La vida al límite de Darío Sainte Marie, creador de Clarín
30.04.2008
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30.04.2008
A sólo horas del fallo que pondrá punto final a la larga y polémica disputa por la indemnización del expropiado diario Clarín, la impronta de su creador, Darío Sainte Marie Soruco, el hombre que remeció con sus titulares la política chilena del siglo pasado, resurge en boca de los protagonistas de la época. Con despliegue de crónica roja y de hilarantes apodos a los políticos, el mítico Volpone logró convertir su diario en el más leído por los chilenos al tiempo que concentraba los odios de la derecha. Atesoró secretos, potentes y peligrosos, cuyo destino es hoy el último misterio del hombre que falleció abrumado y muy solo hace 26 años en Madrid.
Al llegar a término la larga y polémica disputa por la indemnización del expropiado diario Clarín en 1973, la agitada vida de su fundador, Darío Sainte Marie Soruco, así como los misterios que dejó al fallecer en Madrid el 16 de febrero de 1982, resurgen en boca de muchos testigos que CIPER buscó para reconstruir episodios hasta hoy inéditos.
Uno de esos misterios, directamente relacionado con el fallo que en los próximos días emitirá el Centro de Resolución de Controversias del Banco Mundial (CIADI), está en el último testamento que redactó en España y que CIPER revela a sus lectores.
En uno de los acápites de ese testamento, Sainte Marie estipula que su amigo Carlos Alberto Cornejo, el periodista y director del suplemento dominical de Clarín, “entregará a don Fidel Castro las dos cartas manuscritas que dirigió don Salvador Allende al testador, como aporte a la constante histórica del rol que cumplió el diario Clarín durante el largo proceso político que instauró constitucionalmente el gobierno de la Unidad Popular en Chile”.
¿Por qué era tan importante para Volpone que Castro supiera de boca de Allende el rol de Clarín en la UP? ¿Era realmente ése el contenido de las cartas que guardó? Aún no hay respuesta a estas interrogantes. Y ello, porque esas cartas, así como toda su correspondencia personal, informes, papeles, libros y los manuscritos con parte de la historia de este país que se llevó a Madrid, fueron legados en ese mismo testamento a Cornejo y desaparecieron misteriosamente desde el departamento madrileño en que vivió Volpone hasta su muerte, sin que hoy se sepa cuál fue su destino.
No es el único misterio a 26 años de la muerte de Sainte Marie. Varios testigos de sus últimos años aseguran que Volpone estaba escribiendo sus Memorias. Todos los políticos y periodistas de esa época saben que Volpone conocía muchos secretos, potentes, peligrosos. De allí la importancia de los escritos, correspondencia y documentos que guardaba y que también desaparecieron.
A la luz de este hecho inédito no son pocos los que comenzarán a preocuparse por los secretos que Volpone atesoró durante los largos años en que estuvo en el centro del poder.
Las cartas de Allende a Sainte Marie y que este último dejó bajo custodia en su testamento para que fuesen entregadas a Fidel Castro, dan cuenta de la trama central que se esconde en las bambalinas del inminente fallo del CIADI por la venta de Clarín: la intensa relación amor-odio entre Volpone y Salvador Allende, los que nacieron con sólo dos años de diferencia.
Se conocían desde niños. Allende creció en Valparaíso y estudió en el Liceo Eduardo de la Barra, Sainte Marie en los Padres Franceses del puerto. La Universidad de Chile los juntó en Santiago más tarde. Allende estudió Medicina mientras Sainte Marie ingresaba a la Escuela de Derecho. Habrían disputado el protagonismo político universitario de la época de no mediar el agravio que hizo que Sainte Marie cambiara su rumbo. Siendo candidato a la presidencia del Centro de Alumnos de Derecho, en un acto público le gritaron un insulto por ser boliviano (nació en Santa Cruz de la Sierra). Entonces, Sainte Marie juró que nunca más se expondría: no volvió a decir un discurso y se retiró de la primera línea política.
Allende, en cambio, era electo presidente del Centro de Alumnos de Medicina y luego vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), desde donde combatió la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo.
Fue entonces que ambos se enfrentaron desde trincheras opuestas. Porque el joven Sainte Marie fue el hombre de confianza de Carlos Ibáñez del Campo, llegando a tener influencia directa sobre sus decisiones. Primero, como mano derecha de su ministro de Hacienda Pablo Ramírez, el excéntrico autor del llamado “milagro económico” de Ibáñez y fundador de la Contraloría, el hombre con fama de homosexual que recorría por las noches distintos locales nocturnos en compañía de sus asesores, los que serían conocidos como “los niños de Pablo Ramírez”. Ahí surgió también la otra leyenda de Volpone, por los rumores sobre su supuesta homosexualidad, lo que todos los que lo conocieron rechazan.
