LA HISTORIA DE UNA RED DE EMPRESARIOS EN LA MIRA DE LA JUSTICIA
Délano, Lavín y Bilbao: del “semillero” de Manuel Cruzat al banquillo de los acusados
07.01.2015
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LA HISTORIA DE UNA RED DE EMPRESARIOS EN LA MIRA DE LA JUSTICIA
07.01.2015
Haber sido parte del semillero de Manuel Cruzat Infante era hasta hace poco tiempo sinónimo de destreza en los negocios y de éxito empresarial. En estos días, el grupo de jóvenes ingenieros comerciales que a fines de los años ’70 y comienzos de los ’80 integró las oficinas del Grupo Cruzat, muestra un panorama menos glamoroso. Casi sombrío. Carlos Alberto Délano (66 años), Carlos Eugenio Lavín (72) y Juan Bilbao (55) integran la lista de quienes han caído en desgracia y que encabeza el propio Manuel Cruzat (74).
Diciembre fue un mes negro para el grupo. El día 2, Délano y Lavín renunciaron a todos los directorios de sus empresas y anunciaron haber pagado al Fisco más de $1.100 millones por las boletas que el Servicio de Impuestos Internos (SII) cuestionó en el llamado Caso Penta. La crisis que los afecta y que ha remecido a la clase política –particularmente a la UDI, por el financiamiento ilegal de campañas-, ha sido enfrentada por un comité que lidera el ex canciller Alfredo Moreno (58 años), quien también inició su carrera en el semillero de Manuel Cruzat. Durante el 2014, Moreno asumió cinco directorios de empresas Penta, además de un cupo en el consejo directivo de la Universidad del Desarrollo, vinculado a los dueños del mismo holding; y también reemplazó a Délano en la Teletón. El 30 de diciembre cerraría el año sumando la presidencia del Banco Penta, consolidándose como el hombre fuerte del cuestionado grupo económico.
Pocos días antes, el 22 de diciembre, uno de los primeros socios de Moreno y también ex aliado en los negocios de Penta, el presidente del Grupo Consorcio, Juan Bilbao, sería acusado por la agencia reguladora de valores estadounidense (SEC) por uso de información privilegiada en la venta de CFR a Laboratorios Abott, y denunciado a la justicia en Nueva York. También Bilbao tendría que dejar varios directorios. Al día siguiente, su ex mentor Manuel Cruzat cerraba el capítulo más oscuro de su carrera empresarial, al conseguir un acuerdo con el grupo Falabella, que lo acusó de apropiación indebida. Debió compensarlos con un millonario pago, financiado por otros socios del Grupo Consorcio y por su cuñado Fernando Larraín Peña.
Siempre hay alguien dispuesto a tenderle una mano a Manuel Cruzat, fundador de una verdadera tribu empresarial. Estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Católica y partió a la Universidad de Chicago, donde realizó su master a comienzo de los años ’60. Aunque terminó sus estudios en Harvard, fue parte del grupo de Chicago Boys que regresó a hacer clases en la UC. Desde ahí reclutó a muchos de los alumnos que se convertirían en las estrellas de su grupo económico. Pero también fue uno de los evangelizadores de una nueve economía basada en los principios del neoliberalismo, que clamaba por la libertad económica, con menores regulaciones y una mínima presencia del Estado.
En su libro Los economistas y el ex presidente Pinochet, Arturo Fontaine Aldunate recuerda que Cruzat estuvo entre los pioneros que en 1965 salió de las aulas a exponer la teoría ante los empresarios, en cursos que se impartían en la sede de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa). Ahí se sentaron las bases del programa de la fallida candidatura de Jorge Alessandri. Tras la victoria de Salvador Allende, Cruzat seguiría siendo parte del grupo que elaboró “El Ladrillo”, en reuniones periódicas realizadas en Suecia 286 –la actual sede de la UDI–, según relata Sergio de Castro en el prólogo de ese documento que se transformaría en la piedra angular de la gestión económica del régimen de Pinochet.
A mediados de los ’70, Cruzat dejó el Grupo BHC de Javier Vial, Ricardo Claro y Fernando Larraín Peña, conocidos como “Los Piraña” por la voracidad con que crecían. Junto a su cuñado Larraín Peña, conformaría el Grupo Cruzat-Larraín y durante el resto de la década se expandirían hasta llegar a representar el 5% del PIB del país, consolidándose como el mayor grupo económico, con presencia en todos los sectores. Fue en esa carrera ascendente que dieron sus primeros pasos muchos de quienes conforman hoy la elite empresarial del país.
