Acusan al obispo Arteaga: trató de acallar a las víctimas de Karadima y no responde por los dineros
11.11.2010
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11.11.2010
“La madre superiora manda a decir que nuestra congregación no ha recibido nada y no entendemos por qué hemos sido citadas”. Así de clara y terminante es la respuesta de la hermana María Francisca de la congregación de las monjas de Belén de Casablanca, cuando se le consulta si alguna vez recibieron donaciones de la Parroquia El Bosque, de la Pía Unión Sacerdotal o del sacerdote Fernando Karadima.
La misma respuesta obtuvo CIPER al consultar a la Fundación Luz, a la Radio de María y a dos de las sedes de la congregación de las Carmelitas Descalzas. Estas cuatro organizaciones católicas y benéficas fueron mencionadas por el presidente de la Acción Católica de la Parroquia El Bosque, Francisco Costabal, en sus declaraciones a la PDI como receptoras de cuantiosas donaciones de esa parroquia. Así lo consignó el vespertino La Segunda el 4 de noviembre.
El ingeniero comercial Francisco Costabal es uno de los integrantes del círculo íntimo de Karadima que se ha mantenido incondicional al sacerdote, al punto que desde que éste debió abandonar la parroquia -a petición del cardenal Francisco Javier Errázuriz-, su primer exilio lo vivió en el fundo de los Costabal en María Pinto. Hoy el presidente de la Acción Católica de El Bosque sigue acompañando a Karadima en su nuevo refugio en Los Andes: el fundo de la familia política del actual seremi de agricultura, Francisco Vial Lira.
La enumeración de donaciones hecha por Costabal a la PDI buscó mostrar cierta claridad en el destino de los cuantiosos tributos que recibían de sus fieles tanto la parroquia regida por Karadima –a pesar de que el párroco desde 2006 es Juan Estaban Morales- y la Unión Sacerdotal, presidida hasta hace algunos días por el obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga.
El origen y uso de esos fondos es un punto clave en la investigación en manos del fiscal Xavier Armendáriz, quien busca dilucidar el motivo de las curiosas y cuantiosas donaciones a empleados de la parroquia y otros cercanos a su círculo. Precisamente a quienes podrían testificar en contra de Karadima y del vicario de la Parroquia El Bosque, Diego Ossa, en la investigación por abusos sexuales contra ambos en la que Karadima ha declarado como inculpado.
Los dineros que manejaba el círculo de Karadima y su uso es también una pieza clave de la investigación que lleva a cabo el interventor de la Unión Sacerdotal que nombró recientemente el Arzobispo de Santiago: el sacerdote Fernando Vives, vicario de la Zona Cordillera.
Por ello resulta relevante que representantes autorizados de las cuatro instituciones que Francisco Costabal nombró ante la policía como receptoras de las generosas donaciones del círculo de Karadima, nieguen haber recibido dinero vinculado a la Parroquia El Bosque o a Karadima.
Carolina Molina, de la Radio María, aseguró a CIPER que esa institución no ha recibido ningún tipo de ayuda de parte de Francisco Costabal, la Parroquia El Bosque, la Unión Sacerdotal o del mismo sacerdote Karadima. En la casa principal de las Carmelitas Descalzas, que como monjas de claustro se comunican con el exterior a través de una “hermana tornera”, responden: “en nuestros registros no consta ningún donativo recibido del entorno” de ese sacerdote.
Solo la Fundación Luz recibió dinero alguna vez:
-Al ver la nota de La Segunda me sorprendí mucho, pues nosotros recibimos un solo donativo de ellos (el 12 de abril de 2007), cuando nos encontrábamos haciendo la construcción de la enfermería del colegio Santa Lucia. Por ética no puedo decirle el monto, pero si lo requiere un tribunal, evidentemente lo pondría a disposición ya que esta registrado en la contabilidad –dice Sebastián Pérez Campino, director de la «Red de Amigos de la Fundación Luz».
A Pérez le interesa aclarar el punto porque “en lo que leí se da la idea de que fueron varias e importantes donaciones las que nosotros recibimos y eso no es real”.