Más tarde, el periodismo como herramienta de poder lo capturó. Fue director de Zig Zag y en Estados Unidos ejerció como editor de Associated Press. Allí su círculo se amplió. Conoció a presidentes, dictadores y políticos de toda América Latina. Escribió una serie de libros sobre distintos países, volúmenes gruesos de tapas duras que recopilaban datos estadísticos. Por encargo de Fulgencio Batista escribió Cuba en Cifras; mientras que su cercanía con el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo y Juan Domingo Perón, le sirvió para escribir varios reportajes.
-Conocía la historia política de casi todos los países de América Latina, no sólo desde el punto de vista formal, sino de cómo en tal familia la mujer había tenido un enredo con este otro y había tenido el diario tal y había llegado a ser senador acá… Del mismo modo sabía la historia de todos los políticos y de todas las familias chilenas -recuerda Víctor Pey.
De regreso en Chile, en la elección presidencial de 1952 en la que Ibáñez arrasó, Darío Sainte Marie extrañamente apoyó al candidato de la derecha, Arturo Matte Larraín. Un amigo de Volpone cuenta: “No fue oportunismo político, sino un gesto de nobleza. Estando Darío muy mal económicamente, su madre tuvo un cáncer terminal y quien financió los gastos fue Matte. Darío se lo dijo a Ibáñez y éste, apenas ingresó a La Moneda, lo llamó”.
Así, durante el segundo gobierno de Ibáñez fue su principal consejero personal. Dicen que puso y sacó ministros, como su hermano Osvaldo Sainte Marie en Relaciones Exteriores, y desde su posición privilegiada cobró revanchas políticas y diseñó estrategias.
De la mano de Ibáñez desembarcó nuevamente en el periodismo al ser nombrado director de La Nación. Diariamente se reunía con el presidente Ibáñez y luego hacía punzantes titulares que muy pronto lo harían famoso. Como aquel que en grandes letras denunció como “contrabandistas y maleteros” a los parlamentarios sorprendidos trayendo artículos importados desde el entonces puerto libre de Arica. La portada llevaba, entre otras, la foto del senador Salvador Allende. Esa portada motivó uno de los tantos quiebres entre ambos.
En 1954, siendo director de La Nación, Sainte Marie convenció a Ibáñez de crear un diario de la tarde al que llamaron Clarín. Fue un gran fracaso. Pero Volpone se aferró a su criatura. El periodista Enrique Gutierrez recuerda:
-Finalmente Volpone logró que Ibáñez, su animita como le decía –tenía su fotografía en el living de su departamento de calle Dieciocho y no permitía que nadie hablara mal de él-, le vendiera Clarín en unos pocos pesos. Al principio fueron socios a través de la mujer de Ibáñez. Luego, lo transformaron en matutino y en la campaña presidencial del ‘58, Ibáñez decide apoyar a Allende en contra de Alessandri y puso a La Nación y en especial a Clarín al servicio de Allende. Ahí empezó la relación de amor y odio entre Volpone y Allende. Cuando asumió Alessandri, sacaron a patadas a la gente de Clarín del edificio de La Nación. Ahí se refugiaron en un departamento que tenía uno de los directores de Clarín, Román Alegría Rodríguez. En calle Lira estaba la imprenta Horizonte, de los comunistas, y ahí se imprimía Clarín.
Al comenzar el gobierno de Alessandri, el diario Clarín había comenzado a capturar al público popular. Pero estaban limitados por la imprenta. Debían esperar que se imprimiera El Siglo y Ultima Hora. No podían subir el tiraje. Gutierrez, que trabajó desde el inicio en Clarín y fue tres veces subdirector del diario, recuerda que en ese tiempo en Chile había muy pocas rotativas:
-Alguien le pasó el dato a Volpone que la Sociedad Periodística del Sur tenía una vieja rotativa botada a la que habían adaptado como criadero de gallinas. También supo que había por ahí un mecánico alemán de rotativas muy borracho pero que era un mago. Volpone compró esa rotativa, se compró una casa vieja y en un año el mecánico alemán hizo funcionar la máquina. En algún momento llegó a tirar 100 mil ejemplares por hora, nadie sabe cómo. La imprenta propia fue la que permitió el despliegue de Clarín que ya estaba instalado en la nueva casa.
