Las miserias que viven los niños abandonados bajo la protección del Sename
25.10.2010
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25.10.2010
En marzo de 2010 las Aldeas Infantiles S.O.S debieron recurrir a la justicia porque cuatro niñas bajo su cuidado fueron abusadas sexualmente. Dos vivían en la Aldea Los Aromos y tenían 4 y 6 años. Las otras dos, de 7 y 8 años, residían en la Aldea Madreselvas. Las pequeñas estaban internadas pues habían sido maltratadas por sus padres. En estos nuevos abusos los agresores no resultaron ser adultos, sino jóvenes que alguna vez también fueron niños victimizados. Uno de ellos tiene 15 años y se albergaba en el mismo hogar que las pequeñas. Tras el ataque, fue trasladado a otra residencia –porque no tiene dónde dormir- a la espera de lo que diga la justicia.
El otro agresor tiene 18 años y desde los 6 vivió en el hogar de las niñas a las que abusó. Según informó el Sename a CIPER, el joven fue a visitar a las guardadoras de la casa y, en un descuido, realizó las tocaciones a las niñas. La investigación de la fiscalía ya está en marcha.
Además, en el mismo hogar de Los Aromos, se detectó que una chica de 16 años tuvo “conductas sexualizadas” con un pequeño de 9 años. En este caso, afirma el Sename, se optó porque ambos ingresaran a un programa de reparación.
En la primera parte de esta investigación se centró en los crímenes de Benjamín Morales (3 años) y de Daniel Maldonado (2 años) los cuales muestran que a veces el sistema de protección falla porque llega tarde al auxilio de los niños. Durante sus cortas vidas, los pequeños pasaron por la red Sename sin que los actores del sistema detectaran el riesgo en el que estaban y los devolvieron a sus familias.
Los abusos denunciados en las Aldeas SOS hablan de otra cosa, tal vez peor. Muestran que cuando el sistema rescata a los niños de sus familias violentas o demasiado dañadas, también puede fallar y constituirse en un nuevo escenario de abuso.
Los motivos para que ocurra esto son múltiples: a veces hay falta de control y de preparación del personal que trata con los niños; en otras, hay falta de criterio. Por ejemplo, en los casos donde se golpea a los niños, como se denunció en dos hogares del Ejército de Salvación que fueron cerrados por Sename a comienzos de 2010. Pero también la protección falla por algo que se dice menos: los niños que llegan a la red Sename han sufrido mucho daño. Y eso hace que aún siendo todos víctimas, algunos se vuelvan una compleja figura jurídica y sicológica: víctimas y agresores.
En el hogar Cardenal Carlos Oviedo hay varios de estos chicos, sin que esa institución esté preparada para recibirlos. Hace seis años este centro concitó la atención pública cuando lo dirigía el ex sacerdote José Luis Artiagoitía y Gemita Bueno era una de las internas. Hoy el hogar está a cargo de Leontina González, esposa de Artiagoitía. Sin ninguna atención de los medios viven ahí niños y niñas que pueden atentar contra sí mismos y contra otros con bastante facilidad.
-Hace un tiempo nos mandaron a un niño que fue abusado por su padre durante años, desde que era casi una guagua. Según lo que ha aparecido en el juicio, el padre hacía que este niño abusara de su hermana, que también está con nosotros, en el hogar de niñas. Es un caso muy complejo. Apenas llegó a nuestro centro, intentó violar a un chico de 6 años -explica Leontina.
Agrega que cuando lo aceptaron en un hospital, intentó violar a otro interno. “Él requiere una atención especializada” dice Leontina. Pero no la ha tenido por largo tiempo. Leontina piensa que es así como se van formando los adultos que luego nos espantan con sus acciones, las personalidades despiadadas, los sicópatas como el Tila. Pero por supuesto, nadie puede estar seguro de eso.
