La travesía de Amelia, Amanda, Catita y María para llegar a Chile
Adopción en Haití: la estremecedora odisea de tres familias chilenas para traer a sus hijas
22.01.2013
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La travesía de Amelia, Amanda, Catita y María para llegar a Chile
22.01.2013
Septiembre de 2011 es un mes que ni Bibiano Castelló ni su familia podrán olvidar. El conocido productor de televisión recuerda dónde exactamente estaba cuando el primer viernes de ese mes, desde Juan Fernández, llegó la noticia que convulsionó a los suyos: en el avión que se estrelló en la costa del archipiélago con 18 pasajeros y tres tripulantes, iba el animador más famoso de la televisión chilena, Felipe Camiroaga, su mejor amigo, compadre y tío favorito de sus tres hijos. Al finalizar el mes, en medio de la infinita tristeza que se había apoderado de su hogar, Castelló, su esposa Valeria Mutis y sus tres hijos tomaban una decisión que les cambiaría la vida: adoptarían una hija en Haití. Ese era también el anhelo muy íntimo que Camiroaga estaba a punto de concretar con el hogar de la Fundación Familias Multicolor en Puerto Príncipe, al momento de morir.
En esos mismos días de septiembre, en Viña del Mar, Jorge Ignacio Cortés, Catalina Viel y sus tres hijos comenzaban el proceso que los acreditaría como “familia idónea” para adoptar en Haití. Desde hacía un tiempo la adopción se había instalado como un sueño al que solo le faltaba rostro. La decisión se gatilló con fuerza en 2009 tras la muerte de su hijo Clemente, a pocos días de nacer. El ímpetu de ese primer intento se vio frustrado en Chile, pues al tener hijos biológicos las posibilidades eran remotas. Fue el animador de la TV latina en Estados Unidos, Felipe Viel, hermano de Catalina, quien les puso frente a sus ojos el hogar de menores vulnerables de la Fundación Familias Multicolor en Puerto Príncipe. A partir de ese momento, Haití se convirtió para el matrimonio Cortés-Viel en el lugar donde encontrarían a su nueva hija.
Para entonces, la casa de acogida (creche) de la Fundación Familias Multicolor en Puerto Príncipe, ya era una especie de segundo hogar para la familia Sagredo-Lombardi. Después de un complicado embarazo de su segundo hijo y traslados laborales, Luis Sagredo y Andrea Lombardi habían decidido que la única forma de cumplir el sueño de tener cuatro hijos era adoptando. Pero al igual que la pareja Cortés-Viel, sus dos hijos biológicos fueron el principal impedimento durante los tres años en que tocaron las puertas de instituciones vinculadas a la adopción en Chile. Fue así como meses después del terremoto en Haití, la pareja decidió que en ese país encontrarían a su tercer hijo.
Casi un año después, en agosto de 2011, Andrea Lombardi estaba en Miami esperando embarcarse hacia Puerto Príncipe. La ansiedad iba en aumento mientras el huracán “Irene” le impedía volar para llegar hasta Amelia, la niña que acababa de nacer y que le sería entregada en adopción. Una llamada desde Santiago interrumpió su búsqueda de nueva información meteorológica. Lo que escuchó en boca de su esposo la derrumbó…
Fue en mayo de 2010 cuando Andrea Lombardi se decidió a llamar a Rosemary Donoso para preguntarle por el proceso de adopción en Haití. La conocía desde que sus caminos laborales se cruzaron en el Banco Sudamericano para luego trabajar juntas en la Corredora Larraín Vial. Y sabía que ella había adoptado un hijo en Haití. Fue entonces que por boca de Rosemary supo de la existencia de Fundación Familias Multicolor, de la cual ella era directora. Y también que para iniciar el proceso debía sacar el “certificado de idoneidad” con Fundación Mi Casa, entidad que a través de entrevistas con psicólogos, asistentes sociales y otros profesionales, acredita que una familia es idónea para adoptar. La familia Sagredo-Lombardi terminó en octubre de 2010 el proceso de idoneidad. Sólo les faltaba conocer a su hija.
-En cuanto nos dieron la “idoneidad” llamé a Rosemary y le dije: “Estamos listos”. Ella me dijo: “Qué bueno porque la creche va a abrir ahora en noviembre”. “¿Cómo?, ¿aún no ha abierto?” fue mi respuesta -dice Andrea Lombardi.
Sólo seis meses después que Andrea y Luis comenzaron a realizar trámites para adoptar una niña del hogar de Familias Multicolor, la casa de acogida de la fundación abrió sus puertas en Puerto Príncipe. Casi dos meses más tarde, el 30 de diciembre de 2010, la fundación obtuvo su personalidad jurídica en Chile ante el Ministerio de Justicia. Pero la espera para Andrea Lombardi y su esposo se prolongaría. Rosemary Donoso les informó que otros matrimonios ya contaban con el certificado de idoneidad, por lo que debían pasar a una lista de espera. Ocho largos meses transcurrieron, hasta que el 22 de julio de 2011, Andrea debió leer varias veces el mensaje de texto que llegó a su celular.
“Llegó tu niña, tiene 20 días de nacida. Es exquisita”. El breve mensaje de Rosemary Donoso hizo estallar la rutina de la familia de Andrea y Luis. La llamaron Amelia, la que pasó a ser la protagonista principal de la casa. Tres días después recibían su primera fotografía.
-Fue demasiado emocionante. Aún antes de recibir las fotos ya moríamos todos de amor por ella. De inmediato empecé a preguntar si ya la habían inscrito, si habían sacado el certificado de nacimiento; pero como no había respuesta, cuando ya pasaba casi el mes, le dije a mi marido: “No espero más. Amelia nos está esperando y yo me voy a apurar los trámites” -cuenta Andrea.
Compró un boleto para ese mismo lunes viajar a Haití, con escala en Miami. Ese 23 de agosto de 2011, Andrea esperaba en Miami embarcar hacia Puerto Príncipe, cuando supo que debía trasladarse a un hotel: la alerta del huracán “Irene” había suspendido los vuelos, el que quedó fijado para las 03:00 de la madrugada. Tan solo una hora y media de vuelo la separaba de Amelia. En la habitación del hotel, Andrea no podía despegar sus ojos de la foto de Amelia. El teléfono interrumpió su búsqueda del informe meteorológico:
-Era mi marido… Escuché a Luis decirme: “Te voy a leer algo”. Era un mail de Rosemary: “Andrea, Luis, no sé cómo decir esto. Es tan difícil. Le iban a poner una vacuna a la Amelia. El doctor la vio enferma…”. Amelia tenía SIDA…
Sola, en una impersonal pieza de hotel en Miami, Andrea vivió un momento que hasta ahora le cuesta mucho repasar. A las tres de la madrugada logró volar rumbo a la capital de Haití. Cuando el avión aterrizó, Andrea todavía lloraba. Y después de dos horas de esperar a un representante de Familias Multicolor en la puerta de salida, aún no podía retener las lágrimas. Sus maletas no aparecieron, pero nada de eso le importó. Así fue como conoció a Marie Phabienne Ravilus (Phabie), la administradora haitiana del hogar de Familias Multicolor, la mujer que antes se desempeñó durante seis años como funcionaria de la embajada de Chile en Haití.
Phabie se encargó de entregarle todos los detalles de cómo se enteraron de que Amelia tenía SIDA. Y luego le preguntó a Andrea si quería ir a conocerla al hospital. Andrea no le dijo que ya la conocía, que durante todo ese mes ella y su familia habían capturado cada pedacito de su cuerpo, que Amelia ya era su hija. Optó por ir primero a la creche para conocer a los niños.
A tres cuadras de la casa del embajador chileno en Haití, colindando con otra casa de acogida instalada por el actor Sean Penn en Puerto Príncipe, está la casa de la Fundación Familias Multicolor. Andrea recuerda que llegaron por un camino pavimentado, cruzaron un alto portón metálico y bajaron del auto. Una mujer con un bebé en brazos la miró fijo desde la entrada del hogar. Luego, se acercó a Phabie y le habló en creole (dialecto haitiano).
–Phabie me dijo que era la mamá de Amelia: quería saber si yo era la mamá adoptiva. Le pedí que no le respondiera… Pero la mujer me extendió los brazos y yo me encontré con Amelia en los míos… La amé inmediatamente. Debo haber estado cerca de media hora con ella en mis brazos. Fue tremendo… Le dije que nunca la iba a abandonar y que aunque no me dejaran adoptarla, yo la iba a cuidar desde Chile -recuerda Andrea.
Cuando la madre biológica de Amelia se la llevó, Andrea se quedó mirándola. Nunca más la vería.
-Decidí llamar de inmediato a Rosemary a Santiago. Lo que escuché fue: “Oye, aprovecha de estar en la creche con los niños. Ve cómo te va. A lo mejor alguno te gusta, alguno te hace click, porque a veces las relaciones nacen…”. Y yo pensaba: “Esto no es un supermercado. Amelia es mi hija”.
Andrea pasó tres días sumergida en la vida de los niños de la casa de acogida de la Fundación Familias Multicolor. Hasta que llegó su hermano para llevarla de regreso a Santiago. En el aeropuerto pasaron a ver si sus maletas habían aparecido.
-Allí estaban. Se las pasé a Phabie explicándole cuál era la de Amelia para que le entregara a su madre todo su contenido. En las otras iban cosas para los otros niños. Phabie se llevó todo y yo me volví con mi hermano y el corazón roto -dice Andrea.
Amelia murió un mes más tarde. La familia Sagredo-Lombardi perdió a su tercera hija. Fue un proceso largo y difícil. Hasta que en el verano de 2012, todos juntos asumieron que Amelia se quedaría para siempre entre ellos y que había que continuar con el anhelo familiar: adoptar a la cuarta hija en Haití. El proceso de adopción de los Sagredo-Lombardi volvió a su día uno. Ni ellos ni los Castelló-Mutis ni los Cortés-Viel imaginaban entonces que el camino que les quedaba por recorrer los enlazaría para toda la vida.
