Los “Papeles del Paraíso” y el Servicio de Impuestos Internos: gracias periodismo de investigación
12.10.2024
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12.10.2024
El autor de esta columna aprovecha la publicación de un reportaje de CIPER que da cuenta de que el SII espera recaudar más de US$1.500 millones tras fiscalizaciones originadas por reportajes periodísticos para establecer la vigencia y utilidad de éste. “El desafío que debemos asumir es que es muy caro financiar el periodismo que descubre las mentiras mientras que las falsedades que esconden los delincuentes son muy baratas de realizar y distribuir y se mueven con mayor eficiencia que las verdades con los actuales algoritmos”, dice.
El periodismo que se consigue gracias a la investigación habitualmente ilumina aspectos vergonzosos de nuestra sociedad, pero pocas veces. como en el reportaje de CIPER publicado esta semana, le entrega a las instituciones del Estado la posibilidad de cobrar 1.500 millones de dólares en impuestos evadidos. Una cifra relevante que equivale al monto completo de lo que el Gobierno aumentará en fondos durante el 2025 en seguridad, lo que permitirá que ese gasto sea un 40% más alto de lo que se invertía en el 2022, con lo que el periodismo está apoyando a la capacidad del sistema democrático de solucionarle la vida al hombre común.
El buen periodismo nos viene denunciando a buen ritmo delitos de cuello y corbata realizados por empresarios que consiguen con ellos inéditas rentabilidades o por funcionarios que usan recursos públicos para su beneficio personal o partidista, qué decir de la existencia de pederastía en instituciones que considerábamos intachables. Llega a ser fácil creer que estábamos mejor antes de ver toda esa podredumbre, pero convengamos que es insostenible e invivible una sociedad donde el abuso se realiza con impunidad.
El periodismo de investigación es la esencia de este oficio entendido como la búsqueda de lo que algunos tratan de ocultar. Lo normal es que solo la investigación profunda de un reportero de un medio inserto en un mercado libre va a ser capaz de encontrar la evidencia cuyo encubrimiento está permitiendo que algunos sigan abusando.
En estas semanas la información periodística mostró viejas prácticas de abusos que sospechábamos existían en el Sistema Judicial. Gracias a las redes sociales y las aplicaciones de nuestros móviles, como la grabación, el Ministerio Público hoy cuenta con evidencia para conseguir condenas.
Por otra parte, esas mismas redes que hoy nos tienen “hiperconectados”, son una parte relevante del sistema informativo: muchos reciben el mejor periodismo realizado tanto por diarios tradicionales como por páginas digitales a través de esas redes. Incluso el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (con su sigla en inglés ICIJ) que apoyó y coordinó este artículo es otra “red social” en sentido amplio, una que mejora el trabajo de casi 300 periodistas de más de 100 países que trabajan desde medios tradicionales como The New York Times, la BBC o Le Monde como a otros medios digitales como es el caso de CIPER.
Los “Papeles del Paraíso” se dieron a conocer en 2017 gracias a una fuga de información desde la oficina de abogados especializada en paraísos fiscales Appleby. Por esta fuga hoy sabemos que ya en 2012 el gobierno ruso había empezado a invertir en Twitter y en Facebook, y que Apple aprovechaba la legislación de Irlanda para evadir el pago de sus impuestos en el resto del mundo. En Chile, gracias a la misma fuga, conocimos cuestionables operaciones de Walmart, de la minera Glencore y de la empresa de buses Alsacia. Por otras fugas anteriores ya nos habíamos informado de actividades en esos mercados por parte de Agustín Edwards, José Yuraseck, Sebastián Piñera y “los Carlos” de Penta.
En el caso de Walmart la filtración se publicó cuando el Servicio de Impuestos Internos (SII) ya llevaba tres años discutiendo con sus abogados respecto al manejo tributario en torno a la forma de compra que había hecho la empresa a la familia Ibáñez. Ya en el 2021 este mismo medio nos adelantó que gracias a ese artículo el SII descubrió la existencia de tres nuevos esquemas para evitar el pago de impuestos, lo que permitió que ese mismo año el servicio ampliara su catálogo de advertencias. El artículo publicado esta semana nos informa que el monto del total de recursos se está tratando de recuperar gracias a más de 200 auditorías de empresas que estaban usando métodos denunciados en el artículo.
