La otra cara de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS)
El hotel donde se maltrata a los trabajadores accidentados
08.06.2011
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La otra cara de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS)
08.06.2011
* Lea el comunicado de la Asociación Chilena de Seguridad.
Son las 14:50 del lunes 30 de mayo. Héctor Segovia Arriagada espera desde hace media hora en la recepción del Hotel Victoria Simpson -Almirante Simpson Nº 3, a pocos metros de Vicuña Mackenna-, la ambulancia que lo llevará a su control médico diario. El control es a las 15:00 horas. Sólo cinco cuadras lo separan del Hospital del Trabajador, pero la sola idea de caminarlas a Héctor le parece una tortura.
Después de que un tractor le pasara por encima de su pie derecho, a Héctor Segovia le han practicado ya cuatro operaciones. Otras cuatro veces ha sido dado de alta, pero otras tantas ha debido volver al hospital pues su fractura no está sanada. Es así como nuevamente está de regreso en el hotel que le asignó su mutual: la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), para su quinta operación fijada para el 9 de junio.
Héctor Segovia se impacienta por la tardanza de la ambulancia. Si no llega a la hora a su control, no hay disculpa que valga: le cambiarán hora para el día siguiente o para dos días más. Faltando 5 minutos para las 15 horas, Héctor se apoya en su bastón y con un gesto de dolor emprende el lento y doloroso camino hacia Ramón Carnicer Nº 185, donde está situado el Hospital del Trabajador.
-Esta no es la primera vez que la ambulancia no llega… Ni tampoco la primera que me tengo que ir caminando. Ya se lo he dicho a la doctora que me atiende, pero ella no puede hacer nada. Al final voy a la terapia y vuelvo peor de lo que estaba. Y lo más grave es que si me pasa algo en el trayecto, nadie se hará responsable, porque dirán que yo tenía que esperar a la ambulancia –dice Héctor sin poder ocultar su dolor.
Desde que tuvo su accidente el 13 de noviembre de 2006, en la faena de la empresa “Astete, Martínez y Compañía Limitada” (Región de Los Lagos), la vida de este trabajador agrícola dio un vuelco dramático. Ha deambulado por establecimientos de la Asociación Chilena de Seguridad, desde donde lo dan de alta para regresar más tarde con mayor discapacidad.
-El 16 de noviembre de 2006 fui sometido a la primera cirugía en la Clínica Alemana de Osorno. Allí estuve internado por cuatro días. Diez días después me llevaron hasta la ACHS para la primera curación. Desde el 1 de diciembre de 2006 hasta el 1 de febrero de 2007 se me hizo rehabilitación en la ACHS de Osorno, donde autorizaron mi alta médica enviándome a mi trabajo con dos bastones ortopédicos, a pesar de que mi casa está en Osorno y el lugar donde yo trabajaba está a 37 kilómetros, en la comuna del Salto de Pilmaiquén. Me vi obligado a trasladarme en transporte público en precarias condiciones. Por el tiempo que debía permanecer de pie en mi trabajo y las condiciones del traslado, comencé a sentir unos dolores tremendos e incluso las prótesis que me habían puesto en la primera operación comenzaron a salirse por el empeine –cuenta Segovia.
Otras dos operaciones le practicaron y otras dos veces fue dado de alta. Pero el dolor se hizo más intenso. Al punto que en noviembre de 2007, dejó su trabajo. “Necesitaba mucho trabajar, ya que soy el único sustento de un hogar de siete personas, pero tuve que renunciar y buscar algo más cerca y que no forzara mucho el pie”, explica Segovia.
-El 4 de agosto de 2010 volví a la ACHS por el incesante dolor que ya no podía soportar. En la clínica me hicieron unas radiografías y me dijeron que me iban a mandar a Santiago. Me alegré pues pensé que al final iba a terminar con mi calvario. Un mes más tarde fui a Santiago. Me operaron por cuarta vez y cuatro días después me dieron el alta y nuevamente con dos bastones me enviaron en un bus a mi casa en Osorno. El dolor se mantenía.
En mayo de 2001 la situación de Segovia se volvió crítica. Los dolores se agudizaron obligándolo a limitar severamente sus desplazamientos. Y su vida se complicó aún más al ser derivado por la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) una vez más al Hotel Victoria Simpson para su tratamiento y espera de la quinta operación. Un hospedaje que él conocía muy bien.
