La vida de los ex subversivos en prisión
29.11.2007
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
29.11.2007
Permanecen detenidos por delitos comunes pero no se juntan con delincuentes comunes. Son descolgados de grupos que combatieron a la dictadura por las armas y que ya en democracia, cuando la lucha armada perdió sentido, siguieron actuando por interés personal. El fenómeno ha sido una constante desde el retorno a la democracia: mientras un equipo especial de policías busca desde hace días intensamente a los ex lautaristas que habrían dado muerte al cabo de Carabineros Luis Moyano, una quincena de ex subversivos cumplen penas por delitos comunes en la ex Penitenciaría de Santiago, la más poblada cárcel chilena.
-¡Ese Jorge Jara! ¡Ese Jorge Jara!
Parado a la entrada del gimnasio de la ex Penitenciaría, en un espacio atestado de gente, un mocito canta el nombre de los internos que reciben visita en una mañana de viernes. Hay bullicio y trajín, gente que va y viene, presos que ofrecen a viva voz artesanías, pasteles y rifas, niños que corren de un lado a otro, mujeres que cargan bolsas con mercadería y comida recién hecha, pastores evangélicos de terno y Biblia en mano y gendarmes que están ahí para vigilar pero tienen la vista fija en el diario Las Ultimas Noticias. Y esto no es ningún escándalo. Leen el diario porque la situación parece estar bajo control; porque esos gendarmes están desarmados y descansan en otros, que custodian con celo y armas las dos o tres rejas que restan para alcanzar la calle; y en último caso, porque en ese galpón enrejado donde los únicos realmente libres son los gatos y las palomas que habitan al interior del más poblado penal chileno, con cerca de cinco mil setecientos internos, hay un sector que escapa a la vista: alrededor de los muros del gimnasio, una al lado de la otra, se alzan las carpas de género donde los internos reciben a sus mujeres en una precaria intimidad.
-¡Ese Jorge Jara!
A simple vista no es fácil saber quién está preso y quién no. En día de visita los internos se acicalan con su mejor tenida y huelen perfumados y frescos, más que los que vienen de la calle y han aguantado una fila que avanza lento y a pleno sol al exterior del penal. En esa fila un hombre se ha quejado a viva voz por los dedos de sus pies, que permanecen encogidos desde quizás qué horas. Las zapatillas que calza le quedan estrechas por tres o cuatro números porque, según comenta, se las lleva de regalo a un amigo que permanece al interior del penal, donde las zapatillas valen oro y son signo de estatus. No sólo las zapatillas. También los buzos de marca, como el que porta un hombre grueso y alto que se muestra en el gimnasio acompañado por una estupenda rubia. El buzo es celeste y la rubia es rubia. El buzo, la rubia y las zapatillas blancas con resortes. El conjunto ayuda a que el hombre se pasee con orgullo y la muchedumbre le abra paso, reconociéndole cierta autoridad.
-¡Ese Jorge Jara!
A su modo, Jorge Jara también es una autoridad al interior del penal. No viste buzo ni zapatillas. Viste chaqueta de cuero, camisa oscura y mocasines perfectamente lustrados. No lo acompaña ninguna rubia sino un grupo de hombres que le han confiado la vocería de la recién creada Coordinadora de ex Combatientes Políticos en Prisión. Ese grupo de hombres empuñó las armas durante y después de la dictadura de Pinochet y hoy está preso por delitos comunes.
Sólo en la ex Penitenciaría de Santiago suman quince. La cifra se duplica al contabilizar a los descolgados de grupos subversivos que hoy permanecen repartidos en diferentes recintos de Gendarmería, ya sea en calidad de rematados o a la espera de ser juzgados.
El fenómeno ha sido una constante desde el retorno a la democracia y, recientemente, a raíz del asesinato del cabo de Carabineros Luis Moyano -después del asalto a una sucursal del Scotiabank-, volvió a reclamar atención.
De acuerdo con las indagaciones del OS-9 de Carabineros, cuatro de los cinco protagonistas de ese hecho, ocurrido en octubre pasado en el centro de la capital, pertenecieron al Movimiento Juvenil Lautaro, MJL. Tres de ellos ya habían pasado por la Cárcel de Alta Seguridad por su participación en acciones subversivas cometidas en democracia, y en el caso de Juan Aliste Vega, sindicado como el autor material del cabo Moyano, fue beneficiado por un ley de rebaja de penas, despachada en 2004 por el Senado, en la que los favorecidos se comprometían a renunciar a la violencia.
