Narco S.A.
24.07.2009
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24.07.2009
El poderío narco en México alcanza los US$19.000 millones al año, cifra que supera las divisas que deja el turismo en ese país. Este verdadero imperio emplea a medio millón de personas –25% más de las que trabajan para Mc Donald’s en todo el mundo-. y tiene en el bolsillo a casi el 80% de los policías municipales aztecas. Estas impactantes cifras surgen de la exhaustiva investigación realizada por la periodista Ana Arana que acaba de publicar la revista Expansión de México.
La imagen más común del narco suele contener los elementos típicos de la nota roja: violencia, armas, corrupción y, por supuesto, drogas. Hay otro aspecto igual de importante y que explica su alcance y la dificultad de extirparlo: su fortaleza económica. Esta actividad ilícita genera en México 19,000 millones de dólares (mdd), según cálculos de Expansión con datos de los gobiernos de México y de Estados Unidos. Esta cifra se asemeja a la de los envíos de remesas y es mayor a las divisas que atrae el turismo.
El narcotráfico ocupa en México a medio millón de personas entre las que cuenta a gatilleros, cosechadores de marihuana, ‘cocineros’ (quienes producen las anfetaminas) y transportistas, entre muchos otros; esto es, 25% más personas de las que emplea McDonald’s en todo el mundo. Y eso sin contar a policías, arquitectos, contadores o financieros que trabajan indirectamente para los delincuentes. En 60% de los municipios del país, hay gente empleada por el crimen organizado, según calcula el senador panista Ramón Galindo, ex alcalde de Ciudad Juárez.
Ése es el negocio y tal es su mano de obra. Su principal “ventaja competitiva”, tal como sucede con las actividades formales, es su proximidad geográfica con el principal consumidor de drogas: Estados Unidos. Si 80% de las exportaciones del sector formal cruzan la frontera norte, lo mismo sucede con 90% de la cocaína que llega a México, lo que equivale a unas 260 toneladas anuales. Aquí se produce la mitad de las anfetaminas que se consumen en EU, y unas 16,000 toneladas de marihuana.
Los grupos mexicanos obtienen más dinero que lo que ganaron en su momento los cárteles colombianos de Medellín y Cali, según investigadores colombianos. Cuando el famoso capo Pablo Escobar apareció entre los hombres más ricos del mundo en la revista Forbes, la publicación estimó su riqueza en 3,000 mdd. Escobar controlaba 90% del narcotráfico en el mundo por su hegemonía sobre los laboratorios de cocaína y compartía ganancias con el cártel de Cali.
Por primera vez, este año Forbes incluyó a un narco mexicano en su lista de los más ricos: Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán. Al jefe del cártel de Sinaloa le adjudicó una fortuna de 1,000 mdd. Guzmán es uno de tres líderes de dicho cártel, el cual controla 50% del mercado de las drogas mexicanas, según fuentes estadounidenses. Pero otros estiman que algunos de sus colegas, como Ignacio Coronel e Ismael ‘El Mayo’ Zambada, podrían ganar tanto o más que Guzmán.
¿Cómo es el negocio de la droga? Sus estrategias de competencia, su sistema de proveeduría, la innovación, el financiamiento y la operación, es decir, su plan de negocio, es difícil de conocer hasta para las autoridades. Buena parte de lo que hoy se sabe es gracias a la contabilidad forense con la cual reconstruyen el negocio cuando éste ya fue desarmado por la misma organización que lo creó para evitar la huella que pueda delatarlos. Para un ciudadano, el negocio es aún menos evidente, aunque todos los días convivan con ellos.
El año pasado, por ejemplo, los habitantes de una colonia de Zapopan, Jalisco, se vieron invadidos por decenas de camionetas tipo Van. Los vecinos estaban muy molestos por el tráfico que generaron más de 500 viajes motorizados a esa zona; pero les enfadaba más el ardor que sentían en la nariz originado por el olor que emanaba el edificio de dos plantas donde las camionetas descargaron distintos objetos.
Luego de una denuncia ciudadana, los bomberos descubrieron que en el lugar había 6,000 tambos de solventes y químicos usados en la producción de pinturas y perfumería. Según oficiales del Ejército y de la Drug Enforcement Administration (DEA), al combinar dichas sustancias se obtiene una alternativa a la efedrina, que sirve para producir anfetaminas. Este caso muestra su innovación y capacidad de reacción. Un mes antes de este hallazgo, México prohibió la importación de efedrina como un paso más en su lucha contra el narco. Hay otros ejemplos de innovación como la marihuana mexicana ‘sin semilla’, muy resistente a los herbicidas que el gobierno usa en sus operaciones de erradicación de plantíos.