Cruzat asignaba importantes responsabilidades a jóvenes ejecutivos y les transmitía su forma de ver los negocios. Además de Délano, Lavín y Bilbao, por ahí pasaron el principal ejecutivo del grupo Luksic, Francisco Pérez-Mackenna; el ex gerente de Celulosa Arauco y actual presidente de la Universidad San Sebastián, Alejandro Pérez; el ex canciller y ex ejecutivo del grupo Falabella-Del Río, Alfredo Moreno, y el ex ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, ambos de la administración de Sebastián Piñera. Este último también se sumó a las filas de Cruzat, quien lo reclutó cuando tenía 30 años como gerente general de Citicorp-Chile, donde era accionista a través del Banco de Santiago. Cruzat estaba casado con la hermana de su mejor amigo, Fabio Valdés, y había sido su profesor en la UC: según una nota de La Tercera el ex presidente aún se refiere a él como “el profe”. De acuerdo a la biografía Piñera, historia de un ascenso, de Loreto Daza y Bernardita del Solar, Cruzat ha sido una de las personas más influyentes para él en el mundo de los negocios.
La lealtad de esos jóvenes ejecutivos y de algunos ex socios y familiares, como Juan Hurtado Vicuña y Fernando Larraín Peña, ayudaría a Cruzat a salir de las sucesivas y profundas crisis económicas que ha vivido desde la debacle del ‘82, cuando perdió gran parte de su fortuna. La última terminó hace sólo un par de semanas, en medio de un juicio penal. «Muchos sienten que le deben y, por eso, siguen creyendo en él. Fue mentor de muchos empresarios que hoy son muy exitosos», explicaba en 2004 un ex colaborador de Cruzat a revista Qué Pasa.
Carlos Eugenio Lavín lo resumió en una entrevista con la desaparecida revista Siete+7 en 2003: la fórmula del Grupo Penta consiste en repetir y mejorar lo que aprendieron con Manuel Cruzat. Se trata básicamente de ofrecer seguridad: asegurar la vida, asegurar el patrimonio y asegurar las inversiones. Además, comprar barato y actuar fríamente para vender caro cuando las empresas alcanzan su máximo valor. Así lo hicieron con Consorcio, Cuprum y el Banco de Chile, aunque esta última operación los hiciera acreedores de una millonaria multa por uso de información privilegiada. En ese proceso intervinieron otros tres discípulos de Cruzat: Alfredo Moreno, Francisco Pérez-Mackenna y Juan Bilbao.
Los Penta aprendieron las lecciones de Cruzat a poco de egresar de Ingeniería Comercial de la Universidad Católica, cuando el empresario los fichó para el área aseguradora de su grupo económico. Lavín, un poco mayor y con algo de experiencia en el BHC, asumiría como gerente general y Délano lo acompañaría como gerente comercial. Poco después llegaría Hugo Bravo, quien había sido compañero en la Universidad Católica de Lavín, como gerente de Administración y Finanzas. La dupla Délano-Lavín pasaría luego a hacerse cargo de la AFP del grupo (Provida) y con el tiempo se consolidaría como una de las más exitosas de los negocios en las últimas dos décadas. Bravo nunca dejaría de ser un ejecutivo, pero ya a mediados de los ‘70 estaba plantada la semilla que lo transformaría en el ejecutivo de la más absoluta confianza de Délano y Lavín.
La crisis del ‘82 los dejó a todos ellos en el suelo. Las empresas del grupo Cruzat estaban intervenidas y los negocios inmobiliarios que hacían por fuera eran un desastre. Hasta que Délano y Lavín lograron vender un sitio que habían comprado en Américo Vespucio con Kennedy, lo que les permitió adquirir el 6% del Consorcio Nacional de Seguros, la misma empresa que había perdido Cruzat. Luego la vendieron al Bankers Trust, pero se quedaron con la parte de seguros generales de la empresa. El libro El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno, de María Olivia Mönckeberg, los acusa de haber usado información privilegiada en la operación.
Originalmente, los socios de Penta eran cinco –de ahí el nombre– y además de Lavín y Délano lo integraban el padre de éste último (Sergio), Felipe Briones y Rodrigo Miquel. Cuando poco más tarde quedó solo la dupla, mantuvieron el nombre. En 1988, la nueva sociedad Penta se adjudicaría el Instituto de Seguros del Estado (ISE), cuando fue privatizado en un proceso que María Olivia Mönckeberg califica de “misterioso”. Aunque no hay claridad respecto a cómo se produjo la privatización, una versión que circula en el mercado habla de que el principal candidato para quedarse con la aseguradora era el grupo Angelini, pero los Penta convencieron a los militares a cargo de la venta de que era riesgoso y lograron quedarse con los activos pese a que su oferta era menor.
