Por qué la Concertación bloqueó el resurgimiento del Diario Clarín
02.11.2007
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02.11.2007
“De varios actos de las autoridades chilenas (…) se deduce que la propiedad del señor Víctor Pey Casado fue plenamente reconocida y, por ende, no puede ser de manera seria puesta en duda con certeza…». Ese es uno de los acápites del proyecto de sentencia, un informe reservado del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial, tribunal que en los próximos días dictaminará si Pey era el verdadero dueño del diario Clarín en 1973 y si debe ser indemnizado.
El proyecto de sentencia que este periodista conoció en exclusiva, está fechado en junio de 2005 y fue dado a conocer a las partes en litigio en septiembre del año pasado. Pero sólo en las últimas semanas, cuando todo indica que el fallo final se aproxima, los abogados que representan a Chile ante el CIADI han reconocido que el informe es adverso a Chile y que avala la tesis de que Pey era el dueño de Clarín cuando este fue expropiado por la dictadura.
De hecho, en otro de sus acápites, el proyecto de sentencia de más de 100 páginas especifica que el tribunal “se ve obligado a constatar que las explicaciones presentadas por el Sr. Pey Casado, en lo que respecta a las circunstancias en las que se celebraron los acuerdos sobre la cesión de acciones de la sociedad C.P.P. (propietaria de Clarín) resultan más verosímiles que las explicaciones ofrecidas al respecto por la Demandada (el Estado chileno)”.
Perder en esta instancia expone al Estado chileno a pagar una indemnización cuantiosa. Pey reclama ante el CIADI US$ 517 millones (casi dos veces el presupuesto que se usó para mantener funcionando el Transantiago). El monto tiene que ver con el valor de la empresa cuando le fue expropiada y con las utilidades que dejó de recibir desde entonces. Utilidades considerables si se considera que Clarín llegó a vender 280 mil ejemplares diarios y era por lejos el periódico más leído de Chile.
Pero no sólo se trata de dinero. Un fallo adverso pondrá el ojo público en varios puntos polémicos de esta historia. Uno ya ha sido expuesto por el abogado Roberto Mayorga, quien participó en la defensa chilena hasta 2002. Mayorga sostiene que el juicio se perdió porque Chile no fue bien defendido debido al interés de los gobiernos de la Concertación en que Pey ganara para que pudiera relanzar Clarín. En una reciente carta a El Mercurio, Mayorga sostiene que se trata de “un escandaloso caso que se inscribe en una seguidilla de tantos otros caracterizados por la corrupción y la defraudación del patrimonio nacional”.
Contradiciendo la tesis de Mayorga, los datos de esta investigación apuntan a que el Estado chileno ha hecho mucho por impedir el relanzamiento de Clarín, el estridente tabloide de izquierda y el de más venta en el país hasta que fuera confiscado por Pinochet en septiembre de 1973.
Dicha negativa le ha costado al fisco chileno cerca de US$ 5 millones en la defensa ante el CIADI –según estimó recientemente el ministro Alejandro Ferreiro- además de otros US$ 9 millones pagados a un abogado y un grupo de personas que decían ser herederas de los bienes de Clarín. ¿A qué se debe la negativa a indemnizarlo? ¿Qué papel habría jugado en esto El Mercurio, el histórico archienemigo de Clarín?
La actitud del gobierno chileno abre otro flanco. Tomando en cuenta que en 17 años la Concertación no ha logrado romper el duopolio de la prensa escrita en Chile, ¿cómo se explica la férrea oposición que ejercieron sus distintos gobiernos a la reaparición del diario Clarín?
-En 16 años de democracia, mirando como ciudadano no como ministro, claramente tenemos una falencia, una deuda. La mayoría que ha votado por la Concertación no tiene un medio escrito que la identifique más en sus valores e ideas que los actuales. ¿Pero qué puede hacer el Estado? Esa es una pregunta delicada -reflexiona el actual ministro secretario general de gobierno, Ricardo Lagos Weber.
De esa batalla sí sabe Víctor Pey, quien compró el diario pocos meses antes de que fuera expropiado y ha intentado conseguir por más de diez años que el gobierno le pague una restitución financiera para poder lanzarlo de nuevo a las calles.
