COLUSIÓN DEL PAPEL GATILLA CRUDO TESTIMONIO DE EX EJECUTIVO DE ACEROS ANDES
El otro negocio ilícito que Matte le endosó a un gerente que terminó en la cárcel
11.01.2017
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COLUSIÓN DEL PAPEL GATILLA CRUDO TESTIMONIO DE EX EJECUTIVO DE ACEROS ANDES
11.01.2017
Han pasado 40 años desde el día en que Patricio Gómez Bahamonde huyó a la Argentina. Su abrupto viaje fue decisión del directorio de la empresa en la que se desempeñaba como gerente de Finanzas. Buscaban ganar tiempo para negociar con los acreedores el pago de millonarias deudas cuyas garantías él había firmado. “Te traemos de vuelta el lunes”, cuenta que le aseguraron. Pero lo que prometía ser un fin de semana largo en Buenos Aires, se extendió por meses. Los dueños de Aceros Andes simplemente se desentendieron del asunto y Gómez terminó en la cárcel.
Patricio Gómez había decidido no hacer nunca públicos los detalles de su historia. Hasta que a fines de 2015, cuando estalló el escándalo de la colusión de los precios del papel tissue, por los diarios y la TV se enteró de cómo el empresario Eliodoro Matte Larraín les endosaba a los ejecutivos de la CMPC la responsabilidad de ese ilícito. Y supo de su explicación: pese a ser el presidente de la compañía –controlada históricamente por su familia– él nunca se enteró de nada.
Por esos días, Gómez cumplía 45 años de matrimonio. Su mujer le pidió un solo regalo: que hablara, que Matte no podía nuevamente descargar la responsabilidad en sus subalternos, que debía saberse que no era la primera vez…
La historia que relata Patricio Gómez es un thriller de negocios. En la trama de la caída de Aceros Andes, propiedad de los grupos Matte y Gianoli-Mustakis, el rol de Eliodoro Matte era hasta ahora desconocido. Desde 1968 y hasta septiembre de 1976, Gómez fue gerente de Finanzas de la empresa líder en América Latina en la fabricación de piezas pesadas para la minería y la reposición de línea férrea.
–La formaron con la habilidad propia de los Matte: ellos nunca colocan plata, logran que otros lo hagan y hacen figuras legales de tal modo de optimizar su rentabilidad. Aportaron las fundiciones, los equipos y en vez de inyectarle capital de trabajo, hicieron emisiones de bonos o de ventures de esa época, con mucho éxito en el mercado, porque estaba respaldado por la familia Matte. Usaban y usan la imagen de que son serios, rectos y honestos –relató Patricio Gómez a CIPER.
La victoria de Salvador Allende significó un punto de quiebre en el hasta entonces exitoso desarrollo de Aceros Andes. Fue una de las primeras empresas intervenidas por el gobierno de la Unidad Popular, la que pasó a ser manejada por el interventor Manuel Salgado Suárez. Pese a ser opositor, Gómez se quedó en la firma, mientras los dueños se borraron del mapa. Y así fue hasta después del Golpe de Estado de 1973, cuando recibieron la empresa en estado calamitoso, pues la producción prácticamente se había paralizado durante la UP. Sus dueños veían al régimen militar como la tabla de salvación, y al principio lo fue.
Eliodoro Matte hijo había dejado Chile en septiembre de 1970, pocos días después del triunfo de Allende, para estudiar un MBA en la Universidad de Chicago. Matte, quien ha reconocido en privado y en público que Augusto Pinochet era el hombre público que más admiraba, tras el golpe se sumó a su gobierno. Primero fue jefe de Finanzas del Ministerio de Salud, luego gerente general de Laboratorio Chile y de la Sociedad Constructora de Establecimientos Hospitalarios.
En 1976, Matte dejó el sector público y se integró al directorio de CMPC, el que entonces presidía su padre, Eliodoro Matte Ossa. También ingresó al directorio de Aceros Andes (entre otros negocios familiares). Pero las políticas económicas de sus compañeros Chicago Boys pondrían en aprieto a la compañía.
Matte tenía sólo 31 años y en Aceros Andes compartía directorio con hombres públicos y de negocios de vasta trayectoria. El presidente era Constantino Mustakis Botasilini, cabeza del grupo Gianoli-Mustakis; y el vicepresidente, Manuel Mardones Restat, hombre de confianza histórico del Grupo Matte. El resto del directorio lo integraban el ex ministro Ernesto Pinto Lagarrigue y el abogado Carlos Torretti, entre otros.
