Inminente revocación de nacionalidad por gracia
El desconocido perfil sicológico de O’Reilly: rasgos narcisistas, sexualidad infantil y búsqueda de poder
22.01.2015
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Inminente revocación de nacionalidad por gracia
22.01.2015
El sacerdote legionario John O’Reilly guardó estricto silencio durante el juicio oral que lo sentenció a cuatro años de libertad vigilada, por abuso reiterado en contra de una menor de edad mientras ella era alumna del Colegio Cumbres, institución donde por años su influencia no tuvo contrapeso. Pese a las graves acusaciones que pesaron en su contra, O’Reilly no emitió ni una sola palabra. Su única declaración, hasta ahora no conocida, la hizo ante el Cuarto Juzgado de Garantía y en forma previa a su formalización por la Fiscalía Oriente.
Transcurridos ya dos meses de su condena, CIPER rescató uno de los antecedentes más ilustrativo respecto de los rasgos de personalidad de O’Reilly: el informe sicológico que realizó la perito judicial Adriana Guilo Sosman, tras entrevistarse con el sacerdote de 66 años en tres sesiones realizadas en enero de 2013. El documento, al que tuvo acceso CIPER, fue presentado por la fiscalía durante el juicio.
La especialista diagnosticó, en lo esencial, “rasgos de personalidad de tipo narcisista” y una “sexualidad inmadura e infantil, manifestación de alguna etapa del desarrollo psicosexual no resuelta”. El informe no descarta la presencia de alguna psicopatología vinculada al área sexual y manifiesta sus reservas para que siga en trato directo con niños y niñas por “dificultades en la modulación y postergación de impulsos, falta de empatía y déficit en su capacidad de adaptación social”.
Este fue uno de los elementos que se ventilaron en el juicio que terminó con la condena del sacerdote más influyente y mediático de los Legionarios de Cristo, el mismo que cultivó una línea directa al corazón del empresariado más influyente (ver fallo). Hoy, el sacerdote John O’Reilly vive su condena en una de las casas que mantiene el movimiento Regnum Christi de los Legionarios, en Las Condes, aún cuando goza de libertad de movimiento. Y la ejerce, como quedó retratado en una foto que encendió las redes sociales, donde se lo ve conversando animadamente a la salida de un supermercado.
En el plano judicial, ya está todo dicho. O’Reilly no recurrió de nulidad y la sentencia quedó ejecutoriada. A partir del 10 de diciembre el sacerdote integra oficialmente el registro de pedófilos, lo que lo inhabilita para trabajar con menores. Pero los efectos de las acusaciones que pesan sobre su conducta no han terminado. Una nueva estocada a su imagen será disparada desde el Senado, cuando éste sancione la revocación definitiva de la nacionalidad por gracia que se le concedió hace seis años (enero de 2009). Se estima que el proyecto de ley, que recoge tres iniciativas parlamentarias, debiese ser votado la próxima semana, antes del receso legislativo de verano.
Los resultados del peritaje de la sicóloga Adriana Sosman fueron lapidarios para O’Reilly. La pericia fue realizada en enero de 2013 y su informe está firmado en marzo de ese mismo año. A partir de ese momento, el sacerdote se negó sistemáticamente a ser evaluado nuevamente en otras instancias formales que solicitó la Fiscalía Oriente. En agosto de 2013, se le citó en dos oportunidades a la unidad de Reinserción Social de Gendarmería, para realizar una evaluación presentencial. A través de su abogado, Luis Hermosilla, O’Reilly la rechazó argumentando que “no estaba dispuesto a realizar esta diligencia”. En el mismo mes de agosto, se le citó al Servicio Médico Legal para realizar un informe de facultades mentales, a lo que también se negó.
La sicóloga y perito judicial, Adriana Guila Sosman Contreras, sostuvo una primera entrevista de dos horas con el sacerdote el 11 de enero de 2013. En los dos días siguientes lo sometió a tres test sicológicos. De acuerdo al informe que evacuó al término de la ronda, John O’Reilly se mostró “cortés, colaborador, respetuoso y dispuesto” a responder las preguntas de forma serena. En cambio, cuando le preguntaron por la denuncia por abuso contra las hermanas C.H.M y J.H.M., “se aprecia mayor agitación y confusión en su relato”.
