Grandes tiendas III: Así viven los trabajadores de Argentina y Perú la exportación del modelo chileno
17.04.2008
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17.04.2008
Hace tiempo que Chile les quedó chico a los grandes retailers. A las inversiones en Argentina y Perú les siguieron Colombia, Brasil y México. Una exportación no tradicional que sigue creciendo y que reporta millonarias ganancias pero que lleva adosado un marco laboral que en Chile ya comienza a hacer crisis. Bajos salarios y múltiples razones sociales que dividen a los sindicatos son algunos de los problemas detallados en las dos primeras partes de la investigación de CIPER sobre las grandes tiendas. Algunas situaciones se repiten en el extranjero, pero las condiciones en cada país están determinadas en gran parte por la institucionalidad interna. Así, en Argentina se escuchan quejas de los trabajadores, pero tienen el marco de protección que les da la histórica fortaleza de los sindicatos. En Perú en cambio, la situación es mucho más dramática.
Mientras en Chile los empresarios y dirigentes de la derecha política saltan cada vez que escuchan hablar de negociación interempresa, en Argentina los trabajadores han logrado bastante más: actúan por rama productiva. Así, los empresarios son representados por tres cámaras que se sientan frente al megasindicato de la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicio (Faecys), que negocia a nombre de los 650 mil afiliados del sector. En esa mesa, en 2007 los trabajadores lograron un alza del 23% de sus salarios.
Ese es el marco laboral que debió asumir la plana ejecutiva de Falabella cuando desembarcó en 1993 en Argentina. A la fecha han abierto ocho locales en el vecino país. Si bien todos los socios de las cámaras empresariales deben respetar las condiciones del convenio, recién en 2007 surgieron los delegados sindicales en las tiendas de Falabella en Buenos Aires. Primero, en el local del mall Unicenter y luego en los tres que abrieron en la céntrica calle Florida.
“Si no hay un representante del sindicato, el maltrato está a la vuelta de la esquina”, resume Catriel Cornejo, quien asumió hace siete meses como delegado en el local Falabella de Florida. Cornejo denuncia que cuando en la empresa se enteraron de que los trabajadores se estaban organizando, lo quisieron echar, pero no sabían que el telegrama del Ministerio del Trabajo que oficializaba su elección ya había sido enviado y por lo tanto tenía fuero. “Prefieren trabajadores calladitos y sumisos”, acusa. Esa actitud –dice- fue lo que motivó el que le ofrecieran 8.500 pesos (US$ 2.700) como liquidación para que renunciara. El dirigente sindical se negó.
El convenio entre Faecys y las cámaras empresariales garantiza un sueldo mínimo del sector de aproximadamente US$ 500 y una jornada laboral de 48 horas semanales. En Falabella muchos ganan ese piso, aunque los departamentos que más venden reciben comisiones y pueden duplicar el monto en un buen mes. Según Catriel Cornejo, los trabajadores de Unicenter, donde las ventas son más altas que en calle Florida, prácticamente parten de ese piso.
Faecys consiguió el año pasado que los domingos los trabajadores reciban un día extra de sueldo, además de una jornada de descanso. Y cada hora extra es 50% más cara que una normal, con un tope de 200 horas anuales.
Más allá de los beneficios obtenidos en la negociación colectiva, lo que más valoran los trabajadores del comercio argentino es la “obra social” de la federación del ramo: cuenta con una de las mejores atenciones médicas del país. La entidad se financia con un aporte del 3% de los salarios y un 6% de las empresas.
Horst Paulmann conoce el sistema laboral argentino desde 1982, cuando inauguró su primer Jumbo al otro lado de la cordillera. A juzgar por las opiniones de los dirigentes sindicales, tiene un buen record como patrón supermercadista en ese país.
