Radiografía del crimen: cómo, dónde y por qué se mata en el Gran Santiago
07.02.2008
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07.02.2008
Si bien el último año registró una baja en la tasa de homicidios en relación a 2006, las estadísticas desde mediados de los noventa han ido en alza. Pero no sólo han variado las cifras, sino también la calidad de los hechos de sangre, que han tendido a ser cada vez más brutales y en su mayoría motivados por situaciones absurdas, en riñas o rencillas. En este reportaje, que revisa los casos más emblemáticos y feroces del último tiempo, se da a conocer un ranking del homicidio en las comunas de la Región Metropolitana. La lista es encabezada por Puente Alto, que concentra el 10% del total de los casos en la región. Le siguen San Bernardo, Santiago Centro, La Pintana, Talagante, La Florida, Maipú, Pudahuel, Peñalolén y La Granja. Esas diez concentran más de la mitad de las muertes por acciones de terceros en la capital.
El caso fue noticia del día, no más allá de eso. Tal vez influyó la víspera de fin de año, el sector en que ocurrió, la atención que por ese entonces demandaba y seguiría demandando el asesinato de la ejecutiva María Soledad Lapostol, ocurrido unos días antes de Navidad en Ñuñoa. El hecho es que la muerte de Gabriel Alejandro Albornoz Jiménez, un travesti de 27 años que fue apuñalado por un grupo de adolescentes neonazis del sector, no reclamó más que unas pocas líneas. Gabriel Alejandro era conocido como Alejandra y fue emboscado de madrugada en el llamado barrio rojo de Puente Alto, Eyzaguirre esquina Brasil. Su cuerpo se desangró en el asfalto con las primeras luces del último domingo del año.
Fue un crimen de relieve, el tercero de esa naturaleza del año pasado, pero en Puente Alto ocurren muchos crímenes. Más que en cualquier otra comuna de la capital. Gabriel Alejandro Albornoz Jiménez fue la última persona asesinada en 2007 y una muestra del clima de violencia que se vive en esa comuna.
De acuerdo con las estadísticas recopiladas por CIPER entre las cuatro fiscalías de la Región Metropolitana, Puente Alto es la comuna con los mayores índices de homicidio en la capital. De los 610 casos reportados en 2007 en el Gran Santiago, 62 corresponden a la comuna cordillerana. El diez por ciento del total de la región. La cifra es similar a todas las muertes por efecto de terceros reportadas en la VI Región en un año y se acerca al promedio de un asesinato y medio por semana.
El último fue un año particularmente violento en Puente Alto. Allá hizo fama la joven pistolera Caroleyn Alarcón, quien descargó 19 tiros contra dos sujetos que estaban en su casa por alguna razón. Allá también un partido de fútbol derivó en una balacera entre las barras que terminó con una niña muerta de un balazo en la cabeza. Fue un año duro, pero el que transcurre se perfila peor.
Sólo en enero último hubo ocho casos de sangre con resultado de muerte y las cosas podrían haber sido todavía más lamentables. Fue en Puente Alto que el dueño de una serpiente baleó a cinco vecinos porque éstos protestaron al ver que la mascota daba vueltas por el barrio. Los cinco sobrevivieron de milagro. También en Puente Alto dos hermanos menores de edad fueron golpeados brutalmente en la cabeza con un objeto contundente. Sólo el mayor de ellos se salvó.
La cosa es brava. Su alcalde imploró recientemente por un aumento de la dotación policial y la Fiscalía Sur, que tiene jurisdicción sobre la zona, destinó a principios de febrero a dos fiscales con dedicación exclusiva para investigar asesinatos y porte de armas y explosivos.
Los índices guardan una cierta lógica. Puente Alto es la comuna con mayor densidad del país y la más poblada de la capital, con 492.915 habitantes de acuerdo al último Censo. También, según el mismo Censo de 2002, en sólo diez años se duplicó su población. Sin embargo, el fenómeno de la criminalidad no responde siempre a una misma lógica.
La Florida y Maipú, que tienen una cantidad de habitantes similar a Puente Alto, en 2007 reportaron 28 y 26 casos, respectivamente. Menos de la mitad que la otra. Y aunque esta última comuna tiene cerca del doble de los habitantes de su vecina San Bernardo, ésta es la segunda con mayores índices de homicidios en la capital. San Bernardo sumó 54 casos, ocho menos que Puente Alto, seguida por Santiago Centro (41), La Pintana (33), Talagante (32), La Florida (28), Maipú (26), Pudahuel (23), Peñalolén (21) y La Granja (21).
