Las huellas de la búsqueda del doctor nazi en Chile
12.02.2009
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12.02.2009
La búsqueda del prófugo doctor nazi Aribert Heim parecía haber terminado la semana pasada, cuando el diario The New York Times y un canal de TV alemán publicaron una investigación periodística según la cual el médico murió en 1992 en Egipto. Pero pese a que hay documentos y a que su hijo dijo haberlo visto morir, no hay cadáver y las autoridades alemanas no pueden cerrar el caso sin certificar su fallecimiento. La revista Gatopardo publicó en su edición especial de diciembre/enero una versión del siguiente reportaje hecho por CIPER, que cuenta cómo durante 2008 se realizaron pesquisas para ubicar a Heim en Puerto Montt, donde vive su hija Waltraut Böser, casada con el chileno Iván Diharce. El cazanazis Efraim Zuroff viajó a Chile en julio a buscarlos y no los encontró, pero luego consiguió que la hija del doctor de las SS aceptara reunirse con él en Austria. Negó conocer a su padre.
“¿Viene por lo de los judíos? ¡Me tienen hasta acá!”, exclama Iván Diharce llevándose la mano a la coronilla. A pesar del tono amenazante de su voz, lo que llama la atención en este hombre de 65 años es el escorpión rojo que lleva tatuado entre el pulgar y el índice de su mano izquierda. Desde el portal de su casa, Diharce eleva el tono: “¡Cuidado con los perros!, ¡esto es propiedad privada!”. Los perros sólo atinan a mover la cola, cuando se escucha: “Estoy cansado de que escriban mentiras”. Y con ademán enérgico señala el camino de salida.
Es un camino de tierra con pozas de agua el que rodea la casa de madera y cemento de Diharce. Lluvia, viento y frío en el invierno de Puerto Montt, la ciudad que a 1000 kilómetros al sur de Santiago marca el fin del trazado continental de la carretera Panamericana, la misma ruta sobre la que se levanta la casa de Diharce.
Pocos días antes de mi visita, en julio de 2008, viajó desde Jerusalén hasta acá Efraim Zuroff, director en Israel del Centro Simon Wiesenthal. Lo acompañaba un séquito de periodistas de medios internacionales, como la BBC, Newsweek y Reuters. Al igual que lo fue Wiesenthal, Zuroff es un cazanazis y vino a Puerto Montt porque el suegro de Iván Diharce, Aribert Heim, es su presa mayor.
Heim desapareció hace más de cuarenta años, acusado de asesinar con atroces experimentos a cientos de prisioneros en el campo de concentración de Mauthausen (Austria), donde ejerció como médico durante la Segunda Guerra Mundial. En medio del conflicto bélico, en 1942, tuvo una hija natural con su novia Gertrud Böser. La niña nunca llevó el apellido paterno, sino el de su madre. Esa hija es Waltraut Böser, esposa del chileno Iván Diharce y a quien muchos conocen como Waltraut Diharce. La pareja tiene tres hijos: Natascha, Valentina e Iván.
Desde que en 2006 se supo de la existencia de esta familia descendiente de Heim en Chile gracias a las pesquisas de la justicia alemana, los nombres de Diharce y Böser saltaron a los diarios, pero descubrir sus vidas no es fácil, porque son muy pocas las personas que los conocen bien y menos las que están dispuestas hablar de ellos.
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Hoy Heim sería un anciano de 94 años, pero Efraim Zuroff, su perseguidor estaba convencido de que seguía vivo. Y también de que su yerno, Diharce, podía ser la clave para capturar al suegro. Creía que él y su esposa, la hija de Heim, habían tenido contacto con el nazi, y por eso los buscó en Puerto Montt. Pero no los encontró.
En julio pasado, durante su segunda visita a Chile en menos de un año, Zuroff buscaba nuevas pistas y agilizar las gestiones del proceso judicial iniciado en Alemania en 1979 y con el que se intenta capturar a Heim.
También pasó por Argentina, pues Puerto Montt y Bariloche están a la misma altura, a ambos lados de la Cordillera de los Andes, y las dos ciudades figuraban entre los posibles refugios de Heim. Después de su viaje, Zuroff decía estar casi seguro de que el hombre que busca estaba en Chile. Y aunque no explicaba sus razones, tras su paso por el país dijo que cuatro personas afirmaron haber visto a Heim en los últimos 45 días.