“Jumbo siempre ha pagado uno de los mejores sueldos y beneficios. En su momento llegó a estar 20% por sobre otras cadenas importantes. Como compró casi todo, ahora están casi todos iguales”, comenta medio en broma León Ruiz, de Disco, una de las últimas adquisiciones del empresario de origen alemán. Sus dichos son refrendados por Raúl Wlasiuk, delegado de Jumbo desde 1987: “Dentro del contexto de todos los supermercados, estamos bastante bien”.
Pero durante 2007 surgió un inesperado conflicto para Paulmann. El foco del problema fue Easy, la cadena de productos para la construcción y el hogar, que también tiene presencia en Argentina. El conflicto empezó a gestarse cuando un grupo de empleados que no están sujetos al convenio, pues pertenecen a un grupo llamado de “personal jerárquico” -de rango más alto en la empresa-, se organizó para formar un sindicato, algo inédito en el comercio argentino.
El arquitecto Jorge Mígueles formó el Sindicato de Empleaos Jerárquicos del Comercio, luego de que no le permitieran afiliarse al sindicato tradicional. Al enterarse, la empresa despidió a la directiva de la nueva organización. Aunque aún no tenían la personería legal, la justicia laboral trasandina estimó que habían sido despedido por causas gremiales ya que sí habían inscrito sus estatutos. Y obligó a Cencosud a recontratarlos.
-Ellos vinieron a la Argentina y como no había sindicato de personal jerárquico, creyeron que siempre iba a ser así. Hicieron lo que quisieron: no pagan horas extra, ni título, ni antigüedad, ni el 100% de los domingos. Nosotros estamos trabajando para defender a todos los trabajadores -sentencia Mígueles, desde Buenos Aires.
Más de US$ 498 millones invirtieron entre 1990 y 2006 empresas chilenas del sector comercio en Perú, según datos de la Dirección Económica de la Cancillería. Pero sólo en 2007 la Cámara de Comercio de Santiago registró inversiones por US$ 1.000 millones, lo que convirtió a Perú en el principal destino de los capitales nacionales el año pasado.
Falabella y Ripley dominan entre las multitiendas, pero también hay farmacias, tiendas de mejoramiento del hogar y supermercados, rubro en el que recientemente aterrizó Cencosud con la compra de la cadena Wong (que explica el 50% de la inversión anunciada el 2007). De a poco Lima se ha ido convirtiendo en una réplica del comercio santiaguino.
El primer local de Ripley se abrió en Lima en 1997 en la exclusiva locación del mall Jockey Plaza. Con el tiempo, la multitienda ha desarrollado otros formatos, como las pequeñas Max y también con Concept Store Marquis. Opera además a través de la Financiera Cordillera con varios tipos de tarjetas que en total maneja más de 100 mil clientes. De acuerdo a la clasificadora de Riesgo Feller Rate, un 25% de los ingresos de la compañía se generan en Perú. De hecho, durante 2007 su desempeño en Chile fue regular –sus utilidades cayeron 90%-, sin embargo, gracias a Perú y su banco, el golpe a la matriz fue menos duro, registrando una disminución de 76% de las utilidades y un alza de 6,5% de sus ingresos.
Los trabajadores peruanos de Ripley son más de 3 mil, pero recién el año pasado y a diez años de su instalación en Lima se animaron a organizarse. Cansados de lo que consideran abusos laborales, crearon un sindicato. A juzgar por sus testimonios, la experiencia ha sido traumática.
Pese a que en Perú Ripley también usa distintas razones sociales para sus tiendas, tal como lo hace en Chile, en febrero de 2007 se constituyó el Sindicato Único de Trabajadores del Grupo Ripley SA (Sutragrisa), que reunió a empleados de los nueve locales. En código chileno, es un sindicato interempresa. La respuesta de la empresa fue el despido de toda la directiva pese a que, según ellos, tenían fuero.
