Surgen denuncias de abusos en los años 60 en El Bosque
La historia oculta de Karadima: su mentor y otros sacerdotes acusados de abusos
01.04.2011
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Surgen denuncias de abusos en los años 60 en El Bosque
01.04.2011
Cuando tenía 12 años el arquitecto Juan Pablo Zañartu tuvo que confesarse varias veces con el sacerdote Fernando Karadima en la parroquia El Bosque. Recuerda que el religioso se sentaba con las piernas abiertas y él se tenía que poner de rodillas entre ellas, muy cerca del pecho del cura. Éste inclinaba su cabeza y Zañartu podía sentir la respiración del hombre en su oreja. En esa posición, el sacerdote le preguntaba si se masturbaba y qué fantasías sexuales tenía.
Su peor experiencia en El Bosque, sin embargo, la tuvo con otro sacerdote: Raúl Claro Hunneus, hijo de la destacada narradora chilena Marcela Paz, autora de Papelucho. Zañartu acusa que en dos ocasiones Claro lo invitó a su pieza, se tendió en la cama y desde allí le dijo: «Juan, ven y abrázame» (ver entrevista).
Para lograr la reapertura de la investigación, los principales acusadores de Karadima -James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Murillo- insistieron ante la justicia sobre la existencia de antecedentes de otros abusos que este sacerdote cometió hasta 2010. En ese contexto, la denuncia de Zañartu, que judicialmente está prescrita, tiene un gran valor: fija un inicio, un punto de arranque. Y transforma los momentos atroces narrados por los denunciantes, en partes de un patrón de comportamiento perverso que se extendió en total impunidad al menos durante 50 años.
Cincuenta años en los que El Bosque y su párroco fueron considerados por el Arzobispado de Santiago y la Nunciatura, que mantenía lazos estrechos con Karadima, como un ejemplo a seguir. Mientras los fieles repletaban su templo y confiaban a sus hijos a la formación de la Acción Católica de El Bosque, en los pasillos y dependencias de la parroquia se vivían otras historias en un mundo cerrado y secreto.
Así lo piensa Zañartu: «Debe haber muchas más víctimas. Yo soy el único de los años 60 que hablé, pero ¿y qué pasó en los ‘70?».
James Hamilton y Juan Carlos Cruz son algunas de las víctimas de los ‘80. José Andrés Murillo y Fernando Battle, algunos de los abusados en los ‘90. Faltan relatos y testimonios de eventuales abusos cometidos en las décadas más recientes, los que, de haber ocurrido, podrían estar contenidos por un dolor y una vergüenza que están más frescos. Si en años recientes hubo víctimas, como creen los denunciantes, esos abusos no estarían prescritos y los afectados serían muchachos menores de 25 años.
El testimonio de Zañartu es interesante también porque acusa la existencia de otros sacerdotes actuando en estos ilícitos con Karadima. Y revela una vez más la violación del secreto de confesión perpetrado por Karadima, tal como lo testimoniara Juan Carlos Cruz. Zañartu cree, por ejemplo, que lo que él le confesaba a Karadima terminaba sabiéndolo Claro y éste lo usaba para lograr sus propósitos.
Sin embargo, este no es el único incidente que la investigación de CIPER ha recogido en torno a El Bosque en los años 60. Tres fuentes diferentes confirmaron a este medio que también se produjeron actos indebidos con niños en un grupo scout que funcionaba en la parroquia. El encargado del grupo era un seminarista de nombre Juan Pablo. Un acusador que lo conoció en el Saint George, donde el seminarista hacía clases de religión optativas, habló con CIPER a condición de mantener la reserva de su identidad y relató lo siguiente:
-Yo tenía 10 años y me pasaba las tardes jugando por esa parroquia. Me dejaban ir solo porque ¿qué lugar podía ser más seguro para un niño que una parroquia? Este tipo, Juan Pablo, organizó un paseo a la playa con los scout. A mi papá no le gustó este gallo y antes de darme permiso, habló con él. Le advirtió que si me llegaba a pasar algo, le garantizaba que lo iba a golpear hasta matarlo. Así de claro. Antes de irnos de paseo, este tipo me dice que me tiene que hacer unas pruebas físicas para saber si estoy apto para ir. Fuimos al campanario y ahí, en un entrepiso, a oscuras, me dijo que me sacara la polera. El se sentó en la escala, me sentó en sus rodillas y empezó a tocarme los brazos, la espalda, las piernas. Luego me dijo que me tendiera en el suelo y me hizo lo mismo. No sé cuanto rato estuvimos ahí y no me hizo nada más. Me dijo que podía ir, que era muy maceteado. Yo ahora pienso que estaba desesperado, porque a pesar de lo que le había dicho mi padre, igual no se contuvo y me toqueteó.
Gabriel Bunster Betteley, ingeniero de la Universidad de Chile, ex alumno del Grange y miembro de los scout de El Bosque, recuerda a Juan Pablo:
-Él tuvo en esos años conductas poco santas con algunos niños de esa tropa.