Así como los Sagredo-Lombardi se entregaron a ojos cerrados a la promesa de la Fundación Familias Multicolor -de vincular a familias chilenas con niños haitianos y acompañarlos en su proceso de adopción-, la familia de Bibiano Castelló y Valeria Mutis y también la de Jorge Ignacio Cortés y Catalina Viel, vieron encender su esperanza casi simultáneamente. Para entonces, Familias Multicolor era absolutamente desconocida para los chilenos.
Según sus fundadoras -Rosemary Donoso y Bárbara Vigouroux- la idea nació después del terremoto que devastó Haití en 2010, cuando decidieron instalar una casa de acogida en Puerto Príncipe.
-El 12 de enero hubo un terremoto en Haití y con Bárbara siempre que podíamos mandábamos ropa, comida, porque sentíamos que era una vocación de nosotros devolverle la mano a los niños. Si tampoco es que vas a alimentar a todo el país. Pero queríamos que más niños se salvaran. Para la adopción, estábamos frenados por el Sename: no querían una horda de gente actuando por lástima y no por sentimientos verdaderos. Tampoco había un protocolo de cómo se guían estos procesos. Entonces, después del terremoto, nosotras con Bárbara dijimos: “Basta de quedarnos calladas, vamos a tener que contar esta cuestión…”. Empezaron a llegar miles de mails, miles de consultas –dijo Rosemary Donoso a CIPER.
La investigación de CIPER entrega un dato nuevo del inicio de la relación de Rosemary y Bárbara con Haití y la adopción: ambas trajeron niños de Haití en 2006 y 2007, respectivamente, a los que posteriormente adoptaron.
-La mía era la primera guagüita que se adoptaba en Haití. No había procedimientos legales acá porque Chile en general era un país, por decirlo de alguna manera, exportador de niños, pero no un país importador –afirmó Rosemary Donoso a CIPER.
Así, en el verano de 2012, cuando la familia Sagredo-Lombardi notificó a Rosemary Donoso que reiniciaban su proceso de adopción en Haití, Bibiano Castelló y su esposa Valeria Mutis y Jorge Ignacio Cortés y Catalina Viel recibían sus certificados de idoneidad por separado. Aún sus caminos no se cruzaban a pesar de que ambas familias ya habían visitado la creche de Familias Multicolor en Puerto Príncipe.
Catalina Viel viajó a Haití en mayo de 2011, junto a su hermano Felipe Viel, quien desde su residencia en Miami ya se había convertido en un voluntario que apoyaba la labor de la Fundación Familias Multicolor. En la creche conoció a la pequeña Catalina (Catita) y cuatro meses más tarde Catalina y su marido se incorporarían al proceso con Fundación Mi Casa para adoptarla como su hija.
En esa visita a Haití, Catalina Viel conoció a la entonces directora de Familias Multicolor, Valeska Beovic. “Pero luego de ese viaje, supimos que Valeska salió de la fundación y quedaron solamente al frente Rosemary Donoso y Bárbara Vigouroux. Nunca supimos por qué”, cuenta Catalina. Profundamente conmovida por la precariedad que vio en Haití, Catalina, quien trabaja también en la Fundación Simón de Cirene, que apoya a organizaciones sin fines de lucro, decidió ofrecerle su colaboración a Rosemary Donoso para potenciar Familias Multicolor. Uno de sus consejos fue formar un directorio que multiplicara la captación de ayudas y recursos y que diseñara un sistema para organizar y transparentar ingresos y gastos de la fundación. Pero nada de aquello fue concretado por sus directoras.
Los días previos a la Navidad de 2011 fueron muy especiales para Bibiano Castelló. Llegó hasta la creche de Familia Multicolor en Puerto Príncipe junto a Rosemary Donoso y Bárbara Vigouroux. Y conoció a María de la Luz, la niña de tan solo un año y cuya adopción ya estaba en curso:
-Era un hogar que estaba cuidado, por lo menos en los días en que yo estuve. Uno veía cómo Rosemary y Bárbara le ponían mucho cariño a la fundación. La verdad es que yo quedé muy impresionado. Había una energía muy positiva donde todos queríamos colaborar porque de verdad me estremecía ver a los niños ahí y que no pudieran tener más proyección en sus vidas. En ese minuto sentí que la obra era tan bonita, que me entusiasmé -cuenta Bibiano Castelló.
A su regreso en Santiago, Bibiano llamó a Rosemary y Bárbara, se reunió con ambas y les propuso realizar un reportaje y una campaña para dar a conocer la labor de la fundación. En ese momento, al proponerle algunos puntos de avances en la organización, Castelló palpó la molestia en sus interlocutoras. “La relación se puso densa, pero la verdad es que sentíamos que esto tenía que ser más profesional”, afirma Castelló.
Aún así, a los pocos días, en enero de 2012, Rosemary y Bárbara convocaron a una reunión con objeto de formar un directorio de la Fundación Familias Multicolor. La reunión se realizaría en las oficinas del estudio del abogado Carlos Matthews, otro de los colaboradores voluntarios.
Carlos Matthews dijo a CIPER que en noviembre de 2011 conoció el trabajo de la Fundación Familias Multicolor porque una abogada de su estudio asesoraba a un matrimonio que adoptó a una niña haitiana. Conmovido por el caso, cuenta que apoyó una campaña de recolección de toallitas desechables y pañales para los niños del hogar de la fundación en Haití. Rosemary Donoso fue personalmente a su oficina a agradecerle su gestión. Fue entonces que él le manifestó que quería colaborar, ofreciendo su estudio jurídico para darle asistencia legal tanto a la fundación como a los futuros padres adoptivos que tuvieran problemas de dinero.
La reunión que debía realizarse en el estudio del abogado Matthews nunca se hizo. Y el abogado ya no siguió colaborando. Ninguno de los padres que tramitaban la adopción de un hijo a través de Familias Multicolor supo entonces la razón.
Además del documento que acreditaba la idoneidad -cuyo costo es de aproximadamente $500 mil- las familias que querían adoptar un niño en Haití debían reunir cartas de presentación y otros antecedentes para completar la carpeta que ingresaría al Instituto de Bienestar Social (IBESR) de Haití (símil del SENAME), iniciando así oficialmente el proceso. Todo ello significaba un desembolso de dinero cuyo detalle era informado por las directoras de la Fundación Familias Multicolor. Según se lee en uno de esos documentos informativos (ver facsímil), la fundación no cobra honorarios por adopción y el precio del abogado haitiano fluctúa entre US$3.000 y US$4.000, “dependiendo de la complejidad del trámite”.
Para las familias Castelló-Mutis, Sagredo-Lombardi y Cortés-Viel, el costo del abogado tuvo el mismo valor: US$5 mil, de los cuales US$2.500 se debían pagar al principio y el resto al final del proceso. A eso se agregó en mayo de 2012 un nuevo pago: US$200 mensuales para la mantención del niño en trámite de adopción en Haití.
Ninguna de las tres familias que esperaban impacientes traer a Chile a sus nuevos hijos, puso problemas para estos pagos. Así ocurrió con Catalina Viel y Jorge Ignacio Cortés, cuando el 27 de enero de 2012 supieron que su certificado de idoneidad ya estaba emitido y decidieron iniciar de inmediato los trámites ante el IBESR en Haití:
-Como el 4 de febrero Rosemary viajaba a Haití, le juntamos pañales, comida, leche y muchas otras cosas para los niños del hogar. Le entregamos todas estas donaciones en los estacionamientos de El Bosque Norte, además de la carpeta con nuestros documentos para el IBESR y US$2.500 en efectivo. Era delicado que no me entregara ningún recibo, pero pensé que a lo mejor no era el minuto para preguntarle y que posiblemente traería un papel de Haití -recuerda Catalina Viel.
Ninguna de las familias consultadas por CIPER recibió alguna boleta o factura por los pagos realizados a la Fundación Familias Multicolor. CIPER consultó a Rosemary Donoso, directora de la fundación, por los costos de los trámites de adopción:
-Con la Bárbara nos rebelamos a que esto fuera un negocio, a que tú fueras a comprar un hijo. En la época en que nosotros empezamos esto, tú ibas a una fundación gringa, elegías un niño por catálogo, pagabas US$12 mil y prácticamente te llamaban para que lo fueras a buscar. Nosotros encontramos que eso no podía ser y por eso hicimos esto. El abogado que contratamos, después de pasar por ocho mil abogados…, nos pidió US$6 mil. Es el mejor precio que conseguimos para los chilenos.
Para las tres familias de esta historia, el abogado de la fundación –Jean Bruno Bonne Anné– se convirtió en la primera persona que debían conocer en Puerto Príncipe después de visitar la creche, para apurar sus procesos de adopción. Jorge Ignacio Cortés cuenta cuál fue su impresión cuando le señalaron que el hombre que buscaba en los tribunales de justicia de Puerto Príncipe era precisamente aquel que se distinguía desde lejos con su polera a cuadros amarillos de piqué, en contraste con el resto de los abogados que, vestidos de traje, caminaban por los pasillos.
Para Bibiano Castelló el proceso fue similar: apenas llegó a Haití se juntó con la administradora del hogar y fueron a firmar un papel ante el juez de paz. Fue entonces cuando conoció a Bonne Anné:
-Y allí descubrí que él no es abogado, sino que trabaja en el Centro de Justicia y tiene muchos contactos. Ahí me di cuenta por qué no me daban el teléfono: no tenía oficina. Para él los trámites de la fundación eran “un pituto”, no su trabajo. Me indignó depender de una persona que no se dedica a la adopción de niños.
