Las razones de los acusadores de Karadima para no apelar a cierre del sumario
26.11.2010
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26.11.2010
José Murillo, James Hamilton, Fernando Batlle y Juan Carlos Cruz, los cuatro acusadores principales del sacerdote Fernando Karadima decidieron no apelar al cierre del sumario dictado por el magistrado Leonardo Valdivieso, quien el jueves 19 de noviembre cerró su investigación sin procesar al ex párroco de El Bosque por las acusaciones de abuso sexual que pesan en su contra.
El juez, afirman fuentes judiciales, cerró la investigación sin expresar un motivo, aunque se estima que no está acreditada la existencia de menores de 18 años abusados dentro de los últimos 10 años, es decir, dentro del periodo de prescripción. Durante su investigación, Valdivieso cerró el sumario sin acceder a carear a Karadima con sus cuatro acusadores, lo que para los denunciantes era un punto central en la investigación.
Al respecto, la defensa de Karadima argumentó que no habiéndose demostrado la existencia del delito, no correspondía carear a su defendido, más aún considerando que, según afirman, la salud del sacerdote es delicada.
El representante de los acusadores, el abogado Juan Pablo Hermosilla, explicó a CIPER que la decisión de no apelar se debe a que sus representados estiman que ya han hecho lo que les correspondía hacer y que, sin embargo, las instituciones correspondientes no parecen interesadas en saber si las acusaciones son ciertas.
“Quienes tienen que aclarar estos hechos son las instituciones tanto civiles como religiosas, pero se nota en ellas una reticencia a investigar y a esclarecer los hechos. En ese contexto mis representados no tienen más que aportar”, explica el abogado.
¿Está consciente de que muchas personas pueden interpretar esta decisión como una demostración de la inocencia de Karadima?
-Entiendo que esa sea una lectura posible, pero ahí están las numerosas personas que han declarado en contra del sacerdote respaldando las declaraciones de mis representados. Yo creo que cualquier persona que lea los antecedentes puede llegar a la conclusión de que los hechos de los que dieron cuenta si ocurrieron.
Respecto del tema de la prescripción que argumenta la defensa de Karadima, Hermosilla explica que «los antecedentes que ya hay muestran que hay un patrón de conductas abusivas que se viene repitiendo desde hace 40 años y que debe ser investigado, pues hace pensar que los hechos relatados podrían haber seguido ocurriendo, lo que permite pensar que la prescripción está interrumpida. Eso no se investigó y faltan muchas otras cosas por investigar».
Uno de los acusadores, el doctor en filosofía José Murillo, explicó a CIPER el motivo de no apelar: «Lo que me pasó en la Parroquia El Bosque lo puse en conocimiento de las autoridades. No hay ni exageraciones ni omisiones y no sé qué más puedo hacer. Lo que queda no me corresponde a mí. Porque aquí hay un ataque a la confianza que no tiene que ver solo conmigo sino con toda la comunidad. Entonces esto no me pertenece sólo a mi sino a la comunidad.» Murillo agrega que pese a que aún no hay fallos condenatorios contra Karadima, han logrado cosas importantes.
«Lo que ha hecho la iglesia es claro, aunque no haya sido dicho con fuerza: la iglesia echó a Karadima de El Bosque y echó a Andrés Arteaga de la dirección de la Pía Unión».
¿Los deja satisfecho eso?
-Objetivamente hace un año era impensable que hubieran sacado a Karadima de El Bosque. O sea, una de las cosas que a mí me reprochaba Arteaga era que con la revelación de estos hechos no iban a poder canonizar a Karadima. (ver entrevista al final)
La investigación que instruía el magistrado Valdivieso se la derivó el fiscal Xavier Armendáriz luego de que se determinara que las acusaciones contra Karadima se referían a hechos ocurridos antes de 2005 y por lo tanto tenían que investigarse con el sistema de justicia antiguo.
Fuentes judiciales dicen que la investigación del juez contiene prácticamente lo mismo que ya había investigado Armendáriz. Aunque algunas declaraciones como las tomadas a los sacerdotes Hans Kast y Eugenio de la Fuente aportan datos interesantes.
El primero, ratifica las duras declaraciones dadas ante Armendáriz y agrega: «Respecto de mi persona manifiesto que no sufrí de abuso sexual hacia mí , de parte de Fernando Karadima porque yo no lo permití, manteniendo siempre un limite de sana distancia con él».
En su declaración, Kast respalda a los denunciantes señalando que en el caso de los dos que conoció más – Murillo y Hamilton- «percibí que fueron acosados psicológica y afectivamente, esto yo lo presencié y ellos son personas veraces y no advertía en ellos que existiera algún tipo de motivación como de resentimiento hacia Karadima».