Zuroff creció en Brooklyn en los años sesenta, la época del boom del activismo político, pero en vez de manifestarse contra la guerra de Vietnam siguió sus raíces judías y se especializó en el holocausto. Ha dedicado su vida a eso. La prensa internacional lo bautizó como “el último cazanazis” luego de que se hiciera cargo de la Operación Última Oportunidad del Centro Simon Wiesenthal, cuyo objetivo es localizar a los responsables del holocausto. Es una carrera contra el tiempo, considerando que ya han pasado más de 60 años desde el fin de la guerra y todos son ancianos.
Buscando el éxito de su cacería, Zuroff se ha convertido en un tipo mediático. La difusión de su visita a Chile en la prensa se tradujo en cientos de llamados, emails y faxes de quienes decían tener pistas de Heim. Los 315 mil euros que la operación ofrecía como recompensa eran un buen incentivo para que la gente entregara información, aunque no siempre fuera veraz. Además, la presión parece haber tenido efecto sobre algunos miembros de la familia de Heim.
-¿Quieres una primicia? –preguntaba hace un tiempo Zuroff al teléfono desde Jerusalén-. Acabo de recibir una carta de la hija de Heim. Voy a ser un buen chico y te leeré una parte.
Y comenzaba la lectura con traducción simultánea del alemán al inglés: “Envío esta carta con la esperanza de que algunos malentendidos puedan ser aclarados. También estoy enviando esta carta porque me gustaría que entendieran mi situación. Soy la hija ilegítima de Aribert Heim. Nunca estuve en contacto con él”.
Zuroff dijo, después, que no podía leer más. Que lo que Waltraut le informaba podía llevar a algo, pero que primero debía intentar reunirse con ella.
La carta llegó a Israel por correo regular desde Austria, donde Waltraut pasa largas temporadas cada invierno. Zuroff recibió la misiva en agosto y las cosas se movieron rápido. Un mes más tarde se concretó la cita en Innsbruck, una ciudad del oeste de Austria famosa por su centro de esquí. También es la capital del estado de Tirol, la misma región donde Waltraut conoció hace ya 35 años a su marido Iván Diharce. ¿Qué se dijeron el cazanazis y la hija del nazi? ¿Cómo fue ese cara a cara? El locuaz Zuroff se guardó los detalles esta vez. Sólo dijo que Waltraut, quien se presentó acompañada de un abogado, insistió en que no conoce a su padre. Y pese a eso, él reafirmaba que “definitivamente Heim podría estar en Chile”.
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La cantidad de víctimas, la crueldad con que fueron asesinadas y el hecho de que los matara con sus propias manos sin que nadie se lo ordenara son, según Efraim Zuroff, las razones que ponen a Aribert Heim a la cabeza de la lista de los nazis más buscados en el mundo. Por él se ofrecía la recompensa más alta. “Es un doctor que juró proteger la vida humana”, recalca Zuroff como agravante.
Actuó como médico y oficial de las SS en Mauthausen entre octubre y noviembre de 1941, un corto periodo en el que sus víctimas se calculan en cientos.
Sentado en su restorán del terminal de buses de Puerto Montt, Jaime Benítez es el único lugareño capaz de enumerar con detalle los horrores del lejano campo de concentración austriaco. Su local se llama Viena, en honor a la ciudad que lo acogió durante su exilio, entre 1973 y 1990. Allá sobrevivió como guía turístico y fueron numerosas las ocasiones en que hizo tours a Mauthausen, donde escuchó una y otra vez las horribles torturas a las que fueron sometidos los prisioneros.
-Mauthausen era una antigua cantera y los mismos prisioneros prácticamente construyeron el centro con la piedra que sacaban, incluyendo el edificio donde estaba la cámara de gas. Con los años de extracción, fue quedando un pozo al que llamaron “La escalera de la muerte”. Tenía unos setenta metros de profundidad. El que caía, caía no más. La vida no tenía ningún valor –cuenta Benítez.
Recuerda bien el lugar donde trabajaba Heim: un laboratorio con una camilla de cemento que tenía una canaleta en el centro para que escurriera la sangre de sus víctimas.
El método más utilizado por Heim para asesinar era inyectar benceno en el corazón, que causaba una dolorosa muerte. También hacía experimentos y operaba a sus pacientes sin anestesia, o los castraba. Los detalles de sus actividades se conocieron gracias a que el propio Heim dejó escritos que fueron recuperados tras el fin de la guerra.