“¿Un mate, compañero?”, ofrece Jorge Jara a modo de bienvenida. El Chino tiene 39 años, quince de condena y un pasado de relieve en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, FPMR.
Nacido en Curanilahue, fue uno de los cientos de escogidos por el Partido Comunista para instruirse militarmente en Cuba. Promediaba la década de los ‘80, en medio de las más intensas protestas contra la dictadura, y el joven Jara permaneció en el extranjero mucho más tiempo de lo presupuestado en un comienzo. Tras cumplir instrucción en las bases de Punto Cero y Pinar del Río, operó por encargo del Departamento América en diversos países de Latinoamérica. A Chile regresó a mediados de 1988, decidido a prolongar la guerra subversiva, y ya después, cuando la lucha armada perdió sentido, siguió operando por cuenta propia.
-Fue una necesidad. Esta democracia no nos dio oportunidades, nos obligó a seguir viviendo en la clandestinidad, a salvarnos por nuestra cuenta. ¿Qué más podíamos a hacer si era para lo que nos habíamos preparado? -argumenta Jara.
Jara ha caído detenidos varias veces desde mediados de los ‘90. La última de ellas ocurrió en noviembre de 2003, tras cometer un asalto a mano armada en la oficinas de la empresa Tur Bus de Coronel. Su captura fue informada en los siguientes términos por el diario Crónica de Concepción:
Efectivos de la Segunda Comisaría detuvieron a un peligroso asaltante de 33 años de edad, quien fue sindicado como el autor de dos cuantiosos atracos perpetrados durante los últimos días en contra del terminal de la empresa Tur Bus de la ciudad.
Se trata de un malandra apodado «El Chino», quien habría salido de la cárcel El Manzano hace poco más de un mes y registra domicilio en Chiguayante. Según Carabineros, a las 19.15 horas del miércoles, el tipo ingresó pistola en mano al terminal Tur Bus ubicado en calle Sotomayor, amenazando a los clientes y al personal de las cajas. Se retiró con 180 mil pesos en efectivo, huyendo rápidamente del lugar.
El delincuente fue capturado en medio de un control vehicular en el sector Lo Rojas, mientras viajaba como pasajero de un taxi colectivo, encontrándose en su poder los 180 mil pesos y una tremenda pistola marca CZ, calibre 9 milímetros y que mantenía diez proyectiles en su interior. El arma había sido robada a un gendarme en noviembre de 2002, en el Barrio Estación, indicándose además que el sujeto portaba un equipo de radio con el que supuestamente podía interferir las comunicaciones de la policía.
El hecho, unido a otros similares, le valió una condena de quince años y un día. Su pena concluye el 27 de noviembre de 2018.
Jorge Alejandro Jara Jara permanece detenido en el Módulo C de la ex Penitenciaría. En ese módulo conviven internos que han sido condenados por asaltos a mano armada y, principalmente, tráfico de drogas. Llegó allí en mayo último, proveniente del Centro de Cumplimiento Penitenciario de Concepción.
Su traslado a la capital fue motivado por lo que Gendarmería califica como “una conducta refractaria al interior de la unidad penal”. Esto es, mala conducta, desacato a la autoridad, trasgresión al reglamento interno. El asunto no había empezado en Concepción.
En abril de 2004, mientras permanecía detenido en la cárcel de Coronel, Jara protagonizó un espectacular intento de fuga. Caracterizado de mujer, con vestido, taco alto, peluca y maquillaje, fue cruzando rejas hasta alcanzar la última. Ya casi estaba afuera. Era cosa de un par de pasos. Y cuando estaba próximo a pisar la calle, una niña en brazos de su madre pasó a llevar la peluca de la falsa mujer y el plan quedó al descubierto frente a los gendarmes. Entonces Jara fue derivado a la cárcel de El Manzano y de ahí, por motivos de seguridad, a la capital.
Desde su ingreso a la ex Penitenciaría de Santiago, se ha vinculado a otros ex subversivos que han ido organizándose entre sí. Nadie los considera presos políticos, ni siquiera ellos. Los últimos a quienes el Estado reconoció como tales fueron aquellos 23 detenidos por delitos de motivación política cometidos tras el retorno a la democracia y que fueron indultados en 2004 mediante una ley despachada por el Senado. Para efectos legales son entonces delincuentes comunes, con algunas distinciones: debido a su pasado subversivo, que supone un mayor grado de preparación militar, Gendarmería dispone resguardos especiales para varios de ellos. No están completamente aislados entre sí pero tampoco permanecen juntos en un mismo módulo. Por ello no les resulta fácil organizarse. La reuniones ocurren en días de visita, que son los martes y viernes en el gimnasio, además del domingo, en la misa dominical que se celebra en la capilla de la Penitenciaría.
