CARTAS: La escasez de profesores en Chile es un llamado a repensar la formación docente
22.05.2024
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22.05.2024
Señor director: En la década de 1950, la literatura de ciencia ficción y anticipación nos mostraba escenarios futuros distópicos en los que la escuela había perdido su sentido y ya no se necesitaba a los profesores, pues habían sido reemplazados por computadoras o robots. La realidad ha resultado ser aún más caprichosa, compleja e intrincada que tales proyecciones, pues es un hecho que hoy nos enfrentamos a un déficit alarmante de docentes, en Chile y en el mundo.
En nuestro país, se trata de una realidad que nos obliga a reflexionar sobre la carrera docente y en la necesidad urgente de replantear la formación, tanto en virtud del acceso a la educación de todos, como derecho fundamental, como del rol de los profesores en la sociedad actual. Según la Unesco (2023), para 2030 el mundo requerirá de 44 millones de docentes. La pandemia por COVID-19 ha exacerbado aún más esta situación, poniendo de manifiesto la fragilidad de nuestro sistema educativo y la urgencia de tomar medidas concretas.
Una revisión exhaustiva de la literatura revela hallazgos alarmantes sobre la escasez de profesores en diferentes países. Si bien existen estrategias implementadas para abordar este problema —como sistemas de rendición de cuentas y programas de incentivos económicos o habilitaciones emergentes en casos que se requiera cubrir demandas educativas específicas—, la realidad es que son medidas insuficientes para enfrentar la complejidad del desafío. La falta de profesores no solo afecta la calidad educativa, sino que también profundiza las desigualdades y perpetúa un ciclo de inequidad en nuestro sistema educativo.
Es evidente y urgente replantear la instrucción de pedagogos en Chile, desde el rol formador y del contexto social en el que se desempeñan. No se pueden seguir preparando de la misma manera y esperar resultados diferentes. Es hora de adoptar enfoques más integrales y transformadores, que aborden las causas profundas de esta escasez y promuevan una educación de calidad para todos los estudiantes, independiente de su origen socioeconómico, étnico, religioso o geográfico, entre otros.
Desde la planificación e implementación de políticas públicas, con énfasis urgente en la formación inicial docente, para proyectar las condiciones laborales, debemos trabajar en conjunto para generar un entorno propicio que atraiga, retenga y desarrolle a los mejores talentos en la enseñanza. Esto implica repensar los programas de formación docente, garantizar condiciones laborales dignas y ofrecer oportunidades de desarrollo profesional continuo que fortalezcan sus habilidades y competencias.Es relevante, además, que como sociedad se construya un acuerdo social de valoración en torno al rol de los docentes y se sienten las bases de una cultura de respeto y reconocimiento de la profesión y del oficio de enseñar —entendiendo oficio a la dedicación, el cultivo cotidiano de la labor y la entrega que implica—, lo cual pasa por un compromiso no solo coyuntural del gobierno de turno, sino por una mirada en el mediano y largo plazo respecto de la sociedad que queremos construir desde lo humano, lo cultural y lo espiritual. Esto tiene profundas implicancias en cómo se toman decisiones en otros ámbitos del mundo político, económico, social y cultural, del rol que deben desempeñar los medios de comunicación en la entrega de modelos socioculturales constructivos y positivos, en la difusión de valores colectivos, en la forma en cómo concebimos y usamos las redes sociales, en cómo nos comunicamos y en cómo vemos al otro.
El futuro de nuestra educación está en juego y no podemos permitir que se sigan improvisando soluciones temporales ante un problema estructural. Es hora de asumir un compromiso real con la formación del docente y trabajar juntos para construir un sistema educativo más justo, inclusivo y equitativo para todos los chilenos.