Ahora en el hogar Carlos Oviedo el problema más grave lo representa un chico con un retardo mental severo, que tiene fijación sexual con una perra, que es la mascota del centro. A veces están tomando once y sienten los chillidos del animal. El muchacho está con medicación y tratamiento. Pero es claro que requiere más atención de la que puede ofrecer ese centro. Si se deshacen del animal, ¿en qué se fijará la atención del niño?, se pregunta Leontina. Finalmente los derechos tienen que encarnarse en una mejor vida cotidiana. Si no actúan ahí, los derechos se transforman en una entelequia e incluso en aberraciones.
Pero para materializar los derechos que consagra la Convención del Niño, a la que Chile adhirió hace 20 años, se requieren muchos más recursos de los que el Estado entrega ahora.
-En el caso de un niño abandonado, estamos pagando alrededor del 60 por ciento de lo que se necesitaría para brindar una atención de calidad. Pero en casos de mayor complejidad, donde los chicos están muy dañados, pienso que estamos pagando un tercio, y con suerte -afirmó a CIPER, Francisco Estrada cuando aún era director del Sename, cargo que debió abandonar la semana pasada.
Llevada a números, esa afirmación implica que si el Sename paga 150 mil pesos mensuales por atender a un niño abandonado, lo adecuado sería que pagara 250 mil. En el caso de chicos más complejos, por los cuales se cancela 197 mil, lo correcto sería desembolsar alrededor de 600 mil pesos.
La brecha es tan grande que nadie se atreve a afirmar que la situación cambiará radicalmente en los próximos años. No se trata sólo de un problema financiero. La solución adecuada para las atenciones especializadas no tiene un buen panorama en el horizonte. Se requieren especialistas de mejor calidad concentrados por más tiempo. ¿Cuántos chicos necesitan eso?
Distintos personeros del sistema estatal sostienen que los niños con daño extremo no deberían ser más de 20 casos en todo Chile. Sin embargo, junto a ellos, hay 5 mil o 6 mil niños y niñas que también requieren atención especial.
-Nunca se había hecho el catastro de las atenciones de salud mental que necesitamos y lo estamos haciendo ahora. Pero como referencia le puedo decir que un estudio de la Unicef mostró que más de la mitad de los niños que atendemos en los hogares ha sufrido abuso sexual, maltrato infantil o negligencia parental grave y con esos tres factores tienen problema de salud que deben ser tratados –afirmó Estrada.
Para esa gran población de niños no hay una solución fácil pues se requiere que el sistema de Salud participe y eso nunca ha ocurrido.
–Sename no puede resolver solo el problema. No hay posibilidades de llegar a levantar un sistema paralelo al de Salud Pública. La única fórmula es que tengamos mejor relación con el sistema de salud y que éste asuma los problemas de salud mental de los atendidos del Sename también como un problema propio –afirma un experto.
Introducirse en la realidad de los hogares y de la compleja red que rodea a los niños bajo protección del Estado no hace más que confirmar el hoyo negro en que se encuentran. La mayor parte de los datos que prueban esa situación provienen de un esfuerzo hecho por jueces de familia y el Sename, quienes participaron de una mesa de trabajo bautizada como “Comisión despeje”. Este esfuerzo conjunto tuvo como misión examinar los problemas de la red de protección y permitió racionalizar recursos y detectar áreas débiles. También se anotó un éxito notable al bajar a cero la lista de espera en los programas de Diagnóstico Ambulatorio.
Pero el trabajo de la comisión mostró también problemas más delicados. Por ejemplo, se encontraron con que había niños que no estaban cuando los visitaban en los hogares. Algunos se habían ido sin que se informara de ello a los jueces. Otros figuraban en programas de “acercamiento familiar” por mucho tiempo.
Un ejemplo: en el hogar El Broquel, del Ejército de Salvación, un fiscalizador del Sename informó a comienzos de este año que “fue posible constatar la ausencia por más de un año de una niña que se encontraba en proceso de acercamiento familiar sin autorización del respectivo tribunal de familia y siendo consignada como presente en el sistema de Senainfo”.