Por el contrario, los donativos que si se encuentran acreditados son a personas que podrían ser testigos en contra de Karadima.
Los beneficiados, según el informe de la PDI que reproducen La Segunda y La Tercera, y que habían sido anteriormente revelados por CIPER, son: la cocinera de la parroquia desde 1994, Silvia Garcés, que recibió $29 millones entregados por Karadima (su esposo, Juan Onésimo Cea, es sacristán de la misma iglesia desde 1982); y Patricio Vasconcellos, sacristán de El Bosque desde hace 6 años, que recibió $10 millones con fondos parroquiales (ver pagaré).
Si bien los dos receptores citados son personas de recursos limitados, situación que podría justificar eventualmente alguna ayuda de emergencia, hay otros dos beneficiados que simplemente escapan a cualquier lógica de beneficencia y amenazan con derrumbar las explicaciones que hasta hoy han dado los directivos de la parroquia y la Unión Sacerdotal.
La primera es María Pía José Riesco Bezanilla, la administradora financiera de la Parroquia El Bosque. La mujer de la máxima confianza de Fernando Karadima, ya que también tenía acceso al menos a una de sus cuentas bancarias personales, aparece recibiendo un donativo de $13 millones. Difícil justificar la entrega de dicha cantidad ya que Riesco tiene bienes.
Por último, está el “donativo” que más complica judicialmente tanto a Karadima como al vicario Diego Ossa, y al abogado del primero, Juan Pablo Bulnes, otro de los últimos incondicionales al ex párroco. Según el informe de la PDI, Oscar Osbén recibió $13 millones de Karadima. Los correos y otros testimonios que recibió CIPER con antelación indican que la cifra podría ser mayor. En uno de esos correos, Osbén le escribe al sacerdote Diego Ossa y le recuerda que fue manoseado y masturbado por él, situación que se reiteró y le provocó daño, por lo que pide ser compensado con $100 millones.
A estas alturas, tanto el informe de la PDI sobre los movimientos de dinero de la Parroquia el Bosque como los testimonios, documentos y otras pruebas recogidas y reveladas por CIPER en agosto pasado, han demostrado las inconsistencias y graves vacíos de sus libros contables.
También en esos reportajes hay constancia de los montos entregados y también de cómo y dónde se hizo el traspaso. En los pagos a Osbén, por ejemplo, intervino directamente Karadima y su abogado Juan Pablo Bulnes. Eso indica que el Arzobispado de Santiago no puede fehacientemente afirmar que no hubo dineros de fieles destinados a entregar donaciones a testigos de los abusos de los que se acusa al sacerdote. Y ello porque simplemente nunca existió un sistema contable en El Bosque. De hecho, solo había un libro de ingresos y de egresos donde las cifras calzaban. Pero son libros contables primarios. Ni siquiera incluyen balances.
La falta de transparencia en los montos que manejaba Karadima y la Pía Unión Sacerdotal llegaban al extremo de confundirse, ya que tanto la parroquia El Bosque como la entidad religiosa tienen el mismo RUT.
Por ello no fue difícil que los detectives detectaran que había donaciones que no se ingresaban al libro. Y así lo confirmaron al interrogar al responsable de esas cuentas: el obispo auxiliar de Santiago Andrés Arteaga, director de la Pía Unión Sacerdotal hasta que el cardenal nombró al vicario Fernando Vives como interventor.
Cabe recordar que tras los reportajes de CIPER, que pusieron de manifiesto los extraños manejos de dineros de la Unión Sacerdotal, doce religiosos de esa asociación clerical decidieron alejarse. Arteaga declaró entonces que: “en relación a algunos cuestionamientos sobre asuntos económicos y financieros de esta asociación aseguro enfáticamente que están en pleno orden, de acuerdo a su finalidad y a la legislación civil y canónica”.
Argumentó también que “la entrega de la información con toda la documentación disponible a la autoridad eclesial evidenciará la grotesca distorsión, falsedad e impresiones de muchas afirmaciones publicadas y que desgraciadamente, ha encontrado al parecer eco entre estos sacerdotes.”