El nuevo Clarín, asegura Pey, será independiente de cualquier partido y ocupará el mismo lugar que tuvo antes como un periódico de circulación masiva a favor del chileno común. Será, afirma, fiel al famoso encabezado de los días de su apogeo: «Firme junto al pueblo».
En una región donde la concentración de la propiedad de los medios es la regla en el periodismo, la diversidad de opiniones asume una importancia crítica para la democracia. Pero además, a juzgar por las conexiones políticas de Pey, un nuevo Clarín proporcionaría a los chilenos una cobertura crítica –hasta ahora ausente- de la derecha política y la poderosa comunidad empresarial.
Aunque Pey pide mucho más, una indemnización mínima negociada por la expropiación del periódico tendría que estar en un rango entre US$ 50 a US$ 100 millones. Una suma que podría asegurar que el Clarín de Pey evite el destino de otras iniciativas periodísticas que en los últimos años emergieron y fracasaron por carecer del respaldo financiero y político para sobrevivir.
Si bien los gobiernos de la Concertación han reconocido su obligación de pagar por la propiedad confiscada en dictadura y han repartido decenas de millones de dólares en reparaciones a las víctimas de violaciones a los derechos humanos, cuándo se trata de reparar la situación sesgada de los medios que dejó Pinochet, la coalición oficialista ha sido curiosamente pasiva. Y en el caso de Clarín en particular, ha levantado un muro de oposición.
Recientemente recuperado de una afección cardiaca y desde un modesto departamento de clase media en Ñuñoa, este hombre erguido, de piel pálida y un aura de que siempre tiene prisa, mantiene a los 92 años su cruzada por restaurar algo de equilibrio ideológico en la prensa chilena.
Hay una alfombra marrón raída, una silla con la espalda rota en frente de una computadora y estantes de libros, revistas y fotos de su complejo pasado.
Ingeniero civil de profesión y empresario por vocación, Víctor Pey ha sido un luchador en causas políticas desde su juventud en la región de Cataluña. Durante la Guerra Civil española en los años 30, ayudó a convertir una planta de automóviles en una fábrica de armas para los republicanos en Barcelona. Su activa participación en ese proceso lo condujo a su primer exilio. Pey logró vencer el cerco y llegar a un campamento para refugiados en Francia después de que el ejército derechista, encabezado por Francisco Franco, derrotara las fuerzas del gobierno de la República. Y volvió a escapar al holocausto.
En 1939 llegó al puerto de Valparaíso, en un barco francés -el legendario Winnepeg- con otros 2.100 refugiados españoles. Pey había conocido al cónsul chileno en París, el poeta Pablo Neruda, que logró que los exiliados encontraran un hogar en Chile. Los bien organizados partidos chilenos de izquierda, entre los más grandes y vitales de América Latina de la época, adoptaron a los refugiados. Y los españoles comenzaron rápidamente a prosperar en los negocios y también en la vida política.
Pey entró en el área periodística por amistad y por casualidad. Mientras administraba una firma de ingeniería involucrada en mejorar los puertos chilenos en los años 40 y 50, desarrolló un círculo de amigos bien conectados. Este incluía al entonces senador socialista (y después presidente) Salvador Allende, y al futuro fundador de Clarín, Darío Sainte-Marie, entonces editor del periódico estatal La Nación.
Desde su inicio, Clarín fue un ejemplo clásico del ambiente interconectado de gobierno, poder político y periodismo en Chile. El nuevo periódico se imprimió primero en la planta de La Nación, con la anuencia del presidente populista de ese momento, Carlos Ibañez, socio secreto de Sainte-Marie. La inspiración para el nuevo diario fue la predicción de que el próximo gobierno, que se esperaba iba a ser controlado por la derecha conservadora, tomaría el mando de La Nación dejando a las fuerzas progresistas de la centro izquierda sin periódico.
Como era de esperar, el gobierno que asumió el poder en 1958 despidió rápidamente a Sainte-Marie. También expulsó al nuevo Clarín de la planta de La Nación tan pronto como llegó a ser evidente que su línea editorial era, por decirlo suavemente, crítica de los partidos conservadores e intereses empresariales que sustentaban a la administración entrante. Sin oficinas editoriales ni imprenta, el cada vez más popular periódico improvisó con prensas planas antiguas compradas a precios de chatarra.
