a algunos.
-Eso es lo que hace justamente la prueba SIMCE: promover la comparación de resultados de aprendizaje y clasificar a los buenos colegios, excluyendo a los malos.
La prueba SIMCE (Sistema de la Calidad de la Educación) supuestamente es un test de diagnóstico, pero hoy se ha convertido en una especie de fantasma que persigue a los profesores, padres y alumnos. Hace unos días hablé con Erika Himmel, quien recibió el anterior Premio Nacional de Educación y quien fue una de las personas que contribuyó a la creación del SIMCE en 1988. Ella está de acuerdo con que hemos exacerbado el rol de esta prueba y que éste no es el sentido, sino el diagnóstico. Pero reconoce que sus resultados sirven para la subvención escolar preferencial, pues al saber cuáles son los colegios más débiles se les puede focalizar los recursos, como se hizo con el programa de las 900 escuelas.
-Los gobiernos han contribuido a exacerbar la importancia del SIMCE. En el de Eduardo Frei Ruiz-Tagle se comenzó en 1995 a publicar sus puntajes y cuando Joaquín Lavín fue ministro de Educación llegó al paroxismo de tratar de implementar una herramienta de información basada en el semáforo para identificar la calidad de los colegios.
El semáforo de Joaquín Lavín fue definitivamente horrible, pero terminó rápido. Ahora se ha aumentado a cuatro las pruebas: en Segundo, Cuarto, Octavo y Segundo Medio. Entonces, lo que ocurre es que los colegios arman el curriculum para contestar estas pruebas y eso constituye una reducción de la Educación a lo que mide el SIMCE.
-Usted firmó una carta por un nuevo sistema de evaluación educacional y le dio sustento a una crítica que desde hace algún tiempo se venía haciendo al SIMCE. ¿Dudó en suscribirla o fue una acción espontánea teniendo en cuenta su experiencia como académica e investigadora?
Un joven investigador, quien es uno de mis ayudantes, Felipe Acuña, se acercó y me pidió que firmara la carta, dándome la posibilidad de cambiar lo que quisiera. En la primera parte estuve de acuerdo, pero no me gustó una sección que terminaba con “rechazamos”. La cambié y relativicé ese término por “señalamos nuestra oposición a”. Esta carta se origina en un grupo de investigadores jóvenes de los cuales hay algunos que han levantado el movimiento “Alto al SIMCE” en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.
-Su labor en educación va desde la sala de clases hasta la consultoría internacional, pasando por la investigación, la docencia universitaria y las políticas públicas. ¿En cuáles de esas áreas siente que Chile está más débil?
Hay un problema en la formación docente y Chile aparece débil porque no rinde bien en las evaluaciones internacionales. A mí me tocó coordinar la administración de una prueba sobre formación inicial docente con énfasis en Matemáticas, cuyos datos se recogieron a fines de 2008 y la versión chilena fue publicada en un libro que saqué en 2010. Los resultados fueron muy malos.
-¿Qué tan malos en comparación con otros países?
Quedamos penúltimos, sólo estuvimos mejor que Georgia. Este estudio fue solo en base a encuestas, pero incluía preguntas abiertas y situaciones sobre las que los profesores tenían que opinar y el resultado fue malo en conocimientos matemáticos y pedagógicos.
-¿Cuáles podrían ser las razones de tan mala formación docente?
La formación primaria docente es generalista, los alumnos aprenden de todo. Y si a esto se suma que la formación de educación media para los grupos sociales de clase media y bajos, que son mayoritariamente los que estudian Pedagogía, no es buena; además que la universidad no logra corregir lo que no aprendieron de matemáticas o de ciencias, tenemos un grave problema. Además, la segunda parte de la educación básica en Chile, de sexto a octavo, corresponde a media inferior en otros países donde tienen otro tipo de enseñanza, un curriculum y una formación mejor.
-¿Qué conclusiones sacó de ese estudio?
A raíz de esa investigación, me di cuenta que el sistema educacional tenía que cambiar. Mantener esta estructura de ocho años, que respondió a la época de 1965 donde había que extender la obligatoriedad a ochos años para que los alumnos se mantuvieran en el sistema, hoy no es necesario, ni tampoco continuar con la formación generalista. Desde ahí, la Ley General de Educación cambió la estructura del sistema y a partir de 2018 tendremos seis años de enseñanza básica y seis de media, lo que hace que las universidades tengan que preparar profesores para ciclos de seis años.