Pero el precio que paga el país por esta actividad es muy alto. Según Francisco Thoumi, un académico colombiano que ha estudiado este fenómeno, la economía ilegal es una expresión de capitalismo crudo y primitivo, que contradice el espíritu de cambio. “Esta industria debilita la legitimación de los derechos de la propiedad, desinfla el crecimiento de la economía formal, dificulta la obtención de impuestos, demanda más gasto público y legitima la violencia como la mejor arma predatoria de negocios”, escribió en su libro Economía política y las drogas ilegales en Colombia.
La diferencia principal entre el narco y un negocio legal son sus inmensos costos sociales, económicos e individuales –con más de 10,000 asesinatos tan sólo en este sexenio.
El crimen organizado tiene un severo costo dentro de la productividad de la economía y en la capacidad del país para atraer y retener inversiones, según Juan Pardinas, consultor del Instituto Mexicano para la Competividad (IMCO), aunque “el impacto no se puede medir con variables cuantificables para saber de manera rigurosa cuántas inversiones extranjeras no fueron efectuadas por la inseguridad”, explica.
Hay aproximaciones posibles. El Foro Económico Mundial utiliza indicadores de crimen organizado para elaborar su informe de competitividad, una referencia para los planes de inversión de las compañías multinacionales.
México ocupa los lugares 124, 125 y 127 entre 134 países en “aspectos institucionales y costos para los negocios del crimen y la violencia”, “crimen organizado” y “confiabilidad en los cuerpos policiales”. En el indicador final, México queda situado en el lugar 60. El peso del crimen a la hora de tomar decisiones estratégicas es cada día más evidente.
A esto se añade su efecto sobre la corrupción en gobiernos y autoridades locales, el desplazamiento de otras actividades legales, su efecto sobre la libertad de prensa (como el asesinato del reportero de La Opinión Milenio, de Durango, Eliseo Barrón) o la conversión de los cárteles dedicados al narcotráfico en organizaciones criminales multisectoriales, que realizan lo mismo secuestros que extorsiones o asesinatos, lo que deteriora aún más la competitividad regional.
Es notable la huida de empresarios y profesionales que se van de México para librarse de este entorno, como es el caso de Alejandro Junco, presidente del grupo periodístico Reforma, así como otros empresarios en todo el país.
Algunas industrias, como la del turismo, han calculado cómo les impacta el negocio del crimen organizado. De acuerdo con Gastón Azcárraga, presidente de la cadena de hoteles de Grupo Posadas y de Mexicana, la crisis de seguridad disminuyó 10% el número de reservas en el sector.
Existe un grupo de elite entre las corporaciones criminales de México. Sus nombres son un tributo al lugar donde nacieron, donde son poderosos o a su fundador.
Entre los principales cárteles destacan el de Juárez, liderado por Vicente Carrillo Leyva. El de Sinaloa, de Guzmán Loera, alias ‘El Chapo’. El del Golfo-Zetas, cuya cabeza es Miguel Ángel Treviño. El cártel de Tijuana, donde los operadores de los hermanos Arellano Félix ostentan el negocio de la cocaína y las anfetaminas. Y el de los hermanos Beltrán Leyva, con presencia en Sinaloa, Sonora, Jalisco y Nayarit, entre otros.
Al igual que la mayoría de las empresas en México, los organismos criminales también son familiares y heredan sus emporios a las generaciones que le siguen. Los líderes de estos cárteles son parientes de los primeros traficantes que cultivaron en México marihuana y opio en los años 50 para venderla en EU a los ex combatientes del Ejército de ese país que retornaban de la guerra de Corea.
Así como en los 90 el Tratado de Libre Comercio (TLC) transformó una parte de la industria mexicana, una condición de mercado empujó en esa misma década a que los grupos delictivos cambiaran las directrices de su negocio.
En pleno boom de la cocaína, la fuerte demanda de droga por parte de EU le permitió a los traficantes mexicanos negociar con los productores colombianos que parte de su pago fuera en especie. El pionero fue Amado Carrillo Fuentes, el ‘Señor de los Cielos’. Su negocio creció tanto que en poco tiempo ya realizaba dos envíos semanales de Colombia a México en aviones DC-10. México se volvió una escala obligada para al menos 90% de la cocaína que iba a EU.
