Entrevista a la asesora del director del INE, Francisco Labbé
Mariana Alcérreca: “En el Censo 2012 sí ha habido manipulación”
26.04.2013
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Entrevista a la asesora del director del INE, Francisco Labbé
26.04.2013
Vea también el reportaje: «El director del INE habría manipulado las cifras del Censo 2012»
Descargue la declaración pública que emitió el director del INE, Francisco Labbé, tras la publicación del primer reportaje de CIPER
Mariana Alcérreca (41 años) es ingeniero comercial de la Universidad Católica y ocupa un cargo clave en Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El organigrama dice que es asesora del director, pero los 1.800 funcionarios del INE saben que ella es la eficiente “gerenta” por la cual pasan todas las decisiones importantes. Desde ese lugar ella ha sido protagonista en primera fila de la crisis que se fue incubando en la institución a partir de las decisiones de su director, Francisco Labbé y de sus tres asesores.
En esta entrevista la ingeniera comercial desmenuza los errores estadísticos del Censo 2012 y revela paso a paso cómo se fue materializando la manipulación de los datos, incluyendo una conversación con Francisco Labbé, en la que le instruye a publicar que habían sido censados realmente 16 millones 600 mil en vez de 15 millones 800 mil personas. “No te dispares en los pies”, fue la frase con la que acompañó la orden. Consciente de que ello sería un engaño grave, se las arregló para dejar la huella de que eso no era efectivo.
Muy directa y franca, cuando CIPER la abordó en el curso de esta investigación, dijo de inmediato que ella es una mujer de derecha y que no quería hablar desde el anonimato, que siempre ha dicho lo que piensa y, que esta vez, por la gravedad de la situación, con mayor razón está dispuesta a dar la cara para proteger lo que considera esencial: las bases de datos, estadísticas, índices y encuestas más sensibles del país. Y al grupo profesional que está detrás y al que ella respeta y conoce muy bien. Es la primera vez que trabaja en la administración pública, siempre ha sido consultora independiente en el mundo privado. Hasta ahora. Cuando se siente obligada a dar un paso al frente. Ella no hubiera querido nunca dar esta entrevista, y de eso no hay ni una sola duda. Y reitera que quiere dejar constancia que ni el Presidente Piñera ni el ministro Pablo Longueira intervinieron ni alteraron jamás la autonomía técnica del INE.
-Mariana, usted es asesora del director del INE, un rol clave en una institución que maneja y debe cautelar parte de los datos más sensibles del país. Nuestra investigación indica que al interior del INE se vive un terremoto, pero desde mucho antes. Testimonios de profesionales y jefes de los equipos técnicos indican cómo han sido dejados al margen de las decisiones por el director. Usted ha dicho que no quiere hablar off de record. ¿Por qué decide dar esta entrevista?
Porque antes traté de dar todas las alertas posibles tanto dentro de la institución como en el Ministerio de Economía, y no me escucharon. Y he llegado a la convicción de que se tiene que saber la verdad. Porque el INE es una institución técnicamente autónoma, que resguarda un patrimonio de gran valor para el diseño de todas las políticas públicas del país. Y como estoy convencida también de que el ministro de Economía no ha dado ninguna instrucción al INE para avalar los errores técnicos que se han cometido, respondo a esa autonomía técnica que debe tener el INE y su personal, y actúo en consecuencia.
-¿Ha sentido vulnerada esa autonomía técnica en estos días?
No, lo que ha estado ocurriendo dentro del INE es otro problema: el desmantelamiento de la institucionalidad técnica. Solo en el proceso del Censo yo puedo dar fe del desmantelamiento técnico. En el Censo sí ha habido manipulación. Y los equipos técnicos del INE permanente no han participado en absolutamente nada que tenga que ver en lo que ha pasado después del levantamiento (el trabajo en terreno del Censo).
-¿Eso significa que hasta la etapa del levantamiento el equipo técnico del INE participó normalmente de todo el proceso del Censo?
En el levantamiento participamos todos. Yo también salí a censar cuatro edificios completos. Y lo mismo ocurrió en lo que fue el diseño del cuestionario, en la decisión del cambio de metodología y en estudiar los impactos del cambio metodológico. Había un comité técnico paralelo al comité directivo del Censo. Por ese mismo comportamiento impecable desde el punto de vista profesional y técnico no me parece justo que se ensucie a la institución por el actuar de tres o cuatro personas.
-Para que todos podamos entender bien los problemas que afectan al Censo es importante reseñar lo que se hizo cronológicamente.
El Censo empieza en 2008 con los primeros trabajos en la parte cartográfica y geográfica, que es básicamente ubicar las casas en un plano para poder saber a dónde hay que llegar. Antes de que yo llegara al INE, empieza también todo lo que es diseño del cuestionario.
-¿Cuándo ingresa usted al INE?
Yo llegué al INE en octubre de 2010, como asesora part time del director nacional para hacer el plan estratégico de la institución. Y en mayo de 2011 el director me pide que me quede full time en un nuevo rol: responsable de la gestión interna. El plan estratégico –que es la definición del plan en estos tres años- se lo presentamos al Presidente de la República y a partir de mayo-junio de 2011 asumo full time este cargo más de “gerente”.
-Y cuando usted llega, ¿en qué etapa está el Censo?