La misma indignación experimentaron Catalina Viel y su marido en febrero de 2012, cuando viajaron a Haití para agilizar sus procesos de adopción:
-Nos dimos cuenta que el proceso estaba trancado y la carpeta todavía no se iba del hogar. Exigían papeles que nos deberían haber pedido desde el día que mandamos la carpeta a Haití. Por ejemplo, nos faltó el informe completo de la Fundación Mi Casa. Era una máquina en que quedaba todo botado -cuenta Catalina.
Los peores temores se evidenciaron cuando transcurridos dos meses desde que la carpeta de la familia Cortés-Viel estaba en Haití, el expediente fue rechazado en primera instancia para ingresar al IBESR. Y en vista de que Familias Multicolor no contaba con un abogado propiamente tal, decidieron buscar asesoria en la embajada de Chile. Por esa vía llegaron hasta la abogada haitiana Wilna Nelson, quien hablaba inglés y les explicó en detalle el proceso y los costos asociados.
Cuando Rosemary Donoso se enteró de la nueva asesoría legal del matrimonio Cortés-Viel en Haití, evidenció su enojo: “Nos dijo que juntarnos con otros abogados era traición y desconfianza, porque nosotros sabíamos que ella estaba peleada con el cónsul de Chile. Le expliqué que, habiendo varios vacíos en el proceso, lo que yo estaba haciendo era informarme. Que necesitábamos saber en qué nos estábamos metiendo moral y económicamente”, cuenta Catalina.
El conflicto con el cónsul, al que se refería Rosemary, se desató en la víspera de la visita del entonces ministro de Defensa, Andrés Allamand, a Haití. El 11 de agosto de 2011 se realizó una videoconferencia en que participó el cónsul chileno, Diego Rivera, con el Estado Mayor Conjunto, donde trataron el programa de actividades que desarrollaría el ministro durante su visita. Al cónsul se le preguntó por el hogar Familias Multicolor, a lo que Rivera contestó que no recomendaba la visita de Allamand a la creche, que de acuerdo a los antecedentes que manejaba, ni la casa de acogida ni la propia fundación contaban con el reconocimiento de Haití. Rivera agregó que los procedimientos utilizados por la fundación para trasladar niños desde Haití a Chile no se apegaban a derecho. Meses más tarde, el cónsul Diego Rivera interpuso una querella criminal por injurias y calumnias en contra de las directoras de la Fundación Familias Multicolor -Rosemary Donoso y Bárbara Vigouroux-, por mensajes a diversas autoridades donde se lo acusaba de mafioso y otros calificativos.
En paralelo, el conflicto entre Rosemary Donoso y el matrimonio Cortés-Viel iba en aumento. En uno de esos episodios, el 7 de marzo de 2012, Catalina, su hermano Felipe Viel y otro amigo de ambos que apoyaba la fundación desde Miami, recibieron un correo de Rosemary Donoso en el que les puntualizó: “Se supone que quedó claro que nosotras seguimos poniendo las reglas. Intentaremos con los medios propios de hacer los procesos de adopción lo antes posible, tres o cuatro meses. Las visitas a la creche: la idea es que sean un aporte respetando lo más fundamental por lo que hemos luchado, no intervenir en la organización no cambiar las reglas… Así que por favor, la Fundación que presidimos es como un restaurante, tiene un menú. Al que no le gusta se puede ir a otro restaurante. Menú Fundación: tramitación total de seis meses. 1-. El abogado de la creche hace la tramitación. 2-. Niños, son responsabilidad de la creche”.
En el punto 6 de las nuevas reglas, se lee: “Gastos que se recaudan se rinden como toda empresa. Cualquier cambio a este menú no se acoge a la fundación, no se autoriza. Hay varios orfanatos para adoptar en Haití, con catálogo, y pueden trabajar y hablar con el abogado que quieran cuando quieran, pero deben tramitar en otro hogar y no en este. Para ayudar también hay muchas ONG en Haití que felices recogen voluntarios y quizás para ustedes sea más cómodo y se sientan mejor que con este par de locas. Se supone que todo el apoyo es para quitarme peso de encima y problemas y hoy estoy ahogada de tantas cosas y vueltas que se han dado por querer hacer las cosas de distinta manera a lo que les podemos ofrecer. Esperen que terminemos las tramitaciones, respetemos los espacios de cada uno y veamos en tres meses quién sigue o no. Gracias” (vea una copia de este correo electrónico).
Entre las instrucciones perentorias, Donoso estipuló que los niños no podían salir ya más de la creche con sus padres adoptivos y los trámites solo se harían con el “abogado” de la fundación.
Catalina no aceptó la imposición del abogado, básicamente porque éste no les garantizaba que llegarían con éxito al final del proceso. Y le informó a Rosemary que seguiría con su abogada Wilna Nelson. “Si lo haces con la gringa, tu hija tiene que salir del hogar”, fue la tajante respuesta de Rosemary.
-Mi corazón decía que me saliera de ahí, porque era muy raro que no aceptara nuestra ayuda, pero como Rosemary me amenazó con sacar a mi hija del hogar, tuve que desenojarme y buscar la manera de seguir. Todo lo que hacía era pensando en la Catita -afirma Catalina.
Para los Sagredo-Lombardi, el dolor por haber perdido a su tercera hija -Amelia- se vio en cierta forma algo mitigado cuando el 24 de febrero de 2012, hasta la creche de Familias Multicolor en Puerto Príncipe llegó una recién nacida. Fue tal la esperanza que volvió a instalarse en su hogar que tres días después ambos viajaron a Haití y empezaron de inmediato el proceso para que Amanda se convirtiera en su cuarta hija: el reconocimiento de la adopción ante un juez de paz por los padres biológicos, la inscripción, las vacunas y los documentos para una nueva carpeta de adopción. Phabie, la administradora del hogar, les dijo que en unos días, con el informe psicosocial y médico de la pequeña, estarían listos para ingresar la carpeta al IBESR.
Un mes después, Andrea viajó nuevamente a Haití. Y para su sorpresa, constató que durante ese lapso ningún papel se había movido: la fundación Familias Multicolor no había derivado su carpeta al IBESR para iniciar el proceso. Phabie le informó que el abogado pedía el primer pago. Andrea quiso entregarle personalmente los US$2.500 comprometidos. Phabie le indicó que sólo le entregaría a Bonne Anné, US$1.500. “El resto -le agregó- ira contra un recibo”.
En ese minuto, Andrea Lombardi decidió asumir el control del seguimiento de su expediente y le pidió a Phabie y a Bonne Anné su carpeta para ir personalmente al IBESR a entregarla. “Bonne Anné se comprometió a mandarla con un motorista a las nueve de la mañana del día siguiente, pero llegó a la una de la tarde”, recuerda. Junto a sus papeles, Andrea encontró el expediente de la adopción de la hija de Jorge Ignacio Cortés y Catalina Viel. Cuando llegó al mesón del IBESR, se encontró con una nueva decepción: la funcionaria que revisó su carpeta le informó de los documentos que aún faltaban para poder iniciar el trámite de adopción, entre ellos, el certificado de idoneidad. El mismo que había sido emitido hacía más de un año por la Fundación Mi Casa.
-Salí de allí muy alterada. Desesperada, llamé a mi marido: “No tenemos para cuando iniciar el proceso con esta carpeta”, le dije. Le conté que no estaban los papeles de Fundación Mi Casa, que llamara a Delia del Gatto (directora de la institución) y le preguntara dónde estaban esos papeles. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo -cuenta Andrea.
Andrea Lombardi recordó entonces lo que los directivos de la Fundación Mi Casa le explicaron en su momento: que los certificados no se manipulaban sino que se llevaban a Haití directamente por las fundaciones correspondientes, en este caso en manos de las directoras de la Fundación Familias Multicolor.
Así, el viaje de Andrea a Haití, inicialmente por cinco días, se prolongó por dos semanas. Días en los que corrió de una oficina a otra para conseguir lo necesario para alistar las carpetas. En Chile, su marido realizaba todas las gestiones para completar los documentos. El pase para tener a Amanda en casa:
–Luis corría como loco de un lado a otro. Llamaba a Rosemary y constataba que ella no conocía el proceso ya que lo mandaba a realizar distintos tipos de legalizaciones que no eran las que se requerían. Y yo en Haití me preguntaba: ¿cómo puede estar pasando esto si de aquí ya han salido como ocho niños adoptados? Le pregunté a Phabie: ¿cuántas adopciones han salido de aquí? ¿Cuántas hay terminadas? “Ninguna”, respondió ella. ¡No lo podía creer! ¡Es una broma!, le repliqué. Si yo estoy metida en esto desde hace dos años, y estaba en lista de espera porque otros niños fueron entregados antes, ¿cómo se fueron los otros niños? ¡No entiendo! Pero decidí no hacer más preguntas y concentrarme en Amanda y su carpeta -relata Andrea.
CIPER hizo la misma consulta a Rosemary Donoso: ¿Cuántos niños de la creche de Fundación Familias Multicolor han sido adoptados en Chile desde 2011? La respuesta fue precisa: siete.
Para los trámites, Andrea necesitaba la ayuda de la administradora de la creche para traducir los textos. Pero Phabie, quien vive en la creche de familias Multicolor, no contestaba el celular y no daba señales. Era inubicable. Su pasaje de regreso a Chile tenía fecha: lunes 16 de abril. El domingo 15, en esa larga espera de Phabie, Andrea se encontró de pronto junto a su pequeña hija Amanda, en un container que le facilitó el Ejército de Chile con la única compañía de un computador y una impresora para completar la documentación de su expediente. Y el llanto estalló. Fue entonces que súbitamente irrumpió una solicitud de contacto en Facebook. Era Catalina Viel. Minutos después hablaban vía Skype:
-Rosemary armó un grupo en Facebook y no sé cómo Catalina supo quién era yo y que estaba en Haití en ese momento. Le conté que tenía su carpeta y la mía y que las había llevado al IBESR, pero que faltaban documentos a la suya. La casualidad fue que justo antes de que yo viajara, Bibiano Castelló le preguntó a Rosemary quién viajaba a Haití para poder enviar unos papeles y así fue como Bibiano llegó a mi casa. Hasta ese momento yo sabía de la existencia de él como otro papá en las adopciones, pero nada más -dice Andrea.
