Vida al límite en la frontera con Perú (II): Las rutas de la droga entre Tacna y Arica
03.09.2009
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
03.09.2009
Arica es la región donde se decomisa la mayor cantidad de cocaína en Chile. El 70% de los juicios orales y el 90% de los condenados tienen a la droga como denominador común. La ciudad está cruzada por este tema pero los capos del narcotráfico no viven ni invierten acá. Algo opuesto parece estar ocurriendo en la vecina Tacna, la ciudad peruana más austral: los decomisos de estupefacientes son muy modestos en relación a lo que ocurre en Chile y también existen sospechas de lavado de activos. Hay un hecho en el que coinciden en ambos lados: el mar se ha convertido en una ruta de cuidado. “Por ahí está la cuestión fácil”, dice el jefe de antinarcóticos de Tacna.
La camioneta frena en seco en la arena de la pampa Gallinazos, en las cercanías de la frontera con Perú, y el sargento Luis Yánez lanza una protesta que acusa un golpe a su amor propio: “¡Cresta, se nos pasaron dos! Se fueron. Las huellas son de anoche, están fresquitas”.
Las huellas de zapatos se graban con nitidez en la arena del desierto y el sargento Yánez puede avistarlas a varios metros de distancia, determinar su data aproximada y establecer incluso algunas de las características físicas de quienes las hicieron. De eso precisamente se trata su trabajo: capturar a los burreros que transportan droga por pasos no habilitados de la frontera entre Chile y Perú. Un territorio accidentado, peligroso y yermo, donde lo único vivo son las minas antipersonales que hay sembradas a lo largo de la frontera.
“Si se fija, una de las pisadas es mucho más débil que la otra, que prácticamente lleva todo el peso. ¿Qué nos dice eso? Que uno de ellos tiene dificultad para caminar o simplemente es cojo. Mire cómo camina, prácticamente arrastra uno de los pies”, describe el experto en huellas del OS7 de Carabineros de Chile mientras los dos acompañantes de su patrulla, los cabos Pizarro y Castro, parten a seguir la trayectoria de las pisadas que se pierden ladera abajo.
Es la mañana de uno de los últimos días de julio, el sol comienza a asomar de entre una delgada capa de nubes y hace horas que los burreros debieron haber encontrado refugio en el valle de Lluta, el primer oasis que aparece en territorio chileno para quienes se aventuran caminando durante buena parte de la noche desde el otro lado de la frontera.
Al sargento Yánez no le ha caído nada de bien el hallazgo de las huellas. Que dos burreros hayan conseguido su objetivo es casi un asunto personal para el más antiguo policía del que llama el “servicio pampa” de Carabineros y que forman únicamente él, que es su fundador, y sus otros dos compañeros encargado de resguardar el tráfico de droga por pasos no habilitados. Yánez está molesto consigo mismo pero al menos guarda el consuelo de que esas huellas, que demorarán meses en borrarse por completo, auguran un futuro éxito policial: “A éstos les fue bien y lograron hacer su entrega. Pero en un mes o tal vez menos van a volver a pasar por aquí mismo. Siempre es igual: vuelven a pasar por donde mismo, una y otra vez, hasta que caen”.
Yánez tiene diez años de servicio en la zona y ha visto de todo, menos que deje de pasar droga. La región, fronteriza con dos de los principales países productores de clorhidrato de cocaína como son Perú y Bolivia, presenta todas las modalidades posibles de tráfico -aire, mar y tierra- y concentra el mayor porcentaje de decomiso en Chile, con el 62.7% del total nacional al primer trimestre de 2009. La droga entra en su mayoría por Arica pero una parte muy menor se queda en la ciudad para el consumo interno. La otra sigue camino al centro del país y, en algunos casos, a Europa.
“Las características fundamentales de Arica son un comportamiento destinado al ingreso, almacenamiento y transporte de droga”, define el mandamás de la Fiscalía Regional de Arica y Parinacota, Jorge Valladares, que conduce la oficina del Ministerio Público más activa y ocupada en materia de drogas en el país. Más del 70% por ciento de sus juicios orales dicen relación con esta materia, lo que redunda en que nueve de cada diez internos del penal de Acha, en las afueras de la ciudad, esté detenido por tráfico de drogas.
Arica está cruzada por este tema pero no necesariamente es una ciudad próspera, más bien lo contrario. Hace una década que el desempleo está sobre el promedio nacional, llegando a 14,1% en 2006, y de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas, en el mismo periodo la región ha experimentando una contracción paulatina de la actividad económica. El informe del segundo trimestre de 2009 reportó la contracción más pronunciada del país, con un 26.9% en relación a igual periodo de 2008.