Fue entonces que Volpone, el hombre seducido por el poder, llevó a su máxima expresión la capacidad de hacer portadas irónicas, hilarantes y tan destructivas para sus enemigos como favorables para sus amigos. Con el tiempo, Clarín se transformaría en su más poderosa arma de influencia. Aunque la crónica roja y el deporte fueron las herramientas que lo llevaron a encabezar el diario de mayor circulación en Chile, fue su irreverencia política la que más hizo ruido.
El ex senador Alberto Jerez, quien lo conoció en 1963, cuenta que la gran virtud de Volpone era su capacidad de elegir gente:
-Haber podido juntar en Clarín a Alberto Gamboa, Eugenio Lira Massi, Alejando Arellano, Mario y José Gómez López…, eso no lo hace cualquiera. Clarín fue lo que fue por Darío, pero más que nada por los periodistas.
Volpone se metía poco en el día a día, pero sus titulares y los motes con que calificaba a los políticos eran una marca difícil de borrar. Uno de esos episodios lo relata el periodista Enrique Gutierrez:
-Hernán Millas hizo una columna donde contó que habían encontrado a Enrique Ortúzar Escobar, ministro de Justicia de Jorge Alessandri, con su amante, la que todo indicaba era una reportera de la época. Lo había pillado la señora y lo había agarrado a carterazos. Hicimos la gran campaña de los carterazos y Ortúzar nos tomó un odio a muerte. En eso entran los radicales al gobierno y aprobaron la llamada Ley Mordaza. Entre otras cosas establecía que las informaciones policiales no podían tener títulos mayores de 3 columnas y el porte de la letra no podía ser mayor a 24 puntos. ¡Hasta eso! Nosotros sacamos una primera página en blanco el día que salió la ley. Era una ley con nombre y apellido del odio que nos tomó el señor Ortúzar.
Así fue como el senador Isauro Torres pasó por obra de Volpone a ser conocido como manos pochas y el solterón Jorge Alessandri como La Señora, mientras que su gobierno era El Circo del señor Corales y sus ministros los payasos mayores.
Eduardo Frei se salvó de sus dardos gracias a la gran amistad que los unió, la que cultivaban en reuniones sociales con esposas incluidas. Volpone lo aconsejaba informalmente y tuvo línea abierta con La Moneda mientras Frei gobernó. Con Allende fue distinto.
Periodistas y políticos de la época coinciden en que ser testigo de las conversaciones entre Sainte Marie y Allende era un placer: mezclaban encendidas discusiones políticas con bromas rápidas y agudas. Hasta que uno de los dos sobrepasaba el límite y las relaciones se cortaban. Pero la separación duraba poco.
Un tema recurrente era la afición de Allende por la ropa de Sainte Marie. Sus prendas -muy elegantes, las que traía del extranjero- eran un imán para el líder socialista. Además, tenían la misma talla, desde el número de zapatos hasta el sombrero. Allende acostumbraba pedir cosas prestadas y no devolverlas, lo que para Volpone nunca fue divertido. Alberto Jerez fue testigo:
-Me llamó Allende desde La Moneda para decirme que había conseguido que el general Torres, presidente de Bolivia, liberara a Régis Debray, el conocido intelectual francés condenado a 30 años por haber estado con el Che Guevara en la guerrilla. Me pidió que lo invitara a mi casa por un tiempo. Así se hizo, Debray llegó, lo iba a ver mucha gente pero él no salía ni hacía declaraciones. Un día me llama Allende y me dice: “Tenemos una comida en Cerro Castillo, por qué no vas con Régis, pero juntémonos en la casa de Darío Sainte Marie”. Cuando llegamos con Debray, Darío andaba como loco corriendo y diciéndole a los empleados “¡cierren ese mueble!, ¡pongan llave a ese closet!”. Qué pasa, le dije. “Es que viene Salvador y yo voy a quedar pilucho porque se va a llevar toda la ropa que parezca elegante”.
-Esa chaqueta de cuero con la que Allende aparece en las fotos del “Tanquetazo” (junio de 1973), era de Sainte Marie. Volpone la trajo de España, Allende la vio en la casa de San José de Maipo, le gustó, se la puso y se la llevó –cuenta el ex editor de Clarín, Enrique Gutiérrez.
La mujer de Volpone hasta 1972, Carmen Kaiser, no tiene la certeza, pero sí recuerda la irritación de su marido por los “robos de Allende”.
-Una vez instalado en La Moneda, Allende enviaba a sus GAP a la Casa de Piedra para tomar “prestadas” desde las alfombras finas hasta baúles llenos de prendas recién llegadas de Europa -afirma.
