El último golpe de Benedicto XVI sobre la jerarquía legionaria
01.04.2009
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01.04.2009
Todos sabían que el anuncio era inminente: Benedicto XVI se aprestaba a intervenir a la Legión de Cristo con la designación de visitadores apostólicos. Aun así, todas las señales entregadas ayer (31 de marzo) por el Vaticano apuntan a que la investigación será más profunda de lo previsto. Abarcará no sólo a la congregación, sino también a sus instituciones satélites en varios países y a sus redes financieras. Se prolongará durante meses y estará a cargo de un equipo de prelados. La magnitud de la investigación en curso indica que el objetivo del Pontífice es desarticular al círculo de colaboradores que durante décadas encubrió la vida non sancta de Marcial Maciel. Según los investigadores de la UDP, Andrea Insunza y Javier Ortega, autores del libro Legionarios de Cristo en Chile. Dios, dinero y poder, la crisis de la orden favorita de la elite en el país, recién comienza a tocar fondo.
No pudo ser más simbólica la fecha que el cardenal Tarcisio Bertone escogió para notificar a la cúpula de la Legión de Cristo que el Papa Benedicto XVI había resuelto intervenir la congregación fundada por Marcial Maciel en 1941. La carta enviada por el Secretario de Estado vaticano está fechada el 10 de marzo último. El mismo día en que los legionarios de todo el mundo deberían haber recordado el aniversario del natalicio del fallecido líder de la orden, fecha que hasta el año pasado celebraban como una de sus festividades más importantes.
La misiva es un ejemplo magistral de cómo la diplomacia vaticana “dice mucho sin decir”. En cuatro párrafos, el texto parte reafirmando la importancia que para el Papa tienen las “obras educativas y apostólicas” de la Legión en el mundo. Asimismo, el Pontífice “renueva su solidaridad y su plegaria” en los “momentos delicados” que vive la congregación, en referencia al reconocimiento que los legionarios hicieron en febrero pasado respecto de que Maciel, fallecido el 30 de enero de 2008, tuvo una “doble vida” al mantener una relación con una mujer, de la cual nació una hija.
Sólo al finalizar el tercer párrafo, Bertone deja caer la bomba: “El Papa ha decidido llevar a cabo por medio de un equipo de Prelados una Visita Apostólica a las instituciones de los Legionarios de Cristo”.
Tanto la fecha de la misiva como la firma de quien la envió, reflejan la dureza de la medida y, particularmente, el empeño personal que Benedicto XVI ha puesto en investigar las irregularidades de la orden. El objetivo final: extirpar la pesada herencia de Maciel entre sus seguidores, algo que incluiría establecer quiénes estaban al tanto de su “doble vida”.
Todo esto hace prever que la crisis interna que vive la congregación, una de las favoritas de la elite chilena, está lejos de llegar a su fin. El golpe ha sido tan rotundo, que en su respuesta al cardenal Bertone, el director general de los Legionarios y sucesor de Maciel, el sacerdote Álvaro Corcura, por primera vez califica como “hechos graves” las otras denuncias que afectaron a su ex superior, y que para muchos constituyen la mayor aberración de su legado: los abusos sexuales contra menores, por los que fue sancionado en 2006.
Lo cierto es que el anuncio de Benedicto XVI era esperado por los Legionarios. Pero muy pocos preveían la magnitud del golpe de autoridad papal.
Para empezar, el anuncio lo hizo Bertone, el segundo hombre de la Santa Sede, brazo derecho de Benedicto XVI, y no el cardenal Franc Rodé, prefecto del dicasterio vaticano a cargo de las órdenes religiosas. Según un ex sacerdote legionario extranjero, a Rodé le pasó la cuenta su cercanía con la Legión. Fue él quien acompañó a Corcuera a mediados de diciembre pasado -en la visita relámpago que hizo a Chile, Argentina y Brasil- para notificar a los legionarios de estos países sobre la “doble vida” de Maciel. Tras el estallido del escándalo, Rodé había descartado una intervención de la orden.
