A un mes de las elecciones en EE. UU.: metamorfosis liberal, la evolución ideológica del Partido Demócrata
07.10.2024
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A lo largo de las últimas seis décadas, el partido de Barack Obama, Joe Biden y Kamala Harris ha acogido sensibilidades diversas que hoy lo acercan a una concepción política y social cercana al liberalismo, el mercado regulado y los derechos civiles. En columna para CIPER, un académico en Filosofía Política detalla el recorrido de esa evolución y los desafíos presentes ante una nueva elección presidencial: «El partido continúa luchando por definir su visión del liberalismo en un panorama político cada vez más polarizado. La tensión entre el progresismo económico y el liberalismo cultural, entre el idealismo de su ala izquierda y el pragmatismo de sus líderes más moderados, sigue siendo una característica definitoria».
Créditos imagen de portada: Sitio web Partido Demócrata de los Estados Unidos
Desde la década de 1960, el Partido Demócrata de los Estados Unidos ha experimentado una profunda transformación ideológica, que no solo ha redefinido su identidad, sino también el concepto de liberalismo en el contexto político de la nación [NOEL 2014]. Esta evolución ha llevado al partido desde la época del movimiento por los derechos civiles hasta las llamadas culturas hype y woke, pasando por períodos de centrismo pragmático y renovado progresismo.
En sus orígenes se encuentra una base conservadora sureña, fuertemente segregacionista, que entrará en abierto conflicto con las transformaciones iniciadas primero por Franklin Delano Roosevelt, desde una perspectiva económica y social, mediante el New Deal. A estas hay que sumar los cambios culturales impulsados por figuras como Eleanor Roosevelt, promotora de una defensa de los derechos de las mujeres, derechos civiles y humanos. La élite neoyorquina, encarnada en familias como los Roosevelt y los Livingston, se fue imponiendo poco a poco con una mirada liberal y progresista sobre las bases conservadoras del sur. Esto allanó el camino para el liderazgo liberal, primero de Adlai Stevenson II en la década de los 50, procedente de una destacada familia del Midwest; y, posteriormente, de los Kennedy. Esta transformación del Partido Demócrata afectó directamente a su rival republicano [DIONNE 2016], ya que los conservadores del sur, en un proceso que duró hasta finales de los 70, fueron abandonando paulatinamente el partido para sumarse al republicano [ABRAMOWITZ 2018]. Por su parte, la élite republicana de la costa este, representada por el liberalismo de Nelson Rockefeller, hizo lo propio y se pasó al Partido Demócrata.
El punto de inflexión más significativo en la evolución ideológica del Partido Demócrata fue su adopción de la causa de los derechos civiles en los años 60 [SCHICKLER 2016]. Este cambio no fue simplemente una decisión de la élite del partido, sino el resultado de las presiones procedentes de las bases, en particular de organizaciones laborales y grupos liberales locales. El apoyo del partido a la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho al Voto de 1965 marcó un punto de no retorno en su compromiso con la igualdad racial.
Este giro tuvo consecuencias profundas. Por un lado, reforzó el apoyo de la comunidad afroamericana al Partido Demócrata, creando una base electoral crucial que persiste hasta hoy. Por otro lado, alienó a muchos demócratas sureños conservadores, iniciando un realineamiento político que transformó el mapa electoral estadounidense en las décadas siguientes.
Paralelamente a su evolución en temas sociales, el Partido Demócrata experimentó un cambio significativo en su enfoque económico. Desde los años 80 —y, especialmente, en los 90—, el partido se alejó gradualmente de sus raíces más socialdemócratas hacia políticas más cercanas al neoliberalismo [MUDGE 2018]. Este giro fue impulsado por una nueva generación de líderes y expertos dentro del partido, que buscaban una «tercera vía» entre el estatismo tradicional de la izquierda y el laissez-faire de la derecha. La presidencia de Bill Clinton en la década de los 90 ejemplificó esta nueva dirección. Su enfoque de triangulación buscaba posicionar al Partido Demócrata en un centro pragmático, adoptando algunas ideas tradicionalmente conservadoras (como la reforma del bienestar), mientras mantenía su compromiso con causas progresistas. Este giro hacia el centro en temas económicos permitió a los demócratas recuperar votantes moderados, pero también generó tensiones con el ala más izquierdista del partido.
A medida que el partido se alejaba de sus raíces económicas más izquierdistas, profundizaba su compromiso con una gama más amplia de causas progresistas. El Partido Demócrata se convirtió en el principal defensor de los derechos de las mujeres [WOLBRECHT 2000], consolidándose firmemente como el partido del feminismo a mediados de los años 70. Esta identificación transformadora se extendió a otras áreas, como los derechos LGBTQ+, los derechos de los inmigrantes y la protección del medio ambiente.
Esta expansión de la agenda de derechos civiles y sociales transformó la identidad del partido. Los demócratas pasaron de ser percibidos principalmente como el partido de la clase trabajadora a ser vistos como la coalición de las minorías y los progresistas urbanos [JUDIS y TEIXEIRA 2004]. Este cambio reforzó su apoyo en las grandes ciudades y en las costas, pero también contribuyó a su declive en las áreas rurales y entre los trabajadores blancos sin educación universitaria.