El periodista Alberto Gamboa, ex director de Clarín, recuerda uno de esos episodios en la Casa de Piedra: “Nos tomamos unos whiskies y de repente, el presidente dice que se tenía que ir. El living estaba frente a un inmenso jardín donde llegaban los autos. Ahí estaba el auto de Allende, sube el chofer y el ayudante, el presidente se despide y le dice a ambos que agarren dos armaduras y se las lleva. Vieras como pataleaba el viejo Sainte Marie, parecía una vieja histérica”.
A Kaiser no le produce ninguna gracia la pérdida de las dos armaduras que ella misma compró en un club de esgrima. Menos luego de que se conociera que una de ellas, que estaba en la casa presidencial de Tomás Moro y fue saqueada para el Golpe, fue devuelta a la familia de Allende.
La elección de 1970 supuso un desafío para Darío Sainte Marie y su diario. Si bien Volpone no tenía ni ideología ni lealtad con los partidos, proclamaba la lucha contra la oligarquía y el poder económico.
Ya en el proceso de definición del candidato de la izquierda, Allende estaba pendiente del apoyo del diario. La pauta del periódico consistía en una serie de entrevistas hechas por el entonces subdirector Alejandro Arellano a los cinco precandidatos. Jacques Chonchol abrió la serie. Entonces, Volpone llamó a Arellano para preguntarle cuál sería el orden de las siguientes entrevistas. Cuando llegó el turno de Allende, la última del ciclo, Arellano fue informado que la haría el director Alberto Gamboa, el más allendista de los editores.
-Quiso asegurarse de que no le ningunearan a Chicho -recuerda Arellano.
Darío Sainte Marie era además muy cercano al candidato de la DC, Radomiro Tomic. Cuenta el ex editor de informaciones de Clarín, Enrique Gutiérrez, que el día en que proclamaron a Allende como candidato de la izquierda, Volpone, José Gómez López y él estaban con Tomic en la casa del Cajón del Maipo:
-Tomic seguía considerando que él ya era Presidente de Chile. Cuando se fue, Volpone dijo: “Está loco Radomiro, el Cuadrado lo va a hacer mierda. Y no le digan más Cuadrado, ahora es Salvita”.
El respaldo de Clarín a Allende requirió de gestos explícitos. Víctor Pey recuerda que tal como sucedía a menudo, el candidato y Sainte Marie estaban peleados a comienzos de 1970. Allende hizo una maleta y se presentó sin avisar en la casa del Cajón del Maipo. “Vengo a quedarme una semana”, le dijo. Con ese gesto, rompió el hielo y consiguió que Clarín le hiciera campaña.
A partir de entonces la instrucción fue que Clarín iba a destinar igual de espacio para Tomic y Allende, mientras que a Alessandri se le haría la guerra sin cuartel. Los periodistas del diario no reclamaron, aunque confiesan que, en la práctica, eran muchos más los allendistas y naturalmente Clarín se cargaba para ese lado. Volpone no chistaba.
Al revisar los diarios de la época, se percibe un bizarro intento de equilibrio. “Se hizo chico el Caupo para la manifestación de anoche de S. Allende”, titula el Clarín del 12 de agosto de 1970. Unas páginas más adelante anuncia: “Hoy al mediodía no habrá taxis: estarán con Tomic”. Alessandri se lleva la peor parte: “La Señora se calienta los juanetes”, reza la lectura de una foto con el candidato subido a un podio y con una estufa en los pies.
Un mes antes de las elecciones, un editorial del diario explicaba esta esquizofrenia: “Los avisos del Comité de Fumigación Nacional (contra Alessandri) han sido una creación gratuita y espontánea del propietario de Clarín, Darío Sainte Marie, quien nunca ha cobrado un centavo en su aporte a la tarea del contraataque político… La gente se pregunta por qué no se define por uno de los candidatos: Radomiro Tomic propone sustituir el régimen capitalista y neocapitalista, es por lo tanto una expresión legítima del pueblo; Salvador Allende propone también, y a su manera, destruir el régimen capitalista y establecer la justicia social. Es, por lo tanto, una expresión legítima del pueblo. ¿Por qué a uno o al otro vamos a cerrar nuestras páginas?”.
Volpone rara vez escribía las editoriales y cuando lo hacía, nunca las firmaba, pero todos los políticos identificaban su pluma dura y sarcástica. Se las bautizó “baticola” y ocupaban más de media página. Los días previos a las elecciones escribió varias “baticolas”. En la víspera de los comicios se lanzó una vez más contra la derecha y Alessandri: “Las emprendimos contra él y su séquito de facinerosos y mendaces… con sorna, a puteada limpia, dando la cara y el apellido, sin buscar resquicios o escapes idiomáticos, en los meandros del buen decir, para descubrir en sus debilidades físicas e inepcias mentales al apatronado ‘candidato presidencial de los ricos` y a su cohorte de Judas y falsarios”.
