OFICIALES QUE PROTAGONIZARON EL GOLPE DE ESTADO RECHAZABAN “ETERNIZACIÓN DE LA DICTADURA”
El año que Chile vivió en peligro: las cartas de los generales Arellano y Nuño que revelan el quiebre de los militares en 1978
27.08.2023
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OFICIALES QUE PROTAGONIZARON EL GOLPE DE ESTADO RECHAZABAN “ETERNIZACIÓN DE LA DICTADURA”
27.08.2023
En 1978 Chile estuvo en riesgo no solo por una posible guerra con Argentina, sino por el soterrado quiebre que marginó del régimen a altos oficiales que organizaron el golpe de Estado. Ese año se realizó un plebiscito para legitimar al gobierno, la presión de Estados Unidos por el caso Letelier se hizo insostenible, el gremialismo de Jaime Guzmán quedó a cargo de la hoja ruta de La Moneda y Gustavo Leigh fue expulsado de la junta. Dos meses antes de la caída de Leigh, el general Sergio Arellano escribió al general Sergio Nuño, entonces embajador en Egipto, señalando que no podían aceptar una “dictadura personalista y de extrema derecha”. Cuando Leigh ya estaba fuera, Nuño le respondió: “Pocas veces Chile ha vivido momentos tan delicados”.
Este reportaje es parte de la iniciativa “Papeles de la Dictadura”, desarrollada por CIPER, con la colaboración del CIP-UDP, para la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
La disputa por el poder interno en la dictadura tuvo su año decisivo en 1978. El quiebre en la junta militar quedó expuesto por la destitución en julio de Gustavo Leigh, hasta ese momento jefe de la Fuerza Aérea (FACH) y uno de los generales que ideó y comandó el golpe de Estado. A él, se sumó la renuncia del alto mando de la FACH, todo esto en medio del grave conflicto limítrofe con Argentina que tenía al país ad portas de la guerra.
El año había arrancado con un plebiscito en enero que buscaba legitimar al régimen, acosado a nivel internacional por las acusaciones de violaciones a los derechos humanos y, particularmente, por la presión de Estados Unidos por el caso Letelier. Augusto Pinochet dejó en un segundo plano a la junta militar y abrazó la hoja de ruta diseñada por el gremialismo de Jaime Guzmán. El modelo económico que se impondría al país tensionó al mundo militar, debido a que varios altos oficiales que habían protagonizado el golpe de 1973, y que rechazaban el modelo económico que se impondría al país, fueron marginados.
El tenso momento que se vivió en 1978 al interior del mundo militar quedó plasmado en un intercambio de cartas que recién ahora, 45 años después, son difundidas. Las cartas fueron escritas por dos generales de Ejército que tuvieron un papel clave en la conspiración que terminó en el golpe de Estado y que fueron miembros del régimen: Sergio Arellano Stark, quien en octubre de 1973 había dirigido la “Caravana de la muerte” en calidad de delegado de Pinochet, y Sergio Nuño Bawden, quien al momento de suscribir las misivas se desempeñaba como embajador en Egipto.
Las cartas fueron entregadas por la hija del general Nuño, la documentalista y arqueóloga Ángeles Nuño, para que integren el archivo en línea “Papeles de la dictadura”, una iniciativa de CIPER en colaboración con el Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos (CIP) de la Universidad Diego Portales que, al conmemorarse los 50 años del golpe de Estado, pone al alcance de todos los ciudadanos más de 4 mil documentos oficiales de la administración, judiciales, policiales y de archivos personales y familiares (ingrese acá al buscador de documentos “Papeles de la Dictadura”).
El 23 de mayo de 1978, dos meses antes de la salida del general Leigh, Sergio Arellano Stark le advirtió al embajador Nuño del quiebre interno que se vivía entre las filas del mundo militar: “Con Gustavo (Leigh) las relaciones (con Pinochet) son más que malas. El pecado de Leigh es estar en una posición como la nuestra. Es lógico, ya que de los 4 (comandantes en Jefe) es lejos el más inteligente y, además, piensa como nosotros. Está imbuido de nuestros ideales previos y posteriores al 11”, escribió.
Arellano y Nuño fueron parte del Grupo de los Quince, que sirvió de base para la conspiración del Golpe de Estado. Durante la dictadura se les identificó como parte de un sector conocido como los generales nacionalistas y corporativistas (que a nivel económico propiciaban la acción conjunta entre los sectores públicos, privados y comunitario), contrarios al modelo neoliberal que se comenzaba a instalar de la mano de los chicago boys. Este sector de los militares, liderado por Leigh no veían con buenos ojos la permanencia de Pinochet al mando, cuestionamientos que compartía Sergio Arellano. Y lo expuso en su carta a Nuño:
“Tus intenciones de colaborar al gobierno mediante una crítica franca, elevada y constructiva, son muy propias de la nobleza de tu espíritu, pero creo que caerán en el vacío. Ahora son los incondicionales y los obsecuentes seguidores los que tienen la palabra. Hay una ceguera peligrosa en lo interno y en lo internacional”.