Fue entonces que Sainte-Marie le pidió a Víctor Pey que organizara las instalaciones físicas del periódico. Su rol fue comprar e instalar las nuevas prensas importadas de Alemania Oriental. Eran los años 60, una época de febril actividad política y de movilización de campesinos y trabajadores en Chile en la que el periódico prosperó gracias a un perfil inédito: fotografías picarescas, notas policiales -entre más horrendas mejor- ataques ad hominem y parodias hilarantes de las pomposidades de la aristocracia chilena.
La objetividad, o aún veracidad, no son las palabras que saltarían a la lengua para describir a Clarín. Los lectores estaban felices. Fue el primer diario escrito en lenguaje popular usando a destajo los chilenismos de la calle. Sainte-Marie escribía una columna bajo el seudónimo «Volpone,» recreándose alegremente en la imagen del embustero poco escrupuloso y personaje principal de la sátira del siglo XVII de Ben Johnson.
-El alma de ese diario fue siempre Sainte Marie. A veces, aparecía él como director y, otras veces, como tenían problemas por juicios de injurias y calumnias y había que ir a la cárcel, ponían a otro periodista como director, pero era él quien manejaba el diario y el dueño. Siempre fue el dueño total –recuerda hoy Pey.
Otro gran amigo de Sainte-Marie era el senador Allende (a quien conoció desde su infancia). Cuando se presentó como candidato a presidente en 1970 -después de haber perdido en tres elecciones anteriores- Allende tenía, entre sus nuevas ventajas, la cobertura elogiosa de Sainte-Marie y Clarín, que para entonces vendía 150.000 copias al día por todo Chile, posicionándolo a la altura del decano de la prensa chilena: El Mercurio.
Pero Saint Marie no puso todos los huevos en una sola canasta. Clarín también favoreció al otro candidato reformista, el democratacristiano Radomiro Tomic. Lo claro es que el impacto más eficaz de Sainte-Marie fue su talento para ridiculizar al candidato de derecha, Jorge Alessandri, un ex presidente soltero y de 74 años, a quien Clarín motejaba sin tregua como «La Señora».
Superando grandes obstáculos, inclusive un plan secreto de la CIA para desacreditarlo, Allende obtuvo la primera mayoría y fue confirmado por el Congreso con el apoyo de la Democracia Cristiana. Una tentativa abortada de golpe, patrocinada por la CIA, concluyó con el asesinato del comandante en jefe del Ejército, René Schneider. Pero la democracia sobrevivió, y Allende inauguró su gobierno en noviembre de 1970 prometiendo un experimento político inédito: el socialismo llegaba al poder no por una revolución violenta sino por la vía electoral.
El Clarín de Sainte-Marie llegó a ser el respaldo principal del experimento izquierdista de Allende. Su mordaz director no fue tímido en adjudicarse el crédito. «Sainte-Marie le dijo a Allende ‘yo te hice Presidente’. Se lo dijo muchas veces delante de mí», recuerda Pey.
-Yo le quiero decir a usted, y se lo he dicho a muchas personas pero todo el mundo lo niega y el Partido Socialista por razones políticas no quiere reconocer esta realidad, que esa diferencia de votos que tuvo Allende con Alessandri no habría sido tal si no es por la acción de Clarín en la campaña –afirma Pey.
Allende, hombre de gran ego, reaccionó distanciándose de su viejo amigo. Sainte-Marie, cada vez más resentido de los desaires y falta de aprecio de Allende, respondió con episodios de borracheras. Además, su matrimonio con una mujer mucho más joven se deterioraba desastrosamente y él temía un escándalo público que sin duda sería explotado por la derecha. Sainte-Marie estaba decepcionado de su propio éxito y quería largarse.
Pey, mientras tanto, había asumido un rol más activo en el diario. La circulación de Clarín había subido a 280.000 diarios superando a El Mercurio durante la semana. No así los domingos. El periódico una vez más necesitaba una planta impresora más rápida para seguir adelante. Pey asumió la tarea de importar una prensa rotativa a color de última generación. También compró para el diario un nuevo y gran edificio (su tercera adquisición importante de bienes raíces) en el centro de Santiago, cerca del Ministerio de la Defensa, en cuyo sótano sería instalada la prensa.