Clasificada como una prisión política, los nazis internaron en Mauthausen a miles de españoles republicanos, así como también judíos, gitanos, homosexuales, húngaros, austriacos y, hacia el final, prisioneros de guerra rusos.
Simon Wiesenthal fue uno de los presos de Mauthausen. Si bien no coincidió con Aribert Heim, se convirtió en uno de sus principales perseguidores. Tras su muerte, en 2005, el centro que lleva su nombre continúa con la misión a través de su discípulo Efraim Zuroff.
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Luego de la victoria de los aliados en 1945, los altos oficiales de la SS y los colaborares de Adolf Hitler empezaron a ser perseguidos. Los capturados fueron a los juicios de Nüremberg, donde en su mayoría fueron condenados a muerte.
Aribert Heim recorrió otro camino. Atrapado por las tropas estadounidenses, estuvo preso dos años y medio y luego fue liberado. El Centro Simon Wiesenthal ha investigado sin éxito las razones que tuvieron los norteamericanos para dejarlo ir, pues les parece sospechoso que no hayan iniciado un juicio en su contra pese a que ya entonces se conocían sus crímenes.
Ya en libertad, Heim se radicó en Alemania y, sin que nadie lo perturbara, ejerció como médico ginecólogo en Bad Naudeim y luego en Baden-Baden. En Austria quedaron su antigua novia Gertrud Böser y su hija, Waltraut. Él siguió su vida y se casó con una estudiante de medicina llamada Friedl, con quien tuvo otros dos hijos, Rüdiger y Christian.
Su vida dio un salto en 1962, cuando se iniciaron las acciones ante la justicia alemana para juzgarlo como criminal de guerra. Heim desapareció. “Aparentemente le dieron el dato de que las autoridades de Alemania le abrirían un juicio, pero no sabemos quién lo alertó”, dice Zuroff.
Transcurrieron otros 17 años hasta que un tribunal de Baden-Baden lo acusó de asesinatos imprescriptibles, abriendo un proceso en su contra. Eso fue en 1979, el mismo año en que su hija, Waltraut Böser, hizo sus maletas y partió a vivir a Chile junto a Iván Diharce. Ya conocía Sudamérica, pues había estudiado para ser químico farmacéutica a comienzos de los años 70 en Uruguay.
La pista que se siguió de de Heim es errática y pasa por Egipto, Argentina y Uruguay, donde se sospechó que pudo tener contacto con su hija mientras ella estudiaba.
Recién en 1985 se logró que la justicia alemana despachara la orden de captura internacional, pero el nombre de Heim fue cayendo en el olvido hasta que en 2004 uno de sus hijos cometió un ilícito financiero en Alemania y la justicia investigó las cuentas familiares. Sorpresa: se encontraron 1,2 millones de euros en efectivo y 800 mil euros en acciones y bonos a nombre de Aribert Heim. La tesis de que estaba vivo cobró fuerza. La lógica de sus perseguidores indicaba que, si estuviera muerto, sus hijos ya habrían presentado las pruebas para repartirse su fortuna.
Ninguno de los tres herederos se pronunció sobre esta tesis hasta agosto de 2008, cuando Rüdiger Heim, uno de los hijos, finalmente anunció que iniciaría las gestiones para que se diera por muerto a su padre. En entrevista con el diario alemán Bild, Rüdiger dijo no saber nada de Aribert Heim desde los años sesenta, cuando dejó un par de mensajes en el buzón de la familia diciendo que estaba bien. Rüdiger buscaba distanciarse de la imagen de su padre: “En el caso de que fuese el único heredero, donaría todo ese dinero para el mantenimiento de la memoria histórica del campo de concentración de Mauthausen”. (En febrero cambiaría su versión y diría que estuvo en el momento en que murió su padre en El Cairo, ver recuadro)
Para Zuroff las primeras declaraciones de Rüdiger no cambiaban nada y por eso siguió con la búsqueda que encabeza desde de enero de 2005, cuando el Centro Wiesenthal amplió la Operación Última Oportunidad. Su meta original era la identificación de nazis cuya existencia fuera desconocida, pero la policía alemana les pidió que nombraran a Heim como el objetivo más importante, pese a que no calzaba con el perfil, por ser un nazi bastante conocido. “Aceptamos porque es alguien muy importante y podíamos ayudar a encontrarlo. Hemos dedicado una gran cantidad de energía y dinero a esto”, dice Zuroff.
