Crisis política y legitimidad del movimiento estudiantil
Roberto Méndez (Adimark GfK): “Con los datos que plantea CIPER queda claro que el sistema se agotó”
12.09.2011
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Crisis política y legitimidad del movimiento estudiantil
12.09.2011
-¿Qué pasa con un sistema que permite que algunos diputados sean electos con un 7% de representatividad respecto del total de mayores de edad que hay en sus distritos, como lo demuestra la investigación de CIPER?
Es una señal del agotamiento de nuestro sistema político y electoral. Creo que ya es bastante evidente y estos datos son una evidencia más que se agrega a este hecho. Probablemente ésta es una reacción de las personas a esta falta de representatividad en el sistema. Esto no sólo es producto de los que no están inscritos, que es el caso de los más jóvenes, sino que también de los que estando inscritos no van a votar o no se manifiestan o votan en blanco o nulo.
-¿Esto es algo que se extrapola a todo el espectro político o sólo se concentra en el Congreso?
Las encuestas de opinión nos indican que las personas no se sienten representadas especialmente por el Congreso. Este sistema electoral que se aplica al Parlamento no es el mismo que corre para el presidente o para los alcaldes. Hay una mezcla de cosas, pero lo general es que en Chile tenemos una crisis de representación. Sobre eso se está generando un consenso y los datos de CIPER son un elemento muy valioso para confirmar la idea de que el sistema político se agotó. Hay distintas opiniones del rol que tuvo el sistema político que se creó y que nos ha regido durante los últimos 20 años.
-Cuando se refiere al sistema, ¿es al sistema político completo o sólo al binominal?
Fundamentalmente, al sistema binominal. En el sistema de elección presidencial hay un mayor grado de legitimidad al ser unipersonal. Pero es el sistema binominal el que le ha hecho perder legitimidad al Congreso, aunque no es sólo eso. Esto se explica también por la falta de legitimidad que tienen los partidos. La crisis del sistema político no sólo incluye al sistema binominal, sino que también una reforma al sistema de los partidos. Hay que revisar su estructura democrática interna porque la verdad es que en un sistema binominal, los partidos son muy poderosos: al final, son los que nominan a los representantes, pero carecen de un sistema democrático transparente. Uno ve que los partidos están cautivos de grupos, de cúpulas, de máquinas. Entonces no es sólo el binominal, sino que el fenómeno de los partidos también forma parte, y a eso se le suma un tercer tema: la reelección prácticamente indefinida que presentan los diputados y senadores, donde vemos a algunos que se han eternizado en los cargos.
-Uno de los factores que inciden en la baja participación política, principalmente en los jóvenes, es que elección tras elección los parlamentarios son casi los mismos.
Efectivamente. Muchos de ellos llevan más de 20 años en el Congreso, lo que ha dado origen a una profesionalización de la política. Lo que vemos es que hoy, lo que llamamos “clase política”, es en realidad un grupo de personas que se ha dedicado de forma profesional a la política como una carrera de vida, como si fuera su carrera profesional. Eso tiende a separarlos, desde el punto de vista de la ciudadanía, de la gente común. Este agotamiento del sistema político requiere revisar el binominal, que es parte del problema, pero además está el tema de los partidos, la reelección y, probablemente lo más complejo que es la inscripción automática, que por sí sola no soluciona mucho. Si al final, con o sin inscripción automática, la gente que no quiere votar no lo va a hacer. Ese no es el tema. Lo que hay que hacer es lograr que la gente se sienta representada y para eso, creo que los tres pilares son una revisión tanto del binominal, como de la democracia al interior de los partidos y la reelección indefinida.
-¿Cómo se mejora la estructura de los partidos para acercarlos a la gente?
Probablemente por medio de primarias vinculantes al interior de los partidos. Con eso, la gente participaría en las nominaciones y dejaría de ser un acuerdo de estas mismas cúpulas no representativas. La misma elección de las cúpulas y su renovación es un tema. La gente ve a los partidos y se encuentra con directivos que llevan 20 ó 30 años en sus cargos, que van rotando. Todo esto ha sido un atentado para la legitimidad de los sectores políticos.
-Pero todos esos cambios son a largo plazo.
No es fácil cambiarlo porque tampoco tenemos claro cómo se cambia ni por qué se cambia. Podemos cambiar el sistema binominal, pero hay muchas opiniones y muchos sistemas, todos con sus ventajas y desventajas. Creo que trabajos como el que están haciendo ustedes son elementos para abrir una discusión que tiene que ser amplia. No es sólo el sistema binominal.
-En el oficialismo son pocos los que consideran la opción de cambiar el binominal. Algunos dicen que sirvió para equilibrar las fuerzas políticas y que podría ser momento de revisarlo, pero no estiman que necesariamente influya en la poca participación de la ciudadanía.