Por su parte, el sacerdote Eugenio de Fuente ahonda en los dos rostros o personalidades que tiene el ex párroco de El Bosque: «lo conocí como un sacerdote muy apostólico, con mucho carisma, especialmente con los jóvenes, invitando fuertemente a la santidad y a discernir, en la unión profunda con el Señor y la Virgen María, la búsqueda de la voluntad de Dios para la vida de cada uno». Cuenta que Karadima fue su guía espiritual hasta 2009. Lo describe como una persona de carácter fuerte, a veces mal genio pero también generoso y preocupado de los demás si les ve alguna necesidad.
Dice, sin embargo, que «por los hechos que se investigan, muchos han abierto los ojos y se han alejado de él». Y afirma que aunque Karadima le permitió construir una relación mucho más fuerte con Dios, con el tiempo la personalidad de este sacerdote lo hizo sentir oprimido, casado, «agobiado por su forma de relacionarse conmigo y con lo que estaban en la parroquia»
Dice que en la parroquia nunca supo de nada relacionado con la esfera sexual, sin embargo sí vio actos, que en ese momento consideró como afectos paternales excesivos, sin contenido erótico, pero inadecuados «como tocarles los genitales a los jóvenes y, a veces, al acercase para dar un beso como hace un padre con sus hijos, Karadima sacaba la legua y la pasaba por la mejilla. Además había un vocabulario ambiguo, como de contenido sexual».
Un punto interesante de la declaración es que el sacerdote declara que tras conocer los testimonios de los acusadores y también «a partir de testimonios de amigos, he llegado a la convicción de que ellos dicen la verdad». El sacerdote parece haber recabado información de amigos que sabían lo que pasaba con Karadima pero que no fueron interrogados por Valdivieso.
La investigación de Valdivieso incluye el interrogatorio a Karadima hecho el 27 de octubre de 2010 en el cual rechaza, una por una todas las acusaciones, remarcando que los cuatro denunciantes llegaron al Movimiento de Jóvenes de la Acción Católica cuando eran mayores de edad. Agrega que «tengo la certeza de que estas cuatro personas se encuentran concertadas para hacerme daño y dañar a la Iglesia y están dolidos pues tenían el deseo de seguir como sacerdotes católicos, pero carecían de vocación según mi opinión».
Termina su testimonio afirmando que «a estas cuatro personas las he perdonado, rezo por ellos y no guardo rencor alguno hacia ellos… «.
La decisión de no apelar no detiene la investigación penal. Mañana mismo el juez Valdivieso puede reabrir la investigación, aunque lo más probable, dicen diversas fuentes, es que el miércoles a la medianoche, cuando se cumpla el paso para solicitar nuevas diligencias o apelar, el juez envíe la causa cerrada en consulta a la Corte de Apelaciones. Allí, el destino de la investigación depende de la sala en la que caiga: los magistrados pueden confirma lo obrado por el juez u ordenarle realizar las diligencias que estimen que le falta a la investigación.
Un destino igualmente incierto parece esperar a la investigación que mantiene en su poder el fiscal Armendáriz, que trata de determinar si algunos de los posibles testigos del caso Karadima recibió dinero para no declarar en contra del sacerdote. Un informe de la PDI acreditó que cuatro personas recibieron dineros de la parroquia o del entorno del sacerdote. La cocinera Silvia Garcés, que recibió $29 millones entregados por Karadima (su esposo, Juan Onésimo Cea, es sacristán de la misma iglesia desde 1982); Patricio Vasconcellos, sacristán de El Bosque desde hace 6 años, que recibió $10 millones con fondos parroquiales; María Pía Riesco Bezanilla, administradora financiera de la Parroquia El Bosque, mujer de la máxima confianza de Fernando Karadima, ya que también tenía acceso al menos a una de sus cuentas bancarias personales, aparece recibiendo un donativo de $13 millones. Y Óscar Osbén, panadero que dijo haber sido abusado por el vicario Diego Ossa en la Parroquia Jesús Carpintero de Huamachuco, y le pidió $100 millones “en compensación por los daños”. Según el informe de la PDI recibió 13 millones.
Una tesis jurídica sostiene que esta investigación no llegará a ningún puerto porque lo primeros tres pagos o donaciones, se hicieron antes de que se iniciara la investigación de Armendáriz, por lo cual, afirma un penalista, el fiscal no puede decir que se trata de pagos para entorpecer su investigación, si ésta no había comenzado. La «donación» hecha después del inicio de la investigación de Armendáriz es la que recibe Oscar Obsén, aparentemente no afecta la investigación de Armendáriz sobre Karadima.