Otro cártel que cambió de giro fue el de los Amezcua Contreras. Originarios de Colima, los hermanos José de Jesús, Luis Ignacio y Adán se dedicaron primero al tráfico de personas de México a EU. Pero esta actividad, aunque lucrativa, era muy irregular pues no garantizaba una fuente continua de ingresos. La estabilidad financiera la encontraron en el tráfico de drogas. Empezaron con marihuana y, ocasionalmente, cocaína. Pero pronto se dieron cuenta que el negocio estaba en las anfetaminas. Según Óscar Naranjo, director de la Policía Nacional de Colombia, los cárteles mexicanos incursionaron en las drogas sintéticas por su alta demanda y su bajo costo de producción. Producir un gramo de anfetamina cuesta 100 dólares en México, mientras su precio en el norte varía entre 180 y 300 dólares, según la DEA. La Casa Blanca calcula que en EU hay 2.4 millones de adictos a esa droga. Con violencia, los Amezcua entraron por San Diego al mercado estadounidense, que entonces controlaban pandillas como los Hell’s Angels, en California.
La producción de anfetaminas tiene ‘ventajas’ sobre la de cocaína y marihuana: no depende de alianzas con productores o de grandes extensiones de tierra para sembrar la droga; se pueden producir en grandes laboratorios o en una vivienda cualquiera y con una inversión de 5,000 pesos; sólo se requieren los insumos necesarios, como la efedrina, una sustancia que sirve para hacer antigripales.
Los Amezcua contrataron laboratorios que importaban efedrina y luego ‘exportaban’ este producto por el mismo camino que usaban para enviar trabajadores ilegales a EU. En 2004, México importó 50% más efedrina de lo que necesitaba su industria antigripal. En 2005, el gobierno limitó la entrada de este producto a México. Para entonces, los Amezcua ya poseían fábricas del químico en Pakistán, tenían contratos de compra multimillonarios con productores en India, y habían desplazado a la mafia rusa del mercado estadounidense.
Los Amezcua fueron encarcelados en 1998, pero el negocio continuó. En respuesta a los controles que el gobierno impuso en 2005 a la importación de efedrina, los cárteles contrataron laboratorios que obtenían permisos aduanales falsos. Hoy, según la DEA, los cárteles mexicanos son los más activos en este mercado. “Los cárteles que no estaban en este negocio entraron cuando vieron los millones de Zhen Li Ye Gon”, dice un oficial de EU. Se refiere al empresario acusado en México de tráfico de drogas en 2007 y a quien le confiscaron 205 mdd en efectivo que encontraron en su domicilio. El desmantelamiento de este imperio eliminó del mercado a un gran importador de efedrina, y causó estragos en el cártel del Golfo, dueño del dinero y de las instalaciones incautadas al empresario chino.
México prohibió en 2008 el uso de efedrina en medicamentos, y eliminó toda importación legal del insumo.
La droga más difícil de manejar es la marihuana. Su producción involucra a secaderos y empaquetamiento, y al transportarla ocupa mucho espacio físico. Su margen de ganancia no es tan atractivo como el de la cocaína o las anfetaminas. Por eso los colombianos no la manejaron en los 80, su época dorada.
Para los narcos mexicanos, la marihuana es estratégica. Crece abundantemente en Sinaloa y Michoacán, dos estados con acceso privilegiado a múltiples carreteras, cruces fronterizos y puertos de embarque. Y tiene un mercado de 20 millones de consumidores en EU, según la Casa Blanca.
A pesar de la lucha del gobierno mexicano contra los cárteles de la droga, la exportación de marihuana se ha mantenido estable en los últimos años, a excepción de una sequía que atacó los estados productores entre 2000 y 2002, ocasionando pérdidas de 50% en la producción. Es la principal fuente de liquidez de los narcos. Con su venta, los cárteles financian la compra de otras drogas de mayor margen, como la cocaína, o insumos para las anfetaminas. Cada kilo de marihuana cuesta entre 1,300 y 1,800 dólares en EU. El año pasado, México exportó 16,000 toneladas, lo que significa más de 10,000 mdd de ingresos para estos grupos.
El precio de la cocaína aumenta conforme avanza del sur al norte por el continente (véase mapa arriba). Un productor colombiano recibe el equivalente a 5% del precio pagado en Atlanta, por ejemplo. La mayor parte de la ganancia se queda en los intermediarios y varios de ellos están en México.
“El efecto de este negocio se ve en todos lados, desde las mansiones que aparecen en pequeños pueblos, hasta los grandes desarrollos que hacen en Monterrey y en Jalisco”, dice un ex banquero mexicano. Hace una década, recuerda, llegaban a la ventanilla de las sucursales sujetos que depositaban 20 mdd en efectivo. “Y nadie pestañeaba”, dice.
Cientos de miles de millones de dólares de esta actividad se canalizan al sector legal mexicano, dice Eduardo Buscaglia, un abogado y economista internacional que trabajó en la oficina antidrogas de las Naciones Unidas. El procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, dice que al narcotráfico hay que entenderlo como “una cadena de valor económico” que tiene perspectivas “de mercado, logística, operacionales, de rutas estratégicas y modus operandi”.
