¿Partícipes o cómplices? El rol de los “espectadores” en la prevención de la violencia sexual
20.01.2025
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20.01.2025
Las autoras de esta columna escrita para CIPER aprovechan el impacto de los últimos casos mediáticos de violencia sexual para focalizarse en terceros que pueden evitar que estos hechos ocurran. Sostienen que “comprometer a toda la comunidad en la prevención implica educar en las formas seguras y eficaces de intervención y, sobre todo, supone una apuesta integral por la reducción del riesgo y la construcción de convivencias saludables”.
Créditos imagen de portada: Nicolás Le Blanc / Agencia Uno
Los recientes procesos judiciales que se han abierto por violencia sexual presuntamente cometida por personajes públicos han sido analizados ampliamente desde su arista investigativa y penal. También se han abordado los efectos en las víctimas, sin embargo, poco se ha dicho de la prevención, aspecto esencial si queremos erradicar estas graves formas de violencia.
La Criminología enseña que hay tres vectores necesarios para la ocurrencia de un crimen: la presencia de un perpetrador motivado, de una víctima potencial y la ausencia de guardianes eficaces que puedan evitarlo. Estos “guardianes” se denominan espectadores: terceros que son testigos de algún evento de vulneración de derechos y tienen la oportunidad de intervenir para interrumpirlo. En esta dinámica, el tema que ha quedado pendiente es este último aspecto: la intervención de los espectadores como potenciales agentes en la prevención de un episodio abusivo y la respuesta temprana tras su ocurrencia.
En el caso Monsalve, por ejemplo, se ha discutido respecto del papel de varios testigos en diferentes momentos: el del taxista y el recepcionista, que tuvieron contacto con la víctima antes del hecho; o los compañeros de trabajo que se enteraron de la situación. Es necesario aclarar que ninguno de ellos es responsable por el eventual delito, pues las responsabilidades son individuales, sin embargo, y tal como sucede en este caso, frecuentemente nos encontramos con terceros que tienen la oportunidad de intervenir.
En la década del ’60, los psicólogos sociales, Bibb Latané y John Darley acuñaron el término “difusión de la responsabilidad” para explicar la inacción de los espectadores, especialmente en grupos numerosos, menos propensos a ayudar porque asumen que otros tomarán la iniciativa. En el caso de la violencia sexual, los espectadores son sujetos clave en la prevención y respuesta. La investigación demuestra resultados prometedores en la prevención de violencias mediante la intervención de terceros (McMahon et al., 2017; Salazar et al., 2023). Sin embargo, estos no siempre dimensionan su capacidad de respuesta, debido al desconocimiento de formas seguras de intervención o producto de creencias culturales que los invitan a mantenerse al margen, por ejemplo: “no se interviene en problemas de pareja”.
Como señala la doctora en Trabajo Social e investigadora Sarah McMahon, la educación de los espectadores se ha posicionado como estrategia prioritaria en los programas preventivos de la violencia sexual, en tanto configura una comprensión comunitaria del fenómeno, que compromete a todos sus miembros a intervenir ante estas agresiones, en lugar de centrarse en perpetradores y víctimas.
Un factor que aún incide con fuerza en la violencia sexual puntualmente es la culpabilización de la víctima es mayor cuando esta se encuentra bajo los efectos del alcohol, lo que puede disminuir la disposición de los testigos a actuar (Bieneck y Krahe, 2011). Además, las intenciones de intervenir están mediadas por el género y la posibilidad de reconocer las emergencias. Esto remarca la necesidad de educar a todos los miembros de la comunidad como espectadores prosociales (personas que actúan para beneficiar a otros) para promover la prevención de estos actos.
La intervención prosocial de los espectadores se basa en las «4 D»: acción directa, distracción, delegación y documentación.
La primera apunta a una interrupción directa y clara de la situación; esto implica confrontar a la persona que está ejerciendo violencia e impedir su interacción con la víctima, siempre tomando los resguardos correspondientes para mantenerse seguro. Acá se propone una acción inmediata, una toma de partido en la interrupción de un hecho violento: “Si ves algo, di algo”.
La segunda propone la distracción del perpetrador para que la víctima pueda evadir la situación o huir. Esta alternativa supone una intervención más sutil de los espectadores en tanto puede, por ejemplo, generar alguna interacción o diálogo con el perpetrador que otorgue una ventana de oportunidad a la víctima para salir de la situación. En caso de presenciar interacciones de índole sexual en ausencia de consentimiento, o cuando una de las partes está incapacitada de consentir efectivamente por estar bajo los efectos de alcohol o drogas, los terceros pueden distraer sutilmente al perpetrador, con pequeñas interacciones para propiciar la huida de la víctima.
Luego, delegar implica pedir ayuda o notificar a las autoridades; es decir, pedir a otros que acudan a intervenir durante o después del acto violento. Estos pueden ser amigos, otros desconocidos que se encuentren cerca, o a las autoridades del lugar en caso de contextos institucionales. Una llamada a figuras de orden público u otras instituciones de emergencia puede notificar a tiempo de las vulneraciones de derechos de las que son testigos los espectadores prosociales.
Por último, documentar lo ocurrido considera tomar nota de patentes de autos, fotos o videos del suceso, que podrían ser utilizados -siempre con el consentimiento de la víctima- para probar los hechos posteriormente. A esto se suma el acercamiento a la víctima, luego del suceso, para ofrecer solidaridad y respuesta a sus necesidades.
Este enfoque apuesta por el rol fundamental de los terceros en la prevención de violencias de forma transversal, antes, durante o después del incidente, siendo imprescindible tomar acción ante la violencia sexual, como individuos y como sociedad en su conjunto. Comprometer a toda la comunidad en la prevención implica educar en las formas seguras y eficaces de intervención y, sobre todo, supone una apuesta integral por la reducción del riesgo y la construcción de convivencias saludables.