Cuando habla de su familia de origen en Irlanda “se le aprecia distante emocionalmente”, dice la perito. En su relato, el sacerdote contó que provenía de una familia de origen humilde, con padres muy católicos. Siendo el mayor de ocho hermanos, fue el único al que criaron sus abuelos maternos, por lo que tuvo mejor pasar económico y eso le permitió ser el único profesional de su familia. A los 21 años optó por el sacerdocio.
Con respecto a los test sicológicos, la perito reporta: “Mucha ansiedad, la cual se expresa físicamente en sudoración y ligero temblor en las manos. Su enfrentamiento a los test es de manera cautelosa e impresiona una tendencia a reservarse las respuestas que piensa le pueden perjudicar”.
Del análisis de sus respuestas, la especialista reporta que O’Reilly “tiene necesidad de ser reconocido y de acaparar la atención y el espacio. Esta tendencia a nivel vincular se puede traducir en una trasgresión de ciertos límites implícitos en las relaciones interpersonales, siendo proclive a desubicarse en el trato personal más íntimo”.
John O’Reilly aparece en los test como un hombre “obstinado e impaciente, que evidencia tenacidad en los proyectos que lleva a cabo”; de carácter “dominante y autoritario, aunque se presente como una persona pasiva y complaciente”. Se le reconoce capacidad creativa y para innovar con sus ideas, además de mucha energía para impulsar sus proyectos. Sin embargo, la perito sostiene que esa misma capacidad se traduce en “una tendencia a fantasear y adornar la realidad”.
Un elemento que se repite a lo largo del informe sicológico que se presentó en el juicio oral, es su anhelo permanente por acceder y permanecer en la juventud, evidenciando angustias respecto de la vejez, la decadencia y la muerte, lo que explicaría su tendencia a relacionarse con personas menores, niños y jóvenes. “Se encuentra detenido psíquicamente en una etapa evolutiva anterior a la que está, en una etapa de juventud, de disfrute”, concluye la perito Sosman.
El informe reporta que John O’Reilly invierte energía y esfuerzo en reprimir sus impulsos y ansiedades, “control que no es exitoso en la medida que finalmente estos irrumpen”. De la mano de esta apreciación, concluye que el sacerdote es inestable emocionalmente, “en la medida que predominan en su mundo interno la presencia de impulsos básicos, infantiles e inmaduros de necesidades de satisfacción inmediata, que no logran ser postergados y jerarquizados de manera apropiada”.
La sicóloga subraya que, “más que una disposición interna o impulso destinado a agredir física o sexualmente”, lo que predomina en O’Reilly es su dificultad para moderar sus necesidades.
Desde que se instaló en Chile, a comienzos de los ‘80, el sacerdote John O’Reilly ha estado vinculado a la élite, primero como capellán de alumnas de colegios privados de estratos altos y luego con un rol más visible en el Colegio Cumbres, de la Legión de Cristo, donde ejerció como capellán extendiendo sólidas redes de amistad con el mundo empresarial más connotado. Desde allí se impuso como una figura respetada y con un grado de autonomía muy superior al de sus pares legionarios, como lo reconocieron varios testigos durante el juicio.
En ese contexto, el informe sicológico suscrito por Adriana Guila Sosman, reporta su escasa capacidad de autocrítica, lo que “en ciertas ocasiones puede implicar una actitud indiferente o desafiante ante la autoridad y a las normas del grupo de referencia”, sin que sea una actitud agresiva. El propio O’Reilly admitió ante la sicóloga que en algunas oportunidades había faltado al voto de disciplina que le impone la orden religiosa a la que pertenece.
El test abunda en la forma en cómo el sacerdote se relaciona socialmente. Y establece que sus relaciones son funcionales a sus expectativas y necesidades: “Se vincula por contigüidad con personas que posean poder, riqueza o influencia, en busca de prestigio personal y de mayor liderazgo”.
Finalmente, la perito sostiene que en la identidad de O’Reilly existen “fantasías de omnipotencia y defensas narcisísticas y obsesivas que impiden que el sujeto se contacte con sus conflictos y tendencias internas contradictorias, para así elaborarlas e integrarlas”.