Frente al interrogatorio de los detectives, el obispo auxiliar Arteaga cambió de tono y de respuestas. En el informe de la PDI que dio a conocer La Tercera, Arteaga se ve obligado a admitir que los libros de la parroquia no incluyen inversiones financieras como “depósitos a plazo” cuyos montos él mismo desconoce.
Consultado sobre los manejos de dineros, Arteaga reconoció que pese a figurar como la cabeza de esta organización desde hace dos décadas “no tengo poder de firma”. Y afirmó que tampoco conoce los detalles de los manejos de las platas de la Unión Sacerdotal, “puesto que yo trabajo en la universidad y no tengo mucho tiempo”.
Lejos de demostrar que los dineros de la asociación que presidía están en orden, el también vicecanciller de la Universidad Católica terminó diciéndole a la PDI que la persona que debían consultar para tales efectos era a Guillermo Tagle: “quien podría explicar con mayor precisión estos temas”.
Los Tagle son una familia muy ligada a la Iglesia Católica. Cuando El Mercurio hizo un perfil de este clan tituló la nota: “Entre finanzas y rezos”. Son nueve hermanos y de ellos el diario de Agustín Edwards afirmaba: “Los nueve hermanos traen el servicio público y la sensibilidad social genéticamente incorporados. La autoexigencia también se da en todos y el interés por las finanzas, en varios de ellos.”
Guillermo Tagle, al que Arteaga sacó al ruedo, es el más conocido del clan debido a sus importantes roles en el mundo financiero que lo hacen fuente habitual de la prensa especializada. Es ingeniero comercial de la Universidad Católica y director docente de la Escuela de Administración de esa casa de estudios. Fue director de AFP Bansander hasta 2006 y actualmente es socio y Director Ejecutivo de IM Trust. Su hermano Arturo es gerente general del Banco de Chile y su padre, Guillermo Tagle Castillo, llegó a ser vicepresidente del mismo banco.
Cuando declaró ante el fiscal Armendáriz, Guillermo Tagle dijo que no creía en ninguna de las acusaciones hechas contra el sacerdote pues tenía una profunda confianza en Karadima. En ese lugar dice, “conocí a mi señora y fundé a mi familia. He alentado a mis 8 hijos, seis de ellos varones, a que participen en la Parroquia de El Bosque… pienso que se trata de una instancia de crecimiento y desarrollo espiritual que espero que sea tan buena como la que viví yo”.
Tagle está muy vinculado al entorno de Karadima. Según testimonios judiciales en varias ocasiones participó de los viajes que realizaba Karadima a Europa, tal como lo hicieron otros laicos: Francisco Prochaska, Gonzalo Tocornal y Juan Carlos Cruz, uno de los acusadores del sacerdote.
También figura como socio de uno de los hombres más cercanos a Karadima hasta hace pocos días: Francisco Prochaska, quien vivió en la parroquia varios años, fue ayudante personal del sacerdote y solo tras las denuncias se ha distanciado. Tagle y Prochaska son socios en Trilogic, una empresa de informática.
En la declaración ante Armendáriz, Guillermo Tagle, un experto en manejos financieros, no cuenta que su relación con la iglesia de El Bosque no se limita a ser un feligrés. Es quien ayuda en la administración de los dineros de la parroquia. De hecho, cuando el Arzobispado de Santiago quiso ver los libros contables para saber si había o no alguna irregularidad, Tagle acompañó a los directivos de ésta que concurrieron a la cita con el obispo Fernando Chomalí.
Los acusadores de Karadima hacen varias menciones críticas sobre el obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga. Lo presentan como una persona que jamás les brindó ayuda. Varios de estos testimonios habían permanecido inéditos.
El principal denunciante, el doctor James Hamilton, contó ante la fiscalía que cuando no quería ceder a las presiones sexuales del sacerdote Karadima y evitaba subir a su pieza, éste lo recriminaba personalmente o pedía ayuda a otros sacerdotes. “Recuerdo que en una oportunidad mandó a varios sacerdotes, entre ellos a monseñor Arteaga, monseñor Juan Barros y otros que ya no recuerdo. Eran al menos seis sacerdotes que me hablaron en una de las salas de reuniones del templo. Se me indicó que mi fe flaqueaba y que el padre Karadima no estaba contento conmigo y que debía rezar más y comprometerme con la parroquia. La presión fue superior a mis fuerzas y cedí nuevamente”.