Un quiebre poco perceptible en este equilibrio se produjo a mediados de agosto. Clarín publicó una página en la que “expone” las características y proyecciones de los tres candidatos. Un futuro gobierno de Tomic fue calificado de difícil; el de Alessandri, imposible; y el de Allende, muy difícil. El candidato de la UP, según Clarín, “deberá afrontar el recelo y hostigamiento” de EE.UU. y de la mayoría de los países que lo siguen, además que “la galopante inflación heredada y la guerra que en todos los frentes internos y externos le haría la plutocracia criolla, colocaría a su gobierno en continuas situaciones de apremio abocándolo a numerosos problemas y complejas soluciones, algunas contradictorias y hasta impopulares”.
-Volpone pidió esa página y ahí empezaron los odios de Allende -dice Enrique Gutiérrez.
En la parte periodística, en cambio, el apoyo al candidato de la izquierda era notorio. El 30 del mismo mes, Alberto Gato Gamboa y Augusto Perro Olivares, quien sería asesor de Allende en La Moneda y se suicidó allí el día del Golpe, le hicieron la última entrevista antes de la elección cuyo titulo fue una cita del candidato: “El pueblo debe estar listo para defender la victoria”.
-Allende tuvo unos pocos votos más que Alessandri, muy pocos. Si no hubiese contado con el apoyo de Clarín, Allende no los habría tenido. Volpone creía, y tenía base fundamentada para ello, que la elección la había ganado Allende gracias a él, que a él se la debía. Yo le escuché varias veces: “Tú me la debes a mí”: Y eso no era gratuito. Claro, Tomic tenía la mitad del diario con avisos, todos pagados religiosamente. Y los de Allende, no: Volpone decía que era por su “corazoncito” -asegura Pey.
El problema fue que tras ganar la elección, Allende no lo llamó más. Y Volpone, acostumbrado a ser el orejero presidencial, se ofendió profundamente. Varios testigos recuerdan alusiones al respecto. Pey sostiene que él le insistió a Allende que retomara la relación, pero tardó unos tres meses en hacerlo. El propio Pey llevó a Volpone a la casa de la Payita, la secretaria y pareja de Allende a El Cañaveral. Como siempre, se hicieron un par de bromas y el disgusto quedó atrás.
Durante su mandato, Allende visitó varias veces la casa de Sainte Marie en Reñaca y San José de Maipo acompañado de la Payita. Incluso en esta última participó en un asado con los periodistas de Clarín con quienes se bañó en la piscina, como lo atestiguan las fotos de la época.
“Hubo una reconciliación con Allende, pero Volpone creía que su colaboración implicaba más que eso”, dice Pey, quien cree que Sainte Marie nunca pisó La Moneda con Allende. Contra todo pronóstico, su amigo fue el mandatario que menos lo escuchó. Y ese alejamiento puede dar luces de lo que sucedió más tarde.
Fue el fallecido periodista Román Alegría quien en su libro Entre dos generales entregó la versión más escandalosa de los hechos que provocaron la decisión de Sainte Marie de vender Clarín en 1972. Cuenta Alegría que Allende estaba indignado por las críticas del diario y por eso amenazó a Sainte Marie y lo obligó a vender. Esta versión sitúa a Pey como testaferro del mandatario.
Carmen Kaiser, la ex mujer de Volpone, cuenta que todo sucedió una noche en que Allende y la Payita llegaron a cenar a su departamento de calle Dieciocho. Como siempre que Allende los visitaba, lo esperaba un plato de chuletas de novillo con mote y papas. Todo parecía normal hasta que llegó el café, cuando Volpone le habría planteado: “Mira, Salvador, le estás poniendo ruedas al país y te lo estás llevando, eso no lo voy a permitir. O paras esto o tal como te hice presidente, mañana te saco”. Según Kaiser, Allende quedó de llamarlo al día siguiente temprano, cuestión que cumplió. Le ofreció mandarlo a buscar, pero Volpone prefirió ir en su propio auto hasta El Cañaveral.
“Volvió muy serio”, asegura Kaiser. “Salvador me ha dicho que o le entrego el diario a un precio irrisorio o me mata. Dice que le echará la culpa a la derecha, me pondrá en una cureña con una bandera y me llevarán al cementerio. ‘Carmencita se va a ver muy bien de negro con todos los niños`, me dijo. Yo ya estoy cansado, no quiero más con tanta traición”, relata Kaiser. Por eso, acota, Sainte Marie firmó una serie de papeles y partió a los pocos días a España.