Su habitación en el hotel está en el segundo piso. Para llegar a ella, apoyado en sus muletas, debe subir por una escalera sin barandas. Lo mismo deben hacer los pacientes que ocupan las otras seis habitaciones comunes de este peculiar hotel sin ascensor. Peor aún es para aquellos que se desplazan en silla de ruedas. No sólo por la falta de ascensor, sino porque las habitaciones no tienen ingreso habilitado para las sillas.
El Hotel Victoria Simpson no es cualquier hotel. Es la clínica de hospedaje que la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) tiene para los trabajadores de regiones que sufren algún accidente y deben ser trasladados a Santiago para seguir tratamiento. De hecho, todos los ingresos de sus dueños provienen de la ACHS, con la cual mantiene un convenio que les ofrece un flujo de entre 90 a 95 pacientes al mes por los que la ACHS paga $28.000 más IVA por noche. Aunque en rigor, el Victoria Simpson no es un hotel: tiene patente de “residencial deportiva”. Pero no son precisamente deportistas los que allí se hospedan, sino pacientes.
Si Héctor Segovia pudo llegar a Santiago para operarse después de un accidente del trabajo, es gracias al seguro obligatorio contra accidentes y enfermedades laborales. Un beneficio clave del sistema de seguridad social que se logró en 1968 con la Ley Nº 16.744. Desde entonces, todas las empresas están obligadas a pagar mensualmente una cotización general, que actualmente corresponde al 0,9% del sueldo imponible de sus trabajadores, y que cubre en caso de accidentes, los tratamientos, rehabilitación y el período de invalidez que corresponda. Este fondo empresarial se complementa con una cotización adicional –que tiene un tope del 3,4% de los sueldos imponibles-, dependiendo del riesgo que signifique para sus trabajadores desempeñarse en una empresa. A ello se agrega una cotización extraordinaria, vigente desde 1998 y que corresponde al 0,05% del sueldo imponible de cada trabajador.
La administración de este seguro recae principalmente en las mutuales, corporaciones de derecho privado sin fines de lucro que son responsables de que esos fondos empresariales se destinen para prevenir accidentes laborales y prestar asistencia médica a los trabajadores que se accidenten en sus funciones. La más grande de ellas es la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS).
La ACHS tiene un mercado cautivo: en 2009 tuvo ingresos por cotizaciones por más de $165.550 millones. A cambio, debe garantizar la protección, según las cifras de la Superintendencia de Seguridad Social (SUSESO), de más de dos millones de trabajadores afiliados. Bajo su directa responsabilidad está la mitad de los trabajadores por los que se cotiza en el país.
El Hospital del Trabajador de Santiago es el principal y más moderno centro de atención médica de la Asociación Chilena de Seguridad. Su función, por ley, es atender primordialmente a todos los trabajadores afiliados que hayan sufrido algún accidente o enfermedad derivada de su desempeño laboral. Y como muchos de ellos son de provincia, en 2007 la ACHS firmó un convenio con un pequeño hotel ubicado a sólo cinco cuadras del Hospital del Trabajador, para cumplir con lo que la ley dispone: darles protección integral.
En el Hotel Victoria Simpson se hospedan todos los pacientes que llegan de regiones a continuar con sus tratamientos y rehabilitación. La mayoría sufrió accidentes graves que les impide trabajar, llevar una vida normal e incluso moverse. Muchos llegan con piernas amputadas, brazos cercenados u obligados a desplazarse en silla de ruedas. Al llegar, se encuentran con algo peor de lo que les habían prometido. Mucho peor. Eso es lo que le ocurrió a Héctor Segovia.
-Pero he decidido no reclamar mucho, ya que son capaces de quitarme los controles y darme de alta al igual como lo han hecho con algunos pacientes del norte que estaban en este mismo hotel –afirmó a CIPER, Segovia.
Héctor tiene miedo de hablar sobre lo que vive al interior del Hotel Victoria Simpson. El mismo temor se advierte en los otros pacientes de la ACHS que lo habitan y que CIPER abordó a lo largo de dos meses de investigación. Todos saben lo que ocurrió después que cansados de no ser escuchados por los funcionarios de la ACHS, en julio de 2010, decidieron realizar un video recogiendo los testimonios de varios pacientes de regiones sobre las pésimas condiciones del hotel en el que los había hospedado la ACHS. (Vea el video con los testimonios)
-Como en la ACHS no nos escuchaban, decidimos hacer el video acompañado de una carta con el relato de lo que nos ocurría y entregársela a varias autoridades. En agosto se lo mandamos al subsecretario del Trabajo, a la fiscal de la Superintendencia de Seguridad Social, Ivon Sánchez; a Alfredo Grasset, fiscal de la ACHS; a Eduardo Undurraga, en ese momento gerente general de la ACHS; al diputado Carlos Vilches y al gabinete de la primera dama Cecilia Morel –contó a CIPER, Arlethy Morales, una de las trabajadoras accidentadas que más ha reclamado por las condiciones del hotel.
