Grandes Tiendas II: Las mil y una razones sociales que fragmentan a los trabajadores
13.03.2008
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13.03.2008
Si el año pasado estuvo marcado por los conflictos laborales en la minería, ahora le toca al retail. La afirmación no es nuestra. Se viene escuchando desde hace meses en los círculos empresariales y laborales y también en esferas de gobierno. La profecía no es antojadiza. Está movido el sector, se siente. Nacen nuevas organizaciones sindicales y se endurecen los discursos. Se habla de un año caliente.
El record laboral de las empresas tampoco es el mejor. Entre 2006 y 2007 el rubro que reúne a grandes establecimientos e hipermercados fue castigado con 3.822 sanciones de la Dirección del Trabajo (DT). Si nos focalizamos en las tres principales multitiendas, el 29,51% de las multas fueron cursadas a Ripley, Falabella y Paris (en ese orden), que registraron 1.128 sanciones por un monto total $1.452.859.210. Muchos dígitos para un sistema que ha sido cuestionado porque sus multas son muy bajas. La cifra no es definitiva, pues la gran mayoría son apeladas a los tribunales.
Mencionar a las tres grandes multitiendas como infractoras es un decir, pues la realidad es que las sanciones se aplican sobre otras empresas. Como se puede ver en los documentos que resumen las fiscalizaciones de la DT, se trata de decenas de sociedades que rara vez incluyen el nombre de Falabella, Paris o Ripley y que son las que contratan a los trabajadores que se desempeñan en las tiendas de los distintos holding. Son en realidad las empresas correspondientes a cada uno de los locales de las multitiendas.
Normalmente se habla de este fenómeno como el de los múltiples RUTs o razones sociales de los retailers. Una estructura societaria polémica y que determina muchas cosas. Entre otras, la forma en que se organizan los trabajadores y por lo mismo, la forma que está adoptando hoy el escenario sindical del sector.
Así como hay decenas de razones sociales, también hay decenas de sindicatos y cientos de dirigentes. Sobre ellos, federaciones y confederaciones. Y detrás, una gran bolsa de gatos que opaca el objetivo que todos dicen tener: lograr la unidad para ser capaces de contrapesar el poder de las mega empresas del comercio. Para entender lo que está pasando hay que partir diseccionando los holding.
El problema adquirió un tono de escándalo en 2003, cuando lo asumió por primera vez la ex directora del Trabajo María Ester Feres, al realizar una sorpresiva inspección dominical al tradicional local de Almacenes París de Alameda con San Antonio y detectar que sólo en esa tienda había más de 150 empleadores con distintos RUTs. Ahí se contaban varias denominaciones de Paris, pero además, decenas de contratados por empresas que colocan productos en la tienda y terminan obedeciendo a éstas.
Desde entonces el debate ha decantado y hoy la discusión se enfoca en las razones sociales que los holding crean junto con sus tiendas. Cada una es una empresa en sí misma y, por lo tanto, sólo pueden crearse sindicatos dentro de ese ámbito.
-Atomizan los sindicatos, abaratan costos y negocian individualmente -concluye Leandro Cortez, presidente de la Federación de Sindicatos de Empresas Ripley.
La Fundación SOL ha analizado en detalle el sistema, pues realiza asesorías a sindicatos e hizo un estudio para la Dirección del Trabajo. “El efecto más importante es en la sindicalización, pues el desmembramiento de los sindicatos les resta poder para negociar”, dice el economista Marco Kremermann, de Fundación Sol. Kremermann explica que, por ejemplo, Falabella “basa su organización laboral en la separación explícita de la explotación y administración del negocio. La empresa tiene razones sociales para contratar a sus trabajadores y una razón social para vender los productos. Por eso, los trabajadores hablan de una especie de ‘subcontratación oculta’, en la medida de que cada razón social está vinculada a las distintas tiendas que finalmente derivan sus ventas a la razón social madre: S.A.C.I Falabella”.