Terminándose la etapa del cuestionario y ya trabajándose las estrategias de comunicaciones, reclutamiento y levantamiento. En ese minuto todavía estaban los distintos equipos del INE participando: de informática, el equipo técnico en la parte del cuestionario y había un equipo especial para el levantamiento. Estaba también trabajando el equipo de geografía y de cartografía. Ya había empezado el pre-censo: estaban en terreno. En ese momento llego. Y es ahí cuando sale el jefe anterior del Censo y queda a cargo del proceso Eduardo Carrasco, quien ya era asesor del Censo. En ese momento los de informática dejan de participar en el proceso y toma esa área una persona de confianza de Carrasco. Todo estaba funcionando normalmente. Tuvimos consultorías externas que vinieron a revisar los procesos, y fue a fines de agosto de 2011 cuando empezamos a vislumbrar la posibilidad de hacer un cambio metodológico.
-Un cambio metodológico importante, ¿cuál fue la razón de que se hiciera?
Porque se nos fue haciendo nítido que era un suicidio hacer un Censo con voluntarios y en una cantidad que hacía imposible abarcar el total de casas que se necesitaba.
-¿Cuál fue el cambio metodológico que se propuso ejecutar para este Censo?
Cambiar un “censo de hecho”, que se hace en un día y en el que la gente se censa donde durmió la noche anterior; a un “censo de derecho”, donde la gente es censada en su lugar de residencia habitual, y que se hace en más días. Metodologías para hacerlo hay muchas, y del estudio que hicimos en el INE estimamos que lo más conveniente eran tres meses lo que requeríamos.
-¿No afectaba el cambio la comparabilidad con los anteriores censos?
No, las ventajas eran clarísimas metodológicamente hablando: en los censos anteriores se había preguntado respecto de la comuna de residencia habitual de las personas. Por lo tanto, no se iba a perder la comparabilidad de los datos, que es la pregunta más importante cuando uno cambia metodología. Ahora, no se podía comparar exactamente con los tabulados de los censos anteriores, sino que el Censo anterior había que reprocesarlo sobre la base de esa pregunta: la comuna de residencia habitual. Y eso hace que las cifras sí sean comparables. Nosotros presentamos la propuesta a la Comisión Nacional Censal y el cambio se decide en septiembre de 2011.
-Es una propuesta del equipo técnico del INE…
Quiero ser transparente: la propuesta nace del director del INE y de su jefe del proyecto, Eduardo Carrasco, apoyados por mí, que les ayudé a elaborar las minutas técnicas con las que fuimos a defender el cambio al Ministerio de Economía y a la Presidencia de la República. Después se comunicó al resto del equipo, que estuvo de acuerdo al analizar los cambios que implicaba esa decisión. Eran cambios tanto en el cuestionario como en la metodología de levantamiento, pero factibles de ejecutarse en esa etapa. Además, definitivamente era la única forma de hacer el Censo.
-Porque el peligro mayor que ustedes veían era no alcanzar a censar todas las casas. ¿Hubo cuestionamientos a esa decisión?
Esa propuesta fue aceptada por el ministro de Economía primero, por la Presidencia, y finalmente por la Comisión Nacional Censal. A mediados de septiembre de 2011 sale públicamente el INE en conferencia de prensa anunciando el cambio de metodología y el por qué. No hubo mayores críticas al proceso. Porque lo principal, la comparabilidad de los datos, estaba garantizada.
-Con el cambio metodológico, ¿se alteró el clima y los acuerdos al interior del INE respecto del proceso del Censo?
En absoluto. Nosotros teníamos un comité directivo del Censo donde participaban las cabezas del INE en cada uno de sus ámbitos y que se reunía una vez a la semana y del que yo era secretaria ejecutiva. En paralelo, comienza a funcionar un comité técnico donde participa el equipo de Estudios Sociales de la Subdirección Técnica y de Levantamiento de Hogares de la Subdirección de Operaciones, para analizar todos los impactos que pueda tener el cambio en el cuestionario y en los resultados de los datos. Ahí están las minutas semanales de cada una de esas sesiones de evaluación del proceso, donde están registrados los cambios necesarios al cuestionario.
-¿Cuáles eran los peligros más importantes para evitar inexactitudes en los resultados del Censo que se vislumbran con el cambio metodológico?
El riesgo más grande es duplicar gente, o que te falte gente. Tiene que ver con la movilidad: todos los que se cambiaron de casa durante el periodo censal. Entonces, se establecieron todos los protocolos de qué hacer en el caso de, por ejemplo, que tú llegues a una casa y la persona te diga: “Yo ya fui censada en mi casa anterior”. Se empiezan a hacer las definiciones de, por ejemplo, qué pasa con los trabajadores temporeros, con las faenas mineras, con el servicio doméstico, cómo tienen que responder, en qué casos son los residentes habituales de un lugar versus los residentes habituales de otro. Así se hacen los distintos protocolos que nos permitan ir abordando caso a caso.
-¿Y cuándo surge el primer problema?