Pero nuevamente las huellas se dispersaron. A fines de 2006, el diario El País de España informaba que la policía hispana estaba tras Heim en la Costa Brava. Se tomaron incluso las huellas dactilares de ancianos alemanes y austriacos que vacacionaban en la zona. Por esos días ya se investigaba también la pista chilena. Fue en mayo de 2006 que el tribunal de Baden-Baden envió el primer exhorto a Santiago pidiendo la ejecución de pesquisas policiales. Esta vez creían tener una pista cierta: Gertrud Böser, la madre de Waltraut, había viajado a Chile 18 veces entre 1982 y 1992. Y la policía germana decía tener antecedentes que confirmaban que la mujer mantenía contacto permanente con Heim. Los desplazamientos de su hija en sentido contrario eran más intensos: entre 1979 y 2005 había viajado más de 50 veces a Suiza, Austria, Alemania y España.
En diciembre de 2007, un nuevo exhorto de asistencia judicial llegó a Chile desde Baden-Baden. Iván Diharce, Waltraut Böser y los tres hijos de la pareja volvieron a estar en la mira como posibles encubridores de Aribert Heim. Esta vez la atención se centró en los dineros que maneja el yerno, Diharce, pues la policía alemana, que ya estuvo en Chile haciendo indagaciones, estima que su patrimonio no está plenamente justificado por sus actividades y, además, el hombre no proviene de una familia rica.
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Oriundo de Ancud, ciudad ubicada en la isla grande de Chiloé, frente a Puerto Montt, Iván Diharce es topógrafo. Durante el gobierno de Salvador Allende trabajó en la Corporación de la Reforma Agraria (CORA), el organismo gubernamental encargado de dividir los grandes latifundios entre los campesinos. La zona fue una de las más calientes de la época, cuando las demandas por agilizar la repartición de tierras gatillaron numerosas ocupaciones ilegales y fuerte tensión política.
Diharce tenía 29 años cuando se produjo el golpe de Estado de 1973 y aunque no está claro si fue perseguido políticamente, dejó Chile rumbo a Canadá y luego a Europa. Según ha contado a sus amigos, en Austria trabajó lavando platos en un restorán, donde conoció a Waltraut Böser. Uno de sus conocidos dice que volvió a Chile sin dinero, pero hizo buenos negocios comprando propiedades a bajo precio. De acuerdo a un ex socio, “tiene gran habilidad para los negocios, compró terrenos que estaban botados y cuyo valor se ha multiplicado”.
Durante los años noventa, su esposa Waltraut tuvo una farmacia en la céntrica calle Antonio Varas, que luego cerró. “Wali” o “La Gringa”, como le dicen sus amigos, actualmente ayuda a su marido en los negocios.
La construcción ha sido el fuerte de Diharce. Con un amigo formó en 1986 la Constructora Vascat, que tuvo bastante éxito en licitaciones de obras públicas. Hoy su principal negocio es la Inmobiliaria y Comercial Tyrol, que creó junto a su mujer Waltraut y su hijo Iván, pero que actualmente maneja sólo con su hija Valentina. Esta empresa administra un parque industrial en las afueras de la ciudad, cerca de su casa. Valentina, que estudia Ingeniería Técnica de Obras Públicas en Islas Canarias, prepara su proyecto de fin de carrera justamente sobre el loteo de Inmobiliaria Tyrol.
Uno de los amigos de Diharce, que pide reserva de identidad, cuenta que mantiene un alto nivel de gastos, pese a que sus dos chalets no aparentan ningún lujo.
-Gasta mucha plata en ropa, se jacta de ofrecerte el mejor vino o tragos carísimos y hasta ha invitado amigos a Europa con todos los gastos pagos- asegura.
Iván Diharce y Waltraut Böser registran decenas de salidas del país en los últimos años. La mayoría son por tierra hacia la Argentina, a través del paso Puyehue, que lleva a Bariloche. Se trata de un destino común para los chilenos de la zona, pero fue la frecuencia de los viajes la que levantó sospechas.
El sur de Argentina fue uno de los refugio nazis en la post guerra. En Bariloche, en 1994, se ubicó al criminal de guerra nazi Erick Priebke. El tema alcanza ribetes mitológicos a ese lado de la cordillera, donde el periodista Abel Basti escribió un libro en que asegura que Hitler murió en Bariloche y también una guía turística sobre la huella nazi en la zona.