-Un día Sainte-Marie me llamó y me dijo ‘Viejo, me tengo que ir, la próxima semana me voy. Usted, que ha estado conmigo y ha visto todo esto, usted debe quedarse con el diario’ –rememora Pey la escena clave que iba a desencadenar días febriles.
Pey utilizó una semana para reunir todos sus activos, pedir dinero prestado y decidió comprar el diario. La serie de pagos que efectuó –dice- suman cerca de US$ 1,3 millones. Fue un precio de liquidación -reconoce- porque el diario estaba en auge y solo el valor de los edificios y las prensas nuevas excedía el precio de la venta. Poco después, Pey debió desplazarse a Portugal, país al que Sainte-Marie había escapado, para completar la escritura de venta.
Es en este punto donde el cuento se pone turbio y empiezan las disputas. Pey tenía la documentación de las transferencias bancarias a Sainte-Marie, la escritura de venta y los títulos de acciones cedidos por Sainte-Marie y de otros que aparecían en los documentos corporativos de propiedad. Pero el 11 de septiembre de 1973, el Golpe de Estado forzó a Pey a un nuevo exilio sin que él pudiera antes registrar la transacción en la Superintendencia respectiva.
Los días previos al Golpe estuvieron dominados por la violencia, el caos y la incertidumbre. El país estaba sacudido por protestas en pro y en contra de Allende, la economía estaba paralizada con más de 300 % de inflación, y el presidente y los partidos de la Unidad Popular perdían aceleradamente el control. El 11 de septiembre de 1973, el general Pinochet (con el apoyo de Estados Unidos, ampliamente documentado en los archivos desclasificados e investigaciones varias) derrocó al gobierno de Allende.
Clarín y otros medios pro gobierno fueron un blanco especial. El mismo día que los aviones militares bombardearon el palacio presidencial, los soldados asaltaron las oficinas de Clarín, clausuraron sus prensas y encarcelaron a sus principales editores.
Pey estuvo entre los centenares de chilenos a los que se les ordenó entregarse a las nuevas autoridades militares. Muchos de los que obedecieron fueron ejecutados. Habiendo sobrevivido al trauma de España, Pey ni siquiera dudó. Se escondió durante varios días y finalmente consiguió asilo en la embajada venezolana. Se le permitió salir del país bajo la protección diplomática, pero su pasaporte fue confiscado dejándolo apátrida.
La razzia política de los medios chilenos fue absoluta. Doce publicaciones fueron cerradas y cuarenta emisoras radiales silenciadas. El personal de las tres estaciones de televisión fue purgado y los canales quedaron bajo control militar.
En 1975, en medio de mucha publicidad, la empresa periodística Clarín fue confiscada oficialmente sin compensación, utilizando un decreto diseñado para liquidar todas las propiedades de los partidos y sindicatos. Las acciones del régimen militar en aquel momento, cuya intención era desacreditar a Pey como un títere del presidente marxista, han proporcionado gran parte de las evidencias a favor de Pey en su lucha de estos años.
Para justificar la confiscación, el régimen de Pinochet anunció que los títulos de propiedad de Clarín fueron descubiertos en el despacho privado de Pey. En declaración escrita, el subsecretario de interior Enrique Montero dijo que, según los documentos, Pey era el verdadero dueño de Clarín.
Los documentos, encontrados en una caja fuerte, tenían las firmas de Darío Sainte-Marie y las tres personas cuyos nombres todavía aparecen en el registro de la Superintendencia respectiva, y demostraban que los cuatro habían cedido todas sus acciones a Pey.
La declaración, publicada en El Mercurio el 4 de febrero de 1975, dice: “De los antecedentes expuestos y considerando que se encontraron en poder de Víctor Pey todos los títulos de las acciones y los traspasos en blanco de las personas a cuyo nombre figuran esos títulos, resulta que fue éste quien compró el Consorcio Publicitario y Periodístico S.A y la Empresa Periodística “Clarín”, efectuando los pagos correspondientes con US$ 780.000 proporcionados por el Banco Nacional de Cuba, sin perjuicio de los US$ 300.000 que Sainte-Maire recibió con anterioridad.”