En el ámbito religioso, la nulidad eclesiástica de James Hamilton consignó los abusos a los que había sido sometido por Karadima y aún falta que desde el Vaticano emane una resolución tras la investigación canónica realizada por la Iglesia en Santiago.
José Murillo, 31 años, recién doctorado de Filosofía, es cronológicamente el primer denunciante del caso Karadima, aunque la carta que envió en 2003 contando lo que le había pasado, no fue considerada por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz para iniciar un proceso. En su relato da cuenta de que Karadima, aprovechando su rol de director espiritual, toqueteaba a los jóvenes en los genitales.
En su caso relata que una noche fue a la habitación de Karadima a confesarse, el sacerdote sacó whisky y le ofreció diciéndole, «para que te relajes». Murillo cuenta que en ese momento había en la habitación un obispo que se puso visiblemente nervioso y se fue de la pieza como si supiera lo que iba a ocurrir. Y cuando Murillo empezó a confesarse, Karadima le puso la mano en los genitales y trató de masturbarlo. Aquí el filósofo explica por qué no van a apelar y que es lo que espera para adelante con esta investigación.
¿Cómo han sido estos 7 u 8 meses? ¿Ha pasado lo que esperabas cuando decidiste hacer pública tu denuncia?
-Lo que yo quería era que esto se investigara y que se pusiera término a situaciones abusivas como las que yo había vivido. Por eso envié dos cartas a la iglesia. Inicialmente no buscaba una discusión pública del tema, aunque la que se produjo pareció buena; se ha puesto sobre la mesa un tema que antes no existía; siento que ya no es natural abusar. Antes era algo que sistemáticamente se trataba de esconder. Eso ya no es posible. Algunos de esos abusos serán considerados crímenes, otros faltas, pero son todos abusos.
Para lograr eso tuviste que exponer tu experiencia. ¿Cómo ha sido para ti eso?
Ha sido muy fuerte porque pasé de tener una vida dedicada al estudio de la filosofía, en una biblioteca en Francia, a ser un personaje público. Ha sido un proceso súper fuerte no sólo para mí sino para mi familia, mi mujer.
¿Cuándo te has sentido peor?
Cuando la iglesia nos ha puesto en cuestión. Es muy duro para una víctima que te traten de transformar en victimario, en mentiroso o en cómplice. Eso hace que muchas personas que han sufrido abusos prefieran quedarse calladas. Cada vez que la iglesia habla de presuntas víctimas de abusos, y ni siquiera nos escucha, me siento vulnerando, pasado a llevar. Siento que mi palabra está puesta en duda. Y creo que una de las tareas importantes para adelante es cómo lograr que la iglesia sea un aliado contra los abusos y no un cómplice como lo ha sido en muchos casos en el mundo donde el pastor no se ha dedicado a cuidar a las ovejas sino que se las ha comido.
Entiendo que la decisión de no apelar tiene que ver con que les parece que ha llegado el momento de seguir adelante con sus vidas.
Lo que me pasó lo puse en conocimiento de las autoridades. No hay ni exageraciones ni omisiones y no sé qué más hacer. Lo que queda no me corresponde a mí. Porque aquí hay una ataque a la confianza que no tiene que ver solo conmigo sino con toda la comunidad. Entonces esto no me pertenece sólo a mí sino a la comunidad.
Hemos estado abiertos y dispuestos a careos y exámenes psicológicos. Pero esto ya no nos pertenece. Las autoridades, las familias, los colegios tendrán que hacerse cargo de lo que han visto. Hay más de 20 testimonios de personas que no se han puesto de acuerdo y han conocido de cerca a Karadima por más de 15 años (entre ellos una sobrina suya), que confirman un patrón abusivo en la manera de ejercer el sacerdocio. Esto no depende de nosotros. Se trata de un traspaso ético a la sociedad cuando la justicia muestra que llega a su tope. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
¿No crees que los defensores de Karadima podrán decir que esto muestra que el sacerdote es inocente?
-No creo que nadie se atreva a decir eso porque es contundente la cantidad de testimonios de personas distintas, desde el padre Hans Kast, hasta nosotros, pasando por los sacerdotes que se fueron de la Pía Unión, que relatan situaciones coincidentes, que sacan la misma foto. Es absurdo pensar que esto no es vedad. Nosotros pusimos toda la carne a la parrilla y les corresponde a otros actuar. Por otra parte, lo que ha hecho la iglesia es claro, aunque no haya sido dicho con fuerza: la iglesia echó a Karadima de El Bosque y echó a Arteaga de la dirección de la Pía Unión.
¿Los deja satisfecho eso?