En esa primera conversación vía Skype, Andrea le dijo a Catalina que era necesario que viajara a Haití para poder incorporar su carpeta al IBESR ya que le faltaban dos documentos. La experiencia de Bibiano Castelló con su expediente fue la misma:
-Perdíamos días y días. Y empezó la desesperación al darnos cuenta que estamos en manos de gente que no sabía cómo se hacen los trámites. Viajé tres o cuatro veces más a Haití para apurar las cosas, para que mi carpeta entrara al IBESR. Me decían que mi carpeta entró, que no entró, que el mes que viene, que quince días más… Mi único miedo era que me quitaran a mi niña. María de la Luz ya era mi hija… Yo iba a verla, mi señora iba a verla, mis niños ya la habían conocido. Tenía miedo que ellos me quitaran a mi hija, así de sencillo -relata Bibiano.
El 16 de abril de 2012, el día en que Andrea debía regresar a Chile, todavía no podía ingresar la carpeta de adopción de su hija Amanda al instituto haitiano. Faltaban pocas horas para el despegue del avión y Phabie aún no contestaba el teléfono. Como último recurso, Andrea partió a la creche a buscarla. Allí la encontró, durmiendo.
-“¡Necesito ingresar mi expediente ahora mismo porque me tengo que ir!”, le supliqué. Partimos a imprimir por no sé dónde. Fue un gran estrés, correr y correr para llegar a esa oficina a la una y media de la tarde. “Mira, igual te falta esto y esto, pero te la voy a recibir”, me dijeron. Entregué la carpeta y partí al aeropuerto -cuenta Andrea.
Una semana después, el 23 de abril, Catalina Viel viajó nuevamente a Puerto Príncipe junto a su hermano Felipe para ingresar la carpeta al Instituto de Bienestar Social (IBESR), la misma que estaba desde febrero en Haití. Nadie de la Fundación Familias Multicolor les dijo que había novedades en el IBESR.
–Fuimos con Phabie al instituto y había un papelito en la oficina que decía “IBESR cerrado hasta julio”. Yo casi me morí. Veo a la directora pasar: “¡Madame!, ¡madame!”. Nos metimos a su oficina con mi hermano y le explicamos que veníamos de Chile. Nos dijo que estaba cerrado, que tenía procesos muy largos de hace mucho tiempo, que no podía recibir más. “¡Por favor, por favor!”, le rogamos. Y a pesar de todos nuestros ruegos, nos debimos retirar muy frustrados. Dos horas más tarde la directora nos llamó y nos dijo: “Trae tu carpeta el lunes”. Y ahí entró mi expediente. Lo entregamos nosotros. Nadie nos avisó que el IBESR estaba cerrado -recuerda Catalina.
Fue al regreso de ese viaje a Haití de Catalina Viel, que finalmente los tres matrimonios se reunieron en la casa de Andrea Lombardi y Luis Sagredo. Fue un encuentro casi “clandestino”. Todos habían sido instruidos por las directoras de Familias Multicolor que los padres en proceso de adopción no debían tener contacto entre sí. En la casa de los Sagredo-Lombardi, Bibiano, Valeria, Catalina, Jorge Ignacio, Andrea y Luis se conocieron y compartieron por primera vez su experiencia en el camino de adopción de María de la Luz, Catalina y Amanda con Fundación Familias Multicolor.
-Había tanta similitud en nuestras historias que decidimos empezar a trabajar juntos para hacer siempre una especie de posta. Organizamos ahí mismo un esquema de relevo para marcar presencia en Haití mientras avanzaba el trámite con las distintas instituciones -cuenta Luis Sagredo.
“Fue la constatación de que estábamos en las manos equivocadas, de que había algo raro que no sabíamos qué era. Que cada uno de nosotros había ofrecido ayuda y la respuesta fue siempre un ‘no’. Que como por ese camino no avanzábamos, nos teníamos que unir porque nuestras hijas nos esperaban. Y ahí fue que decidimos, como en un pacto, que debíamos hacer turnos para viajar a Haití y estar con nuestras hijas y agilizar los procesos de adopción. Para todos, el gran temor era que nos quitaran a nuestras hijas. Constatamos que nuestra situación era muy débil”, cuenta Bibiano Castelló.
Tras compartir experiencias con los otros dos matrimonios, Andrea Lombardi se preocupó aún más por la situación de su hija Amanda, la más pequeña de la creche. Después de mucho insistir, se reunió con Bárbara y Rosemary con el fin de conversar sobre las deficiencias de la casa de acogida de Familias Multicolor que había observado en su último viaje a Haití. La despreocupación de las cuidadoras del hogar por el estado cotidiano de los niños fue la principal crítica que motivó a Andrea a dar ese paso.
-Los más chicos no caminaban porque, como los dejaban todo el día en la cuna-corral, no desarrollaban los músculos. Trabajaban allí entre cinco y siete cuidadoras, aunque daba lo mismo porque no tenían instrucción y no los estimulaban. Cuando llegaba la hora de comer, la encargada de la comida llegaba y dejaba los platos arriba de un mesón. El resto se quedaba en su sitio o durmiendo. Cada niño se sentaba, acercaba su plato y comía solo. No les interesaba tampoco tener un contacto más de piel con los niños. No recibían cariño. A veces, llegaba y veía a un niño con la cabeza pegada a la palmeta. Era raro. Lo tocaba, y claro, tenía mucha fiebre. Por día debía darle panadol a un promedio de tres niños. Cuando conocimos a Amanda, ella tenía solo un mes y ya le habían dado un plato de tallarines -relata Andrea.
Bibiano Castelló cuenta que luego de su primera impresión sobre la infraestructura y los cuidados de la creche de Familias Multicolor en Puerto Príncipe, en sus siguientes viajes también fue decepcionándose: “Los niños no tienen estimulación de ningún tipo, pasan mirando el techo… Es muy triste. Mucho grito. Ahora, claro, estaban mejor que en la calle, sin duda –dice Bibiano.
En mayo, Andrea volvió a viajar a Haití para compartir el día de la madre con Amanda. Para su sorpresa, la acogida de la administradora de la creche de Familias Multicolor, Phabie, no fue la de siempre. Su comentario a las directoras de la fundación de las deficiencias del hogar tuvo efectos: Phabie le comunicó que la instrucción desde Chile era que ella no podía entrar a la creche:
-Le dije que no importaba, que entonces me llevaba a Amanda a mi hotel. Que lo único que necesitaba era algo de su ropa. Fuimos a buscar al clóset y una de las cuidadoras tomó un atado de ropa y por instrucción de Phabie me lo dejó afuera del hogar –cuenta Andrea.
Andrea Lombardi se sentía fuerte con su hija Amanda en sus brazos. Lo primero que haría sería ir al IBESR para ver en qué estado estaba su proceso de adopción. Pero para eso necesitaba un traductor. Así fue como llegó a la embajada de Chile a pedir ayuda. El cónsul Diego Rivera de inmediato le pidió a su secretaria que la acompañara. Cuando estaba en esos trámites, Phabie la contactó. Quería que hablaran.
-Hasta el hotel donde me hospedaba llegaron Phabie y su hermano, quien también vive en la creche. Los invité a comer. Le dije que no sabía lo que le transmitió Rosemary, pero que yo seguía sosteniendo que había muchas cosas que no funcionaban bien en la creche. Se las fui explicando una por una y Phabie se calmó. Finalmente me preguntó cómo podía ayudarme -relata Andrea.
En su siguiente visita al IBESR, Andrea concurrió acompañada por Phabie y su hermano. Y allí la secretaria de la directora le informó a Phabie que Andrea ya había estado allí con la secretaria del cónsul. Phabie se indignó. La enemistad de Rosemary y Bárbara con el cónsul había seguido subiendo de tono y ese contacto provocó un escándalo, señala Andrea.
Valeria Mutis, la esposa de Bibiano Castelló, también sufrió la ira de las directoras de Familias Multicolor cuando en esos días viajó a Haití para estar con su hija María:
– Mi relación con María era muy fuerte, desde mi primer viaje. Entonces, decidimos que en el siguiente relevo que nos tocaba iba a viajar la Vale para estrechar relaciones con nuestra hija, que pudieran estar solas las dos en el hotel. Cuando Valeria llegó a la creche, Phabie le dice que no puede sacar a María al hotel: “Son las normas nuevas que me llegaron de Chile, de Rosemary”. Valeria le dice que hacía solo un mes que la habíamos sacado, y Phabie insistió: “No, es que ahora me dicen que no”. Valeria me llamó muy conmocionada y yo llamé a Rosemary y le pido que por favor le permita a Valeria sacar a nuestra hija. “No, es que ahora no depende de nosotros, es del IBESR”. Le digo que cómo pudo cambiar tanto en un mes. Rosemary insistió en que era imposible. “Te lo ruego Rose, mi mujer sólo viajó a establecer una relación con su hija. No tiene otro propósito este viaje”. Fue imposible. Pero en el hogar la visita es muy impersonal, hay 19 niños más y no se puede establecer ese nexo único, que era lo que mi mujer quería. Rosemary me derivó a hablar con Bárbara. Llamé a Bárbara. Le rogaba. Le suplicaba: “¡Por favor!, tú lo tienes que entender como mamá”. Y a pesar de mis súplicas finalmente me dijo: “Lo siento mucho pero las reglas ahora las manejamos nosotras de nuevo. No se la puede llevar”. La frustración de mi mujer, su llanto, la rabia mía obviamente con Rose y Bárbara porque en un mes cambiaban las reglas sin ningún tipo de justificación… Mi mujer la pasó muy mal. Estuvo una semana yendo al hogar todos los días. María tenía entonces 2 años y siete meses –recuerda Bibiano.