Hamilton no dice que esos curas supieran de los abusos, pero si reclama que la soledad en que se encontraba frente al poder de Karadima permitió que la relación con el sacerdote -que además era su guía espiritual- se prolongara por 22 años.
Más duro contra Arteaga dispara otro de los acusadores: el filósofo Andrés Murillo. En su declaración, Murillo relata que el sacerdote constantemente toqueteaba a los jóvenes que lo rodeaban con admiración, recurriendo a movimientos que parecían accidentales o disfrazando sus abusos como chistes:
“A veces me pedía que lo llevara en auto y más de alguna vez trató de tocarme los genitales mientras manejaba, lo que me causaba mucha confusión. Una vez le dije que no me parecía su manera de tratar a la gente y se enojó muchísimo. Llamó al padre Andrés Arteaga y ambos, en una sala de reuniones, me retaron fuertemente. Yo tenía 19 ó 20 años. Me humillaron y Arteaga, quien era doctor en teología y posible obispo y a quien yo consideraba muy inteligente, cuestionó mi inteligencia y me dijo que debía dejar la filosofía y dedicarme al teatro, que debía escuchar a Karadima…”.
Tiempo después de ese episodio, Murillo dice que le pidió a Karadima que lo confesara y él lo llevó a su pieza. “Había ahí un obispo. Karadima saca una botella de whisky. El obispo se puso muy nervioso y se fue de la habitación. Me dio un vaso de whisky y me dijo ‘para que te relajes’. Entonces comienzo a contarle mis problemas y Karadima me toca la pierna y luego, rápidamente, me toca los genitales. Yo quedé paralizado y no supe qué hacer. El abrió el cierre de mi pantalón e intentó masturbarme. Cuando pude reaccionar lo detuve y huí llorando del lugar”.
Al día siguiente Murillo trató de enfrentar a Karadima y el sacerdote lo único que le dijo era que tenía que confesarse por lo que “ambos” habían hecho la noche anterior.
Después de eso Murillo cortó los vínculos con la parroquia. Y tardó varios años, con tratamiento sicológico incluido, en poder enfrentar lo ocurrido. Cuenta que uno de sus primeros pasos fue escribirle en 2002 ó 2003 una carta al cardenal Errázuriz contándole lo que le había ocurrido: “y me contestó que estaba rezando por mí”. Decidió, entonces, hablar con Andrés Arteaga, pensando que encontraría comprensión.
-Fui a hablar con monseñor Arteaga, pues ahora era obispo auxiliar y pensé que si era inteligente y justo, podría ayudarme, darme apoyo. Pero sólo me recomendó que fuera al psicólogo, que todo era un mal entendido mío. Que no siguiera diciendo esas cosas de Karadima, pues ellos tenían muy buenos abogados. Me dijo que había leído la carta que yo le había a enviado a monseñor Errázuriz hacía años atrás y que no continuara hablado cosas porque estaba haciendo mucho daño. Le dije que era yo el que había sufrido daños y que no me convirtiera en el victimario cuando yo había sido la víctima –afirmó Murillo.
Otro testimonio que retrata al obispo Arteaga es el que entrega el sacerdote Fernando Ferrada Moreira, miembro de la Unión Sacerdotal que controlaba Karadima. El párroco de Jesús Carpintero declara en torno a la acusación de abuso que hace Óscar Osbén contra de Diego Ossa. Según relata el sacerdote Ferrada, un feligrés -Carlos Espinoza- le mostró los correos que Osbén y Ossa mantenían y en los que se narraba la relación de connotación sexual establecida entre ellos. También figuraba ahí la petición de 100 millones de pesos que hacía Osbén como compensación por los daños sicológicos.
“Carlos me dijo que a Óscar le habían pagado una camioneta y un millón de pesos. Me pasó el set de email que se intercambiaban Oscar y Diego Ossa. Eran cantidades grandes, millones. No quise seguir leyendo y se lo devolví. En esos documentos venían 4 hojas contando la relación de Óscar con el padre Diego y según me dijo ésta era similar a lo que dice Hamilton del padre Karadima”, relató Ferrada.
