Bienestar y agobio docente: las promesas del Plan Nacional Docente del Ministerio de Educación
06.10.2024
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06.10.2024
La autora de esta columna escrita para CIPER analiza el Plan Nacional Docente del MINEDUC implementado por el Gobierno, destaca sus ejes, pero sostiene que «si bien el plan ofrece un diagnóstico claro de los factores que han profundizado el agobio docente en los últimos años, sólo ofrece medidas paliativas».
“Honestamente este es el último año que le doy una chance a la pedagogía”, leía en un WhatsApp que recibí de una amiga en febrero de este año, solo unos días antes de que comenzara el año escolar. Comentarios similares cada vez son más frecuentes entre docentes y personas cercanas a profesionales de la educación. Si bien hace algunos años uno podría haber reaccionado con sorpresa ante la decisión de un colega de abandonar la profesión, hoy por hoy la reacción es de apoyo y comprensión genuina. Y es que tanto la investigación, las encuestas y el acontecer noticioso dan cuenta del incremento en los niveles de agobio docente.
El Plan Nacional Docente del MINEDUC, presentado en mayo de este año en una escuela de Estación Central, traza una hoja de ruta que aborda tres ejes críticos en política docente con el fin de robustecer la profesión, mejorar sus condiciones de ejercicio y fomentar una mayor valoración social. El primer eje consiste en atraer a más estudiantes a las carreras de pedagogía, en vista de la creciente deserción y el déficit de docentes especialistas. El segundo se enfoca en fortalecer el acompañamiento durante los primeros años de ejercicio, apoyar y retroalimentar en la implementación del Sistema Único de Evaluación Docente y otorgar alternativas de desarrollo profesional a lo largo de sus trayectorias.
El tercer eje –como docente, el que uno lee con mayor expectativa– tiene como objetivo avanzar en acciones que aporten al reconocimiento social de los docentes y a la generación de condiciones para su bienestar laboral. En los antecedentes que se consideran para esta arista del plan, se exponen con claridad los factores que han incidido en el agobio laboral docente y que se agudizaron durante la pandemia y el posterior retorno a la presencialidad: la sobrecarga de trabajo provocada por la alta carga administrativa y el creciente porcentaje de licencias médicas sin reemplazo, la violencia laboral por parte de liderazgos disfuncionales o condiciones organizacionales hostiles y el bajo apoyo institucional frente a problemas con estudiantes y apoderados, por mencionar algunos. El plan reconoce que estos factores han tenido un impacto negativo en el bienestar psicológico, el rendimiento y la satisfacción de los docentes. Para complementar, el plan cita los llamados de distintas organizaciones como la OMS, la UNESCO y OIT a mejorar las condiciones laborales mediante la reducción del tamaño de las clases, el aumento del apoyo institucional, la mejora de la seguridad escolar, la distribución balanceada de las cargas laborales y la generación de instancias para promover la salud mental. Hasta ahí, suena prometedor.
Las iniciativas presentadas, no obstante, dejan bastante que desear. Si bien el plan ofrece un diagnóstico claro de los factores que han profundizado el agobio docente en los últimos años, sólo ofrece medidas paliativas. En términos concretos, el pilar que se encarga principalmente de mejorar las condiciones para el ejercicio docente decanta en:
(a) talleres presenciales y online para fortalecer el bienestar socioemocional de los docentes y así detectar de manera temprana situaciones de riesgos psicosocial;
(b) fortalecer las herramientas y habilidades de los equipos directivos para promover el bienestar y detectar de mejor manera las señales de estrés laboral, y
(c) implementar un sistema de levantamiento de datos periódico respecto al bienestar docente.
El problema con estas medidas es el mensaje que nos deja. Entre líneas, nos comunica que para que el docente pueda realizar su trabajo de manera eficiente, simplemente debe contar con herramientas socioemocionales para manejar situaciones de estrés y así canalizar su agobio de mejor manera. El deterioro de la salud mental de los docentes, sin embargo, es el resultado de las deficientes condiciones para el ejercicio de su profesión. En lugar de poner el foco en los docentes, se debe apuntar hacia la responsabilidad de los sistemas escolares en la implementación de medidas concretas que contribuyan a minimizar aquellas condiciones que agobian, en primer lugar, al docente. De lo contrario, este plan no logrará su cometido.
El aumento en las licencias médicas por patologías de salud mental y los casos de suicidio de docentes –como el de la profesora Katherine Yoma en marzo de este año, o el reciente caso del profesor de un liceo en Molina, Albano Muñoz — sin duda dan cuenta de una salud mental docente en deterioro. Por tanto, los esfuerzos para promover el desarrollo de habilidades socioemocionales en el sistema escolar son loables. Sin embargo, estas medidas son insuficientes si no están acompañadas de mejoras reales en las condiciones labores que predisponen al deterioro de la salud mental.
Las posibles mejoras a las condiciones laborales no son nuevas. Existe amplia evidencia que subraya la necesidad de seguir aumentando la cantidad de horas no lectivas, a pesar del aumento de 25% a 35% de horas no lectivas en la Ley 20.903 (Orrego Tapia, 2022). La última versión de la encuesta TALIS (2018) reveló que los docentes chilenos son los que más tiempo dedican a la instrucción directa, en comparación al promedio de los países OCDE encuestados (Llorente & Volante, 2018). El recurso del tiempo otorgado por los sistemas escolares para la planificación de la enseñanza y evaluación contextualizada y pertinente es esencial para alcanzar las metas de cada establecimiento (Salinas González & Guerrero Morales, 2023). Se requiere además de un vuelco en la gestión de los sistemas escolares que erradique el uso de mediciones estandarizadas para compararse y competir con otros establecimientos y, en su lugar, favorezca el uso de aquellos datos hacia medidas que contribuyan al logro de los propósitos educativos locales (Salinas González & Guerrero Morales, 2023).
Durante demasiado tiempo, la opinión pública ha criticado la labor docente sin poner sobre la balanza las múltiples presiones que condicionan su ejercicio. En sus primeras páginas, el Plan Nacional Docente cita a Gabriela Mistral diciendo que “la infancia merece cualquier privilegio”, partiendo por docentes preparados. El escenario actual y el rol primordial que cumplen los docentes en la generación de una educación de calidad amerita profundizar aún más en las medidas que propone este plan, y otorgar a los docentes “privilegios” y retribuciones justas que les permitan volver a disfrutar de la enseñanza. En la medida en que se aborden los problemas de fondo, se evitarán los malabares para atraer estudiantes a las carreras de educación y se logrará que los docentes en Chile –como mi amiga, sin ir más lejos— puedan seguir dándole una chance a la pedagogía.