Bunster prefiere no entrar en detalles, pero aporta otro antecedente: mucho tiempo después recibió un llamado del mismo personaje, que le dijo que quería contactarse con los que habían estado en los scout «para pedirles perdón por lo que había pasado en esos años».
Un antiguo trabajador de la parroquia confirmó a CIPER que el grupo scout terminó de improviso cuando se destapó un escándalo, aunque nunca se precisó qué fue lo que ocurrió.
Hay un hombre que jugó un rol central en la vida de Karadima que puede ayudar a explicar parte de las dudas que hoy se acrecientan en torno a la historia de El Bosque. Se trata de Alejandro Hunneus Cox, un prestigioso y acaudalado sacerdote que vivió entre 1900 y 1989 y que tuvo una enorme influencia en la Iglesia Católica chilena en los años 50. Fue Hunneus quien formó como sacerdote a Karadima y lo preparó para que fuera su sucesor. Durante muchos años Hunneus pensó que Karadima era un hombre excepcional.
Hunneus era un hombre piadoso y casto, al punto que unos de sus orgullos era que jamás había tocado su castidad, según contó a CIPER Alejandro Devés, ex seminarista que lo cuidó hasta sus últimos días. Según recuerda el sacristán de El Bosque Mariano Cepeda, el sacerdote era famoso por su generosidad: todas las semanas en la puerta de la parroquia se juntaba una larga fila de gente de escasos recursos que esperaban su limosna y su bendición.
Por su origen familiar tenía fuerte influencia en el clero y en las familias importantes de la época. Fue así que convenció a la millonaria Loreto Cousiño de Lyon de construir una parroquia única, icónica, señera, con amplias dependencias, como para recibir a una veintena de postulantes al sacerdocio en un barrio exclusivo y residencial.
En ese lugar Hunneus concibió un sueño: crear una asociación clerical chilena que formara sus propios sacerdotes. No parece haber aspirado a fundar una orden -como los Legionarios de Cristo, Opus Dei o Jesuitas- sino una sociedad, como los salesianos, que educan a sus propios sacerdotes poniendo énfasis en determinados aspectos, pero luego éstos se integran al clero diocesano y se ponen al servicio del obispo local.
El sueño lo amasó durante décadas y para materializarlo reunió a importantes presbíteros en una organización que hoy aparece mencionada muchas veces en la investigación judicial contra Karadima: la Unión Sacerdotal del Amor Misericordioso del Sagrado Corazón de Jesús. En la estructura eclesial, se trata de una asociación de religiosos conocida como Pía Unión. Esta organización fue usada por Karadima como una suerte de inmobiliaria para la compra de departamentos en el barrio El Bosque (ver reportaje “Los secretos del imperio financiero que controla el sacerdote Fernando Karadima”).
En la concepción de Hunneus, la Pía Unión iba a ser el paraguas que cobijaría su proyecto fundacional. Con dinero de su bolsillo compró los terrenos de la parroquia a Loreto Cousiño y la donó a la Pía Unión. Y en ese espléndido templo reunió a una decena de jóvenes candidatos que buscaban discernir su vocación sacerdotal. Entre ellos estaba Fernando Karadima Fariña.
Los estudiantes de Hunneus recibían buena parte de su instrucción de los mismos sacerdotes de la Pía Unión. Por su preparación e influencia, destacaba el sacerdote Emilio Tagle Covarrubias, que en 1958 fue nombrado obispo auxiliar de Santiago y luego de la muerte del Cardenal José María Caro estuvo tres años como administrador apostólico del Arzobispado, es decir como un arzobispo de facto, con las atribuciones pero sin nombramiento.
Que Tagle haya estado en los orígenes es importante, porque muestra no sólo la rapidez con que la Pía Unión ganó influencia en la Iglesia Católica chilena, sino también el sesgo peculiar que adquirió desde un comienzo la formación en El Bosque. En esos años en que el jesuita Alberto Hurtado (fallecido en 1952) hablaba del problema social con una franqueza inaudita y donde acababa de asumir Raúl Silva Henríquez como arzobispo de Santiago, Emilio Tagle ocupaba el púlpito para dar una lucha encarnizada contra las mujeres que empezaban a usar bikini en las playas de Reñaca.
Con el pasar de los años El Bosque se fue transformando en refugio de una parte de la iglesia que se sentía agredida por los cambios sociales que vivía el mundo. Y su respuesta era afincarse en la prédica moral, desde una postura de superioridad, haciendo de esos aspectos un asunto central de la fe y de la expresión de religiosidad. Por esas características que determinaron la identidad del círculo de El Bosque, la parroquia se convirtió en la favorita de una feligresía conservadora, que recelaba del discurso social adoptado tras el renovador Concilio Vaticano II por una iglesia a la que tildaban de «roja».
Pero Karadima no solo tomó clases con Tagle. El plan formativo de los sacerdotes de la Pía Unión incluía retiros espirituales con los jesuitas y aprobar los cursos de teología de la Universidad Católica.