Cuando empieza el levantamiento tuvimos dificultades. Como comité directivo del Censo nunca logramos ver el plan de operaciones: cómo se iba a levantar. Por ejemplo, en Santiago era súper importante censar en fines de semana y horarios no hábiles, y ahí sí que cometimos un error. Dividimos la Región Metropolitana en cuatro regiones con cuatro cabezas que al mes de levantamiento nos dimos cuenta que había que transformar en ocho: era demasiado grande y no estábamos logrando cubrir lo que se esperaba. Cuando empezamos a levantar, el equipo informático del Censo diseñó un sistema que nos permitía tener control sobre lo que estaba pasando en terreno: cada día los encargados de local tenían que registrar en el sistema cada una de las encuestas que se iban llenando (un portafolio tiene más menos 15 cuestionarios, son más o menos 15 viviendas, cuántas se habían logrado cerrar, cuántas habían quedado pendientes para una próxima visita, etc.). En ese minuto, al equipo técnico del INE no se le da acceso a ese sistema de control diario de la operación. Nadie del equipo técnico tuvo la clave. Hicimos varias reuniones para poder ir viendo los avances. Empezamos a hacer reuniones semanales donde cada jefe de zona en Santiago iba a explicando qué porcentaje de cobertura llevaba, teníamos informes diarios desde las direcciones regionales, de manera que ante un problema que se generaba en una región, poder encontrar una solución y repartirla a todo el país en la medida que fuera aplicable. Actuamos bastante ágilmente en ese sentido, pero no con toda la transparencia debida porque no todos tenían acceso a la información.
-¿Cuánto le cuesta al Estado de Chile realizar el Censo?
Sólo para los trabajos de 2012 fueron $16.700 millones. En el INE hicimos la comparación de cuánto cuesta el Censo en otros países, y el estándar va, si mal no recuerdo, entre 3 y 5 dólares por persona censada. Nosotros estábamos dentro del rango, no estábamos haciendo un derroche de plata. Así, todos los problemas se fueron solucionando, hasta que, a medida que nos íbamos acercando a la fecha final, nos damos cuenta que no llegamos…
-¿Qué significa “no llegamos”?
Que no vamos a lograr cubrir el total de las viviendas del país en el periodo que nos habíamos propuesto. Nosotros propusimos, en principio, terminar el 30 de junio de 2012. Y no llegábamos. Empezamos a ver las curvas de rendimiento y evidentemente al principio uno avanza más rápido y al final más lento. Porque al principio ninguna casa está censada y luego tienes que ir repasando, falta una casa en esta cuadra, otro departamento en otra esquina. Cuando comenzamos a hacer los primeros cierres de datos, nos damos cuenta de dos hechos: uno, estábamos llegando a un dato de población considerablemente menor al que las proyecciones de población para el 2012 nos decían. Y dos, había preocupación por dos indicadores bien importantes en un Censo: la cantidad de viviendas con moradores ausentes -casas que tú ves que hay gente que vive ahí, pero no están– y la cantidad de viviendas desocupadas. Entonces vino un fuerte apretón operativo para disminuir esos porcentajes muy altos y para asegurarnos que estaban correctas esas cifras de viviendas desocupadas y de viviendas con moradores ausentes.
-¿Cómo fue ese apretón?
Tenemos una reunión en la que el equipo técnico con los datos del sistema, proyectan las cifras hacia el final del proceso y dicen: “Vamos a llegar a 15 millones 800 mil personas censadas”, más el porcentaje de moradores ausentes -en ese minuto estábamos cerca del 4%-, más aproximadamente 10% de viviendas desocupadas…
–¿Estamos hablando de qué fecha?
Junio de 2012. Porque el 30 de ese mes teníamos que cerrar, y finalmente nos extendimos todo el mes de julio censando. Pero en esa reunión nos damos cuenta de que definitivamente estamos muy lejos de las cifras de proyecciones de población. Hablamos con la gente de Demografía, la que nos dice que eso es explicable porque los supuestos sobre los cuales se construyen las proyecciones de población pueden no estarse cumpliendo. Por la metodología que yo logré entender en ese minuto, había supuestos que no se estaban dando y por lo tanto era factible encontrar menos población de la que se suponía por las proyecciones.
-Vamos a los números, comparemos las proyecciones con los datos duros que el levantamiento les empieza a arrojar en junio de 2012.
Según las proyecciones de población este país debería tener 17 millones 400 mil habitantes. Y con los datos a la vista, si sumábamos los que habíamos censado, más los moradores ausentes, estábamos llegando a 16 millones 384 mil. Metodológicamente, no es raro que la cifra de 17 millones 400 mil no se cumpliera. Ahí se produce un quiebre importante entre el director y los equipos técnicos porque al director le cuesta explicar esta diferencia y la gente del mundo técnico exige la rigurosidad técnica que corresponde. La diferencia entre la cifra de población a la que nosotros vamos a llegar y las proyecciones, debía ser explicada al país. Y formas de explicarlas hay. Había que sincerar la cifra censada real y decir que el resto, para llegar a los 16,3 millones, eran estimados. En el fondo, hay que decir cuantos formularios contestados realmente tenemos y cuanta población estamos estimando. La respuesta del director fue sacar al equipo técnico del INE del Censo, el que revisa todos los productos del INE, con el argumento de que ellos están boicoteando el Censo, lo que no comparto en lo absoluto porque fueron un tremendo apoyo en todo el proceso.
-Si se entiende la importancia del Censo en la decisión de políticas públicas, lo que corresponde en el proceso es absoluta transparencia de los datos.