Así estaban las cosas en 1990. Con un gobierno democrático en el poder, Pey se movilizó para recuperar Clarín. Al principio todo anduvo bien. Un mandato judicial le devolvió los títulos de propiedad que habían sido preservados por el régimen militar. Y con ellos en mano inició el proceso reivindicando la restitución.
-Debe ser un proceso sencillo, me dije a mí mismo en ese momento: Yo fui incautado por un decreto y por un decreto me lo pueden devolver -afirma Pey.
Su intención, asegura, nunca fue quedarse con el dinero, sino usarlo para la resurrección de Clarín:
-He dicho que al momento de tener recursos suficientes lo que voy a hacer será sacar el diario Clarín en una posición de defensa de los intereses que coinciden, de alguna manera, con los intereses del actual gobierno de la Concertación.
Como garantía de sus intenciones, Pey donó el 90% de la propiedad de Clarín a la Fundación Presidente Allende, una organización pro derechos humanos sin fines de lucro fundada en España y que preside Joan Garcés, el español socio de Pey en la batalla por recuperar Clarín.
Garcés también sabe de batallas. Fue consejero político personal de Salvador Allende hasta el último día en La Moneda y el abogado que ideó la estrategia legal que tuvo como resultado el arresto de Pinochet en Londres en 1998.
Después que pasaran varios años sin ningún progreso en su demanda en Chile, Pey y Garcés intentaron otro camino. En noviembre de 1997, Pey, como ciudadano español, y la Fundación, presentaron una demanda contra el gobierno de Chile en el CIADI, un tribunal internacional de arbitraje situado en el Banco Mundial en Washington, D.C.
La demanda puso al gobierno chileno en un doble dilema. No podía negarse al arbitraje, al que estaba comprometido por un tratado con España, sin mandar una señal negativa a inversionistas extranjeros interesados en la creciente economía chilena. En casos de confiscación, el proceso de arbitraje toma en cuenta no sólo la restitución de la propiedad sino también las ganancias no percibidas. La demanda de Pey fue inicialmente fijada en la estratosférica cifra de US$ 517 millones.
Pero el gobierno no se sintió libre para hacer lo más lógico: negociar directamente con Pey una cifra menor. Quienes estuvieron en la toma de decisiones de la época dicen que primó el temor a la ira del poderoso poder conservador y su aliado, El Mercurio. Campanas de alarma sonaron dentro de la Concertación.
Según un ex funcionario involucrado directamente en el caso, líderes de la Concertación advirtieron que si el gobierno no daba una fuerte lucha, empleando a los mejores abogados internacionales, podría ser acusado de «connivencia de algún tipo con la Fundación Allende».
De hecho, esas acusaciones surgieron no sólo desde la derecha sino también por parte de la Democracia Cristiana. El Mercurio dio cuenta de «rumores» que indicaban que el dinero que se pagaría a Clarín iba realmente a las arcas del Partido Socialista. También insinuaron que Allende había obligado al dueño de Clarín a vender y que había usado dinero del gobierno para pagarle. Según estas versiones, Pey no era más que un testaferro.
La campaña de rumores surtió efecto. Puso en movimiento una estrategia en el gobierno destinada a evitar un arreglo con Pey. En resumen, lo que se ideó fue pagar una cantidad menor a otros demandantes en Chile, bajo el supuesto legal de que, una vez que el caso fuera resuelto administrativamente en Chile, el proceso del arbitraje del Banco Mundial sería cerrado.
Pero en ese momento -mediados de 1998- no había otros demandantes de la propiedad de Clarín. Darío Sainte-Marie había fallecido a principios de los ‘80. Su testamento, obtenido de los archivos gubernamentales del caso, tiene una larga lista de cuentas bancarias y propiedades, pero ninguna mención a Clarín.