El silencio de John O’Reilly durante los tres meses que duró el juicio oral, fue elocuente. Pero el sacerdote no se mantuvo mudo durante el desarrollo total del juicio que enfrentó por abuso de menores. Existen valiosos y hasta ahora desconocidos antecedentes que él mismo aportó, cuando la investigación estaba aún en el Tercer Tribunal de Garantía, en una fase anterior a su formalización por el Ministerio Público.
En esa audiencia, O’Reilly relató cómo era su vida durante los siete años que pasó en Roma junto al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, entre 1968 y 1975: “Yo le servía la mesa, que es traducido a ser mozo, no en exclusiva… Lo servía, pero no tenía acceso a mucha información”. Años más tarde, en 2010, se destaparía el escándalo que terminó con Maciel condenado por abusos sexuales reiterados de menores de edad, durante décadas, uso de drogas y abuso de autoridad para someter a sus víctimas.
Tras una investigación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el papa Benedicto XVI aplicó la máxima sanción que contempla la Iglesia Católica para estos casos. Con la única atenuante de su avanzada edad, se le ordenó “una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier forma de ministerio público”. La condena determinó que “los gravísimos y objetivamente inmorales comportamientos del padre Maciel, confirmados por testimonios incontrovertibles, representan, en algunos casos, auténticos delitos y manifiestan una vida sin escrúpulos ni auténtico sentimiento”. Tras su muerte en 2008, se conoció además la doble vida que llevó durante años con amantes y a lo menos tres hijos.
Pese a los contundentes antecedentes, John O’Reilly fue un férreo defensor del fundador, apostando por su inocencia durante el proceso, hasta que se conoció la condena definitiva del Vaticano y luego, la doble vida de Maciel. Sólo en ese momento, O’Reilly admitió su error.
Ante el Tribunal de Garantía, O’Reilly admitió que conocía a la menor de las hermanas que denunció haber sido víctima de abuso (J.H.M), sin embargo, aseguró reiteradamente que “nunca” estuvo a solas con ella y que tampoco la mandó a buscar “nunca” a la sala de clases. Un punto clave de la acusación y que fue ampliamente desmentido durante el juicio.
Pocos días después de que se conociera la sentencia condenatoria del Cuarto Tribunal Oral en lo Penal, irrumpió una avalancha de proyectos legislativos para revocar la nacionalidad por gracia concedida al sacerdote de origen irlandés, vigente desde enero de 2009. Tres proyectos, suscritos por distintos diputados de la Nueva Mayoría, fueron presentados en noviembre de 2013, seis años después de que el mismo Congreso concediera por amplio respaldo transversal la nacionalidad por gracia al sacerdote.
En la antesala de que se revierta el reconocimiento honorífico del Senado al sacerdote condenado, algunos parlamentarios debieron recordar las consideraciones que se tuvieron a la vista para concederle la nacionalidad. Como la «preocupación» de O’Reilly en «la formación de la juventud, cultivando virtudes como el respeto, la transparencia, la vida de gracia y la entrega a las personas más necesitadas», además de reconocer su aporte en distintas instituciones educacionales. La presentación de 2009 tuvo el respaldo de 26 senadores y sólo obtuvo dos abstenciones y ni un solo voto de rechazo.
Una de las tres mociones parlamentarias que piden la revocación, apunta a que la condena echó por tierra las consideraciones anteriores: “En este caso, al existir una sentencia que ha establecido la responsabilidad penal de este sacerdote, podemos señalar de forma indubitada que su actuar ha sido no sólo impropio, sino que reprochable e inmoral”.
Desde que ingresaron a tramitación los proyectos, refundidos dos de ellos, la votación de diputados y senadores fue prácticamente unánime para apoyar la idea, tanto en comisiones como en la Sala y hoy está a punto de ser despachado en la Sala de el Senado. En la Cámara, sólo se opuso el diputado Ignacio Urrutia (UDI) y se abstuvieron los diputados UDI: Jaime Bellolio, José Antonio Kast, Felipe Ward, Arturo Squella y Romilio Gutiérrez.