La tercera Cuenta Pública y el camino de los sueños
02.06.2024
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02.06.2024
El discurso del pasado sábado del presidente Gabriel Boric deja en evidencia la persistencia de una coalición fragmentada, analiza el autor de la siguiente columna de opinión para CIPER: «Las 61 medidas del discurso presidencial reflejan esta necesidad de dar ‘algo’ a cada audiencia oficialista».
Más allá de cuánto cumple hasta ahora el gobierno de Gabriel Boric con su programa electoral, la Cuenta Pública ofrecida por el presidente el pasado sábado permite realizar evaluaciones políticas retrospectivas y además proyectar los desafíos de la actual administración en sus dos últimos años.
El mensaje de Boric desde el edificio del Congreso volvió a mostrar la persistencia de un oficialismo fragmentado por tres espacios que demandan —hasta la majadería— señales para mantener su pacto. La ausencia de un reajuste oportuno del pacto en el oficialismo afectó los alcances y viabilidad del proyecto del actual gobierno, dejándolo atrapado en la contingencia y el corto plazo. Las 61 medidas del discurso presidencial reflejan esta necesidad de dar «algo» a cada audiencia oficialista, manteniendo la disyuntiva aún no resuelta de si acaso es mejor gobernar para aquel 24% del electorado que le dio su voto en primera vuelta o para el 55% del ballotage que al fin lo llevó a la presidencia en diciembre de 2021.
En retrospectiva, la historia ha demostrado que los orígenes determinan la evolución posterior de los partidos y liderazgos políticos. El espacio político del que proviene Boric y parte importante del Frente Amplio constituyó durante los años de las protestas estudiantiles (2011 a 2015), un síntoma de la crisis y, al mismo tiempo, un factor de los cambios sectoriales necesarios para resolver los problemas de la Educación Superior en Chile. La implementación del sistema de gratuidad, una nueva gobernanza para las universidades del Estado y un sistema de aseguramiento de la calidad fueron reformas que respondieron a demandas viabilizadas después de un ciclo de movilizaciones atípico por: i) su duración (cinco años); ii) el gran respaldo social obtenido (70% entre 2011 y 2013); y iii) el impacto de las organizaciones estudiantiles en el diseño de las políticas subsecuentes [MELLA y VALENZUELA 2021].
Aquel espacio de organizaciones constituyó un bloque político ascendente frente a los partidos tradicionales, los cuales aparecían como estructuras no sólo declinantes sino también responsables de la inercia de la democracia chilena por más de dos décadas. Según algunos críticos de la Concertación, el «partido transversal» se había constituido en una estructura subyacente que mantenía un status quo tecnocrático y liberal. La expulsión de Adolfo Zaldívar Larraín de la Democracia Cristiana en 2007 contribuyó a visibilizar tal debate.
La trayectoria, desde 2017, del Frente Amplio hacia cupos en el Poder Legislativo permitió una tregua para las diferencias identitarias y estratégicas en el bloque, manteniendo la retórica reivindicatoria, ahora desde la oposición parlamentaria al segundo gobierno de Sebastián Piñera. Aunque la retórica reivindicatoria se exacerbó frente a la materialidad del estallido del 18-O, haberle dado a la crisis política un cauce institucional —a través del “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”— desplazó a Boric y su coalición irreversiblemente a la política institucional. En tan sólo una noche, la del 15 de noviembre de 2019, el otrora joven dirigente estudiantil quedaba incorporado al establishment partidario.
Esta evolución se refleja en el GRÁFICO 1, que muestra la ubicación ideológica de los bloques políticos en el espacio de la izquierda desde 1989 a 2021 (sobre la base de los datos y metodología de MARPOR. [1]
Se observa que después del ciclo de la Concertación y de la segunda presidencia de Michelle Bachelet, la entrada del Frente Amplio produjo un clivaje programático en la izquierda entre las candidaturas de Guillier (NM) y Sánchez (FA), contribuyendo con ello al triunfo de Piñera por segunda vez en 2017. La elección de 2021 —en la que compitieron en primera vuelta Provoste (Nuevo Pacto Social) y Boric (Apruebo Dignidad)— mantuvo en la superficie esta división, vigente desde 2017. Son dos mundos de izquierda en un mismo espacio legislativo que sin embargo no han podido articularse mediante los reiterados conclaves del oficialismo en Cerro Castillo.
