Nuevas propiedades y testimonios urgen decisión del cardenal sobre Karadima
20.08.2010
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20.08.2010
De todas las propiedades bajo el control de Fernando Karadima y de la Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón, hay una en particular que representa hoy un grave problema para su círculo más férreo. Es un departamento ubicado en Viña del Mar, en la Avenida San Martín 1020, N° 126 y su respectivo estacionamiento. Dicho inmueble fue adquirido en 1992 por el sacerdote Andrés Ariztía de Castro, quien pagó 38 millones de pesos al contado. Hoy, sin embargo, según una escritura notarial, lo disfruta Fernando Karadima en virtud de un usufructo vitalicio, sin que Ariztía tenga claro cómo fue que eso ocurrió.
Ariztía es miembro de una familia con muchos recursos, como la mayoría de los que descubrieron su vocación sacerdotal en la parroquia de El Bosque y al alero de Karadima. Ariztía es capellán de la Fundación Las Rosas, que acoge a ancianos abandonados. También es miembro de la Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón de Jesús, organización clerical que controla Fernando Karadima y que aparece como propietaria de varios inmuebles en Providencia, algunos de los cuales se compraron en efectivo, entre agosto y septiembre del año pasado, por un valor de 600 millones de pesos.
El 30 de julio de 2008, según los documentos del conservador de Bienes Raíces de Viña, el sacerdote Ariztía vendió el departamento de Avenida San Martín a Diego Ossa Errázuriz, Juan Estaban Morales y a Francisco Costabal. Los dos primeros son vicario y párroco de la iglesia El Bosque, respectivamente. Costabal no es sacerdote, pero es presidente de la Acción Católica de El Bosque y vive en la misma parroquia.
Los tres forman parte del círculo más fiel a Karadima, grupo al que habría que sumar al obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga, director de la Unión Sacerdotal, y al laico Juan Pablo Bulnes Cerda. Este último, es el abogado de extrema confianza de Karadima, quien suele tramitar algunas operaciones inmobiliarias. Bulnes intermedió entre el sacerdote Diego Ossa y un ex feligrés que lo acusa de abuso sexual y que pedía una indemnización. Fue el abogado quien finalmente pagó esa millonaria “donación”, la que se hizo extensiva a posibles testigos de los abusos.
La operación de venta del departamento de Viña es muy particular: se llama “de nuda propiedad” porque lo que se transa es el departamento, pero no su uso. De hecho, el usufructo vitalicio de esa vivienda fue cedido ese mismo 30 de julio, pero en una escritura distinta, a otra persona: el sacerdote Fernando Karadima.
Sin embargo el sacerdote Andrés Ariztía dice no haber tenido conocimiento de que en los hechos estaba vendiendo esa propiedad, la que a partir de ese momento ya no figuró a su nombre, sino bajo el control de Ossa, Morales y Costabal. Y menos recuerda que ella fuera entregada el mismo día en usufructo vitalicio a Karadima.
-Efectivamente, el año 92 el padre Karadima me pidió que comprara ese departamento en Viña del Mar bajo el estricto entendido que se trataba de un inmueble que iba a ser destinado a la oración y descanso de todos los sacerdotes de la Unión Sacerdotal. Ese fue el objetivo y por eso acepté utilizar una herencia de mis padres para ayudar a mis hermanos sacerdotes y para que se usara con estricto sentido religioso –dijo a CIPER el sacerdote Ariztía, párroco de la Iglesia El Señor de Renca.
Respecto de la venta a Ossa, Morales y Costabal, el sacerdote Ariztía recuerda que firmó los papeles que le hizo llegar el abogado Juan Pablo Bulnes Cerda. Sobre los 36 millones de pesos “íntegramente pagados en diversas cuotas en la forma señalada en escritura pública de cesión de la nuda propiedad”, como certifica la escritura que se firmó ante el notario Raúl Iván Perry el 10 julio de 2008, el sacerdote Andrés Ariztía optó por no hacer comentarios sobre un dinero que no recibió.