Esas son las diez comunas más críticas. Las que en conjunto concentran más de la mitad de los asesinatos que ocurren en la capital.
Por el contrario, si se consideran únicamente las comunas que superan los 50 mil habitantes, el ranking de las diez con menor criminalidad de la Región Metropolitana se compone por Vitacura (1 caso), Ñuñoa (2), Providencia (4), Las Condes (4), Lo Barnechea (5), La Reina (5), Melipilla (5), Macul (6), Independencia (6) y La Cisterna (7).
Las diez en conjunto no superan los índices de Puente Alto.
De acuerdo con las estadísticas de las fiscalías de la Región Metropolitana, el último año se reportaron 25 casos menos que en 2006, lo que supone una baja de un 2.4%. Las cuentas tienen cierta correspondencia con los últimos dos informes anuales del Servicio Médico Legal, SML, según los cuales las autopsias caratuladas como agresiones, que corresponden a muertes por acciones de terceros, tuvieron una baja del 0.5% en la capital. Sin embargo, las estadísticas del SML indican una tendencia al alza en los últimos diez años. Al comparar el número de casos de homicidios entre 1996 y 2006, el SML registra un alza de un 25.5% a nivel nacional.
Las cifras del Ministerio Público están basadas en los informes de casos de ingresos de parricidios y homicidios en sus diferentes tipos -con excepción del cuasidelito de homicidio y el homicidio frustrado- que se reportaron a diario.
La muestra presenta un cierto margen de error. Hay casos que ingresan en la categoría de Muerte y Hallazgo de Cadáveres pero que en el transcurso de una investigación podrían derivar en un posible deceso por efecto de terceros. También se dan casos de personas que llegan malheridas a un centro asistencial y que fallecen al corto plazo. Esos casos ingresan al sistema como delitos por lesiones graves, no obstante que deriven en asesinato.
Pese al sesgo de la muestra, las estadísticas por ingresos del Ministerio Público son bastante representativas y ofrecen una ventaja por sobre las cifras de homicidios de las policías, las de la División de Seguridad Pública del ministerio del Interior y las del Servicio Nacional de Salud, que no son coincidentes entre sí (ver recuadro 1): sólo las primeras permiten describir el fenómeno desde una perspectiva geográfica y detallada.
Atendiendo a estas cifras, que nunca antes habían sido conocidas de modo disgregado, los márgenes de la ciudad concentran los mayores índices de criminalidad. Cerro Navia por el norte; San Bernardo y Talagante por el sur; Maipú y Pudahuel por el occidente; y Peñalolén, La Florida y Puente Alto por el oriente. Los focos más críticos se encuentran en poblaciones relativamente nuevas, surgidas desde mediados de los años ochenta, donde la marginalidad no siempre resulta tan visible.
Para un visitante desprevenido, San Bernardo puede parecer un taza de leche. El lugar perfecto para un paseo dominical. Pero más allá de sus encantos, de su fenomenal parque municipal y su centro cívico de aires campestres, San Bernardo puede ser un buen infierno.
Robinson Arriagada es fiscal adjunto de la fiscalía local de San Bernardo y su especialidad son los delitos graves. Homicidios, violaciones, tráfico de drogas. Arriagada lo ha visto casi todo y sigue sorprendiéndose con lo más simple. Con aquellos casos en que se mata por cualquier cosa, por un absurdo, por un equívoco, por nada.
“Aparte de las típicas riñas, ajustes de cuentas y peleas por un territorio entre bandas que trafican con drogas, acá se da el típico homicidio en que un muchacho apuñala a otro en una fiesta porque le miró a la polola o la sacó a bailar. Es algo súper circunstancial, no van a la fiesta a matar, pero como es común que surja un altercado menor, y debido a que están drogados o bebidos y tienen que validarse ante sus pares, se produce una muerte segura con arma blanca. Muchas veces las muertes se originan así, por una tontera”, dice el fiscal Arriagada.
Al respecto hay un caso ejemplar ocurrido en San Bernardo.
En junio de 2006, en una fría noche de domingo, tres jóvenes fueron baleados en la puerta de su casa. El móvil, a juzgar por la coincidencia de los testimonios recopilados, fue la entrañable envidia que uno de los supuestos agresores, Rodrigo Alfredo Regollo, alias el Roly, le tenía a los hermanos Cesani, Bruno y Luciano. No habían deudas, conflictos o temas pendientes, sólo una envidia parida.