Cinco meses después, el 4 de enero de 2011, los trabajadores hicieron también una solicitud en línea a la Secretaría de Salud Región Metropolitana, pidiendo que se fiscalizara el Hotel Victoria Simpson ya que, “teniendo pacientes discapacitados no cuenta con vías de escape entre otras irregularidades”.
El diputado Carlos Vilches fue uno de los pocos que respondieron. No se quedó sólo en una carta. Vilches se comunicó con el entonces gerente en prevención de riesgos de la ACHS, Martín Fruns, para pedir explicaciones por el trato que se les daba a trabajadores accidentados de regiones. Su respuesta lo dejó tranquilo: “Te agradezco la información que me comunicas, me preocuparé personalmente para investigar y corregir los problemas que pacientes han relatado. Te informaré de lo que se haga”.
Cuando CIPER se comunicó con Carlos Vilches por teléfono, de inmediato el diputado recordó la historia:
-Me preocupé mucho ya que la ley obliga a las mutuales a darles una atención integral a todos los trabajadores, cualquiera sea su condición. Por lo mismo, me pareció que si la ACHS tenía una dependencia de mala calidad para atender a los pacientes de regiones, era preocupante. Ahora, lo que yo no tuve fue una respuesta concreta de las medidas que hayan tomado. No he tenido una respuesta de la Mutual en el sentido de que evitarían que los trabajadores fueran enviados a ese hotel… Pensé que esto se habría solucionado. Ahora, sabiendo que las cosas no han cambiado, voy a insistir con el subsecretario del Trabajo Jorge Díaz, quién trabajo muchos años en la ACHS en Copiapó.
Además de Vilches, los trabajadores también recibieron respuesta del gabinete de la Primera Dama, Cecilia Morel. “Al respecto, hemos solicitado a la Superintendenta de Seguridad Social, tomar conocimiento de su presentación y de acuerdo a sus competencias y posibilidades adoptar las medidas pertinentes para brindarle la debida atención a lo planteado por usted”, dice la carta firmada por Patricia Stern Guardia, directora de Programación del gabinete de Cecilia Morel.
La respuesta de la Superintendencia de Seguridad Social, acelerada por la interpelación de Cecilia Morel, llegó días más tarde. En ella informan que, respecto de las condiciones del Hotel Victoria Simpson, “solicitaron a la Mutual ACHS, un informe en el cual se precise qué tipo de pacientes son enviados a dicho hotel, y un informe técnico que incluya fotos del recinto”. Eso sería, porque en otro párrafo de su respuesta comunican que “es el SEREMI de Salud la entidad facultada para inspeccionar las clínicas y el cumplimiento de las exigencias para su autorización y funcionamiento”.
Nueve meses han transcurrido desde los primeros reclamos sobre las pésimas condiciones del Hotel Victoria Simpson para atender a los trabajadores de regiones accidentados que allí hospeda la ACHS. Nada ha cambiado. Por el contrario, las condiciones de salubridad incluso han empeorado, además de otros efectos colaterales. Arlethy Morales Tapia, Iván Toro y Bernardo Sanhueza acusan que por un tiempo la ACHS les quitó los controles médicos.
Robert Ortega (51 años), fue uno de los trabajadores que ideó la realización de ese video como herramienta para denunciar lo que estaban viviendo en el hotel Victoria Simpson. CIPER lo encontró el 17 de mayo pasado en el Hospital del Trabajador:
-Si ustedes van a conocer ese hotel, no van a creer que sea posible que ahí se reciba a casi 20 pacientes diarios de la Asociación Chilena de Seguridad, y que algunos pasen allí meses hospedados mientras tienen su tratamiento en el Hospital del Trabajador. Oiga, si eso ni siquiera llega a la categoría de hotel, y menos para personas como yo a las que les falta una pierna –afirma sin ocultar su enojo.