Emilio González, otro de los dueños que aparece en el registro de la Superintendencia de Sociedades Anónimas como antiguo propietario, también había fallecido y su testamento no contenía reivindicación a Clarín (vea la copia del documento para mayor legibilidad). No obstante, a los pocos meses de la presentación de la demanda de Pey en el CIADI, los herederos de Sainte-Marie, González y de otras dos personas cuyos nombres aparecen en el registro respectivo irrumpieron con una demanda conjunta en Chile.
Con rapidez sin precedentes les fue otorgada una indemnización de US$ 9 millones. Ninguno de los herederos favorecidos con la indemnización expresaron su intención de hacer renacer el periódico que hizo famoso a Volpone.
La estrategia oficialista ha sido compleja, pero los elementos centrales fueron confirmados por dos funcionarios del Estado implicados en el acuerdo y por documentos de gobierno entregados después de una petición que utiliza las leyes chilenas que garantizan acceso a los documentos públicos.
En resumen, esto es lo que sucedió:
El Comité de Inversión Extranjera del gobierno chileno, que buscaba anular la demanda de Pey sobre la propiedad de Clarín en el arbitraje de Washington, contrató a un abogado para redactar el argumento legal llamado «Pre-Informe en Derecho”. El redactor fue el abogado Enrique Testa. El documento confidencial de 20 páginas, fechado el 25 de noviembre de 1998, concluye que sólo las personas que aparecen en la lista de la Superintendencia (o sus herederos) son los dueños legítimos. Como Pey no había registrado los títulos y transferido los documentos, no podía demostrar que existe «legalmente acreditada una compra efectiva por parte de Victor Pey Casado…” (ver documento).
Existen pruebas de que el mismo abogado Testa contactó a por lo menos dos de las familias mencionadas en su informe y les hizo saber de una posible ganancia financiera si se asociaban con él para presentar la demanda.
-Por lo que sé, efectivamente los herederos no estaban conscientes de tener derechos sobre Clarín y habrían tomado conocimiento por medio de un informe en derecho que trascendió y que dio como resultado que eran titulares de acciones sobre la sociedad propietaria de ese diario –afirma el abogado Roberto Mayorga, entonces encargado del caso en el Comité de Inversión Extranjera.
Mayorga afirma también que la acción del abogado Testa de contactar las familias fue «poco ética» pero no ilegal. A cambio de sus servicios legales, el abogado y sus socios recibieron US$ 1,6 millones del total de US$ 9 millones pagados a las familias.
Claudio Orrego, ministro de Bienes Nacionales de la época y quien firmó el decreto por los US$ 9 millones, reconoció en entrevista con el autor que el pago estaba conectado al arbitraje en Washington por la demanda de Pey:
-No te quiero mentir ni engañar, pero esto [los $9 millones de restitución a los herederos], de alguna manera sancionaba un tema pendiente.
Orrego dice que la estrategia de resolver el asunto de Clarín a través de la indemnización a los herederos le fue presentada en su primer mes como ministro. Y que había «premura» por resolverlo.
-Esta era una estrategia que venía…, obviamente era anterior a nuestra llegada. Entiendo que el Comité de Inversiones Extranjeras estaba involucrado. Recuerdo que se invocó el tema internacional [el pleito en CIADI] como uno de los factores de premura para resolverlo rápidamente –acota.
Pero la táctica no prosperó. La acción, en las palabras francas de Orrego, “demostró después ser insuficiente”. Una vez firmada por Orrego la “Resolución 43” del ministerio, acordando la indemnización, fue rápidamente enviada a Washington (ver documento). El 28 de octubre de 2000, fue presentada en la audiencia de CIADI por los abogados de Chile. Pero los jueces se negaron a archivar el caso. Así, el gobierno perdió US$ 9 millones y el arbitraje continuó arrastrándose, hasta que el año pasado pareció entrar a su fase final.