Carmen Kaiser dice que incluso Pey apareció en los días siguientes a ofrecerle un acuerdo que ella rechazó. Para probarlo, muestra un pequeño papel con anotaciones de cálculos de fórmulas de pago por la venta de Clarín.
Víctor Pey reconoce su letra y también los cálculos, pero asegura que él nunca se entendió con ella, sino directamente con Sainte Marie. Además, es enfático en rechazar cualquier presión para la venta del diario.
Pey, entonces conocido empresario de la construcción (con una de sus empresas construyó el puerto de Arica), era muy amigo de Sainte Marie y por esos días estaba a cargo de las obras del nuevo edificio del diario, las que llevó a término.
-Darío tuvo un problema familiar súbito e inesperado. Creyó que esa situación era incompatible con permanecer en el país: tenía que irse. Se sintió profundamente abrumado -relata Pey.
El problema que Pey no precisa es la separación de Sainte Marie y su mujer, Carmen Kaiser, a raíz de la nueva relación de ella con el hombre con el que se casó más tarde en Uruguay, pese a que nunca anuló legalmente su matrimonio con Volpone. Tanto Kaiser como sus hijos -Jean Paul y Paola Sainte Marie- niegan que la separación gatillara el viaje de Volpone. Reconocen que la familia pasaba por un momento difícil, pero insisten en que fue presionado para vender y que se le pagó mucho menos de lo que valía el diario.
Más allá de las especulaciones, lo cierto es que al momento en que ocurrieron los hechos nadie se enteró de la venta.
Alberto Gato Gamboa, entonces director de Clarín, recuerda que Volpone estaba acosado en esos días por la presión política pero sobre todo por su situación familiar. “La idea de Allende era ser socio y manejar la línea política del diario”, asegura. Y afirma que si bien Sainte Marie nunca dio luces de la venta, sí quiso marcar distancia del presidente. Antes de partir a Madrid, lo llamó a su departamento vecino al diario y le anunció que partiría a Alemania a hacerse un tratamiento y luego pasaría un tiempo en España.
-La advertencia que me dejó fue que tomara distancia del presidente: “Usted no haga caso a ninguna cosa que le diga o pida Allende, y si el Cuadrado se pone muy cargante, usted me llama a mí. No le dé pelota”. De hecho, hasta poco antes del Golpe, me seguía comunicando con Sainte Marie a España como dueño del diario –recuerda Gamboa.
El subdirector de la época, Alejandro Arellano, dice haber recibido otras instrucciones: “El que se va a quedar en mi lugar se llama Víctor Pey, tú lo conoces, y ante cualquier duda recurre a él”, recuerda que le dijo Sainte Marie. “Yo supuse que estaba dejando un representante”, asegura. Y si bien nunca hubo una declaración oficial respecto de la venta, después de un tiempo el dato empezó a circular.
Durante los primeros días de abril de 1972, Darío Sainte Marie dejó definitivamente Chile. Según Pey, antes de aterrizar en Madrid, Volpone hizo una escala en La Habana, a donde llegó invitado por Fidel Castro.
No era la primera vez que estaba en Cuba. Después de sus visitas en la época de Batista volvió junto a su amigo Carlos Altamirano a reunirse con Castro. Un testigo de esos encuentros asegura que la primera vez que se vieron no hubo mucha química porque a ambos les gustaba hablar demasiado y que los escucharan. Pero a Sainte Marie le gustaba decir “es mi amigo”.
Tras la escala en Cuba, Volpone se instaló en Madrid, donde vivía su hija Verónica, internada en un colegio especial por un retraso neuromotor. Todavía no cerraba las negociaciones con Pey por la venta del diario, y como éste se negaba a volver a España antes de la muerte de Franco, se dieron cita en Estoril, Portugal.
El encuentro tuvo lugar en el Hotel Palacio. En una esquela que lleva membrete del hotel, Pey escribió a mano los términos del acuerdo que bautizaron como “Protocolos de Estoril”. Eran las 19:30 del sábado 13 de mayo de 1972, según consta en el documento.