“Amigo nunca fui del Roly”, testificará después Luciano Cesani, que a diferencia de su hermano Bruno sobrevivió al ataque. “Nos juntábamos en un mismo grupo y al parecer a él le gustaba una chiquilla y creyó que ella estaba conmigo y por eso empezó la mala onda. Nos agarramos un par de veces e incluso hace como siete meses atrás me disparó mientras trabajaba con mi papá en el persa. Me disparó en la pierna, la espalda y la guata y me dijo ‘Igual te pillo y te voy a matar’ (…) Es que no sé, yo creo que todo se debe a una envidia muy grande que me tenía”.
Los Cesani vestían mejor que el Roly. Tenían mejores zapatillas, mejores pintas, mujeres más agraciadas. Los Cesani además trabajaban y tenían auto, y la suma de todo eso, según reafirman cercanos a los muchachos que conocieron el conflicto y prestaron testimonio en el caso, terminó por sentenciar a los Cesani.
El Roly permanece bajo prisión preventiva en el penal Santiago Uno. El juicio debería celebrarse a fines de febrero.
Desde su oficina de la Fiscalía Sur, en la Gran Avenida José Miguel Carrera, Pedro Orthusteguy pasa revista a los casos más célebres del año y sentencia:
-Esto es el Brooklyn.
Brooklyn, el barrio neoyorquino vinculado tradicionalmente a la mafia italiana, correspondería a la zona sur de Santiago y Orthusteguy, que es jefe de Delitos Sexuales y Violentos de esta jurisdicción, vendría a ser el sheriff.
La zona sur mantiene los más altos índices de homicidios en Santiago, con 216 casos ingresados en 2007 de un total regional de 610. El fenómeno está asociado a situaciones de alta densidad poblacional, bolsones de marginalidad y la existencia de bandas organizadas que operan en territorios específicos. Seis de las 12 comunas de esta jurisdicción alcanzan los 10 mil habitantes por kilómetro cuadrado. El 42% de todos los imputados en prisión preventiva de la Región Metropolitana pertenecen a esta zona. Hay sectores muy calmos y otros críticos como son la población San Gregorio de La Granja, la Legua Emergencia de San Joaquín, la Santo Tomás de La Pintana y El Volcán 1 y 2 de Puente Alto.
El Brooklyn. De buenas a primeras, considerando que Santiago es la capital con una de las tasas más bajas de homicidios en la región, la definición del fiscal Orthusteguy puede sonar desmedida. Además, de acuerdo con las últimas cifras, la zona sur bajó la tasa de homicidios en un 18.2% en relación a 2006. Pero si se atiende a algunos hechos de violencia ocurridos en la zona, el mote de el Brooklyn queda estrecho. Hay días en que la zona sur puede llegar a ser el Lejano Oeste.
En julio último, una tarde de domingo en que la Selección Chilena sub 20 debutaba en el Mundial de Canadá ante el equipo local, quince hombres armados hasta los dientes llegaron hasta la población Almendra Uno de La Granja para cobrarse venganza por un incidente muy menor ocurrido unas horas atrás.
Esa madrugada el Kelen manejaba su auto por una de las calles de la población cuando casi pasa a llevar un coche de guagua arrastrado por una familia. La familia venía de un bautizo y las emprendió contra el muchacho, que tuvo la osadía de bajar del auto y enfrentar a los hombres del grupo. El Kelen llevó las de perder y a duras penas, como pudo, logró subir al auto y arrancó prometiendo venganza.
Richard Andrés Espinoza Espinoza, el verdadero nombre de el Kelen, demoró horas en cumplir su palabra.
Primero baleó a uno de los hombres de la familia, pero como no encontró al que andaba buscando, que era Herve Contreras Cea, apodado el Huaso Pandy, le dejó un recado: en cualquier momento volvería por él.
La viuda de Herve Contreras recordará que esa tarde de domingo, mientras veía el partido de la Selección Chilena, su esposo recibió un llamado telefónico en el que le advertían que “los gallos van para allá”. Entonces “comenzó a realizar una serie de llamadas, poniéndose una pistola al cinturón”, y salió a la calle acompañado de don Nano y el Japonés.
El primero en caer fue don Nano, que murió de un tiro en la cabeza. Le siguió el Japonés, que cayó malherido en la calle y fue rematado en el piso. El último casi no tuvo margen de acción. Además de encontrarse en desventaja numérica, a Contreras Cea le faltaba un pie y tenía una sutura de 32 centímetros en el estómago por una operación reciente.
