A propósito del Día de la Mujer: Las economistas, la economía y la “mente patriarcal”
07.03.2016
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07.03.2016
Recientemente han sucedido varios acontecimientos que han permitido difundir y crear conciencia sobre el maltrato femenino en nuestra sociedad. El proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales, las noticias del asesinato de mujeres que viajaban “solas” por América Latina e, incluso, la rutina de Natalia Valdebenito en el Festival de Viña, han sido ilustrativos del alcance sobre una conciencia que permea cada vez con mayor fuerza. En esta oportunidad queremos aportar con un tema que no ha sido lo suficientemente reflexionado en nuestro país y que aborda la relación entre la vilipendiada “ciencia económica”, la discriminación a las mujeres dentro de esta disciplina y las posibles causas de este fenómeno.
A principios del año pasado la revista británica The Economist publicó un ranking de los 25 economistas más influyentes del 2014, el cual llamó la atención por una sencilla, pero considerable, razón: en el ranking no había mujeres. En Chile el panorama no es distinto respecto a la discriminación de las mujeres en el ámbito de la economía. Del 5% de los economistas más citados del mundo, según el ranking de la página Research Papers in Economics, los ocho chilenos mencionados son todos hombres. ¿Dónde están las economistas?
Chile es uno de los países donde las brechas de género siguen mostrando diferencias enormes. Según el Global Gender Gap Report 2015 elaborado por el Foro Económico Mundial, Chile se ubica en el lugar 123 de 142 países en el subíndice de participación y oportunidades económicas, es decir, nos encontramos dentro del 15% de los países con menor desempeño. El fenómeno es en sí contradictorio, si se consideran los respetables niveles de crecimiento del país y los buenos indicadores de escolaridad femenina, lo que contrasta con la baja tasa de participación laboral femenina (Cademartori y otros, 2014, p. 227).
Teniendo en cuenta lo anterior, en las facultades de economía del país el panorama no parecería tan negativo. Por ejemplo, comparada con las ingenierías tradicionales, Ingeniería Comercial es una de las carreras donde la presencia de mujeres es mayor, con un 43% de matrícula femenina al 2015, según el Consejo Nacional de Educación. Este escenario es sin duda distinto de lo que ocurre en carreras como Ingeniería Civil plan común, donde solo el 23% del total de sus estudiantes son mujeres, o Ingeniería Civil Industrial, con un 28% de estudiantes mujeres.
Sin embargo, las cifras asociadas a la participación femenina en la carrera de Ingeniería Comercial esconde una realidad mixta, pues en esta carrera conviven tanto la formación de economistas como de administradores, sin duda una mezcla poco habitual en el mundo. Así, en la actualidad son pocas las universidades en Chile que entregan la Licenciatura en Ciencias Económicas (o mención economía) de forma separada a la Licenciatura en Ciencias de la Administración, como parte de una misma carrera de Ingeniería Comercial (Correa, 2015). El punto es que si se observan las participaciones por género sólo dentro de los estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Económicas, el porcentaje de estudiantes mujeres se reduce de un 43% en Ingeniería Comercial a un 27% en economía, siendo la Universidad Alberto Hurtado el lugar donde esta proporción es menor, y la Universidad de Santiago donde esta proporción es mayor (Correa, 2014).
Una breve mirada a algunos Departamentos de Economía de las universidades que ofrecen esta mención también muestra una dispar distribución, pues la gran mayoría de los académicos son hombres. Así, en la Universidad de Chile, solo hay dos académicas de un total de 26 (7,7%) con dedicación completa; en el Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica, 6 de 37 (16,7%); en la Universidad de Concepción, 4 de 18 (22,2%). El análisis en el mundo público muestra la repetición del mismo patrón: solo una mujer ha ocupado el cargo de Ministra de Economía desde su creación en 1941; ninguna mujer ha encabezado el Ministerio de Hacienda y solo una ha integrado el Consejo del Banco Central en toda su historia. Demás está decir que no ha existido ninguna presidenta del Banco Central de Chile, como sí es el caso actualmente en la Reserva Federal de Estados Unidos.