Con dolor y mucha inquietud Andrea Lombardi también se despidió de su hija Amanda y regresó a Chile. Apenas llegó a Santiago buscó a Catalina Viel, le relató lo que vivió y ambas evaluaron la posibilidad de traer a sus hijas a Chile junto a sus madres biológicas para poder cuidarlas personalmente y sin interrupción mientras los procesos de adopción avanzaban.
Días más tarde, a principios de junio, Catalina Viel, su marido Jorge Ignacio Cortés y sus tres hijos, viajaron a Haití para intentar concretar el plan de llevarse a su hija Catita y a Amanda, la hija del matrimonio Sagredo-Lombardi, a Chile junto a sus madres biológicas. A través de Phabie, Catalina Viel concertó una reunión con las madres a las 10 de la mañana en la creche, para informarles de la invitación. Phabie haría la traducción del creole al español. Toda la familia Cortés-Viel estuvo puntualmente en la creche a la hora señalada. Allí ya esperaban las madres biológicas de Catita y Amanda. Solo faltaba Phabie.
-Hacía mucho calor ese día y la espera se alargaba. Eran las tres de la tarde y la administradora aún no llegaba. Nadie había comido nada…Cuando ya eran las cinco de la tarde y la administradora de la creche aún no aparecía, hablamos con el hermano de Phabie, quien vive allí y siempre está en la creche, para avisarles que nos iríamos todos a almorzar. Para no perder la reunión, decidimos llamar a Wilna Nelson, la misma abogada haitiana que habíamos contactado anteriormente, para que pudiera traducirnos. De repente, estábamos sentados en el lobby del hotel, después de habernos comido unos sándwich, cuando llama Phabie muy enojada preguntando dónde estábamos. Había llegado al hotel y no nos veía. Cuando apareció, venía hablando por teléfono. Catalina se paró a recibirla y de inmediato Phabie comenzó a increparla -relata Jorge Ignacio.
–Me decía que yo no podía reunirme con las mamás sin su participación. Que esto era algo preparado, porque habíamos contratado a una traductora. Le expliqué que eran ya las seis de la tarde, que la habíamos esperado cinco horas en el hogar y que llevamos a las madres biológicas de Catita y Amanda al hotel para comer algo mientras la esperábamos. Estábamos con nuestras hijas. A la madre de Catita le habíamos preguntado si viajaría a Chile. Ella respondió que sí, pero que no tenía pasaporte. Era tal nuestra desesperación porque las cosas no avanzaban que barajamos la posibilidad de que las niñas viajaran con un permiso de las madres, pero siempre de manera legal. Para ello nos habíamos asesorado legalmente en Chile -relata Catalina.
La airada irrupción de Phabie en el hotel cortó de raíz el clima de un encuentro que, con las dos niñas (Amanda y Catita) presentes, se había convertido en una cita muy especial para las madres biológicas:
-Ante los gritos de Phabie, los niños se alteraron y sus madres biológicas se miraban entre ellas con el rostro desencajado mientras Phabie las increpaba y alzaba la voz más y más. “¡Ustedes!, ¿por qué están acá? ¡Lo que están haciendo es ilegal! ¡A ustedes las van a meter presas! ¡Ustedes se tienen que ir!”, les decía en creole. Nosotros no entendíamos lo que decía, pero ahí la abogada haitiana me mira y me dice en inglés: “¡Qué les está diciendo esta mujer! Las está asustando diciéndoles que las van a meter presas” -recuerda Jorge Ignacio.
Los hijos del matrimonio Cortés-Viel permanecían de pie mientras Jorge Ignacio le pedía a Phabie que se tranquilizara, que nadie quería pasarla a llevar. Hasta que, en un momento, Phabie se llevó a un rincón apartado a la madre biológica de Amanda, la hija de Luis Sagredo y Andrea Lombardi.
-Después, Phabie se acercó nuevamente y le gritó a la mamá biológica de nuestra Catita: “¡Ah!, se los van a llevar ilegales”. Y acto seguido se la llevó de un brazo… -recuerda Catalina.
Jorge Ignacio y Catalina vieron partir a las dos mujeres haitianas con sus rostros demudados por el miedo en el auto de Phabie. Dos días después, en la madrugada en que la familia Cortés-Viel preparaba las maletas para su regreso a Chile, los llamaron de la recepción del hotel. Un empleado les informó que alguien los buscaba. Phabie estaba al teléfono: “Ha pasado algo muy malo y estoy acá con las madres que vienen a buscar a sus niños porque se los llevan”, me dijo. Jorge Ignacio y Catalina bajaron presurosos. En la entrada del hotel los esperaban las madres de Catita y Amanda, Phabie y su hermano y Jean Bruno Bonne Anné, el supuesto abogado de la Fundación Familias Multicolor. Bonne Anné tenía en sus manos una carpeta con los documentos firmados por las madres biológicas de las dos niñas en los que desistían del proceso de adopción. Exigían que les devolvieran a sus hijas.
-La madre biológica de Amanda, la hija de Andrea, estaba con su guagua en brazos y nos miraba con odio. La mamá biológica de Catita nos miraba con desconcierto y enojo mientras Phabie me decía que fuéramos a conversar a la calle- relata Jorge Ignacio.
La discusión duró tres horas. En un momento, desesperados, Jorge Ignacio y Catalina lograron ubicar a la abogada haitiana Wilna Nelson para que los ayudara a traducir en la explicación de lo que ocurría a las madres biológicas de Catita y Amanda. Bonne Anné, en tanto, parecía presuroso de terminar cuanto antes el trámite que anularía el proceso de adopción. Hablaban de que se llevarían a las dos niñas a otro hogar. Catalina no sabe cómo recurrieron a todo para intentar aclarar la situación, hasta que la madre biológica de Catita decidió finalmente entregarle a la niña. Sólo minutos después una angustiada Catalina llamaba a Chile a Andrea Lombardi para explicarle brevemente lo que estaba pasando y decirle que la mamá biológica de Amanda quería escuchar su versión.
-Fue un momento terrible. En mi angustia, llamé al comandante Claudio Mendoza (integrante del contingente militar chileno apostado en Haití) para que fuera en mi representación a hablar con la madre biológica de Amanda. Actuó como el padrino de Amanda y estuvo casi tres horas conversando con su mamá biológica explicándole y tratando de entender lo que pasaba -relata Andrea.
Esa misma tarde la familia Cortés-Viel regresó a Chile. La jornada los había dejado extenuados. Con inmenso dolor se separaron de Catita, pero al menos sabían que ella permanecería en la creche y que el proceso de adopción seguía adelante. En Chile, Andrea Lombardi no pudo contener su angustia: compró un pasaje aéreo y esa misma noche voló hacia Puerto Príncipe. Temía que se llevaran a su hija y perder su rastro y el de su madre biológica para siempre en los cientos de campamentos sin dirección de la aún destruida capital de Haití.
-Apenas llegué a la creche en Puerto Príncipe supe que Amanda seguía allí. Cuando la tomé en mis brazos no me importó que me dijeran que su madre biológica ahora no quería que la sacara de la creche. Me junté con ella, con la traducción de Phabie, y me lo volvió a repetir. Le dije que no había problema. Y me quedé tres semanas y media haciendo guardia. Llegaba todos los días a las ocho de la mañana y me iba a las nueve de la noche. Pero estaba con Amanda.
Mientras Andrea iba cada día a la creche de Familias Multicolor en Puerto Príncipe, en Santiago, Bibiano Castelló recibía un correo electrónico de Rosemary Donoso citándolo junto a otros padres en proceso de adopción con Familias Multicolor a una reunión extraordinaria. El motivo: una situación irregular ocurrida en Haití. Delia del Gatto y Denisa Donaire, de Fundación Mi Casa, también fueron invitadas al encuentro. Pero entre los destinatarios del e-mail no figuraban ni el matrimonio Cortés-Viel y tampoco el de Luis Sagredo y Andrea Lombardi. Bibiano se los reenvió.
El jueves 7 de junio se realizó la reunión en las oficinas de la Corredora Larraín Vial, donde trabaja Rosemary Donoso, quien mostró al comienzo una presentación con fotos de los niños para dar cuenta de las buenas condiciones del hogar. Su marido y Bárbara Vigouroux la acompañaban. Luego, exhibió una diapositiva que decía algo así como: “La Familia Cortés-Viel la semana pasada en Haití intentó llevarse a los niños”.
Andrea, desde Haití, le pidió a su marido, Luis Sagredo, que asistiera: “Le dije que estábamos en el momento de mayor vulnerabilidad, que mientras nuestra hija Amanda no estuviera bajo nuestro cuidado estábamos amarrados de manos”, recuerda Andrea. Jorge Ignacio Cortés también estaba allí presente:
-Sin antes habernos llamado y corroborado con nosotros lo que ocurrió, Rosemary empezó a decir que nosotros nos queríamos raptar a los niños y que eso había perjudicado los otros procesos. Que por culpa nuestra se estarían retrasando todos -cuenta Jorge Ignacio.
Ante un grupo de padres perplejos, Delia del Gatto intentó apaciguar la situación. La directora de Fundación Mi Casa explicó lo que era ilegal y lo que no lo era en el contexto de esas adopciones. Sin entender lo que de verdad había ocurrido y pensando en los perjuicios que la situación les ocasionaba, algunos padres reaccionaron con molestia ante la denuncia de la directora de Familias Multicolor. Fue entonces que Jorge Ignacio Cortés pidió la palabra y le exigió una explicación a Rosemary por no haber corroborado la versión de los hechos con él y su esposa. La respuesta de Rosemary fue: “Espera, tenemos a Phabie en vivo para constatar la historia”.