Así es, sin olvidar que, además, los censos son bien observados desde todos los organismos internacionales porque son metodologías tan universales y que permiten comparar índices y muchos indicadores. Si queremos comparar Chile con cualquier otra economía, con cualquier otro país, los datos censales son clave para ello. Por eso es muy importante que las cifras sean puras. En ese minuto se produce una discusión técnica muy acalorada en la que se ubican por un lado, Marcela Cabezas -entonces subdirectora técnica- y Andrés Bustamante, jefe de Estudios Sociales; y por el otro, el director.
-¿Qué ocurrió cuando terminó el levantamiento?
Termina el levantamiento y el sistema nos arroja 15 millones 800 mil personas de población. Ese sistema es conteo manual. O sea, yo te censé en tu casa, me dijiste que en tu casa había dos hombres y dos mujeres, yo anoté el total de los 15 cuestionarios, cuántas mujeres, cuántas hombres, qué total había en el portafolio y eso se digitó. Es como el conteo a boca de urna en el contexto de las elecciones. Y con eso se entregan las cifras preliminares del Censo el 30 ó 31 de agosto de 2012. La población censada son los 15 millones 800 mil. Si asumimos que hay un porcentaje de viviendas con moradores ausentes y estimamos esa población, deberíamos llegar a un total de población estimada de 16 millones 400 mil personas. La diferencia es si tú dices que los 16 millones 600 mil es población censada o dices que es población estimada, cifra que incluye los censados más la estimación de las personas en las viviendas con moradores ausentes. Si tengo efectivamente censados 15 millones 800 mil o tengo 16 millones 600 mil. Ahí comienza la discusión, de qué cifra y cómo se va a entregar. Y ahí ya no participa el equipo técnico: estaba marginado.
-¿Quiénes participaban en esa reunión?
El director, Eduardo Carrasco, yo y, a veces, los dos asesores del director: Maximiliano Raide y Sebastián Mathews. Sebastián estaba a cargo del tema comunicacional. Y ahí viene el problema grande que se produce porque yo me mantuve en la posición del equipo técnico: mostremos los 15 millones 800 mil efectivamente censados, y digamos qué le sumamos para llegar al total de 16 millones 600 mil. Y el director me dice: “No, vamos a decir que censamos 16 millones 600 mil”. Yo digo: “Pero es que eso no es verdad”. Y él me dice, textual: “No seas huevona, no te dispares en los pies”. Yo lo miro y digo: “Prefiero ser huevona a mentirosa”. Entonces me dice: “Todo depende de cómo tú lo presentes”. Pero como a mí me tocó escribir el documento de entrega de resultados preliminares, registré siempre “población estimada” y nunca “población censada”…
-Eso lo comprenden solo los entendidos…
Lo entienden solo algunos y, por supuesto, no fue como salió en la prensa. Si usted se fija (lee el documento): “Los resultados del Censo 2012 indican que la población estimada en Chile es de 16.572.475 habitantes”. Ahí hay un segundo problema que se nos presenta: que como cobertura de viviendas estábamos llegando a más de un 100%, cosa que es imposible de explicar, se decidió hacer un ajuste que está explicado en el mismo documento: “A las viviendas totales del pre-censo se le sumó una estimación de la construcción de viviendas entre que terminó el pre-censo en esa comuna y la fecha del censo en esa comuna”. Y por lo tanto, aumenta el total de viviendas y disminuye a menos de cien por ciento la cobertura. ¿Qué es importante decir? El dato de cobertura de viviendas no mide la calidad de un Censo. Según todos los papers internacionales lo que mide la calidad de un censo es la omisión de población, no de viviendas, porque uno no tiene ningún dato que le permita decir con exactitud cuántas viviendas hay. Como se habló de una cobertura del 98% de las viviendas, a partir de ahí el director y sus asesores empiezan a hablar del “mejor Censo de la historia de Chile”, porque la información que existe de los censos anteriores te hablaba de coberturas menores.
-¿Y se estaba comparando cobertura de viviendas con omisión de personas?
Lo que no es comparable. Solo podemos estimar la omisión total en personas una vez que se hacen los ajustes de población, un trabajo que hace el equipo de Demografía en conjunto con Celade (Centro Latinoamericano de Demografía). Además, la bibliografía que hay al respecto indica que la calidad de un censo es muy difícil de medir. ¿Cómo dimensionas si, por ejemplo, la capacitación a los censistas mejora la calidad de los datos? Se supone que uno debiera decir que sí. ¿Pero cómo la mides? Por eso, el único dato oficial para medir la calidad del Censo es la omisión de población.
-¿Cómo se define “omisión de población”?
Con el Censo anterior, con los datos de estadísticas vitales de nacimientos y muertes en el periodo, y si estás tomando las edades de las personas diez años atrás y las proyectas diez años más, puedes estimar sin necesidad de un censo cuánta población habrá en Chile. Eso es lo que hace Demografía. El principal trabajo de los demógrafos es estimar los cambios demográficos en la población y, por lo tanto, ser capaz de decir cuál es población estimada en un momento del tiempo en el país. Con ese ajuste, que se hace posterior al Censo y en conjunto con Celade, uno llega a decir “la población proyectada para el año 2012 es X número”. Ese número, menos el dato de población censada, te dice cuántos chilenos no censaste. Y eso te dice qué porcentaje es la omisión. Pero aquí el problema es que salimos a la opinión pública con una población censada de 16 millones 600 mil, cuando en realidad debimos decir que la cifra de población censada es de 15 millones 800 mil, más el porcentaje de viviendas con moradores ausentes, lo que hace que la población estimada sea de 16 millones 600 mil.