“Estoy de acuerdo que no podemos volver al sistema que nosotros derrocamos exponiendo nuestras vidas, pero tampoco podemos aceptar una eternización de la dictadura personalista y de extrema derecha del Sr. Pinochet”, agregó.
Los cuestionamientos de Arellano también se extendían al dominio que estaba teniendo el sector civil de la dictadura, en su carta cuestiona la cercanía de Maximiliano Errázuriz con el general Pinochet, lo que evidencia con un recorte de la Revista Ercilla. Errázuriz era un exdiputado del Partido Nacional, primo de Jaime Guzmán, que posteriormente participaría en la fundación de la UDI). En la carta, Arellano también apunta a Jaime Guzmán:
“Con la gente actual es difícil pensar en una apertura política. Para muestra un botón: círculos de Diego Portales (edificio que entonces se usaba como sede de gobierno) estimaron que el Canal 13 de TV estaba demasiado liberal y cambiaron al excelente comentarista internacional que es Alejandro Magnet por Jaime Guzmán. ¿Qué te parece?”.
Aunque Arellano expresa que “por ahora el régimen debe seguir”, pensaba que tenía que haber “un cambio de hombres en la cúpula. El proceso está en marcha. Es cuestión de esperar, mientras algunos se mantienen en la cima”. Y entre sus conclusiones apuntó a tener una vía democrática para terminar con el régimen:
“La apertura política debe comenzar con una Asamblea Constituyente, de lo contrario esto no tiene salida. Hay que pisar con los pies bien firmes en la tierra. Nadie cree en la comisión de Enrique Ortúzar (designada por la Junta de Gobierno para crear las bases para el anteproyecto de nueva Constitución y liderada por el ex ministro de Justicia del presidente Jorge Alessandri), aunque sea inteligente y bien inspirado. Muchas de sus ideas son buenas y aprovechables, pero hay que darles un espaldarazo pluralista”.
Los cuestionamientos de Arellano al rumbo político que estaba tomando la dictadura militar eran compartidos por Sergio Nuño. En 1976, y con motivo del retiro de Sergio Arellano Stark del Ejército, el entonces embajador Nuño le escribió una carta, que fue reproducida en el libro “De Conspiraciones y Justicia” de Sergio Arellano Iturriaga, abogado e hijo del ex general. En la misiva Sergio Nuño reconoció estar preocupado por parecer una “dictadura de derecha” en el extranjero. Cuestionó el liderazgo de Pinochet y advirtió su distanciamiento del núcleo de generales que conspiraron para el golpe de Estado: “Quien detente la conducción del gobierno no puede en esas funciones pretender actuar igual que en su papel de comandante en jefe. Tal vez el desdoblamiento no es fácil para quien ha estado acostumbrado a ello y no tiene experiencia política”.
En materia económica dijo que no fue “apropiado un tratamiento de shock cuando el barco navegaba en medio del temporal provocado por la recesión y muy delicada coyuntura económica mundial”. Mientras que a nivel político esperaba que “la ‘derecha económica’, causante por su secular egoísmo de tantos resentimientos sociales, no salga fortalecida y no se vuelva a los mismos errores que nos condujeron al marxismo”.
En la despedida de su misiva, Sergio Nuño dedicó unas últimas palabras a su amigo Arellano:
“No estoy al tanto del detalle de los acontecimientos, sólo he leído las múltiples informaciones de prensa. Sin embargo, estoy seguro -de- que estás con tu conciencia muy tranquila y puedes tener la íntima y legítima satisfacción del deber cumplido y que se te reconoce lo que has hecho por tu Patria y tu Institución”.
A pesar de las duras críticas contra Pinochet plasmadas en su carta de 1978 dirigida a Nuño, el general Sergio Arellano Stark se convirtió en uno de los militares símbolo de las violaciones de derechos humanos, debido a su rol a la cabeza de la «Caravana de la muerte», una comitiva que recorrió 16 ciudades en octubre de 1973 y culminó con la ejecución y desaparición de 97 víctimas. En la operación, Arellano actuó como delegado del propio general Pinochet. Entonces ya era considerado como uno de los generales de la línea “dura” en materia de represión.
Los detalles de su rol en la “Caravana de la muerte” fueron revelados en 1988 en el libro «Los zarpazos del Puma», de la periodista Patricia Verdugo. El general Arellano fue procesado por la justicia por estos casos y en 2008 la Corte Suprema ratificó su condena a seis años, pero su condición de salud le permitió eludir el encierro. Falleció a los 94 años en 2016.