Arica es la ciudad chilena donde transita más droga pero definitivamente los capos no paran en la ciudad ni menos invierten en ella. “Si bien acá han existido operadores a gran escala, yo diría que la mayoría de los que hacen las compras de la droga son de otras regiones y fundamentalmente de Santiago”, describe el fiscal regional y su evaluación es corroborada por el jefe de Inteligencia de la Brigada Antinarcóticos de la Policía de Investigaciones de Arica, Roy Farías: “A nivel local tuvimos importantes organizaciones que fueron desbaratadas, dos o tres bandas de familias dedicadas al tráfico y a las que les detectamos bienes y propiedades en los valles de Lluta y Azapa. Pero desde hace un tiempo que no se ve algo así”.
Buena parte de la cocaína y pasta base de cocaína que se decomisa en Chile proviene de envíos realizados desde Tacna, ciudad vecina de Arica, en el sur peruano, que a la vez es provista por la zona cocalera del Valle del Río Apurímac y Ene, conocida como el VRAE, en la región de Ayacucho. “Generalmente la droga es pagada con anticipación a la entrega, mediante un depósito en dólares que se realiza desde Chile, y en muchos casos, cuando el comprador no manda a alguien a buscarla en auto o camión, una segunda estructura se encarga en Perú de reclutar a los burreros. Ese servicio tiene un costo adicional”, precisa el jefe de Inteligencia de Antinarcóticos de Arica.
La experiencia le indica a Farías que la mayoría de los detenidos por narcotráfico corresponde a correos humanos que son sorprendidos al ingresar a territorio chileno por el paso fronterizo de Chacalluta. Unos metros antes de esa aduana, al dejar territorio peruano, un enorme letrero recibe a los visitantes con la leyenda Chile, all ways surprising. Se trata de un juego de palabras que puede ser leído como un mensaje de advertencia a los que vienen entrando: Chile te sorprende siempre.
Tacna es una ciudad de ritmo cansino que guarda el encanto de las provincias. Acá se duerme siesta, los atropellos son noticia de portada y el camión de la basura se anuncia por parlantes que difunden un solo de piano de Richard Clayderman. Pero a la vez también es una ciudad intensa, con el doble de habitantes que Arica y una actividad económica pujante, que en 2008 aumentó en 16% su producción de bienes en relación al año anterior.
Desde un despacho provisional, porque el anterior fue quemado en las protestas de fines de 2008 por la decisión del gobierno central de redistribuir los ingresos de la actividad minera, el gobernador regional Víctor Urviola dirá que el empuje económico de Tacna obedece principalmente a los beneficios tributarios y aduaneros. Sin embargo, en Tacna hay voces que no opinan igual.
“El auge inmobiliario que hoy en día vive Tacna se relaciona con el blanqueo del dinero de la droga”, asegura el periodista Fernando Rondinel, quien conduce uno de los programas radiales más escuchados en la ciudad. “Se trata de gente que no es de acá, que ha construido y ha puesto empresas en la zonas comerciales y nadie sabe de dónde ha sacado el dinero. Lo cierto es que nuestros controles son muy deficientes”.
Hace unos años Rondinel denunció a un diputado nacionalista de la región por estar involucrado en el contrabando de locos que eran exportados al mercado asiático por una de sus empresas en Tacna. El diputado era Ronnie Jurado, quien en 2001 cobró atención mediática al acusar que la caseta fronteriza de la Armada chilena había sido trasladada hasta penetrar en territorio peruano, lo que fue desmentido por Chile. La particularidad del contrabando de locos es que en algunos casos éstos eran contrabandeados desde Arica a cambio de cocaína.
Aunque ha habido indagaciones sobre éste y otros casos que se encuentran en curso, la justicia no ha logrado establecer la existencia de lavado de activos en la región. Como tampoco ha conseguido desbaratar grandes redes vinculadas al narcotráfico.
Las cifras que exhibe en Tacna la División Antinarcóticos de la Policía Nacional del Perú son modestas. Más todavía si se comparan con las de sus pares chilenos. Durante el primer trimestre de este año, en el lado peruano se han decomisado 148,5 kilos de clorhidrato de cocaína contra 855,6 kilos a este lado de la frontera. La diferencia fue más pronunciada durante 2008, que supuso una relación de 23,2 kilos contra más de una tonelada. Casi la mitad de esos 23,2 kilos incautados en Perú correspondieron al hallazgo de una lancha que se disponía a trasladar droga a Chile.
La evidencia está frente al cuartel de la División Antidrogas de la Policía Nacional del Perú (PNP), en pleno centro de la ciudad. La lancha que en agosto de 2008 fue capturada en el balneario de Boca del Río, 40 kilómetros al sur de Tacna, se exhibe como trofeo de guerra. Fue el primer operativo de este tipo realizado por la policía antinarcóticos de Tacna. En Chile en cambio ya suman ocho desde octubre último, con un distintivo: nunca han logrado atrapar una lancha en acción, a excepción de una nave que contrabandeaba guacamayos, tucanes, tortugas y otras especies exóticas.