El crecimiento incluyó la compra de Cuprum, la AFP más pequeña de ese momento, la que vendieron en 2013 en casi US$ 1.000 millones. La arremetida en el área de los seguros siguió con la salud, con la adquisición de la Isapre Vida Tres, un negocio que ha crecido sin pausa y que hoy los tiene como el actor más importante del sector gracias una red que incluye Banmédica y Clínica Santa María, entre muchos otros activos.
Su presencia en el área financiera incluye su paso por el Banco de Chile (donde llegaron a controlar el 16%) y luego la creación del Banco Penta. Su importante área inmobiliaria partió en 1988, cuando se asociaron con Sebastián Piñera para construir el Edificio Las Américas. A esto hay que sumar su participación en la Universidad del Desarrollo, que fundaron junto al fallecido cuñado de Délano, Ernesto Silva Bafalluy –padre del presidente de la UDI, Ernesto Silva Méndez–, Joaquín Lavín, Cristián Larroulet y Federico Valdés. Un grupo al que después se integraría Hernán Büchi.
El imperio financiero de los Penta se ve ahora amenazado por la investigación del Ministerio Público cuyo primeros resultados apuntan a que está construido sobre la base de millonarias evasiones tributarias. El primero en confesar fue su histórico hombre de confianza, Hugo Bravo, el mismo con quien trabajan desde el semillero de Manuel Cruzat, el que entregó los antecedentes clave de las irregularidades a la justicia. La dupla Délano-Lavín ya devolvió más de $1.100 millones a la Tesorería y los datos revelados hasta ahora muestran que incluso utilizaron a sus esposas e hijos para disminuir su carga tributaria.
Délano y Lavín siempre se han caracterizado por sus estilos diferentes. Mientras el primero es hiperkinético e impulsivo, el segundo es más serio y reflexivo. Además, Délano siempre ha sido un importante actor político vinculado a la UDI, particularmente por su cercanía con Joaquín Lavín, de quien ha sido uno de los principales consejeros. Incluso, fue uno de sus llamados “samuráis” y cerebro de su marketing electoral en sus fallidos intentos por llegar a La Moneda. Y aunque siempre se supo que Délano era un importante financista de la UDI, las recientes revelaciones de Hugo Bravo, ratificadas por documentos tributarios, correos electrónicos y declaraciones ante el Ministerio Público, revelan la existencia de una maquinaria bien aceitada de financiamiento irregular que Penta puso a disposición de sus más cercanos en el gremialismo. Entre ellos, históricos personeros de la UDI, como Jovino Novoa.
Con un perfil mucho menos político que Délano, los manejos de platas electorales afectan por igual a Carlos Eugenio Lavín. En agosto de 2003, la revista Siete+7 le preguntó a Lavín por su relación con el financiamiento político:
-¿Usted es militante de la UDI?
-A mí la parte política no me atrae. Pienso que es incompatible ser empresario y hacer política.
-¿Los Penta financian la campaña de Joaquín Lavín?
-Mire, aquí todos vienen a pedir financiamiento.
-¿Y le dan a todos?
-No, no somos democráticos para dar.
En esa época (2003) preparaban la apertura del Banco Penta, que se concretaría en 2004. Lo harían de la mano de Alfredo Moreno, que por esos días era conocido como un gran negociador por su protagonismo en operaciones como la fusión entre Falabella y Sodimac. Aunque los tres trabajaron en el grupo Cruzat, de acuerdo a una entrevista que dieron en forma conjunta a El Mercurio, se conocieron e hicieron amigos cuando fueron directores del Banco de Chile. En su nueva incursión en la banca, los Penta nombrarían a Moreno como vicepresidente. Sólo dejaría el directorio del Banco Penta en marzo de 2010, cuando fue designado canciller por Piñera.
A mediados de 2014, tras dejar del gobierno, Moreno volvió a las oficinas de Penta. Fue entonces que comenzó la debacle y debió aumentar sus responsabilidades, tomando el timón del comité de crisis como presidente de Empresas Penta. Además, se fue incorporando a los distintos directorios del grupo: Penta Vida, Penta Security, Banmédica, Penta Las Américas y, en diciembre pasado, asumió la presidencia de Banco Penta. También ocupó un sillón de consejero en la Universidad del Desarrollo y entró al directorio de la Fundación Teletón, cuya presidencia su socio Carlos Alberto Délano debió abandonar en plena crisis (ver línea de tiempo laboral de Moreno).