Se fijó un precio de US$ 1.580.000 que Pey pagó con un primer depósito de US$ 500 mil. El monto acordado, reconoce Pey, no corresponde a la tasación de Clarín, sino simplemente a la cantidad que consiguió reunir para comprar el diario como se lo pedía Sainte Marie. “En esa época de crisis, una casa que hoy valdría 100 mil dólares se podía comprar por 5 mil o 10 mil dólares. Hubo gente que tuvo tal pánico que vendió el auto por 500 dólares”, dice Pey. Sainte Marie tenía urgencia y la derecha estaba interesada en quedarse con Clarín, pero ambos coincidían que no podía caer en manos que no garantizaran la línea editorial.
-Yo me resistí a comprarlo, debe darse cuenta lo que significa cambiar de rubro. Yo estaba metido en la construcción, entonces pensaba terminar la obra y vender el diario a gente que garantizase la misma posición política -cuenta Pey.
Para pagar a Sainte Marie, Pey dice haber liquidado todos sus bienes y empresas y haber pedido dinero prestado. Hoy no tiene papeles que acrediten dichas gestiones, pero asegura que no recibió “ni una chaucha ni de la KGB, ni de Allende ni de Fidel”. Su afirmación responde a la acusación de que funcionó como testaferro de Allende y que los fondos se consiguieron en Cuba. Con “el Barbudo”, como dice Carmen Kaiser. Esta tesis es reforzada por la ruta del pago de Clarín: los dineros fueron depositados primero en el Banco de Cuba, pasaron por el Banco de Checoslovaquia y terminaron en el Hispanoamericano de Suiza, país en el que se reunieron por segunda vez Pey y Volpone en 1972.
La explicación de Pey para la elección de los bancos es que Sainte Marie estaba obsesionado con la CIA y quiso que la operación no pasara por ninguna entidad occidental, por lo que optaron por instituciones de la órbita socialista y un destino neutral: Suiza. La prueba de la normalidad de la relación entre Volpone y Allende –dice Pey- es que mientras estuvieron en Ginebra éste andaba preocupado por mandarle un regalo a su amigo presidente. Finalmente eligió un pijama.
El punto parece importante para determinar si hubo o no en ese momento un quiebre con Allende. Si nos remitimos a los hechos, es claro que poco después de dejar Chile Sainte Marie seguía vinculado al Presidente.
La primera evidencia es una carta publicada por El Mercurio en 1975, la que fue encontrada en los archivos de La Moneda después del Golpe. En la misiva -fechada en mayo de 1972, justo después del encuentro de Estoril-, Volpone llama a Allende “Peyuquito” y a Pey, “Vitoquito”: «Has de saber, Peyuquito, que a pesar de todo lo que me has pelado y desplumado en nuestra larga y peleadora amistad, yo y Clarín no sólo hemos estado siempre firme junto al pueblo, sino también firme junto a ti. Vitoquito, como siempre, que es el más cuerdo de los dos, te lleva el ‘Pacto de Estoril’ en su canulita”, dice la carta. Y en su postdata agrega: “En cuanto a nuestros mutuos y recíprocos méritos y grandes hazañas, históricamente yo te elegí presidente e históricamente tú has realizado un gobierno único, tal vez en la historia del mundo. Yo soy el Miranda moderno y realizado, tú aún eres un Bolívar en formación.»
En la misiva se menciona por primera vez a los “elefantes”, pagos cuyo monto y significado no está claro. De acuerdo al informal contrato, “durante 1973 se sacarán los elefantes del año 1972”. Esto explicaría por qué el 11 de septiembre de 1973 los pagos no habían concluido.
Es por eso que cuando Alejandro Arellano llega en 1973 a su exilio en Madrid, encuentra a Volpone muy preocupado por los “elefantes” y por la suerte de Víctor Pey, de quien no había tenido noticia desde el Golpe.
Arellano tomaba té todos los martes con Volpone en su departamento de Centro Colón, donde las tartas del goloso Sainte Marie eran la excusa para largas conversaciones. Uno de esos martes Arellano encontró a Volpone conversando con Pey. La semana siguiente le preguntó qué tal le había ido con los “elefantes”. En un lenguaje muy típico suyo, Sainte Marie le dio a entender que todo estaba arreglado.
Distinta es la versión de la familia Sainte Marie. Insisten en que el último pago, que vencía el 11 de septiembre de 1973, no se hizo. Pey descarta la fecha, pero reconoce que hubo una letra de US$ 10 mil que nunca apareció.
La estadía de Volpone en Madrid marcó un giro radical en su vida. En Chile salía muy poco y prefería que la gente fuera a verlo a su casa, donde circulaba en bata de levantarse sin importar la investidura del visitante. En Madrid esa tendencia se agudizó progresivamente.