Y agregó: “Luego me fui a hablar con el padre Andrés Arteaga, quien me dijo que había muchas falsas acusaciones, que se arreglaran entre ellos y no nos metiéramos nosotros. Le dije que él era el obispo y me señaló que él haría lo que tenía que hacer”.
Pero el sacerdote Ferrada constató que luego de informarle de las graves acusaciones al obispo Arteaga, nada ocurrió: los pagos se hicieron y nada se investigó. “Ante esto fui hablar por segunda vez con Arteaga. Me escuchó, pero lo llamaron avisándole de una noticia en el diario que lo puso nervioso. Me dijo que no diera nombres de esto. Y por segunda vez dijo que él haría lo que tenía que hacer. Luego tuve una conversación con el cardenal Errázuriz en su casa, a principios de junio. Me dijo que era correcto habérselo comentado al padre Arteaga y me agradeció que se lo dijera a él. No sé de dónde habrá conseguido el dinero Diego Ossa, pues él mismo me comentó que no tenía”.
El lunes pasado, a las 10 en punto los sacerdotes de la Unión Sacerdotal se dieron cita en la Parroquia El Bosque. No fue la lluvia de esa mañana la que provocó una merma en la asistencia. Menos de 20 sacerdotes llegaron a la cita de cada lunes. Sólo aquellos que se mantienen incondicionales a Karadima llegaron a la misa, entre ellos el vicario de la Zona Centro, el sacerdote Francisco Javier Manterola (Hermano Mayor de la Cofradía Nacional del Carmen y Vicepresidente la Fundación Laura Vicuña; entre 1992 y 2000 fue secretario general y canciller del Arzobispado de Santiago).
Ese reducido grupo insiste en la inocencia del párroco y sigue sus rutinas como si no ocurriera nada. El vicario de El Bosque, sacerdote Diego Ossa, quien a pesar de las acusaciones de abuso sexual que pesan sobre él sigue oficiando misa en la iglesia, mantiene su estrecha relación con Karadima en estos días en que éste ha debido trasladarse de fundo en fundo a la espera del veredicto que decidirá su destino.
A cada una de las casas en las que se ha exiliado el cuestionado sacerdote ha llegado Diego Ossa y el ingeniero comercial Francisco Costabal. El primero incluso le aporta las comidas que sigue preparándole su antigua cocinera Silvia Garcés y que Ossa le lleva ahora hasta su último refugio en el fundo “El Guindal” en Los Andes, de propiedad de la familia política de Francisco Vial Lira (59 años), seremi de Agricultura de Valparaíso y consejero de la Sociedad Nacional de Agricultura desde 2009.
Si hasta hace pocos días Karadima, Andrés Arteaga, Diego Ossa, el párroco de El Bosque Juan Esteban Morales y el pequeño circulo de laicos que los rodea esperaban que no hubiera sanción alguna por no haberse podido probar las acusaciones que pesan sobre él, ahora sólo enfrentan dos alternativas. La primera es que por la edad del cuestionado sacerdote (80 años), se le aplique una sanción expiatoria la que debería cumplir en un lugar aislado y con restricciones y limitaciones de distintas índole, entre ellas, el acceso de visitas. La segunda es la más temida: la expulsión del estado clerical, para que no siga abusando ni manipulando conciencias, lo que significa que ya no podrá seguir ejerciendo nunca más como sacerdote.
El veredicto que para muchos fieles ya ha tardado demasiado, llegará cuando la imagen de la Iglesia Católica entre los chilenos pasa por su peor momento. Así lo constató una encuesta de CERC, según la cual el 75% de los católicos califica como “verdaderas” las acusaciones sobre abusos sexuales de sacerdotes. Tan duro como eso es que solo el 34 % de los chilenos cree que la Iglesia tiene una influencia positiva en Chile, porcentaje que está muy cerca de los que creen que su influencia es perjudicial para el país y que suman un 30 por ciento.