La gran cantidad de viajes de los Diharce Böser a otros destinos como Europa, Estados Unidos, Brasil, Perú y Uruguay también hablan de la solvencia económica familiar. De acuerdo al registro comercial, Iván Diharce tiene doce propiedades con un avalúo fiscal cercano a 1,7 millones de dólares, aunque el valor comercial puede duplicar esa cifra. Registra también dos autos Volvo (de 1990 y 2007) y una 4×4 Chevrolet roja del año 2000. Su joya es la Dyna Low Rider de Harley Davidson, roja y del año 2000, pues más allá de los 17 mil dólares que vale en el mercado, el motociclismo es su pasión.
Con 65 años y pelo blanco, Iván Diharce sigue siendo un fanático harlysta. Siguiendo los pasos de su padre, practica motociclismo desde que era un adolescente. “El tío es uno de los más antiguos de la zona. Es de andar solo, pero a veces, cuando nos pilla en la carretera, se nos une”, cuenta Alejandro Farías, líder local de la Hermandad del Sur, una agrupación de motoqueros.
El relato de Farías coincide con la explicación que usa un amigo para graficar la personalidad excesivamente cambiante de Diharce: “Un día puede decidir viajar al norte en su Harley, pero por muy decidido que esté, si se encuentra con un grupo de motociclistas en sentido contrario, se da media vuelta y se pone a la cola rumbo al sur”.
Sus amigos le dicen a Diharce “El Rayuela”, una mutación del calificativo chileno de “rayado”, como se llama a los locos. El mote se lo ganó por ser demasiado acelerado, funcionando siempre a mil kilómetros por hora y reaccionando explosivamente a cualquier estímulo. “Se enoja y grita, pero no se va a lo físico”, lo defiende un amigo.
Algo así vivió uno de sus ex socios cuando decidieron separar aguas en 1991. De acuerdo a un viejo conocido que presenció la disputa, Diharce se encolerizó sin razón aparente cuando todos los términos de la separación ya estaban acordados y en medio de una celebración de fin de año de la empresa, lo amenazó.
Sus reacciones son inesperadas. Si bien ahora nadie se atreve a tocarle el tema de su suegro (“Te podría llenar de insultos. Por algo le dicen El Loco”, advierte un comerciante que lo conoce), cuando recién salió la noticia, en 2006, Diharce se lo tomó a risa. Llegó a la oficina de un amigo con el recorte del diario y diciendo que, si era cierto, lo único que quería saber es si les tocaría heredar parte de los millones de la cuenta bancaria descubierta en Europa.
Los amigos de Diharce se dividen entre aquellos que dicen que es inverosímil que haya protegido a Aribert Heim y quienes no se cierran a esa posibilidad. Hay uno que incluso imagina que puede haber influencia de su suegro nazi en él. “Quizás han estado mucho tiempo juntos”, dice, interpretando así lo que llama las actitudes de “patrón de fundo” de Diharce, sus gritos, su forma de mandar.
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La presencia de Efraim Zuroff en Puerto Montt causó revuelo mediático. No todos los días un cazador de personas visita la ciudad. Zuroff conoce el efecto de ser llamado cazanazis. “No tengo idea de quién inventó el término, pero no me molesta y alguna veces ayuda a llamar la atención sobre nuestras actividades”, reconoce.
Tras su partida, el tema desapareció de la agenda noticiosa y de las preocupaciones de los puertomontinos. “Tenemos otros problemas bastante más importantes”, resume un empresario local. El 2008 fue particularmente duro para Puerto Montt, capital de la Décima Región. A sus cerca de 200 mil habitantes se sumaron en mayo casi 4 mil refugiados de Chaitén, una ciudad distante a 200 kilómetros que fue evacuada tras la erupción de un volcán. Llegaron junto al drama de haberlo perdido todo y las dificultades por encontrarles vivienda y trabajo. La industria salmonera, que ha revitalizado la ciudad, también vivió un año complejo, con huelgas, cierres de plantas y un virus amenazador. Por si fuera poco, una serie de accidentes aéreos han sacudido la zona.