-¿Y por qué no salió así en los diarios?
Porque hubo una decisión del director del INE, Francisco Labbé, y de Eduardo Carrasco de no decirlo así porque era dispararse en los pies. Porque esa fue la estrategia de comunicación que se adoptó para sustentar el anuncio de que este era “el mejor Censo de la historia”.
-¿Hizo algo cuando usted supo que esa cifra errónea iba a ser entregada por el propio Presidente Piñera?
En ese momento, logramos que esas cifras preliminares no fueran entregadas ni por el Presidente ni por el ministro de Economía. Eran los últimos días de agosto de 2012 y el problema por la cifra de la Casen había explotado en esos días. Dijimos: “ninguna cifra que entregue el gobierno es buena en este momento”, por lo tanto, esta información la entrega el INE directamente. En ese minuto yo enciendo la alerta.
-¿Dentro del INE?
Sí, en una reunión con el director, Eduardo Carrasco, Sebastián Matthews y Max Raide, además de Raúl Sepúlveda, yo les digo: Director, es su decisión, pero este problema va a estallar en marzo cuando tengamos que entregar las cifras oficiales y la base de datos. Porque, dado que en este caso particular están las direcciones, en la base de datos no se pueden duplicar ni inventar direcciones. Eso sí que sería fácil de detectar. Simplemente, estamos trasladando de fecha el problema: de agosto a marzo. A esas alturas, el equipo técnico del INE ya no existía en el trabajo del Censo y se empieza a trabajar con el escaneo de todos los formularios en una empresa externa, la que finalmente hace entrega de la base de datos total con todos los formularios escaneados. ¿Qué pasa entre agosto de 2012 y enero de 2013? No tengo idea. ¿Cómo se hicieron las validaciones? No lo sé. ¿Cómo se hicieron las imputaciones de los datos en aquellas casas donde las personas no responden? Tampoco lo sé, ni yo ni nadie del equipo técnico del INE. En principio, el acuerdo era que las reglas de validaciones e imputaciones se trabajaban en conjunto con el equipo técnico. Lo que no se cumplió.
-¿Por qué ese secreto para un trabajo tan técnico como importante? ¿Cuál es su explicación?
Ni el director ni sus tres asesores, Eduardo Carrasco incluido, quisieron que ese trabajo lo viera el equipo técnico, porque se iban a dar cuenta de cuáles eran los errores más graves que había en el proceso del Censo. A mí tampoco me dan acceso. De hecho, a mí me entregan en un momento un documento sobre cómo van a validar e imputar datos y les digo: “Yo no entiendo de esto y no lo voy a validar. No me pidan la firma para esto. Yo se lo paso al equipo técnico”. Y me responden: “No, no, no, el equipo técnico no puede tener esto”. Y no lo firmé.
-¿El equipo técnico no reclama, no pide integrarse al trabajo de validaciones e imputaciones como estaba establecido?
Sí, reclamaron, y en reiteradas oportunidades porque era una situación absolutamente fuera de lo normal. Fue ahí que el director decidió despedir a la subdirectora técnica Marcela Cabezas. No lo hizo en agosto del año pasado porque ella técnicamente es intachable y, mal que mal, el equipo técnico lleva todos los otros productos del INE: IPC, encuesta de seguridad ciudadana y todas las cifras sensibles, empleo, sectores económicos, encuesta suplementaria de ingresos.
-¿No hubo un problema ideológico en las disputas entre el director y la subdirectora técnica Marcela Cabezas?
No, jamás. Porque esto es matemática. ¿Qué podría tener que ver sumar personas con un problema político?
-Usted es una mujer de derecha y partidaria del Presidente Sebastián Piñera, ¿no es así?
Sí, efectivamente soy una mujer de derecha y partidaria de este gobierno, pero primero soy profesional. Y tengo un respeto absoluto por el Presidente Piñera. Me tocó participar en varias reuniones con él, y me asombra y me admira su capacidad de retención, de análisis de la información que se le presenta, la velocidad a la que es capaz de ir entendiendo las situaciones. Él me genera una gran admiración.
-Si ni usted ni el equipo técnico del INE saben cómo finalmente se imputó el Censo 2012, ¿quién lo sabe?
Eduardo Carrasco y su equipo. Nosotros en enero tenemos una primera reunión para definir la fecha de entrega de datos. Siempre habíamos hablado de marzo. Esa fue una promesa que se hizo a la Presidencia y que se mantuvo a pesar del cambio de metodología. El equipo de Censo se comprometió a entregarle la base de datos al área de Comunicaciones del INE el 15 de febrero. Yo no estuve en Chile para esa fecha, me tocó viajar con el director a la conferencia estadística de Naciones Unidas. Y la fecha no se cumplió. Volvimos el 3 de marzo: “¿Qué pasa con la base de datos?”, preguntamos. Nos responden: “No está lista todavía, no hemos visto un solo dato”. Y yo le digo al director: “No se case con ninguna fecha mientras no vea la base de datos”. Teníamos un compromiso con el Presidente y un compromiso con los indicadores internos de medición de gestión del INE de que no podía ser más de 240 días después de finalizado el proceso de levantamiento, por lo tanto, no nos podíamos pasar del 28 de marzo. Y a esas alturas, yo no había visto ni un dato. Sin embargo, sabía que ya estaban circulando algunos, por ejemplo, el porcentaje de católicos, el porcentaje de personas que había declarado que convivía con parejas del mismo sexo. Datos relativamente simples de sacar de una base de datos.