En total, la Fundación Sol detectó que las razones sociales que se consolidan en esa empresa son 94 en Chile (tiendas, supermercados, Sodimac y otros), además de otras 37 en el exterior (Colombia, Argentina, Perú y Uruguay).
Sólo los empleados de los locales de calle Ahumada –los más antiguos- están contratados por S.A.C.I. Falabella. Como se vio en la primera parte de esta serie, existen diferencias salariales entre los distintos locales de las mismas cadenas, lo que se explica en gran parte porque tienen empleadores diferentes. Si pudieran negociar todos juntos, en teoría, las condiciones laborales tenderían a homogeneizarse.
Helia Enríquez, socióloga de la Dirección de Estudios de la Dirección del Trabajo, acaba de realizar un estudio sobre el sector y concluye que la negociación colectiva por marca es una aspiración lógica. “A la economista que entrevistó a los empleadores le quedó claro que las políticas son bastante uniformes, pero hay una política de recursos humanos en cada tienda”, explica.
El gerente de Recursos Humanos de Falabella, Andrés León, defiende la lógica de la estructura del holding diciendo que obedece a decisiones históricas y criterios de negocio: “Permite revisar el resultado cada día, no hay subsidios cruzados (entre las distintas tiendas) y cada una responde por sus resultados”. Desde la apertura de un local –dice-, pasan 5 años hasta que éste tenga ventas “razonables”, por lo tanto sus trabajadores “no pueden tener beneficios que sacrifiquen sus resultados”.
León enfatiza que cada local tiene cerca de 400 trabajadores, lo que equivale a una empresa mediana, y que dividirlas en distintas razones sociales “no es una decisión caprichosa que perjudique a los empleados”, por el contrario, los favorece, pues “permite una relación directa del gerente con el trabajador y las cosas se solucionan inmediatamente”.
Su colega de Cencosud, Javier Madrid, no comparte esa opinión. Citado por la comisión investigadora sobre fiscalización de supermercados de la Cámara de Diputados, el gerente de Recursos Humanos de las empresas de Horst Paulmann informó en mayo de 2007 que Paris había cambiado su estructura societaria juntando todas las razones sociales de sus tiendas en sólo tres: Norte, Centro y Sur. El cambio fue analizado por la Fundación SOL, que ya procesó la forma en que fueron fusionadas la mayoría de las sociedades.
“Simplemente, tengo que organizar la empresa de un modo tal que me permita facilitar la administración desde el punto de vista de las remuneraciones, de los beneficios, etcétera, lo que a veces requiere trasladar gente de un local a otro. Y estas 25 sociedades me ponen trabas para una mejor administración”, dijo el gerente de Recursos Humanos de Cencosud a los diputados.
Las razones invocadas por Madrid son puestas en duda por sus competidores, quienes creen que Paris adoptó el cambio de fórmula societaria por las continua presiones laborales. Los trabajadores de Paris no opinan lo mismo.
“Ahora, tenemos el problema de que, como estamos fusionando empresas, los sindicatos se empiezan a pelear entre ellos, porque dicen que unos dirigentes se van a meter a otro local. Por ejemplo, los del Alto Las Condes van al Plaza Oeste y empiezan a levantarle los socios al sindicato de ese local. Ésas son las discusiones que se producen”, comentó Madrid a los diputados sobre los primeros efectos de la fusión de las razones sociales.
Lo que pasó en realidad fue bastante más enredado y a juicio de los trabajadores, reveló que Paris estaba dispuesta a usar la nueva estructura para obstaculizar las negociaciones colectivas y no para facilitarlas, como se hubiera esperado de la fusión de RUTs.
Cristian Cea es dirigente de Paris Alto las Condes desde hace dos años y medio. Cuenta que luego de la creación de la nueva razón social Empresa Paris Administradora Centro Limitada –que reúne a todos los locales de Santiago- pensaron en unirse con otras tiendas que quedaron bajo el alero de la misma sociedad. “Nos fuimos a Plaza Oeste, no había sindicato y lo creamos. Estuvimos semanas completas convenciendo a la gente. Después creamos Ahumada y planteamos la negociación colectiva todos juntos. Fue en diciembre por la fecha en que se nos vencía el plazo a nosotros (Alto las Condes)”, relata.