-Y déjeme decirle que yo no tengo ningún vínculo económico con la Unión Sacerdotal. ¡En lo absoluto! –acota Ariztía.
Según las indagaciones que hizo CIPER, el único ocupante de ese departamento ha sido Karadima, quien lo usa para sus descansos en distintas épocas del año. Y no ha sido, como lo quería su comprador original, un lugar de reposo para todos los sacerdotes de la Unión.
En el mismo conjunto habitacional, pero en la torre gemela, tenía un departamento su hermano Sergio Karadima. Ese inmueble era ocupado asiduamente por Fernando Karadima antes de que Ariztía comprara el suyo. En dicho lugar el médico James Hamilton, dice que comenzó su calvario cuando, en un momento en que quedaron solos, Karadima lo masturbó.
Las numerosas propiedades que posee la Unión Sacerdotal y que fueron reveladas por CIPER el pasado 13 de agosto, han agregado un nuevo elemento de conmoción en la Iglesia Católica y en la comunidad de El Bosque, ya sometida a una gran tensión por las acusaciones de abuso sexual que afectan a su ex párroco Karadima y a su actual vicario Ossa.
De hecho, fue el citado reportaje uno de los factores que terminaron por convencer a diez sacerdotes que integraban la Unión Sacerdotal de distanciarse públicamente el 18 de agosto de esa organización, la que dirige el obispo auxiliar de Santiago Andrés Arteaga y que controla Karadima.
En una declaración entregada a CIPER, los diez sacerdotes le otorgaron verosimilitud a las denuncias de abusos sexuales. Además, algunos de ellos mostraron su estupor respecto de las operaciones inmobiliarias y su preocupación por el uso que el grupo que dirige Karadima le otorga a esos inmuebles. Un sacerdote de la Unión que no pertenece al grupo “cismático”, pero que también se ha alejado de Karadima, señaló a CIPER:
-Esto es gravísimo y nos hemos enterado por CIPER de esta verdadera empresa de corretaje de propiedades. Déjeme decirle que a nosotros, nunca, jamás, se nos informó ni de la compra ni de la administración ni los objetivos que tenían estos bienes. Jamás.
En este contexto, la referida propiedad de Viña del Mar y la forma en que se efectuó su traspaso reafirman las dudas que se han ido consolidando sobre los bienes de la Unión Sacerdotal. En esa compraventa los intereses de la Unión y los de Karadima se superponen, pues, según el relato de Ariztía, una propiedad comprada a petición de Karadima para destinarla al uso de los religiosos, terminó bajo el control único del sacerdote, aunque no esté a su nombre.
El punto es relevante porque además de los departamentos que identificó CIPER a nombre de la Unión Sacerdotal en zonas residenciales de alto valor comercial, descubrimos otra media docena de departamentos en las inmediaciones de la parroquia El Bosque, respecto de los cuales varios testigos afirman que se compraron a petición de Karadima o en cuya adquisición le cupo al sacerdote un rol determinante.
En estos departamentos, que hoy están a nombre de otras personas relacionadas con la comunidad de El Bosque, CIPER ha encontrado distintos indicios de que el cuestionado sacerdote ha podido usufructuar de ellos.
El primero es el departamento ubicado en El Bosque Nº 1247, departamento 802. Tiene 140 metros cuadrados, tres dormitorios y tres baños. En el Conservador de Bienes Raíces figura como comprador el sacerdote Jaime Tocornal Vial, quien pagó al contado 6.535 UF (aproximadamente 138 millones de pesos).
Según ha declarado la ex esposa de James Hamilton, uno de los principales acusadores de Karadima, el sacerdote y guía espiritual del matrimonio quería que ellos vivieran cerca de la parroquia y “le pidió a un sacerdote que comprara este departamento” para que la pareja lo habitara.
El matrimonio vivió allí entre 1997 y 2001. Y a ese departamento del Bosque iba Karadima de visita, durante el periodo en que Hamilton dice haber estado bajo el control absoluto del sacerdote. Cuando la pareja se mudó, fue ocupado por Juana Manieu, madre del obispo auxiliar y director de la Unión Sacerdotal, Andrés Arteaga Manieu.