Por algunas razones, la economía parece ser una disciplina particularmente hostil con las mujeres. Una explicación ampliamente aceptada en el campo de la investigación es la que dice relación con los roles de género y los modelos que las personas identifican en cada una de las profesiones. Por ejemplo, Justin Wolfers, un conocido economista y columnista del New York Times, comentaba hace un par de meses que no se tiene respeto a las economistas en los medios de comunicación escrita y trataba de explicar este fenómeno en parte por un sesgo inconsciente presente en la mayoría de las personas: “Cierren los ojos por un momento e imagínense a alguien especialista en economía. Lo más probable es que se haya imaginado a un hombre.” De esta forma, antes siquiera de pensar en las profesiones y ocupaciones que una persona tendrá en la vida, existe una “idea” preconcebida de lo que hombres y mujeres deberían hacer, lo que influencia en parte las decisiones propias sobre qué estudiar o hacia dónde orientar la misma carrera. Esta idea podría estar fuertemente relacionada con otras creencias, como aquella que plantea que por características biológicas los hombres son mejores que las mujeres en matemáticas, a pesar de que numerosos estudios han demostrado recientemente que este paradigma es falso (Ceci y otros, 2014).
Sin embargo, una vez superado el margen donde se filtra por la elección propia de qué y cuánto estudiar -digamos, terminados los estudios formales-, existen aún más castigos hacia las mujeres. Esto es lo que Noah Smith, un conocido comentarista de finanzas del portal Bloomberg, denominó hace poco más de un año como el sexismo de la economía. Lo cierto es que existe evidencia cuantitativa sobre un claro sexismo característico de la disciplina económica, que no se encuentra en otras disciplinas (Ceci y otros, 2014). Una vez que se comparan economistas hombres y mujeres con iguales méritos (por ejemplo, haber obtenido un doctorado y haber publicado investigaciones relevantes), se encuentra que la promoción de las economistas es mucho menor que la de los hombres. Y menor es también su salario.
Pero entonces, ¿por qué la economía es más sexista en comparación a otras disciplinas? El comentarista financiero es sincero al decir que realmente no sabe. Sugiere, sin embargo, una idea que está ampliamente señalada como verdadera: que la economía como disciplina ha tenido históricamente un “sesgo conservador”. Según el comentarista, esto podría haber atraído especialmente a jóvenes conservadores, cuya forma de pensar está impregnada también con un sesgo conservador “social” en cuanto al tema de género. Es nuestra opinión que esto es especialmente cierto, como lo evidencian diversos estudios relacionados al pensamiento de los economistas (Mayer, 2001; Urzúa, 2007; Frey, Humbert & Schneider, 2009).
Así las cosas, el sesgo “conservador-económico” estaría íntimamente ligado al sesgo “conservador-social”, lo cual se expresa en una discriminación hacia las mujeres en el campo de la economía. Un ejemplo de este conservadurismo en Chile se puede ver en el informe final de la Comisión Asesora sobre el Sistema de Pensiones (Comisión Bravo), donde el 71% de los economistas prefirieron la opción conservadora (“conservar” el sistema de pensiones actual), mientras que los miembros de la comisión de otras disciplinas votaron en un 100% a favor de cambiar el sistema (la opción “no conservadora”).
Pero no creemos que esta relación entre el “conservadurismo-económico” y el “conservadurismo-social” (o de género) sea simplemente una coincidencia o una herencia histórica. La que hoy es la corriente económica dominante tiene ciertas características muy particulares que parecerían asociarse a lo que el psiquiatra chileno Claudio Naranjo ha llamado recientemente la mente patriarcal (Naranjo, 2010). Si la economía presentase las características de esta mente patriarcal, probablemente se podría estar explicando la discriminación a las mujeres en este ámbito del conocimiento.
A modo de ejemplo, el mes recién pasado se acaba de publicar un estudio que aborda las diferencias existentes entre hombres y mujeres a la hora de mostrarse cooperativos. El experimento consiste en elegir entre dos alternativas, una que es menos “costosa” pero también menos “socialmente responsable”, y otra que es más “costosa” aunque más “responsable”, pues genera beneficios para todos los jugadores. El estudio concluye que en condiciones “naturales”, esto es, sin introducir marcos legales ni esquemas de redistribución posteriores en el experimento, las mujeres muestran una disposición a cooperar mucho mayor a la de los hombres. Así, las mujeres se revelarían como “naturalmente” más cooperadoras, en comparación a los hombres.
