El fraude médico de la Universidad del Mar y cómo descubrieron a los falsos doctores
23.12.2014
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
23.12.2014
A sólo días de que se dicte sentencia final contra los dos falsos médicos que ejercían en la Universidad del Mar (UDM), uno como directora del Área de Salud y el otro como profesor de Anatomía en Enfermería, el doctor Ramón Vergara relata cómo él, su esposa -estudiante de Enfermería de la UDM- y un grupo de sus compañeras, descubrieron primero el fraude educativo y luego los certificados profesionales falsos de ambos “académicos”. Una doble estafa que afectó a más de mil estudiantes de una universidad acreditada por la autoridad, la que luego se desplomaría frente a los ojos de todos. Por el daño nadie responde.
En la víspera de que se conozca la sentencia final en el juicio que debería condenar a duras penas de cárcel a los dos falsos médicos que impartían docencia en la Universidad del Mar, es bueno recordar que Tania González Correa (41 años) se presentaba como médico cirujano internista, bióloga y enfermera de la Universidad de Chile, además de especialista en Medicina Geriátrica y terapia natural. Sus inicios en la Universidad del Mar, cuando fue contratada como jefa de la carrera de Enfermería, datan de 2007, un año especial para la UDM. Solo un dato para ilustrar el descontrol que alcanzó esa universidad en ese 2007 ante la vista de todas las autoridades de educación del país. En 2002 tenía 3.500 alumnos, 18 carreras y dos sedes y pasó en 2007 a 22 mil estudiantes, 120 carreras y 14 sedes en todo Chile. Un enorme salto en solo cinco años. Dos años más tarde, cuando Tania González -quien tenía un título de profesora de Educación Básica y Licenciada en Educación de la Universidad de Las Américas, y obtuvo un título express de enfermera en un Programa Especial de Titulación que le ofreció la propia rectoría de la UDM y que en 2013 fue anulado- ya era jefa del Área de Salud de la UDM (que abarcaba las carreras de Kinesiología, Enfermería, Nutrición, Fonoaudiología, Técnico en Enfermería, Obstetricia y Puericultura), cuya matrícula llegaba al 40% total de la universidad y en 2011 al 44%.
Su ex pareja, el también falso doctor Héctor Letelier Pantoja, tenía un título de tecnólogo médico de la Universidad de Chile y trabajó en HELP, donde alcanzó a realizar 7.286 atenciones domiciliarias.
Este es el testimonio del doctor Ramón Vergara, quien junto a su esposa Paulina Barría, estudiante de Enfermería de la Universidad del Mar y de un grupo de sus compañeras en esa institución, jugaron un rol clave en 2012 en la denuncia ante la justicia tanto de la estafa en la calidad de la instrucción que se impartía en la UDM en el Área de Salud, como en los títulos falsos de médico cirujano de dos de los “académicos” más importantes del área:
“Hace ya más de dos años que junto a mi esposa Paulina y un grupo de sus compañeras de la carrera de Enfermería de la Universidad del Mar iniciamos este camino en los tribunales de justicia. Ha sido un proceso difícil y largo. Recordar las circunstancias a través de las cuales sospechamos que estábamos en presencia de una estafa en la educación superior, ha abierto algunas heridas y nos ha hecho reflexionar. Muchos de los ex compañeros de mi esposa y estudiantes de la UDM han tomado distintos caminos. Algunos han podido rehacer sus estudios en otras universidades, pero otros no han podido hacerlo. Las medidas adoptadas por el gobierno anterior para compensar a los alumnos y reubicarlos, fueron insuficientes. Recuerdo, por ejemplo, que los beneficios económicos para compensar a los estudiantes, que incluían becas de distinto tipo, excluyeron a los alumnos de los campus de Santiago y de Viña del Mar, en donde se encontraba estudiando el número más importante. Las familias aun esperan una respuesta de la primera querella por estafa que fue interpuesta por más de mil alumnos de la Universidad del Mar, la que descansa en la Fiscalía de Valparaíso, sin respuesta hasta la fecha.
En un comienzo, cuando en el año 2011 mi esposa Paulina iniciaba sus estudios en la carrera de Enfermería, la Universidad del Mar parecía bastante confiable. Estaba acreditada por la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) por cuatro años, y ella me comentaba que la Jefa del Área de Salud, Tania González, era médico de la Universidad de Chile. Además, la universidad entregaba muchos beneficios económicos y créditos a sus estudiantes, como el no pago de matrícula. Paulina me comentó, además, que había un segundo colega, Héctor Letelier, que hacia clases de Anatomía. Parecía un lugar prometedor para estudiar.
Transcurridos unos pocos meses aparecieron los primeros problemas. Paulina comenzó a relatar hechos preocupantes: los profesores faltaban a clases sin avisar mientras paulatinamente algunos docentes iban renunciando y desaparecían de la escuela; o cuando una profesora les pedía a algunos de sus alumnos que le enseñaran los pasos prácticos a sus propios compañeros, es decir, a extraer sangre y poner inyecciones intramusculares. A esto se sumó un hecho aún más inquietante: al parecer, la universidad estaba perdiendo sus campus clínicos.