Un segundo inmueble es la casa de dos pisos ubicada en Las Baleares 937. Hasta 2001 era propiedad de Gonzalo Tocornal Vial, un laico del círculo más estrecho de Karadima, que la vendió a Francisco Prochaska Vecsey, también parte del mismo círculo. Según ha establecido CIPER fue Karadima quien intervino para que Tocornal le vendiera a Prochaska (en 3.036 UF, unos $64 millones); y fue él también el que convenció a Prochaska para que le arrendara la casa recién comprada a Hamilton. Allí vivieron entre 2001 y 2004 Hamilton, su esposa y sus hijos. Y en esa casa continuó la relación entre el sacerdote y su denunciante.
Prochaska afirmó a CIPER que le pagó el pie de la casa a Tocornal con sus ahorros ($24 millones) y el resto lo canceló en mensualidades de más de trescientos mil pesos, extendiéndose el pago un año y medio más por concepto de intereses. También confirmó que fue Karadima quien hizo el trato con Tocornal y quien decidió que fuera Hamilton su primer morador.
Esta lista de propiedades incluye dos departamentos de Eliodoro Yáñez 2831, Torre A, N° 701 y 1201 con sus dos bodegas y sus cuatro estacionamientos. Fueron comprados al contado por 15.158 UF, unos $320 millones. En el Conservador de Bienes Raíces aparece como propietario el sacerdote Antonio Fuenzalida Besa, muy cercano a Karadima y consejero de la Unión Sacerdotal, quien también posee otros inmuebles a su nombre, pero que forman parte de herencias familiares.
Lo curioso es que estas dos propiedades fueron compradas en los mismos días en que la Unión Sacerdotal adquirió otros dos departamentos en el mismo conjunto habitacional, los números 801 de ambas torres (A y B). Testigos de la operación inmobiliaria dijeron a CIPER que los inmuebles fueron visitados por una comitiva que encabezaba Karadima y que integraban Juan Esteban Morales Mena, actual párroco de El Bosque; Diego Ossa Errázuriz, vicario de la misma parroquia; Andrés Arteaga Manieu, obispo auxiliar de Santiago y director de la Unión Sacerdotal; José Tomás Salinas Errázuriz, consejero de la misma Unión y Francisco Costabal.
Los mismos testigos de distintas fases de la operación inmobiliaria afirman que Karadima era quien evaluaba y decidía qué comprar. Otros testigos indican que días después de la visita, el sacerdote Antonio Fuenzalida llegó hasta el mismo edificio. Iba acompañado de Morales, Ossa y Costabal. A su solicitud, le entregaron cinco llaves de cinco departamentos visitados anteriormente por Karadima y su comitiva. Fue entonces que Costabal interrumpió y dijo que sólo requerían dos llaves, pues Karadima ya había elegido el 701 y el 1201. Fuenzalida subió a verlos y días después los compró.
¿Tiene control Karadima sobre esos departamentos? Lo cierto es que en el N° 701 –comprado por Fuenzalida- vive hoy Sergio Karadima Fariña, hermano del sacerdote. Una situación similar ocurre con un departamento adquirido a nombre de la Unión Sacerdotal en la Torre B del mismo conjunto (Nº 801). Allí vive María Eugenia Karadima Fariña, hermana del sacerdote.
Por último, está el departamento Nº 603, de El Bosque 701. Un testigo relata:
-La primera vez que vinieron a verlo, fue un martes por la mañana, después de misa. Se presentaron Fernando Karadima, Diego Ossa, Juan Esteban Morales y Francisco Costabal. Quien venía con intención de comprar era Karadima. Costabal nunca habló. Fue una decisión rápida, a los pocos días estaban adquiriendo el departamento al contado.
Según el registro del Conservador de Bienes Raíces, la adquisición figura a nombre de Francisco Costabal: se realizó el 13 de noviembre de 2008 por un valor de $98.389.387 pagados al contado, lo que incluyó dos estacionamientos.