Ortega trabaja en la construcción. Mejor dicho trabajaba en ese rubro hasta que un día de septiembre de 2005, cuando regresaba a su casa, lo atropelló un camión. El brutal impacto y la rueda que pasó por encima de su pierna le cambiaron la vida. Desde entonces ha pasado por varias operaciones y en tres ocasiones ha visto impotente cómo le cortaban otros centímetros más de su pierna. Hace dos años, lo incorporaron a un sistema que hasta entonces no se conocía en Chile, la osteointegración. Este consiste en un implante de titanio en el hueso al cual se fija la prótesis de la pierna que perdió.
Junto a otras cinco personas, Robert Ortega fue uno de los pioneros de este sistema en Chile. El problema es que sólo uno de los cinco quedó bien, los otros cuatro sufren de agudos dolores que los obliga a tomar calmantes en permanencia. Hace dos meses, Ortega fue nuevamente dado de alta. Pero esta vez el diagnóstico fue muy claro: su dolor es crónico, no tiene solución. Como su invalidez, según lo dictaminó la ACHS, lo afecta en un 42%, está facultado para trabajar. Una perspectiva que este trabajador ni siquiera alcanza a visualizar: “Los dolores que tengo son tan fuertes que no veo cómo podré conseguir un trabajo sin tener que pedir a cada rato permiso para retirarme por que ya no los soporto”, dice angustiado.
Al Hotel Victoria Simpson Ortega lo conoce casi como a su casa. Hasta hace dos meses, cada vez que se trasladaba desde Coyhaique a Santiago para sus controles y tratamientos, allí se hospedaba. En una de sus estadías permaneció allí poco menos de un año.
-Llegue al hotel derivado por la ACHS justo la tarde antes del terremoto del 27 de febrero. Al llegar me dijeron que no tenían habitación disponible así que por unos días me darían una pieza en un anexo situado justo frente al hotel, en el tercer piso. Un departamento que el hotel arrienda para los pacientes cuando está lleno. Me fui a mi habitación. Estaba muy cansado y adolorido por lo que me acosté temprano. Esa noche fue el terremoto. Fue un griterío tremendo, se cortó la luz y muchos bajaron, pero por mi discapacidad yo no pude bajar: las escaleras ni siquiera pasamanos para agarrarse. Tuve que quedarme solo arriba. Los otros pacientes me gritaban que bajara pero yo no lo podía hacer solo y nadie se atrevía a subir. Me quedé hasta que pude bajar cuando llegaron los primeros rayos de luz. Como seguía temblando, sacamos unas mantas y nos fuimos todos al parque que está al frente (Parque Bustamante). En esas horas, ni del hotel ni de la ACHS llegó nadie a preguntar si estábamos bien.
Los fuertes temblores continuaron ese sábado, y como las condiciones del hotel no eran las mejores, ya que había quedado con múltiples grietas, los trabajadores hospedados en el Victoria Simpson decidieron recurrir a la Asociación Chilena de Seguridad.
-Fuimos al Hospital del Trabajador a pedir si podíamos pasar ahí la noche. Si nos podían dar una cama. Pero la respuesta fue no, que debían tener las camas libres por si llegaban personas heridas. Volvimos al hotel, sacamos unas frazadas y nos fuimos a pasar la noche en el Parque –recuerda Ortega.
Solo dos días después del terremoto Robert Ortega y los demás pacientes del Hospital del Trabajador volvieron al Hotel Victoria Simpson.
-Ese fue el inicio del cúmulo de problemas que nos llevó a hacer el video. Del terremoto nadie tiene la culpa, y claro, ¡aguantas! Pero después, van pasando los días y te das cuenta que la calidad humana del trato hacia el paciente es nula con o sin terremoto. Finalmente, no se nos trata ni como pacientes clínicos ni como pasajeros de un hotel –afirma Ortega.
Del video y los testimonios que allí se entregaron se enteró muy pronto la asistenta social de la ACHS encargada de los pacientes de regiones, Marcela Acevedo:
-Nos llamó uno por uno a los que aparecíamos en el video, y a todos nos dijo lo que ella pensaba que nos iba a pasar si no retiráramos la denuncia y hacíamos desaparecer el video. Mencionó las cosas que más nos afectaban, como dejarnos sin controles médicos o sin hotel donde hospedarse en Santiago. Yo no estoy ni ahí –relata Robert Ortega a CIPER, al tiempo que, viendo nuestra incredulidad, decide invitarnos a que lo acompañemos al Hotel Victoria Simpson.