Hoy las mentiras nos llegan a la palma de la mano sin la intermediación del trabajo periodístico, aunque sí condicionadas por la acción de los algoritmos. Que en ese mismo móvil que recibes las mentiras te lleguen artículos como el que hoy comento pasa a ser un tema necesario para el futuro de la democracia, en especial cuando en ambos extremos del espectro ideológico hay sectores tan entusiasmados con el autoritarismo que buscan cambiar las reglas democráticas para mantenerse en el poder.
En el libro El Ocaso de la Democracia, la seducción del autoritarismo, Anne Applebaum recuerda que la mentalidad autoritaria no es algo propio de una ideología sino una predisposición que existe entre gente de diversos sectores caracterizados porque no toleran la complejidad ni a los que piensan distinto. Una situación que Yuval Harari ejemplifica en su último libro Nexus, con una frase del presidente turco Erdogan: “La democracia es como un tren. Viajas en él hasta que llegas a tu destino y entonces te bajas”.
Harari describe nuestro sistema político con una frase de Madison al decir que la convocatoria regular de elecciones, la protección de la libertad de prensa y la separación de las ramas ejecutiva, legislativa y judicial son las señas de una auténtica democracia. La que asegura requiere para mantenerse fuerte de dos condiciones: permitir un debate público y libre sobre cuestiones claves y mantener un mínimo orden social y de confianza en las instituciones.
Una clave del texto de Harari es la ingenuidad del que cree que hoy basta agrupar la mayor cantidad de información, ya que explica que esta —que nos conecta— incluye tanto verdades como mentiras. De todas maneras, para él aunque esta avalancha informativa incluye desinformación, “nos proporcionará un conocimiento más veraz del mundo”.
El desafío que como país debemos asumir es que es muy caro financiar el periodismo que descubre las mentiras mientras que las falsedades que esconden los delincuentes son muy baratas de realizar y distribuir y se mueven con mayor eficiencia que las verdades con los actuales algoritmos.
Por otro lado, juega a nuestro favor que al analizar los diversos sesgos de este nuevo entorno, el experto en esta era digital, Douglas Rushkoff, destaca que el único positivo es que “la red funciona como una droga de la verdad; cualquier falsedad que se ponga en línea acabará revelándose como la mentira que es”. Dice que en el entorno dominante solo tienen futuro los que tienen una verdad que compartir.
Se dice que fue Simón Bolívar el autor de la frase “por el déficit perdemos la libertad”. Esto se aplica muy bien al periodismo, la experiencia muestra que su trabajo históricamente ha sido menos condicionado por la cantidad de intereses de sus dueños que por la libertad que ellos le quieran y puedan darles a sus periodistas para reportear en términos económicos y editoriales. Un ejemplo reciente es The Washington Post que, siendo propiedad de dueño de Amazon, Jeff Bezos, ha mejorado significativamente la calidad del peso nacional e internacional de su trabajo informativo, como lo atestigua en sus conferencias . Ese mismo talante demostró el medio que hoy publica esta columna cuando le tocó informar que Álvaro Saieh fue mencionado en una de las filtraciones al reconocer que dicho empresario es financista de CIPER.
En la realización de la primera constituyente, el Estado gastó casi 75 millones de dólares, puede ser que parte de la explicación de su fracaso, como del siguiente proceso constituyente, haya estado en que el sistema chileno de medios informó debilitado ambos procesos. Nuestros medios llegaron a esos años llenos de elecciones con una economía que además de experimentar una crisis global experimentaba una crisis nacional agudizada por los efectos del estallido y la pandemia.
En estos momentos de crisis valdría la pena pensar en una figura elegante, quizá un concurso análogo al que tiene Anatel en favor de la televisión que hace unos años permitió producciones como la serie «Los 80». Un sistema concursable bastante más generoso que los 6 millones al año que se reparte la industria de la televisión chilena vale como una idea para empezar a discutir.
Harari piensa que la balanza en favor de la verdad la inclinarán las instituciones científicas y los medios periodísticos desarrollados en un contexto de competencia libre. Por lo mismo, el rol del Estado en este tema debe estar muy lejos del control y la censura, como el ejemplo de esta semana de la deriva autoritaria de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinboum, que implementará un detector de mentiras de lo aparecido en las redes sociales en sus conferencias de prensa matutinas. La crisis exige consensuar incentivos correctos que fomenten la calidad del trabajo en todos los medios.