El hecho de “ser considerada como presente en el Senainfo” implica que aunque el hogar no supiera dónde estaba la niña igual cobraba al Estado la correspondiente subvención por ella.
Situaciones similares se detectaron en dos hogares de fundación Mi Casa (“Puertas Abiertas” y “Abriendo Caminos”) que la propia entidad cerró a fines de 2009. Según Angélica Marín, jefa del departamento de protección de derechos del Sename, en las supervisiones realizadas “se revela la ausencia continua de los niños especialmente en el horario nocturno y fines de semana, los cuales figuran presentes en las nóminas internas, sin que los educadores y profesionales tengan certeza de su paradero. Además, se recibieron denuncias por parte de los vecinos del sector, quienes aludían que los niños deambulaban realizando destrozos en viviendas aledañas al proyecto”.
Tras una visita al centro “Abriendo Caminos” el fiscalizador de Sename informó que de los 67 niños que tiene el centro, siete se fugaron. Hay, además, 27 en acercamiento familiar. Se trata, sin embargo, de un acercamiento bastante sui generis porque, entre esos muchachos, tres fueron acusados de robarse un computador en la misma fundación. El fiscalizador desliza la hipótesis de que en realidad los niños han sido regresados a sus casas no como acercamiento sino como “una sanción administrativa”.
En esa misma línea, los supervisores de Sename descubrieron en agosto un hogar donde, afirman, se adulteraba constantemente la cantidad de niños atendidos. Se trata de la Residencia Especial Galileo de La Serena que decía atender a 20 niños. Sin embargo, en ninguna de las visitas sorpresa de los funcionarios fiscales encontraron más de diez menores.
-No obstante, el hogar cobraba mensualmente una subvención de $4.239.916 -explican funcionarios de Sename de la IV Región.
“Se estima que ese monto era un 30 por ciento más alto de lo que debería habérsele pagado al centro”, afirma uno de los funcionarios.
La Comisión Despeje, en su momento, detectó estos problemas y acordó con el Sename poner límites a una fórmula usada por algunos centros: el acercamiento familiar.
-Un plazo razonable es que estén 6 meses. Pero a veces estaban dos años en este sistema de “acercamiento familiar” -explica Mónica Jeldres, jueza de Familia que encabezó la citada comisión.
Lo concreto es que los jueces detectaron que, muchas veces, en el transcurso de esos dos años nadie sabía lo que ocurría con el niño bajo protección.
En la auditoría al hogar Galileo apareció otro problema frecuente: las precarias condiciones de vida en que permanecían los niños. Según afirma El Mercurio, en dicho hogar “se verificó que los menores dormían en el suelo, sin ropa de cama, y sus baños estaban en pésimas condiciones”.
Un informe puesto a disposición de la Comisión Despeje hace un par de meses corrobora que esta precariedad es bastante extendida en toda la red. En ese informe se detectaron las conductas sexualizadas entre niñas y niños de las Aldeas SOS y se recomendó dar capacitación al personal. Sobre el hogar de niñas de la fundación Carlos Oviedo se afirmó que la casa tiene problemas de higiene en la cocina y el comedor; que faltan profesionales y que los niños con problemas de salud mental no reciben la atención necesaria. A comienzos de este año el Sename decidió no renovar la licitación este hogar, por lo que en estos momentos las niñas están siendo re ubicadas.
Uno de los centros que más problemas presentó es el hogar Juan XXIII ubicado en Buín y que recibe a niños y niñas con discapacidad mental grave o profunda. Lo administra Coanil, y tiene 60 cupos. Este año el Sename le asignó un monto de 111 millones de pesos. El terremoto dejó la casa con un grave daño estructural y derrumbó varias alas, incluyendo los dormitorios.