Las leyes antilavado del país son más robustas que hace cinco años, pero el Fondo Monetario Internacional recientemente criticó a México porque las autoridades sólo han obtenido 25 sentencias en casos de lavado de dinero desde 1989. La PGR y el FMI calculan que en México se lavan entre 10,000 y 25,000 mdd al año.
Buscaglia dice que el gobierno mexicano falla al concentrarse sólo en combatir la disputa territorial del narco, ya que los grupos criminales tienen múltiples formas de ejercer su hegemonía. Lo mismo trafican armas y personas, que lucran con la prostitución y la piratería. También tienen relaciones operativas con mafias internacionales. “Si mañana se acaba el narcotráfico, advierte Buscaglia, los cárteles mexicanos encontrarían nuevas formas de reproducirse”.
Los Zetas fueron creados por Osiel Cárdenas al final de los años 90, cuando reclutó a un grupo de 30 tenientes y subtenientes desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerza Especiales (GAFES) del Ejército mexicano. Se estima que este grupo podría tener en sus filas hasta 200 ex militares y policías.
“Los Zetas son el grupo más peligroso para el Estado mexicano y para los otros cárteles, por su disciplina y su habilidad para hacer inteligencia”, dice Alberto Islas, de Risk-Evaluation, una compañía de asesoría en seguridad basada en la Ciudad de Mexico.
En los últimos dos años, el cártel del Golfo los usó para adueñarse de ciertos mercados, en operaciones más violentas que una compra hostil. Una lección escabrosa fueron los múltiples degollamientos de los operadores de diversos cárteles. El plan era arrebatar territorios del cártel de Sinaloa, como venganza por intentar quitarles el paso trasfronterizo.
Pero este alarde de fuerza le restó liquidez al cártel del Golfo, que fue el grupo que más sufrió cuando en 2007 los traficantes colombianos dejaron de vender cocaína a crédito y solo proveían mercancía si se pagaba de contado.
En octubre de ese año, este cártel envió a Juan Carlos de la Cruz, uno de sus principales operadores, a negociar una nueva relación con los colombianos. Pero De la Cruz fue detenido por elementos del Ejército mexicano en la capital mientras negociaba el envío de cocaína por un valor de 120 mdd. Esta detención posicionó al cártel y a los Zetas como una empresa poco confiable a los ojos de los colombianos.
A la tropa se le atrae diferente. “Hay un dicho entre narcotraficantes que es mejor vivir seis años como rey que 50 como buey”, dice Carlos Flores, un académico especialista en crimen organizado que trabaja en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Así explica por qué los narcotraficantes no sufren para encontrar empleados a pesar de la peligrosidad del trabajo.
Los cárteles se nutren de personas regulares pero prefieren a ex militares o ex policías. Durante el sexenio de Vicente Fox hubo 126,000 deserciones militares, incluyendo un coronel, añade Flores.
El cártel de Sinaloa comenzó a crear un contingente de sicarios para responder a la violencia del Golfo. Hoy consigue sicarios en las pandillas locales, en barrios con alto índice de violencia. Un novato gana entre 15,000 y 20,000 pesos mensuales, cantidad que aumenta en la medida que adquieren experiencia en el manejo de armas de alto poder.
Pero el mayor ejército que tienen las organizaciones del narcotráfico son las policías municipales y algunas estatales, según expertos policiacos y oficiales estadounidenses. De los 420,000 policías municipales en todo el país, fuentes estadounidenses estiman que 80% están corrompidos y trabajan para algún cártel. Oficiales estadounidenses sólo trabajan con 500 oficiales de seguridad mexicanos que son examinados rutinariamente con polígrafo, para evitar filtraciones en operaciones conjuntas.
El reclutamiento no se limita a los niveles inferiores. Rodolfo Dávila tuvo el tercer puesto más importante en el Banco de México, con un salario de 88,000 pesos al mes. Pero las ganancias que le ofrecía el cártel de Juárez, de entre 10 y 16% de las cantidades lavadas, fueron tentadoras y después de 15 años en el banco central se cambió de bando. En 2006 fue detenido con cuatro maletines que contenían 750,000 dólares que llevaba para entregar a sus jefes. La PGR estimó que durante varios años Dávila había lavado un promedio de 1,000 mdd anuales a través de casas de cambio.
Ironías: durante su tiempo en Banxico, el funcionario se encargó de regular las actividades de estos mismos intermediarios.
Esta otra cara, la que hace sumar las ganancias y controla los riesgos, es la que casi nunca se conoce. Es la que invierte, pero asegura sus fuentes de liquidez. La que ha convertido este fenómeno en una industria, ilegal, por supuesto, pero también innovadora y flexible.
*Con información de Alberto Nájar