Aceros Andes fue creada en tiempos del apoyo del Estado a la producción nacional, con fuertes barreras a la mercancía extranjera, bajo la lógica de la sustitución de las importaciones. El gobierno militar impondría la política contraria: una baja sostenida de los aranceles para abrir la economía chilena al mundo.
Gómez cuenta que hasta se reunieron con los ministros Chicago Boys que manejaban la economía, creyendo que la influencia del ex presidente Jorge Alessandri –entonces presidente de la CMPC–, solucionaría el asunto. Pero la respuesta fue que la baja de aranceles era una decisión irrevocable y que “las empresas que tienen que cerrar se cierran”.
La prensa de la época entrega otra versión: le atribuye la crisis de Aceros Andes a la brusca caída en la demanda de Ferrocarriles del Estado, el principal cliente de la empresa. Otro de los duros efectos de la fuerte contracción presupuestaria del Estado.
Como encargado de las finanzas de Aceros Andes, Patricio Gómez debía gestionar los créditos que le permitían a la compañía financiarse. Operaban tanto con instituciones formales, como el Banco Sudamericano, relacionado societariamente con el mismo Grupo Matte; como con financieras informales, las que se multiplicaban en aquellos días de regulaciones mínimas.
–La empresa tenía un endeudamiento bastante alto, pero estaba basado en el prestigio de la familia Matte, porque no teníamos garantías. Yo pedía plata y me la daban. Estábamos endeudados con todos los bancos y con las financieras. Todo sobre la base del prestigio, porque siempre la empresa había cumplido en todo –relata el ex gerente.
En su rol de apoderado de la compañía, Gómez debía firmar los cheques que se dejaban en garantía por los créditos. La segunda firma era la de su asistente, el ingeniero comercial Fernando Garrido Taraba. Los cheques quedaban en una notaría acompañados de un escrito donde se señalaba que la firma era a título personal, pero por instrucción del directorio de Aceros Andes. Con el tiempo, reconoce Gómez, se dio cuenta de que esa “precaución” no tenía validez legal.
En septiembre de 1976 ya era claro que la empresa tenía graves problemas financieros. Pero Gómez dice que estaba tranquilo, pensaba que, finalmente, podrían pagar las deudas porque contaban con el respaldo de la familia Matte. En una reunión extraordinaria de directorio, se acordó notificar a los bancos y financieras de que iban a cesar sus actividades y congelar los pagos a la espera de una solución. Fue Gómez, junto al gerente general de Aceros Andes, George Le Blanc Donaldson, quienes dieron las explicaciones a los ejecutivos de las instituciones acreedoras.
–Se produjo un altercado, había molestia. Nos miramos las caras, tratamos de dar explicaciones, pedimos que nos dieran tiempo, que íbamos a ver cómo resolvíamos la situación. Hasta que el señor Prieto, de la Financiera Fusa, se paró y dijo: Yo aquí no veo presente a ningún miembro de la familia Matte. Yo he puesto dinero porque está la familia Matte detrás, y los que están en representación de los bancos también. Ustedes son empleados. Nosotros queremos a la familia Matte diciendo “nosotros respondemos”, como buenos empresarios. Vamos a hacer lo siguiente, mientras no dé la cara la familia Matte, yo voy a ejecutar al señor Gómez, que está aquí presente, lo voy a perseguir, lo van a tomar preso, y que la familia Matte responda por el señor Gómez. Pido a los que están aquí, que hagan lo mismo y ejecuten al señor Gómez” –, recuerda el entonces gerente de Finanzas, quien estaba desesperado ante la ausencia de al menos un representante de los dueños de la empresa.
Esa misma tarde se realizó una nueva reunión extraordinaria del directorio a Aceros Andes, a la que asistió Eliodoro Matte. Gómez recuerda que los directores le aseguraron que lo iban a respaldar, pero para que no lo metieran preso, necesitaban sacarlo del país para negociar con los acreedores.
Era un día miércoles. Le compraron un pasaje en Lufthansa a Buenos Aires para esa misma noche y le aseguraron que al lunes siguiente estaría de regreso. El alivio que sintió cuando al pasar por Policía Internacional constató que aún no había una orden en su contra, se esfumó cuando se encontró al interior del aeropuerto con uno de los representantes de los bancos a quienes ese mismo día les había dicho que iba a responder por las deudas. Le prometió que el lunes estaría de vuelta en Chile.