La comunicación falló y la videoconferencia con Phabie no se hizo. Lo único que quedó claro fue que Rosemary finalmente debió admitir ante todos que Bonne Anné, el supuesto abogado y encargado de tramitar los procesos de adopción ante los tribunales haitianos, realmente no era abogado sino un procurador. Para los tres matrimonios de esta historia, la reunión sirvió para afianzar su decisión de seguir los procesos de adopción de sus tres hijas por sus propios medios.
Lo que ninguna de las tres familias sabía en ese momento era que efectivamente ningún niño de Fundación Familias Multicolor había sido adoptado legalmente en Chile hasta entonces. Incluyendo a uno de los hijos de Rosemary Donoso, quien llegó a Chile mucho antes. Esto fue lo que dijo a CIPER el abogado Carlos Matthews, cuando explicó por qué se desistió de seguir asesorando a Fundación Familias Multicolor:
-De inmediato me di cuenta que las directoras tenían un desconocimiento absoluto de cómo funciona una fundación sin fines de lucro. Pero lo que más me decepcionó fue la reacción que tuvieron ante mi ofrecimiento de asesorar legalmente a los padres en los trámites de adopción: lo único que me llegó fue una carpeta con el caso particular de una de las directoras, Rosemary Donoso. Eso sí que no me pareció. Yo esperaba recibir carpetas de varios padres que estaban en situación de adopción y solo recibí una. Creo que el dicho: “La caridad empieza por casa”, se usó a rajatabla en este caso (…) Yo creo que el objetivo que tienen las fundadoras es sumamente noble, pero precisamente para evitar que se preste para dobles interpretaciones, esta fundación debe operar de forma totalmente transparente, con las cuentas claras, en una oficina y no en una casa. La organización como fundación yo no la vi.
Para lograr que Amanda, María de la Luz y Catita llegaran a Chile los tres matrimonios movieron todos los hilos que encontraron en Haití, hasta llegar incluso a los cercanos al Presidente Michel Martelly y el canciller Gregory Mayard Paul. Buscaron tener la mejor información de lo que ocurría en el Instituto IBESR, donde Arielle Jeanty Villedrouin, la directora, llevaba las carpetas de adopción.
Rosemary Donoso y Bárbara Vigouroux se fueron a Haití y de inmediato pidieron una audiencia con la directora del IBESR. Andrea estaba junto a Amanda en la creche de Familias Multicolor, cuando las dos directoras de la fundación regresaron muy molestas de la reunión con madame Arielle.
-En el hogar hay una salita que es como el pasillo de entrada, donde hay una televisión y un sillón. Después está la pieza de las cunas y más adentro, la pieza de los niños. Afuera, al lado de la casa, el hogar tiene un sector techado con juegos, juguetes y goma eva en el suelo. Pues bien, durante todos los días en que yo casi viví en el hogar, veía a los niños que los tenían todo el día en ese pasillo donde está la televisión prendida mientras las cuidadoras los olvidan. Sólo media hora al día los dejaban jugar en el sector techado. No había actividades, sólo niños encerrados frente a la tele. Vi qué comían los niños y también vi como todo eso cambió cuando llegó Rosemary. Fue increíble: abrían las rejas, los niños circulaban, corrían y hasta jugaron con una pelota. No me pude contener y le dije: “Yo estoy acá siempre y esto no es así”. Ella consideró que era un ataque personal –cuenta Andrea.
Su estadía en Haití se le hizo cada vez más extenuante a Andrea Lombadi. Permanecer junto a su hija Amanda todo el día en la creche, significó que ella no comiera durante esas mismas horas. Empezó a bajar de peso y a deshidratarse. Hasta que se enfermó. En julio, sin haber avanzado en el proceso de adopción de Amanda, Andrea debió regresar a Chile.
-Llegué a Chile con meningitis. Terminé hospitalizada cuatro días. Apenas salí de la clínica me fui de nuevo a Haití. ¿Qué otra cosa podía hacer? Me sentía tan vulnerable. ¡Pero la más vulnerable era Amanda! Hasta que un día, Luis me vio tan debilitada que me dijo: “Vamos a hacer el relevo, vente que me voy yo” -recuerda Andrea.
Ese mes de julio de 2012, marcaría un hito en la historia de las tres familias. Por primera vez se encontrarían los tres padres en Haití. Luis Sagredo viajó con Bibiano Castelló mientras Jorge Ignacio voló días antes. El relevo traía consigo la decisión de agilizar a como diera lugar la tramitación de sus carpetas de adopción para que sus hijas llegaran a Chile.
-No podíamos seguir en esa situación. Cada viaje tenía consigo un costo emocional terrible… Despedirse cada vez de una niña que es tu hija, dejarla en un hogar que se aleja de lo que uno quisiera para su hija… -dice Bibiano.
Fue en ese viaje a Haití que los tres padres asumieron que su principal obstáculo estaba en Chile y no en Haití. Eran las directoras de la fundación las que ponían todo tipo de trabas. Para todo el proceso se requería la ayuda de la administradora del hogar, Phabie, pero ésta permanentemente les decía que estaba ocupada con otros procesos de adopción “por orden de las directoras”.
“Bibiano la llamaba una y otra vez, le insistía, le pedía y la volvía a llamar. Eran atrasos y más atrasos, trabas para que no pudiéramos traer a los niños”, afirma Jorge Ignacio.
-Durante tres semanas comenzábamos a hacer trámites a las nueve de la mañana y terminábamos a las cinco o seis de la tarde. Llegamos a conocer cada pulgada de las amplias oficinas del IBESR, donde trabajan tres secretarias, dos abogados y al fondo está la oficina de madame Arielle, la directora. A un costado, tres sillas. Allí esperábamos cada día la llamada de la secretaria del Presidente de Haití que nos anunciaría que teníamos su firma para completar el proceso administrativo. Un día madame Arielle nos dijo: “Nunca en el tiempo que he estado en el IBESR han habido unos papás tan majaderos y tan interesados en obtener los papeles”. Muchas veces nos veía y decía: “¿Qué hacen acá?, váyanse al hotel y yo les aviso”. Pero nosotros preferíamos esperar ahí -dice Bibiano Castelló.
Y ese día llegó. Bibiano Castelló recuerda cada segundo:
-Madame Arielle nos llamó desde su oficina: “¡Vengan, vengan!”. Entramos corriendo. “Mire, miren, acaba de llamar, están listas las venias presidenciales”, nos dijo la directora del IBESR. Nos pusimos a llorar, nos abrazábamos. Parecíamos cabros chicos. Y esta señora nos miraba y decía: “No puedo creerlo. Ustedes rompieron todos mis esquemas” -cuenta Bibiano.
–Bibiano estaba al fondo de la mesa, Jorge Ignacio estaba de pie y las lágrimas caían. Era un parto -cuenta Luis Sagredo.
Enseguida, Arielle Jeanty Villedrouin y los abogados les dijeron que con la firma había finalizado la etapa administrativa y que ahora empezaba la etapa judicial. Los tres padres no sabían que debían iniciar una nueva etapa. Sintieron que las fuerzas se escapaban.
El proceso de adopción haitiano consta de dos etapas: administrativa y judicial. La primera se inicia cuando ingresa la carpeta al IBESR y termina cuando la carpeta sale con la firma del Presidente de Haití. Ahí recién comienzan los trámites judiciales.
-El proceso es duro y nadie nos lo dijo. La Fundación Familias Multicolor tampoco lo tenía claro pues nunca había hecho un proceso completo -acota Luis.
Bibiano, Luis y Jorge Ignacio se fueron al hotel. Bibiano cuenta:
-Luis decía: “Se dan cuenta que esto es lo más parecido, lo más cercano a una sala de parto que hemos vivido como hombres…Acaban de nacer nuestras tres hijas”. Y efectivamente, en ese minuto sentíamos que había habido tres partos. Nos fuimos muy felices.
Para entonces, entre los viajes anteriores y especialmente en esas semanas, la relación de los tres hombres con sus hijas se había estrechado al máximo. En su alegría, no dudaron en pedirle permiso a madame Arielle para sacar a sus hijas de la creche y llevarlas al hotel donde se hospedaban. Allí les lavaban el pelo, las bañaban, les daban de comer.
–En Haití nos miraban como bichos raros, porque los hombres no se involucran con los niños chicos. Y que Lucho anduviera con una guagua, dándole la papa, mudándola y con un tuto, era como “¡qué onda estos gallos!”. Pero nada de eso nos importaba –dice Jorge Ignacio.
Hubo otra decisión que sería crucial para el resultado final: “Sabíamos que el proceso con el ‘abogado’ de la fundación no sería expedito, por lo tanto decidimos contratar a un abogado de Haití, el canciller personal del Presidente, para que nos ayudara y fuera todo más rápido en la última etapa”, cuenta Bibiano.
–Rosemary se comunicó conmigo y me dijo que lo que hacíamos era ilegal. Mi respuesta fue: “Te informo formalmente que contratamos un abogado y no tenemos nada más que ver con ustedes”. Entonces, ella me mandó un mail diciendo que el abogado estaba cobrándole las platas que faltan. Yo le contesté que ese dinero se cancelaría cuando las niñas estuvieran en Chile –cuenta Bibiano.
En Santiago, Catalina, Valeria y Andrea, se comunicaban varias veces al día entre ellas para compartir las últimas noticias que se sucedían en Puerto Príncipe. No había espacio más que para lo que ocurría en Haití donde todo parecía resolverse dentro de pocos días.
