Clonadores de tarjetas II: el ex ingeniero de Transbank que defraudó al sistema
03.07.2008
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03.07.2008
Profesional exitoso y padre de familia ejemplar, el ingeniero civil en informática Javier Cárdenas aprovechó el acceso a información privilegiada para realizar estafas por 200 millones de pesos a clientes de los bancos de Chile y Santander. A dos meses de su condena a cinco años, damos a conocer antecedentes inéditos de la investigación. Su caso no es para nada excepcional y forma parte de un fenómeno creciente en Chile. De acuerdo con datos de la Brigada de Delitos Económicos de la Policía de Investigaciones, Bridec, en los últimos tres años las órdenes de investigar por fraudes con dinero plástico se han incrementado en más de un mil por ciento.
Javier Cárdenas no merecía dudas. Casado, padre de tres hijos y activo participante de un grupo de catequesis, el ingeniero civil en informática de la Universidad Austral de Valdivia era un modelo de profesional exitoso. Hasta el año pasado trabajaba en una prestigiosa firma de tecnología de información y desde mediados de los ’90 y por diez años tuvo un cargo estratégico en Transbank, empresa ligada directamente a la banca y encargada de administrar el sistema de tarjetas de crédito y débito. Ese hombre ejemplar, que tuvo acceso a las cuentas de millones de clientes, resultó ser el responsable de una seguidilla de fraudes con tarjetas que sumaron cerca de 200 millones de pesos. El caso explotó a fines de 2007 y resultó emblemático.
No era la primera vez que un funcionario ligado a la banca desfalcaba al sistema financiero (ver recuadro). Cinco años atrás, cuando las estafas con dinero plástico eran excepcionales, el ingeniero en ejecución e informática Alejandro Pérez Lucic, ex empleado de los bancos de Chile y Santander, figuró entre los líderes de una banda que pretendió desvalijar la bóveda de un banco en Las Condes mediante un túnel financiado con la clonación de tarjetas. El caso de Pérez Lucic fue similar al de Boris Ossandón, quien se hizo de un millonario botín al sustraer claves de clientes del BCI. Boris y su hermano Yuri acaban de ser condenados a una pena de cinco años con libertad vigilada.
El caso de Javier Cárdenas no es excepción entonces, pero sí el primero que involucró a un ejecutivo de primera línea de Transbank. Un golpe al corazón del negocio de las tarjetas. Además, como el hombre conocía muy de cerca el modo en que funciona el sistema, su identificación y captura resultaron particularmente complejas.
A diferencia de varios de los más bullados casos de clonadores de tarjetas, que han sido pesquisados por la Brigada de Delitos Económicos de la Policía de Investigaciones, BRIDEC, el de Javier Cárdenas quedó en manos del OS 9 de Carabineros por orden del fiscal José Ignacio Escobar. Según una fuente vinculada a la investigación, la denuncia fue formalizada varios meses después de que se conocieran las primeras estafas a clientes del Banco Santander y de Chile. En el período anterior a la denuncia el problema intentó ser resuelto sin éxito por los dos bancos de clientes perjudicados, que tienen departamentos de riesgo y control interno encargados de estos temas.
El capitán de Carabineros Carlos Contreras, especializado en delitos económicos, sostiene que el ex ingeniero de Transbank resultó ser un hombre hábil para operar en solitario, al margen de una organización delictual. De ahí que la investigación resultara trabajosa.
-Javier Cárdenas era tan inteligente que hacía giros de dineros desde diferentes cajeros por la mañana, al almuerzo y en la noche. Siguió esa rutina durante meses, sin dejar de trabajar en lo suyo. En ese sentido, no tenía un patrón de conducta criminal –sostiene el uniformado.
A fines de 2007, una vez que el ingeniero quedó en prisión preventiva, una profesora de las hijas de Javier Cárdenas testificó por escrito en su favor: “En el colegio siempre ha tenido un buen desempeño como apoderado, muy cordial y respetuoso, presente en todas las actividades extra programáticas junto a su familia (…) compartiendo en comunidades cristianas de curso”.
Refrendando lo anterior, un apoderado del mismo colegio particular e inspiración católica sostiene que “Javier siempre ha sido una persona tranquila, introvertida, incluso algo tímida, colaborador y alegre, con buenas relaciones con todos los papás”.
Un segundo apoderado recuerda que el ingeniero “fue delegado de curso y participó activamente de pastoral”.
Encargadas por la defensa, las declaraciones de honorabilidad que se adjuntaron a la investigación fueron nutridas. Muchos apoderados, amigos y colegas coincidieron en que Javier Cárdenas es una excelente persona, además de un creyente que se comporta como el promedio de los cristianos. En un informe psicológico al ingeniero, fechado en abril de 2008, se lee que “aunque no se considera fanático, reconoce que cumple con las mínimas obligaciones como católico, entre ellas asistir a misa”.
Si damos fe a los últimos antecedentes, cabría preguntarse cómo entonces un ingeniero exitoso, que además es un padre de familia ejemplar y católico, deviene de la noche a la mañana en delincuente. Parte de la respuesta se encuentra en el citado peritaje psicológico encargado por la defensa.