Con poco dinero en el bolsillo, se hospedó en un hotel de la capital argentina a la espera de instrucciones. Pero éstas nunca llegaron. Tenía 32 años, su esposa en Chile estaba embarazada, mientras él seguía prófugo de la justicia en Argentina. Lo único claro era que su ausencia le quitaba a la empresa la presión de los acreedores, pues no tenían cómo exigir el pago de las deudas.
Han pasado cuatro décadas, pero en este punto del relato Patricio Gómez aún se emociona.
–Nunca más supe de la familia Matte, se desligaron, se desentendieron de mí. Un hermano mío, abogado, fue a hablar con el abogado de Aceros Andes, quien se lavó las manos totalmente. Ana María, mi esposa, estaba embarazada y todo sin un peso– recuerda.
Cuando ya estaba cansado de mandar recados a Santiago, apareció en Buenos Aires un hombre de confianza de los Gianoli-Mustakis con dinero para tres meses. Le pidió que se quedara tranquilo y en silencio mientras se resolvían las cosas en Chile. Patricio Gómez accedió, pero exigió que enviaran a su esposa y a sus dos hijos a la Argentina.
Ya con su esposa e hijos a su lado, Patricio Gómez supo –a través de Constantino Mustakis– que con el pasar de los días el control de la empresa lo tomó el grupo Gianoli-Mustakis, porque los Matte desconocieron las deudas. Además, querían evitar cualquier daño a la imagen de la familia. El argumento que dieron fue que Patricio Gómez era un excelente profesional, pero que producto del cansancio y el estrés había excedido sus atribuciones, cometiendo el ilícito de firmar cheques en garantía por los créditos, sin consultar al directorio.
Mientras tanto, en Buenos Aires, la espera de Patricio Gómez se seguía alargando. Hasta que llegó un momento en que éste decidió que su mujer volviera a Chile para dar a luz en su país. Estaba desesperado: “Quedó claro que yo estaba abandonado y que mientras yo no fuera detenido esto no iba a reventar”.
Entonces, en abril de 1977, cambió como pudo su aspecto, se consiguió un pasaporte falso e ingresó clandestinamente a Chile. Quería estar presente cuando naciera su hijo. Durante semanas se escondió en distintas casas, al tiempo que buscaba asesoría legal y el mejor momento para entregarse a la justicia. También hizo otras gestiones.
–Llamé a Eliodoro Matte varias veces. Nunca me contestaba. Al final, lo ubiqué una noche en su casa. Tuvimos una conversación muy larga. Me dijo que si de él dependiera, respondía por las deudas, pero que había personas en la familia que mantenían la posición de dejarme botado – aseguró Gómez a CIPER.
Con la inflación, el monto de la deuda se había multiplicado, por lo que su confianza en que su “irreprochable conducta anterior”, la atenuante que lo salvaría de una condena de cárcel alta, se diluía. Como Gómez no tenía dinero para pagar su defensa, en Aceros Andes le prometieron que le pondrían un abogado. Tampoco cumplieron. Gómez dice que sólo lo dijeron para dilatar su situación de “fugado”. Finalmente el estudio de Alfredo Etcheberry ofreció representarlo gratis y el caso lo asumió el abogado Carlos Balbontín (ambos fueron contactados sin éxito para este reportaje).
El 20 de julio de 1977, los abogados dejaron a Gómez y a su ayudante Garrido –quien había permanecido prófugo en Chile durante 10 meses– en la puerta de los juzgados del crimen para que se entregaran. Inmediatamente fueron fichados, declarados reos y enviados incomunicados a la Cárcel Pública. “Reo Gómez, dígame dónde está la plata de Aceros Andes, porque dicen que usted es responsable”, lo encaraba la jueza Juana González, titular del Primer Juzgado del Crimen de Santiago, quien asumió la causa.
Y aunque Gómez dice haberle explicado con el mayor detalle posible a la jueza el tejemaneje financiero de la empresa, muy pronto se dio cuenta de que su situación empeoraba. Como los directores de Aceros Andes insistían en que él había firmado a escondidas los cheques de garantía de los créditos, la jueza pidió los libros de actas del directorio. Allí debía estar la constancia de que Gómez había firmado con autorización de los directores y en su rol de apoderado de la empresa. Pero del libro de actas no había rastro: había desaparecido. Era su palabra contra la de directores, hombres de gran influencia y prestigio.
