El vínculo entre salud mental, inseguridad y desconfianza
18.07.2024
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18.07.2024
Los análisis de una reciente encuesta sobre falta de confianza, temores y prioridades entre la población le permiten al autor de la siguiente columna para CIPER indicar tendencias reveladoras para el tipo de convivencia urbana que hoy se desarrolla en el país. No son estadísticas animosas: «La delincuencia se erige como la principal preocupación (41%), seguida por la posibilidad de quedar sin trabajo (16%) y la economía (11%). Cuando se pregunta sobre Chile, las respuestas más comunes incluyen delincuencia, inseguridad y violencia (34%), así como emociones negativas como desastre y desilusión (17%). El miedo se eleva como una de las emociones más reportadas.»
La reciente encuesta «Radiografía de la (des)confianza en Chile» (2024, Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello) revela preocupantes fenómenos sociales que pueden estar afectando la salud mental de la población. Se trata de los potenciales efectos psicológicos negativos de las percepciones de: alta inseguridad económica, en particular a perder el trabajo; fuerte inseguridad pública o miedo a la delincuencia; desconfianza generalizada, salvo en el núcleo familiar y las amistades; y, en este contexto sombrío de inseguridades y desconfianzas, la necesidad de protección de la familia. En la siguiente columna, me detengo sobre estos cuatro puntos, tomando en cuenta que se trata de pistas reveladoras, a partir de un estudio reciente que consultó a 850 personas de todas las regiones del país. La atención detenida a este tipo de respuestas debiese ser un insumo relevante en momentos en que el país amplifica el debate sobre seguridad ciudadana.
1. LA INSEGURIDAD ECONÓMICA: el 66% de los encuestados están preocupados por quedar sin trabajo. Esta inseguridad económica constante puede ser considerada una fuente significativa de estrés y ansiedad [DI QUIRICO 2023], que se manifiesta en síntomas físicos y emocionales, como dolores de cabeza, insomnio, irritabilidad y dificultad para concentrarse. Se ha estudiado el efecto psicológico de la crisis financiera de 2008, asociándola a un aumento de los síntomas de depresión y ansiedad entre los empleados [AVČIN et al. 2011]. Situaciones puntuales de incertidumbre económica parecen actuar como un estresor psicosocial y ser un predictor independiente de la mortalidad cardiovascular [KYRIOPOULOS et al. 2023]. Se ha documentado, además, la asociación entre aumentos diarios en la incertidumbre económica y picos, a corto plazo, en las colisiones de vehículos motorizados [VANDOROS et al. 2018]. La sensación de impotencia y falta de control puede contribuir al desarrollo de trastornos depresivos, caracterizados por sentimientos de desesperanza y baja autoestima. Junto a ello, y de las conocidas consecuencias económicas de los problemas de salud mental relacionadas con el tema de licencias, se ha documentado que la ansiedad económica tiene efectos sociales negativos sobre la demanda de los consumidores, sobre el voto, la confianza política, la calidad de vida [BECHTEL 2021] y las propias capacidades de adaptación económica de las personas [AIMONE et al. 2014].
2. LA INSEGURIDAD PÚBLICA: La delincuencia se erige como la principal preocupación (41%) de quienes participaron de la encuesta, seguida por la posibilidad de quedar sin trabajo (16%) y la economía (11%). Cuando se pregunta sobre Chile, las respuestas más comunes incluyen delincuencia, inseguridad y violencia (34%), así como emociones negativas como desastre y desilusión (17%). El miedo se eleva como una de las emociones más reportadas en la encuesta, lo cual es coherente con los estudios que relacionan inseguridad pública y emociones como el miedo [MENA y NÚÑEZ-VEGA 2006], y que muestran que ello se exacerba en el caso de las mujeres [ROBLES 2014]. En aquellas personas que han sido víctimas de delitos o han estado expuestas a sucesos violentos, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático se manifiestan en síntomas como flashbacks, pesadillas y una respuesta de sobresalto exagerada. Menos estudiado, sin embargo, es el miedo constante a ser víctima de un crimen y cómo ello puede llevar a un estado de ansiedad y estrés persistente, según el cual las personas se sienten vigilantes y en alerta máxima [GÜITRÓN y GUERRERO 2008]. Asimismo, el miedo a la delincuencia puede erosionar la sensación de seguridad, tanto a nivel personal como comunitario. Las personas evitan salir de sus hogares, reducen su participación en actividades comunitarias y desarrollan una desconfianza general hacia los demás, cuestión que esta encuesta atestigua con radicalidad.