El comandante César Basauri, jefe de la División Antidrogas de la PNP de Tacna, sostiene que la frontera marítima presenta las condiciones de mayor vulnerabilidad para el control del tráfico de estupefacientes. “Si bien acá hay todo tipo de control, por la amplitud del litoral es muy difícil de detectar los embarques que ingresan a Chile. Hemos podido constatar que por ahí está la cuestión fácil”.
Basauri señala que la zona marítima no es “explotada” por la División Antidrogas que dirige, sino por la Marina. Y en esta zona la principal atención de la Marina está enfocada en los puertos de Ilo y Matarani, cercanos a Tacna. El control marítimo tiene una complejidad adicional. En estos días se tramita en La Haya una demanda por el límite marítimo que Perú interpuso contra Chile.
A fines de 2007 la Armada chilena adquirió dos lanchas tipo Defender destinadas al puerto de Arica. Las naves son capaces de correr a 80 kilómetros y demorar ocho minutos en llegar a la frontera desde la gobernación marítima. Además poseen equipos de comunicación satelital, visor nocturno y tecnología para detectar la presencia de naves a varias millas a la redonda.
Un oficial chileno comenta con un dejo de orgullo que son las mismas lanchas que utilizan guardacostas estadounidenses para custodiar el ingreso de droga por las costas de Florida. Pero el gobernador marítimo de Arica, capitán de navío Tomás Orellana, apunta que la realidad de esta frontera marítima no tiene punto de comparación con lo que ocurre en esas costas del caribe, donde corren balas y las naves de los narcos son realmente poderosas. Las que se han detectado por estos lados no son más que embarcaciones básicas que navegan a la altura de la batiente de la ola. Esto último, sin embargo, representa una complejidad.
Estas embarcaciones menores no siempre son detectadas por los radares de la Armada. Además, según confidencia un suboficial de la misma rama, otro de los inconvenientes radica en la amplia visibilidad que tiene el puerto donde opera la Armada, lo que permite avistar desde varios puntos de la ciudad cuando las lanchas rápidas zarpan o regresan de un patrullaje.
De cualquier forma, el comandante Orellana destaca la efectividad de los patrullajes que la Armada realiza “a toda hora, sin un patrón fijo, para prevenir el tráfico de ilícitos por aguas territoriales”. La tarea también se amplía al “traspaso de información y operativos conjuntos” con la Policía de Investigaciones, lo que se ha traducido en el decomiso de 80 kilos de cocaína desde 2008.
Hasta hace cinco años, la Armada además tenía a cargo la caseta de vigilancia ubicada en el hito 1 de la frontera, a pocos metros del mar. Pero una vez que los marinos a cargo dieron muerte a balazos a un peruano que traspasó el límite sin identificarse, desatando un incidente diplomático, el control quedó a cargo de Carabineros.
No es mucha la acción que la policía uniformada chilena tiene en esa zona, demarcada por el curso que antiguamente dejó el río Lluta y que hoy es una trinchera de arena de la cual afloran las minas antipersonales y antitanques sembradas hace cuatro décadas por el ejército chileno. Lo más amenazante es el muñeco con uniforme del ejército peruano que se emplaza frente al puesto fronterizo de la policía de ese país y representa un ataque hacia territorio chileno. La verdadera acción está tierra adentro, camino a la pampa, donde los burreros sortean las minas que siguen sumergidas a unos pocos centímetros de la superficie del desierto.
Hasta hace un tiempo que no puede precisar, porque el tiempo en el desierto no transcurre igual que en la ciudad, el sargento Yánez disfrutaba cada vez que atrapaba a un burrero caminando por el desierto. De hecho, todavía lo disfruta y al llegar a casa su esposa y sus hijas lo besan y felicitan por el logro. Pero desde que un burrero peruano al que había capturado le dijo “su alegría, jefe, es mi desgracia”, el policía dice que procura reprimir sus emociones frente a los detenidos. “Es que igual nos da pena que caiga gente que es utilizada, gente muy humilde a la que le pagan cincuenta o cien mil pesos por cruzar droga”, dice. “Da pena pero no por eso vamos a dejar de hacer el trabajo que nos corresponde”.
Yánez, de 43 años, contextura gruesa y pelo largo, oscuro y ensortijado, a quien le cae mejor un poncho de lana que el uniforme policial, fue el primer funcionario de Carabineros en especializarse en la pampa. Dice que en 1999, cuando llegó a Arica procedente de la Quinta Región, “nadie trabajada la zona y esto era un paseo”. Entonces identificó el lugar en que obligatoriamente transitaban los burreros, un pasadizo de la pampa Gallinazos delimitado por cercas de alambres de púas que advierten sobre los campos minados. En ese lugar cavó una trinchera, se sumergió en ella y esperó a que cayera la noche. “Fue así que empezamos a pillar droga, nos fue bien. Los burreros llegaban al lado nuestro porque era una pasada habitual”.