Lo que no cambia es la lluvia de todos los inviernos, pero lo peor es el viento. La buena noticia es que en el centro de la ciudad hay muchos cafés para refugiarse. Están el Rhenania, el Dresden, el Haussmann. Camino en busca del primero mientras miro los rostros de los transeúntes. En pocas cuadras me cruzo con varios Aribert Heim. Ancianos de tez clara, pelo blanco, nariz afilada y ojos azules. Perfectos arios. Salvo por la cicatriz que se supone que tiene en la cara, definitivamente Heim no llamaría la atención en esta zona.
Una escultura de dos colonos siendo guiados por un lugareño se levanta entre la costanera y la Plaza de Armas. Una placa recuerda que los primeros 200 habitantes de Puerto Montt llegaron directamente de Alemania en 1852 en el barco Susanne.
Los trajo Vicente Pérez Rosales, agente de colonización del gobierno de Manuel Montt, en cuyo nombre bautizó al nuevo caserío. Pérez Rosales era el reemplazante de Bernardo Philippi, un alemán que se dedicó a explorar el sur y que promovió la política de colonización con sus compatriotas. Fueron más de tres mil germanos los que se instalaron en Puerto Montt y otras ciudades de la región.
Con el tiempo, su presencia se fue diluyendo pero su impronta permanece. En los nombres de cafés, en los apellidos y en las instituciones: el Club Alemán, la bomba Germania, el Colegio Alemán, la Iglesia Luterana.
-Somos chilenos pero guardamos las tradiciones alemanas. El descendiente alemán es disciplinado y eso nos lleva a mantener el idioma -dice Totila Lintz, un descendiente germano reconocido en la zona como el que más sabe sobre esa inmigración.
A sus 84 años está escribiendo la historia del Club Alemán e insiste en que a los descendientes germanos no les interesa la política.
-En la época de mi general Pinochet, yo fui alcalde designado. Cuando uno es designado tiene al patrón arriba de la cabeza y no hice nunca política. Mi padre nos educó en la tesis del comunismo. Cuando había que saludar, lo hacíamos con el puño en alto. Pero cuando empezó la Segunda Guerra Mundial yo dije: “Soy descendiente alemán, soy amigo de Alemania” y defendí a Alemania. A los descendientes en Chile nos importa un rábano que el gobierno de Alemania sea una democracia, la monarquía del Kaisser o el gobierno nacionalsocialista de Hitler.
Y no se equivoca. En el libro “Chile y los hombres del Tercer Reich” de María Soledad de la Cerda, se consigna que en 1940 se calculaba que el 95% de los puertomontinos apoyaban el nazismo. Lintz fue uno de los que lloró cuando Alemania perdió la guerra.
-Usted sabe que la historia la escriben los vencedores. Yo no soy nazista, pero sí he estudiado la historia- cuenta, y asegura tener un documento que prueba que los 6 millones de judíos muertos son una gran exageración. No conoce a Iván Diharce y Waltraut Böser, pero está indignado con lo que están viviendo: “¿Qué dirían si los alemanes salieran a cazar presuntos asesinos yanquis de soldados alemanes?”
Empiezo a entender por qué no es tan descabellado pensar en el sur de Chile como un buen microclima para los nazis prófugos. La idea se refuerza en el Café Rhenania, en la céntrica calle Antonio Varas, donde una enorme foto empapela una de las paredes. Es un retrato de Heinz Rödenbeek y su mujer Hedwig Otten, quienes fundaron el café en 1959. Él viste uniforme militar. Sobre su pecho, al costado derecho, salta a la vista la clásica insignia del águila imperial que con sus garras carga una svástica.
Hay dos mesas ocupadas con parejas que toman café y conversan despreocupadamente. A nadie le llama la atención la imagen que adorna la muralla.
-Es una foto de matrimonio tomada durante la guerra. La gente piensa que es nazi, pero todo el Ejército tenía ese uniforme. Me han reclamado que la foto atenta contra los derechos humanos. No saben discriminar entre el uniforme nazi y el del Ejército alemán- dice Hedwig Rödenbeek, hija de los fundadores del local y actual dueña.
Tiene razón con respecto a la distinción entre el uniforme del Ejército y el de los SS nazis, pero en Alemania nadie se atrevería a lucir una foto con una svástica en un café. En pocas partes del mundo sería algo tolerado con indiferencia.