Los trabajadores decidieron trasladar el conflicto laboral a los tribunales. Se iniciaron varios juicios. Ganaron uno, pero la empresa apeló y Sutragrisa debió elegir otra directiva. Hugo Visosa, uno de los nuevos dirigentes, dice que “acá en Perú la ley dice una cosa, pero las empresas con su poder pueden hacer otra”. Y ello, porque ahora es la nueva directiva la que enfrenta otro juicio, esta vez entablado por Ripley, la que argumenta que el sindicato fue constituido irregularmente. Como prueba presentaron declaraciones notariales de trabajadores en las que afirman no haber firmado su afiliación al sindicato, sino simplemente su asistencia a una reunión.
– Hemos tenido un año bastante difícil porque cuando empezamos, la empresa llamó a la mayoría de los afiliados para comprarles su renuncia al sindicato. Llegamos en un momento a ser menos de 50 y actualmente somos más de 100 -cuenta el dirigente.
Sutragrisa reclama además, por las difíciles condiciones laborales y las pesadas jornadas de trabajo. Tal como sus colegas chilenos, denuncia que Ripley cada vez paga salarios más bajos. “Se eliminó a mucha gente antigua y la empresa ha disminuido su carga laboral. A los nuevos les paga sueldos y comisiones menores y la mayoría no tiene contratos indefinidos”, asegura Visosa.
En Perú, Ripley se saltó la etapa en que existían vendedores, cajeros, empaquetadores y reponedores; todos partieron como vendedores integrales. Con el tiempo, muchos han empezado a ser reemplazados por simples cajeros, a quienes se les paga comisiones mucho más bajas pues el cliente se atiende solo.
Para graficar la diferencia, Visosa cuenta que un cajero gana en promedio unos 800 nuevos soles (US$290), mientras que a un vendedor, si bien tiene un sueldo base de 100 nuevos soles, se le garantiza el mínimo legal y puede llegar a ganar 2.600 nuevos soles (US$ 950), dependiendo de sus ventas y si está en una sección privilegiada y buen punto de venta (el mejor es Jockey Plaza). En época navideña algunos empleados top han ganado hasta 7.000 nuevos soles (US$ 2.500). Pero el dirigente hace notar que cada vez la empresa apunta a tener trabajadores que ganen el mínimo, monto que en Perú está fijado en 550 nuevos soles (US$ 200).
En Ripley-Perú, se trabaja en dos turnos de 48 horas semanales. Al igual que en Chile, el gran problema es Navidad, cuando el riesgo mayor es tener que quedarse en la tienda hasta pasada la medianoche. Además, en diciembre contabilizan hasta 25 horas adicionales y no reciben pagos por horas extras -cuenta Visosa- pues aunque marcan tarjeta, no les entregan un reporte: “Hablamos con el Ministerio del Trabajo para que llevaran un mayor control. Pero en la práctica no nos compensan las horas extra en las áreas de venta pues ellos dicen que ganamos más al comisionar más”.
El sistema de la jornada laboral se agrava si se considera que los trabajadores sólo tienen un fin de semana completo de descanso cada dos meses. Siempre tienen dos días libres seguidos, que van avanzando cada semana: lunes y martes; martes y miércoles; miércoles y jueves; hasta que toca un fin de semana. En esa lógica, trabajar un domingo no implica ningún pago extra.
Actualmente funciona una mesa de avenimiento entre el sindicato y Ripley convocada por el Ministerio del Trabajo del Perú, pero de todos modos los trabajadores decidieron por primera vez salir a la calle a protestar el pasado viernes 11 de abril. Reclamaban respuesta a un pliego de peticiones presentado hace más de un año sin tener respuesta, además de dar a conocer la existencia de una demanda de nulidad del sindicato interpuesta por la empresa y de exigir la reposición de los dirigentes despedidos.
El «plantón», como le llaman a este tipo de manifestaciones en Perú, tuvo lugar frente a la tienda Ripley de San Isidro. De acuerdo a un dirigente, justo en esos momentos estaba reunido Lázaro Calderón junto a los gerentes de la filial peruana, quienes se aprestaban a dar una conferencia de prensa para lanzar el Banco Ripley, la cual debió ser cancelada.