-¿Eran filtraciones hacia qué personas o entidades?
Internas, que desde el Proyecto Censo se las hacían llegar directamente al director.
-¿Las pidió el propio director?
Entiendo que sí. De hecho, en el Congreso me tocó un día escuchar al director entregando el porcentaje de católicos. “No, si no bajan tanto los católicos, solo un 2% no más respecto al Censo anterior”, le dijo en el Congreso a un abogado de la Secretaría General de la Presidencia. Le dije luego que eso no debe hacer, que no corresponde que el director del INE esté adelantando cifras. Finalmente, el director hace un viaje a Arica a mediados de marzo y el jefe del Censo, Eduardo Carrasco, se sienta conmigo y me dice: “Mariana, tengo un problema, con la base de datos estoy llegando a 16 millones 300 mil”. Le respondo que es grave porque cómo vamos a llegar a menos población que la que dijimos en agosto. ¡Imposible! “La diferencia la hacen esas personas de aquellas viviendas con moradores ausentes que estimamos en la primera vez”, agrega. ¿El director sabe?, le pregunto. “No”, dice. El director llega al día siguiente. Me voy a su oficina y le digo lo que pasa. De inmediato Labbé llama a Eduardo Carrasco. Y escucho que le dice: “Pero esto hay que arreglarlo, tienen que ser más, agrega la población”.
-¿Eso es lo que usted escuchó que le dijo Francisco Labbé a Eduardo Carrasco cuando el primero supo que había una diferencia con la cifra preeliminar de personas censadas entregada en agosto de 2012?
Así es. Estábamos a puertas cerradas en la oficina del director. Y es precisamente ese diálogo lo que me hace estar dando esta entrevista que créame no hubiera querido nunca dar.
-¿Esa es la certeza -después de que conoció el proceso paso a paso- que la lleva a decir que la cifra final del Censo 2012 fue manipulada?
Sí. Primero hay engaño al incluir a los moradores ausentes a la cifra de los realmente censados, pero aquí se agrega población directamente.
-¿No intentó hacer algo para parar esa manipulación?
Absolutamente, claro que lo intenté y en las instancias correspondientes. Primero, con el director y Eduardo Carrasco, no pude, y entonces empezó en paralelo el tema comunicacional para determinar cómo íbamos a entregar los datos. Y los asesores comunicacionales de Labbé deciden que hay que decirle a la Presidencia y al ministro de Economía que entreguen los datos. Me niego rotundamente.
-¿Por qué se negó?
Porque no se puede exponer al Presidente y al ministro, sin que sepan la información real de la manipulación de datos, a salir dando cifras erróneas. Yo tengo que proteger al gobierno y a la institución para la que trabajo, que es técnica y del Estado de Chile. Lo dije en reiteradas oportunidades. No me quisieron escuchar. Tuvimos una reunión interna y el director estuvo de acuerdo en ese minuto. De hecho, sacó a Sebastián Matthews como encargado de Comunicaciones y puso a Marcela Martínez como responsable de la entrega de los datos del Censo. Porque la decisión era sacar al Presidente y al ministro del escenario de la entrega. Misteriosamente, a la semana siguiente, nos llaman del Ministerio de Economía a una reunión. Va Marcela Martínez, el director y yo. En esa reunión está el jefe de gabinete del ministro y gente de comunicaciones del ministerio, y se habla de cómo se van a entregar las cifras y empiezan a armar el “evento” donde el Presidente entregará las cifras del Censo al país. Allí digo: “Me parece que es un riesgo que el Presidente y el ministro den los datos del Censo”. Mi argumento, sin decir nada de la manipulación, fue que en un año electoral, en un periodo donde la oposición ha estado constantemente atacando todas las cifras que salen del gobierno, tenemos que blindar al gobierno, que todos los flancos lleguen al INE, el que técnicamente podrá defenderse, pero no tenemos por qué exponer al ministro y al Presidente a entregar datos que después pueden ser cuestionados con verdades o mentiras.
-¿Cuál fue la respuesta del equipo del Ministerio de Economía?
En ese minuto me hacen callar, diciéndome: “No te atrincheres. Si hicimos el mejor Censo de la historia, si logramos contratar a esa cantidad de gente, si tuvimos un índice inédito de cobertura, por qué como acto republicano, el Presidente no va a dar las cifras”. Y agregan: “A no ser que haya alguna información que nosotros no tengamos”. El director calla. Volvemos al INE, me encierro con el director en su oficina y le digo: “Director, usted y yo sabemos que va a haber críticas a los datos. Usted y yo sabemos que sí estamos escondiendo algo. No puede permitir esto”. No me escucha. Dos días después, nos citan a la Secretaría de Comunicaciones de la Presidencia, a Programación. Y escucho cómo se va a montar el evento. Ahí mi angustia fue horrorosa. Tanto que lo único que dije en esa reunión fue: “Es primera vez que en los censos el Presidente entrega los datos”. Una persona de Programación dice: “Es importante lo que tú estás diciendo”. Pero ahí quedó. Volvimos al INE. Nuevamente intenté convencer al director. Éste me hace callar, me dice que el capitán de un barco y los líderes no pueden mostrar angustia. Poco después, tomo el teléfono y llamo a la única persona del Ministerio de Economía con la que tengo cercanía y le cuento el problema: “Ayúdame, hay que parar este evento. No puede estar el Presidente con el ministro dando los datos, porque hay información que no corresponde”. Para entonces, ya teníamos un informe de un consultor internacional en demografía que había mirado la base de datos y que nos había dicho que los índices de masculinidad que estaba dando la base de datos no tenían una explicación demográfica, que no se explicaba por qué había 200 mil hombres menos. Y estima que la “omisión de población” estaría cercana al 4,8%. Con ese índice de omisión, en ese mismo minuto, el Censo pasaba de ser el mejor de la historia a ser el peor, por lo menos de los últimos tres.