Las interrogantes que surgen de la forma en cómo se concretan las sucesivas operaciones inmobiliarias y su posterior administración, se acrecientan con el depósito de los dineros de las rentas en las cuentas corrientes de la parroquia El Bosque. Aquí comienzan a confundirse los dineros de la Unión Sacerdotal y los de la parroquia, cuestión que complica al Arzobispado de Santiago y que debiese interesar al Servicio de Impuestos Internos, ya que la parroquia –por ser un lugar destinado al culto- no paga impuestos.
La investigación de CIPER logró descubrir que la Unión Sacerdotal recibe 2 millones 300 mil pesos mensuales por el arriendo de una propiedad en Carlos Antúnez y de tres de sus departamentos (Eleodoro Yáñez 2831 y los de El Bosque 915 y 957). Este dinero se deposita en una cuenta del Banco de Chile a nombre la Parroquia del Sagrado Corazón de Providencia.
A través de la cuenta Nº 00-162-52168-05, cuyo único autorizador registrado por el Banco de Chile es Fernando Karadima, se paga mensualmente a los empleados de la parroquia.
Sin embargo, existe otra cuenta que también recibe fondos no menores. Son los dineros que se recaudan por el arriendo del centro médico que ocupa un pedazo de la manzana donde está emplazada la parroquia. Los directivos de ese centro no quisieron precisar el monto, pero lo calificaron de “cuantioso”. Y señalaron que se deposita en una cuenta del banco BICE a nombre de Parroquia del Sagrado Corazón de Providencia. Su titular: el vicario Diego Ossa.
Lo anterior demuestra que aunque Fernando Karadima no es párroco desde 2006, mantiene cuotas importantes del poder financiero que controla la iglesia El Bosque. De allí la importancia de dilucidar tanto en la justicia ordinaria como en el Tribunal de Cuentas del arzobispado si los dineros con que se pagó a posibles víctimas y testigos de abusos sexuales salieron de esas cuentas.
Un dato adicional agrava la confusión entre los dineros que recauda de sus fieles la iglesia El Bosque y los que maneja la Unión Sacerdotal, ambos bajo el férreo control de Karadima: en el arzobispado tienen identificada a la parroquia con el mismo RUT de la Unión Sacerdotal.
“Lo que aquí pasó es que mezclaron las platas”, dijo una fuente del arzobispado.
Una mezcla de antigua data. Porque los viajes que Karadima realizaba cada año a Europa, en los que invitaba a personas de su círculo más íntimo –entre los más frecuentes, Guillermo Tagle, Francisco Prochaska, Gonzalo Tocornal, Hans Kast y Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes de abusos- se organizaban a través de Turavión y eran cancelados con donativos que recibía personalmente el sacerdote.
Así lo confirmó a CIPER Francisco Prochaska, uno de los laicos más cercano a Karadima por largos años. Prochaska afirmó estar “destrozado” por las acusaciones que pesan sobre el sacerdote –su guía espiritual- y afirmó:
-En lo que a mí respecta, puedo afirmar que jamás fui objeto de ninguna insinuación o conducta sexual dudosa por parte del padre en todos estos años.
Este fin de semana el sacerdote Fernando Vives, vicario de la Zona Cordillera, encargado de la visita pastoral ordenada por el cardenal Francisco Javier Errázuriz a la parroquia El Bosque, debiera entregarle un informe completo que abarca desde las finanzas hasta el ánimo en que se encuentran los fieles de una iglesia tensionada al máximo. El documento de Vives debe contener recomendaciones y muchos esperan que una de ellas sea la intervención de la parroquia.
Con ese informe, pieza clave para lo que viene, el cardenal se irá el lunes a una reunión en Punta de Talca con todos los obispos. De los 33 asistentes, cinco han sido formados por Karadima: Andrés Arteaga (obispo auxiliar de Santiago), Horacio Valenzuela (Talca), Juan Barros (obispo castrense), Tomislav Koljatic (Linares) y Felipe Bacarreza (Los Ángeles). Sólo el último ha cortado lazos con su ex guía espiritual. El tema central en Punta de Tralca será la crítica situación de la parroquia El Bosque y del grupo de sacerdotes que la controla. Y todo ello en la víspera del nombramiento por parte del Vaticano del nuevo arzobispo de Santiago.