No era tan fácil como sonaba. Además de cuestionar que algunos de los socios del nuevo sindicato de Plaza Oeste ya habían negociado colectivamente, la empresa replicó que en la nueva razón social confluían otras que tenían contratos colectivos vigentes y alegó que el del local de Huechuraba recién vencía en marzo de 2010, por lo que, hasta entonces, no podían presentarse nuevos proyectos.
“Creemos que ante esta gran operación comercial de fusión entre cuatro empresas que pertenecen al mismo holding Almacenes Paris, decisión en la cual los trabajadores no tienen ninguna injerencia (ni beneficios, por cierto); no pueden, adicionalmente, exigirnos que acatemos la desfachatez de la empresa de pretender imponernos la fecha de negociación colectiva más lejana que se encontró en la empresa fusionada”, dice una de las denuncias ante la Inspección del Trabajo.
Finalmente las negociaciones colectivas de Alto las Condes, Plaza Oeste y Ahumada se pudieron realizar en forma conjunta y uniendo fuerzas en diciembre pasado, aunque cada sindicato firmó su propio contrato bajo condiciones similares. Según cuenta Cristian Cea, presidente de la comisión negociadora, uno de los beneficios de la fusión de razones sociales fue que la empresa tuvo que reconocer su éxito comercial y pagar las gratificaciones a sus trabajadores.
-En ocho años se pagaron dos veces las gratificaciones. Antes, con la división de razones sociales, la tienda decía que no tenía utilidades. Necesitabas auditores para probar que era falso –recuerda Cea.
En Falabella, una de las federaciones está demandando a la empresa acusándola de subterfugio, para que sean los tribunales los que la obliguen a negociar con todos sus empleados y terminar con la multiplicación de Ruts. “Buscamos que se reconozca como holding, como una razón social y después negociar colectivamente para igualar las condiciones laborales”, cuenta uno de los dirigentes.
En general, entre los trabajadores prima la idea de que unidos tendrán más fuerza, aunque hay algunas excepciones. Jorge Francovich, presidente de la Federación de Paris, es partidario de negociar por tienda, pues cree que cada local tiene diferentes requerimientos.
La triple negociación de Paris fue un signo de que las cosas se estaban moviendo. Si pasó inadvertida, fue porque se esperaba algo mayor. Lo que estaba anunciado era una gran huelga del comercio en los días previos a la Navidad. Una amenaza que sonó terrible para las grandes tiendas. Afortunadamente para ellas, la sangre no llegó al río.
Detrás del movimiento estaba la Coordinadora de Sindicatos del Comercio, creada el 30 de octubre con la afiliación de 26 organizaciones sindicales de Ripley, Falabella y Paris. “Queremos profundizar y alcanzar efectivamente el derecho a negociar, muchas veces burlado por la existencia de grupos negociadores instalados por las propias empresas, convenios colectivos en que se fuerza la voluntad de los trabajadores con amenazas de despido o aprovechando la alta rotación; y la profusión de razones sociales con que se nos atomiza y debilita”, decía su declaración de nacimiento.
Si bien una de sus declaraciones hablaba de “una marca, una negociación”, en la práctica fueron mucho más ambiciosos. Ante la imposibilidad de negociar por empresas, hicieron coincidir siete negociaciones colectivas ya sea porque les tocaba en esa fecha o porque crearon sindicatos nuevos y fijaron el momento de iniciar las tratativas. Enfrentaron la resistencia de sus empleadores y los primeros días de diciembre se votaron las huelgas en forma simultánea.
La gran herramienta de presión fue que las huelgas se realizarían en los días previos a la Navidad y podían ser apoyados por el resto de los socios de la coordinadora. “Nos parecía que ya que los sindicatos no están dando resultados por los desequilibrios que hay, se hacía necesario mostrar que había un mayor poder de convocatoria. Buscamos llevar las negociaciones a los períodos más sensibles para la empresa”, dice Horacio Bastías, dirigente de Ripley y de la Coordinadora.