-Entonces, decidimos comprar los pasajes para que nuestros maridos se vinieran a Chile con las niñitas. En el último minuto, cuando estaba supuestamente todo listo y sólo faltaba que en el Ministerio del Interior les dieran los pasaportes de nuestras hijas, les salió al paso una funcionaria que les dijo: “No, yo les puedo pasar el permiso pero antes deben traerme esto, esto y esto”. Ellos lograron conseguir los papeles en tiempo récord, y allí les dijeron que primero tenían que pasar por delante del juez, quien dictaría una resolución y para ello se necesitaba un abogado. ¡En el último minuto! Casi nos morimos. Se vinieron los tres llorando en el avión porque estaban convencidos que se venían al fin a Chile con las niñitas -cuenta Andrea Lombardi.
El interminable mes de julio de 2012 llegaba a su fin. Bibiano Castelló no olvida ese viaje de regreso:
-Era tanto mi temor de perder a mi María de la Luz, que decidí hablar con Phabie. Le dije: “Tengo miedo que me quiten a mi hija”. Ella se puso a llorar y luego me dijo: “No, por ningún motivo, ahí tendrían que pasar por arriba mío. No voy a aceptar que ella se vaya de esta casa. Yo sé cómo tú la quieres”. Pero mi miedo por tantas cosas que no tenían explicación no se aminoraba.
En agosto, Andrea Lombardi y Catalina Viel tomaron el relevo y viajaron a Haití. Lo primero que hicieron fue ir a buscar a sus hijas a la creche. Fue un alivio constatar que les dieron permiso para llevárselas al hotel. Pero el problema fue que no encontraron habitación en ningún hotel de Puerto Príncipe.
-El embajador de Chile en Haití nos recibió en su casa con las niñitas. Catalina regresó a Chile algunos días más tarde y yo me quedé. Mi Amandita estaba enferma. Así la encontré cuando llegué a la creche, con su cabecita ladeada, con fiebre, llorando en su cuna… Me fui angustiadísima a la embajada. Necesitaba un médico. El embajador hizo que llegaran seis personas en media hora. El médico la examina y me dice: “Necesitamos un hospital. Tiene un absceso. Tenemos que abrirlo y drenar”. Lo estaba escuchando cuando ahí mismo a la Amandita le empezó a gotear un líquido rosado, pus con sangre… Ya no sabía qué hacer. Por suerte el embajador me ayudó a conseguir que la aceptaran en hospital argentino de la Minustah. Ahí la trataron y le hicieron drenaje. Cuando regresé a Chile estaba mucho mejor. Deben haber pasado tres días desde mi regreso a Santiago, cuando desde Puerto Príncipe me avisaron que nuevamente Amandita estaba con fiebre alta. Pedí que fuera el doctor de la base chilena a verla a la creche y éste me mandó fotos… La infección había crecido… De lejos era muy difícil hacer algo… Entonces, le dije a Luis: “¡Me voy”. Mi esposo me dijo que no podía, que esta vez yo perdería mi trabajo. Y se fue él –recuerda Andrea.
–Yo esperaba irme un fin de semana y no me acuerdo si fue un martes o miércoles que venía saliendo al final de la tarde de una reunión, cuando hablé con Andrea y tuve que avisar que me iba en la noche a Haití. La idea original fue tratar de sacar a Amanda por razones humanitarias, debido a que los diagnósticos decían que necesitaba un antibiótico muy particular porque probablemente tenía un estafilococo –dice Luis Sagredo.
Eso fue lo que hizo Luis ante el IBESR con los resultados de los exámenes médicos. Argumentó y rogó que lo dejaran sacar a su hija hacia Chile “por razones humanitarias”, lo mismo que ya se había hecho con otros niños haitianos.
-En algún minuto de mi espera de horas llegó Phabie, la administradora del hogar. Yo estaba con Amanda y las tres asistentes del IBESR que estaban haciéndole fiestas y tomándola en brazos. Phabie irrumpió como energúmena, hablando en creole. Solo entendía “que mamá Amanda”, “que papá Amanda”. Supe que me estaba haciendo pedazos. Entró a hablar con madame Arielle. Cuando salió, no me miró. Después, las tres chicas no me hablaron más. Me hicieron un juicio público y ni siquiera me pude defender porque nunca supe lo que les dijo -recuerda Luis.
Luis Sagredo no obtuvo el permiso. Pero ya sabía lo que haría en ese escenario. Lo supo apenas llegó a Puerto Príncipe y estrechó a Amanda entre sus brazos: no saldría de Haití sin su hija. Faltaban pocos días para que terminara agosto de 2012 y sólo faltaba la sentencia final:
-Y avisé que no volvía a la oficina… Y si eso implicaba que perdía mi trabajo, que me avisaran, pero no iba a devolver a Amanda al hogar. Me alojé en la casa del embajador con Amanda. A las 9 de la mañana salía, antes hacía mi cama, dejaba ordenada la pieza, agarraba la mochila con pañales, agua, las mamaderas con las medidas y partíamos. Me tocaba esperar tres a cuatro horas para que me recibiera madame Arielle y si tenía que mudar a la Amanda, la mudaba ahí; si tenía que darle la papa, se la daba ahí. Solamente la devolví a la creche tres horas, cuando íbamos a conocer al abogado en los tribunales que quedaban en el centro de Puerto Príncipe –cuenta Luis.
Mientras Luis apuraba al máximo el último trámite, en Santiago, Andrea Lombardi contactaba al abogado canciller del Presidente. Andrea no se explicaba cómo no atendían las razones humanitarias, que si Haití había firmado el Convenio de La Haya no podía dejar de garantizar los derechos de los niños. Argumentaba una y otra vez. Pedía el nombre del juez que tenía que evacuar el último certificado porque era imposible que él no entendiera lo que ocurría. Y le anunció que harían una demanda internacional.
-Hasta que el abogado nos dijo: “El lunes sale la sentencia del juez”. El abogado fue a buscar a Luis y llevaron a la Amanda al pediatra. Luego la llevó a la casa del embajador y me llamó: “La Amanda no puede volver a la creche”. Tenía un estafilococo que se había contagiado en la creche. Yo le avisé a Bibiano y a Jorge Ignacio: “La sentencia va a salir lunes o martes, ¡viajen!”. Luis se fue a Puerto Príncipe como el 23 de agosto y Bibiano y Jorge Ignacio viajaron una semana después –recuerda Andrea.
Pese a que no dejó puerta sin tocar, Andrea y Luis no lograban sacar a Amanda de Haití. Hasta el Sename llegó Andrea pidiendo ayuda para sacar a su hija de Haití “por razones humanitarias”. Tampoco tuvo eco.
Nuevamente septiembre comenzaba. Luis continuaba en Haití cuidando a su hija Amanda cuando Bibiano y Jorge Ignacio llegaron a Puerto Príncipe.
“Era una lucha diaria constante en la que se nos abrían y cerraban las puertas”, dice Jorge Ignacio. Bibiano viajó confiado por el potente apoyo que le dieron en Canal 13 y la emocionante fiesta de despedida de sus vecinos. Un día martes, el quinto día de papeleos, recuerdan que el abogado les entregó las carpetas con el acta de adopción avanzada y les explicó los nuevos procedimientos que tendrían que hacer. Fueron al Ministerio del Interior, pero quedaron unos trámites pendientes por el pasaporte para el día jueves. Hubo un nuevo alargue y tuvieron que retrasar el pasaje de avión de miércoles a jueves.
En esos días hubo un correo electrónico enviado a las tres familias por Rosemary Donoso que aún les provoca ira. Les solicitaba el pago de US$7.500 (correspondiente al término del trámite de las tres familias), porque ella ya se los había adelantado al “abogado” Bonne Anné. En el correo decía que la no cancelación de ese dinero las había dejado sin posibilidad de pagar ni sueldos ni nada de lo necesario en el hogar, lo que perjudicaba a todos los niños que allí se encontraban.
El jueves 13 de septiembre los tres padres se despertaron muy temprano. Supuestamente era el último día en Haití. Solo faltaba ir al Ministerio del Interior para el último trámite y luego a sacar el pasaporte haitiano de las niñas. Con ese documento irían al IBESR para que les emitieran la ansiada autorización para viajar a Chile. “Nos coordinamos los tres y dijimos: ¡vamos a jugar la ficha!”, recuerda Luis. Y hablaron con el comandante chileno de la base militar para pedirle que enviara las maletas al aeropuerto mientras ellos hacían lo suyo.
-Llegamos a las ocho y media de la mañana a la puerta de lo que es el Ministerio de Relaciones Exteriores. Supuestamente ahí nos pasarían un papel para ir a Inmigración donde nos emitirían los pasaportes y todo esto sería muy rápido -recuerda Luis
Cuando llegaron hasta la oficina del director de Inmigración, surgió un inconveniente.
-Nos faltaba un papel: el comprobante de pago de un impuesto. Fuimos a sacarlo, pero no nos dejaron. Le pedimos ayuda a Phabie, pero Rosemary no la dejó ir. Le suplicamos, le rogamos y finalmente Phabie llegó. Al final logramos sacar el documento. El único que faltaba era el de Amanda. El director mandó un estafeta pero éste no llegaba. En la oficina, mientras esperábamos, Amanda iba de brazo en brazo entre nosotros. Tuve que mudar a la niña ahí mismo. Hacía mucho calor -recuerda Luis.
Al mediodía les entregaron los pasaportes de las tres hijas. “Yo gritaba en Viña: ‘¡Salió el pasaporte!’. Llamaba a la Andrea a Santiago y gritábamos juntas”, recuerda Catalina.
El tiempo corría en contra. El avión salía a las seis de la tarde y sólo necesitaban la firma de autorización de salida de Phabie, la administradora del hogar de la Fundación Familias Multicolor. Pero Phabie dijo «no», por instrucción de la directora de la fundación, Rosemary Donoso. Bibiano llamó a Rosemary. Esa firma era lo último que necesitaban para subirse al avión, además de los timbres y estampillas del pasaporte. Bibiano le suplicó. Le imploró. Hasta que salió junto a Jorge Ignacio corriendo a buscar a sus hijas a la creche.