Si hasta hace pocos días había obispos que pensaban que lo mejor era esperar la decisión del Vaticano respecto del mérito de las acusaciones que pesan sobre Karadima, la situación ha cambiado radicalmente.
Uno de los religiosos que hace tiempo cree necesario que Karadima salga de esa parroquia, es Hans Kast Rist, canciller del Arzobispado de Santiago y ex integrante por 20 años del grupo de Karadima. Así lo explicitó en su declaración ante el fiscal Xavier Armendáriz, que investigó inicialmente las denuncias de abusos. Tras describir los actos impropios que vio, sugirió que era necesario que Karadima fuera alejado “por no menos de seis años del contacto con niños, jóvenes y adultos vulnerables”. El destino de Karadima, en su opinión, debía ser “una vida retirada, sin tomar la dirección espiritual de otros”.
Kast recomendó también que en ese retiro no recibiera visitas de personas que tengan más de 20 años de diferencia con él. “Como tiene 80 años, máximo lo podrían visitar personas de mínimo 60 años”. El límite que fija Kast es fácil de deducir: en el círculo de Karadima habría varios hombres entre los 40 y los 50 años que han dedicado su vida a seguir incondicionalmente al cuestionado sacerdote de El Bosque, desarrollando una enorme dependencia.
“¿Es conveniente que tal persona siga ejerciendo el ministerio público?”, se preguntó Kast en su declaración. Su respuesta fue clara: no. Y argumenta la necesidad de provocar el cambio ante la urgencia de ayudar al círculo que hasta hoy se mantiene fiel a Karadima: “El grupo más cercano está, al parecer, en un callejón sin salida y quizás agradecería (sin decirlo) que a Fernando Karadima se lo aleje por un tiempo”.
Una decisión de ese tenor, sin embargo, no es fácil. Depende en estas horas del cardenal Errázuriz. Pero en Punta de Tralca tomará el pulso de los obstáculos que se interponen. Uno de ellos es el dolor que la intervención de la parroquia y el alejamiento de Karadima provocará en muchos de sus fieles que aún no creen en la verosimilitud de las denuncias de abuso sexual. Un argumento que es replicado por la erosión que provoca el hecho de que el vicario de la parroquia, Diego Ossa, también acusado de abuso sexual, se mantenga allí, al lado de Karadima, oficiando misas y hasta presidiendo la reunión semanal de los jóvenes de la Acción Católica los miércoles.
El propio Kast en su declaración ante el fiscal Armendáriz preveía que para muchos sería difícil aceptar los actos impropios que él mismo había visto. Y hace alusión a que muchos feligreses continuarán defendiéndolo, ya que “puede que hayan ido todos los días a Misa y se hayan quedado un día a la semana a cenar o que Fernando Karadima haya ido a sus casas a cenar, pero en esas cenas, él se contenía y no se comportaba como a veces lo hacía entre los jóvenes, en confianza o en un ambiente más distendido”.
Y agregó: “En el círculo más externo habla de Dios, de la santidad… Ahí no ven el abuso efectivo a las víctimas más cercanas (…). Incluso ese grupo externo le puede llevar jóvenes para que les hable de Dios y los dirija espiritualmente, sin percibir que algunos de ellos, los que sean vulnerables, pueden sufrir abuso de poder”.
La advertencia de Kast fue constatada por CIPER al hablar con múltiples sacerdotes y laicos de su grupo cercano a Karadima. El dolor de cada uno brota sin control. Y no son pocos los que se preguntan una y otra vez cómo fueron engañados por el sacerdote que incluso les hizo pensar que tenían el privilegio de servir a un “santo”.