-Algo objetivo es que hace un tiempo era impensable que hubieran sacado a Karadima de El Bosque. O sea una de las cosas que a mí me reprochaba Arteaga era que con la revelación de estos hechos no iban a poder canonizar a Karadima.
¿Eso te dijo?
-Me dijo que esto iba a quedar en el expediente de Karadima y que no iban a poder canonizarlo. Y yo le dije, “no es culpa mía”.
¿Esos eran los planes de la Unión Sacerdotal?
Me imagino que sí, que querían que muriera ahí, enterrarlo ahí y hacer un santuario de san Fernando Karadima. Para allá iba esto hace un año. Entonces la salida de El Bosque es un hecho muy grave. Considerando eso me parece que el cardenal ha hecho cosas, pero en mi opinión quedan asuntos relevantes, entre ellos este: Karadima era formador de sacerdotes. Cinco obispos actuales se formaron a su alero. Y lo que él hacía era diseminar un sistema que era abusivo sicológica, económica y sexualmente. Era como la diseminación de un virus. Yo por lo menos espero que la iglesia se pronuncie y diga eso no es parte de ella. Que lo corten de raíz. Mira, en la investigación judicial se dijo que antes de nosotros había habido una denuncia que se le hizo llegar al cardenal Fresno en 1982- 1983. Fue un grupo de 5 ó 6 personas que le escribieron a Fresno para decirle que Karadima tenía conductas indebidas. Si en ese momento se hubiera hecho la investigación, si hubiesen hecho algo, o por lo menos le hubieran advertido a Karadima que lo tenían entre ceja y ceja, entonces ninguno de nosotros hubiera vivido lo que vivió. Ahí hay una responsabilidad de la Iglesia y algo que tienen que cambiar hacia adelante.
¿Crees que los sacerdotes formados por Karadima tienen este “virus” del abuso?
-No lo sé. Pero si 12 sacerdotes que vivieron en el círculo íntimo e Karadima durante años se separan de la Unión Sacerdotal y dicen que las acusaciones contra Karadima son verosímiles, creo que eso responde la pregunta.
En parte de tu testimonio recuerdas que cuando fuiste abusado por Karadima, momento antes había alguien presente. Dices que era un obispo y que cuando llegaste a la pieza de Karadima y éste sacó el whisky, ese obispo se puso nervioso y se fue. Da la impresión de que él sabía lo que iba a pasar y te dejó ahí. ¿Has vuelto a hablar con él?
No era un obispo en ese momento. Yo hace poco lo llamé por teléfono para preguntarle si nos creía o no, porque había dicho que no creía en las acusaciones contra Karadima. Y él me contestó, «yo no he dicho eso, pero me parece súper exagerado lo que están haciendo». O sea, para él era normal lo que pasaba en la parroquia y lo anormal era acusarlo.
¿Quién es ese obispo? ¿Le enrostraste que te haya dejado ahí, aparentemente sabiendo lo que venía?
-Prefiero no decir su nombre porque todavía no le hablo de eso y quiero enfrentarlo yo. Esa vez que hablamos yo le dije, me encantaría que la iglesia nos escuchara, y me dijo yo te estoy escuchando en este momento. También me dijo que le parecía que estábamos exagerando la nota. Y me cortó.
El médico James Hamilton sorprendió con sus declaraciones en el diario estadounidense The New York TImes, donde aparece lanzando duras acusaciones de lobby del círculo del sacerdote Karadima sobre el Poder Judicial: “Con abogados que tienen a la Corte de Apelaciones y Suprema comiendo de sus manos, y gente poderosa que continúa protegiendo a Karadima, sabíamos que sería una batalla que íbamos a perder”. Sobre el tema, Hamilton precisó a CIPER:
“Quisiera solo aclarar que los dichos atribuidos a mi persona en el diario New York Times acerca de mis impresiones sobre el proceso han sido sacados de contexto y no representan mi pensamiento. Es cierto que existe un profundo pesar por las dificultades y obstáculos que se han presentado en el proceso judicial. Las diligencias que quedaron pendientes eran de suma importancia para el desarrollo adecuado del proceso y eran además útiles a ambas partes, ya que el que nada ha hecho nada teme. Los hechos han quedado suficientemente respaldados y espero que el costo enorme que esto ha significado para mis seres más queridos y para mí se justifique en la esperanza de una sociedad más transparente, justa, solidaria y atenta al abuso en cualquiera de sus expresiones a fin de prevenirlo. Lo que sí quería expresar era una sensación de impotencia ante todos los obstáculos que se le pusieron a la justicia para poder llegar a un veredicto tan claro como la realidad reflejada en el sumario”.