Este viernes, el primero de noviembre, Jara es acompañado por media docena de ex subversivos. La mayoría de ellos visten como él, algunos un poco más informales, de jeans y polera, pero ninguno con tenida deportiva. Eso ya marca un rasgo distintivo con los otros internos. El otro es más explícito. Como en época de dictadura, a la usanza de los antiguos presos políticos, los ex subversivos de la ex Penitenciaría portan chapitas alusivas al Che Guevara, al FPMR, al Movimiento Juvenil Lautaro, MJL.
Las diferencias son visuales y también de fondo.
Los descolgados son considerados delincuentes comunes pero ellos no se juntan con delincuentes comunes. Tampoco se comportan como ellos, visten distinto, hablan otro léxico, operan de una forma más sofisticada y violenta a la vez.
En mayo de 2004, al mediodía de un miércoles, una patrulla policial controló a tres pasajeros de un automóvil que se desplazaba por Mc Iver. Parecía un control de rutina, procedimiento habitual para un día flojo. Sin embargo, de acuerdo a los reportes de prensa de la época, uno de los sospechosos se identificó como funcionario de Carabineros. Y lo hizo de una manera muy poco usual. “¿Qué pasa, colega?”, habría dicho el conductor. Entonces, los verdaderos policías pidieron a los ocupantes del vehículo que bajaran lentamente, y cuando lo hacían, disponiéndose a entregar sus identificaciones, uno de ellos sacó un arma de fuego de entre sus ropas. Los uniformados hicieron lo propio, y como los primeros guardaban un arsenal en la maleta del auto con el que pretendían asaltar una casa de cambio caracterizados de Carabineros, en pocos segundos un infierno se desató en el centro de Santiago.
El enfrentamiento se extendió por varios minutos y terminó con dos transeúntes heridos de gravedad y un delincuente muerto. Este último resultó ser Cristián Herrera Santelices, descolgado del FPMR, que esa mañana de miércoles conducía el vehículo en el que también se desplazaba su medio hermano, Cristopher Vega Santelices, y un antiguo activista del MJL, Omar Cifuentes Montecinos. Este último era buscado por la policía por diversos atracos a mano armada, y al comparecer ante la prensa, ya enterado de la muerte del conductor, pidió “un minuto de silencio por el compañero fallecido”.
Cristopher Vega y Omar Cifuentes están condenados a 15 y 26 años, respectivamente. Ambos permanecen en la ex Penitenciaría de Santiago y son parte de la Coordinadora de ex Combatientes Políticos en Prisión. El primero de ellos, que reconoce una antigua filiación con el FPMR, muestra la cicatriz en la cabeza producto de una herida de bala que recibió al enfrentarse con Carabineros. Está acompañado por su madre, que lo visita sagradamente los viernes. Es el único hijo hombre que le queda con vida. El otro era el falso policía que murió en el enfrentamiento armado del centro de Santiago.
No es mucho lo que reclama Cristopher Vega por medio de la organización que lo representa. De momento, mientras resta años para enterar su condena, pretende ser traslado del módulo en que se encuentra actualmente. Ese módulo es el B y está reservado a violadores y ex funcionarios de Fuerzas Armadas y Carabineros que han cometido delitos graves, no relacionados con casos de derechos humanos. Al menos Cristohper Vega no está solo.
Cuatro son los ex subversivos que permanecen en el Módulo B. En ese edificio, en el que los reos se distribuyen en celdas diseñadas para tres pero conviven cuatro, hay enfermos de SIDA y presos a los que no se les permite transitar por otros espacios. Por su propio bien. En cualquier momento podrían ser objeto de agresiones por parte de otros internos.
Luis Rivera Rivera cumple una pena de tres años y un día por fabricación y tenencia ilegal de armas de fuego. Es técnico en electrónica y ya estuvo preso por el mismo motivo a fines de los ‘90. Esta última condena ha resultado más dura que la otra.