En esa pericia, firmada por la psicóloga Pilar Navarrete, se consigna que el hombre nacido en agosto de 1964 en Valdivia recibió una fuerte influencia de sus padres. “Ambos tenían un estilo de educación exigente, marcado por el deseo del padre de tener hijos profesionales, ya que él mismo no lo era”. Más adelante, se destaca que Cárdenas “siente rabia por haber tomado tan malas decisiones, incluso siente desconcierto con respecto de su propio error y falta de asertividad para confesar a su familia, especialmente a su mujer, que tenía dificultades económicas que no le permitían seguir sustentando el alto nivel de vida al que estaban acostumbrados”.
El informe concluye que el ingeniero “es inseguro de sí mismo” y “tiene una profunda necesidad afectiva”. A esto hay que agregar que “presenta un estilo de funcionamiento psíquico que se caracteriza por el temor a perder el afecto de quienes son significativos en su vida, teme al abandono y es muy sensible a la crítica social”.
Javier Cárdenas llegó a vivir a Santiago a principios de los ‘90. Estaba casado y sus primeros trabajos en la capital tuvieron relación con empresas integradoras que prestan servicios a la banca. La experiencia le permitió acceder a un puesto de analista de sistemas en el Banco de Estado, del cual no guarda buenos recuerdos. Según el citado peritaje, “las expectativas laborales en ese lugar no le gustaron, no logró ambientarse porque consideró que el ambiente era ‘chaquetero’ y ‘politiquero’, situación que a él no le hizo sentido”.
En 1997, tras permanecer por ocho meses en el Banco del Estado, fue contratado en Transbank. A esa empresa llegó por intermedio de un ex compañero de trabajo, que, de acuerdo con la misma fuente, “siendo su superior, siempre le delegó mucho y eso lo hacía sentirse muy bien valorado y motivado, porque sabía que le pedía resultados y él podía cumplirlos”.
Un segundo informe psicosocial, encargado por el fiscal Escobar y firmado por la psicóloga Nadia Poblete, destaca que “el evaluado evidenciaría una actitud hacia la exactitud (…) temiendo cometer errores. Estas características podrían influir en una deficiencia de su sentido común, las que se expresarían en dificultad para reflexionar en cuanto a sus comportamientos y sus consecuencias, y a un empobrecido juicio crítico”.
Las características descritas, unido a las expuestas en el informe anterior, parecen haber orientado al ingeniero en su aventura delictual.
Los primeros fraudes fueron detectados en enero de 2007, un mes después de ocurridos. Utilizando una base de datos de cerca de 40 mil clientes de tarjetas Mastercard de los bancos de Chile y Santander, Javier Cárdenas comenzó a girar dinero de manera persistente, más bien compulsiva, desde diferentes cajeros automáticos de Santiago. Así, para mediados de ese año, ya había realizado operaciones fraudulentas por cerca de 150 millones de pesos.
Con la mitad de esos fondos pagó parte de lo adeudado por su casa en la comunidad Las Pircas de Peñalolén. Otro tanto lo invirtió en autos y una lancha. Su tren de vida era alto pero no necesariamente ostentoso. Incluso, para no despertar sospechas, pidió un crédito por 50 millones para cancelar la otra parte de la deuda de su casa. El ingeniero se movía de manera discreta y hábil, pero con el correr de los meses establecería una rutina que sería fatal para su suerte.
Al definir los cajeros en que se venían realizando operaciones fraudulentas con tarjetas Mastercard de los bancos de Chile y Santander, el OS 9 logró construir un mapa con los lugares y horarios preferentes en que operaba el ingeniero. A este mapa le siguió un plan sencillo: cada vez que un cliente de Mastercard de los mencionados bancos giraba dinero desde los cajeros definidos, la empresa se comunicaba de inmediato con el cliente para verificar si la operación había sido lícita. De esta modo dieron con imágenes de videos de Cárdenas y, poco después, un 24 de septiembre de 2007, con el lugar exacto –un cajero del centro de Santiago- donde se encontraba girando dinero. El hombre fue detenido con las manos en la masa.
El 23 de abril último, tras permanecer siete meses en prisión preventiva, Javier Cárdenes enfrentó un juicio abreviado. Fue acusado de apropiarse de unos 200 millones de pesos y daños colaterales: en la querella presentada por el Banco de Chile, sus representantes legales expusieron que “se ha producido un daño a la imagen del banco y el mismo ha debido incrementar los gastos por concepto de seguridad”.
En el peritaje psicológico solicitado por su defensa, se lee que el ingeniero “se muestra muy sensibilizado respecto a su situación procesal y no atribuye dicha situación a la mala suerte o a amigos infieles o a un sistema de justicia criminal injusto o incompetente, ni se ve a sí mismo como víctima, sino que, por el contrario, se responsabiliza por lo vivido y busca constantemente mecanismos que le permitan reparar lo actuado”.
El mecanismo está definido por ley. Al devolver los dineros defraudados, más los costas del proceso, el ingeniero logró una condena de cinco años sin prisión efectiva. A su favor jugó el hecho de que no tuviera condena previa.