3. DESCONFIANZA GENERALIZADA: la encuesta muestra un escenario muy sombrío respecto de la confianza pública o ciudadana; es decir, aquella que debe darse más allá de las relaciones afectivas y de cercanía, como la familia y las amistades. Ya los compañeros de trabajo (24%) y vecinos (22%) aparecen como no muy confiables. Desde ahí y en todos los aspectos de la vida pública, sean estatales o privados, reina una enorme desconfianza, y con ello el fatalismo respecto de que las cosas puedan cambiar. Escenarios como estos resultan propicios para generar sentimientos de desesperanza. En coherencia con esta encuesta comentada, otros estudios han evidenciado en Chile un grado alto de ruptura del lazo social, cuestión que se relaciona positivamente con la creencia de que los gobiernos democráticos de izquierda y derecha son impotentes cuando se trata de resolver problemas sociales acuciantes, como la delincuencia [MOYANO et al. 2023]. Un rasgo de este estado anómico es que 55% de los jóvenes se considera neutral, desconfiado o desinteresado en la democracia. Esta alta desconfianza por parte de los jóvenes hacia la democracia ha sido registrada desde inicio de la década pasada [SANDOVAL 2011, 2012]. La percepción de que las instituciones y figuras de autoridad no son confiables puede generar un sentido de desesperanza y falta de fe en el futuro, y se asocia con fuertes emociones de inseguridad [LIRIOS 2014]. Las personas pueden sentir que no hay salida o solución a los problemas sociales y personales, lo que, en casos extremos, puede conducir a la depresión. Es un tema para profundizar cómo la falta de confianza en las instituciones, además de la frustración anómica, se relaciona con el estrés, la ansiedad o la depresión [MURATORI et al. 2013]. Alienación es un concepto sociológico que cabe en este contexto. La desconfianza puede llevar a la alienación social, según la cual las personas se sienten desconectadas y aisladas de la comunidad y de las instituciones. Este aislamiento puede resultar en sentimientos de soledad y desesperanza, afectando negativamente la salud mental. Por último, la constante desconfianza en todos puede desarrollar un cinismo profundo hacia la sociedad y las relaciones interpersonales [ALONSO y RUSSINO 2021]. Este cinismo puede manifestarse como una actitud negativa persistente, dificultando la formación de relaciones saludables y el mantenimiento de un bienestar emocional equilibrado.
4. PREOCUPACIÓN POR EL BIENESTAR FAMILIAR: la encuesta muestra una fuerte confianza en el entorno cercano, siendo la familia (89%) y los amigos (80%) las personas en las que más se confía. Desde los muros del hogar hacia afuera tiende, sin embargo, a reinar la desconfianza (incluso frente a vecinos y colegas) y una visión de ese mundo extramuros como un espacio hostil, como muestra la fuerte percepción de inseguridad señalada más arriba. La familia es algo a defender. Un 67% considera que el bienestar familiar es crucial. Las principales motivaciones de vida son cuidar a los hijos (40%) y la familia (25%), seguidas por cuidar el trabajo (15%). De ese 40% que dice cuidar a los hijos, el 99% son mujeres. Del 25% que indica que la principal motivación es la familia, el 98% son hombres Esta diferencia semántica es decidora respecto de los roles de género. Estudios muestran que ello se asocia con preocupaciones y formas de estrés diferenciados entre madres y padres [PÉREZ y SANTELICES 2016; GAYTÁN et al. 2019]. La preocupación constante por la seguridad y el bienestar de los seres queridos, especialmente en contextos de inestabilidad económica y social, puede generar estrés crónico y ansiedad. Las personas pueden experimentar síntomas tales como fatiga, irritabilidad y problemas para dormir debido a la incertidumbre sobre su capacidad para proporcionar y proteger a sus familias. Además, la percepción de insuficiencia al no poder satisfacer las necesidades familiares puede afectar la autoestima y la percepción del propio valor personal.
Las emociones más predominantes entre los encuestados son la alegría (61.9%) y el miedo (57%). El miedo indica un estado de vigilancia y anticipación por lo que pueda ocurrir, mientras que las relaciones familiares y amistosas —al igual que la alegría— pueden servir como un factor protector contra el estrés y la ansiedad. El hecho de que ambas emociones coexistan muestra una ambivalencia que resulta de difícil manejo. Se ha documentado que ellas pueden tener un efecto aditivo en la predicción de depresiones [CARRILLO et al. 2006]. Esa diferencia entre alegría y miedo parece expresar la diferencia entre ese espacio privado hogareño, en el que reina la confianza, y aquel público extramuros plagado de amenazas.
Las cifras de la «Radiografía de la [des]confianza en Chile» revelan un panorama preocupante, en el que la inseguridad económica, el miedo a la delincuencia, la preocupación por el bienestar familiar y la desconfianza institucional crean un ambiente emocional adverso. Es importante notar que esta encuesta trata sobre fenómenos sociales y no psicológicos, y que —como bien lo sabemos desde la obra de Émile Durkheim, El suicidio— no hay una relación causal directa entre estos fenómenos sociales y la salud mental de personas en específico. Estas relaciones sólo se pueden establecer mediante estudios empíricos, considerando a la población en general, y no a los individuos en particular, a quienes las mismas condicionantes pueden afectarles de modo muy distinto. Solo cabe hablar, por lo tanto, de escenarios propensos a afectar la salud mental de la población. Por lo mismo, en vez de ocuparse de la salud mental solo en términos médicos —es decir, cuando emerge la sintomatología— es necesario actuar sobre dichos escenarios. Tratar los síntomas en vez de las causas es un fenómeno común en muchos ámbitos, pero los esfuerzos paliativos no abordan el origen del problema, perpetuando así la situación de manera cíclica e interminable, similar al mito de Sísifo. Como lo muestra este documento, los estudios interdisciplinarios —sociológicos, de psicología social, psicológicos y médicos— son un aporte fundamental al tema.