De antigua militancia comunista, Rivera sostiene que las condiciones en el módulo B son indignas y riesgosas para su salud:
-Vivimos entre gente rechazada y perseguida por el mismo hampa, entre violadores, pedófilos, sicópatas tirados a choros y enfermos de SIDA que botan al suelo del baño la hoja de afeitar con que se afeitan. Es gente muy ignorante y resentida, que tiende a mirar en menos a los que tenemos una formación política y una cierta cultura. Es imposible entablar un diálogo con ellos. El otro día, estaba viendo las noticias de la televisión con mis compañeros de celda, y en vez de compadecerse de una viejita a la que le habían pegado para robarle en su propia casa, mis compañeros no entendían por qué los ladrones no se habían llevado todas las cosas de la casa, por qué habían dejado unos cuadros y unos adornos. Así es la gente con la que convive uno.
Luis Rivera, al menos, tiene una garantía de la que carecen otros internos de su módulo. Puede recibir visitas en el gimnasio de la ex Penitenciaría. En rigor, el beneficio no es sólo suyo. Casi todos los ex subversivos que permanecen en los módulos tienen el mismo derecho. La excepción es Ernesto Medel Salas, un militante comunista que permanece con medidas de protección especiales. Eso, dirá el mismo, es como estar doblemente preso.
En el Módulo B no hay mocitos que cantan el nombre del interno que recibe visitas. No es necesario. Las visitas llegan caminando hasta el patio del mismo módulo, casi al centro de la ex Penitenciaría, y en ese patio -una cancha de baby fútbol de cemento rodeada de cemento entre un edificio y dos muros altos- los reos están a la vista.
Ahí no hay carpas. Tampoco productos a la venta. Menos un árbol, una flor, siquiera una maleza. El patio del Módulo B es un lugar árido y silencioso que ha sido humanizado con dos grandes murales. Uno de ellos es religioso y representa la imagen de Jesús y la Virgen. El otro es político. Tiene guitarras, palomas y puños en alto, y está firmado por la Brigada Ramona Parra.
Uno de sus autores está sentado al fondo del patio, tras una mesa de ping pong situada en posición vertical que hace las veces de biombo. Detrás de ese biombo Ernesto Medel Salas ha instalado una mesita con dos banquetas para recibir a sus invitados. Lo acompañan su madre y su hermano. Después se unirá un amigo que le llevará de regalo el último número del periódico El Siglo.
“Ese mural lo hicimos con otros compañeros que llegaron acá”, dice Ernesto Medel Salas y en su rostro se dibuja una sonrisa que trasluce orgullo, satisfacción y nostalgia por lo que sigue. “Esos compañeros ya no están, se han ido yendo, sólo quedo yo”.
Ernesto Medel Salas tiene 46 años y en 2002 fue acusado de ocultar una partida de arsenales suficiente para armar a 100 ó 150 hombres. Eran armas provenientes de Carrizal Bajo, internadas de manera clandestina por el Partido Comunista en 1986, y habían permanecido en su poder, en complicidad con su padre, desde comienzos de los ‘90. Más o menos desde que el antiguo secretario general del PC, Luis Corvalán, declaró públicamente que había que guardar las armas, “por si las moscas”.
El primero en caer fue su padre, Tito Medel. Unos meses después fue detenido Ernesto. Ambos fueron condenados por infracciones a la Ley 17.798, relativa al control de armas de fuego y explosivos. El padre no alcanzó a terminar de cumplir su condena. Un año atrás falleció en prisión, víctima de diabetes. Ernesto sigue en prisión y seguirá estándolo -de no mediar indulto o rebaja de pena- hasta diciembre de 2012. A la causa por los arsenales se suma una segunda por homicidio.
Sobre esto último dice que fue en legítima defensa por un problema doméstico surgido en su barrio de La Florida. Sobre lo primero, el tema de las armas, dice haber sido víctima de una política ambigua por parte de su partido. Le pidieron que guardara las armas y él las guardó. A diferencia de su padre, un destacado dirigente comunista que se mantuvo fiel al partido hasta sus últimos días, Ernesto no quiere saber nada con el PC. Tampoco su madre, que militó durante años y hoy forma parte de una iglesia evangélica.
El de Medel Salas es un caso extraño, atípico entre los ex subversivos. Hasta donde se pudo establecer en el proceso, no obtuvo beneficios personales con el tema de las armas. Una semana atrás, en el gimnasio de la ex Penitenciaría, sus compañeros tras las rejas advertían que es uno de los más dogmáticos y ortodoxos de la Coordinadora de ex Combatientes Políticos en Prisión. También advertían que en los últimos meses, especialmente tras la muerte de su padre, se lo veía muy solo y deprimido.