Alfredo Moreno, Francisco Pérez-Mackenna y Juan Bilbao fueron contemporáneos en la Universidad Católica. Tras egresar, los tres fueron reclutados por Manuel Cruzat para su mítico departamento de estudios. No sólo trabajarían juntos ahí: los tres siguieron la ruta lógica y partieron a estudiar a la Universidad de Chicago. En 1982 formarían la sociedad «Bilbao, Moreno y Pérez Limitada». Por esa época, el trío tendría un nuevo cliente: Citicorp, donde Cruzat había puesto a Sebastián Piñera como gerente general. Conforme con la asesoría, Piñera les ofreció trabajo. Bilbao y Pérez-Mackenna aceptaron y se les sumó Patricio Parodi, quien también venía del “semillero”. Moreno, en cambio, prefirió volver a trabajar con Cruzat, que estaba en medio de una profunda crisis.
Para Bilbao, su trabajo en Citicorp fue el trampolín que lo llevaría a ocupar altos cargos en importantes bancos en Nueva York. De regreso en Chile se convirtió en un cotizado ejecutivo y empresario, con un 6,1% de participación en el Grupo Consorcio, del que fue presidente hasta el 23 de diciembre pasado. El día anterior, desde Nueva York llegó el comunicado de la Securities and Exchange Comission (SEC, regulador de valores) que lo acusó de usar información privilegiada.
La denuncia presentada por el organismo ante la justicia estadounidense, indica que Bilbao participó telefónicamente de una reunión de directorio de CFR Pharmaceuticals, que él integraba, donde se informó la intención de Laboratorio Abbott de adquirir esa empresa. Tres días más tarde y durante dos meses, utilizó la cuenta de una sociedad domiciliada en las Islas Vírgenes Británicas (Somerton Resources Limited) para adquirir, a través de 13 operaciones distintas, más acciones de CFR por US$ 14,35 millones. Otro ejecutivo de Consorcio, Andrés Hurtado Rourke (40 años), fue quien materializó la operación a través de CG Compass y a su vez adquirió US$ 700 mil en acciones para él. Tras el anuncio público de la compra de CFR por parte de Abbott, sólo en los dos primeros días los papeles subieron 65%. Como resultado, al finalizar la operación de Abbott, Bilbao obtuvo ganancias por US$ 10 millones y Hurtado por US$500 mil.
Además, la SEC pidió el congelamiento de activos de Bilbao, Hurtado y Somerton Resources. De acuerdo a los documentos presentados ante la corte, la cuenta utilizada para las cuestionadas compras tenía un contrato que obligaba al pago en efectivo de las operaciones y el retiro inmediato del dinero obtenido de la venta de las acciones. Como se trata de una cuenta ubicada en un paraíso fiscal, los demandantes dicen no saber dónde se encuentran las ganancias que a su juicio fueron obtenidas ilícitamente.
Entre las evidencias mencionadas en los documentos oficiales de la SEC como prueba de que Bilbao actuaba maliciosamente, se menciona el hecho de que usara una cuenta offshore para comprar las acciones; que lo hiciera en Estados Unidos en vez de hacer las transacciones en Chile, y utilizando a un tercero (Hurtado) para ejecutarlas. Según la SEC, Bilbao arriesga el pago de hasta US$ 40 millones, correspondientes a lo obtenido por la operación, los intereses y un cargo del triple de lo ganado ilegalmente.
Las sospechas sobre la participación de Bilbao en transacciones irregulares de CFR ya circulaban entre los más informados actores del mercado antes de que estallara el escándalo en Estados Unidos. En ese círculo Bilbao es considerado como alguien que opera al límite de la legalidad. Pocas semanas antes de que la SEC revelara la acusación contra Bilbao, el diario electrónico El Mostrador publicó una serie de dos reportajes titulada “Los chicos listos de Consorcio”. Allí se relatan diversos episodios en donde su afán por hacer buenas pasadas lo hizo actuar en la frontera de lo presentable (ver parte I y parte II).
Si hubiera que elegir una operación polémica y cuestionada que reúne a este grupo de discípulos de Cruzat, esa es la guerra contra el Grupo Luksic por el control del Banco de Chile y que se desarrolló en los primeros días de diciembre del año 2000. Hasta entonces, los Penta controlaban el banco a través de un pacto de accionistas con Juan Cúneo y Reynaldo Solari, del grupo Falabella, y el Grupo Consorcio Financiero (Eduardo Fernández León, Juan Hurtado Vicuña, José Antonio Garcés, Juan José Mac Auliffe, Juan Bilbao y Patricio Parodi), además de Alfredo Moreno y Sergio Larraín. El grupo se había formalizado como un pacto para evitar que Andrónico Luksic Craig, entonces dueño del Banco Edwards, aumentara su participación en el Chile. Leonidas Vial, socio de Larraín Vial, hoy multado por el Caso Cascadas, hizo de intermediario entre ambos grupos.