El resultado de esa estrategia es evaluado hoy como un éxito. De las siete negociaciones de diciembre, seis se cerraron con alzas satisfactorias para los sindicatos (hasta 18%), y la séptima terminó mal. Tal como informó CIPER en enero, Falabella Pro –división de seguros- ejerció una enorme presión que no permitió hacer efectiva la huelga, luego quitó beneficios a los trabajadores y las tres dirigentes terminaron en una huelga de hambre que sólo se interrumpió con la intervención del ministro del Trabajo. Tras analizar el caso en detalle, la Dirección del Trabajo resolvió llevar el caso a la justicia y presentó una denuncia por prácticas antisindicales ante el Primer Juzgado del Trabajo de Santiago el 4 de marzo recién pasado.
Tras esa experiencia se disolvieron como coordinadora y están en proceso de legalizarse como Confederación. Para este año pretenden más socios, tienen una decena de negociaciones en la mira y están buscando hacer calzar las fechas. Según dicen, ya representan a 7.000 trabajadores, y son comparables con otras tres confederaciones del sector, la mayor de las cuales es la Confecove. Por eso, si bien la nueva organización llega con ánimo de fortalecer el movimiento sindical, lo que se aprecia es una enemistad entre los distintos grupos que se traduce en una división del sector.
A los antiguos dirigentes no les simpatiza nada la aparición de esta nueva coordinadora. Los recién llegados vienen con la idea de combatir a los dirigentes tradicionales, a muchos de los cuales acusan de estar vendidos a las empresas, ser corruptos o al menos poco hábiles a la hora de defender a sus afiliados. Se consideran a sí mismos duros, combativos y depredadores. De hecho, ya han logrado la censura de dos sindicatos en Ripley y Falabella. Se entiende que los odien.
Y el objeto del odio tiene nombre y apellido: Carlos Cano, el hombre que está a la cabeza de Cetra, la entidad que asesora a la Coordinadora de Sindicatos del Comercio y una suerte de ideólogo detrás de sus movimientos(ver recuadro 2). “Es increíble hoy en día como los mismo trabajadores censuran a los demás, porque como no tienen cabida dentro de los sindicatos, estos personajes tienden a politizar”, dice Jorge Francovich, de la Federación de Paris y uno de los rivales de la coordinadora.
Críticas similares se repiten entre otros dirigentes del sector. Se cuestionan y compiten entre ellos, pero saben que las rivalidades les jugarán en contra si consiguen que la ley les permita negociar por empresa. Además, muchos están conscientes de que la existencia de dirigentes históricos, con décadas en el puesto, será un obstáculo a superar, pues si se crean grandes sindicatos muchos verán amenazados su cargos y beneficios.
Ya antes de la aparición de la Coordinadora los trabajadores habían sido incapaces de unirse. Sólo en Ripley hay tres federaciones e incluso hay locales donde hay más de un sindicato. “El sector ya está atomizado por los RUTs. Lo que me preocupa es que además se dividen”, dice Claudio Aravena, dirigente de Ripley.
Por ahora, lo que tiene en común todo el sector es el descontento laboral y, en muchos casos, la disposición a movilizarse. Este podría ser un año caliente en el comercio y los empresarios lo saben. No por nada la Cámara de Comercio de Santiago acaba de organizar una mesa de diálogo con la Confecove, allanándose a conversar cada uno de los temas que inquietan a los trabajadores y que hasta ahora habían sido soslayados. Uno de ellos es la existencia de múltiples RUTs.
“No queremos empresas de papel que acudan a triquiñuelas de crear múltiples giros de actividad y de esa manera no asegurar los derechos de los trabajadores”, dijo a comienzos de enero la Presidenta Michelle Bachelet en la inauguración de un congreso internacional organizado por el Consejo para la Equidad. Dicha entidad fue creada por Bachelet tras el debate por el “sueldo ético” y sus integrantes deben presentar sus propuestas antes de que acabe marzo.