En el citado informe se consignó que los jóvenes “permanecen habitando en condiciones de emergencia en un gimnasio que fue habilitado; los baños se encuentran en pésimas condiciones de higiene, filtraciones y agua en el piso, haciendo el lugar frío para albergarse ahí”. Cuando CIPER visitó el centro ya se habían instalado mediaguas, pero el hacinamiento continuaba. Niños y niñas vagaba por un patio que era más bien un tierral, con algunos árboles, sin estímulos ni actividades. No tenían nada que hacer. Era domingo y solo una madre había ido a ver a sus hijos.
Aunque no todos los hogares son así, en Sename están conscientes de que los chicos que deben ser protegidos viven en peores condiciones materiales que, por ejemplo, los jóvenes presos por delinquir. El terremoto vino a empeorar las cosas, pues muchos hogares se levantan en casas antiguas que sufrieron derrumbes, como ocurrió con el hogar Juan XXIII de Coanil. Según informó el Sename a CIPER a lo largo de todo Chile las distintas instituciones solicitaron más de 360 millones para efectuar los arreglos necesarios, de los cuales 253 millones ya fueron transferidos.
Por otra parte, cada cierto tiempo en los hogares emerge el problema de la violencia de la que son víctimas los menores bajo protección: una práctica que se lucha por erradicar: No es fácil. Los chicos no tienen vidas sencillas. Han sufrido mucho y normalmente les cuesta controlar sus impulsos. Los recursos que entrega Sename, sin embargo, no permiten contratar personal especializado. En muchos hogares se puede considerar un logro si los que tratan directamente con los niños tienen cuarto medio rendido.
Esta mezcla quedó retratada en marzo de este año cuando Sename clausuró dos hogares del Ejército de Salvación.
En el primero, el Hogar Helmuth Hunner, había 30 muchachos. La esposa del director fue acusada de golpear a un niño en la espalda con un pedazo de manguera. El otro hogar -El Broquel- era de niñas. Ahí, según un informe del Sename, “durante 2009 se registraron situaciones de maltrato grave por parte del sub director de la residencia y de algunos educadores”.
-Las agresiones terminaron en denuncias ante los Tribunales de Familia y en el cierre de los hogares -cuenta Angélica Marín, jefa del departamento de protección de derechos del Sename.
Una de las cosas sorprendentes de esta clausura es que, seis meses después de que quedara en evidencia que el Ejército de Salvación no respondía a las necesidades de los menores, ambos centros siguen apareciendo en la web institucional, como parte de su actual trabajo solidario.
En esa misma página, abajo a la izquierda, hay un link por si usted quiere hacer una donación.
¿Quiénes son los niños que vivían ahí? Mirando el listado con sus historias se puede tener un panorama bastante exacto de cómo son también las vidas de los niños del sistema de protección de menores. Muchos son hermanos: hay dos, tres, y hasta cuatro niños que son internados conforme son paridos. Muchos fueron víctimas de abuso sexual.
En el hogar El Broquel, por ejemplo, una amplia mayoría de niñas fue atacada por su padre o por el conviviente de su madre. Hay también una enorme cantidad de abuelas que deben hacerse cargo de niños maltratados; mujeres que ya fracasaron con la educación de sus hijos y que ahora, agotadas, intentan hacerlo mejor con sus nietos. Y abundan las madres que enloquecieron por la droga o por el dolor.
En sus supervisiones los funcionarios públicos dejan un escueto registro de estas vidas:
* “Niño de 9 años. Ingresa por violencia intrafamiliar, abandono y abuso sexual. Vive con el padre hasta la muerte de éste producto de un accidente. La madre no mantiene contacto con el niño. Posee conductas de abuso sexual hacia niños menores, siendo derivado a hospital psiquiátrico para tratamiento, sin éxito”.
* “Niña de 7 años. Ingresa producto de negligencia parental, maltrato sicológico y abuso sexual en contra de la hermana mayor, por parte del conviviente de la madre. Según los profesionales de la residencia no existe mayor identificación de la niña con la madre a quien ni siquiera conoce. Se identifica a una madrina del hogar como adulto significativo”.
