Elecciones en Estados Unidos: ¿Es Donald Trump un peligro?
08.11.2024
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08.11.2024
El autor de esta columna escrita para CIPER no concuerda con quienes dicen que el complejo sistema electoral estadounidense sería una de las razones del triunfo de Donad Trump. Sostiene que “el problema no es el sistema electoral, el origen es otro. La violencia verbal, política, incluso física que Donald Trump ha manifestado es llamativa”. Agrega que “claramente” el mundo es más inseguro con el magnate en la Casa Blanca y que Chile debe tener cuidado en no normalizar la conducta como la del electo presidente de EEUU.
La victoria electoral Donald J. Trump en los Estados Unidos, en su tercera candidatura presidencial, ha sido un shock para muchos. Este shock nos deja con una serie de preguntas que consideramos deben intentar ser respondidas en perspectiva histórica.
Por una parte, algunos se han preguntado por el sistema electoral de los Estados Unidos, su carácter indirecto pareciera antidemocrático. ¿Es el sistema electoral de los Estados Unidos poco democrático? Claramente es un sistema engorroso, es el único presidencialismo que elige presidente de manera indirecta, pero tiene una lógica histórica. Estados Unidos es un país federal, con un territorio de escala continental y una población muy diversa. Lo que buscaban los fundadores del Estado era darle equilibrio electoral a los Estados más pequeños. La tentación de los candidatos a presidente de concentrarse en los Estados más poblados sería enorme. Con este sistema electoral indirecto, los candidatos están obligados a prestar atención a todos los Estados de la federación. No es un sistema antidemocrático, es una forma institucional de salvaguardar la democracia norteamericana, pero que ha quedado anquilosado. Como ha tendido a beneficiar a los republicanos, éstos no quieren dar pie a su cambio.
El problema no es el sistema electoral, el origen es otro. La violencia verbal, política, incluso física que Donald Trump ha manifestado es llamativa. ¿Por qué un político exitoso, que logra volver a la primera magistratura es una persona tan violenta? ¿Es Trump un fascista?
El 23 de octubre, pocos días antes de las elecciones, el periódico “New York Times” publicó un artículo en el que se cita a Robert Paxton, un importante historiador del fascismo refiriéndose al candidato Trump. El contexto de ese artículo es que Paxton constantemente consideró que el uso libre del concepto fascista era problemático: para él, el epíteto de fascista, como uso común, era erróneo y figuras como Trump no eran fascistas. El problema es que el veterano historiador, viendo el comportamiento de Trump, comenzó a cambiar de opinión y ahora considera que Trump es algo cercano a un fascista. El historiador argentino de la New School en Nueva York, Federico Finchelstein, viene advirtiendo hace tiempo que Trump es un líder populista con derivas fascistas. Por otra parte, el ex jefe de gabinete de Trump, John Kelly, señaló que el político republicano es un fascista.
El ya mencionado historiador Robert Paxton, en su libro Anatomía del Fascismo, lo define así: Se puede definir el fascismo como una forma de conducta política caracterizada por una preocupación obsesiva por la decadencia de la comunidad, su humillación o victimización y por cultos compensatorios de unidad, energía y pureza, en que un partido con una base de masas de militantes nacionalistas comprometidos, abandona las libertades democráticas y persigue con violencia redentora y sin límites éticos o legales objetivos de limpieza interna y expansión exterior (Paxton, 2005, 255). Las similitudes con Donald J. Trump saltan a la vista. La violencia de Trump está al servicio de un proyecto de limpieza, de regeneración nacional, de reivindicación del norteamericano que no se siente representado por las elites.
De todas maneras, no hay acuerdo en los expertos de la extrema derecha. Por ejemplo, Cas Mudde prefiere hablar de ultraderecha, Steven Forti habla de extrema derecha, etc. En lo que sí todos los expertos coinciden es que el fenómeno es muy diverso, hay muchos grupos y Trump es un político peligroso. El peligro que representa Trump para el mundo, considero que lo delinea muy bien el experto neerlandés, Cas Mudde, en esta oleada de ultraderecha en la que Trump es un alto representante. El peligro lo representa el hecho de que los temas que tratan estos políticos, terminan normalizándose, las derechas más centristas normalizan a los ultras y terminamos hablando de lo que ellos quieren.
Mucho se ha hablado de que estas elecciones fueron sobre la economía y, por lo tanto, muchos electores castigaron el exceso de preocupación por temas como la identidad, el género y otros. Las cifras indican que la economía de los Estados Unidos está en buena salud, el tema es la percepción de la economía. Si es así, la cuestión de fondo no es económica, es cultural. Entonces estas elecciones no fueron un referéndum sobre la economía, fueron unas elecciones sobre la cultura. La cuestión de la pureza cultural obsesiona a algunos, creen que están en decadencia. Consideran que ya son muchos migrantes, mucha preocupación por el género, por las minorías, etc. El tema entonces no es el exceso de preocupación por las políticas de identidad, sino el recelo que generan algunas identidades, la percepción de que perdieron privilegios los blancos en función del aumento de privilegios de las antiguas minorías. Los hombres se sienten atacados porque las mujeres ahora tienen derechos.
Esa obsesión de pureza, de vitalismo, esa urgencia por la regeneración está detrás de Trump. Ahora bien, Trump es un magnate y sus amigos son magnates: Elon Musk empujó su campaña y claramente se verá beneficiado. Muchos votantes estadounidenses ubican a personas como Musk, o el mismo Trump, como hijos del mérito y quieren que sus hijos o nietos sigan ese ejemplo, la idea de un país construido por hombres de esfuerzo y trabajadores incansables es fundamental para comprender al votante medio de los Estados Unidos.
Dicho lo anterior, surge la siguiente pregunta: ¿tendrá consecuencias para Chile, América Latina y el mundo? Evidentemente que sí, el mundo es más inseguro con Trump porque su visión de mundo es sombría. Para él no hay principios, todo es negocios. Ucrania, si quiere que Estados Unidos la ayude, debe pagar. Benjamín Netanyahu, su amigo, tendrá vía libre. Su yerno, Jared Kushner, señaló que Gaza debía ser licitada para hacer negocios ahí, una persona sin preparación política o diplomática que tuvo a su cargo los asuntos del Medio Oriente, en su primer mandato. La guerra comercial con China traerá más inflación para Estados Unidos, con el consiguiente problema para las tasas de interés en nuestra región. Los latinoamericanos han sido constantemente objeto de violencia verbal por parte de Trump.
Pero lo que más me preocupa para el largo plazo es el efecto sobre la cultura política que tendrá Trump. Como señala Mudde, la normalización de sus conductas. Acá muchos políticos no se han atrevido a decir que Trump es extremista, fascista o ultra. Algunos incluso lo celebran. A los candidatos, en distintas elecciones, que han manifestado su apoyo a Trump o su inclinación trumpista, no les dicen por su nombre: ultras, extremistas, o fascistas, se los ha considerado políticos de derecha simplemente o, a lo sumo, como excéntricos. Un candidato por ahí, orgulloso ha afirmado ser el Trump chileno. Ese tipo de expresiones, esa normalización, el hecho de que la derecha moderada se siente a la mesa con ese extremismo es preocupante. En Brasil el bolsonarismo ha sobrevivido a la derrota de Bolsonaro, en Estados Unidos el trumpismo sobrevivirá al fin del periodo presidencial de Donald J. Trump, y en Chile, me temo que el extremismo de derecha se verá normalizado porque algunos no se atreven a decir por su nombre lo que es Trump, un fascista.