Herve Contreras Cea, el Huaso Pandy, fue sepultado en medio de disparos al aire que en parte fueron una señal de amenaza y en parte, de homenaje.
A seis meses del llamado Triple Homicidio de La Granja, el caso ya cuenta con imputados que se encuentran en prisión preventiva –entre ellos el Kelen, el Chocolo, el Plátano y el Platanito- y en los próximos meses debería ir a juicio.
Es probable que para entonces el caso no tenga la atención que obtuvo en su momento. Tal vez ni siquiera sea cubierto por los medios.
Pedro Orthusteguy recuerda casos como el de el Pequeño Jerry, un niño muerto por una bala loca que fue motivo de debate en la campaña presidencial de 2005. Joaquín Lavín visitó a la familia del niño que murió cuando se dirigía a comprar dulces en una calle de La Granja. Sebastián Piñera y Michelle Bachelet también entraron al debate. El autor del disparo que mató al Pequeño Jerry fue condenado recientemente y ningún medio informó del hecho.
“Una tónica de todos los casos de homicidios de la zona sur es que, una vez que ocurren, hay cero seguimiento de los medios”, se queja el fiscal Orthusteguy. “O sea, viene el gran escándalo y después se olvidan. Nosotros tenemos muchos casos como el de Aarón Vásquez acá, pero como no ocurrieron en Providencia, no se le prestan la misma atención. Ahora mismo tenemos cuatro violadores en serie como el Tila pero no lo sabe nadie. Yo solamente reclamo más atención porque eso nos permitiría tener los recursos que necesitamos. Lo voy a poner al revés: si esto mismo ocurriera en la zona oriente, estarían todos los recursos disponibles para enfrentarlo”.
A mediados de enero, cuando el principal inculpado por la muerte de María Soledad Lapostol acudió a un encuentro con su novia en Plaza Ñuñoa, más de 50 funcionarios del OS-9 de Carabineros se trasladaron al sector. El fenomenal despliegue, que terminó con la captura de Luis Araya Galaz, respondía a la prioridad que tuvo el caso desde un comienzo. El asesinato de la ejecutiva de seguros, quien fue encontrada maniatada y con cuatro balazos en la cabeza, tuvo una gran presencia en los medios y motivó que la Presidenta Bachelet saliera a comentar los hechos.
“Es indudable que en esos sectores los homicidios se notan más, aunque son muchísimo menos. Es muy notoria la diferencia de tratamiento”, concede Matías Moya, de la fiscalía local de La Florida, dependiente de la zona oriente. “Si nosotros tuviéramos la misma cobertura que tienen Providencia, Las Condes o Ñuñoa cuando ocurre un asesinato, derechamente habría que agregar un par de páginas de crónica policial en los diarios. Mi impresión, sin embargo, es que el problema de recursos recae principalmente en las policías, particularmente la Brigada de Homicidios de Investigaciones, y no en las fiscalías. Ellos trabajan para todos por igual”.
Matías Moya tiene a cargo los delitos violentos ocurridos en dos de las diez comunas más críticas de la capital. Esas dos son La Florida y Peñalolén. Dice Moya que la gran mayoría de los casos, especialmente los que ocurren en esta última comuna, se dan en el contexto de jóvenes que se enfrentan bajo los efectos de alcohol y pasta base.
“Prácticamente se ponen a pelear por cualquier cosa, y como portan armas, se enfrentan y se matan. En mi zona el arma blanca es muy común, y los motivos por los cuales llegan a matarse son ridículos: porque me miró feo, porque tuvimos una pelea hace dos años, porque jugamos un partido de fútbol y perdimos”, describe el fiscal Moya.
La impresión es compartida y tiene asidero en un reciente estudio elaborado por la Jefatura Nacional de Homicidios de la Policía de Investigaciones de Chile que hasta ahora había permanecido inédito. De acuerdo con éste, en 2005 y 2006 la mayoría de los asesinatos pesquisados por la policía civil fue motivado por riñas y rencillas anteriores, con un 37% y un 23% del total de los casos reportados en 2005, respectivamente, y un 37.4% y un 22.8% en 2006.
Vale decir, por cada 10 asesinatos que ocurren en el país, 6 de ellos se originan por peleas o rencillas anteriores.