Para entonces, el caso de Aceros Andes ya era un escándalo en el mundo de los negocios. Las imputaciones eran por fraude, quiebra fraudulenta y giro doloso de cheque. Los querellantes acusaban que, sabiendo que la empresa estaba en bancarrota, sus dueños se endeudaron gracias a que la compañía parecía tener respaldo económico, engañando a sus financistas.
En una entrevista con la periodista Raquel Correa, publicada en revista Cosas, el abogado Nurieldín Hermosilla, representante del 38% de los pasivos, decía que en toda su carrera no había visto un caso en que los dueños de una empresa se negaran a resolver una situación en que bastaba que dos importantes grupos económicos se allanaran a cubrir una deuda pequeña en relación a su patrimonio. Avalaba sus dichos el que durante ese período de no pago de los compromisos, los Matte y los Mustakis habían realizado millonarias inversiones en otras empresas. “Y, sin embargo, no cubrieron la deuda, lo que afectó directamente a los dos ingenieros que habían firmado los cheques y al gerente general”, afirmaba Hermosilla.
La última acotación del abogado en la citada entrevista, resulta interesante para los efectos de esta historia: “La culpa recae legalmente en los giradores personales, Gómez y Garrido. Pero mi impresión es que ellos no son moralmente culpables, sino quienes estaban detrás de ellos y los dejaron abandonados”.
En esa misma entrevista, Hermosilla afirmó que los empresarios Matte y Mustakis se creían “dioses del Olimpo” y “pecaron de soberbia”: “Es la primera vez en la historia financiera del último tiempo en que aparece el propósito de eludir maliciosamente el cumplimiento de obligaciones financieras. Además, los perjudicados y los autores del perjuicio se mueven en un círculo muy estrecho, lo que hace que ésta sea como una pelea entre hermanos, resultando por eso más terrible”.
Otro de los hitos de esta historia que Patricio Gómez no olvida fue el día en que la jueza Juana González lo citó y lo sorprendió con un paquete envuelto en papel café entre sus manos: era el libro de actas que hasta ese día estaba desaparecido. La jueza le dijo que alguien lo había entregado anónimamente en el tribunal.
Gómez cuenta que después le dijeron que fue la avaricia de Eliodoro Matte padre la que provocó que misteriosamente apareciera el libro que lo salvaría. Quien lo hizo llegar al tribunal habría sido su secretaria de toda la vida, a quien no le pagó lo que le debía por años de servicio. Nunca se supo con certeza si fue ella, pero sí quedó claro que lo escondieron para que los directores pudieran endosarle la responsabilidad a sus subalternos, evitando así pagar las deudas sin ir a la cárcel.
El libro de actas salvó a Gómez y Garrido. Los documentos demostraban que el directorio autorizó todos los créditos y también los cheques que se firmaron para respaldarlos. La jueza González estaba indignada. “Los voy a meter a todos presos”, cuentan que proclamaba en esos días. Pero lo hacía al interior de su despacho, ya que estaba consciente del poder que ostentaban los dos grupos económicos responsables de las deudas de Aceros Andes; y sobre todo, de su situación precaria, pues era el periodo más duro de la dictadura y ella era una mujer de izquierda.
Finalmente la jueza González ordenó que la policía detuviera a Constantino Mustakis, Manuel Mardones y George Le Blanc. El 9 de agosto de 1977, los dos directores y el gerente general de Aceros Andes quedaron incomunicados en la Cárcel Pública.
“No se atrevió a meter preso a Matte”, dice Gómez, quien sí recuerda muy bien el careo que decidió la jueza y que lo hizo enfrentarse al empresario. Según los diarios de la época, el careo tuvo lugar el viernes 12 de agosto de 1977. Gómez recuerda que hacía frío cuando lo fueron a buscar a Capuchinos y lo llevaron engrillado al tribunal. CIPER intentó acceder al expediente que contiene el registro oficial de la época, pero tras varias semanas de búsqueda, en el Archivo Judicial informaron que éste se encuentra perdido. Desapareció. Otro misterio.
Cuarenta años después, Gómez reconstruyó para CIPER el diálogo que tuvo con Matte durante ese careo:
Jueza: Identifique a la persona que está al frente.
Matte: El señor Gómez.
Jueza: Levante la cabeza y mírelo.
Matte: Hola, Patricio.
Jueza: Usted declaró que el señor Gómez estaba enfermo, con surmenage, pero yo veo en el libro de actas que usted sabía todo. ¿Es falso? ¿Miente el señor Gómez o lo que está escrito es verdad?