Y es aquí donde volvemos al concepto de la mente patriarcal, o si se quiere, de la economía patriarcal (Naranjo, 2014, p. 100). Según el psiquiatra chileno, las personas –y por extensión, la sociedad y la economía- somos seres “tricerebrados”, en el sentido de que nuestro cerebro se compone de tres partes que se identifican con tres mentes: la mente patriarcal, la mente matriarcal y la mente filial. Naranjo identifica a la mente patriarcal como el principal corruptor de la civilización actual, siendo el ego patrístico “un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda”. En la perspectiva de la comprensión histórica y cultural de la experiencia humana según las formas de amor, a diferencia del amor paterno, “el amor materno se orienta hacia la naturaleza y hacia lo individual, y no se basa en el mérito, sino en la necesidad. Sus características son la generosidad y la empatía, y su forma suprema, la compasión”. Por otro parte, el amor filial puede reconocerse más ampliamente “en una libre orientación hacia la felicidad” (Naranjo, 2007).
En el experimento antes mencionado, las mujeres se muestran como naturalmente más cooperadoras en comparación con los hombres. Hay que mencionar que esto no implica que la naturaleza de las mujeres sea más cooperadora, sino que existen roles que pueden estar influyendo en la disposición a cooperar o competir. Son estos roles los que se identifican con las tres mentes de las que habla Naranjo. La mente patriarcal no sería entonces la mente de los hombres, sino “una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos, hombres, mujeres y niños, [todos] contaminados por el mismo virus”. Esta identificación de las mujeres con la mente matrística es también lo que estaría actuando en contra de su inserción dentro de una disciplina casi totalmente dominada por el ego patrístico.
Volviendo a la economía, no pensamos entonces que sea casualidad que la única mujer en la historia ganadora del llamado Premio Nobel de Economía, Elinor Ostrom, haya basado la investigación de su vida en las formas de economía cooperativa. En su trabajo, Ostrom desafía paradigmas tradicionales para estudiar cómo subsisten miles de sistemas exitosos actuales de administración comunitaria de diversos bienes comunes a lo largo del mundo. Existe en Ostrom, entonces, un distanciamiento evidente de la corriente económica dominante, corriente que supone un ser humano intrínsecamente egoísta, que exalta los beneficios de los mercados y que llama a la competencia como el único motor del progreso económico y social. También se evidencia así un distanciamiento de la mente patriarcal, pues como señala Naranjo “[el] cerebro patriarcal-racional llama a la competencia, mientras que el femenino llama a la cooperación”.
Es interesante ver también que en el informe final de la antes mencionada Comisión Bravo, la opción de mantener el sistema de pensiones fundamentalmente en una modalidad de capitalización individual fuera apoyada en un 92% por hombres, mientras que las opciones que instalaban un elemento solidario al esquema de pensiones tuviera el apoyo del 87% de las mujeres presentes en la Comisión.
La menor presencia de las mujeres en el mundo de la economía, el reconocido sexismo presente en la disciplina, bien podría tener su base entonces en una forma de ser de la economía actualmente dominante, en sus procedimientos, en los elementos sobre los cuales pone su atención, en su casi total aislamiento de las humanidades y el resto de las ciencias sociales, y en su estrecha relación con el poder económico. Todo lo cual determina la supremacía en la economía del elemento patriarcal-racional por sobre el matriarcal-empático y también por sobre el filial-activo.
En el Día Internacional de la Mujer reivindicamos la conciencia matrística-femenina en el sentido de recuperar la empatía por los demás, devolver el lugar que la cooperación tuvo en tiempos antiguos y, en general, recuperar en la economía la capacidad de pensar una sociedad de personas amorosas y solidarias. No creemos por ende que para que las y los estudiantes de economía y economistas dejen de ser sujetos de discriminación en una disciplina fundamentalmente patriarcal, deban someterse a las mismas lógicas que este ego patrístico impone sobre los representantes de esta disciplina. Así, no creemos que la solución sean más Angela Merkel ni Christine Lagarde (Directora del FMI). Más bien, necesitamos más economistas que sigan el ejemplo de mujeres como Eleonor Ostrom, en pos de una disciplina que se transforme en esta dirección.
El llamado es, entonces, a modificar todas las estructuras que tengan que ser modificadas, para alcanzar una nueva sociedad donde prime el bien común; a tomar conciencia sobre las formas de discriminación hacia las mujeres y también, sobre las formas de discriminación de maneras de pensar que ponen el centro de atención en la cooperación, la empatía, el cuidado y la solidaridad.