Violencia intrafamiliar: Víctima pide mejorar protección a mujeres agredidas y resguardo de bienes adquiridos en pareja
12.07.2013
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12.07.2013
Fui víctima de violencia intrafamiliar el año pasado. En la cuarta oportunidad que mi pareja de más de nueve años de convivencia me golpeó, llamé al 147. Estaba desesperada e impotente ante tanta injusticia. Allí fui acogida desde un comienzo por Carabineros, funcionarios del Hospital del Salvador y una psicóloga. Me indicaron los pasos a seguir en este, hasta entonces, desconocido procedimiento para mí.
Jamás pensé que mi vida pudiera tener un giro tan brusco. Recién este año descubrí que mi pareja tenía una doble vida con una compañera de oficina (con un hijo de 5 años).
Sin ánimo de detallar todo mi drama, quiero pedirles a las autoridades del Sernam que impulsen el proyecto de ley que está en el Congreso y que protege los bienes adquiridos en la vida en común. Fui influenciada por mi pareja para renunciar a un trabajo de 22 años, recibí una indemnización importante que contribuyó a la compra de un departamento que, torpemente, quedó a nombre de él. Durante nuestra vida en común pedí dos préstamos de consumo para pasárselos a él (aún estoy pagando por dos años más), etc.
Afortunadamente, con mi hijo -de un matrimonio anterior- podemos quedarnos por un año viviendo en dicho departamento, de acuerdo a lo dictaminado por el 8° Juzgado de Garantía. Pero luego debemos dejarlo, sin tener derecho a recuperar nada de lo aportado en todo este tiempo a esta sociedad de palabra, llamada unión de hecho y sin legislación que la ampare aún.
El día posterior a la última agresión me llamaron de la Fiscalía Oriente varias veces para indicarme cómo iba la preparación de la audiencia que tendría el agresor con el fiscal. Finalmente, se adoptó la medida cautelar de prohibirle a mi ex pareja acercarse a menos de 100 metros de mi trabajo y del departamento donde vivo. También se me dio acceso a un número 800 «Auxilio Familia en Línea».
Solo en una ocasión supe que una pareja de carabineros había ido al edificio a preguntar si este hombre se había acercado. El conserje llamó a mi nana para preguntarle y la respuesta obvia fue que no, nadie lo había visto. No sé si han vuelto a ir, porque ya no tengo nana y los conserjes nada me han comentado.
Con mucho susto vi que un bolso que él había mandado a pedir a través de un familiar de él y que estaba en la bodega, apareció casi vacío. Hablé con el conserje y nada sabía. Este tipo tenía llaves de la bodega al irse.
Por lo anterior, llamé a la línea 800 donde me dijeron que ellos no veían «eso», que tenía que llamar a la Fiscalía. Ahí insistieron en que «mientras usted no lo vea, no podemos hacer nada». Les pedí un cambio de chapa de seguridad de la bodega (ya lo habían hecho con la puerta del departamento, lo que nos tenía algo aliviados), pero me respondieron que «era sólo un cambio de chapa por caso». No quiero explicar lo que sentí, porque estoy tratando de resumir. Después de tanto insistir, logré que hicieran el cambio.
Supe que este hombre está viviendo cerca del edificio, a un par de cuadras. Nuevamente llamé, pero me dijeron que «los 100 metros son el límite y mientras él no se acerque, no podemos hacer nada». Yo ando en bicicleta desde mi casa a la oficina, pero igual tengo pánico que me pase algo y también a mi hijo. Él conoce nuestras rutinas y puede perfectamente hacer algo a través de otra persona. Trato de salir lo menos posible.
Todo esto ha sido un daño inmerecido. No quiero detallar los gastos médicos, terapias, remedios, noches sin dormir, problemas económicos, recurrir a la municipalidad por ayuda para los estudios de mi hijo, beca en su instituto (que no tiene certificación, por lo que no tiene alternativas de créditos en el mercado). Yo soy secretaria bilingüe, por lo que estamos muy ajustados, incluso estoy arrendando una pieza a estudiantes extranjeros que vienen a estudiar español.
No he dejado de trabajar. Todo lo contrario, mi empleo lo cuido más que nunca. Pero tengo mucha rabia, pena, miedo, mi autoestima destruida y me siento muy culpable por hacer pasar a mi hijo por esta situación. Ha sido terrible para él verme golpeada y también vivir situaciones como cuando tuvimos que encerrarnos en una pieza la primera vez que mi ex pareja me agredió.
Una funcionaria del Sernam me ha llamado para preguntar «cómo estoy y cómo va todo”. Sí, sigo trabajando y no me he reconciliado con mi pareja, respondí. Le comenté que hay medidas cautelares decretadas por un año. Y le consulté cómo es el procedimiento para dejar la casa y si podrían ayudarme con un psicólogo. No pido un tratamiento personal, sólo actividades grupales. No me pudieron ayudar. Sobre cómo opera el sistema para dejar el departamento, no tienen idea. Sólo llaman de vez en cuando para preguntar «cómo va todo». Insólito.
Finalmente, me permito sugerir que en Providencia se instale una oficina del Sernam, pues no soy la única mujer en la comuna que vive esto. La oficina de Ñuñoa, a donde recurrí solicitando ayuda, funciona en un horario restringido, por lo que es sólo para gente que no trabaja. Aunque sus asistentes sociales atienden amablemente, invitan a talleres de manualidades y a consultar una psicóloga en horarios no compatibles con la jornada laboral de las víctimas. Cuentan con un abogado, por ejemplo, que va los jueves a las 17:00.
Escribo mi testimonio con la esperanza de que esto se hable y se conozca, porque yo era de aquellas personas que pensaban que estas situaciones solo le pasaban a las familias de estrato social bajo, a la gente de escasa oportunidad de educación. Escribo con la esperanza de que los fonos 800 funcionen bien, aportando ayuda concreta. Escribo porque al parecer ya nos hemos acostumbrado a ver “femicidios” en las noticias. ¿Qué pasa en este Chile frente a este problema? ¿Quién contiene a las que quedamos vivas? ¿Quién nos apoya cuando se produce la estampida de las amistades y vecinos que teníamos en común con la ex pareja?
La red de apoyo para las mujeres que sufrimos este abuso es tremendamente eficiente en el minuto que ocurre el problema, pero después, no.
Yo aún no me repongo de la sorpresa ni del daño emocional para mí y mi hijo. Aún no sé cómo voy a enfrentar el futuro económico que se nos aproxima cuando deba dejar el departamento.
Ruego que se impulse este proyecto de ley para proteger los bienes adquiridos durante la vida en común, ya que estoy segura que somos muchas las personas que vivimos este martirio.
Le escribí a Soledad Alvear, quien votó a favor del proyecto de ley de Acuerdo de Vida en Pareja, que duerme en el Congreso desde agosto de 2011 y no tuve respuesta. Esta es una promesa pendiente del actual Presidente de nuestro país, la que indudablemente tendría una gran acogida entre quienes vivimos esta situación inmerecida.
(*) La autora de esta carta pidió la reserva de su identidad