El profesor de estos primeros postulantes en la UC fue Jorge Medina Estévez, futuro obispo de Valparaíso (en esa ciudad, en los años 90 Medina llevó adelante una cruzada contra las revistas pornográficas que se vendían en los kioscos, emulando lo realizado por Tagle décadas antes). A mediados de los 50, Medina acababa de ser ordenado sacerdote por un tío de Karadima, el obispo Alberto Fariña. Un asistente a esas clases dijo a CIPER que en una ocasión Medina echó de la sala a Karadima. Consultado sobre eso, el prelado dijo a CIPER que «jamás ocurrió tal cosa, porque si lo hubiera echado no habría entrado más a mi clase». Sí reconoció que fue su alumno y lo recuerda como un «joven tranquilo y criterioso».
No se detuvo ahí la relación del obispo Medina con Karadima. Porque una vez que éste se ordenó sacerdote, se continuaron viendo:
-Él me invitaba a predicar en El Bosque en el Mes de María. Y fíjese que cuando fui nombrado obispo, como yo no tenía muchos medios, él me regaló un báculo y es el que uso hasta hoy. Tuvimos una buena relación- dijo a CIPER.
Esta relación permite entender que ayer Medina apareciera en los medios argumentando a favor de su ex alumno: «Un muchacho de 17 años sabe lo que hace», dijo el ex hombre fuerte de la Congregación para el Culto, intentando explicar que en este caso no corresponde hablar de abusos sexuales. Sus frases provocaron un fuerte impacto en el Arzobispado.
En esos años los novicios de la Pía Unión eran mirados con recelo por el resto de la Iglesia. Uno de estos primeros postulantes, que luego no se hizo sacerdote y habló con CIPER a condición de permanecer bajo reserva, relata que les hacían burlas por la completa obediencia que les debían a sus superiores.
-Nosotros antes de recoger un papel teníamos que pedirle permiso a nuestro superior. Me acuerdo que Medina se reía de eso.
Años después, echando mano a esas costumbres, Karadima ejerció un férreo control sobre los jóvenes que lo rodeaban. Y fue incluso más allá, porque sólo con él se podían confesar y los obligaba a relatarle hasta los mas ínfimos detalles de sus vidas privadas. También debían consultarle qué ropa usar, con qué mujer juntarse y qué amigos frecuentar. La ex mujer de James Hamilton contó en su declaración judicial que en un momento su marido se preguntaba si usar determinado lápiz le parecería correcto al sacerdote.
Testigos de aquella época afirman que durante los años 50 y 60 Karadima pasaba muchas horas hablando con Hunneus en su pieza del primer piso, frente al jardín. Hunneus parece haber valorado sus dotes para expresase en público, pues en la prédica desplegaba un innegable magnetismo. Por otra parte, Karadima era sobrino de un obispo y, aún mejor, había estado cerca del Padre Hurtado. Al parecer, Karadima lo convenció de que había sido discípulo y secretario de Hurtado.
-Para monseñor Hunneus tener a Karadima en el Bosque era como tener en un equipo de fútbol a alguien que había jugado con Pelé- explica Deves.
Pero Karadima no era Pelé ni había jugado con él. Ni siquiera, dice Deves, fue agradecido con Hunneus. Cuando el fundador envejeció y se volvió senil, Karadima lo hizo objeto de su burla constante.
-Lo imitaba y nos hacía reírnos de él- recuerda Juan Carlos Cruz.
Hunneus, extremadamente alto y delgado, se paraba con los pies abiertos, como si sus grandes zapatones indicaran siempre la misma hora: las diez y cuarto. En sus últimos años estaba relegado en su pieza, aunque a veces se lo veía deambulando por su parroquia, con su sotana larga hasta el suelo y sucia de comida, dando voces, como un fantasma, con su voz gutural: «¡Karadima, hay que amar al Padre, Karadima!».
Es imposible culpar a Hunneus o a otros de los maestros de Karadima por las conductas que terminaron condenándolo a una vida de oración y penitencia. Pero es posible que algunos filtros, en la fórmula ideada por Hunneus para formar sacerdotes, no hayan funcionado debidamente. Lo cierto es que en 1961 el Vaticano ordenó que todos los postulantes de El Bosque se fueran al Seminario Pontificio. La producción de vocaciones, guiadas bajo un prisma conservador y moralista tal como la había soñado Hunneus, se detuvo.
Algunos creen que es posible que el escándalo de Raúl Claro haya terminado sepultando los sueños de Hunneus de hacer su congregación. Lo que sí está claro es que para entonces Karadima ya había sido ordenado y estaba listo para comenzar su carrera
* CIPER intentó comunicarse con Raúl Claro, que reside en Alemania, por escrito y por teléfono, pero no respondió a nuestras múltiples demandas.
Vea también: carta de Raúl Claro a CIPER refutando la acusación de Zañartu