-Ese informe, ¿quién lo conoce?
Ese documento lo conoce todo el equipo de Demografía y el director. Por lo que sé, este demógrafo no tuvo acceso tampoco a la base completa del Censo, le pasaron solamente la parte demográfica. Entonces, él asumió que los 16 millones 600 mil que le estaban reportando, era población censada. Incluso así estimó la omisión en un 4,8%… A la espera de lo que me dijera la persona a la que llamé del Ministerio de Economía, me fui a la oficina del director: “Renuncio, no me la puedo con esta mentira. Hasta aquí no más llego”, le digo. Y su respuesta fue: “No te puedes ir, porque si te vas ahora dejamos en evidencia que hay un problema. ¿Qué quieres que haga para que te quedes?”. Le respondo: “Quiero que diga la verdad”. Él tomó el teléfono y se comunica con el jefe de gabinete del ministro. Le explica que hay un informe de un demógrafo que dice que faltan 200 mil hombres. Es todo lo que dice. Para entonces, mi único objetivo era bajar al Presidente y al ministro Longueira de esto. El evento estaba fijado para dos días después. Si los datos los entregaba el INE, adentro nos hacemos responsables, pero no queda manchado el sistema completo. Entonces, del Ministerio de Economía llaman al director y le dicen que el rumor es que Mariana Alcérreca renunció porque le faltaban 200 mil hombres. Y agregan: “Mira la histérica”. Finalmente, el acto se hizo tal cual estaba planificado. Yo dije que no quería participar. Lo que terminó por saturarme y de clarificar que todo estaba mal hecho fue que el día anterior al acto tenemos la información de la filtración a la prensa…
-Se hizo investigación interna por esa filtración.
Se dio la instrucción de que se iniciara el 18 de abril. Nos costó mucho convencer al director.
-¿Hay personas que no son funcionarias y que conocieron los datos?
Hay una persona no funcionaria que conoció los datos: Maximiliano Raide. Cuando el problema de la filtración estalló, Raide no había firmado el documento de confidencialidad, porque no es funcionario pero sí lo había hecho Sebastián Mathews y éste empezó a exigir que le devolvieran el documento. Fue el fiscal del INE el que me lo dijo: “Mariana, Sebastián mandó a su secretaria a pedir que le devolvieran el papel de confidencialidad que él había firmado”. Le dije que por ningún motivo se lo devolvieran, que eso era lo que correspondía.
-¿Por qué el director no quiso instruir una investigación por la filtración a El Mercurio?
El día de la entrega de los resultados nos llegó un mail de la Presidencia, de María Irene Chadwick, la jefa de contenidos, preguntando “quién filtró los datos”. En paralelo, cuando en esa mañana se ven los datos en El Mercurio, me llega un mail de Andrés Bustamante, jefe de Estudios Sociales, diciendo: “En la prensa dicen una serie de cosas que no son ciertas”; y un mail de Demografía que señala todos los errores publicados en El Mercurio.
-Déme por favor un ejemplo.
La tasa de fecundidad: la calcularon simplemente tomando el total de hijos y el total de mujeres en edad fértil, y lo dividieron, por desconocimiento de cómo se calcula y por no preguntar a la gente de Demografía. Y ese cálculo erróneo lo hizo el propio director. Y lo sé porque a la semana, en una reunión con el equipo de Demografía, cuando nos dicen por qué hay un error y cómo se calcula la tasa de fecundidad –que se calcula desde las estadísticas vitales- el director dijo que la cifra entregada la había calculado él mismo. La filtración la hizo alguien que tuvo acceso al documento de síntesis de los resultados que se iba a entregar al día siguiente. Allí estaba la errónea tasa de fecundidad que después debió corregirse, al igual que las otras cifras con errores.
-Según su experiencia, ¿pueden personas que no están sujetas al secreto profesional, a la confidencialidad, tener acceso a informes tan sensibles como empleo, IPC, a los informes de mercado del INE?
Es algo que incluso con solo el sentido común se responde: ¡no!
-Se lo pregunto también porque el director, junto con despedir a Marcela Cabezas, la subdirectora técnica, despidió además a la encargada de Comunicaciones, Marcela Martínez, a la que acaba de reemplazar la periodista Carmen Paz Maldonado, quien pertenece a una empresa de comunicación estratégica, Vox Com, la que tiene clientes del mundo financiero.
Así es. Y el director está consciente de ello. Pero creo que él confía que si le dijeron que no iban a traspasar datos hacia afuera anticipadamente, así será. Lo que me parece un poco peligroso para el nivel de confidencialidad que se debe respetar al trabajar en el INE. Pareciera que al director eso no le preocupa tanto. Lo que más ha resaltado en su gestión es “el mejor Censo de la historia” y el proyecto de ley: el INE autónomo. Ahí focalizó exclusivamente sus esfuerzos.