– Phabie nos decía: “Es que las niñas tienen que despedirse de las mamás. ¿Cómo de un día para otro? Ustedes sabían esto, es todo mentira, me están engañando”. Nosotros le explicábamos una y otra vez que el avión salía en unas horas y que las niñas se tenían que ir. “Phabie, si no nos vamos hoy tendremos que quedarnos otros cinco días más en Haití porque no hay pasajes”, le explicábamos -cuenta Jorge Ignacio.
-Finalmente Phabie nos firmó la entrega de las niñas saliendo del hogar. Yo escuchaba que Rosemary llamaba a Phabie por teléfono y le decía: “¿Y por qué firmaste?”. Y Phabie: “Porque tienen todo legal y porque las niñas se tienen que ir con sus papás”. Ahí, en la puerta del hogar, nos pasaron a las niñas, sin mochila, sin nada -recuerda Bibiano.
Jorge Ignacio y Bibiano apenas podían creer lo que estaba ocurriendo cuando se subieron al auto junto a sus dos hijas y Phabie y enfilaron rumbo al IBESR, donde culminaría el largo proceso que les permitiría llevarse a sus hijas a Chile. Allí les darían el permiso de viaje autorizado por sus madres biológicas, ya firmado con anterioridad. Un timbre final abriría las puertas para salir del país. “Pabhie gritaba como loca y en algún momento contactó a las madres biológicas para que se despidieran de las niñitas”, dice Jorge Ignacio.
En ese clima intenso y de incertidumbre, Luis Sagredo, Jorge Ignacio Cortés y Bibiano Castelló llegaron al aeropuerto de Puerto Príncipe, cada uno aferrado a su hija. Afuera del aeropuerto esperaban las tres mamás de las niñas con la administradora del hogar.
-Fuimos de a uno saliendo a despedirnos. Primero fue Bibiano, luego Luis… Y al final yo me despedí de la mamá de la Catita… -recuerda Jorge Ignacio.
Luego de toda la experiencia vivida en casi un año de viajes y disputas, los tres hombres entregaron sus maletas aún con el miedo de que un último obstáculo les impidiera llegar hasta el avión. No sabían que ese temor desde hacía un rato ya estaba consumiendo a sus esposas en Santiago al conocer una información que ellos ignoraban:
-Nos enteramos que Bibiano no tenía pasajes. ¡Qué angustia la que vivimos! Y eso ocurrió porque días antes, al hacer el cambio de pasajes de miércoles a jueves, la línea aérea cambió solamente cuatro pasajes: de Jorge Ignacio, su hija Catalina, el de Luis y Amanda. El de Bibiano y María no fueron cambiados. No había otro vuelo hasta una semana más. Bibiano les dijo a Luis y a Jorge Ignacio que se fueran con sus hijas a Chile –recuerda Andrea Lombardi.
Pero los dos hombres se resistieron. En Santiago y Puerto Príncipe todos trataban de echar mano a los contactos en Chile y Miami para intentar subir al avión a Bibiano y su hija. Pasado el límite de la hora para embarcar, finalmente Jorge Ignacio y Luis cruzaron el control policial. “Pasé mi carpeta con el permiso de viaje y me dejaron pasar”, dice Luis.
-Estuvimos harto rato esperando a Bibiano. Le dije a Lucho que se fuera, porque yo me iba a quedar esperando si había alguna posibilidad de irnos todos juntos –cuenta Jorge Ignacio.
-«¡Ándate, por favor!, no me hagas sentir culpable de que tú tampoco viajaste. Así están las cosas”, es lo que le decía y repetía a Jorge Ignacio, hasta que al final aceptó -recuerda Bibiano.
En Chile, la angustia iba creciendo. “Todo el tiempo estábamos conectados por whatsapp con ellos desde Haití”, dice Catalina.
–Después de mucho rato, cuando el avión se tenía que ir, miro y ya habían desaparecido todas las personas que estaban trabajando para el vuelo. No quedaba ni el counter. Bibiano me había repetido varias veces que me fuera… Al final, entré y pasé policía sin ningún problema. Hasta que escucho: “¿Usted qué hace acá?, el avión se está yendo. ¡Apúrese!”. Partí corriendo con la Catita por el pasillo, bajamos las escalas, llegamos a la losa (la entrada es sin manga) y había un guardia sentado. ¿Y el avión?, le digo. “Déle no más, pase”. Con la Catita y mi mochila empezamos a caminar hacia el avión que estaba como a 150 metros. Y veo que el camión con la escala estaba retrocediendo, ya se habían cerrado las puertas y se habían desconectado los toboganes. Empiezo a correr y las personas que trabajaban ahí me gritaban: “¡No!, ¡para dónde va!, ¡para dónde va!”. Me hice el tonto no más y corrí más y más rápido hasta llegar al avión a la altura donde estaba el capitán. Le rogué que por favor me abriera la puerta indicándole con mi dedo a la Catita. Parece que el capitán se comunicó con el personal, pararon el avión y el camión se empezó a mover de nuevo hacia el avión. Un señor que estaba abajo me decía que el avión se tenía que ir y yo le gritaba que me tenía que subir. La pelea siguió mientras me subía al camión escala y el avión avanzaba. En eso abren la puerta del avión ¡y entré p’adentro de una! De inmediato cerraron la puerta… -cuenta Jorge Ignacio.
-Cuando el avión se empezó a mover, de pronto Jorge Ignacio apareció con Catita en el avión y se sentaron… Bibiano no subió… Los dejaron a él y a su hija allí… -dice Luis.
-Cuando despegó el avión sentí una cosa increíble… Poder salir de ahí con mi hija, ¡no lo podía creer! Miré a la Catita y le dije que ya nos estábamos yendo a Chile… Me miró y le cayó una lágrima… Lucho se fue sentado al lado mío -dice Jorge Ignacio.
-Les dije a los niños: “Su papá viene volando con la Catita”. Agarramos las maletas y nos fuimos a Santiago. Mi papá lloraba y me decía: “¡No puedo creer que sacaron a las niñas!”. Yo no pude dormir en toda la noche y los niños se acostaron vestidos. Valeria, la esposa de Bibiano, nos mandó un mail muy bonito diciendo que disfrutáramos este momento. Pero nosotros no íbamos a celebrar mientras no estuviéramos los seis. Éramos familia al final y estábamos cojos –cuenta Catalina.
Al enterarse de lo ocurrido, el cónsul de Chile en Haití, Diego Rivera, le ofreció a Bibiano y a su hija María llevarlos en auto de inmediato hasta Punta Cana, para que desde allí pudieran tomar un vuelo a Chile. Bibiano le agradeció pero desistió, por su hija María: eran ocho horas de viaje.
-Yo me quedé esa noche en el hotel en Puerto Príncipe, muy amargado, pero tenía a mi hija, siempre con mi hija. Ya nadie me quitaba a María, ¡nadie! -dice Bibiano.
Desde Haití, Bibiano siguió hablando con su esposa, con Jorge Ignacio y Catalina y con Andrea y Luis. En sus mensajes les insistía en que debían disfrutar de ese momento. La respuesta de todos fue siempre la misma: “Hasta que tú no llegues… ”. En sus mensajes, Bibiano les decía: “Yo voy a llegar también, así que tranquilos. Pero lo más importante es que las niñas van a llegar y van a tener una vida”.
Bibiano logró conseguir pasajes para el día siguiente en una avioneta bimotor que los dejaría en Punta Cana. Allí reservó billetes en otra línea aérea con destino a Chile, pero haciendo escala en Panamá. En la mañana del viernes 14, Bibiano y María se embarcaron en la avioneta con otros cinco pasajeros. Bibiano abrazó fuerte a María y apenas la máquina tomó altura la cerró aún más fuerte contra su pecho: era tal el movimiento de la nave que Bibiano y los otros pasajeros temieron lo peor. Cuando al mediodía aterrizó en República Dominicana, otra sorpresa lo esperaba. En el aeropuerto de Punta Cana le informaron que el avión a Panamá no saldría a la hora prevista pues no había copiloto. Supo de inmediato que perdería la conexión a Chile. Pero miró a María y ya nada lo alteró. La línea aérea los trasladó a un hotel, donde ambos durmieron dos horas. Al cabo de esa corta espera, nuevamente Bibiano y su hija subieron a un avión y luego de esperar ocho horas en Panamá pudieron al fin embarcarse rumbo a Santiago en un vuelo directo. Bibiano Castelló no pudo dejar de contemplar a María.
El sábado 15 de septiembre de 2012, a las diez de la noche, finalmente Bibiano y María aterrizaron en Santiago. Una sensación nunca antes vivida le invadió los sentidos a Bibiano:
-Cuando llegué a la Aduana fue muy emocionante… Viajo mucho pero ese día fue distinto: llegué con la María (se le atraganta la voz) y de repente ella me señala con su dedito hacia arriba. Me di vuelta, miré hacia arriba ¡y vi a la Catita! Solo vi a la Catita envuelta en un plumón. Hacía mucho frío y entre toda la gente que allí esperaba, lo único que vi fue su carita. Y María que sin dejar de levantar su dedo decía: “¡La Cata, la Cata!”. Allí estaba toda la familia y fue llegar al amor. Había algo tan mágico. Jonacho y Catalina no se había ido a Viña. Se quedaron y me fueron a buscar al aeropuerto con Luis y Andrea. Grabaron todo. Sacamos fotos. Ahí todos lloramos. Siempre dijimos que esto tenía que terminar en el aeropuerto con las tres familias. Y así terminó. Es un milagro. Estas tres familias en marzo de 2011 no se conocían y hoy día somos mucho más que amigos -concluye Bibiano.
Sólo faltó a la cita Amelia. Pero todos supieron que ella también estaba allí.
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