Quizás por todo esto, creyó necesario redactar una extensa entrevista en la que él mismo formula y responde las preguntas. Está escrita con lápiz pasta azul y en ella se lee que Ernesto Medel Salas, “comunista por tradición”, proveniente de una familia “de una larga historia sindicalista, militantes desde principios del siglo XX”, asumió junto a su padre “la responsabilidad de pertrechador geográfico, que consta de la ubicación de lugares, en particular casas de seguridad y sectores rurales, donde poder guardar armamento y personas, y generar reuniones del orden clandestino”.
La tarea –señala- comenzó en dictadura y se extendió más allá de ésta, por orden del Partido Comunista: “Puedo afirmar claramente que las armas que fueron encontradas, en los domicilios que se encontraban arrendados a mi nombre, jamás fueron ocupadas y pertenecían a pertrechos que datan de mediados de los ‘80 y que se hicieron llegar a mí y a mí difunto padre por orden y mano de Hipólito Toro Valenzuela, miembro del Partido Comunista y nuestro nexo directo con el partido en los años 90”.
Cuando el arsenal fue descubierto y la familia Medel resultó detenida y condenada, sin que el partido asumiera su responsabilidad, el suscrito dice haber sentido una profunda desazón, que derivó en “desconfianza y reticencia” hacia la dirigencia. “Me siento traicionado por muchos, aunque debo reconocer que los valores que me fueron inculcados siguen ahí inamovibles”.
Inamovible es también la situación penal de Ernesto Medel, quien se queja por escrito de la situación de ex subversivos como él, que “sufren del aislamiento junto con violadores o narcotraficantes, donde somos, para los efectos de beneficio, inexistentes, peligrosos para la seguridad interna, separados y vedados como leprosos”.
Es mediodía y la visita con Ernesto Medel Salas llega a su fin. Su madre lo despide con un beso y le pide que se mantenga firme, que “mire al Señor, el único que le puede dar fuerzas. Si usted quiere salir de aquí, entréguele su corazón”. Luego la madre toma un ramillete de flores de cartón con base de madera, obra de su hijo, y vuelve a aconsejarlo: “Usted firme con el Señor”. Entonces, Medel Salas se pierde por una escalera del Módulo B. Se dirige a la celda 66, donde convive con dos hombres condenados por violación.
Es una nueva jornada de visita en la ex Penitenciaría y la Coordinadora de ex Combatientes Políticos en Prisión acusa una baja transitoria. En medio de la semana, sin previo aviso, Oscar Jaime Mundaca Mantero fue trasladado a Villarrica para que comparezca en la preparación de un juicio oral. No es cualquier juicio. Mundaca Mantero fue uno de los protagonistas de lo que la prensa de la región bautizó como “el robo del siglo”.
Dos años atrás, en una acción espectacular, su banda entró al banco BBVA de Villarrica disfrazada de carabineros y se llevó 116 millones de pesos. Fue un golpe limpio, sin balazos ni forcejeos, sacado de un manual. El problema fue el azar. Mientras huían, el auto en que se movilizaban chocó con un camión repartidor de gas, lo que los obligó a buscar refugio en una casa de seguridad que no resultó tan segura. Unas horas después eran detenidos, sin que se hallara el grueso del botín. De los 116 millones, sólo aparecieron dos. El resto aún no ha sido encontrado.
-Y no se encontrará tampoco -dirá Mundaca Mantero desde el gimnasio de la ex Penitenciaría, días antes de ser traslado a Villarrica.
También dirá que perteneció al Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR, que estuvo detenido en Concepción y fue el primer fugado de la cárcel de El Manzano, a dos meses de ser inaugurada; y que de cierta forma, los asaltos que actualmente cometen ex subversivos tienen connotación política: “Son un desafío al poder y a los millones que se gastan en seguridad. Nosotros desafiamos el sistema, mostramos su vulnerabilidad, y no somos como los delincuentes comunes, que no han evolucionando en sus técnicas, que están faltos de preparación. Cometen muchos errores”.
Oscar Jaime Mundaca Mantero cumple una condena de seis años por robo con intimidación. En los próximos días será juzgado por el asalto al BBVA de Villarrica y después, muy probablemente, porque la cosa no se vislumbra nada bien para él, volverá al Módulo C con una nueva condena sobre los hombros.