Durante los primeros años hacía pequeños viajes a Portugal, Marbella u otras ciudades españolas. Su hija Paola recuerda haber ido a Aranjuez con su padre, Alberto Jerez y Joan Garcés y cuenta que casi todos los días Volpone la llevaba al cine y a caminar por el barrio. También recibía visitas de amigos chilenos exiliados en Madrid o en otros países. Nada comparado con la intensa vida política que tenía en Chile.
Tres de sus hijos se mudaron con él a Madrid, sumándose a Verónica, interna desde antes. Por la diferencia de edad, Volpone era una especie de abuelo al que había que respetarle la hora de su siesta y visitar sólo en horarios determinados. Vivían en los departamentos vecinos al suyo en el edificio Centro Colón y en esa vida de adolescentes con plena independencia los agarró la locura de la movida madrileña del postfranquismo.
-Tenían departamento y mesada. Eso no se hace con niños que han vivido como pollitos con su familia, súper cuidados. Si los metes en otro país, lo que ya es muy difícil, no resulta. Por el estatus de vida, los autos, un club en que sólo tenían que firmar… fue el error más grande de la vida -se lamenta hoy Carmen Kaiser.
Con el transcurso de los días, la salud y el ánimo de Darío Sainte Marie fueron decayendo. Aunque nadie lo sabía, siempre había sido depresivo.
-Se acostaba y me decía “voy a dormir por si mañana o pasado necesita algo el presidente”. La única que entraba a su habitación era yo. Podía estar hasta diez días encuevadito -recuerda Carmen Kaiser.
Sus depresiones se agudizaron. Un amigo de la época asegura que Volpone pasó una temporada internado. Víctor Pey también supo de su “depresión” ya que “lo llevaba al médico, al acupunturista e incluso a yoga”. El ex senador Alberto Jerez se impactó la primera vez que lo vio en España: “Lo encontré en la tina, lleno de diarios, leyendo con avidez. No quiso salir. Días después lo convencí que pasara al living y después paseábamos por los parques del Prado”.
-Me decía “he perdido a mi mujer, mi diario y mi patria” y yo hacía lo imposible por subirle el ánimo. Es probable que la depresión haya ayudado al declive de su salud –afirma Jerez.
Cuando murió, en 1982, su familia estaba completamente fragmentada. “Nunca más la familia se reunió de nuevo. Los cinco hermanos nos vinimos a reunir después de más de 16 años, en Reñaca, un fin de semana del ‘85”, cuenta Jean Paul Sainte Marie.
Para todos ellos el año 1972 marca un antes y un después. La separación de sus padres, la partida de Volpone, el Golpe y la división de los hermanos, duele hasta hoy. Ninguno terminó una carrera y todos han vivido en permanente inestabilidad.
Hasta hoy Carmen Kaiser habla de Volpone como si siguieran casados. Fue ella quien llegó hasta el cementerio de Madrid a rescatar las cenizas de Volpone para traerlas clandestinamente a Chile y enterrarlas en su casa de San José de Maipo, como él quería.
-Siempre digo que nuestro destino en la década de los ‘60 era otro. Nuestra vida era otra. Se lo puedes preguntar a los hijos de personajes tan gigantes como lo fue Darío Sainte Marie, y es difícil sobrellevar esa grandeza del progenitor. Si a eso le sumas la debacle que hubo en la familia, peor -dice el menor de los Sainte Marie.
Jean Paul y Paola coinciden en que recién hoy comienzan a estabilizarse, trabajando juntos por recuperar lo que fue la Casa de Piedra en honor a su padre. Lo que no logran borrar es la ira por haber perdido Clarín. Reconocen que le fue vendido a Víctor Pey, pero siguen afirmando que la transacción fue ilegítima pues se hizo bajo presión y a un precio irrisorio. Si bien fueron indemnizados en 1993 por un decreto que repartió US$ 9 millones entre quienes el gobierno consideró los dueños del diario, se quejan de que a ellos les correspondió un paupérrimo porcentaje, ya que el resto se entregó a quienes aparecían como propietarios según el estudio del abogado del gobierno de la época, Enrique Testa, quien compró parte de esos derechos y se benefició del arreglo.
-Ese arreglo nos deja la sensación de que siempre estamos al final, de que continuamente estamos siendo expropiados, asaltados, que la gran estafa es a costa de lo nuestro, los derechos del diario, la primera supuesta venta, el aprovechamiento de estos supuestos accionistas, el aprovechamiento vergonzoso de Testa, el aprovechamiento de Pey con Garcés. Un continuo robo. Pestañamos y nos roban -dice Jean Paul, reflejando la sensación que más parece unir hoy a los Sainte Marie.