-Promover que aquellos estudiantes que obtienen sobre 600 puntos en la PSU puedan estudiar gratuitamente, ¿podría ayudar a mejorar la formación docente o aún es muy pronto para sacar esa conclusión?
La Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE) tiene un alto porcentaje de sus estudiantes con becas y son los mejores alumnos de colegios municipalizados y subvencionados, pero hasta ahora no sabemos su efecto y si esos futuros profesores serán buenos. Lo que sí suponemos es que tienen vocación.
-Usted dice que un maestro bien preparado debe tener comprensión de las áreas curriculares, pero la prueba INICIA reveló que el 60% de los egresados de Pedagogía no domina conocimientos básicos de su disciplina.
Sí, pero solo el 14% de los egresados dieron la prueba, por lo que no es fácil sacar conclusiones apresuradas. Además, yo tengo problemas con la forma en cómo ha sido aplicada la prueba INICIA. Es difícil, a mi juicio, establecer que la Educación es mala o buena sobre la base de esta prueba.
-¿Qué cree que pasará con el nuevo gobierno respecto del cuestionado SIMCE y de otras áreas de la Educación en las que se necesita reingeniería? ¿Se han contactado con ustedes algunos de los comandos presidenciales para analizar estas materias?
No, no lo han hecho. Pero lo que ocurra con el SIMCE va a depender mucho de a quién se nombra ministro, con qué gente trabaja y cómo se enfrentan las distintas presiones educacionales, pues este mundo no es homogéneo.
-Luego que la dictadura consolidó la municipalización y el financiamiento vía subvención, creó el SIMCE en 1988 bajo la misma lógica de mercado. Y el sistema ha tendido a la concentración de los estudiantes más capaces en algunos liceos de excelencia y al confinamiento en liceos o escuelas de los alumnos más desventajados. Bajo esa lógica, ¿cómo es posible tener educación de calidad?
Lo peor que se puede hacer es “descremar” los establecimientos. Ese es el temor que tiene el investigador Pablo Valenzuela, quien ha demostrado en sus estudios el problema del “descreme” producido por los liceos Bicentenarios. Está comprobado en educación que el efecto pares es importante y si tienes mezcla el conjunto mejora, porque hay competencia dentro pero ayuda también.
-¿Ve factible que se concrete el anhelo de una educación gratuita y de calidad en Chile?
Creo que en la educación superior gratuita y de calidad va a ser difícil, dado lo complejo que es financiar las universidades, salvo que el Estado ponga un montón de plata. Lo veo a partir del propio Centro de Investigación Avanzada en Educación, CIAE, que recibe financiamiento básico de Conicyt, pero que necesita más, por lo que termina vendiendo servicios. Y estos se pueden vender a los buenos y a los malos. Pero esto en sí no es lucro, es dinero que sirve para mantener a los investigadores, para tener áreas de investigaciones que no se financian.
-Bueno, el mismo Presidente Sebastián Piñera se refirió a la Educación como un bien de consumo.
Creo que eso fue un Piñericosas, se le debe haber ido y no lo debe haber pensado dos veces, aunque lo crea. Todo el mundo reaccionó en contra, lo que demuestra que todavía hay una visión humanista de la Educación y que no se entiende como un bien de consumo, como algo que se vende y se compra en el mercado.
-¿Cree usted que el origen de esa afirmación es muy distinto a la declaración que hizo el mismo Piñera respecto de los “cómplices pasivos” de la dictadura, lo que le ha costado grandes críticas en su sector?
Sí, esa afirmación no puede haberla dicho sin pensarla, porque sabía lo que se le venía encima de su mismo sector. Y a mí me pareció positivo que frente al tema de los derechos humanos haya tenido ese planteamiento, como algunos han dicho, que haya mostrado la posibilidad de que hay una derecha distinta, con la que se puede conversar aunque uno no esté de acuerdo con ellos. Eso ha sido lo bueno de esta conmemoración de los 40 años del Golpe.