Es una nueva jornada de visitas en el gimnasio de la ex Penitenciaría y la Coordinadora de ex Combatientes Políticos en Prisión prepara un manifiesto público que adelanta su vocero, Jorge Jara. “Nosotros, los que combatimos a la dictadura, quedamos a la deriva, fuimos los verdaderos perdedores de este sistema. Fuimos abandonados por el partido y combatidos por algunos de los mismos hombres que nos prepararon militarmente, los que nos instruyeron en Cuba y después colaboraron con ‘La Oficina’. ¿Qué podíamos hacer? No tuvimos apoyo para reinsertarnos, nos vimos obligados a vivir escondidos, a delinquir. Por eso creemos que tenemos derecho a una nueva oportunidad, tenemos derecho a rehabilitarnos, a aprender un oficio, pero para eso tienen que ayudarnos del mismo modo en que ayudaron a los agentes de las Fuerzas Armadas. Un apoyo verdadero, no dejarnos a la deriva otra vez. Lo que nosotros queremos es una rebaja de penas a cambio de nuestro compromiso”.
-¿Compromiso de qué?
Nosotros nos comprometemos a renunciar a todo acto de violencia.
La visita llega a su fin. Los gendarmes soplan sus silbatos y los familiares y amigos de los presos se encaminan hacia la salida del galpón. Los presos se quedan donde mismo, observando a las visitas, reuniendo sus bolsas con víveres para la semana, desarmando carpas con una ceremoniosa lentitud. En el mismo lugar del comienzo, los mocitos despiden a los que se van y piden “una colaboración voluntaria” por los servicios. Ya va siendo hora de salir y Jorge Jara, el vocero de los ex subversivos en prisión, se despide con un “adiós, compañero, hasta la otra semana”.
Raúl Somadevilla Rivas (FPMR): Considerado el cerebro del asalto al camión Brink’s en avenida Quilín, hecho ocurrido en octubre de 2006 y que reportó $755 millones. También está imputado en el atraco de junio de ese mismo año a una importadora de autos en la Zona Franca de Iquique. Por ambos casos espera condena. Estuvo recluido en la Cárcel de Alta Seguridad de la ex Penitenciaría. Desde agosto se encuentra en el Complejo Penitenciario de Alto Hospicio.
Jorge Alejandro Jara Jara (FPMR): Condenado a 15 años y un día por dos robos con intimidación en Coronel. Cumple condena el 27 de noviembre de 2018. Se encuentra en el Módulo C del Centro de Detención Preventiva Santiago Sur (ex Penitenciaría).
Oscar Jaime Mundaca Mantero (MIR): Además de estar condenado a seis años y un día por un robo con intimidación, espera ser juzgado por el asalto al banco BBVA de Villarrica, que en septiembre de 2005 reportó 116 millones, de los cuales sólo han sido recuperados dos. Cumple condena en el Módulo C de la ex Penitenciaría.
Ernesto Enrique Medel Salas (FPMR): Condenado a 12 años por homicidio y la tenencia de un nutrido arsenal, cuya procedencia pertenece a la internación ilegal de 1986 por Carrizal Bajo. Cumple condena el 3 de diciembre de 2012. Se encuentra en el Módulo B de la ex Penitenciaría.
Pedro Antonio Guerrero González (FPMR): Condenado a 10 años y un día por robo con intimidación y robo en Bienes Nacionales de Uso Público, fue un destacado cuadro del FPMR en la zona sur de la capital. Cumple condena el 24 de agosto de 2011. Permanece en el Módulo C de la ex Penitenciaría.
Sergio Vásquez Barrientos (MJL): Antes de su última caída de 2005 por un robo con intimidación, lo que le valió una condena de 6 años, había estado detenido en la Cárcel de Alta Seguridad, CAS. Cumple condena el 5 de noviembre de 2011. Permanece detenido en el Módulo C de la ex Penitenciaría.
Cristopher Vega Santelices (FPMR): En mayo de 2004 protagonizó un espectacular enfrentamiento con una patrulla de Carabineros del centro de Santiago, en la que resultó muerto su medio hermano, Cristián Herrera Santelices, también ex combatiente del FPMR. Fue condenado a 15 años y un día y cumple condena el 21 de septiembre de 2018. Permanece en el Módulo B de la ex Penitenciaría.
Cristián Zamorano Carvajal (MIR): Condenado a 10 años y un día por tráfico de drogas, cumple condena el 29 de enero de 2010. Permanece detenido en el Módulo D de la ex Penitenciaría.