En forma paralela a esas informaciones, cuando estudiábamos junto a mi esposa los contenidos de las clases, me di cuenta que algunos ramos estaban mal estructurados, las clases desordenadas, con copypaste de páginas de internet. El laboratorio de Anatomía no era tal: no había cadáveres ni modelos completos para impartir el curso, y a los alumnos se les enseñaba con láminas pegadas en la pared que perfectamente podían ser utilizados en alguna escuela básica.
Frente al cúmulo de situaciones irregulares que afectaba a la calidad de la educación que se impartía a miles de estudiantes de la Universidad del Mar en el Área de Salud, decidimos contactar al abogado Mauricio Daza, a quien habíamos visto en un programa de televisión por el llamado “Caso Bombas”. Su claridad de argumentos nos daba confianza. El abogado Daza nos dijo que estaba interesado en el problema y que lo que procedía era interponer una querella por estafa, lo que finalmente se hizo. Más de mil alumnos se unieron a esta querella.
Aún estamos a la espera de los resultados de esa investigación sobre una gran estafa en la educación superior y que marca un hito en la educación chilena.
Yo soy médico cirujano de la Universidad Austral y especialista en salud pública de la Universidad de Chile. Llevo diez años trabajando en el sistema público de Salud y he defendido al sistema y a los médicos que trabajamos ahí muchas veces, sobre todo a los que trabajan en las difíciles condiciones de la atención primaria. También he sido dirigente del Colegio Médico. Todo esto lo he hecho porque creo y confío en los médicos y en su labor social. Por eso, mi primera reacción cuando mi esposa me comentó muchas veces que Tania González no podía ser médico, fue la negación. Si bien el rumor corría al interior de la universidad, yo me resistía a creer en algo así. Estaba lejos de mi ethos.
Pero la insistencia de Paulina me desbordó. Y fue así como fuimos de a poco descubriendo que la mentira era real. Es difícil describir lo que me pasó cuando recibimos la respuesta de la decana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile: Tania González no era médico ni enfermera. ¡Escalofriante!
Fuimos muy perspicaces al sospechar que lo mismo podía pasar con Héctor Letelier, su ex pareja, ya que habíamos visto y estudiado sus precarias clases de Anatomía. La respuesta fue similar de parte de la decana: Letelier tampoco era médico y sólo tenía un certificado que acreditaba que era tecnólogo médico. Pensamos que era lógico pensar que había más profesores en similares condiciones, pero no logramos completar aquella investigación. Esto dio pie para presentar la segunda querella, esta vez por ejercicio ilegal de la profesión. Aquí el trabajo del fiscal Tufit Bufadel ha sido impecable, con gran compromiso por nosotros los afectados. Tuvimos gran cobertura mediática. El juicio nos dio la oportunidad de contar lo que ocurría en los medios de comunicación escritos y en televisión y logramos que ambos quedaran en prisión preventiva, situación que se mantiene hasta hoy.
El descubrir a estas dos personas que trabajaban como médicos y profesores, con múltiples supuestas especialidades y subespecialidades (Héctor Letelier en Traumatología y Hematología; y Tania González en Geriatría), vino a fortalecer nuestra primera querella, ya que fue la comprobación de que la estafa educacional y económica que habíamos denunciado primero, traía en su seno una maraña aun más profunda y compleja.
Efectivamente esta es una estafa social, porque se engañó la fe pública y a las instituciones del Estado. Todos los engañados confiamos en que estábamos en presencia de médicos muy calificados, porque, entre otras cosas, se desempeñaban en una universidad acreditada por el Estado, lo que indicaba que sus procesos, mallas curriculares y carreras habían sido analizados por expertos.
Los engañados y afectados fueron miles de personas: pacientes, estudiantes y sus familias. Los procesos de control burocrático fueron burlados por estas dos personas en áreas tan sensibles e importantes para el país como lo son salud y educación. El engaño se hizo, además, prolongado en el tiempo ya que se inició por lo menos desde 2007, cuando Tania González fue contratada en la UDM, además de trabajar como médica cirujana en el Hospital de Curacaví y luego en la Fundación Las Rosas (2009-2011) y también en un consultorio municipal de Maipú, sin que nadie lo advirtiera. Ninguna sospecha, ninguna denuncia.
Esperamos que esta indignante estafa, que es la punta de un iceberg, no vuelva a ocurrir nunca. Para que esto no se repita, es necesario que la justicia haga su parte. Confiamos en que esto ocurrirá. Somos muchas las personas (y me atrevería a decir que gran parte de los chilenos) que esperamos se haga justicia. Necesitamos dar vuelta la página. Necesitamos que este ciclo, que para algunos ha sido de dolor, desesperanza y olvido, se cierre”.