El retirado cardenal Jorge Medina, el chileno que más alto ha llegado en la curia vaticana, explica que un anuncio como este “normalmente lo haría Rodé”, en su calidad de encargado de las congregaciones religiosas. “El hecho de que lo comunique la Secretaría de Estado no es lo habitual”, explica.
La intervención del cardenal Bertone, desplazando a Rodé, también quedó clara con la visita confidencial que este purpurado hizo a Madrid en febrero pasado. El viaje ocurrió justo en los días en que se desató el escándalo de la amante y la hija de Maciel, de quienes se saben viven en la capital española. “Posiblemente el secretario de Estado vino a reunirse con la hija y la amante de Maciel para que esta noticia muriese allí”, señala el ex sacerdote legionario chileno, Patricio Cerda, radicado en Sevilla.
Según la terminología vaticana, un visitador apostólico es un enviado de confianza del Pontífice con potestad para recoger información de una diócesis, congregación religiosa, seminario u otra entidad católica que enfrente dificultades o irregularidades, cuando sus autoridades no están en condiciones de afrontarlas por sí solos. El visitador apostólico responde e informa directamente al Papa, y no puede tomar decisiones administrativas ni de gobierno. Puede interrogar a quien disponga, bajo pena de excomunión si el interrogado miente.
En el caso de la Legión, la profundidad de la investigación que dispuso Benedicto XVI será amplia. La misiva de Bertone precisa que los visitadores apostólicos recabarán información en todas las “instituciones” de la orden, no sólo de su brazo sacerdotal. “Si se habla de las instituciones, la visita abarcaría al Regnum Christi y a algunas universidades de la Legión”, precisa el cardenal Medina. Con esto, también están en la mira vaticana el ejército de colaboradores sin sotana que abarcan desde laicos consagrados hasta simpatizantes, lo que incluye centros como la Universidad Anáhuac de México y ONGs como “Familia Unida” y “Generación Empresarial”, presentes en varios países.
De hecho, la misiva habla de un “equipo de prelados” que estarán a cargo de las pesquisas. “Prelado” es un término que viene del latín, del verbo prefero, y quiere decir preferido, apuntando a alguien que cuenta con la confianza y estima del Papa, recalca el cardenal Medina.
La propia Legión comunicó ayer que la visita apostólica se prolongará durante varios meses.
Tampoco dejó de llamar la atención la frase en que Bertone recalca el apoyo del Vaticano a la Legión para que supere su difícil momento, aunque dejando en claro que el proceso debe darse “a través de la verdad y la transparencia”. Se trata de dos principios que chocan con el secretismo que Maciel impuso en la Legión y traspasó a las propias Constituciones que rigen a la orden y su brazo laico. El mismo secretismo que en la primera visita apostólica que sufrió la Legión, en 1956, impidió que esa investigación arrojara resultados sobre los antecedentes por abuso sexual y drogadicción que pesaban sobre Maciel ya en esos años. Varios interrogados en ese entonces alegan hoy que mintieron para proteger al fundador.
“La ventaja que hoy día tiene el Vaticano es que ya sabe lo que pasó antes”, señala el irlandés John Paul Lennon, un ex sacerdote legionario que dejó la orden en 1984.
Una de las principales dudas surgidas luego de que la Legión admitiera la “doble vida” de Maciel, apunta a que miembros de la cúpula legionaria estaban al tanto y encubrieron esa realidad, que dio mayor verosimilitud a las denuncias de abuso sexual. Una inquietud que corroe incluso a los propios integrantes de la orden, tal como lo planteó en febrero el sacerdote de la Legión, Thomas Berg, en una carta pública en Estados Unidos en la que pidió perdón a las víctimas de abuso por haberlas desoído.
Los ex sacerdotes legionarios Patricio Cerda y John Paul Lennon, coinciden en que es casi imposible que los miembros del círculo de hierro de Maciel no supieran de su comportamiento. Ambos apuntan a cuatro jerarcas: el vicario general, Luis Garza; el secretario general, Evaristo Sada; el ex secretario privado de Maciel, John Devlin, y el actual director general, Álvaro Corcuera.
-Cuando Maciel se ausentaba por algunos días o semanas, ellos eran los que contestaban los teléfonos diciendo que estaba enfermo, visitando a algún bienhechor en Venezuela o en una reunión con algún cardenal -relata Lennon.