Un proyecto de sentencia confidencial de más de cien páginas proporcionó una fuerte señal de que el tribunal se inclina hacia una resolución favorable a Pey. El documento concluye: «Resulta evidente, en la opinión del Tribunal de Arbitraje, que del conjunto de las circunstancias, de la conducta de las partes interesadas y, principalmente, de la entrega de títulos realizada por el Sr. Darío Sainte-Marie y de los pagos efectuados por el Sr. Pey Casado, surge que la voluntad real de las partes fue sin duda proceder a la compraventa de la participación del vendedor en la sociedad C.P.P. [Consorcio Publicitario y Periodístico S.A]”
Y agrega: «Se ve entonces el Tribunal de Arbitraje obligado a constatar que las explicaciones presentadas ante el mismo por el Sr. Pey Casado en persona, en lo que respecta a las circunstancias en las que se celebraron los acuerdos sobre la cesión de acciones de la sociedad C.P.P. resultan más verosímiles que las explicaciones ofrecidas al respecto por la Demandada, en especial en lo concerniente al papel que desempeñaron los señores González, Venegas y Carrasco, cuyos testimonios, así como la función exacta que asumieron en las oscuras circunstancias de la época en cuestión, suscitan, por decir lo menos, bastantes dudas e interrogantes en las que resulta superfluo ahondar aquí.”
“De varios actos de las autoridades chilenas, ya sean administrativas, fiscales o judiciales, se deduce que la propiedad del señor Pey Casado fue plenamente reconocida y, por ende, no puede ser de manera seria puesta en duda con certeza…»
En enero de este año, con dos nuevos jueces en el panel, la junta de arbitraje realizó lo que el juez Pierre Lalive, su presidente, anunció como la última audiencia: el próximo paso –dijo- sería la resolución final. Lo que confirma la trascripción de la sesión del 15 y 16 de enero: “Nos damos cuenta de que es necesario terminar lo antes posible porque es un caso que ha durado demasiado por toda una serie de circunstancias que no cabe recordar porque es inútil hacerlo”.
Tanto la decisión del tribunal como el monto que fije de indemnización –si es que se concede- no está sujeto a apelación.
“Chile tiene que cumplir con sus compromisos internacionales”, fue la última afirmación que le escuché al portavoz del gobierno, Ricardo Lagos Wéber, al reiterar que aceptarán cualquiera sea la decisión de CIADI.
Pero si Pey gana en dicho tribunal, no habrá ganado aún su principal batalla: lanzar a las calles de Chile el nuevo diario Clarín y asegurar su supervivencia. Si bien el gobierno ha proclamado una política de no intervención respecto de los medios, nunca ha sido un actor pasivo en ese ámbito.
Si fuera solo un problema de dinero, lo lógico sería que el gobierno simplemente negociara una indemnización menor a la que pide Pey. Pero lo que han hecho en este caso -especialmente al pagarles a demandantes rivales a Pey en medio del litigio- sugiere motivos más complicados.
La teoría que escuché la mayoría de las veces de personas vinculadas a la toma de decisiones políticas de gobierno, apuntan al poder predominante de El Mercurio y las fuerzas económicas y políticas con las cuales esa empresa está aliada. Como la derecha política y económica está resignada a no ganar elecciones, han forjado un trato con el gobierno por el cual este último no toca el poder periodístico y económico de El Mercurio, y el diario mantiene una cobertura crítica pero respetuosa de la Concertación.
Si para algunos resulta difícil dar veracidad a un acuerdo de ese tipo, otros ponen el acento en la timidez demostrada por varios gobiernos de la Concertación cuando la derecha política ha apretado las tuercas. Un ejemplo preciso ocurrió cuando la demanda de Víctor Pey trajo el anuncio del posible regreso del diario Clarín.
En un recorrido por funcionarios de la Concertación se aprecia que para algunos Clarín es percibido como el diablo, una amenaza potencial a un modus vivendi cómodo y no como un activo político y mucho menos un aliado. Fue y sería –se escucha- el diario de extremos, la hoja escandalosa que todos recuerdan haber odiado o amado.
Entre los políticos del país que es sinónimo de estabilidad en la región, hay más interesados en los consensos que dan gobernabilidad que en la ideología. Pareciera que prevalece el temor a cortar con las amarras de la dictadura que hoy siguen vigentes en su prensa escrita. Miedo a que el relanzamiento de un diario como Clarín pueda producir también el regreso a los antiguos días de la polarización que terminaron en una tragedia cuyas huellas aun se mantienen imborrables en los centros de poder y también en las calles de Chile.
(Una versión de este artículo fue publicado en la edición de The Clinic del 11 de octubre de 2007)