-Ven conmigo y te muestro cómo es el lugar donde la Asociación Chilena de Seguridad hospeda a sus pacientes de regiones –dice y se pone en movimiento.
El hotel queda en un pasaje sin salida en calle Almirante Simpson. En su acera hay estacionados cinco vehículos, lo que obliga para llegar a la entrada a pasar por un estrecho pasillo entre los coches y el muro de los edificios. En la puerta del hotel, nos encontramos con cinco pacientes sentados en sillas de plástico conversando, mientras fuman un cigarrillo. Al ver a Robert todos se levantan y lo saludan con fuertes abrazos. Todos lo conocen.
Entramos a la recepción. Allí está la dueña, Verónica Retamales Leiva. Al ver a Robert y luego de saludarlo, pregunta: “¿Vienes a quedarte unos meses más?”. Robert le dice que sólo vino a control, y que pasó a saludar a sus amigos.
Subimos al segundo piso por una escalera que no tiene ningún tipo de baranda. Robert Ortega sube como puede apoyándose en una muleta. Desde las siete habitaciones del segundo piso salen otros pacientes. Rápidamente todos cuentan que todo sigue igual o peor. Entre las cosas que han empeorado, está el hecho de que los pacientes que llegan al hotel han aumentado por lo que en la noche, hay gente que se queda sin cenar o deben partir fuera a buscar algo que comer.
-Hay que llegar de los primeros al comedor en la noche para la cena. Ya se sabe, o llegas rápido o te quedas sin pan, ya que nunca hay panes para el número de personas que somos –dice Vivi, una de las pacientes.
Robert calla y me hace una seña para que lo siga a la habitación donde él se hospedó durante casi 12 meses. Me muestra el desnivel que hay justo a la entrada, la causa de las dos caídas que tuvo en esos meses. Otro paciente, que insiste en que no lo identifique, me pide que vaya a ver su habitación. La puerta está descuadrada, por lo que queda una fisura de unos cuantos centímetros por donde entra el frío y los ruidos. La pieza de otra de los pacientes, tiene un baño en donde sobresale un viejo WC sin tapa y varias fisuras en las paredes.
El comedor está un piso más arriba, en el tercero. Como el hotel no tiene ascensor, hay dos opciones para subir: una escalera de caracol muy estrecha y una escalera del ancho de dos personas normales, con barandas de madera sueltas. Allí lo primero que salta a la vista es una gran mesa de pool a un lado y un par de mesas largas tapadas por ropa que está secándose. Como el hotel no cuenta con una secadora de ropa y tampoco con un espacio especial para esos menesteres, se usan las mesas del comedor.
Minutos antes de la hora fijada para el almuerzo y la comida, se saca la ropa de las mesas. Si los pacientes no llegan a la hora, no comen. “Incluso cuando una ha estado enferma, si no tienes un amigo aquí que te lleve la comida a la habitación, simplemente no comes”, cuenta una paciente que lleva tres meses en el hotel.
De la cocina salen tres mujeres jóvenes, quienes también se acercan a saludar efusivamente a Robert. “Hoy tenemos filete a lo pobre o reineta fresca con varios tipos de ensalada para la cena, ¿te quedas?” le dice una de ellas soltando una carcajada.
Al interior de la cocina la limpieza está ausente. Junto a unos potes de helado donde se guardan restos de comida están las ollas de aluminio muy viejas y unos sartenes que tienen tanta grasa que uno no sabe donde empieza y termina el metal.
-¿Quién de ustedes es la nutricionista? –pregunto.
Se escuchan sonoras carcajadas. Ninguna de ellas es ni siquiera cocinera. A las tres las contrataron para hacer la limpieza del hotel y poco a poco fueron rotando y pasando por la cocina. En general, cuando las quejas se acumulan por la calidad de la comida, llega la dueña y cambia a la cocinera por cualquier de las otras dos. Así sucesivamente.
Poco pueden hacer las tres mujeres. Y ello porque para empezar las compras de frutas y verduras se hacen cada 15 días. Entremedio, nada.
Al salir de allí, habíamos confirmado lo que un experto en riesgos que visitó el hotel junto a los trabajadores, informó: que efectivamente el Hotel Victoria Simpson no cuenta con vías de escape en caso de siniestro y tampoco con detectores de humo y calor. No tiene instalaciones eléctricas certificadas por el SEC y no dispone de ascensores para subir y bajar de las habitaciones del segundo piso y del comedor, que está en el tercer piso, y menos de doble baranda en las escaleras. Y también, que los empleados del hotel no han recibido nunca capacitación de riesgos. Además, el inmueble no tiene vías de desplazamiento para sillas de ruedas, no tiene acceso de ambulancia para los pacientes que lo requieren, los baños no están adaptados para discapacitados así como las grietas que provocó el terremoto en sus paredes e infraestructura no han tenido reparación adecuada.