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En las últimas dos décadas, y especialmente desde mediados de la década de 2010, el Partido Demócrata ha sido profundamente influenciado por lo que se ha denominado la «cultura woke» [ver en CIPER-Opinión: “Qué es lo ‘woke’: estrategia, críticas y límites para la nueva izquierda”]. Este término, originado en la comunidad afroamericana, se refiere a una mayor conciencia y activismo en torno a temas de justicia social, particularmente en lo que respecta a raza, género, sexualidad y otras formas de identidad. La adopción por parte del Partido Demócrata de la retórica y las preocupaciones de la cultura woke ha sido tanto una respuesta a las demandas de su base más joven y diversa como una reacción al resurgimiento del nacionalismo blanco y las políticas de derechas durante la era Trump [KORNACKI 2018]. Este giro ha llevado al partido a abrazar con más firmeza conceptos como el privilegio blanco, la interseccionalidad y la justicia restaurativa, y a adoptar políticas más agresivas en áreas como la reforma policial y la acción afirmativa.
Sin embargo, este abrazo de la cultura woke también ha generado controversias y divisiones dentro y fuera del partido. Los críticos, incluso entre las filas demócratas, han argumentado que este enfoque aleja a los votantes moderados y de clase trabajadora y que su énfasis en la política identitaria socava una visión más universalista de la política progresista.
En la década de 1970, pensadores franceses como Jacques Derrida, Michel Foucault y Jean-François Lyotard introdujeron conceptos revolucionarios respecto a la deconstrucción y el posmodernismo que cuestionaban las narrativas dominantes y las estructuras de poder establecidas. Estas ideas, inicialmente acogidas en círculos artísticos y literarios estadounidenses, pronto arraigaron en las universidades norteamericanas, transformándose y adaptándose al contexto cultural local. La «Teoría Francesa», como se la conocería más tarde, se convirtió en un elemento tan intrínseco de la cultura académica estadounidense como la propia Harley-Davidson lo es de la cultura popular.
La evolución de estas ideas en el contexto norteamericano llevó a la formación de nuevas disciplinas académicas y enfoques críticos, como los estudios culturales, de género, poscoloniales e interseccionales. Este proceso de adaptación y reinterpretación de las teorías francesas en Estados Unidos dio lugar a lo que algunos críticos actuales (muchos de ellos conservadores reaccionarios) perciben como una ideología «woke» o de justicia social identitaria. Estas ideas fueron acogidas por el Partido Demócrata, y son parte de su guerra cultural con el trumpismo.
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La elección de Barack Obama en 2008 marcó un hito histórico y parecía señalar el triunfo de la visión multicultural y progresista del Partido Demócrata. Obama, el primer presidente afroamericano, encarnaba tanto la promesa de una sociedad posracial como la evolución del partido hacia una coalición diversa y orientada al futuro. Sin embargo, la presidencia de Obama también reveló las profundas divisiones en la sociedad estadounidense. Su implementación de políticas progresistas, especialmente la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (Obamacare), galvanizó la oposición conservadora y contribuyó a la creciente polarización política. Al mismo tiempo, muchos progresistas se sintieron decepcionados por lo que percibían como un enfoque demasiado moderado y conciliador, especialmente en temas económicos y de política exterior.
La derrota de Hillary Clinton en 2016, vista por muchos como la candidata del establishment demócrata, desencadenó un período de introspección y debate dentro del partido. Esto llevó a un resurgimiento de las voces más progresistas, ejemplificado por el ascenso de figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Este sector del partido ha presionado para que se implementen políticas más agresivas en áreas como el cambio climático, la atención médica universal y la reforma económica.
La nominación y posterior elección de Joe Biden en 2020 representó, en cierto sentido, un retorno al centrismo pragmático. Biden, un veterano político con décadas de experiencia en Washington, se presentó como un puente entre las diferentes facciones del partido y como un retorno a la normalidad después de los tumultuosos años de Trump.
Sin embargo, la selección de Kamala Harris como su compañera de fórmula y vicepresidenta simbolizó el compromiso continuo del partido con la diversidad y el progresismo social. Harris —la primera mujer, la primera afroamericana y la primera estadounidense de origen surasiático en ocupar el cargo— representa la nueva cara de un Partido Demócrata que abraza plenamente su identidad multicultural y progresista. La administración Biden-Harris ha buscado un equilibrio delicado entre las demandas del ala progresista del partido y la necesidad de mantener una coalición amplia. Han adoptado políticas ambiciosas en áreas como la infraestructura y el cambio climático, al tiempo que mantienen un enfoque más moderado en temas como la reforma policial, y tradicionales en la política exterior.
En la actualidad, el Partido Demócrata se enfrenta a varios desafíos ideológicos y estratégicos. Por un lado, debe manejar las tensiones entre su ala progresista, que demanda cambios más radicales, y su ala moderada, que teme alienar a los votantes centristas. El debate sobre políticas como Medicare para Todos o el Green New Deal ejemplifica estas divisiones internas.