Cuando estuvo aquí, Efraim Zuroff tuvo un inesperado contacto con uno de los herederos del nacionalsocialismo en la zona, con quien se enfrentó a gritos cuando salía de su hotel. Estaba rodeado por los periodistas que lo seguían a todos lados cuando un hombre bajo, con barba de chivo, parka amarilla y un sombrero para la lluvia, lo increpó:
-¡Encuentren a los asesinos de los palestinos, eso es genocidio! ¡Asesinos, fuera de Chile! ¡No tiene nada que hacer aquí señor! –le gritaba el hombre apuntándolo con el dedo.
-¡Mató a cientos de personas él mismo porque era un nazi y ellos eran judíos!- le respondía al mismo volumen Zuroff.
El tipo dijo llamarse Hans, pero un lugareño lo desenmascaró (el enfrentamiento verbal puede verse en youtube). En realidad se llama David Mardones y es conocido no por su defensa de los palestinos, sino por haber pertenecido a Patria Nueva Sociedad, un movimiento fundado en 1999 en una reunión en el Club Alemán de Puerto Montt y que se define como Socialismo Nacional. Sus integrantes son conocidos como los nazis chilenos y cada cierto tiempo levantan polémica, aunque nunca han protagonizado hechos violentos.
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Así como Argentina tuvo a Adolf Eichmann y Bolivia a Klaus Barbie, por Chile también pasó un nazi célebre. Para la historia quedará que Walter Rauff vivió libre en el país durante más de 20 años con la venia de las autoridades. En Alemania se le acusaba de inventar los camiones de la muerte, vehículos donde los judíos eran encerrados y asfixiados con el tubo de escape de la máquina. Más de 100 mil personas murieron de esa forma.
En 1963 la Corte Suprema denegó la solicitud de extradición de la justicia alemana pues según la legislación chilena el delito había prescrito. Simón Wiesenthal nunca se quedó tranquilo. Tampoco Beate y Serge Klarfeld, un matrimonio francés que disputaba el protagonismo a Wiesenthal como cazanazis. No sólo porque buscaban las mismas presas, sino porque tenían un estilo distinto y se criticaban mutuamente. Wiesenthal era más diplomático, los Klarsfeld eran gente de acción.
En 1984 estuvo Beate en Chile, para protestar por la pasividad del gobierno ante la presencia de Walter Rauff. Fue detenida por manifestarse frente a La Moneda. También llegó con pancartas hasta la vivienda de Rauff, en la acomodada comuna de Las Condes.
El abogado Gabriel Zaliasnik fue uno de los jóvenes que protestó frente a la casa de Rauff. Hoy preside la Comunidad Judía en Chile y dice que atrapar a Heim es importante para cerrar capítulos abiertos de la historia.
-Muchos de estos fugitivos tuvieron una suerte de pequeño paraíso en el Cono Sur. Hay una parte de la historia de Latinoamérica que quizás no ha sido suficientemente aclarada: cómo fue posible la permanencia de este tipo de personas.
En la misma línea, Zuroff afirma que no está en cuestión que hubo un patrón de apoyo y asistencia a los nazis.
-Si me preguntas si Heim tuvo ayuda en Sudamérica, respondo que sí, incluso quizás hasta ahora. Acabo de cumplir 60 años. Que una persona como yo, que nació después de la Segunda Guerra Mundial, haya pasado gran parte de su vida cazando nazis, es muy loco. De alguna forma es algo terrible, pues esto debió estar hecho hace años- dice Zuroff.
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Julio de 2008. Puerto Montt. Waltraut Böser e Iván Diharce permanecen inubicables para Zuroff y para la prensa que intenta contactarlos. Como en el centro de la ciudad un comerciante me ha dicho que vio a Diharce, subo a un taxi y enfilo hacia Panamericana Sur 579, la dirección de la familia. Son dos casas que se levantan a pocos metros una de otra, en un terreno de la población Techo para Todos. La reja de automóviles está completamente abierta, como invitando a pasar. Mi taxi lo hace y se estaciona junto a la entrada, en el límite interior de la propiedad.
Camino hasta la primera casa, de piedra a la vista y madera pintada de blanco. Sus ventanas sin cortinas muestran un interior completamente desocupado, salvo por algunos cuadros. Se dice que la casa está a la venta. En la segunda vivienda, de madera café oscuro, concreto blanco y techo metálico azul, se vislumbra movimiento de personas tras los visillos y afuera hay tres autos estacionados. Toco el timbre. Abre Diharce. Alcanzo apenas a presentarme y me para en seco.