El recorrido terminó en el cuartel de bomberos que está ubicado a pocos metros del hotel. Para nuestra sorpresa ellos desconocían que en ese hotel se hospedan pacientes de la ACHS, muchos de ellos discapacitados, lo que obliga a un plan de emergencia especial en caso de incendio donde todos sepan qué hacer.
Las fallas y falencias enumeradas no sólo configuran una infracción a la ley de los propietarios del hotel. Lo más grave es la infracción a las normas de la propia ACHS, la que confía la seguridad de los trabajadores a su cargo a un establecimiento que no cuenta con las mínimas condiciones para atender a los pacientes con algún grado de discapacidad.
No son las únicas infracciones a las normas en las que aparecen comprometidos los dueños del Hotel Victoria Simpson. En 2006, en el contexto del polémico escándalo de Chiledeportes, la Contraloría detectó el pago de $16 millones sin respaldo por “cursos fantasma” que la Federación de Lucha organizó precisamente en ese hotel. La investigación la hizo la Fiscalía Oriente y culminó con la devolución de $9 millones.
Tres años después (2009), la Contraloría realizó una nueva auditoría al Instituto Nacional de Deportes (IND), cuyo informe está fechado el 27 de enero de 2009. Allí se objeta que la misma federación entregó siete RUT falsos o inexistentes para justificar sus gastos. La sorpresa fue que los gastos correspondían a los alojamientos de esas siete personas en el mismo Hotel Victoria Simpson, de propiedad de Verónica Retamal y Leiva y su marido, Carlos Moya León. Así lo informó El Mercurio en su edición del 1 de febrero de 2010.
Otro de los trabajadores que se hospedaban en el Hotel Victoria y que participó de la idea de realizar el video, es Luis Flores, quien perdió una de sus piernas en un accidente en una faena agrícola. “Quedé atrapado en una grúa de carga y me destrozó la pierna”, cuenta.
Junto a Robert Ortega, Luis Flores fue uno de los cinco pioneros en el programa de osteointegración. A dos años de iniciado el tratamiento le tuvieron que sacar el implante de titanio a raíz de una infección. Una recaída que lo ha tenido anclado durante meses en el Hotel Victoria Simpson.
A Flores, a diferencia de los otros afiliados a la Mutual que participaron en la realización del video, la asistente social de la ACHS, Marcela Acevedo, no lo convocó:
-No lo hizo porque yo conozco mis derechos. Ya antes se lo había hecho saber cuando apareció por el hotel a raíz de nuestras quejas. Pero eso sí me mando un recado con otro de los pacientes: si no me gustaba el hotel, tenía que pedir traslado a la Clínica San Andrés, un lugar tan malo o peor que el Hotel Victoria Simpson –cuenta.
Flores recuerda bien la reunión con Marcela Acevedo. La pésima calidad de la comida había sobrepasado los límites al punto que algunos ya no la podían comer.
-Era la misma comida para todos independiente de que algunos, por su tratamiento, no podían comer algunas cosas. Uno se sentía igual que un perro, te servían la comida y si no te gustaba o no podías comer porque te sentaba mal, ¡no comas! Después de la queja que hicimos apareció la señorita Marcela. Ninguno de nosotros la conocía a pesar de que era la encargada de que todos los de regiones estuviéramos bien. Llegó, se presentó, escuchó nuestros reclamos y se comprometió a mejorar algunas cosas. Ahí yo le dije que no nos servían las palabras: queríamos hechos. Y le dije también que por mi discapacidad, la ducha diaria en ese baño del hotel era un suplicio. ¡Si me caí dos veces en el baño! –recuerda Flores.
Para conocer la versión de la Asociación Chilena de Seguridad, CIPER se contactó con Marcela Acevedo, quién se presentó como coordinadora de los pacientes de regiones. Le expusimos lo que constatamos en el Hotel Victoria Simpson: pacientes con graves incapacidades en habitaciones comunes en un hotel sin ascensor y con baños que no contaban con la mínima infraestructura para ellos.