Matte: Es verdad.
Jueza: Pero levante la cara y míreme a mí.
Matte: Todo fue así. Perdona, Patricio.
Jueza: Acá no hay perdón. ¿Usted declara que todo lo que dijo el señor Gómez es verdad?
Matte: Sí.
El diario La Segunda de ese día 12 de agosto de 1977, informa que Matte concurrió a tribunales y que esa tarde podría ser careado con Gómez. El diario también recoge la versión de que Constantino Mustakis habría ofrecido pagar de su bolsillo un millón de dólares para llegar a un acuerdo con los acreedores, pero que Matte no estaba dispuesto a hacer lo mismo. Solo respondería con sus acciones de Aceros Andes. Pese a ello, Mustakis fue el que pagó con cárcel.
CIPER intentó tener la versión de Eliodoro Matte sobre este episodio, pero el empresario hizo saber que estaba retirado y ya no daba entrevistas.
Durante los primeros días de septiembre de 1977, la Primera Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago escuchó los alegatos de las defensas de los cinco detenidos por la quiebra de Aceros Andes. El Mercurio cubrió la noticia día a día y, cuando salió el fallo, lo publicó completo. El titular fue: “Importante fallo se dictó sobre el cheque en garantía”.
Un titular extraño, pero que en parte se explica porque ese dictamen judicial, en los hechos, provocó un cambio de jurisprudencia que marcó un hito en el sistema financiero. Al sentenciar que en el caso de Aceros Andes los cheques no podían ser considerados como “el cuerpo del delito”, dejó establecido que estos documentos financieros solo pueden usarse para pagar obligaciones y no como garantía de compromisos futuros (como créditos).
Gracias a eso, a los dos ejecutivos de Aceros Andes que habían firmado los cheques que garantizaban las deudas de Aceros Andes (Patricio Gómez y Fernando Garrido), se les levantó el procesamiento por giro doloso y quedaron libres. El fallo estableció que actuaron “en representación de Aceros Andes S.A. no en pago de obligaciones, sino para garantizar la cancelación de los pagarés representativos de los créditos”.
Los ministros determinaron además: “Se encuentra establecido en el proceso, en el estado actual de la investigación, el hecho de haberse intentado retardar la quiebra de Aceros Andes S.A. obteniendo fondos para ésta mediante el arbitrio ruinoso de obtener créditos con vencimiento a treinta días, con interés de 10% mensual o más, suscribiéndose, al efecto, pagarés”.
Respecto a Mustakis, Mardones y Le Blanc, el fallo señala que los antecedentes permitían presumir con fundamentos que los “tres inculpados autorizaron expresamente la realización de aquellos actos tendientes a obtener fondos con el fin ya indicado, por lo que debe considerárseles autores” de delitos contenidos en la Ley de Quiebra, descartando la figura de estafa. Gracias a esto, los ex directivos quedaron libres, aunque aún en calidad de reos.
Para Patricio Gómez el fallo fue una revancha. Estando preso, recibió la visita de un recadero de los dueños de Aceros Andes, quienes le ofrecían medio millón de dólares para que se declarara culpable y liberara el directorio. “Sabe qué más, la honestidad no se transa”, asegura Gómez que fue su respuesta. Cuando lo liberaron, varios abogados le ofrecieron querellarse contra el Grupo Matte por injuria, calumnia y los perjuicios causados. “Me negué y volvería a hacerlo”, dice.
Aunque al principio le costó, Gómez pudo reconstruir su prestigio y su carrera como ejecutivo de grandes empresas de distintos grupos económicos. Uno de sus trabajos más importantes fue en una gran minera extranjera. Lo primero que dijo en la entrevista laboral fue que había estado preso, y explicó las razones. Lo contrataron. Años después, su jefe le entregó un documento: era una carta de recomendación firmada por un alto ejecutivo del Grupo Matte, en la que certificaban su honestidad.
“Nunca me pagaron un peso, lo único fue la carta”, dice Patricio Gómez casi al terminar su relato. Porque al final, es inevitable volver sobre el hito que lo hizo desistir de no hablar nunca públicamente de cómo vivió él y su familia la quiebra de Aceros Andes: el estallido de la colusión de la CMPC en el precio del papel tissue. Leer junto a su mujer que Matte nuevamente insistía en que los miembros del directorio no sabían nada, que fue un asunto de los gerentes, quienes además se fueron con millonarias indemnizaciones, los indignó. Y fue entonces que decidieron que debían contar su historia.