Al igual que Javier Cárdenas, los hermanos Boris y Yuri Ossandón fueron sorprendidos in fraganti mientras giraban dinero desde cajeros automáticos con tarjetas clonadas. Aunque la detención de los hermanos fue más bien fortuita, fruto de la sospecha de un guardia del Mall Plaza Vespucio, ambos casos tenían un denominador común: los Ossandón también habían tenido acceso privilegiado a la base de datos de la banca.
El tema resulta particularmente sensible para el sistema financiero y no siempre trasciende a la opinión pública. En el caso de la banda de clonadores que en 2003 estuvo muy cerca de desvalijar la bóveda de una sucursal del BCI de Las Condes mediante un túnel, el ingeniero y ex funcionario de los bancos de Chile y Santander Alejandro Pérez Lucic se robó la película. Pero no fue el único nexo de la banda con la banca.
En la resolución sumaria de este caso, dictada en 2005 por la jueza Eleonora Domínguez, se expone que en el caso particular al banco BCI, “los sujetos usaron tarjetas plásticas en las que habían grabado magnéticamente información codificada, que individualizaba los datos de la cuenta corriente y de su titular, y los códigos secretos personales de los cuentacorrentistas o PIN, información que obtenían, entre otras fuentes, de bases de datos que les proporcionaba una empleada del ya citado banco”.
Menos bullado fue el millonario fraude vinculado al caso de Carlos Aguilera, quien en octubre último fue sorprendido en su casa con 900 tarjetas falsas. Tras ser detenido, quedó en evidencia que su rostro aparecía en los registros captados por las cámaras de cajeros automáticos desde los que se realizaron múltiples fraudes. Aguilera formaba parte de la banda de Francisco Casas -otro de los cabecillas del robo frustrado a la bóveda del BCI en Las Condes-, quien en 2007 operó con una base de datos de cerca de seis mil cuentas de clientes del Banco de Chile.
La investigación por este caso, que involucra estafas por 200 millones de pesos, determinó que la responsable de filtrar la base de datos fue Catherine Muñoz Indellicati, funcionaria externa del Banco de Chile. La mujer ya fue formalizada y permanece en libertad y con medidas cautelares.
El comisario jefe de la Bridec metropolitana, Daniel Cancino, dice que los casos asociados al robo u obtención fraudulenta de bases de datos de bancos o empresas emisoras de tarjetas son menos comunes que los otros, vinculados a bandas que trabajan capturando la información de la banda magnética de las tarjetas mediante lectores digitales instalados subrepticiamente en el locales comerciales. Sin embargo, el detective asegura que los primeros casos suelen afectar a un mayor número de personas.
El ejemplo está en la banda de Francisco Casas que accedió a la base de datos del Banco de Chile por medio de una funcionaria externa. De acuerdo con los investigación que lleva a cabo la Bridec metropolitana por este tema, los clientes afectados suman 2.199.
No existen datos fidedignos y abiertos al público acerca del número de casos y los montos involucrados en los fraudes con tarjetas de crédito y débito. Tanto en la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras como en Transbank, empresa ligada a esta última institución y que administra el sistema de tarjetas, mantienen las cifras en reserva.
En el Ministerio Público tampoco disponen de datos depurados sobre el tema. Pese a que desde 2005 existe una tipificación para el delito en particular, establecido en la ley 20.009, varias de las denuncias de clientes que alegan haber sido víctimas de un uso indebido de sus tarjetas tienden a ser ingresadas en la categoría general de estafas o uso malicioso de instrumento mercantil.
Como sea, al revisar las cifras proporcionadas a CIPER por la sección metropolitana de la Brigada de Delitos Económicas de la Policía de Investigaciones, Bridec, queda en claro que en los últimos tres años los fraudes con dineros plásticos se han elevado considerablemente. En 2005 la Bridec metropolitana recibió 37 órdenes de investigar, 245 en 2006 y 399 en 2007. Vale decir, un incremento superior al mil por ciento. Según la misma fuente, en lo que va corrido del año ya han recibido cerca de 200 casos.
El abogado representante de Transbank, Alfredo Morgado, sostiene que las denuncias de fraudes son proporcionales al crecimiento del mercado de las tarjetas en Chile. Y agrega que el incremento de ambos fenómenos ha estado aparejado con una modernización de los sistemas de seguridad y la ley, que desde 2005 tipifica y endurece el delito en particular.
Una cifra aproximada se encuentra también en la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras de Chile, que tiene un catastro general de presentaciones por pérdida, hurto y clonación de tarjetas, sin una diferenciación de cada una de estas categorías. En 2007 las presentaciones sumaron 654.
Sin embargo, no es posible establecer cuántas de aquellas presentaciones concluyeron satisfactoriamente para los clientes. Si bien los bancos tienen seguros comprometidos por casos de fraudes con tarjetas, fuentes del Ministerio Público que han trabajado en el tema sostienen que existe un porcentaje importante de clientes que no logran acreditar que terceros hicieron uso indebido de sus tarjetas, ante lo cual los bancos no les devuelven los montos por los que alegan haber sido afectados.
En la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras no se pronunciaron al respecto.