-Pero si es como estar en sus casas –dijo, excusándose de entregar más información mientras no fuera autorizada por la doctora Verónica Herrera, gerente de Salud de la ACHS.
La función de Marcela Acevedo es clave para los trabajadores de regiones que sufren graves accidentes y deben ser trasladados a Santiago para sus tratamientos. Es la directora del programa de pacientes institucionalizados y encargada de los convenios de la ACHS con los lugares donde se hospeda a los pacientes de regiones.
Hasta 2007, todos eran enviados a la Clínica San Andrés (Providencia), en virtud de un convenio de 1986. Sin previo aviso, en 2007, según relata su dueño, Jaime Navarro, “dejamos de recibir pacientes y sólo mantuvimos un número muy pequeño hasta que se les dio el alta”.
El cambio -según afirmó Marcela Acevedo después que fuera autorizada a entregar información- se debió a los reclamos que hacían los pacientes sobre las condiciones de la Clínica San Andrés. (Ver recuadro)
-En determinado momento los pacientes empezaron a quejarse de las condiciones que tenían en la clínica. Un grupo hizo reclamos y decidieron que ya no querían estar ahí. Nunca hemos sacado los pacientes por una medida arbitraria, fueron ellos los que no querían estar ahí. Buscamos otra alternativa y ahí surgió el Hotel Simpson.
Con respecto a todas las otras quejas recogida por CIPER entre una veintena de pacientes, Marcela Acevedo negó una por una las acusaciones y defendió las condiciones del hotel.
-Me parece que algunas cosas que se mencionaban en el video que usted vio no eran tan reales ni fidedignas. Hacían mención a que las habitaciones no tenían lugar donde sentarse y mostraban un cajón de manzana. Y de hecho, la indicación fue que los que estaban involucrados en el video podían irse a la Clínica San Andrés si así lo querían. Eran 5 pacientes de los cuales sólo uno quiso irse, gestionamos los cambios y no recuerdo bien cuanto tiempo después él mismo me pidió volver al hotel.
Al día siguiente de esta entrevista, la que tuvo lugar en la sede de la Asociación Chilena de Seguridad, comenzó un intenso movimiento alrededor del hotel. Así relataron lo que ocurrió en Almirante Simpson Nº 3, los llamados “pacientes Ley” que allí se hospedaban el 2 de junio.
-Supimos que algo estaba pasando ya que en la cocina estaban sacando ollas y sartenes sucios. Y después hicieron algo que en los tres meses que llevo aquí jamás había visto: hicieron un pedido para llenar los cajones antes sucios y vacíos con arroz, azúcar, legumbres; y los congeladores con ensaladas, carnes y pollo. Los envases de plásticos de helados donde guardaban los restos de comida, desaparecieron. Pero lo que a los más antiguos nos llamó la atención fue cuando vimos a una de las chicas del aseo en la cocina con un gorrito blanco en la cabeza. ¡No lo podíamos creer! –contó a CIPER, Cecilia.
Al día siguiente llegarían nuevos funcionarios de la ACHS a inspeccionar rincones. Testigos de ese súbito revuelo fueron 38 trabajadores que allí se hospedan, ocho de ellos amputados de una pierna y tres amputados de un brazo. Otros dos sólo se podían movilizar en silla de ruedas. El temor se desvanecía al mismo ritmo que los funcionarios de la Asociación Chilena de Seguridad daban órdenes de cambio.
Marcela Paz Acevedo, directora Programas Pacientes Institucionalizados de la ACHS.
La responsable directa de la atención integral a los trabajadores accidentados de regiones que deben trasladarse a Santiago, es asistente social y tiene su carta de presentación: “Yo soy la directora del programa de pacientes institucionalizados y como parte de mis funciones, tengo que hacerme cargo de los pacientes regionales. Así es cómo me corresponde ver el convenio con los lugares de alojamiento de los pacientes”.
-¿Con cuántos hoteles tiene convenio la ACHS para los pacientes de regiones?
Dos lugares: el Hotel Victoria Simpson y la Clínica San Andrés, que para este efecto oficia como Clínica o Casa Regional San Andrés.
-¿Cuántos pacientes reciben al mes?
Fluctúa alrededor de 95 pacientes por concepto de alojamiento.
-¿Quien deriva los pacientes a Santiago?
Los doctores, es una decisión medica.
-¿Hay algún comité de la ACHS que verifica si el lugar del convenio es apto para recibir pacientes?