Por el contrario, los crímenes pasionales que tanta tribuna han reclamado en el último tiempo, instalando el tema del femicidio, representaron el 13.2% en 2005 y el 12% en 2006. Es decir, la muertes por motivos sentimentales habrían tendido a decrecer.
En este campo, contrario a lo que podría pensarse, las víctimas se reparten casi en igual proporción entre hombres y mujeres, aunque la tendencia apunta a “un aumento de las muertes de varones asociadas a este móvil respecto al año anterior”.
Si bien el informe concluye que casi la mitad de las muertes de mujeres está vinculada a conflictos sentimentales, éstas representan únicamente el 10% de las víctimas del total de los homicidios que ocurren en el país. La cifra es coincidente con el estudio de 1996 sobre Caracterización del Homicidio en Chile, de la Fundación Paz Ciudadana, según el cual sólo el 9% de las víctimas corresponden a mujeres.
Karla Guaita es coautora del estudio elaborado por la Jefatura Nacional de Homicidios de la Policía de Investigaciones. Tres años atrás se graduó de psicóloga en la Universidad de Chile con un tesis en que analizó el fenómenos de los homicidios en la Región Metropolitana, a partir de las evidencias físicas y psicológicas del sitio del suceso, y lo que concluyó se corresponde bastante con el estudio de Investigaciones. La tesis, basada en los casos ingresados a la policía civil entre 1998 y 2002, corrobora que la mayoría de los homicidios se generan en situaciones de riñas (39%) o rencillas anteriores (23%). En cambio el móvil sentimental ocupa un rango menor, con un 13.9%, lo que indicaría una tendencia a la baja en este tipo de móviles.
“Es muy grave que haya muertes de mujeres en situaciones de violencia, pero su impacto social está realzado, tiene que ver con la forma en que los medios lo han colocado desde la casuística”, sostiene Karla Guaita desde un café del centro de Santiago. “Al menos hace tres o cuatro años atrás, con los datos recopilados en la Región Metropolitana, no es posible distinguir que haya existido un aumento en la muerte de mujeres. Mi impresión es que este comportamiento a nivel nacional no ha cambiado mayormente. Lo que ha cambiado es que ahora, por primera vez, el tema se ha puesto en el tapete”.
Desde mucho antes el tema viene siendo común para la fiscal Lorena Barudi. Ella atiende casos de delitos sexuales y violentos de la Fiscalía Centro Norte, que concentra altos índices de parricidios y crímenes de mujeres, además de homicidios que involucran a inmigrantes que residen en comunas céntricas. Varios de esos casos son particularmente brutales.
Fue en esa jurisdicción que en 2006, en Santiago Centro, un profesor arrojó a su hija de seis años por la ventana de un sexto piso, además de intentar dar muerte a su esposa y madre de la niña. El caso vino a abrir el debate sobre el femicidio en Chile y, de alguna manera, opacó otro caso igualmente feroz ocurrido un año después en Estación Central.
La noche de un sábado de septiembre, en un edifico residencial, una mujer de 24 años asfixió a su hija de tres con una bolsa plástica para vengarse de su pareja. El drama se había iniciado poco antes por una discusión doméstica (la mujer quería ver un programa de televisión y la niña otro) y se extiende hasta hoy: María del Pilar Fucha tiene un embarazo de ocho meses y permanece detenida bajo medidas de vigilancia extremas.
La fiscal Barudi previene acerca del riesgo de victimizar a la mujer cuando ésta comete agresiones por motivos sentimentales. “Nosotros tenemos que perseguir delitos y ponernos del lado de las víctimas, independiente de si ésta es hombre o mujer. También tenemos casos de mujeres que han agredido a sus parejas y eso, de alguna forma, con todo lo que se ha conocido sobre el femicidio, tiende a justificarse, lo que resulta peligroso”.
Además de llevar el caso de María del Pilar Fucha, en estos días la fiscal Barudi trabaja en el cierre de la investigación de otro hecho brutal. Algo pocas veces visto.
En agosto de 2005, en un departamento de Santiago Centro, cuatro jóvenes se reunieron en un departamento residencial. La cita estaba relacionada directamente con nueve kilos de cocaína que permanecían en su poder y, por alguna razón, derivó en una masacre. A Jonathan Ramírez, de 23 años, le abrieron el cráneo a botellazos. Los vecinos escucharon sus gritos y llamaron a la policía. Así y todo no se detuvieron. De acuerdo con los peritajes de rigor, a Ramírez lo golpearon ininterrumpidamente durante media hora en la cabeza, y cuando la policía ingresó al departamento, los tres amigos permanecían donde mismo, con las ropas enteramente manchadas de sangre, dándole golpes al muerto.