Por otro lado, el partido debe navegar las complejidades de la política identitaria en la era de la cultura woke. Mientras que su compromiso con la diversidad y la justicia social es una fuente de fortaleza en las áreas urbanas y entre los votantes jóvenes, también ha generado reacciones negativas en otros sectores del electorado. Precisamente, la elección de Tim Walz como compañero de fórmula de Harris —un hombre blanco, luterano, de clase media— apunta a enviar señales de tranquilidad a ese electorado, pero sin abandonar las propuestas progresistas.
El entorno ideológico de Harris se caracteriza por una fusión de pragmatismo político y un fuerte compromiso con la justicia social, moldeado por su experiencia como fiscal y por su identidad como mujer afroamericana y asiático-americana. Harris ha sido descrita como una progresista pragmática, una etiqueta que refleja su capacidad para navegar entre las demandas del ala más izquierdista del partido y las realidades políticas del sistema bipartidista estadounidense.
La trayectoria política de Harris refleja la evolución del Partido Demócrata en temas clave, como la reforma de la justicia penal, la atención médica y la igualdad racial. Su enfoque en estos temas combina elementos del liberalismo tradicional del partido con una sensibilidad más moderna hacia las cuestiones de identidad y la equidad sistémica. Por ejemplo, su programa “Back on Track” en San Francisco, que ofrecía alternativas a la encarcelación para delincuentes no violentos, reflejaba tanto el enfoque tradicional demócrata en la rehabilitación como una comprensión más moderna de las disparidades raciales en el sistema de justicia. Similarmente, su apoyo a “Medicare for All” durante su campaña presidencial, seguido de un giro hacia una posición más moderada, ilustra el delicado acto de equilibrio entre las aspiraciones progresistas y el pragmatismo político.
Sin embargo, su historial como fiscal ha sido objeto de escrutinio por parte de activistas progresistas, lo que refleja las tensiones dentro del partido entre el enfoque en la aplicación de la ley y las demandas de reforma radical del sistema de justicia. Los críticos han señalado su resistencia inicial a investigar casos de mala conducta policial y su ambigüedad frente la pena de muerte como ejemplos de políticas que entran en conflicto con las demandas actuales de reforma policial y justicia racial. Por otro lado, sus defensores apuntan a iniciativas como su negativa a buscar la pena de muerte para el asesino de un oficial de policía en 2004 y su programa de transparencia policial como Fiscal General de California como evidencia de su compromiso con la reforma progresista dentro del sistema.
Su posición sobre temas como la legalización de la marihuana (inicialmente se opuso, luego la apoyó) y la reforma migratoria (criticó las políticas de «ciudades santuario» como fiscal de distrito, pero luego se convirtió en una firme defensora como senadora) ilustra la evolución no solo de Harris, sino del partido en general, a medida que se adapta a las cambiantes expectativas de su base y del electorado en general [NOEL 2014]. Además, el Partido Demócrata debe abordar las preocupaciones económicas de la clase trabajadora, un grupo que históricamente formaba parte de su base, pero que en las últimas décadas se ha alejado del partido. La capacidad de los demócratas para reconciliar su agenda progresista en temas sociales con políticas económicas que beneficien a un amplio espectro de estadounidenses será crucial para su éxito futuro.
La trayectoria ideológica del Partido Demócrata desde los años 60 refleja los cambios más amplios en la sociedad estadounidense y en la comprensión global del liberalismo. De ser una coalición que incluía segregacionistas sureños, el partido ha evolucionado hasta convertirse en el principal defensor de los derechos civiles y la justicia social. Económicamente, ha evolucionado desde el New Deal hacia un enfoque más orientado al mercado, aunque con un compromiso renovado con la regulación y el bienestar social en los últimos años.
Esta evolución no ha estado exenta de contradicciones y desafíos. El partido continúa luchando por definir su visión del liberalismo en un panorama político cada vez más polarizado. La tensión entre el progresismo económico y el liberalismo cultural, entre el idealismo de su ala izquierda y el pragmatismo de sus líderes más moderados, sigue siendo una característica definitoria de la política demócrata.
Sin embargo, la capacidad del Partido Demócrata para adaptarse a las cambiantes realidades sociales y económicas ha sido una de sus mayores fortalezas. Desde los derechos civiles hasta la cultura feminista, desde el New Deal hasta el neoliberalismo y de vuelta a un renovado progresismo, el partido ha demostrado una notable flexibilidad ideológica.
En última instancia, la historia del Partido Demócrata desde los años 60 es la historia de la evolución del liberalismo estadounidense, un viaje marcado por el cambio, la controversia y un compromiso continuo con la expansión de los derechos y las oportunidades para todos los estadounidenses. A medida que el partido afronta los desafíos del siglo XXI, su capacidad para seguir evolucionando mientras mantiene sus valores fundamentales determinará su futuro, así como el curso de la política estadounidense en las próximas décadas y, por su influencia, el camino a seguir para la izquierda liberal democrática más allá de sus fronteras.