Testimonios de vida a propósito del debate en torno a la educación
09.08.2011
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09.08.2011
La educación tiene el mérito de que es un debate que tarde o temprano involucra las historias de vida de quienes hablan. A propósito de la serie de columnas de Fernando Atria (10 lugares comunes falsos sobre la educación chilena y una propuesta para hacerlos verdaderos) dos lectores contaron parte de sus vidas y los valores a los que se han aferrado para salir adelante.
Soy hijo de marino raso y sueldo bajísimo. Estudié y ahora gano dinero. O sea según mi compadrito (se refiere a Fernando Atria) pertenezco al grupo de lo privilegiados. Para mas remate, me salió un hijo súper inteligente y como yo me preparé para que no le deba un peso a nadie, él también pertenece al grupo de los privilegiados. Acaso debemos renunciar a lo que hemos obtenido con legítimo esfuerzo de generación en generación. Creo que este compadre ve el problema desde un solo ángulo. Comparto el hecho de que los más ricos, pero los más ricos de los ricos, teman. Pero hay que ser objetivo, no todos somos súper ricos, sin embargo nuestro único norte ha sido la educación y los beneficios estoy por cosecharlos.
Rodrigo Arcano.
Señor Arcano: Soy hijo de chofer de micro con sueldo bajísimo. Estudié en liceo público, luego en la UC. Hoy gano un buen sueldo. Gasto cerca de 600 mil en educación para mis hijos, incluyendo al mayor en la UC (sin deuda). Y mis tres hijos están conscientes de que somos privilegiados. He tratado de dar a mis hijos la mejor educación dentro de mis posibilidades, pero también les he inculcado que sean solidarios y luchen contra la pobreza, que sigan el ejemplo de otros que lucharon antes y crearon una educación pública de calidad y un sistema de becas que le permitieron a hijos y nietos de obreros, como yo, acceder a la “promoción social”. Todos los primos de mis hijos estudian en escuelas públicas de pésima calidad y todos sus tíos son obreros y empleados. Y tanto yo como mis hijos, queremos un sistema educacional más justo, que ponga a todos (incluyendo a mis sobrinos) en condiciones de competir por un futuro mejor. Hay quienes salen de la pobreza y no quieren mirar atrás. Son los que se salvan solos y creen que a ellos les fue bien sólo por sus méritos, sin reconocer el aporte de cientos de personas que por décadas lucharon para que tuvieran acceso a educación pública de calidad. Yo no. Me enorgullece provenir de un sector popular y hasta hoy disfruto el cariño de mis amigos y vecinos del viejo barrio. Por ellos y sus hijos tengo la esperanza de terminar con la pobreza no sólo en mis bolsillos. Y para eso se requiere que el Estado asegure educación de calidad e igualitaria para todos.
Pedro.