Es decir, se hacen visitas periódicas a los lugares. Yo estoy a cargo del convenio y siempre están participando personas anexas en las visitas a los lugares. Ir a verlos… Ahora, no es un comité. Cuando hay un requerimiento va alguna persona, puede ir un médico o una enfermera, alguna de las personas encargadas de los otros convenios que tiene el hospital para otro tipo de pacientes que también hacen uso del lugar de alojamiento.
-¿Cuán periódicas son esas visitas?
Hemos ido en varias ocasiones. De la ACHS hemos ido con la gente encargada del convenio del ISL: una enfermera, Erica Roa, que trabaja conmigo; Alonso Delgado, encargado de los pacientes ISL del Hospital del Trabajador; y también he ido con Elsa Brugeño.
-¿Y quién de ellos es la persona encargada de verificar las condiciones de seguridad, de previsión de riesgos del Hotel Victoria Simpson?
Nosotros tenemos el convenio con el hotel desde 2007, y con la Clínica San Andrés desde hace como 18 años. En 2007 fuimos con un experto, cuyo nombre no recuerdo. El hotel no es de la masa afiliada nuestra, por lo tanto, en esa oportunidad fuimos con un experto, hicimos todas las observaciones que correspondían, pero ellos como hotel no tienen un experto nuestro.
-¿Se verificó después si esas observaciones que ustedes hicieron fueron ejecutadas?
Sí, por supuesto.
-¿Recuerda qué observaciones hicieron en el Hotel Victoria Simpson?
Recuerdo que tenían que ver con barreras arquitectónicas, con los baños, especialmente los del primer piso que no estaban habilitados para sillas de ruedas y hoy día si están habilitados. De hecho, yo estuve la semana pasada en el hotel, y no voy a decir que voy todos los meses, pero voy seguido.
-Por su experiencia, ¿diría que corresponde tener pacientes con esos problemas de movilidad en las condiciones que tiene ese hotel?
Dada mi experiencia de 18 años en el Hospital del Trabajador, por lo que conozco a los pacientes, sé cuales son las características que corresponden y sé, por esa misma experiencia, que los pacientes pueden estar en ese hotel. Porque no estamos hablando de pacientes que requieran de una especial atención, sólo necesitan un lugar para alojar. En su mayoría son pacientes auto valentes, independiente de que tengan una discapacidad, son auto valentes. Además, tampoco son pacientes que requieran de atención de paramédicos o de un auxiliar médico. Entonces, bajo ese prisma, pienso que tanto el Hotel Victoria Simpson como la Casa Regional San Andrés están adecuados para recibir los pacientes que nosotros derivamos por indicaciones médicas. Que deben permanecer en Santiago, esa es la indicación médica.
-Hay pacientes a los que su doctor les ha recetado dieta, una comida que no pueden obtener en el hotel ya que a todos se les da lo mismo.
Con respecto a las dietas de nutrición, nosotros lo que compramos es un servicio de alojamiento. Esto incluye alojamiento y las cuatro comidas. Cuando el paciente tiene una indicación especial o un régimen especial, efectivamente tiene que llevar una orden de la nutricionista que especifique las pautas que tiene que seguir. Eso funciona una vez que el paciente presenta la orden y entonces se respeta esa pauta nutricional. Con respecto a los baños de pacientes que tienen dificultad por la amputación de una extremidad inferior, los baños tienen adaptaciones. Las habitaciones que están en el primer piso, todas tienen el ingreso para una silla de rueda. En general, siempre se dejan allí a pacientes que tienen dificultad. Yo he tenido quejas con respecto a la ventilación y lo arreglamos: adaptamos una ventilación para el baño. Cada vez que ha habido una queja se ha buscado la solución. No sé si le han dicho que ese mismo hotel está en un proceso de remodelación y que ellos tienen una propiedad en Miguel Claro que será habilitada para pacientes y ya le hemos hecho las sugerencias de lo que debe contemplar.
-¿Tiene la cocina del Hotel Victoria Simpson condiciones de salubridad, higiene y de calidad de la comida que entrega a los pacientes y que corresponda al pago de la ACHS? ¿Se paga por un servicio al menos mínimo?
Sí, incluso cuando nosotros les pedimos los menús nos los han mandado. Hay una persona encargada de la cocina, la cocinera. No sé si usted revisó el libro de reclamos: ¡no hay reclamos! Pero si hay incluso informes de las autoridades sobre ese hotel, de la Superintendencia…