“¿Viene por lo de los judíos?”, dice antes de indicarme la salida con su mano tatuada. Camino hacia mi taxi pensando si realmente a Diharce le interesa tomar distancia de su suegro antisemita o no tiene conciencia de lo políticamente incorrecto de su pregunta.
Ya voy a partir cuando súbitamente reaparece Diharce. Se acerca con paso rápido y firme. Trato de convencerlo de que conversemos. No responde. Sigue avanzando sin mover un músculo de su cara. Pasa a mi lado, cierra la reja con fuerza y vuelve a su casa. Ni el taxista ni yo queremos creer que el tipo nos ha dejado encerrados. Pero lo ha hecho. Ni siquiera abre la puerta de la casa cuando toco el timbre. Pasan cinco, diez minutos y el taxista toma su celular para llamar a la policía.
Entonces Diharce sale nuevamente. Luce un gorro negro con el logo de Harley Davidson y sujeta un cigarrillo en la mano del escorpión. Lo acompañan dos desconocidos. Suben a cada uno de los autos que hay en el patio –Diharce en la Chevrolet 4×4- y salen en caravana por un portón trasero de la propiedad, que cierran tras de sí. Nosotros seguimos sin poder salir. El taxista está indignado y reclama por la prepotencia. Lo único que quiere es sacar su taxi de ahí.
Transcurre media hora antes de que lleguen dos autos policiales: uno fue llamado por Diharce y otro por el taxista. En ese preciso momento aparece caminando hacia nosotros una joven de unos treinta años. Saca una cámara y dispara a diez centímetros de mi cara sin decir palabra. Luego abre la puerta de entrada y se identifica ante los policías como Natascha Diharce. Es hija de Iván Diharce, la nieta mayor de Heim. Según argumenta ante los uniformados, está cansada de que los periodistas entren a su casa y nos dejó encerrados para dejar registro.
El episodio termina en la comisaría, donde dejo constancia de que fui retenida contra mi voluntad por Iván Diharce. En esos mismos días su esposa Waltraut escribe desde Austria a Zuroff insistiendo en que no está protegiendo a su padre nazi. En Chile, su esposo parece empeñado en hacer que parezca lo contrario.
El miércoles 4 de febrero el diario The New York Times y el canal de televisión alemán ZDF dieron un golpe periodístico mundial al publicar una investigación que revela que Aribert Heim murió en 1992 en Egipto.
Tarek Hussein Farid fue el nombre que el médico austriaco adoptó en El Cairo, donde además se hizo musulmán. Los periodistas fueron hasta el lugar donde vivió y encontraron documentos personales, como cartas a medios refutando haber cometido las atrocidades que se le imputan, análisis sobre el aumento de los judíos en el mundo y también escritos donde ordenaba qué hacer con sus bienes al momento de su muerte.
Entrevistaron además a Rüdiger Heim, el mismo hijo que meses antes había dicho que no sabía nada sobre su padre. Ahora afirmó haberlo visitado varias veces en Egipto y haber estado presente cuando murió de cáncer. Existe un certificado de defunción, pero su cuerpo habría sido enterrado anónimamente en una tumba común, por lo que no hay cadáver que permita asegurar que efectivamente falleció.
Para la policía alemana, periciar el cuerpo es un requisito para cerrar el caso, por lo que solicitarán a las autoridades egipcias autorizar la búsqueda del cadáver. Según dijo a la prensa un portavoz de la Oficina de Investigación Criminal de Baden-Wuttemberg, en Stuttgard, los datos publicados la semana pasada son creíbles, pero sólo confirman que Heim vivió en El Cairo y no son prueba de su muerte. Sobre las afirmaciones de Rüdiger Heim, concluyó lo obvio: “O mintió entonces o miente ahora”.
El cazanazis Efraim Zuroff también se mostró algo escéptico ante la investigación publicada, pues cree que puede haber personas interesadas en hacer creer que Heim murió para detener su búsqueda o para cobrar su fortuna. De todos modos se abre a la posibilidad de que efectivamente haya fallecido: “Si la historia es cierta, siento una tremenda frustración y desilusión de que Heim haya escapado de la justicia, pero no lamento nuestros esfuerzos realizados porque en 2005, cuando empezamos, muy poca gente conocía sus crímenes y ahora todo el mundo sabe de ellos”.