La respuesta del entonces embajador Sergio Nuño a la carta que le escribió Arellano en 1978 llegó poco después de que el comandante Gustavo Leigh fuera destituido el 24 de julio de ese año. “Estoy muy impactado y preocupado por la salida de Gustavo”, escribió Nuño en la carta, que no está fechada, pero que cuenta con el membrete EMBAJADA DE CHILE:
“Creo pocas veces Chile ha vivido momentos tan delicados como los que ahora enfrentamos. La serie de factores que se conjugan, tales como la situación vecinal, el relativo aislamiento internacional, las campañas contra nuestro país y ahora el caso Letelier, son hechos que me afectan gravemente. Para qué hablar de nuestra relación con Estados Unidos que han llegado a su más bajo nivel”, escribió.
El año 1978 también estuvo marcado por la investigación del atentado explosivo que asesinó al excanciller del gobierno de la Unidad Popular, Orlando Letelier. El bombazo tuvo lugar en Washington DC, a pocas cuadras de la Casa Blanca. Ese año, el estadounidense Michael Townley, agente de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA, organismo represivo de la dictadura) e informante de la CIA, fue extraditado desde Chile a Estados Unidos, donde terminó confesando su participación en el atentado. La investigación fue liderada por el fiscal de dicho país, Eugene Propper, quien viajó a Chile junto a investigadores del FBI. La extradición de Townley fue vista al interior del mundo militar como una muestra de la débil relación con Estados Unidos.
A esto se sumó el retiro forzoso del Ejército del general Manuel Contreras, mano derecha de Pinochet y cabeza de la DINA, en medio de la investigación. De hecho, la DINA fu disuelta y su rol sería heredado por la Central Nacional de Informaciones (CNI). En su carta a Sergio Arellano, Nuño dice que la “renuncia de Contreras fue inoportuna y confundió a las Fuerzas Armadas, también a los civiles” y agregó que “Pinochet ha manejado tan mal este asunto (el caso Letelier) que su imagen interna se ha quebrantado, incluso en el Ejército”.
“Comparto plenamente tus sentimientos de que los errores que se comenten en política interna repercuten desfavorablemente en el exterior, particularmente algunos discursos livianos y torpes del jefe. Creo que no tiene remedio. Ha perdido imagen en el Ejército, especialmente por el caso de Orlando Letelier. Ahora está nuevamente en Chile el fiscal Eugenio Propper con varios miembros del F.B.I. Tienen “colapsado” al gobierno y han ejercido una presión que, en circunstancias normales, se considerarían atentatorias para la dignidad de Chile.
“Para entregar a Michel Townley se pasó por encima de la Corte Suprema y ahora se está hablando de una posible extradición de Manuel Contreras (de cuya situación no soy doliente), lo que el Ejército no aceptaría”.
En su carta el embajador Sergio Nuño destacó cuánto afectaba el caso Letelier y su manejo “al prestigio de Chile y la posición inconfortable en que coloca a quienes tenemos su representación en el exterior”. Además, cuestionó la decisión de extraditar a Townley y el silencio que había mantenido Contreras, quien finalmente fue condenado por este crimen por la Corte Suprema en 1995:
“Uno no puede convertirse en juez, pero hay tantas coincidencias que parecen comprobar la participación de Contreras en esto. Y si así hubiese sido (lo que será difícil de probar, sino imposible) ¿podrá alguien creer que el general Pinochet no lo sabía? Algo así es imposible no lo haya conversado Contreras con Pinochet. Ahora también todos se preguntarán ¿y si hicieron esto por qué no puede pensarse que también participaron en el asesinato de Prats, atentado a Leighton, etc?
Eso es lo que en el fondo piensan todos”.
Nuño tenía razón. La extradición de Townley, y su posterior confesión ante el FBI de su rol como agente de la DINA en el asesinato de Letelier, abrió la puerta para investigar otros ataques selectivos de la llamada “Operación Cóndor” (acción liderada por las agencias de seguridad de distintas dictaduras de Latinoamérica), entre ellos, el asesinato del excomandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats, y de su esposa, Sofía Cuthbert, en un atentado explosivo ocurrido en Argentina, en septiembre de 1974. Lo mismo sucedió con el fallido atentado que sufrió el líder DC Bernardo Leighton y su esposa, Ana Fresno, en 1975 en Italia. El 8 de julio de 2010 la Corte Suprema condenó a 17 años de prisión al general Manuel Contreras como autor del doble crimen de los Prats, mientras que la justicia italiana lo procesó por el atentado a Leighton. Michael Townley fue condenado a diez años de prisión en EE. UU. por el crimen de Letelier y fue incluido en el programa de protección a testigos del FBI.