La Comunidad Europea frente al Estado palestino
04.06.2024
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
04.06.2024
Cada vez más países se suman al reconocimiento de Palestina como un Estado independiente. A estas alturas del conflicto, se trata de un apoyo sobre todo simbólico frente a la violación del Derecho internacional en Gaza, comenta el autor de la siguiente columna de opinión para CIPER: «En el contexto de las próximas elecciones europeas y de un esperado ascenso de las fuerzas de extrema derecha, el reconocimiento de Palestina puede agudizar también el debate interno.»(foto superior: ©Miguel Vila)
El pasado 28 de mayo, tres Estados europeos (España, Irlanda y Noruega, los dos primeros pertenecientes a la Unión Europea) decidieron dar su reconocimiento oficial al Estado palestino. Fue un gesto de especial simbolismo en el contexto de los incesantes ataques israelíes en la Franja de Gaza, que desde octubre pasado han desatado una catástrofe humanitaria que a la fecha de este escrito ha dejado más de 35.000 muertos palestinos; en una gran proporción, mujeres y niños [ONU 2024].
Durante la década pasada, otros siete Estados de la Unión Europea habían reconocido a Palestina; incluyendo a todos los países de Europa oriental (la ex Checoslovaquia —hoy República Checa y Eslovaquia—, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Polonia) que lo hicieron durante la etapa final de la Guerra Fría, cuando estaban bajo influencia soviética. Se les sumaron más tarde Chipre (en 2011) y Suecia (2014). A la fecha, son 146 los países que reconocen a Palestina como Estado, incluyendo a la mayoría de los de América Latina, Asia y África.
Se resisten a este reconocimiento, entre otros, Estados Unidos, Canadá, Australia y la mayoría de los países de la Unión Europea.
Por eso, el reciente reconocimiento del gobierno de España ha sido definido como un hito; un paso «hacia la paz, la solidaridad, el compromiso y la confianza en la humanidad», en palabras del ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares. Similares declaraciones de concordia han tenido el primer ministro de Irlanda, Simon Harris, y el ministro de Asuntos Exteriores de Noruega, Espen Barth. Sin embargo, se trata de intenciones que no parecieran tener un efecto profundo para un avance hacia la paz comprehensiva que se requiere para la solución del conflicto israelí-palestino. Más bien implican ciertas formalidades, como el establecimiento de relaciones diplomáticas y, por lo tanto, la apertura de embajadas en Ramala, sede de la Autoridad Nacional Palestina, y en las capitales respectivas de los países que la reconocen.
***
El 17 de abril de este año el Consejo de Seguridad de la ONU había presentado una resolución destinada a que Palestina se convirtiera en miembro pleno de la organización. Sin embargo, esta instancia no fue aprobada debido al voto contrario de Estados Unidos. La propuesta recibió doce votos a favor, uno en contra y dos abstenciones (Reino Unido y Suiza). Al mes siguiente, en una sesión especial de emergencia, la Asamblea General de la ONU votó una resolución apoyando el estatus de miembro pleno de la ONU a Palestina, lo que fue aprobado por 143 votos (más nueve en contra y veinticinco abstenciones). Entre los países que votaron en contra estaban Estados Unidos y Argentina.
Es importante observar que el reconocimiento del Estado de Palestina no cambia significativamente la condición de este Estado, que, en los hechos, no puede concretarse como tal mientras se mantenga la ocupación por parte de Israel. En este sentido, es fundamental el respeto a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, en especial la 242, votada y aprobada el 22 de noviembre de 1967, después de la “Guerra de los Seis Días”. Allí se establece, entre otros principios, el retiro de las Fuerzas Armadas israelíes «de los territorios que ocuparon durante el reciente conflicto».
Al mismo tiempo, es fundamental la realización de negociaciones directas entre las partes involucradas —esto es, Israel y Palestina—, que conduzca al establecimiento de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas en la fórmula de dos Estados viviendo y coexistiendo pacíficamente. Actualmente, este proceso resulta difícil por la oposición del gobierno israelí y de su primer ministro a cualquier proceso conducente a la aceptación de un Estado palestino.
***
Que el conjunto de la Unión Europea adopte respecto de este tema una postura común es algo que se ve difícil, al menos en el corto plazo. Existen distintas posturas que profundizan esta división, si bien la posición europea mayoritaria sigue siendo el apoyo a la fórmula de dos Estados como única forma de solución al conflicto. En el contexto de las próximas elecciones europeas y de un esperado ascenso de las fuerzas de extrema derecha, el reconocimiento de Palestina puede agudizar también el debate interno. La extrema derecha ha adoptado un firme apoyo a la posición de Israel en la guerra de Gaza, y es afín a la figura del primer ministro Benjamin Netanyahu. Esto resulta valedero no solo para los líderes europeos —como el Primer Ministro de Hungría, Viktor Orban; la Primera Ministra de Italia, Giorgia Meloni; y el líder del partido español Vox, Santiago Abascal—, sino también para figuras del otro lado del Atlántico, como Donald Trump, Javier Milei y Jair Bolsonaro. Hace un par de semanas, mientras el gobierno de España reconocía a Palestina, Santiago Abascal visitaba Jerusalén para entrevistarse con Netanyahu. Ambos coincidían en criticar la reciente posición de Madrid.
Más allá de todo lo señalado, el reciente reconocimiento de Madrid, Dublín y Oslo al Estado palestino es una medida de presión a Israel, y un fuerte rechazo a la represalia lanzada por Israel en la franja de Gaza. Más países se suman contra una política israelí que ha violado el derecho internacional humanitario sin tener en consideración la posición de las organizaciones internacionales ni las críticas de sus aliados más cercanos, como Estados Unidos. Es una medida que, aunque tenga un carácter más simbólico que real, puede ser seguida por otros Estados, europeos y no europeos, profundizando el aislamiento internacional de Israel.