La pasada todavía existe tal como antes, cercada por los mismos alambres de púas y letreros con calaveras de advertencia, pero ya no es tan habitual. Dice Yánez que desde entonces las rutas se han ampliado a lo largo de la frontera, y que en estos años ha presenciado muchas cosas: cuerpos mutilados y agónicos por la detonación minas, gente caminando de espaldas para hacer creer que vuelve y no va, fantasmas que pasan a llevar en medio del desierto. Dice también que ha debido idear nuevos métodos para cumplir con su trabajo.
El más eficaz consiste en barrer el desierto mediante una malla de acero arrastrada por la camioneta policial. Durante el día barre varios kilómetros a lo largo de la frontera con Perú, atravesando las rutas habituales de los burreros que caen al valle de Lluta; y ya de noche recorre el barrido para constatar si se ha marcado alguna huella. Cuando eso ocurre, Yánez dice que es muy difícil que se le escape algún burrero, pues a esas alturas, tras varias horas de caminata con mochila, a éstos los vence el cansancio y la desesperación de ser perseguidos por vehículos. Por lo demás, en esta zona no hay dónde buscar refugio, y por más que se corra y se corra, las huellas siempre delatarán los pasos. El desierto es un campo de oportunidades pero también una trampa para quienes transitan por él traficando drogas.
Cada mes son detenidos dos burreros en esta zona. A veces uno. “Es relativo. Lo importante es la constancia, venir todos los días para tener resultados”, dirá uno de los cabos de la patrulla del sargento Yáñez, ya de noche, mientras la camioneta avanza lento por el desierto, siguiendo el barrido de la malla de acero. Dirá después, mientras en la cabina se escucha la música de una emisora de Tacna, que se trata de una tarea meticulosa y de nunca acabar, que después de que cae uno siempre vuelve otro. Y ya de regreso a la ciudad, al término de una jornada sin novedades, el mismo cabo del OS7 dirá finalmente que así como van las cosas, es probable que en veinte o treinta años las drogas terminen legalizándose y su trabajo y el de los burreros ya no exista más.
En la oficina del jefe de la Brigada Antinarcóticos de la Policía de Investigaciones de Arica, comisario Iván Villanueva, cuelga la foto en blanco y negro de un hombre de su mismo apellido y cargo. Se trata de Guillermo Villanueva, padre del actual jefe policial, que hace 27 años desempeñó en la ciudad las mismas funciones que su hijo, aunque en circunstancias muy distintas. Dice el comisario que si antes se trabajaba “a la antigua”, mediante controles preventivos y la recolección de datos en los bajos fondos, hoy lo que prima es la investigación. “A eso nos hemos dedicado: a hacer un poco más de inteligencia práctica en lo que se refiere a sintetizar información, a profesionalizar más el tema y a especificar la función de las policías”, dice Villanueva, cuya brigada decomisó en 2008 más del 20% de la cocaína incautada a nivel nacional.
Aunque históricamente Arica ha sido la ciudad chilena donde se decomisa la mayor cantidad de cocaína y pasta base, en los últimos años la tendencia ha experimentado variaciones. Debido al reforzamiento de los controles de Chacalluta, Chungará y Cuya, este último ubicado a 110 kilómetros al sur de Arica, los contrabandistas han comenzado a utilizar de manera cada vez más frecuentes rutas alternativas de las regiones I y II. “Anteriormente el 82% de la cocaína que entraba a Chile lo hacía por Arica y hoy en día el porcentaje es mucho menor. Toda la explosión del tráfico por Colchane y Calama se debe a que nosotros pusimos aquí una tremenda barrera”, dice Villanueva.
Frente a este cambio en el comportamiento del narcotráfico, en 2008 Carabineros lanzó un programa de 17 millones de dólares llamado Plan Vigía y destinado al control del tráfico de estupefacientes entre Arica y Copiapó, que concentran el 80 por ciento de los decomisos de cocaína y pasta base a nivel nacional. El programa de vigilancia fronteriza considera la incorporación de tecnología de punta como un avión vigía incorporado este año y cuyo costo fue de 7 millones 400 mil dólares. Se trata de una nave que patrulla a cerca de 250 kilómetros por hora y que está dotada de una cámara capaz detectar personas a 4.800 pies de altura.
El comandante de Carabineros Marcelo Araya, jefe del control de drogas en la zona norte, dice que el uso de nuevas rutas para el contrabando, como también la salida de la DEA de Bolivia, “han obligado al reforzamiento de nuestros controles”. En ese sentido sostiene que la incorporación del avión vigía “ha significado un importante aumento en el número de detenidos y decomisos”.
“El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística . La Fundación AVINA no es responsable por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido.”