Señor Director:
Desde hace un tiempo, vengo notando ciertas fallas en la memoria colectiva que me parecen inquietantes. El aumento del apoyo a la figura de Pinochet y a la dictadura en general, la regresión (o quizás un avance que solo fue superficial) hacia pensamientos machistas y xenófobos, o incluso el olvido en el que han caído casos graves de corrupción, como el caso Penta. Si hoy se busca en Google a sus principales figuras, “Los Carlos”, los primeros resultados provienen de medios que los alaban por su trayectoria y filantropía o de sus propias páginas web, como si nunca hubieran sido parte de uno de los mayores escándalos de fraude al fisco en el país.
Este fenómeno no es casual. En un contexto donde la información circula a una velocidad abrumadora y donde los discursos se construyen en función de lo inmediato, la memoria histórica queda relegada. Lo que ayer fue indignación pública, hoy es apenas un pie de página en la historia. Y cuando se olvida, se normaliza. Se normalizan los abusos, la corrupción, la violencia y las injusticias del pasado, porque ya no se sienten como una advertencia, sino como un dato irrelevante.
El rechazo a la diversidad, el auge de teorías conspirativas y la desconfianza generalizada en las instituciones también son síntomas de esta época. El negacionismo histórico no surge de la nada, sino de un vacío en la memoria colectiva que permite reescribir la historia según la conveniencia de quienes buscan justificar lo injustificable. El riesgo no es solo olvidar, sino también que este olvido sea intencional, promovido por quienes tienen el poder de controlar el relato.
La falta de memoria colectiva no solo borra las responsabilidades del pasado, sino que allana el camino para que se repitan los mismos abusos. Si olvidamos los crímenes de la dictadura, normalizamos el autoritarismo; si ignoramos la corrupción, permitimos que siga ocurriendo; si descartamos los avances en diversidad e inclusión, abrimos la puerta a la discriminación. La memoria no es solo un acto de justicia, sino una herramienta de resistencia frente al olvido interesado.
En tiempos donde la desinformación y la manipulación histórica están al alza, es más necesario que nunca recordar, cuestionar y no dar por sentadas las libertades que hoy parecen garantizadas.
Porque el olvido es el mejor aliado de la impunidad.