Para el canciller del Arzobispado de Santiago, Hans Kast, esta idea de santidad hizo que en esa parroquia se despertaran gran cantidad de vocaciones. Como limaduras tras un imán, los más piadosos hijos de la elite chilena llegaban a las manos de Karadima. Y esos jóvenes que buscaban entregar su vida a Cristo, confiaban a tal punto en él, que cuando veían algo o eran víctimas de un acto impropio, le buscaban una explicación que calzara con la imagen del hombre santo.
Allí está la explicación para los besos que se interpretaban como un gesto de cariño. Y cuando en vez de besarlos en la mejilla, Karadima “sacaba la lengua y la pasaba por la mejilla”, como afirmó ante la justicia el sacerdote Eugenio de la Fuente, los jóvenes lo entendían como una muestra excesiva de afecto. Lo mismo ocurría con ese beso que casi por azar se transformaba en un beso en la boca. Una broma, para algunos; una alerta sólo para unos pocos. Pero Karadima no dejaba de ser “santo”.
Lo mismo pasaba con el toqueteo de los genitales. Los testigos dicen que era “como accidental”. Permanentemente Karadima sufría el mismo “accidente” y terminaba con su mano rozando un pene. A medida que avanzaba la relación, el toqueteo se transformaba en una palpación voluntaria que tenía incluso una explicación didáctica.
Así lo declara Fernando Batlle, uno de los denunciantes. Al llegar a la parroquia, Karadima lo saludaba muy afectuosamente mientas le palmoteaba los genitales y le decía que “el pirulito” había que tenerlo “corcheteadito”. “Según recuerdo, esto ocurría delante de otros jóvenes cercanos, en instalaciones privadas de la parroquia, como el comedor o su pieza, lugares a los cuales muy pocos tuvimos acceso”.
También había palmoteos al terminar la confesión. “Andate tranquilito y cuida mucho tu vocación, me decía al tiempo que me tocaba los genitales”, relata Batlle, quien acota que eso le ocurrió repetidas veces cuando estaba en la enseñanza media.
Nadie podía pensar, en ese momento, que había algo morboso en esas actitudes. Menos algún tipo de abuso. Es más, en la búsqueda de una explicación, se llegaba a las interpretaciones más peregrinas. Batlle pensaba que era un acto de extrema confianza de Karadima. Hasta que el trato lo incomodó al punto de abandonar la parroquia. James Hamilton dijo ante el fiscal Xavier Armendáriz que interpretaba esos toqueteos como “una prueba a mi templanza sexual”.
En el caso de Hamilton, el toqueteo terminó en masturbación. Karadima lo mandó a confesarse de “pecado de pureza”. Y lo que provocó en él, estremece: “Estaba abrumado, exhausto, completamente desorientado, lleno de temor, culpa y horror por haber desencadenado algo así”, le dijo a Armendáriz.
Karadima premió su silencio integrándolo al selecto grupo de jóvenes que entraba a su pieza en la parroquia. Más tarde hubo un premio mayor: lo designó presidente de la Acción Católica el año en que vino a Chile Juan Pablo II.
En los próximos días el cardenal decidirá el destino del sacerdote Fernando Karadima, el joven que fue funcionario del Banco Sudamericano (hoy Scotia) antes de ser sacerdote y que hasta hoy guarda monedas de oro en sus calcetines en el closet. El hombre que mantiene intocable la casa que habitó su madre al interior de la misma parroquia hasta el día de su muerte, se aferra en estas horas a su círculo de hierro cada vez más reducido.
Mientras la conmoción crece en su entorno, algunos recuerdan con perplejidad un misterio con el que Karadima alimentaba su imagen de santidad. Contaba que había ido a ver al padre Hurtado moribundo y le había pedido tres favores que el santo se había comprometido a cumplir. El primero, que su padre (ya fallecido) llegara al cielo. El segundo, que él se convirtiera en sacerdote. “Y el tercero, no se los puedo revelar. Es un secreto”, decía.
Hasta hace unos meses su círculo cercano creía firmemente en esta historia. Ahora, como todo lo que tiene que ver con Karadima, esta escena también se pone en duda.
*Con la colaboración de la estudiante en práctica Lissette Fossa.
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