-Mariana, en la sucesión de errores que usted ha relatado y por las declaraciones de los jefes técnicos luego del despido de Marcela Cabezas, queda claro que en el centro del problema ha estado la gestión del director, Francisco Labbé. ¿Cuál es el problema con el director?
El director quiere que su censo sea “el mejor de la historia”, y lo sostiene como sea. No se quiere reconocer que aquí hubo errores. Porque posiblemente el problema es mucho más simple de resolver. Si la base original existe, la base de los 15 millones 800 mil, podríamos perfectamente tener buenos datos, pero se le agregaron datos a esa base. Entonces las tres fe de erratas que han salido, con varias correcciones cada una -el 3, 9 y 22 de abril- se deben a que no hicieron bien la cuadratura.
-Explíqueme eso por favor…
Por ejemplo, el equipo de Demografía nos dice que en los tabulados entregados las mujeres que no declararon fecundidad son un millón 100 mil. Con simple criterio y sentido común, ¿cómo un millón 100 mil mujeres a las que le hacen la pregunta “tiene o no tiene hijos vivos” no la contestan? Al menos, raro. ¿Por qué yo voy a querer negar mis hijos? Analizamos los censos anteriores, de 1992 y 2002, y esa cifra gira en torno a las 300 mil. ¿Cómo llegábamos a un millón 100 mil? Fe de errata: bajaron a 200 mil. Lo que nosotros suponemos que ocurrió es que ese millón 100 mil se debe a todas las mujeres que agregaron en la base como moradores ausentes y las otras que agregaron.
-¿Cuál es la importancia de llegar a registrar datos con la mayor exactitud en un censo? Se lo pregunto porque para algunos las objeciones suyas y del equipo técnico podría ser la pataleta propia de un tecnócrata que se ha enamorado de la función pública.
Mire, es la primera vez que trabajo en la función pública y le debo decir que si no he concretado mi renuncia es por lo mismo que le dije al director: “no me voy, porque aquí hay 1.800 personas que se merecen lo mejor de nuestro trabajo”. Respecto al fondo de su pregunta: efectivamente el dato de población total se puede corregir, porque con las proyecciones de población y el trabajo que va a hacer ahora Demografía y Celade, el dato de población total vamos a poder tenerlo. Pero hay muchos otros datos relevantes que sí dependen de la rigurosidad de los datos del Censo.
-¿Cuáles por ejemplo?
Están todos los datos de vivienda. De hecho es “Censo de Población y Vivienda”. Mire, el Censo se usa como pivote para todas las políticas públicas. Además, se usa como insumo para la repartición de recursos para cada uno de los poblados y comunas. Y lo más importante: el Censo y el pre-censo son herramientas fundamentales para construir el marco general desde donde se obtienen todas las muestras de levantamiento de todas las encuestas oficiales sociales del INE y del gobierno, del Estado: encuesta de seguridad ciudadana, encuesta de empleo, la CASEN. Todas las encuestas sociales que sacan muestra desde el INE, tienen como pivote el pre-censo y el Censo para un marco muestral completo. Ese tipo de decisiones se toman con el Censo, decisiones que afectan la vida de las personas en cada comuna del país. Todas las políticas públicas pasan por el Censo.
-Pareciera por sus dichos que usted sí se enamoró de la función pública que se hace en el INE.
Tengo que ser una agradecida, porque me tocó el año pasado participar en la Conferencia Estadística de la OCDE y hubo un tema muy importante respecto del censo en los diferentes países. Porque los censos son muy caros, y si no son para contar población, entonces la pregunta que un país se debiera hacer es ¿para qué lo hacemos? Y la conclusión que saca la Comisión Estadística de la OCDE es que finalmente el gran objetivo de un censo es para construir los marcos muestrales de vivienda que te permiten hacer todas las estadísticas sociales y las expansiones de la población. ¿Y cómo le explicas a un gobierno que el INE y todas las estadísticas públicas necesitan esa cantidad de recursos?
-Mariana, ¿está consciente que con esta entrevista la pueden despedir?
Absolutamente. Es más, estoy consciente que con esta entrevista tengo que renunciar. Me parece que ya dije en todas las instancias lo que tenía que decir. Y no me escucharon.
-Finalmente, ¿siguen faltando 200 mil hombres?
Creo que sí. No tengo acceso a la base de datos. Según el consultor internacional son poco más de 4,8% de los 16 millones 600 mil los que faltan. Pero creo que esa cifra será aún mayor después que se haga la auditoría que se debe hacer. No tengo idea qué base de datos se va a entregar a la opinión pública. Tampoco la que se le va a entregar a Demografía y a Celade para que trabajen en conjunto las proyecciones. Son profesionales que nunca supieron que en ese total de población ya estaban incluidos los moradores ausentes y que también hay población agregada. Por eso doy esta entrevista. Porque no se puede tocar al INE y su credibilidad. Es parte del patrimonio de este país. En el INE he constatado cómo un conjunto de 1.800 personas está convencida que mientras mejor haga su trabajo, con independencia de todo compromiso ajeno a su función, se puede aportar a mejorar la vida de la gente. Son 1.800 personas que trabajan honestamente y muy bien. ¡No pueden destruir esos equipos! Por favor, entiendan lo que está en juego.