El tema del uso de múltiples razones sociales para evitar que los trabajadores se organicen masivamente dentro de las empresas es uno de los tópicos que está en la agenda del consejo. Claudio Aravena, uno de sus integrantes, reconoce que se trata de uno de los puntos en que existe mayor consenso en que debe enfrentarse. Pero ese consenso no implica que la elaboración de la propuesta final sea fácil, pues las divergencias están en la fórmula.
Para acercar posiciones en la subcomisión de Institucionalidad, en el verano se creó un subgrupo que integraron Rosana Acosta, del Instituto Libertad; Alejandra Mizala, del Centro de Economía Aplicada de la Universidad de Chile; Yerko Ljubetic, ex subsecretario del Trabajo (DC) y el propio Claudio Aravena; todos representando distintas sensibilidades. Sin embargo, no lograron consenso y lo más probable es que el gobierno reciba varias propuestas.
Las alternativas que están sobre la mesa son bastante distintas. Una de ellas apunta a seguir la doctrina de la Corte Suprema, que si bien ha tenido fallos dispares, mayoritariamente se ha inclinado por avalar que las razones sociales se usan para evadir los derechos laborales. Así, ha permitido que en las distintas empresas constitutivas de una más grande se forme un solo sindicato. Para algunos, sin embargo, lo mejor es que se siga recurriendo cada vez a la justicia, propuesta que tiene el inconveniente de que se trata de un procedimiento demasiado largo para los trabajadores y cuyo desenlace no está asegurado.
Otra idea es modificar el concepto de empresa para permitir que los distintos RUTs sean considerados como parte de una misma organización. Esto ya se aprobó una vez en el Congreso y fue desechado por errores formales por el Tribunal Constitucional tras la intervención del senador RN Andrés Allamand.
La fórmula más novedosa es la creación de un organismo autónomo de expertos que solucione las controversias caso a caso. Los argumentos en contra apuntan a que si no se le da poder resolutivo final, sus decisiones serán apeladas a la Corte Suprema y se volverá a la situación actual.
La alternativa más radical es retrotraer la legislación laboral a antes de 1973 y permitir derechamente la negociación interempresas. Eso permitiría que se unan las distintas razones sociales o unidades distintas, como las tiendas de un centro comercial. Por esta vía se abriría la posibilidad de negociar por rama productiva. Pero la derecha y el empresariado se oponen tenazmente a este cambio.
Claudio Aravena planteó recientemente que sin cambiar las estructuras societarias, en materia sindical y para las negociaciones colectivas, los trabajadores puedan negociar con la matriz que administra y organiza la actividad laboral.
Actualmente se está trabajando en un compilado de propuestas se éste y otros temas, el que será debatido la próxima semana. Lo más probable es que la presidenta Bachelet reciba un documento final con las cinco fórmulas debatidas hasta ahora sobre los «multi-ruts» y que sea el gobierno el que zanje las divergencias que no fue posible resolver en la comisión.
Carlos Cano Barriga es por estos días el hombre más polémico entre dirigentes y ejecutivos de las empresas del comercio. Quienes lo tienen como asesor lo siguen y respetan, pero el resto lo ve como un elemento peligroso para los sindicatos.
Con la consigna “muchas flores, una sola primavera”, asesoró a los siete sindicatos que negociaron simultáneamente con las multitiendas, una fórmula que pretende seguir replicando para fortalecer la postura de los trabajadores frente a las empresas.
Carlos Cano es un antiguo militante de la Izquierda Cristiana (IC) con formación en lucha urbana en Cuba. Historiador de profesión, durante los segunda mitad de los ‘80 vivió en París, donde estudió en el Instituto de Altos Estudios de América Latina y en La Sorbone III, de la que es candidato a doctor. Su tema de investigación fueron las clases medias en Chile.