-Ellos sabían todo lo que hacía (Maciel). Lo acompañaban en sus viajes secretos y se alojaban en los mismos hoteles -puntualiza Cerda.
Luis Garza, un mexicano miembro de una destacada familia de empresarios de ese país, estuvo en Chile en junio de 2006, muy poco después de que se conociera la sanción administrativa contra su líder. En esa ocasión, se reunió con los dirigentes de la UDI Pablo Longueira, Joaquín Lavín y Juan Antonio Coloma, durante una cena en el departamento de Pablo Zalaquett. En esa velada, afirmó que nunca vio nada raro en el comportamiento del fundador.
Según Lennon, Garza es “el verdadero sucesor de Maciel”, mientras que Corcuera oficia como “un rostro amable”.
Es muy difícil que Benedicto XVI no maneje en detalle los antecedentes que ligan a estos cuatro jerarcas de la Legión con los secretos de su líder. Cuando todavía no era Papa y encabezaba la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe, el entonces cardenal Joseph Ratzinger encargó en diciembre de 2004 investigar las denuncias de abuso sexual contra Maciel. A cargo de este proceso, puso a uno de sus más competentes subalternos: el promotor para la justicia de la CDF, monseñor Charles Scicluna.
Seis meses antes Ratzinger había recibido en Roma al ex legionario chileno Patricio Cerda. La cita fue gestionada por el cardenal Medina, quien siempre desconfió del secretismo de la Legión. Hizo el contacto tras escuchar las denuncias de Cerda sobre los abusos sexuales a menores que había presenciado en la Legión. Recibió también un dossier de más de 300 páginas con el testimonio legalizado ante notario de hombres de entre 25 y 29 años que describían los abusos a los que habían sido sometidos, el que luego fue entregado a Ratzinger. Al finalizar el encuentro, el cardenal Ratzinger le dijo a Cerda que haría todo lo que estuviera en sus manos y que si era necesario, tomaría medidas. Poco después nombró a Scicluna, uno de sus hombres de confianza, a cargo de la investigación contra Maciel.
Ex legionarios entrevistados por Scicluna en varios países atestiguan que el fiscal vaticano no se limitó a investigar las denuncias de abuso sexual, sino que también logró armar el mapa de poder en la cúpula de la orden mexicana. Uno de sus interrogados más valiosos fue un sacerdote retirado de la Legión, quien le detalló los manejos económicos del fundador y su círculo de hierro. Otra fuente importante de Scicluna fue un ex secretario personal de Maciel. Todos esos antecedentes llegaron a manos de Ratzinger, quien meses después de suceder a Juan Pablo II, sancionó administrativamente al mexicano.
Por ello no sorprende el anuncio hecho por la revista National Catholic Reporter (editada en Estados Unidos) en un artículo de John Travis, en que el éste cita a fuentes de Roma que le han señalado que la investigación ordenada por Ratzinger también incluye el ámbito de las irregularidades financieras de las que ha sido acusado Maciel.
Luego del fuerte golpe que provocó en la Legión el anuncio de ayer (martes 31 de marzo) sobre la intervención, sus mandamases están a la espera de la próxima gran señal: la identidad de los visitadores apostólicos. Desde ya algunos aventuran que éstos deberán cumplir algunos requisitos. Uno de ellos es dominar bien el español, el idioma oficial de la Legión, en el que fueron escritas sus Constituciones. Otro es que alguno de ellos tenga amplios conocimientos de administración y finanzas. La duda sólo se resolverá después de Semana Santa.
Hace alrededor de quince días, el superior de la Legión en Chile, José Cárdenas, viajó a Roma acompañado de la encargada de las consagradas en el país. Ahí fue informado por Corcuera de que se avecinaba el anuncio de los visitadores papales. Tras su regreso a Santiago, puso al tanto de la noticia a algunos sacerdotes y laicos de confianza. Uno de estos últimos admitió ayer que la congregación atraviesa por momentos complejos. “Muchos no entienden que nadie haya sabido qué hacía Maciel. Si se tienen que ir los que sabían, sepárenlos. Y así nosotros podemos seguir adelante”.