Situados a mitad de camino del gobierno del presidente Boric, el análisis de cumplimiento del programa presidencial con 31% al segundo año [CIUDADANO INTELIGENTE 2023] muestra, a nivel general, que los esfuerzos de coordinación electoral entre Socialismo Democrático, Frente Amplio y Partido Comunista no han tenido el correlato de una convergencia programática. Tras su triunfo definitivo sobre José Antonio Kast (diciembre de 2021), Gabriel Boric no reformuló su programa para construir aquella nueva síntesis política que permitiera mejor gestión del oficialismo y mayor efectividad legislativa.
Esta fisura crónica en el oficialismo multiplica dificultades en la coordinación del gobierno con sus legisladores. Nombramos algunas, entre muchas: riesgo de fuga de votos en legislación crítica, reiterado «fuego amigo», la disolución del bloque Apruebo Dignidad que arrastró al oficialismo a una configuración tríadica (SD, FA y PC); y, especialmente, la reiteración de la pulsión identitaria de parlamentarios del Frente Amplio que cada cierto tiempo contribuyen a subir los costos de coordinación entre el Ejecutivo y su contingente legislativo. El problema del gobierno no es solo de cuotas en el Congreso, sino también de comportamiento de parte de sus parlamentarios (como reacción automática de quienes hasta hace poco hacían política en clave expresiva).
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A diferencia de las pulsiones identitarias de parlamentarios del Frente Amplio que solo generan desorden y ruido en el oficialismo, el anuncio presidencial de ingresar un proyecto de ley de aborto legal y ponerle urgencia al proyecto de ley de eutanasia y cuidados paliativos constituye un diseño estratégico que debe ser seguido con atención. Este último proyecto fue ingresado por iniciativa del presidente Piñera el 27 de marzo de 2019, y en la actualidad se encuentra en el Senado en tercer trámite legislativo con posibilidades de ser aprobado. Si así se produjera, tal estrategia podría conseguir alinear al oficialismo en su conjunto y a una parte de la oposición (Evópoli y el piñerismo en la UDI y RN), a partir de la instalación de un clivaje liberal versus conservadores.
En el caso del envío a trámite legislativo del proyecto de aborto legal, es más incierto que hoy cuente con los apoyos suficientes, pero permitirá descubrir quién es quién de cara a las próximas elecciones parlamentarias y con una opinión pública ampliamente favorable a que las mujeres dispongan del derecho a decidir, ya sea en casos especiales (53%) o en cualquier situación (30%) [Encuesta CEP n° 90 2023].
Un segundo desenlace de la instalación de una fisura sistémica puede ser que, aun cuando disminuya la dispersión aleatoria en sectores del oficialismo, se produzca mayor coordinación entre los diferentes partidos de la oposición con repertorio conservador para construir una táctica de bloqueo legislativo común al gobierno. Este escenario podría tener efectos adversos, alienando a cierta parte de la oposición y a partidos del centro político, como la DC (especialmente, en proyectos como la ley de negociación colectiva multinivel o la reforma tributaria, que requieren de un clima adecuado en el diálogo del gobierno y la oposición para tener buenos resultados).
En este sentido, no solo el problema aritmético de un gobierno minoritario, sino también la incapacidad para reelaborar el pacto programático con los tres bloques oficialistas determinará la efectividad del presidente Boric en los próximos dos años. Pero, definitivamente, su legado no será evaluado por avanzar en el «camino de los sueños», sino por construir el pacto necesario para resolver los fallos actuales de nuestra democracia.