Volvió de Francia en plena transición a la democracia, participando en la integración de la IC al Partido Socialista, cuya comisión política dejó en 1991. Según ha dicho, uno de sus aportes fue traer de Francia el concepto de “Nueva Izquierda”, que se transformó en una corriente del socialismo que existe hasta hoy y en la que participaron algunos de sus más cercanos, como el diputado Sergio Aguiló.
La última actividad política que se le conoce es la de haber sido jefe de campaña de la candidata a diputada del PS por Providencia, Patricia Silva. La desconocida candidata era jefe del departamento jurídico del Sernam, donde trabajaba la mujer de Cano, quien le planteó a éste el desafío de dirigir la campaña. Llegó en cuarto lugar, pero en marzo Patricia Silva asumió como Directora del Trabajo del nuevo gobierno.
La DT es obviamente el organismo donde un asesor laboral como Cano tiene que hacer constantes gestiones. Uno de sus funcionarios comenta que se caracteriza por ser particularmente insistente para interceder por sus sindicatos. Pero Cano es conocido desde siempre ahí ya que muchos de sus actuales funcionarios pasaron antes por Cetra.
El centro, encabezado hoy por Cano, fue creado por el ex sacerdote francés Michel Bourguignon con el nombre Cetra-Ceal (Centro de Estudios del Trabajo y Asesorías Laborales), y jugó un rol importante en el apoyo al movimiento obrero y sus dirigentes en los ’80. A comienzos de la década pasada el centro se dedicó a estudiar y desarrollar técnicas que permitieran enfrentar la nueva organización de las empresas y la utilización de las leyes a favor de los sindicatos.
Se volcó luego a la formación de dirigentes. Entre las cosas que se les enseña está “El Arte de la Guerra» aplicado a la negociación. La idea motor es que sean fuertes para no pelear, pero también para saber que si hay pelea hay sangre. Antes de enfrentar una negociación colectiva los capacitan para lograr no asustarse, lo que les da más libertad de acción. Buscan elevar la resistencia al conflicto y, entre otras herramientas, les enseñan técnicas de manejo de emociones.
Como estrategia, Cetra elige sectores productivos con los cuales trabajar. Antes asesoraron a sindicatos de salmoneras y también de canales de televisión (TVN y Chilevisión). Hoy su principal foco está puesto en el comercio. Según dicen en el centro, ellos buscan a los sindicatos con los que quieren trabajar y no al revés. Y los sindicatos asesorados por Cetra se caracterizan por ser los más rebeldes y combativos. Ése es el denominador común que tienen los integrantes de la Coordinadora del Comercio, de la que se considera a Cano el ideólogo. Éste considera que sus dirigentes comparten el “malestar” de Carlos Cuevas –el dirigente de los subcontratistas de Codelco- y aunque no tienen ningún vínculo con éste, manifiestan su misma rebeldía por una coincidencia generacional “de tiempo histórico”. No es difícil concluir que Cano aspira a generar un movimiento con un impacto similar al de los trabajadores del cobre.
Carlos Cano es también director ejecutivo del Consorcio de Sindicatos, una organización que agrupa organizaciones de diferentes sectores productivos con la idea de aumentar el poder de negociación y de crear un fondo de conflicto que permita financiar a los trabajadores en huelga, fortaleciendo este mecanismo.
Una de las principales críticas de los opositores a Cano es que cobra demasiado caro. Lo acusan de querer beneficiarse económicamente y de que los logros de las negociaciones no son proporcionales al costo de su asesoría. En Cetra reconocen que son los más caros de ese mercado –cobran $30 mil por cada afiliado al sindicato-, pero explican que se trata de una tarifa plana que se aplica a sindicatos pequeños o grandes y que permite no tener que negociar con cada uno. “Nadie que nos haya contratado nos deja de contratar”, dicen.
Los buenos contactos de Cano quedaron de manifiesto durante la huelga de hambre de Falabella Pro. Consiguió la visita de los diputados Carlos Montes, Sergio Aguiló, Álvaro Escobar y Adriana Muñoz, del senador Carlos Ominami, y de los ministros del Sernam, Laura Albornoz, y del Trabajo, Osvaldo Andrade.