El caso debería ir pronto a juicio y es muy probable que nadie más que los familiares de la víctima, además de los agresores, se interesen en él.
Las estadísticas sobre delincuencia y seguridad ciudadana que entrega el gobierno a través de la División de Seguridad Pública, dependiente de la subsecretaría del Ministerio del Interior, están basadas en denuncias de la población y detenciones de las policías.
Según el último informe, correspondiente al tercer trimestre de 2007, entre los delitos graves o de mayor connotación social únicamente la tasa de denuncias por homicidios a nivel nacional registra un decrecimiento (-6.3%) en relación al mismo periodo de 2006. Sin embargo, en el informe regional, al comparar el mismo periodo, la tasa de denuncias sobre homicidios en la Región Metropolitana aumenta en 7.2%.
Considerando el mismo periodo, en el desglose por comunas, el aumento de la tasa de denuncias de homicidios a nivel nacional es encabezada por Puente Alto, con una participación del 7.1% en ese lapso de tiempo exclusivamente, seguida por Estación Central (5.7%), Cerro Navia (4.3%), la Florida (4.3%), Penco (2.9%), Temuco (2.9%), Punta Arenas (2.9%), La Granja (2.9%), Peñalolén (2.9%), San Joaquín (2.9%) y San Bernardo (2.9%).
Las cifras de denuncias del gobierno no se corresponden con las cifras del Ministerio Público ni con las de la Policía de Investigaciones, que lleva la mayoría de los casos de homicidios. Así, mientras la muestra del ministerio del Interior acusa una baja del 6.3% de los homicidios entre el último trimestre del 2007 y el mismo periodo de 2006, en la Policía de Investigaciones, al comparar el ingreso de casos entre ambos años, el resultado a nivel nacional arroja un alza del 3.4%. Vale decir, mientras en 2006 la Brigada de Homicidios de Investigaciones pesquisó 562 casos en total, en 2007 la cifra alcanzó a los 582.
Las últimas estadísticas del Servicio Médico Legal entregan un dato relevante: en 2006 las agresiones de terceros con resultado de muerte a nivel nacional en Chile representaron cerca de la mitad de los casos de suicidio. 459 contra 1052.
José Belletti, médico forense de la Brigada de Homicidio de la Policía de Investigaciones, sostiene que en los últimos años no sólo se ha incrementado el número de casos en el país, sino también han variado las características y motivaciones del delito.
“¿Qué es lo que más uno ve y antes no veía?”, se pregunta el médico forense. “Homicidios asociados a drogas, ya sea en el contexto de gente que consume drogas y pierde su capacidad de control o de personas que se involucran en estructuras de tráfico y se pelean determinados mercados y sectores poblaciones. Hay ahí toda una serie de homicidios que surgen en torno a este extenso manto que es la droga y que cubre hoy día un porcentaje no despreciable de las estadísticas”.
Si bien el forense reconoce que históricamente el alcohol ha sido un elemento determinante en el origen de las muertes violentas, desde accidentes de tránsito a asesinatos, señala a las drogas de abuso, en particular la pasta base, como un factor emergente que no sólo incita nuevas muertes sino además provoca hechos particularmente brutales y absurdos.
Casos como el ocurrido en febrero de 2007 en un departamento en pleno centro de Santiago, Merced esquina Mosqueto, cuando un hombre de 45 años degolló y violó a una anciana de 95 a la que robó tres mil pesos. Casos como el de un joven de Talca a quien sus propios amigos, con los que gastó la noche fumando pasta base, le destrozaron la cabeza a piedrazos. Como el de Rodrigo Mellado Zamorano, de 22 años, quien terminó muerto de un balazo en la cabeza, víctima de un conocido con el que fumaba en Lo Espejo, Carlos Dittborn esquina Pasaje 59.
“La pasta base es una droga que produce alteraciones de conciencia severas, distintas al alcohol, más graves”, sostiene José Belletti. “Cuando uno ve a una señora de 70 u 80 años que vive sola y que es asaltada por dos tipos que la matan y la violan y le roban muy poca plata, ¿qué es lo que está pasando ahí? Una pérdida de control y lucidez muy grande, que es distinta a lo que se ve cuando un individuo bajo los efectos del alcohol mata a otro por una riña común y corriente”.