El problema fue que Luksic hizo explícita su intención de aumentar su participación en el banco y de, incluso, fusionarlo con el Edwards. Entonces, los integrantes del pacto decidieron salir a comprar más acciones para mantener el control. Los precios se dispararon, al punto de suspenderse las transacciones, y el pacto optó por sentarse a negociar con Luksic. Así lo recordó Francisco Pérez-Mackenna, gerente general de Quiñenco, en su declaración ante la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS): “Me vine a Santiago y me junté con Alfredo Moreno y Juan Bilbao el día miércoles en la mañana. Ahí partió la negociación». Pese a la cercanía histórica de los tres amigos, el asunto era complejo. Ambos grupos sabían que no podían convivir en el banco, pero ninguno quería salir por el precio que la contraparte estaba dispuesta a pagar.
Finalmente Luksic ganó el gallito y terminó comprando, pero Délano, Lavín, Fernández León, Garcés, Mac Auliffe y Parodi fueron multados con 1.000 UF más intereses por comprar acciones haciendo uso de información privilegiada, las que vendieron luego mucho más caras.
Hay algo curioso en Manuel Cruzat: si bien muchos de los empresarios más exitosos del país lo admiran porque lo consideran un visionario, la suya es más bien una historia de un éxito y muchos fracasos. Tras participar de la promoción del modelo neoliberal en Chile, fue sin duda el más beneficiado con las nuevas políticas económicas del régimen de Pinochet. Pero su éxito fue efímero. La crisis del ‘82 lo tumbó y si bien consiguió levantarse, no volvió a ser lo que era. De hecho, fue adelantado por varios de sus ex discípulos y ex socios, a quienes ha recurrido en los momentos difíciles.
Juan Hurtado Vicuña, con quien fue socio en los tiempos del auge, lo ha rescatado varias veces, aunque él ha insistido en que lo que hace son negocios. Parece ser cierto, son negocios que por alguna razón Cruzat no logra administrar bien. En 1996, Hurtado Vicuña le compró la Isapre Cruz Blanca en US$ 62 millones, con lo que Cruzat logró salir de un duro momento de iliquidez, pero dos años después Hurtado la vendió en US$ 200 millones, según informó revista Capital. Por esa misma época, Sebastián Piñera y Andrés Navarro hicieron un aporte de capital de US$ 24 millones que le dio oxígeno al holding CB, y más tarde Piñera le compraría Bahía Coique.
Con el tiempo, sus principales activos serían inmobiliarios, como los fundos Curauma y Lo Aguirre (donde también entró hace unos años el grupo Hurtado Vicuña), pero Cruzat no renunciaría a los nuevos emprendimientos. Lanzó negocios digitales, como miscuentas.com, una plataforma para el pago de servicios en línea que se transformó en la causa de su última caída. Con una importante crisis de liquidez y mientras negociaba la venta de Curauma a Hurtado Vicuña, al parecer tuvo problemas de caja que le hicieron demorar el traspaso de los pagos a las empresas de servicios que los clientes hacían a través de miscuentas.com, además de problemas importantes con la Corredora CB.
Pero fue Falabella la que le puso una lápida, al denunciar en 2012 que miscuentas.com se había apropiado indebidamente de US$ 40 millones. El Ministerio Público estimó que había antecedentes suficientes para formalizar a Cruzat junto a dos de sus hijos en 2013. El proceso iba directo a un juicio oral, donde arriesgaban prisión. Finalmente, el 23 de diciembre pasado, Cruzat recibió un nuevo salvavidas. Esta vez fueron Pedro Hurtado Vicuña, Eduardo Fernández León (Consorcio) y Fernando Larraín Peña quienes le pagaron US$ 6 millones por un fundo en Temuco, monto por el cual llegó a un acuerdo reparatorio con Falabella.
Así, Cruzat terminó el 2014 cerrando en tribunales una de sus más graves crisis. Pero esta vez no fue el único de su semillero que debió lamentar haber cruzado la línea de lo prohibido. Tres de sus discípulos más exitosos comenzaron el 2015 sometidos al escrutinio de la justicia. El fin del secreto de la carpeta investigativa del Caso Penta dejó al descubierto que Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín están más complicados de lo que se pensaba, tanto en la arista tributaria como la política. Juan Bilbao, por su parte, recién comienza un proceso judicial en Estados Unidos, mientras en Chile AFP Provida ya pidió a la SVS que Investigue si las transacciones cuestionadas afectaron a los inversionistas.