Con los datos que ustedes plantean queda claro que el sistema ya se agotó. Creo que no es momento de una discusión más académica, de mirar hacia atrás y ver si fue bueno o malo. Sentarse en una discusión eterna para evaluar lo que fue este sistema, si viene de la dictadura y si es legítimo o no, no es lo más relevante. Cumplió un rol y un ciclo, pero eso hay que dejárselo a los historiadores y analistas. La evidencia que muestran estos datos, las encuestas, la insatisfacción de las personas en la calle y los estudiantes que no quieren llevar la conversación al Congreso porque no lo encuentran legítimo como lugar de discusión, demuestran que hoy ese ciclo ya se agotó y hay que pensar en una cosa nueva. Lo importante es ver cómo modificamos este sistema para hacerlo representativo, para que la gente se sienta representada en las instituciones políticas. Y no sólo en el Congreso, sino que también en los partidos, que están completamente deslegitimados.
-Gran parte del descontento social tiene que ver con temas cruciales que no se han solucionado en el Congreso. ¿Cuáles son las grandes deudas que la gente le cobra a los parlamentarios?
Creo que la reforma del sistema político es un tema bastante técnico que la mayoría de la gente no entiende demasiado. Deben ser los cientistas políticos y los que conocen la experiencia internacional los que deben buscar, evaluar y proponer alternativas, porque al final lo que la gente siente son los efectos de los sistemas. Efectivamente, nuestro Congreso no ha sabido responder a las inquietudes de las personas, algo que ha quedado más que claro con las demandas estudiantiles. Obviamente que resulta irritante para los jóvenes que algunos de los acuerdos que se tomaron en 2006, con el movimiento de los pingüinos, han demorado unos cinco años en aprobarse o aún están en discusión. Todo eso ha significado un fracaso de un Congreso que no está respondiendo a los ritmos ni a las inquietudes de las personas. Se han sentido estafados. Entonces aparece otro tema: la falta de legitimidad también viene de eso, no sólo de la estructura del sistema. Mucho tiene que ver la incapacidad de responder a los intereses ciudadanos. Ahí también están todas las comisiones investigadoras que se han formado y que al final no llegan a ninguna parte. Es un conjunto de elementos que hoy tenemos que enfrentar y que le han pasado la cuenta al Congreso.
-Muchos diputados están de acuerdo en que la inscripción automática y el voto voluntario, que incluso está garantizado por la Constitución desde 2009, son un paso adelante. Pero la Ley Orgánica de Elecciones que permitiría ese derecho aún no se ha aprobado.
La gente siente que el Congreso se ha deslegitimado en su origen, hay una duda sobre su generación, pero actualmente hay también una fuerte crítica a su manera de actuar. Eso crea esta situación que hoy es insostenible y muy incómoda para los parlamentarios, además de dificultar el sistema político. Si no tenemos un Congreso legítimo, la discusión política queda afuera de él y se empieza a destruir la institucionalidad. Así ha pasado con las discusiones y negociaciones del conflicto estudiantil. Es vergonzoso para el Congreso que el gobierno y los estudiantes estén discutiendo directamente sin la presencia del Parlamento. Es una demostración de la humillación a la que ha llegado esta situación y de lo crítica que es la situación de nuestro Congreso.
-¿A eso responde el llamado a plebiscito que han hecho los estudiantes?
De alguna manera, ese llamado es una forma de saltarse la institución donde están representados los ciudadanos, que es el Congreso Nacional. Hay varias señales bastante complejas, porque en definitiva es una deslegitimación del Congreso y las instituciones. El gran orgullo que hemos tenido en estos años, desde el Presidente Ricardo Lagos, es que las instituciones funcionan. Y en estos últimos meses, está claro que no están funcionando.
-Tanto en las encuestas como en las manifestaciones ciudadanas se ha demostrado que una gran parte de la población rechaza tanto a la derecha como a la Concertación. Hay sondeos que indican que los líderes del movimiento estudiantil tienen más apoyo que los dos principales conglomerados políticos.
Eso es notable: el movimiento estudiantil ha logrado un nivel de unanimidad, adhesión y simpatía en la opinión pública que es sorprendentemente alto, un grado de legitimidad que no tienen las instituciones. Eso les ha dado un poder inmenso que muy probablemente para ellos mismos es muy difícil de manejar. Son instituciones muy difíciles. Ellos son dirigentes que tienen que responder a una confederación que también es difícil de dirigir. Es una situación anómala y muy peligrosa, porque no es un poder institucionalizado, sino que es un poder de facto que se ha creado precisamente por la debilidad del sistema político y que los estudiantes no saben cómo administrar. Es un arma de doble filo muy compleja. Pero la adhesión ha sido impresionante. Es una de las pocas causas que actualmente gozan de acuerdo general, porque tiene que ver con un problema real y representa una situación que afecta a la clase media chilena, algo que los estudiantes han sabido comunicar muy bien.