* “Hermanos de 4 y 3 años. Escasas posibilidades de egreso, debido al abuso de cocaína por parte de la madre y sospecha de abuso sexual por parte del padre. El tribunal ha determinado visitas vigiladas de los niños al interior de la residencia”.
* “Hermanas de 13 y 17 años. Ingresan producto de abuso sexual por parte del padre biológico y violencia por parte de la madre. Se identifica como adulto responsable a una hermana mayor quien vive como allegada. Se propone el egreso de las niñas una vez que se regularice la situación de vivienda de su hermana”.
Ninguna de estas historias son excepcionales en los hogares de menores.
Para todos los entrevistados en resulta evidente que estas vidas necesitan más recursos de parte del Estado para lograr salir del agujero en que fueron enterradas.
Respecto de los recursos hay algo que todos en la red Sename tienen muy claro pero que el público en general no ha asumido. La brecha entre lo que entrega el Estado y lo que se necesita para brindar a los niños y niñas una buena atención se cubre hoy con caridad. Las instituciones realizan colectas, invitan a empresarios, mueven contactos. Las instituciones que logran mayores recursos pasando el sombrero, ofrecen mejores profesionales, mejores hogares a los niños. Las instituciones que tienen redes pequeñas, ofrecen a los niños lo que pueden con la administración de los dineros públicos. A veces esos hogares están en muy malas condiciones, de infraestructura y de aseo; o carecen de los especialistas necesarios. Quien decide a cuál hogar se va cada uno es un juez, dependiendo de los cupos. El sistema protege entonces sólo a veces, en la mayoría de los casos protege mal y para colmo no los protege a todos de la misma manera.
Hasta hace poco era un lugar común afirmar que los niños que entraban al sistema de protección terminaban pasando al sistema penal; es decir, que los niños agredidos se volvían agresores. Esa sentencia sobrevivió sin cifras de respaldo hasta que en 2009 los primeros cruces de datos mostraron el prejuicio que la sustentaba. Que en realidad el paso de un mundo a otro ocurría bastante excepcionalmente.
Según el Sename, en el segundo trimestre de 2010, de los 3.337 adolescentes que ingresaron a sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (RPA), un 16 por ciento -545 niños- habían estado protegidos en ese servicio público. Sin embargo, si se pregunta cuántos de los atendidos por protección se transformaron en infractores, el porcentaje baja mucho. Esos 545 apenas representan un 0,49 por ciento de los 110 mil menores atendidos en los distintos proyectos de protección.
La investigadora Lisandra Muñoz ha documentado en sus estudios muchas características de los jóvenes de ambos mundos y afirma que hay una gran cantidad de diferencias. Los niños abandonados, dice, son educados muy estrictamente en los hogares. Le ha tocado ver incluso chicos muy conservadores, y tradicionalistas. “Oyen cueca, hablan de la patria, desprecian a los peruanos y también a los flaites. Y si les preguntas en qué se proyectan, muchas veces sus perspectivas son de encierro. Por ejemplo, quieren ser marinos o gendarmes, profesiones donde no tengan que enfrentarse al mundo exterior, porque el mundo los inquieta”, explica la investigadora.
Pero tal vez lo que más los caracteriza es el peso que tiene para ellos la madre.
“A los niños abandonados les cuesta asumir que tienen una familia y que ésta no los quiere. Aunque han sido testigos y víctimas de la violencia, de todos modos sienten que eso no justifica el haber sido encerrados”, dice Lisandra. Agrega que los niños que han cometido delitos normalmente cuentan con una madre presente, mientras que los niños y niñas de hogares idealizan esas figuras que los abandonaron y los dañaron.
En un centro del sur de Chile Lisandra encontró un monumento a esa paradójica relación familiar. Una pieza llena de regalos para el Día de la Madre. “Estaba lleno de cosas que los niños habían hecho y se habían acumulado por años sin que nadie los hubiera ido a buscar. Era muy triste”.