Elecciones 2025: La oportunidad histórica de las derechas
10.01.2025
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10.01.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER proyecta los desafíos de la derecha para el año que se inicia, pero advierte que “la oposición tiene que tomarse muy en serio los aprendizajes que han dejado su propia trayectoria y la del país en los últimos años”.
Créditos imagen de portada: Diego Martín / Agencia Uno
Desde el punto de vista político, el nuevo año estará marcado por los torneos electorales parlamentarios y presidenciales. Y esta disputa por la conducción del país para el período 2026-2030 se dará en circunstancias particularmente favorables para la actual oposición. Conviene tomar nota de ello, pero sería un severo error confiarse excesivamente a partir de ese dato. Sobre ambos aspectos ahondaremos a continuación.
Por de pronto, los comicios de 2025 tienen como antecedente inmediato las elecciones de octubre y noviembre pasado que, luego de realizadas las sumas y las restas del caso, sugieren un escenario auspicioso para las derechas. En efecto, tan cierto como que la izquierda no se desplomó y obtuvo un resultado digno —cuya máxima expresión fue el triunfo del ex DC Claudio Orrego en el balotaje de gobernadores—, es el hecho de que la oposición logró imponerse en casi todos los parámetros posibles de comparación. Así, obtuvo mayor cantidad de votos y más candidatos electos en alcaldes —incluyendo las emblemáticas Santiago, Concepción y Ñuñoa—; y lo propio ocurrió tanto en concejales como en consejeros regionales. Incluso en gobernadores, única competencia favorable al oficialismo, la oposición avanzó de una a seis autoridades regionales y alcanzó más sufragios a nivel nacional. Mirados estos guarismos en su conjunto, representan el mayor avance territorial de las derechas en elecciones locales desde el retorno a la democracia.
Pero hay más: es preciso reparar en las prioridades y anhelos de las grandes mayorías, pues no sólo ayudan a comprender las cifras descritas, sino que dificultan imaginar números radicalmente distintos para la próxima competencia electoral. En concreto, dichos anhelos y prioridades hoy residen con mucha distancia en aquellas necesidades básicas vinculadas a la seguridad y economía, banderas que históricamente han resultado tan afines para las derechas como incómodas para sus adversarios. Si esto ya era así cuando el timón de las izquierdas lo tenía el mundo renovado y socialdemócrata, lo es aún más hoy, considerando la difícil trayectoria que ha experimentado la nueva izquierda gobernante. Al notar los ingratos hitos políticos que han marcado la presidencia de Boric —su abrazo a la fallida Convención, sus indultos a los «presos de la revuelta», los casos convenios y Monsalve—, lo menos que puede decirse es que el oficialismo se encuentra lejos de haber mejorado sus credenciales frente a un país que clama por mayores grados de certeza y estabilidad en las distintas dimensiones de la vida.
Si a todo lo anterior se añade el posicionamiento actual de los candidatos de uno y otro bloque —una candidata claramente aspectada en un lado, la falta de siquiera un candidato definido en el otro—, el escenario parece inmejorable para la oposición. Sin embargo, ahí reside justamente el gran riesgo de las derechas. Porque todo lo que hemos dicho en estas líneas muestra que este sector político tiene la posibilidad de volver a La Moneda con relativa independencia de sus propias acciones y decisiones. Naturalmente, no se trata de negar toda agencia a los líderes de la oposición: detrás de los logros electorales del último lustro —el monumental triunfo del Rechazo y el más reciente avance territorial de octubre y noviembre— hay mérito de los dirigentes y candidatos involucrados. No obstante, es un hecho que tanto esas victorias como el eventual retorno al poder guardan directa relación con los graves y reiterados errores de las izquierdas y su honda desconexión con el Chile profundo; y no primariamente con la excelencia o destreza política de las derechas.
En esto no conviene engañarse. Justamente porque es una posibilidad real el triunfo en las próximas elecciones presidenciales, la oposición tiene que tomarse muy en serio los aprendizajes que han dejado su propia trayectoria y la del país en los últimos años. Después de todo, ese examen arroja rápidamente algunas conclusiones dignas de recordar.
Primero, no hay triunfos electorales asegurados: previo al 4S las izquierdas creían tenerlo todo y en 2023 los republicanos incurrieron en una ensoñación similar. Segundo, incluso las victorias rotundas pueden terminar siendo ingratas: el expresidente Piñera volvió a La Moneda con una mayoría tildada de histórica y lo mismo se diría después de Boric, y para qué decir de las izquierdas en la malograda Convención. Tercero —y por idéntico motivo—, es crucial hacer el mayor esfuerzo posible por articular una mayoría parlamentaria, única forma de favorecer la gobernabilidad (si las derechas vuelven a negociar como lo hicieron para las últimas elecciones, dilapidarán ex ante dicha gobernabilidad). Cuarto, estas lecciones resultan especialmente relevante para la oposición actual teniendo en cuenta que la popularidad del presidente Boric, pese a todos los problemas del gobierno, siempre bordea el 30%, lo que augura que en caso de volver al poder las derechas enfrentarán una oposición con apoyo social efectivo (y esto, como ya lo padecieron el expresidente Piñera y su gabinete, exige anticipar escenarios de crisis). Quinto, ninguna estrategia ni composición parlamentaria puede reemplazar la lealtad mínima que requiere un gobernante (el expresidente Piñera fue literalmente abandonado por los suyos para los retiros de fondos previsionales). Y, por último, gobernar exige priorizar y articular de modo virtuoso narrativas, ejes programáticos y definiciones políticas básicas, que permitan orientarse en medios de las turbulencias. Cuando ello sucede, incluso administraciones que padecen graves problemas pueden conseguir avanzar en su agenda —como lo hizo Bachelet II—, porque al fin y al cabo saben para qué quieren gobernar.
Las preguntas que deben responder las derechas, en último término, son exactamente esas: ¿para qué quieren volver a La Moneda? ¿Están dispuestas a hacer todo lo que demanda esta histórica oportunidad? ¿Cómo cimentar desde ya la tan anhelada pero esquiva gobernabilidad?